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Sueño de Quimeras. por Seiken

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Milo observó con pena a Kanon, como pidiendo perdón, rodeando el hombro de Aiacos, recargándose sobre el espectro, para robarle un trago de su cerveza, como si fueran viejos amigos.

 

—Así que, mi gemelo maligno, hermano de otra madre, que puedes decirme de tu vida. 

 

Antes de que Aiacos quisiera empujarlo, Camus lo jalo hacia él, rodeando su cintura con su brazo, con más fuerza de la necesaria, diciéndole claramente que se comportara con ese gesto. 

 

—Milo, dejalo tranquilo, son nuestros invitados y debemos ser amables.

 

Minos, antes de que Aiacos pronunciará su molestia al ser comparado con un santo de oro, que se decía ser su hermano, más aún, su gemelo, lo silencio de la misma forma que Camus, pero no sólo rodeando su cintura con su brazo, también, besando sus labios.

 

—Me dijiste que te comportarias como es debido, Aiacos. 

 

Radamanthys no se vio afectado por ello, parecía acostumbrado a esas muestras de afecto, Milo guardó silencio, volteando de un lado a otro, sin decir nada.

 

—Señorita...

 

Camus llamó a la camarera, para pedir otra ronda de bebidas y algunas botanas, al mismo tiempo que el espectro rubio al notar la cercanía de Aioria, se alejaba un poco de él, apartándose de Kanon, al mismo tiempo que le hacía un lugar sin desearlo, al joven león. 

 

—No tienes que entrenar o visitar a esa linda amazona del águila, Marín, Aioria, además, que dirá tu hermano si sabe que estás en un lugar como este. 

 

Fue pronunciado por Kanon, casi en susurro, al darse cuenta que Aioria lo había apartado y ni siquiera comprendía, la razón por la cual, él si deseaba acercarse a Radamanthys, en realidad, deseaba ser uno con él. 

 

—Todos nosotros somos jóvenes, en la plenitud de nuestra edad, Kanon, tu ya no, así que tal vez sea mejor que te retires a dormir, no te vayas a cansar.

 

Kanon generalmente nunca caía en los juegos e insultos de Aioria, pero en esta ocasión, el pequeño león estaba sacándolo de sus casillas, de una forma ridícula.

 

Radamanthys los veía, no había forma de que no escuchará su discusión y aún así, no dijo nada, enfocando su vista en la cerveza enfrente suyo.

 

Los otros no habían escuchado nada, debido a la conservación alegre que Milo trataba de entablar con Aiacos y Minos, siendo un buen estratega, un gran embajador, pensó Kanon, suponiendo que no le quedaba de otra más que aceptar la interrupción de los otros santos dorados.

 

—¿Alguna vez te has enfrentado a otro Géminis? 

 

Esa pregunta la hizo Kanon, recordando que era el único que lo había derrotado, ya se lo había dicho en varias ocasiones, que él era especial en ese sentido.

 

—Eres el primer géminis que enfrentó, pero no estoy seguro si eres el santo de Géminis o eres el general de Dragón Marino. 

 

Aioria al escuchar eso supuso que siempre había tenido la razón, Kanon no era de los suyos, el mayor guardó silencio, no le gustaba recordar su pasado, su traición a su diosa. 

 

—Tal vez eres ambos, un humano portador de cosmos puede usar más de una armadura de la tierra o el mar, si está le acepta, no pasa lo mismo con nuestras surplices, puesto que ellas están guardadas en nuestros cuerpos, en un tatuaje especial, que nos muestra nuestro destino, yo, Minos y Aiacos seremos siempre los tres jueces del Inframundo. 

 

Kanon asintió, sus colegas trataban de digerir la información que Radamanthys les daba sin ningún problema, sin preguntarse qué harían de saber la verdad, pero sus colegas, seguían tranquilos, apreciando la paz y la tranquilidad que tenían en esos momentos. 

 

—Aun así, tú eres el único que me ha derrotado y sigue con vida, eso lo admiro mucho.

 

Ese era un punto para él, supuso Kanon, sonriendo al escuchar ese halago, Milo les veía fijamente, había algo que notaba, que los demás no y se lo preguntaría cuando pudieran estar solos a menos unos momentos. 

 

—¿Te gustan los hombres fuertes?

 

Preguntó Camus, para nada sorprendido, a Milo le gustaba la fuerza física, a él también, acompañada de inocencia y fuerza de voluntad, pero se preguntaba, qué clase de pareja buscaba Radamanthys, puesto que Minos y Aiacos ya habían encontrado en el otro, aquello que necesitaban. 

 

—Me gusta la fuerza física, pero mucho más la astucia y la templanza, si dejas que tus emociones te dominen, eres débil, la debilidad te lleva a la derrota. 

 

Milo asintió, ignorando de momento a Aiacos y a su pareja, bebió un poco de cerveza, puesto que no deseaban emborracharse demasiado rápido, para después señalar a Radamanthys. 

 

—Pero tu no te “entregarás” a nadie que no pudiera vencerte, no es así, por eso hacés tanto hincapié en esa palabra.

 

Radamanthys asintió, no tenía porque mentirles al respecto, no aceptaría un amante que no pudiera derrotarlo, al menos una vez.

 

—Para intentar ganarse un lugar en mi cama, primero debe derrotarme en un combate, demostrar su fuerza, su astucia o su coraje, sino, no es digno de un juez del Inframundo, eso se lo he prometido a mi dios Hades, nunca dejarme engañar por cualquiera de los que intenten hacerse conmigo. 

 

Minos ocultaba sus ojos en su cabello blanco, pero sonreía con demasiada diversión al verles discutir, preguntándose porque tocaban ese detalle, comprendía el sentir de Kanon, pero que le importaba a Milo o al amante de ese escorpión, de nombre Camus, a menos, que el joven león, también estuviera interesado en su hermano menor. 

 

—Mi hermano cumple sus promesas sin importar el precio, estuvo a punto de caer en las garras de Valentine, pero el nunca se atrevió a demostrar su verdadero poder, ni sus sentimientos por él, y si quieren poseer a mi hermano menor, primero tendrán que demostrar su valía, a él, y a mí.

 

El no apreciaba a Valentine, no por las razones por las cuales Pandora lo hacía, sino, porque se hizo a un lado cuando le ordenó abandonar esa idea absurda de enamorar al menor, cuando le dijo que tenía que derrotarlo en un combate y después, a él mismo, enseñarle que valía el corazón de Radamanthys.

 

—No fui un buen hermano en el pasado, pero ahora lo soy, y Radamanthys es mi responsabilidad.

 

Kanon jamás había escuchado ese nombre y no le gustaba la idea de que alguien más, en el ejército de Hades hubiera amado a Radamanthys, que este hubiera pensado en corresponderle. 

 

Aioria también pensaba en eso, en la clase de hombre que era ese tal Valentine y porque no fue del agrado de Minos, porque no demostró su valía ante su hermano, mucho menos ante Radamanthys, que frunció el ceño, como si eso le doliera. 

 

—Estas confundiendo lealtad con amor Minos, justo como yo lo hice, ambos nos equivocamos y no debemos culpar a Valentine por ello, el amaba a Sylphide, no a mí. 

 

Eso era ridículo, ambos amaban a su hermano, pero nunca se atreverían a realizar cualquier cortejo, a demostrarle su poder, y obedecieron cuando les dijo que se alejaran de su objeto de deseo, ese simple hecho, demostraba que no eran dignos.

 

—Porque no hablamos de otra cosa, o vamos a otro lado, estamos poniendo incómodos a los santos dorados, y ví un lugar donde tienen videojuegos… videojuegos y cerveza, no muy lejos de aquí. 

 

Eso lo dijo Aiacos, que había escuchado esa conversación más de una vez y creía que el único culpable de eso, era Minos, por haberles ordenado que abandonaran la idea de poseer al segundo juez, porque solo estaban cumpliendo su deber.

 

—Tienes razón, no debemos perder el poco tiempo que nos han otorgado en discusiones sin sentido y extraño jugar algún buen videojuego. 

 

Pronunció Radamanthys, terminando su cerveza, sin notar la mirada de Kanon, mucho menos el interés de Aioria en toda esa información, pero Minos si lo hizo, el veía fijamente a los dos santos dorados, creyendo que nada bueno saldría de ese deseo.

 

—¿Video… que?

 

Preguntó Milo, que como sus aliados había permanecido toda su vida en el santuario, en cambio, ellos habían estudiado, habían visto algunas partes del mundo y lo conocían muy bien, todo gracias a su señor, que les daba algunos años de libertad.

 

—Ya verán, es muy divertido y podrán pelear sin tener que enfrentarse entre ustedes. 

 

Pronunció el menor de los tres, el que era sin duda el más amable y el más extrovertido, mucho más que Minos o Radamanthys. 

 

—Les enseñaremos a jugar, no teman, todo saldrá bien, ustedes están en buenas manos, además, igual patearemos su trasero. 

 

Radamanthys sonrió de una forma casi imperceptible, un pequeño movimiento de sus labios, al ver la expresión del menor de ellos, pero en especial, aquella del santo dorado del escorpión, cuyos ojos parecían brillar con la palabra divertido. 

 

—Yo estoy de acuerdo, ustedes cuatro contra nosotros tres. 

 

Pronunció de pronto, quitándose su chamarra, para amarrarla en su cintura, esperando escuchar alguna queja, su playera negra pegándose a su cuerpo, remarcando los músculos de su espalda. 

 

—No se preocupen, les diremos cuando pierdan. 

 

Minos asintió, rodeando los hombros de sus colegas, esperando escuchar la respuesta de los dorados, que aceptaron su invitación.

 

—Y sólo para demostrar que somos buenos ganadores, esta noche va por nuestra cuenta. 

 

Tras pronunciar esas palabras comenzaron a caminar en dirección del local que habían visto desde la noche anterior, cuyo nombre era una referencia a uno de los famosos juegos del fontanero de traje rojo y su princesa. 

 

—Aiacos, toma a tu gemelo benigno y a su chico pelirrojo, yo guiaré a Kanon y tú Radamanthys, enséñale una o dos cosas al gatito. 

 

Antes de que pudieran decir cualquier cosa, tanto Radamanthys como Aiacos obedecieron a Minos, el segundo tomando a sus momentáneos aliados de los hombros, para llevarlos a la zona de juegos de pelea deteniéndose en el que se llamaba “espada del alma”, Radamanthys le señaló a Aioria a donde debían dirigirse, que era donde podía ver estaban los juegos de mata y dispara, seleccionando “infierno”, por último Minos llevó a Kanon a una zona en donde habían varios juegos de carreras, deteniéndose en el que se llamaba “necesito velocidad” sentándose en uno de los módulos de realidad virtual, que asemejaba un auto de verdad.

 

—Tienes que hacer lo que te digan, como si en realidad fueras tú quien usa este auto, por ejemplo, algunos están en inglés, pero eso no es mucho problema, son muy intuitivos, te dan señales de que debes hacer, si debes ir más rápido, si tienes que darles un tiempo, son como una persona, en cierta forma son volubles. 

 

Kanon supuso que tenía que fingir interés en ese extraño juego, pero no deseaba hacerlo, su mirada fija en Radamanthys, que le daba algunas instrucciones al gato de azotea, que simplemente asentía, como si le interesara de verdad ese juego. 

 

—Deseas a mi hermano, lo sé bien. 

 

Pronunció de pronto, levantándose del asiento para que sus rostros estuvieran a la misma altura, con una expresión que Kanon reconoció como aquella de un hombre con un plan, era el mismo rostro de quien llegó en auxilio de su enemigo e intentó romper cada uno de los dedos de su mano.

 

—No intentes mentirme santo de Athena, yo no soy alguien con quien puedas jugar y conozco todo respecto al deseo, lo veo en tus ojos, cuando lo miras a él, Kanon, el embaucador de dioses, pero no de jueces del Inframundo si yo puedo hacer algo al respecto, así que me dirás cuáles son tus intenciones con mi hermano de sangre durante nuestra primera vida. 

 

Kanon guardó silencio, no tenía porque responderle a Minos, sus asuntos eran suyos, únicamente, tal vez de Radamanthys, si él deseaba corresponder a su deseo, comprendiendo bien que deseaba ser uno con el, pero no, por cuánto tiempo. 

 

—Rompiste el corazón de la sirena, del flautista, aún del mismo envase de Poseidón, pero no romperás el corazón de Radamanthys, porque si tus intenciones no son buenas, si solo quieres jugar con él, me esforzare para que mi hermano comprenda el deseo que veo en los ojos de Aioria, el es mucho más recto que tú y sé que no perseguirá una relación con alguien, mucho menos un espectro, si solo quieres divertirse con el. 

 

Después de pronunciar esa amenaza Minos simplemente se marchó, Kanon estaba seguro que por algo así abandonó Valentine el deseo de perseguir el amor del juez rubio, que se veía demasiado solitario, algo diferente a como se lo imaginaba en un principio. 

 

—Tu eres mi favorito, pero llegado el momento, deseo que Radamanthys pueda ser feliz. 

 

Kanon sonrió, siguiendo a Minos, el no deseaba perder el tiempo con esos juegos extraños, no se sentía con la edad para ello, por lo que, no participaría de la diversión.

 

Unicamente los observaria, buscando el momento de pasar algo de tiempo de calidad con Radamanthys, comprendiendo que el gato también deseaba a su espectro, otra razón para que no le agradara. 

 

—Radamanthys, Minos, descubrí un juego de baile más al fondo, está vacío y podemos competir entre los siete.

 

Milo esperaba que Aioria aceptará esa competencia, no creía que Kanon quisiera bailar, mucho menos ser observado por los demás, pero Camus había aceptado, solo le faltaba un integrante más.

 

—Esta bien cachorrito, haré lo que me pidas. 

 

Respondió Minos, amarrando su cabello con una cuerda, para que no le estorbara en el transcurso de la noche, al menos mientras bailará con su amante. 

 

—Siempre y cuando no sea música colegial, acepto. 

 

Respondió Radamanthys, dejándose llevar por Aiacos, suspirando cuando Aioria de nuevo, moría en las manos de un demonio menor, era especialmente malo disparando.

 

—Vamos Aioria, no me dejes morir solo. 

 

Aioria abandonó el juego, no le parecía tan divertido, aunque Radamanthys dijera que se veía hogareño, caminando detrás de Milo y Camus deteniéndose para conversar con Kanon.

 

—Son demasiado obvios, Kanon, tú y Aioria desean a nuestro invitado, no sé la razón de eso, pero sí, que puede terminar muy mal para los tres.

 

*****

 

Pueden meterse en problemas los tres, especialmente, con Hades ingresando en la ecuación, espero que les haya gustado, nos vemos pronto. Muchas gracias. SeikenNJ. 


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