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Sueño de Quimeras. por Seiken

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Era él, el santo de Leo, que le observaba con una expresión jovial, podía ver que estaba interesado en conversar con él, aunque eso no lo entendía en lo absoluto, sin embargo, le habían ordenado pasar algún tiempo fuera de su lugar de reunión, no deseaba encontrarse con su dios, ni mucho menos con la señorita Pandora y Kanon le había rechazado, alegando que habían estado todo el tiempo juntos. 

 

-No, supongo que somos dos, leon. 

 

Aioria sonrió al escuchar esa respuesta, suponiendo que la forma en que pronunciaba león era como si se tratase de un insulto y era una clara señal de que debía apartarse, pero, no lo haría, no cuando tenía la oportunidad de estar a solas con él. 

 

-Entonces porque no entrenamos un poco y si no quieres, deseo una revancha, la última vez estaba distraído. 

 

Radamanthys ladeo la cabeza, encontrando graciosa la actitud del santo dorado, quitándose la chamarra de cuero, doblando las mangas de su camisa, para prepararse para la revancha, que ese soldado no se merecía, pero no tenía nada mejor que hacer. 

 

-¿Con que estabas distraído? 

 

Le pregunto, notando como curiosamente, el santo de leo tenía la amabilidad de no mencionar sus marcas, sonriendo al pensar que eran lo suficiente obvias como para entender qué había sucedido y seguramente pensaría que eso había pasado con su consentimiento.

 

-Con el fuego de tus ojos… 

 

Eso le hizo reír, ladeando la cabeza, relamiendo sus labios para después negar eso, pensando que era la frase de conquista más absurda que había escuchado en toda su vida, haciendo que Aioria se sonrojara, llevando una mano a su cuello, un tanto nervioso.

 

-No te molestes, ya se que suena patético, pero así fue, ese fuego, esa furia, es preciosa… 

 

Así que por eso Aioria parecía tan interesado en pasar tiempo a su lado, encontrando gracioso que en mil años o tal vez más, nadie parecía interesado en él, en su persona, pero ahora, tres guerreros querían sus favores, pero solo uno tenía derechos sobre ellos y solo deseaba entregarselos a uno. 

 

-No estoy interesado. 

 

Fue su respuesta, pensando que Aioria ya no querria entrenar con el, quien suspiro, llevando sus manos a su cintura, como si pensara en su respuesta, con algo de tristeza o aceptacion en su mirada. 

 

-Lo sé, te gusta mucho mas Kanon y creo que tu dios Hades… pero yo soy un buen chico, a diferencia de ellos. 

 

Si esperaba ganarse un poco de su aceptación, pero no le gustaban los buenos chicos, porque él no era uno de ellos, él había hecho demasiado en su larga vida, había visto mucho más y sabía que con su pasado, con su poca honorabilidad, no tendría mucho en común con alguien como Aioria. 

 

-Un buen chico que no escucha mis negativas

 

Aioria rasco su cabeza de nuevo, encontrando divertidas esas palabras, pero para su defensa, Radamanthys no le había dicho que no lo deseaba hasta ese momento, así que no ignoro sus deseos, pero, aun asi, le agradaba el espectro y pensaba que tanto Kanon como Hades le harían daño, así que deseaba protegerlo, si no era como su amante, si seria como su amigo. 

 

-Bueno, hasta el momento no me habías dicho nada en concreto, así que… 

 

Se disculpó con una sonrisa, encogiéndose de hombros, caminando hasta el centro del campo de entrenamiento, esperando que Radamanthys lo siguiera, ignorando todas esas marcas, preguntandose si eran obras de Kanon o de Hades. 

 

-Ni siquiera sabía que te gustaba. 

 

Radamanthys no sabía que le gustaba a Aioria, por lo cual, no sabía que tenía que rechazarlo, como en ese momento, en el cual, el santo de Leo empezaba a estirarse, al igual que el, disponiéndose a iniciar su nuevo enfrentamiento. 

 

-Pues lo haces, eres muy guapo en realidad. 

 

Aioria no tenía reparo en señalar lo obvio, pues encontraba a Radamanthys especialmente guapo, con esa mirada de pocos amigos, esas cejas unidas y ese cuerpo, sonrojándose al pensar que su deseo era bastante obvio, que seria algo dificil ser su amigo. 

 

-Y estaba pensando en que si te gano, tal puedas darme una oportunidad para ganarme tu confianza… 

 

Radamanthys negó eso de nuevo, no tenía una oportunidad con él, pero no estaba en contra de entrenar a su lado, de darle una paliza como las otras ocasiones, riendose al ver la expresión de cachorrito de ese león. 

 

-No, no creo, pero me gustaría entrenar contigo, barrer el suelo contigo en realidad, una tercera ocasión. 

 

Le gustaba fanfarronear, como a cualquiera, así que eso haría, especialmente con ese león que inició su ataque sin avisarle, tratando de propinarle un puñetazo en el rostro, que apenas pudo desviar, usando sus antebrazos. 

 

-No soy tan débil…

 

No lo era, en efecto, porque la siguiente patada no la puedo desviar y la recibió en el costado, sin embargo, respondió con un codazo en la espalda de Aioria, derribandolo al suelo, pero no pudo responderle con un pisotón, porque Aioria se levantó de un solo salto. 

 

-No… supongo que no… 

 

*****

 

-Vaya, no pensé que le darías la espalda tan rápido.

 

Ella estaba sentada, flotando en el aire, con una postura femenina, seductora, observandolo ingresar a su habitación, no en el santuario, sino en la Atlántida, en el templo que debía cuidar, pero que nunca visitaba. 

 

-Pareciera que no estás tan interesado en él como en tus otras vidas y tal vez eso es bueno, porque tu eres aun peor que Hades, mucho peor, cuando no eres correspondido. 

 

Kanon no respondió al principio, desviando la mirada, preguntandose porque esa diosa parecía estar tan interesada en su persona, porque lo visitaba para atormentarlo. 

 

-Y seguramente, de ser alguno de ellos, en vez de darle la espalda cuando pensaste que te fue infiel, le habrías hecho el amor en esas mismas escaleras, lo besarias o hubieras acudido con el mismo Hades, para aventarle ese collar en la cara o algo igualmente entretenido, como encerrarlo en la Atlántida. 

 

Cuando Kanon se negó a responderle, poniéndose su casco que cubría parte de su rostro, ella únicamente comenzo a reirse, porque encontraba divertida esa actitud, como de un soldado indiferente, cuando no era de esa forma, se veía que le dolía. 

 

-Mataste a Aioria en uno de esos sueños, no es verdad, en otro hiciste un baño de sangre por mantener a tu chico a tu lado, sin importarte los problemas, sin importarte nada más, eso habla mucho de tu obsesión por el, que es correspondida. 

 

Kanon esta vez elevo su cosmos, tratando de golpearla con este, pero ella desvió esa proyección de su poder con una de sus manos, aun con la misma postura, esperando que mostrara un poco de sus sentimientos. 

 

-¿Porque te dedicas a torturarme? 

 

Ella ladeó la cabeza, recordando su creación, su llegada al santuario, porque ella nunca había tratado de torturarlos por el simple placer de hacerlo, ella quería destruir a la diosa Athena, por el bien de su señor, sin embargo, aquí estaba Kanon, preguntandole porque lo torturaba, cuando era ella lo más cercano que tendría a una madre, una que se preocupaba por el. 

 

-Yo no me dedico a torturarte, solo trato de brindarte mi ayuda y mi consejo, yo que casi soy su madre, pero… 

 

Esta vez bajo al suelo, pisando el marmol, acercandose a el para quitarle el casco, viendo sus lágrimas, al sentirse rechazado, limpiandolas con las puntas de sus dedos, preguntandose como era que esos dos invitados estaban en ese mundo, ella no los trajo, pero, qué más daba, deseaba otorgarle un poco de felicidad a su amada creación. 

 

-Tu no quieres escucharme, no confias en mi, que siempre te he dado lo que deseas en este mundo, mi querida creación. 

 

Kanon retrocedió, pero ella detuvo sus pasos, colocandose a sus espaldas, abrazandolo como lo haría una madre o algo parecido, sorprendiendolo con esa actitud, sintiendo como llevaba una mano a su cabeza.

 

-Pero supongo que aun tienes que ver más mi pequeña creación, para que busques a tu dragón y lo apartes de quien puede hacerle daño. 

 

Repentinamente Kanon cayó al suelo, sintiendo que iba perdiendo el sentido y en esa etapa del sueño inducido, vio una figura, una silueta negra, que se acercó a ellos, pero sin mas, perdio el sentido, sumiéndose en otra visión de aquellas vidas que transcurrían sin dioses, sin cosmos, en el mundo mundano del dinero.

 

-No queremos que Hades pierda la cabeza… 

 

*****

 

Kanon y Radamanthys llegaron a una casa que no pensaba fuera la de uno de los jefes del departamento de policía de la ciudad, era una mansión con el jardín más grande y floreado que hubiera visto nunca, palmeras, flores de todos los colores, pasto verde, figuras de animales, y apenas era la entrada.

 

Radamanthys caminaba usando un bastón, ya casi estaba recuperado, aunque todavía le faltaban meses de dolorosa terapia física, que Camus realizaba, un francés pelirrojo, un médico que trabajaba en un hospital privado, al que Kanon lo llevaba cada mes, las únicas ocasiones que había logrado salir en el último medio año. .

 

Aún usaba su ropa de diario, sin embargo, su secuestrador le había dicho que pronto visitarian una tienda de ropa, ya que estaba libre del yeso y su pierna estaba en mejores condiciones, quería que su cachorrito tuviera todo lo mejor. 

 

En la entrada de la mansión, que era una casona blanca al final de un camino de piedra volcánica, custodiada por varios individuos vestidos de negro, perros y una reja electrificada, que le hizo pensar que cualquiera que quisiera entrar o salir de aquel sitio, tendría que esforzarse demasiado para ello, esperaba su anfitrión con su pareja elegida, esa casa y esa seguridad era por mucho peor que el pequeño departamento en donde Kanon le mantenía preso, suponiendo que siempre vivirían en ese lugar. 

 

Kanon, cuya cama compartia para ese momento, en contra de su voluntad por supuesto, pero no tenía mucho que decir al respecto, cada vez que se negaba, terminaban peleando y él perdiendo, porque cuando su amado se enojaba con él, se negaba a darle su medicina, a la que suponía, ya se había vuelto adicto para ese momento, porque aún tomaba una todos los días, sin necesitarla realmente.

 

Tenía más de una docena escondidas en un hueco de la cama, pero esas las necesitaba para el dia en que por fin decidiera escapar en los brazos de la muerte o drogar a su amo, matarlo en su departamento, cuya contraseña aún desconocía.

 

En la entrada se encontraba Milo con un traje sastre negro, con una camisa roja abierta al nivel del pecho, a su lado se encontraba Camus, el mismo doctor que atendía su pierna, usando ropa demasiado extraña, toda hecha de cuero negro. 

 

Pantalones de piel pegados a las piernas, que le hacían ver como si estuviera pintado de negro, unas botas con hebillas y estoperoles, con tacón alto, las que le llegaban hasta medio muslo. 

 

Una falda corta, que le llegaba hasta las caderas, de unos veinte centímetros cubría sus pantalones, tres cinturones de hebillas doradas lo sujetaban a sus caderas como por arte de magia, su ombligo y parte de su bajo vientre podían apreciarse.

 

En su torso llevaba una especie de camisa de cuello de tortuga que llegaba por encima de los pezones, mangas largas, con más cintos y hebillas dorados.

 

Su torso estaba completamente desnudo, o lo habría estado de no existir unas minúsculas tiras de cuero que unían a los dos conjuntos en uno, haciendo mucho más evidente su desnudez.

 

En su rostro podía ver lo que sería un bozal, sin la parte que le evitaba hablar, pero la incómoda pieza de cuero estaba allí, como si fuera alguna clase de adorno.

 

El cabello de Camus estaba suelto y trataba de esconder un moretón en el pómulo, un poco de morado en su ojo, que acompañaban un labio partido, así como otras marcas, entre viejas y nuevas, haciéndole ver que todo eso había sido provocado por el hombre sonriendo a su lado.

 

—¡Cuánto tiempo Milo! 

 

Radamanthys se petrificó en ese momento al verle de pies a cabeza, era Camus, era el doctor que lo atendía y le pedía a Kanon que le dejará ir más seguido a sus terapias, el que le veía con vergüenza.

 

-Pensé que no vendrías, pero me alegra que al fin trajeras al cachorrito que ingreso a tu casa y le diste un hogar, no es tan hermoso como mi Camus, pero supongo que para ti tiene su encanto.

 

Pronunció, llevando una mano a su barbilla, para verle mucho más de cerca, revisando su rostro como si se tratase de un caballo o un animal, para asentir, ingresando en su mansión, en donde se realizaba una fiesta, tan costosa y tan decadente como la que organizara Kanon el dia de su captura.

 

En ella pudo ver al hombre hermoso que atendió sus heridas con sus dos guardaespaldas, al hermano mayor de Saga, aun al juez que le dio una oportunidad, un sujeto de cabello blanco, que en sus brazos mantenía a otro hombre de cabello negro, notando como Milo, porque ese debía ser Milo, llevaba una mano a la cintura de su pareja, para pegarlo a su cuerpo, a su entrepierna, logrando que Camus se petrificara de pronto, sus mejillas pintandose de rojo a causa de la verguenza.

 

-Quiero que te comportes como es debido, y que le enseñes las reglas al cachorrito, no quiero que siga molestando a Kanon, sabes que es mi mejor amigo, y el mejor hombre que conozco, dile lo agradecido que debe de estar al encontrar un amo como nosotros.

 

Al finalizar aquellas palabras mordió el cuello de Camus con fuerza, riéndose cuando escucho un gemido de sus labios, para después darle una nalgada, alejándose de él, para que pudiera sentarse a su lado.

 

-Cada año hace una fiesta, viene toda la basura de la ciudad y pueden traer a sus parejas, siempre me obliga a participar, supongo que sera lo mismo contigo, ahora que te tratas de su cachorrito, a mi me dice… gatito… hemos dejado de ser personas, pero es mucho más agradable todo esto que hacerlos enojar, al menos, ellos no son de los que comparten, y nunca es conveniente hacerlos enfadar… en verdad no quiero tener que parcharte cada ocasión que decidas pelear con él, ni que termine matándote a ti o a alguna persona querida.

 

Kanon al entrar lo ignoró por completo, saludando a su hermano y después al juez de cabello blanco, junto a varios otros, hombres y mujeres, a algunos Radamanthys podía reconocerlos de programas de televisión o noticias, todos ellos eran importantes, personas con mucho dinero. 

 

-¿Cómo es que tú estás con él?

 

Radamanthys quiso saberlo, escuchando la música clásica en esta ocasión, diciendose que no se mantendria a su lado tanto tiempo como para aceptar su destino, porque no lo era, no tenía porqué permanecer a su lado, aunque tuviera que morir en el proceso, encontraría la forma de huir.

 

-Es una larga historia...

 

Camus encendió un cigarrillo, ya habían pasado años desde que su tormento comenzó y ahora, únicamente tenía que soportarlo en las noches o cuando estaba a lado de Milo, que gracias a dios, no era todo el dia, en ocasiones, pasaba semanas sin verlo.

 

—Yo era un doctor con renombre, tenía mucho dinero y estaba orgulloso de lo que había logrado, así que intentaba hacer mi parte, regresarle un poco al mundo que tanto me había dado.

 

*****

Hola chic@s, esta es la última parte del sueño o la vida del Radamanthys que inició su vida como mesero, pero ha sido capturado por el demonio del mar, Kanon Gemini, un hombre poderoso, que no lo dejara ir nunca. Espero que les guste esta historia y como siempre espero sus estrellas, sus comentarios, sugerencias y lecturas. SeikenNJ.


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