Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sueño de Quimeras. por Seiken

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Camus lo recordaba bien y justo como lo recordaba fue que le contó su historia a Radamanthys.

 

Cada mes, él y otros médicos visitaban los barrios más pobres de aquella ciudad, llevando atención médica, comida, aún entretenimiento para los niños que vivían en esas zonas. 

 

Su pareja desde la secundaria siempre le acompañaba, Surt, el mejor hombre que había conocido, su buen amigo y en ese momento, su amante, su prometido. 

 

Camus era feliz, estaba orgulloso y pensaba que su vida era perfecta, que nada podría salir mal. 

 

Sin embargo, se daba cuenta que había muchos otros que no tenían tanta suerte y su deber, era ayudarles en todo lo que podía. 

 

Surt estaba atendiendo a las personas mayores y el a los niños, cuyas caritas sonrientes conocía perfectamente, por lo cual, se dió cuenta que uno de ellos no estaba, un niño rubio, que le gustaban demasiado los cisnes. 

 

Al que salió a buscar, esperando encontrarlo muy cerca, era en ocasiones demasiado orgulloso para su propio bien, sin embargo, se tardó casi quince minutos en hallarlo. 

 

Dos sujetos vestido de traje estaban con él, ofreciéndole dinero para que les acompañará quién sabe dónde, pero sí comprendía bien con que motivó, por lo cual, dando unos pasos rápidos, tomo a Hyoga del brazo izquierdo, para ponerlo detrás de él.

 

—¡No se le acerquen! 

 

El hombre que trataba de convencer a Hyoga de ir con él, frunció el ceño, furioso, haría que ese lindo niño le tuviera miedo y le fastidiaba cuando lloraban desde un principio. 

 

—¡Lárgate si sabes lo que te conviene! 

 

Le ordenó, tratando de arrebatarle al niño, pero Camus lo mantuvo a sus espaldas, apretando los dientes, pensando que si tenía que pelear lo haría. 

 

—¡Maldito bastardo, no te llevaras a Hyoga, ni a ningún otro! 

 

En esta ocasión el sujeto de cabello azul, intentó golpearle, para apartarlo de su presa, pero fue recibido por una defensa perfecta y contrarrestada con una llave que casi le rompe el brazo, su gafete del hospital donde trabajaba saliendo disparado, a los pies de Milo, que lo recogió sin decir nada. 

 

—¡Ningún niño irá con ustedes! 

 

Les advirtió, sin escuchar las quejas de Hyoga, ni prestarle atención a Milo, que le observaba con cierta diversión, preguntándose si este tipo sabía que estaba metiéndose con quién no debía, encontrandolo demasiado atractivo.

 

—¡Largo de aquí o llamaré a la policía! 

 

Eso logró que su aliado se riera, la policía estaba a su lado, pero la mente y el libido de Milo ya estaba jugando en su contra, pero sin mucho esfuerzo, logró liberar a su aliado de momento, que estaba causando demasiados problemas innecesarios y eso le molestaba.

 

—Vámonos, los gemelos tienen un pescadito muy bonito, es algo mayor, pero sabe cómo complacer a un hombre y no queremos que… Camus… llame a la policía. 

 

En ese instante llegó Surt con un tubo viejo al ver que estaban peleando, para defender al témpano de hielo que había llamado su atención, haciendo que se lo imaginaba de rodillas.

 

—Nos volveremos a ver Camus.

 

Le prometió antes de marcharse, riéndose cuando Camus le escupió, aún protegiendo al niño, encontrando esos labios, sumamente eróticos.

 

Aquello fue una semana después, cuando una patrulla detuvo su auto en la carretera, y dos oficiales lo detuvieron, llevándolo a una de aquellas mesas de interrogatorios, en donde pudo ver a Milo, vestido de traje, con una sonrisa satisfecha.

 

—Te dije que nos volveríamos a ver, Camus, y yo siempre digo la verdad.

 

Camus en un principio supuso que eso se debía a que no les dejó llevarse al pequeño Hyoga, que lo mandó a vivir a un albergue que protegía un chino, de nombre Dohko.

 

—Me gustas y te quiero para mí, por las buenas o por las malas, y yo siempre obtengo lo que quiero.

 

Camus no dijo nada, ni enseño su desagrado, preguntándose cómo sabía su nombre y donde encontrarlo, y si en verdad, creía que sólo así haría lo que ese demente deseaba.

 

—Tu gafete de doctor de ese famoso hospital privado fue lo que me llevo a ti, Camus, un médico prodigio, el mejor de todos, que además ayuda a los necesitados, fue muy fácil encontrarte. 

 

Milo llevó sus dedos a la plaquita que tenía su bata, debía tener una de esas, para guardarla con su gafete, para después sostener su barbilla, relamiéndose los labios. 

 

—Un francés, criado en Rusia, que vive en Grecia, amante de ese otro pelirrojo, ese Surt, un nombre tan raro…

 

Milo iba enseñándole algunas fotografías, de él y de Surt, información obtenida gracias a su puesto supuso. 

 

—Esta es la única ocasión que seré amable, Camus, deja a Surt, y sal conmigo, nos divertiremos mucho, o pelea conmigo, hazme pedirle ayuda a mis conocidos, y te convertire en mi mascota… en mi gatito. 

 

Le dijo, con un tono de voz que aún en ese momento, helaba la sangre de Camus, que guardó silencio, recordando esa pesadilla y como Surt, había muerto en las manos de Kanon, pero dijeron que había sido un asalto.

 

-Pasaron once meses con una semana y dos días, para que aceptara ser su gatito, me diera cuenta que no tenía otra opción, sus amigos harían de mi vida un infierno, ellos mataron a mi prometido, Saga es una mala persona, pero Milo es por mucho peor y Kanon… el se gana el premio al hijo de puta.

 

Susurro, observando su dedo, en donde faltaba un anillo de compromiso, sintiendo que lágrimas recorrían sus mejillas, de tan solo pensar en su amado, de tan solo pensar que no había podido visitar su tumba ni una sola vez. 

 

—No puedes pelear con ellos, no vas a ganar, y solo te llevarás a quien amas contigo… siempre obtienen lo que desean. 

 

Antes de que Radamanthys pudiera hacerle una pregunta, Afrodita se sentó a su lado, suspirando, suponiendo que lo mejor era hacerle ver que mientras más rápido se rindiera sería mejor.

 

—Tenía un prometido, iban a casarse antes de que Milo decidiera que lo deseaba, uso a sus hombres para acosarlo, a los de Saga para seguirlo a cualquier parte, a Kanon para matar a Surt, el pudo dejar que alguno de sus subalternos lo hiciera, pero él siempre prefiere mancharse las manos de sangre, cuando se da la ocasión. 

 

Radamanthys volteo para ver cómo Kanon le miraba de reojo, esperando que Camus y Afrodita lo convencieran de rendirse.

 

—Surt era el mejor hombre que jamás existirá, el intento enfrentarse a Milo y eso lo mató, su amor por mi lo mató, así que me merezco esto, por dejarlo morir, por no rendirme antes de que lo matarán. 

 

Afrodita abrazo a Camus, llevando su cabeza a su pecho, al menos ya era libre, pero no siempre lo fue y eso se lo debía a sus amores, que también fueron los verdugos de los gemelos.

 

—Hazle caso, sabe todo lo que haces o hacías, conoce la existencia de ese tipo de cabello negro, del cocinero, de Hades. 

 

Radamanthys desvió la mirada, observando la puerta por dónde iba y venía la servidumbre, seguro que como en el restaurante donde trabajaba, había una puerta oculta, por donde el personal salía al terminar su turno.

 

—Yo fui un pescadito, mis amos, ellos si me compartían, me usaban para convencer a sus aliados de firmar contratos o para obtener información, al menos Hypnos, el veía utilidad en mi, Thanatos únicamente me usaba como un cuerpo caliente, como una ramera. 

 

Afrodita se estaba arriesgando mucho al contarle su historia a Radamanthys, al acercarse al cachorrito, actuando en contra de las órdenes de Kanon, que no lo deseaba con su amante, creía que le ayudaría a escapar, pero no estaba loco, lo que si esperaba, era facilitar su cautiverio. 

 

—Cada vez que Thanatos se enojaba, me golpeaba e Hypnos me llevaba con un médico, era tan extraño inventar una nueva excusa cada ocasión, que ya no quise ir, pero su hermano, él me enseñó a curarme, seguro de que podía aprender.

 

Kanon golpeaba amistosamente el brazo de Milo y veía como Saga se acercaba a ellos, con una copa en cada mano, para que pudieran beber algo de licor. 

 

—Aprendí mucho con Hypnos, el era un buen hombre, que me hacía arreglar su jardín desnudo, con una corona de flores, nada más, sin tocarme, solo, admirando la vista, enseñándome más de las plantas, de medicinas, de todo lo que a él llegaba a interesarle. 

 

Aquello lo dijo con una sonrisa, una triste, suponía que debía odiarlo, pero le agradecía lo poco que hizo por él, cuando de ser un buen hombre, lo había dejado escapar.

 

—En ocasiones se masturbaba viéndome, era algo extraño, pero, siempre le estaré agradecido. 

 

Radamanthys comprendía que le trataban de ayudar, no dándole la forma de huir, sino tratando de convencerlo de aceptar su cautiverio, pero jamás se vería como ellos, eso nunca. 

 

—Thanatos era un monstruo, el me golpeaba muy seguido, en ocasiones únicamente por preguntar porque me pegaba. 

 

Radamanthys supo en ese momento que Milo también era violento, aquellas marcas no eran resultado de sus sesiones sadomasoquistas, sino, de palizas recibidas por algo que de pronto no le gustaba. 

 

—¿Cómo Milo golpea a Camus? 

 

Preguntó, frotando sus manos, sintiendo que debía huir, todos sus instintos se lo gritaban, corre, huye, escapa, era cuestión de vida o muerte. 

 

—Si, así es, y como con el, tenía que compartir su lecho, o el de varios otros, únicamente para sobrevivir.

 

Radamanthys volteo a ver a Kanon y a Milo, para después observar fijamente a Camus, que ya se había tranquilizado, fumando otro cigarrillo, negando eso. 

 

—Milo no me comparte, ni siquiera deja que nadie más me mire o hablé, mi amo cree que únicamente le pertenezco a él, y Kanon es igual, él no comparte sus cosas, sus mascotas, eso jamás. 

 

Afrodita tomó entonces su mano, para que le prestará atención, y aunque bien sabía que para Radamanthys, ellos debían estar dañados, debían ser unos cobardes o unos dementes, ya habían transitado el mismo camino, que ahora él tenía que avanzar. 

 

—Pero no todo fue malo, así conocí a mis amores, cuando ellos mataron a Thanatos e Hypnos y la clase de vida que tiene Kanon, no lo dejará vivir mucho tiempo y tu, heredaras lo que posea, si eres inteligente, o pelea con él a cada instante, para que termine asesinandote.

 

O era convertirse en un cachorrito, ser sumiso y obediente, o morir, pero con el no pasaría, él podría vencer a Kanon, escapar y rehacer su vida de nuevo, no se transformaría en ellos.

 

—Si eres un buen chico puede que hasta te consiga algo útil que hacer, cachorrito, eres muy fuerte y espero seas inteligente. 

 

Milo le estiró una mano a Camus y este la aceptó sin decir nada, para bailar en sus brazos, pensando en alguien más.

 

—Afrodita tiene razón, tu vida será mucho mejor si no peleas conmigo, es más, hoy te llevaré a nuestra verdadera casa, una mansión como está, en donde tendrás más espacio para moverte, una piscina y un hermoso jardín donde correr. 

 

Aquello lo dijo tratando de ser gracioso, supuso Radamanthys, notando como Afrodita se marchaba, sin decir nada, dejándolo completamente solo.

 

—No soy un perro… 

 

Se quejó inmediatamente, intentando alejarse de Kanon, quien lo sostuvo del brazo, tirando en su dirección, acercando su rostro al suyo. 

 

—¡No me humillaras en público, cachorrito, eres mío y viviremos a donde yo decida, lo entiendes! 

 

Radamanthys en vez de encogerse, le reto a golpearle, creyendo que no lo haría en público, sin embargo, repentinamente su dorso de la mano chocó en contra de su mejilla, al mismo tiempo que oprimía su rodilla con su mano libre. 

 

—Además, estoy cansado de tu ropa de vagabundo, no me apetece verte con eso puesto. 

 

Lo que le mantuvo quieto no fue el dolor del golpe, sino, la naturalidad con la cual pudo golpearlo, como nadie parecía sorprendido y escuchar una broma de Milo, acerca de que eso pasaba con las nuevas parejas, seguido de muchas risas. 

 

—He hablado con Milo, me dió la tarjeta de su modisto para que te pueda comprar un traje nuevo, para que te veas hermoso, tan sexy como en realidad lo eres. 

 

Tenía que escapar, debía huir antes de aceptar esa vida y convertirse en uno de ellos, en una de las mascotas de esos hombres y mujeres poderosos. 

 

—Solo quería ver de qué hablabas con ellos, ahora, espérame aquí, tengo que terminar de discutir algunos asuntos importantes, e iremos a casa.

 

Radamanthys asintió, tragando un poco de saliva, para beber un poco del vino que le habían dejado en la mesa, sintiendo el beso de Kanon en la frente, que de nuevo actuaba con delicadeza.

 

—Estoy ansioso porque veas nuestra nueva casa, la arregle especialmente para ti, es realmente una belleza, casi como tú. 

 

Radamanthys dudo por un momento si debía responder o no, pero recordando el dolor de su pierna, y comprendiendo que podría matarlo en esa fiesta, sin recibir ningún castigo, prefirió guardar silencio absoluto. 

 

—Así es mejor, cachorrito, no me gustaría tener que ponerte un bozal, para tener que silenciar tu voz.

 

*****

Kanon es un hombre malvado que sabe lo que desea, eso es Radamanthys, pero él no quiere ser un esclavo, no desea convertirse en uno de ellos. Nos vemos pronto, SeikenNJ.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).