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Fictober 2019 [KHR] [1827] por 1827kratSN

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Perseguir a los gemelos cuando estos empezaron a gatear fue un trabajo pesado, incluso Kyoya tomaba un descanso después de evitar que sus hijos tiraran alguna cosa que podría hacerles daño. Fue ahí donde todos en la mansión entendieron que su hogar no era del todo seguro para los niños.

 

—Bien, estoy harto —Lambo se tiraba de los cabellos—, ¡estos niños son el diablo!

—No exageres —Yamamoto rio—, solo son curiosos.

—¡Encontraron el sitio donde guardo mis granadas! ¡Y mi cuarto estaba asegurado! ¿Cómo lo abrieron?

—Tal vez no lo cerraste bien —comentó sin ponerle mucho interés.

—Estoy completamente seguro de que giré la llave.

 

Al inicio fue una coincidencia, después todos estaban dudando, y al final, cada uno aseguraba que Hikaru y Sora lograban superar cualquier obstáculo para hacer sus travesuras y exploraciones. Ni Hibari, ni Tsuna le dieron mayor importancia, creyéndolo solo un delirio de sus amigos, señalando que un par de bebés —que recién empezaban a fortalecer sus piernas— no harían semejante cosa.

Hasta que Kyoya sufrió aquella pequeña sorpresa.

No supo cómo, pero Sora había logrado ingresar al cuarto donde entrenaba, mismo que aseguró porque no le gustaba ser molestado. Entonces empezó a sospechar, porque, si bien no creía que sus hijos fueran capaces de abrir cerraduras, sí consideró que había alguien ayudando a sus pequeños a ir por allí. Por eso decidió seguirlos sigilosamente.

 

—No hagan travesuras —les dijo al dejarlos dentro del corralito ubicado en la sala.

 

Besó la frente de Sora y después la de Hikaru, les colocó sus juguetes preferidos y se fue sin mirar atrás. Calculó un tiempo prudente para regresar. Elevó a una ceja al ver que el corral ya no se hallaba cerrado, y que sus hijos tampoco estaban.

 

—¿Captaste eso? —habló apretando el botón del intercomunicador colocado en su oído derecho.

—contestó Tsuna al otro lado—. Adivina ¿quién es el cómplice?

—Natsu —dijo con seguridad, y escuchó una risita.

 

A nadie hasta ese punto se le ocurrió revisar las cámaras de seguridad. Tsuna solo negó resignado a aquellos lapsos de estupidez de todos en la mansión, y tomó el control en el cuarto de mandos junto con Shoichi, quien le ayudaba a seguir la acción de sus niños.

 

Pero no es el único.

—¿Quién más? —mientras caminaba, recogía algunos cuadros caídos.

Leon abre las puertas —susurró al ver al camaleón desaparecer—. Se camufla cambiando de color.

 

Siguieron a sus hijos, Tsuna por las cámaras, Kyoya a pie mientras recogía las cosas tiradas y dándose cuenta que objetos desaparecían. Poco tiempo les faltó para darse cuenta que incluso Hibird y Roll estaban involucrados en las grandes aventuras de sus dos pequeños hijos, quienes gateaban entre balbuceos. Uri se unió casi al final de la travesía, restregándose contra las mejillas de los dos bebés que reían felices, y siendo guía para el destino final.

 

Kyoya, hay un punto ciego en el cuarto de los niños —informó Tsuna.

—Vamos a ver que secretos tienen —sonrió de lado.

 

Entró a la habitación con cuidado, sin hacer ruido, percibiendo que la puerta del armario estaba ligeramente abierta, y se acercó con sigilo. Escuchó muchos sonidos característicos de animalitos cómplices, además de los balbuceos de sus dos hijos. Ya sospechaba que las cosas que últimamente se perdían, fueron tomadas por alguien.

Cuando abrió aquel armario, escuchó el jadeo sorprendido de sus hijos, y después un suave gritito de Hikaru. Kyoya miró con seriedad a las mascotas y todas se acunaron en un rincón, evidenciando su culpa. Suspiró. No iba a regañarlos pues todos ellos habían cuidado de que sus dos hijos no tuvieran algún accidente, pero sí iba a regañar a sus dos primogénitos por convertirse en ladrones.

 

—¿Kyoya? ¿Qué hallaste?

—Encontré tu sello —se acuclilló para mirar las muchas cosas que se guardaban en el fondo del armario—, la cadena del herbívoro dinamita, la pulsera de la piña tonta, y otras cosas.

—¿Algo más?

—Voy a castigarlos por tener su escondite en el armario, lleno de cosas hurtadas.


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