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Musa anónima por 1827kratSN

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Reborn estaba feliz con lo que tenía.

Aunque sonara raro, le gustaba esa relación con aquel castaño tal y como estaba. Cada uno viviendo en su propio departamento, encontrándose cuando desearan y pudiesen, revolcándose cuando querían hacerlo, saliendo a pasear cuando se les antojaba. Era como cumplir esas metas de pareja que Colonello a veces comentaba a modo de broma. Incluso el estrés de su trabajo lo valía, si podía desquitarse con su pelotón y después hallarse con Tsuna esperándolo en el departamento con la cena que compartirían.

Era genial.

 

—Entonces dices que tienes curiosidad.

—Sí —bebió su jugo—, ¿tú no?

—La verdad sí-kora —Colonello siguió comiendo tranquilo—, porque el niño parece un ángel, pero dices que puede ser un demonio también.

—Según supe, eso del desorden hormonal tiende a ser un problema porque exagera el comportamiento de un alfa —Reborn sonrió de lado—, así que…

—Eres un maldito —sonrió también—, pero acepto que también tengo curiosidad.

—Entonces… —meneó sus dedos al jugar con el tenedor.

—Tengo dudas —el rubio suspiró—. ¿Cómo le harás para quitarle el medicamento? Y ¿cómo es que piensas estar presente para ver qué pasa luego?

—Fácil —miró su tenedor—, y tú me ayudarás.

 

El plan era sencillo. Debían simplemente privar a Tsuna del medicamento, acorralarlo con un par de situaciones, y encerrarlo en el regimiento un rato para ver qué sucedía. Lo malo era que Colonello debía hallar la forma en que sus superiores no se entraran que tendría a un alfa fuera de control en las instalaciones, que Lal no lo matara por eso, y que Reborn cumpliera su parte con traer al castaño. Lo demás sería pan comido.

 

—Me quedé dormido —Tsuna se levantó con prisa, en pánico, casi cayéndose de la cama—. ¡No puede ser!

—No seas tan dramático —Reborn se talló los ojos con pereza mientras se levantaba también.

—No lo entiendes —se colocó la camiseta que por suerte halló en el suelo—, tengo clases a primera hora y…

—Puedes ducharte aquí —lo dijo tranquilo—, dejaste un cambio de ropa la otra vez y está ahí —apuntó a un cajón.

—Debo regresar al departamento —se quejó mientras terminaba de colocarse los pantalones.

—No —Reborn se recostó de nuevo—. Tus cosas están aquí —señaló la puerta—, en la sala.

—Tienes razón —se quedó quieto—. Pero de todas formas debo darme prisa… y ¿dónde está mi celular?

—No sé.

—Siento que voy a olvidar algo.

 

Reborn fingió molestarse y volver a dormir mientras Tsuna corría por allí, porque para él aún era temprano, aunque en realidad solo estaba siguiendo su muy sencillo plan para despistar al castaño. No era casualidad que la ropa de Tsuna se hallase en su departamento, que el celular del castaño misteriosamente se hubiese apagado a pesar de tener al menos la mitad de batería, o que las cosas de la universidad del alfa también estuviesen por ahí. Sí, lo planeó bien, y siguió así cuando escuchó la despedida del apurado castaño al que obligó a quedarse a dormir el día anterior.

Sonrió.

Todo iba bien, como debía de ser.

Ahora solo le faltaba asegurarse de que Tsunayoshi no se aplicara el medicamento, en otras palabras, el medicamento debía desaparecer del departamento que su alfa compartía con la parejita dispareja. Aunque, para no parecer tan evidente, tuvo que reprimirse y no robar las llaves de la maleta de Tsuna. Pero sí pudo ir al departamento de aquellos tres y sonreírles porque llegó ahí para cumplir un favor.

Que lo multaran por llegar tarde tenía que valer la pena, y lo hizo.

 

—Tsuna-san —Gokudera se halló con el castaño entre sus clases—, hoy huele un poco diferente.

—¿A qué te refieres? —se extrañó, porque generalmente él no tenía aroma.

—Como a naranjas —Hayato se acercó un poco al castaño para olfatearlo—, es leve… ¿De nuevo tiene problemas con su medicamento?

—Oh, no, el médico dijo que la dosis era… —Tsuna se quedó estupefacto—. ¡La medicina!

—¿No se la colocó esta mañana?

—Es que me quedé dormido… y no pude ir al departamento —suspiró antes de quejarse suavecito—. ¡Rayos! Lo olvidé por completo.

—El idiota del béisbol está ahí —Hayato sonrió antes de palmear la espalda el castaño con suavidad—, puede ir después de la siguiente clase. No le tomará mucho tiempo.

—Creo que en mi maleta tengo unos supresores —sonrió—, eso bastará hasta ir al departamento.

 

Lamentablemente, Tsuna no se fijó que su dotación de supresores de emergencia se terminó hace dos días. Ningún pánico, Tsuna sabía que si se alteraba podía pasar algo, así que solo respiró profundo y fue a su clase. Aun tenía tiempo. No era demasiado grave si esperaba un par de horas más.

Su olor se alteró un poco, al punto en que muchos de sus compañeros se sorprendieron al saber que no era un beta como todos creían, y Tsuna no reveló su casta tampoco. Quería evitar preguntas innecesarias, así que dejó que sus amigos pensaran lo que deseasen. Pero gracias a ese singular cambio, tuvo una excusa para salir corriendo de clases.

Las malas noticias llegarían a partir de ahí.

Yamamoto no estaba en el departamento, algo un poco raro porque solía descansar en las mañanas del miércoles.

Tsuna no esperó demasiado antes de ir en busca de sus medicamentos. Los buscó en su cuarto, pero no halló los aplicadores ni sus dosis. Extrañado, buscó sus repuestos que siempre estaban en la gaveta del baño, pero tampoco había algo allí. Rebuscó en todos los escondrijos. Nada. Se atrevió a entrar en la habitación de sus amigos y cuidadosamente rebuscó. Nada. Entró en pánico, revolvió el departamento entero en busca de sus inyecciones y… ¡nada!

 

—Tranquilo, tranquilo —se dijo a sí mismo y respiró profundo—. Las recetas, ¡eso! Iré a comprar más.

 

Sus medicamentos no eran difíciles de hallar, sino que solo se adquirían con receta ya que eran dosis altas para casos especiales. Tampoco eran demasiado caros y con su trabajo los solventaba, además, su padre le enviaba algo de dinero para mantener sus dosis y… ¡La receta no estaba!

Tsuna entró en una especie de pánico cuando aquel papel desapareció. Trató de hacer memoria, intentando recordar cuándo fue la última vez que lo vio, pero fue inútil, porque su receta siempre estaba en su cajón junto al medicamento. Fue por eso que llamó desesperado a sus amigos, pero Yamamoto no contestó y Hayato negó saber algo sobre eso.

Entonces solo había una explicación.

 

—Dime que no fuiste tú —apretó el celular contra su oído derecho.

—¿Qué? —sonrió—. Ni siquiera me saludas, Tsunayoshi.

—Reborn, no estoy jugando —respiró profundo, apretando su agitado pecho—. Necesito mis medicamentos.

—¿Se te terminaron?

—Reborn, es en serio. No tienes idea de lo peligroso que es el que no me inyecte la dosis diaria.

—¿Por qué no vienes y me lo demuestras?

—¡No es un juego! —golpeó la mesa, pero en seguida intentó retomar su calma—. Por favor, Reborn.

Vas a tener que venir por ellos… Sabes que no puedo salir del regimiento hasta que termine mi hora laboral.

—Bien —suspiró—. Voy para allá.

 

Reborn colgó con una sonrisa, todo mientras Colonello soportaba la risa, porque tenía que ser serio mientras lidiaba con el pelotón de novatos, lástima que no pudo soportarlo mucho y terminó riéndose a carcajadas. Ambos estaban disfrutando mucho de eso, así que solo golpearon sus hombros y siguieron como si nada. Después de todo, tenían un par de horas antes de que la locura empezara.

Su plan iba viento en popa pues solo fue cuestión de avisar en la entrada que llegaría la visita de Reborn, además de dar instrucciones para que lo guiaran hasta uno de los gimnasios que a la hora indicada no estaría siendo usado. Si el tiempo calculado no fallaba, no tendría que existir problema alguno.

 

—Espere aquí. Le avisaré a Reborn-san.

—Mu-muchas gracias.

 

Tsuna tenía las manos temblorosas y trataba de controlarlo lo mejor que podía, pero en ese punto sentía que sus feromonas se estaban saliendo de control y no era divertido. La primera y última vez que dejó que su lado alfa lo dominara fue en la preparatoria, y de verdad se trasformó en un escándalo que lo llevó a la explosión y a un año de tratamientos rigurosos con su doctor actual. No quería volver a pasar por eso, era cuidadoso con su medicación e iba puntual a sus revisiones periódicas, hasta ese punto no había fallado en nada, así que… estaba tenso. Y nada de eso cambió cuando vio a Colonello asomarse por la puerta y saludarlo.

No pudo hacer más que seguir las instrucciones de aquel rubio, amigo omega de Reborn, alguien divertido, aunque algo rudo. Trató de mantenerse alejado de Colonello por obvias razones, caminó por entre pasillos siendo consciente de la mezcla de aromas, y atravesó zonas donde las personas vestían de uniforme militar sin mirarlos demasiado. Era mejor prevenir cualquier cosa antes de que se desatara el caos.

Llegó a lo que parecía una oficina con dos escritorios, se sintió aliviado de al fin alejarse de las demás personas, y tomó asiento para respirar calmadamente. Le fue dictado que debían esperar un rato más hasta que Reborn trajera los medicamentos, solo asintió y obedeció sin decir nada. Fue la media hora más larga de Tsuna, y Colonello no ayudaba, porque intentó sacarle la mayor información posible sobre su estado.

 

—Ya sabes, tengo curiosidad —el rubio jugaba con un esfero—. Sé que algunos alfas tienen un carácter demasiado fuerte, pero que uno tenga problemas al controlar eso y además que se aplique medicamento para combatirlo es…

—Colonello-san —Tsuna elevó su voz un poco, pero no lo miró—. ¿Puedo hacerle una pregunta?

—Claro, niño.

—¿Está usted marcado? —fue directo, aunque sinceramente preguntar era innecesario, porque su sentido del olfato le respondió desde el primer instante en que vio al rubio.

—Eh, no —siguió con sus pies sobre el escritorio, jugando con el esfero—. No estoy listo para ese paso tan grande.

—Ya veo —miró sus dedos antes de esconderlos con sus mangas—. ¿Puedo ser sincero con usted?

—Claro.

—Su aroma me está alterando… —no era para menos, un omega marcado atraía la atención de cualquiera, y Tsuna sospechaba que Colonello estaba emitiendo suaves feromonas a propósito—. ¿Podría salir de aquí, por favor?

—Me asustaría —rio bajito, disfrutando del progreso de su travesura—, pero he pasado por situaciones difíciles, y estoy acostumbrado.

—Que conste… que se lo advertí —el castaño se encogió en su lugar, apretando los dientes y agachando la cabeza.

—Okey —Colonello alargó su afirmación durante unos cinco segundos, antes de sacar su celular—. Le diré a Reborn que se apure entonces.

—Él no traerá el medicamento, ¿verdad? —respiró suavemente mientras cerraba los ojos.

 

Colonello no respondió, no hizo falta, porque la respuesta era obvia. Sin embargo, le dio un leve escalofrío al notar que ahora sí, Tsunayoshi tenía olor y fuerte. La oficina entera estaba impregnada con la esencia cítrica de naranjas, y eso le dio mala espina, porque con el pasar de los minutos ese perfume tomaba intensidad. Quiso renunciar a esa travesura, incluso se lo dijo a Reborn por medio de mensajes, pero era cierto que su curiosidad innata también jugaba un papel importante en su vida, y por eso… se quedó.

Aunque después desearía que su decisión hubiese cambiado.

 

—Relájate, niño.

—Es… —Tsuna cubrió su boca con sus manos—, como en la preparatoria.

 

 


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