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Sueño de Quimeras. por Seiken

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Radamanthys poco después se arrodilló enfrente de su amo, llevando sus manos a sus caderas, buscando su cinturón, todo eso frente a la mirada inquisitiva de Kanon, que sonreía con malicia, esperando ver qué tanto se atrevía a realizar por su cuenta. 

 

—¿Puedo? 

 

Kanon asintió, jadeando cuando Radamanthys abrió su cinturón, bajando sus pantalones junto a su ropa interior, restregandose contra su hombría, antes de lamerla, de la punta a la base. 

 

—Te había extrañado…

 

Le informo antes de lamerlo de nuevo, con delicadeza, gimiendo cuando llevó sus manos a su cabello, para indicarle que deseaba que hiciera más que eso, señal que Radamanthys obedeció sin pronunciar una sola palabra, recibiendolo en su boca, abriéndola para poder recibirlo por completo en ella, relajando su garganta, confundiendo de cierta forma a Kanon con esa actitud sumisa y desesperada. 

 

—¿Seguro que soy tu primer amante? 

 

Preguntó, aunque sabía que Radamanthys no podría responderle con su miembro grueso en su boca, al mismo tiempo que el rubio realizaba un movimiento parecido a un asentimiento, nunca había tenido un amante, pero antes de acudir había buscado mucho sobre esa clase de vida, todo le gustaba, le encantaba la idea de que alguien más cuidara de él. 

 

—Eres demasiado bueno en esto… 

 

No era un reproche, pero le parecía extraño, Radamanthys seguía succionando feliz su sexo, sonrojado, escuchando más gemidos suyos, sintiendo sus ojos en su cuerpo, sin detenerse un instante, deseaba brindarle tanto placer como lo había recibido ese primer día. 

 

—Pero no importa…

 

Kanon sentía que estaba próximo a derramarse en la boca del menor y no quería terminar tan pronto, pero verlo vestido con ese traje negro, arrodillado, con su sexo en su boca, era demasiado para él e intento separarlo de su cuerpo. 

 

—Nadie más podrá tenerte de nuevo… 

 

Pero Radamanthys no le permitió separarlo, desobedeciendo una de sus órdenes, para tratar de beber toda su semilla como había visto que pasaba en algunos vídeos, sin embargo, fue demasiado para él ese sentimiento como de ahogo y terminó por separarse, siendo bañado por la semilla de Kanon, tosiendo, escupiendo su semen e intentando limpiar su boca de la extraña sustancia, por reflejo, logrando que Kanon comenzará a reírse, suponiendo, que en efecto esa garganta no estaba entrenada para eso. 

 

—Eso fue muy descortés… 

 

Le reprocho, pisando su sexo por encima del traje negro, como si le acariciara con las puntas de sus dedos, escuchando un gemido del menor, que aún tocia en el suelo, de rodillas. 

 

—Debiste tomarla toda… 

 

Radamanthys asintió, aunque no la imaginaba tan espesa, ni tan caliente, estaba avergonzado de su error al tirar su semilla, aunque Kanon estaba realmente divertido con eso. 

 

—Yo… perdóname, nunca había hecho eso, es más… más espeso de lo que se ve en los vídeos y tu pene es mucho más caliente que un dildo… más carnoso… 

 

Kanon se acomodó los pantalones después de limpiarse con un pañuelo, agachandose para elevar su rostro, riéndose al ver su vergüenza.

 

—Después de verte, fui a unas tiendas y ví varios vídeos, busque información… quiero ser tu sumiso, quiero que cuides de mi, quiero repetir esa experiencia de nuevo… nada me satisface, ni mi esposa, ni nada más… 

 

Kanon pensó que tenía un estudiante aplicado en sus manos, que había buscado nuevas formas de obtener placer, un pequeño bastante decidido, sensual, que sabía lo que necesitaba.

 

—¿Has tenido otros amantes masculinos? 

 

Radamanthys negó eso con un movimiento de su cabeza, lo había intentado por supuesto, pero en todos ellos hubo algo que no le gusto, no eran lo suficiente dominantes o esperaban que él fuera quien los comandará. 

 

—No me mientas, no quieres que me enoje…

 

Radamanthys se sonrojo desviando la mirada solo unos momentos, para restregar su rostro contra su mano, sabía que siempre había tenido esos gustos, que deseo al difunto Hades como su amo, pero nunca los había puesto en práctica, únicamente con sus piercings. 

 

—Visite dos lugares de sadomasoquismo… encontré a dos prospectos, ninguno me dió lo que necesitaba… no fui con ellos a su habitación, uno de ellos quería que le dominará, el otro fue excesivamente dulce… yo quería algo como lo que tú me diste… 

 

 Kanon solamente asintió, así que había buscado a otro más para obtener lo que deseaba, creyendo que había alguien igual a él en ese mundo, pero no era así, ni siquiera su propio gemelo se le parecía, por lo que se rió entre dientes, jalando la correa que conectaba al collar que dejó que le pusiera. 

 

-Tengo que ordenarle a Kasa que hacer, recuestate en la cama y espera por mi, regresare muy pronto.

 

Radamanthys hizo lo que le habían ordenado, observando unas esposas en la cabeza, colocando una de ellas en una de sus muñecas y después la otra, preguntándose si esa sorpresa le gustaría a Kanon, que regresó quitándose la corbata, lanzando su saco y camisa en uno de los sillones, botando sus zapatos, para verlo en esa cama, con una postura sugerente, sus muñecas esposadas a esa cama, riendo de pronto, su pequeño estaba avanzando mucho más rápido de lo que pensó que lo haría, y ni siquiera tenía porqué esforzarse para convencerlo de actuar alguna de sus fantasías.

 

-Eres como un regalo del cielo pequeño incubo, dispuesto para seducirme, actuando como una fiera en celo, tentándome con tu ropa de cuero, con esos cierres y esas esposas, pero me pregunto si comprendes lo que has aceptado realizar.

 

Radamanthys recibió sus labios con lujuria, esta vez siendo él quien ingresó su lengua en su boca, sintiendo como iba abriendo el cierre que recorría el traje que llevaba puesto desde el cuello hasta su cintura, ingresando sus manos en el interior de su traje ajustado, para recorrer su piel, pellizcando con fuerza uno de sus pezones, esperando escuchar un quejido de sus labios, el que vino acompañado de un dulce gemido.

 

-Seré tuyo, tú me protegerás y cuidaras de mi, te encargaras de cada pequeño detalle de mi vida y yo obedecere cada una de tus ordenes, a cambio me darás tu atención, sólo yo podré acompañarte en tu lecho. 

 

Eso nunca lo habia mencionado, pero estaba de acuerdo, Thetis y Sorrento lo dejaron frío en la cama, no se le comparaban a su pequeño incubo, que besaba las puntas de sus dedos con ímpetu, cuando las llevo a su boca.

 

-Me parece justo, pero un buen sumiso, no le da órdenes a su dominante, así que te daré un castigo y usare esa palabra de seguridad que tan graciosamente me diste, el nombre de tu esposa.

 

Radamanthys asintió, aun con los dedos de Kanon en su boca, quien repentinamente lo volteo, torciendo sus brazos un poco, estirandolos cuando puso sus caderas sobre sus piernas, para darle una pequeña leccion, abriendo el cierre que protegia sus nalgas, el que se abría por completo, liberandolas junto a su creciente erección, las que amasó con fuerza, encajando sus uñas en estas, para besarlas y darle una mordida en el glúteo derecho, riendose al escuchar su gemido.

 

-Contaras hasta diez, si en algún momento sientes que ya no soportas más, pequeño, di el nombre de tu esposa y me detendré, pero antes de eso, cada número que olvides pronunciar, se convertirá en dos paletazos más... 

 

Radamanthys asintio, estremeciendose al sentir el aliento de Kanon sobre su piel, que estirándose solo un poco tomo una paleta de color negro, la que estaba sin usar, acariciando los musculos de sus piernas, sus gluteos, para repentinamente estrellar la paleta contra estos, escuchando un quejido de dolor de su amante, que se estremecio, mordiendo su labio.

 

-Quiero que cuentes… no lo olvides… 

 

Nuevamente le dio un golpe con la paleta, dejando su piel roja, recibiendo otro quejido mitad gemido, así como un estremecimiento, haciéndole ver como un pescadillo, escuchando un susurro, apenas audible.

 

-Más fuerte o no cuenta, mi pequeño demonio seductor… 

 

Radamanthys asintió, recibiendo un nuevo golpe, haciendo que el rojo de sus gluteos aumentara, sintiendo entonces la lengua de Kanon recorrer la zona afectada, esperando por que le obedeciera y eso hizo.

 

-Uno… 

 

Susurro, tirando un poco de las cadenas, estremeciendose cuando sintió otro golpe con la paleta, que era su castigo por exigirle ser su único amante, aunque no lo hizo, sin embargo, pensaba que era lo correcto, no se entregaría a nadie más, pero Kanon no podía buscar a otro juguete, porque se trataba de un hombre muy celoso y muy posesivo, algo que Pandora nunca entendió, porque de hacerlo, nunca le habría sido infiel.

 

-Dos… 

 

A ella la quería muerta, deseaba que pagara por su traición, por dejarlo a su suerte y permitir que le violaran, sin importar cuanto le gustara esa sensación, al final, le había dejado por otro, un mecanico, se había burlado de él, e intentaba destruirlo, pero sería él quien la destruiría al final, por usar la memoria de su hermano como un arma en su contra.

 

-Tres, cuatro y cinco… 

 

En realidad eran ocho, porque no había contado tres, no lo había logrado de tan bien que se sentia esa sensacion, su sexo despertando con cada golpe y beso en sus nalgas, Kanon podía sentirlo contra su pierna, riendo por su falta de pudor.

 

-El rojo te queda muy bien, al igual que el negro. 

 

Le dijo, lamiendo las líneas rojas en sus nalgas, acariciando su hombría, para darle un nuevo azote, esta vez con menos fuerza, no deseaba lastimarlo, aunque los gemidos que eran pronunciados por su pequeño le decían que realmente disfrutaba demasiado del dolor, tal vez, solo por eso estaba en las manos de quien le violó unos meses atras, porque estaba drogado, y lo que habia hecho habia sido algo muy ruin, y solo por eso le gusto aquella sensación.

 

-Seis… siete… ocho… 

 

Sentía que el cuerpo de su pequeño ya no soportaría mucho más y le dio dos pequeños golpecitos con la paleta, que contó sin perder el sentido, para inmediatamente sentir como la botella de licor era rociada en su cuerpo, enfriando sus marcas, las que Kanon empezó a lamer, a estrujar con sus dedos.

 

-Nueve y diez… 

 

Finalizo de contar, recibiendo más besos de su amo, que abrió otros cierres, descubriendo sus piernas, dejándolo en algo parecido a un corset y un liguero, las únicas partes que no se podian desabrochar de esa forma, para quitarlas, tenías que desabrochar las hebillas.

 

-Lo has hecho muy bien mi pequeño, muy bien… 

 

Radamanthys recibió los besos de Kanon con ímpetu, cuando lo recostó de espaldas a la cama, separándose para quitarse la ropa interior, quedando desnudo frente a la mirada de su pequeño, que vio una marca en su pecho, una larga línea que se veía fue dolorosa cuando recibió esa herida, la que habría tocado, besado y lamido, pero no podía moverse, observando como se ponia un condon, pues su sexo estaba erecto de nuevo, después de verlo retorcerse y esforzándose por contar hasta diez, obedeciendo sus órdenes.

 

-Mi amigo ha estado muy hambriento, los pececillos con los que les he alimentado no lo han saciado, pero tu, tu le darás un banquete no es verdad. 

 

Radamanthys trato de tocarlo con la punta de sus pies, el cual sujetó con fuerza, llevándolo a su boca, para lamer cada uno de sus dedos, siguiendo un camino en su pierna, que se detuvo en su muslo, el que lamió y mordió sin piedad, recibiendo más gemidos de su pequeño amante.

 

-Así es… retuercete un poco más… gime tu placer para mi.

 

Kanon siguió entonces su camino en dirección de sus pezones, notando que tenía un piercing nuevo, retorciendolo y tirando de él con sus dientes, como si quisiera arrancarlo, posicionándose entre sus piernas, para tirar del otro piercing, jalando de ambos, logrando que Radamanthys gimiera de nuevo, retorciéndose, ansioso por tocar a su amo, pero manteniendo sus manos en las esposas.

 

-¿Podría tocarte? ¿Podría acariciar tu cuerpo mi amo? 

 

Kanon le beso empujando lentamente entre sus nalgas, sorprendiendose al sentirlo tan estrecho, pero lo suficiente holgado para ingresar en él sin tener que prepararlo, riendo de nuevo, pensando que debió haber jugado con esa parte de su cuerpo durante los meses alejado de su amo, al que no le gustaba ese nombre, por alguna razón.

 

-Dime Kanon y veo que has jugado con tu cuerpo, te pusiste otro piercing...  qué más has hecho en mi ausencia…

 

Radamanthys se sonrojo inmediatamente, era su espalda, y se sorprendía de que no hubiera notado el cambio en su tatuaje, el que ya no tenía la H de Heinstein, sino que la había transformado en una K, de Kanon, aunque no sabía como lo tomaria su dominante, de saber que había hecho eso, esperaba que no como lo hizo Hades en su tiempo.

 

-Mi espalda…

 

Susurro, cuando liberaron sus manos, para que pudiera mostrarle lo que había hecho, separándose de su cuerpo, notando que el tatuaje que tenía una H con una R, en medio de un corazón, en ese momento tenía una K, con esa R, en el mismo corazón.

 

-¿Te desagrada? 

 

Tuvo que preguntar, volteando a verle, o eso intento, pero Kanon inmediatamente sosteniéndolo de la cadera le penetró con fuerza, fijando su vista en ese tatuaje, que lejos de molestarle o inquietarle, le hacía sentir poderoso, su pequeño tenía su nombre grabado en su cuerpo y apenas pudo poseerlo una sola ocasión.

 

-Eres un demente, pequeño, pero yo cuidare de ti, no temas… Kanon estará pendiente de ti a cada instante… 

 

Era una dulce promesa, que recibió con gusto y demasiado placer, como los embistes de Kanon, que le abrían sin descanso, con un movimiento profundo, que buscaba su próstata. 

 

Su sexo ingresando a un ritmo acelerado, una y otra vez, profundo, fuerte, acompañados de jadeos, de sonidos guturales, que le hacían estremecer. 

 

—Levanta esas caderas y acariciate a ti mismo. 

 

Le ordenó de pronto, tirando de la correa, para que obedeciera, y eso hizo, elevó sus caderas, llevando una de sus manos a su propia hombría, sosteniéndose de la cama, apenas con fuerza suficiente para no ser asfixiado por las almohadas. 

 

—Eres tan dócil.. 

 

Lo era, porque le encantaba sentir los el sexo de Kanon en su cuerpo, esas manos estrujandolo con fuerza, sin piedad, y de pronto, con la misma correa comenzó a golpear su espalda, dejando pequeñas marcas, escuchando sus quejidos, mezclándose con sus gemidos, en ese salvaje frenesí. 

 

—Y te gusta tanto que te duela… 

 

Así era, el dolor le excitaba demasiado, deseaba ser poseído y ser abusado, como Kanon lo hacía con él, que sentía que pronto llegaría a su clímax, si seguía estrujandolo de aquella forma. 

 

—Di mi nombre, dime a quién le perteneces… 

 

Radamanthys pronunció un último gemido, mucho más parecido a un grito de placer, antes de vaciarse en aquella cama, sintiendo la semilla abundante de Kanon llenarlo al límite, casi como si fuera a derramarse de su interior. 

 

—¡Soy tuyo, sólo tuyo! ¡Le pertenezco a Kanon! ¡Soy de Kanon! 

 

Repitió una y otra vez, escuchando la risa del hombre mayor, que se recostó a su lado, acariciando ese nuevo tatuaje, al que le agregaría algunos detalles, como un dragón marino, una criatura con la que se sentía identificado. 

 

—Eres precioso…

 

Radamanthys volteo a verlo, para besar sus dedos con sumisión y lujuria, aún respirando hondo, recuperando un poco su respiración, haciéndola menos acelerada. 

 

—Eres hecho a mi medida… 

 

Tal vez era cierto eso, le fascinaba el hombre mayor, lo encontraba como todo un Adonis, una criatura perfecta, un hombre fuerte, mayor y maduro, poderoso, lo que deseaba en una pareja desde su niñez, la que estuvo colmada de lujos, de amor y cuidados, una vida perfecta para cualquiera, aún para el, que pasó muy bellos momentos en su juventud, pero ahora, deseaba ese algo que Kanon le había mostrado. 

 

—Como un regalo de los dioses… 


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