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Musa anónima por 1827kratSN

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Perdidos entre el roce de sus bocas, del sabor entremezclado de su saliva, compitiendo por hacer que el otro tambaleara en voluntad. Gloriosas fueran sus manos con experiencia que se deslizaron trazando caminos ardientes sobre la piel contraria, dejando marcas en los lugares correctos, proporcionando placer cuando era adecuado, y dejando todo a la mitad solo por el placer de ver la frustración en el ajeno. Maestría en sus labios que se deslizaban sobre la piel ajena buscando las zonas sensibles que se podrían explotar, a la par que sus dientes jugaban con la perceptiva dermis ajena. Marcas numerosas que se iban trazando en medio del frenesí extendido.

 

—Maldición —observaba la maestría de esa lengua sobre su hombría, el deslizar lento que solo lo dejaba con ganas de más—. Usa… tu boca —jadeó desesperado.

—No.

—Carajo —gruñía en medio de su visión nublada por el deseo de penetrar esa boca.

—No quiero… que te corras todavía.

 

Desesperación por el juego infinito que decidieron entablar. Manos que intentaban que el otro sucumbiera al orgasmo, la lengua que hacía su trabajo en el pene que escurría pre semen, las miradas retadoras que se dedicaron antes de que su calor corporal les exigiera un ganador, porque ya no querían aplazar más la necesidad ardiente de romper al otro.

Fue divertido, lo siguió siendo cuando enredaron sus piernas para juntar sus erguidos miembros, mover sus caderas, besarse entre jadeos y gemidos dados por sus graves voces. Mordidas desesperadas, las uñas que marcaban la piel del otro, y sus manos masturbando al contrario. Era la gloria morbosa acunada en la mirada del desconocido.

Tuvieron su primer orgasmo al mismo tiempo y soltaron un suspiro lleno de satisfacción.

Pero no bastaba, no bastaría jamás.

 

—Auch —siseó con los ojos cerrados ante el escozor en su cuello—, sin marcas.

—Así no es divertido —risas bajitas entre jadeos.

—Eres imposible —correspondía con su propia carcajada.

—Así te gusto, ¿no?

—Me vengaré entonces —apuntó a sus dientes—, y puede ser satisfactorio para ambos.

 

El juego previo era solo eso: un juego. Porque lo que ellos buscaban era el sexo completo, hundirse en la gloriosa sensación de la estimulación corporal a través de la unión de sus cuerpos. Entre miradas, caricias, gemidos acrecentados cuando descubrieron que sus miradas expresaban el mismo fuego ansioso por deshacerse en su segundo orgasmo compartido, decidieron que debían ponerse serios. Muy, muy serios. Pero aun así siguieron riéndose cuando podían respirar tras liberarse de los labios prisioneros.

 

—Si lo haces mal —sonrió con prepotencia—. Te lo haré pagar —tragó la saliva que se le acumulaba en la boca.

—Lo sé, lo sé —rio bajito.

—Con esa carita que tienes —sostuvo las mejillas del castaño entre sus dedos—, no creí que la pasaríamos tan bien.

—Tampoco lo creí —se acercó para besar al azabache—, pero supongo es algo sobre la conexión.

—¿Acaso crees en eso? —deslizó sus manos hacia la nuca del castaño para acercarlo más.

—Sí —sonrió—, es lindo esperar que algo así suceda.

—Mejor cállate y sigue, niño.

 

Así lo hizo Tsuna, porque Reborn no era el único desesperado en ese momento. Sintiendo que su pecho estallaba ante los latidos desacompasados de su corazón. Ardiendo en el deseo dado por las largas semanas teniendo sexo telefónico con un desconocido. Sintiéndose libre de ser lo que era, de ceder ante la lascivia guardada en el fondo de su existencia por miedo a asustar a su pareja. Con la autorización de dejarse llevar y de disfrutar también. Se perdió en los placeres del sexo.

Era su primera vez con un hombre, era cierto, pero no era su primera vez en todo. Sabía lo que debía hacer, cómo lo debía hacer, y tenía cierto talento oculto que muchos llamaban “intuición”, que lo ayudaba en la mayoría de las cosas. Por eso no le fue difícil ceder placer a su compañero por medio de un masaje suave y acompasado en la próstata, la cual era como la manzana prohibida para un hombre de temple.

Tsuna jamás olvidaría el suave quejido que Reborn soltó al sentir ese placer sin aviso previo, o de los suspiros que se acrecentaron con el pasar de los minutos, y de esos labios que soltaron un largo gemido ante la contracción de sus entrañas en aviso de su abismal orgasmo. Aquel castaño dejó aquella tarea a la mitad, sin permitirle al azabache alcanzar el paraíso si no era junto a él.

 

—¿Listo? —se relamió los labios.

—Solo… hazlo…, maldita sea —gruñó mientras ocultaba su rostro entre las almohadas que apretaba.

 

Tsuna deslizó sus dedos por las piernas del azabache, respirando tranquilo para retomar la calma, detallando la espalda que estaba dispuesta a pocos centímetros y la cual besó con delicadeza. Se dio tiempo para relajar a Reborn, porque era obvio que ante aquella situación cualquiera perdería la calma. Y quería que ambos gozaran de esa experiencia nueva.

Se revolvieron entre las desacomodadas sábanas, cedieron ante los sonidos nacidos desde el fondo de su garganta, y se dieron tiempo para asimilar el placer dado entre leves caricias cedidas en medio de su descanso. Placer dado en ambas partes, mordidas en media espalda y gemidos roncos dados por el cosquilleo intenso. Unidos como estaban, trataron de sostenerse ante una cordura fugaz.

 

—¿Duele? —susurró cerca del cuello ajeno, apretando aquellas caderas para no moverse.

—Agh —apenas y podía entender lo que el otro decía—. Me… gusta.

 

Sincronización en sus pedidos, empezaron cuando ambos estuvieron listos. Fueron desenfrenados en instantes y muy tranquilos en el siguiente. La unión dada en medio de palabras indefinidas, pedidos por más velocidad, la ferocidad en la mirada de ambos, el placer de un encuentro soñado y la culminación en medio de un beso fogoso que les dejó sin consciencia de su alrededor.

Y siguieron.

Estuvo claro que solo buscaban satisfacción carnal, pero también dieron a entender que no se negaban a algo más emocional, sin embargo, en esa noche, la primera de muchas más, se dedicaron a la exploración del placer ajeno y propio, desembocando en fantasías que fueron complacidas al pie de la letra. Despertando en esos dos, a las entidades sedientas de lujuria. Poco importaba lo demás, porque ellos estaban disfrutando de la independencia que, el ser adultos, remarcaba.

 

—Te ves feliz —recalcaba el compañero de Reborn, un rubio de porte que gustaba usar una banda en la frente para completar su uniforme militar—, hasta estas sonriendo-kora.

—¿Envidia? —nadie le iba a quitar el buen humor.

—No, pero das miedo —hizo una mueca—. ¿Algo nuevo pasó? —sonrió al darse cuenta de una leve marca en el cuello de Reborn—. ¿Nueva novia?

—Algo así —sonrió de lado.

—Oh, entiendo —le golpeó el hombro—. Nueva amiga con derecho.

—Nuevo —aclaró.

—¿Eh? —se acercó al azabache sin creer lo que acababa de escuchar.

—Nuevo amorío que formalizar —sonrió antes de empujar el rostro del rubio lejos de él—. Pero pronto será oficial. Te lo aseguro.

—¡No me jodas! —se exaltó, porque desde hace mucho que su amigo no tenía una pareja masculina—. Pobre chico —tembló un poquito—, debe tener el tarsero destrozado.

 

Reborn soltó una risita ya que había cierta parte certera en el comentario de su amigo, porque en medio de sus juegos con aquel castaño, también probó el sabor del orgasmo ajeno que provocó por cuenta propia. Pero esos eran detalles que se quedarían simplemente en sus memorias hasta el siguiente encuentro. Nadie debería saber de sus juegos, las experiencias nuevas, de lo bien que se la pasaba con el universitario fuera o dentro de una habitación. Era su muy satisfactorio secreto.

Y pasó algo más.

Porque desde la primera vez que se mensajearon, notó en aquel niño la inocencia más sincera que buscaba, se fascinó por la personalidad amable del muchacho y por una ingenuidad que a veces era graciosa. Se enamoró de un espejismo que tomó forma y superó con creces sus expectativas. En Tsuna halló una combinación hermosa entre una pareja amorosa estable y un compañero con la misma energía y lascivia que él tenía. Estaba orgulloso de haber tentado a aquel pequeño león disfrazado de conejo.

 

—¿Me estás invitando a tu departamento? —Tsuna miró sorprendido al azabache.

—¿No quieres? —sonrió de lado al verlo masticar presuroso mientras desviaba la mirada.

—Sí quiero —tomó otra galleta—, pero me parece que yo podría malinterpretar esto.

—¿De qué forma lo malinterpretarías?

—Lo que tenemos es… —el castaño buscó las palabras correctas para definir lo que ambos tenían desde hace meses—, es algo… ¿pasajero?

—No.

—Entonces… —las mejillas de Tsuna tomaron un suave tono rosado.

—Quiero formalizarlo —sonrió de lado ante el rostro perplejo del castaño—, es eso.

—Pero… Bueno yo… —no hallaba cómo responder a eso.

—¿Tienes algún problema? —bebió el café que pidió para acompañar a Tsuna.

—No, es solo que… —se rascó la nuca suavemente—, tengo algo que decirte antes de eso.

—Nada me sorprendería a estas alturas —negó.

—¿Estás seguro?

—Sí —le restó importancia—. Así que déjalo así.

—Podría ser algo grave —advirtió el castaño.

—¿Lo es?

—No tanto… creo.

 

Reborn intuyó lo que el castaño quiso decirle, por eso le impidió seguir, porque si Tsuna rebelaba su secreto, él también tendría que hacerlo con el suyo. Eso sería muy incómodo y quería evitarse ese mal momento. Además, no era grave, nada sería grave después de tantas citas y encuentros nocturnos que derivaron en una relación color de rosa de varios meses. La invitación al departamento fue solamente un formalismo casi final, porque hubo algo que casi les quita el aliento a ambos.

 

 

 

 

Notas finales:

 

Krat haciendo un lemon —si se le puede llamar así—, después de meses. Bueno… es lo mejor que pude hacer, he perdido práctica en esto. Pero el asunto aquí está en que les haya gustado, aunque sea un poquito.

Krat los ama~

Besos~


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