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Sueño de Quimeras. por Seiken

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Camus se creía con el derecho de juzgar sus acciones, y suponía que pronto sería el turno de Saga, cuando regresara a su templo, con algo de suerte, con un espectro en sus brazos. 

 

Y pensar que cuando se enfrentaron en ese puente no hizo más que insultar a su enemigo, que reconoció su alucinación, al que llamó cobarde, destruyendo con su último esfuerzo. 

 

Su enemigo que realmente encontraba hermoso, demasiado atractivo, que era como cualquier joven de su edad, tan lleno de vida, tan diferente a como se lo imagino en un principio. 

 

Notando que Aioria también lo deseaba, o al menos, eso era lo que podía percibir y aunque se sabía un pecador, un hombre ruin en ocasiones, no se daría por vencido. 

 

—¿También participaras? 

 

Esa pregunta era de Aioria, que se había sentado cerca de una de las mesas altas, con una cerveza en sus manos, retandolo con esa actitud. 

 

—No, dejaré que los jóvenes se diviertan, yo solo vengo a disfrutar del paisaje y a llevar a nuestros invitados a sus respectivos cuartos, Minos con Milo, Aiacos con Shaka y Radamanthys conmigo. 

 

Pronunció, pidiendo extrañamente un refresco con hielo, ya había bebido suficiente y deseaba estar en sus cinco sentidos. 

 

—No comiences una batalla que no puedes terminar Aioria, porque no estoy dispuesto a darte tregua.

 

Aioria simplemente sonrió, recargado en la mesa, observando como los espectros y los santos dorados comenzaban a ponerse de acuerdo en que turnos tendrían, quienes jugarían primero. 

 

—De eso estoy seguro, eres un hombre desalmado, que no te interesan los demás, únicamente tus deseos, sólo porque te dices leal a nuestra diosa no significa que hayas cambiado tus manchas, eso lo comprendo muy bien, pero Radamanthys no lo hace, no sabe que duerme en la cueva del lobo.

 

Antes de que Kanon pudiera responder a ese insulto, Milo llamó a Aioria para que se acercara con ellos, siempre tan jovial y animado, ignorando su rivalidad, que únicamente aumentaba con el tiempo. 

 

—No vas a derrotarme Aioria. 

 

Había perdido el Santuario, la Atlántida, y cualquier clase de poder que alguna vez pudo tener, pero no perdería al hombre que deseaba, ese hermoso espectro, que seguía la corriente de sus aliados, actuando como un muchacho cualquiera. 

 

—Radamanthys será mío. 

 

Pronunció, escuchando las primeras piezas y admirando los pasos de baile, riendo cuando Milo comenzaba a desesperarse, equivocándose en algunos pasos, aún Camus intentaba realizar los pasos señalados en la pantalla, Aioria no lo intentaba con seriedad, no como el escorpión, logrando apenas dos estrellas en un juego llamado solo baila.

 

El turno de los espectros llegó con otra canción, ellos lo hicieron un poco mejor, pero también tuvieron sus fallas, Minos con algo de seriedad, Aiacos divirtiéndose como si fuera un niño y Radamanthys sonriendo, solo con ver la expresión del que suponía era el menor de los tres, el amante de su líder. 

 

Kanon no podía dejar de mirar a Radamanthys, encontrando su sonrisa hermosa, el resplandor de su cabello y el brillo de sus ojos, su belleza, encontrandolo hermoso, deseable, comprendiendo bien porque sus sueños le pedían poseerlo. 

 

—Las primeras fueron de práctica, ahora ya viene la competencia en serio, ustedes tres, contra nosotros tres, quien gane más estrellas, será el vencedor y como Kanon se niega a participar, él será el que las cuente. 

 

Pronunció Minos, llamando la atención de alguno de los presentes, tal vez, por lo que había dicho, tal vez porque los siete eran realmente atractivos, fuertes, delgados, como si se tratasen de modelos o bailarines, suponía el mayor, que asintió, recibiendo una pluma de una muchacha que le sonreía coqueta, usando una servilleta como marcador.

 

—Adelante. 

 

Las canciones comenzaron a sonar una tras otra, empezaron los santos dorados, logrando cuatro estrella, Milo realmente era bueno en eso, sus movimientos sinuosos, encantadores, supuso Kanon, contando los puntos, la siguiente fueron los espectros, con cuatro estrellas y media, encontrando graciosa la expresión de los santos dorados, así como del público que se iba juntando a sus alrededores. 

 

Mientras más tiempo pasaba, más puntos obtenían y las personas les miraban, preguntándose de dónde habían salido, a qué se dedicaban, en ocasiones silbando o apoyando a cada uno de sus equipos favoritos, Kanon en medio de eso, admirando a Radamanthys.

 

De alguna forma llegaron a un empate, porque Aiacos terminó golpeando el rostro de Minos, cuando intentaba realizar un movimiento sugerente en una canción de las que Radamanthys llamaba colegial. 

 

La última canción sería “hit the road Jack" y ambos la jugarían, puesto que ya se acercaba la hora del cierre.

 

En esta ocasión el que debería ser su equipo, aunque su apoyo estaba con los espectros, en especial con Radamanthys, iniciaron con el baile, equivocándose en algunos momentos, cuando giraban, alcanzando cinco estrellas, en cambio, los espectros lograron un súper estrella, que Kanon contó cómo seis estrellas. 

 

—Y los ganadores son los espectros. 

 

Pronunció, escuchando los aplausos de su público improvisado, que había dejado de realizar sus actividades, para verlos enfrentarse en ese juego, verlos llevarse la victoria.

 

—¿Ahora a dónde vamos? 

 

Preguntó Aiacos, con una gran sonrisa, tomando un trago a su cerveza, antes de salir con sus aliados y los santos dorados. 

 

—¿Qué hora es? 

 

Que importaba, la noche era joven y estaban demasiado entusiasmados, aún Radamanthys sonreía como un mocoso, igual que Milo, que se colgó de pronto de Camus, quien solamente sonreía. 

 

—Vamos a mi templo, tengo cigarros y cerveza, además, Minos y Camus saben cocinar, lo hacen bien, aún no queman la cocina, además, tengo cerveza… 

 

Parecía que la palabra mágica había sido cerveza, porque los espectros aceptaron su invitación sin decir nada, ni siquiera Minos, que le tocaba cocinar en compañía de Camus, Radamanthys observandole de reojo de vez en cuando. 

 

Preguntándose tal vez porque no participaba de su diversión, pero sin decir nada, riendo de algo que Aiacos pronunciaba en su oído, quien de verdad se parecía a Milo en demasiados aspectos.

 

Kanon no estaba demasiado contento al tener que soportar la presencia de Aioria, el que también parecía desear que se marchara, pero él era un caballero y no abandonaría a su espectro en ningún lugar, debía llevarlo de regreso a su templo, a su cama.

 

Algunas horas más pasaron y terminaron siendo ellos quienes decidieron regresar a sus templos, Aioria deteniéndose en el templo de Leo, a punto de ordenarle bajar al espectro que cargaba en sus brazos al suelo, pero no dijo nada, cuando Radamanthys se acomodó en su regazo, medio dormido. 

 

—Vamos a mi templo Radamanthys, ya fue demasiada diversión para ti por hoy. 

 

Algún sonido fue pronunciado por el espectro en sus brazos, pero no le entendió realmente y como la noche anterior, trató de depositarlo en su cama, escuchando una queja del menor, que con los ojos medio abiertos, abría los brazos.

 

—Tengo frío…

 

Se quejó, haciéndole un espacio, para que tomara un rincón en su cama prestada, Kanon quiso buscar unas cobijas, pero Radamanthys tomándolo de la muñeca lo jalo hacia él, acomodándose en su pecho, de nuevo le haría dormir con él, pensó, suspirando.

 

—Sería muy descortés si te rechazo en este momento, Radamanthys, aunque eso es lo correcto, pero, nunca he hecho lo correcto. 

 

Así que sin más, comenzó a dormir a lado de Radamanthys, quien recargado sobre su pecho, parecía completamente fuera de ese mundo, muy hermoso, para ser alguien tan fiero como él. 

 

*****

 

Radamanthys podía sentir unas manos en su cuerpo, recorrer cada parte de su piel, dedos intrusos arrancándole un pedazo de su alma, y algo húmedo entre sus piernas, hundiéndose en su cuerpo, podía escuchar un llanto acompañado de más gemidos, desesperandose por abrir los ojos, despertar de aquella pesadilla.

 

Lograndolo justo en el momento en que su alarma comenzó a sonar, debía prepararse para otro dia mas de trabajo, pidiéndole a cada dios que recordaba que ese comensal no visitará el restaurante ese día, había algo en el que no le gustaba, lo hacía sentir nervioso.

 

Solo un dia mas, un pequeño esfuerzo y podría tomarse un dia libre, encerrarse en su departamento y prepararse para otra semana de trabajo, con la visita acostumbrada de su mejor cliente, como muchos le llamaban, sus compañeros de trabajo que no entendían que ese sujeto, a pesar de su generosidad, no tenía buenas intenciones, lo sabía bien, la forma en que lo seguía, como lo miraba, él deseaba algo y no comprendía que en ese momento. 

 

Todos los días llegaba a la misma hora, tomando una mesa en la terraza, en la zona que él debía atender, pedía muchos platillos, casi una docena de ellos y debian servirlos uno después del otro, al principio no le tomo demasiada importancia, después, cuando apenas los tocaba y pedía que los retirara, lo creyó un desperdiciado. 

 

Una semana después, el estaba atendiendo otra mesa, con seis personas en el momento en que llegó a su mesa favorita, colocando una pequeña computadora portátil, como si deseara trabajar en ella, le llamó dos veces levantando la mano y el envio a otro compañero de trabajo, un chico de nombre Aioria a servirle, sin embargo, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, le llamó a la señorita Pandora, para conversar con ella unos cuantos minutos. 

 

Ella lo llamó a él, con un gesto de la mano y mando a Aioria a terminar su trabajo, ordenandole atender con esmero al tipo de cabello azul, el que nunca se terminaba su comida, pero siempre pedía demasiada.

 

Quien parecía encantado con la respuesta de Pandora, que lo acompañó a la mesa con un paso firme, deteniéndose a su lado, colocando una mano en su espalda, con una sonrisa amable.

 

-Radamanthys se encargará de usted de ahora en adelante, se esforzara mucho en mantenerlo a gusto, después de todo, es usted nuestro mejor cliente, señor Kanon. 

 

Pandora le ordenó poco después que atendiera a Kanon todos los días, con la mejor de las sonrisas y ambos podrían ganar mucho dinero, pero si su benefactor parecía molesto, el tendría que pagarlo, con su salario o con su puesto de trabajo.

 

Kanon le veía como un depredador, como un león, como algún cazador en espera de que bajara la guardia, para atacarlo por sorpresa, sus ojos azules fijos en cada uno de sus movimientos, ojos que le recordaban el mar, que le daban miedo, comenzaban a aterrorizarlo, puesto que no sabía que había en el fondo, únicamente que no le gustaba en lo absoluto.

 

Ese día de nuevo tendría que servirle en su mesa privada, llevarle cada platillo que deseara, el que fingiría comer, para después hacer que lo retirara, en otras ni siquiera se molestaba en fingir, y ultimamente habia dejado de ordenar algunos platillos, unicamente pedia cafe negro, tal vez un pastel, que comía como si realmente lo disfrutara, todo ese tiempo observandolo fijamente. 

 

Habían pasado seis meses desde su llegada y cada dia era peor que el anterior, a veces lo tocaba, sostenía su mano para darle su propina, le preguntaba si hacía mucho ejercicio, si salía a correr, porque él también apreciaba el deporte, le gustaba la cacería, mientras más grande era una presa era mejor para el.

 

En algún momento quiso saber si tenia novia o novio, si su amante vivía a su lado, o si era virgen, una pregunta que casi logra que derrame el café en la mesa, pero pudo ignorarlo, simplemente tragando un poco de saliva, para escapar al interior de las instalaciones, escondiéndose en la cocina, en donde tomó un poco de agua fría.

 

Ese dia, cuando llego, un poco tarde, pero demasiado temprano para los horarios de Kanon, pudo ver que no solamente había uno de ellos en ese lugar, sino dos, gemelos, supuso, acercándose a la mesa en donde recibió la orden, una taza de café y un pastel de chocolate, dulce, con buen cuerpo, con una apariencia deliciosa.

 

Radamanthys le observaba de reojo, esperando recibir alguna orden suya, pero no, únicamente se limitaba a disfrutar de su pastel, al mismo tiempo que sentía sus ojos desnudarlo con la mirada, como si fueran manos pegándose a su piel, preguntandose si la propina que recibía era suficiente para tener que soportar los continuos innuendos de su comensal. 

 

Saga fumaba un cigarrillo en el balcón del restaurante en donde su hermano lo cito, era un lugar pequeño, pero agradable, donde su hermano bebía una taza de café negro, con un pastel de chocolate con una bola de helado.

 

—No sabía que te gustarán los dulces, ni el café, Kanon. 

 

Kanon comía con demasiada lentitud, llevaba al menos unas dos horas en esa mesa y únicamente porque Saga le aseguro que tenían un asunto importante que hacer, aceptó verlo.

 

—Aqui si me gustan, Saga, encuentro este lugar muy agradable, mucho mas la compañia, aunque todavia no logro que ese muchacho se siente en mi mesa, para que coma conmigo.. 

 

Lo que Saga pensaba que Kanon encontraba agradable no era ni la comida, ni el lugar, sino quien debía atender su mesa, que les observaba con una apariencia de servatillo asustado, comprendiendo que su hermano era un depredador y que el sería su cena, pero siendo lo suficientemente tonto, como para no correr cuando pudo. 

 

-Si me ayudas con el trabajo que tengo planeado, puedo conseguirte lo que deseas, hermano, hasta podría llevarte a tu cachorrito con un moño rojo en el cuello, encadenado para que no huya, sin importar si lo desea o no. 

 

Aquello lo pronunció cuando Radamanthys llevaba una limonada, la que intercambiaría por el café, la que al escuchar esas palabras dejó caer en la mesa, el vaso rompiéndose en mil pedazos, el agua manchando el traje de Kanon, su computadora portátil, haciendo que Radamanthys por puro reflejo, tratara de secar al comensal, que sostuvo su mano, con una sonrisa encantadora.

 

-Si hubiera sabido que esto necesitaba para lograr que me tocaras… 

 

Susurro en su oído, al mismo tiempo que Pandora al escuchar el estruendo, caminaba con paso rápido, para ver el desastre que Radamanthys con su descuido había provocado, frunciendo el ceño, maldiciendole si acaso debía pagar esa computadora.

 

-Retírate Radamanthys, recoge tus cosas y márchate, estás despedido.

 

Radamanthys asintió, suponía que eso era lo mejor, sin embargo, Kanon frunció el ceño, molesto por esa actitud, levantándose de su mesa, ignorando a su hermano y a la dueña de aquel sitio, que intentó seguirlo, pero fue detenida por el mayor, que sosteniendola de la muñeca, le sonrió.

 

-Usted no despedirá a ese mesero suyo, lo que hara sera perdonar este error y en cambio, me dará una copia de todos sus documentos oficiales, su telefono, email, direccion, toda la información que posee de él, quedó claro señorita Pandora. 

 

*****

 

Hola, espero que les guste este nuevo capítulo, mil gracias por su lectura, estrella y comentario. SeikenNJ


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