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Escamas de oro por 1827kratSN

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La entrada a la cueva estaba oscurecida debido a aquella gran roca que impedía el paso de la luz, no se veía más de lo necesario. Fue la magia de la ninfa la que le dio orientación y algo de brillo para que sus pasos no lo llevaran por los senderos incorrectos. Reborn caminó un rato hasta hallar la cuna de esa cueva, una zona hueca y enorme que tenía por centro un estanque, además de una pequeña abertura en el techo que daba algo de luz.

El agua burbujeaba debido al aire que las alas del dragón atraparon antes de que éste se sumergiera. La silueta que revoloteaba en el fondo era conocida, por eso Reborn sonrió y se quedó en esa orilla, esperando, hasta que por fin esa cabellera castaña salió del agua y lanzó un bufido largo. Sus ojos brillaron a la par que los del castaño, quien pareció perturbado por la visita inesperada.

 

—Entonces… —fue el azabache quien rompió ese largo silencio—. ¿Me vas a decir porqué intentaste ocultarlo?

—No me gustaría ponerte en riesgo —Tsuna aún estaba en el agua, un poco alejado, pero miraba al azabache en la orilla—, digamos que me vuelvo muy volátil en estos días.

—¿Eres un animal o algo así? —se acuclilló y sonrió cuando vio al castaño acercarse.

—Soy de una casta antigua —frunció el ceño unos segundos antes de quedarse cerca de la orilla—, por eso aún conservo vestigios de mis antepasados.

—Así que —se sentó en el borde para introducir sus pies, notando el agua cálida—, experimentas el llamado celo.

—Debes irte —retrocedió—, ahora que logré calmarme un poco.

—¿No quieres que te ayude? —sonrió con malicia.

—Esto es serio —lo miró fijamente, apenas pestañeando—. Vete, ahora, antes de que empiece de nuevo a calentarme.

—Suena prometedor.

—No lo entiendes, Reborn, ¡es peligroso! —agitó sus manos.

—¿No quieres que me quede a hacerte compañía? —Reborn sabía muy bien en lo que se estaba metiendo.

—No puedo controlar bien mi transformación cuando estoy así —se cruzó de bazos—. Mis dientes tienen filo —mostró la hilera afilada y la repasó con su lengua—, mis garras, hasta mis ojos… —entre pestañeos parecía que sus pupilas se rasgaban—, mis alas brotan sin que me dé cuenta.

—Dije —rodó los ojos—, ¿quieres que te haga compañía?

—Estaré bien en unos días —se estremeció levemente—. Reborn, por favor.

—Te doy permiso para descontrolarte —sonrió de lado antes de acercarse hacia ese rostro ruborizado—, será interesante.

—No, no —retrocedió más—. No voy a…

—¿No quieres aparearte conmigo? —se introdujo en esas aguas templadas, y dio un paso hacia el dragón.

—¡Estás loco! —enrojeció más, logrando que el agua a su alrededor dejara brotar algo de vapor—. No tienes idea de lo que puedo hacer.

—Ya has experimentado un celo antes, ¿no?

—Y siempre pude aislarme, esta vez no será diferente —lo miró a los ojos—. Tú no deberías estar aquí.

—Tsuna, ven aquí —estiró su mano—. Nos vamos a divertir.

—Oh, no, no —manoteó el agua—. Tú tienes que irte y yo…

 

El quebrar la voluntad de un ser tan básico y con necesidades tan simples, fue fácil. Bastó con acercarse lo suficiente y sujetarlo, para besarlo como tantas otras veces había hecho, mientras juntaban sus cuerpos en movimientos fugaces debajo del agua. Reborn admitió que pronto el agua empezó a calentarse demasiado, y fue la excusa que dio para sacar a ese castaño del estanque, para apreciar divertido que éste apenas y tenía puesto el pantalón.

Deleitarse con el calor sofocante fue aún más sencillo cuando estuvieron fuera del agua, porque ese cuerpo exudaba un aroma a fuego que llegaba a contagiarse. Tratar de respirar entre los desesperados besos que esa bestia le cedía, eso fue más complejo, porque el ritmo superaba su habilidad de respuesta, y su mente no estaba del todo centrada. Todo eso era nuevo para él, pero de alguna forma lo estuvo buscando desde hace tiempo.

Para Reborn, entregarse a deseos vanos que su especie no experimentaba, fue lo caótico. Porque si bien sabía que existía el deseo carnal, que otras especies solían necesitarlo y buscarlo con desesperación, no significaba que él mismo estuviera seguro de si podría acoplarse a aquellos actos. Era más complejo aun, cuando se realizaba la unión entre dos castas distintas con magia en diferentes sincronías.

Y sin embargo le gustó.

 

—¿Hiciste un nido? —susurró cuando pudo respirar y rondar su mirada por los alrededores del estanque.

—Voy a perder el juicio —murmuró pegado a la piel del cuello de Reborn, aferrado a esa cintura a la que quería rasgar con sus uñas—. Reborn, por favor.

—¿Me esperabas? —rio bajito mientras retrocedía un poco más, para guiar al castaño a aquel nido hecho al apuro.

—No —jadeó al sentir la textura imperfecta de su lecho—, pero… siempre hago uno… como… cortejo.

—¿Vas a tomarme ahí? —susurró en el oído ajeno.

—Sí —siseó antes de gruñir por lo bajo.

 

La ninfa no sabía desde cuándo ese dragón había tenido celos, o si ya se desahogó con alguien más antes de ese día, pero fue cierto que aquellas manos lo trataron con gentileza mientras le fue posible y esa lengua fue un delirio exagerado que activó en él un cosquilleo que hasta ese punto desconoció. Recostado sobre paja y ramitas, un poco incómodo, olvidó los detalles cuando el cuerpo ajeno aprisionó el suyo y esa mirada depredadora lo examinó completamente.

 

—¿No es la tela lo suficientemente transparente? —sonrió arrogante ante esos ojos marrones que a veces se aclaraban un poco—. ¿Quieres ver un poco más?

 

Se vio preso de esos dedos que moldearon su perfil lentamente y que le arrancaron la tela que lo separaba de la desnudez. Fue víctima de esas garras que de vez en cuando rayaban su piel con sutileza, y cerró los ojos porque esas leves heridas encendieron un calor extraño que ascendía desde su vientre. Reborn agradeció que los colmillos del dragón desaparecieran en medio del frenesí de besos en donde sus lenguas bailaban desesperadas, y también aceptó que fue muy interesante el ser acunado por aquel par de alas que se extendieron en medio de sus roces y miradas.

No había visto tan de cerca los iris de aquel dragón, rasgados como un felino, brillantes y rojizas casi anaranjadas como un atardecer, era una mirada perdida en un abismo necesitado de sexo. Se abrazó al cuello ajeno entre risitas al escuchar suaves gruñidos, acunó ese cuerpo entre sus piernas desnudas, y siguió replicando las curiosidades que notaba en aquel castaño. Pero dejó de hacerlo cuando ese cuerpo empezó a rozarse más ávidamente contra el suyo.

 

—Me siento… raro… agh —protestó cuando los roces entre sus piernas le generaron escalofríos y contracciones—. Tsuna… espera.

 

La voz del castaño quedó en el olvido y solo se escuchaban jadeos presurosos y gruñidos bajos que estremecieron el cuerpo de Reborn, de tal forma que él mismo soltó sonidos extraños desde el fondo de su garganta. Perdido entre el roce de esos dedos sobre su piel desnuda, sintiendo la humedad de esa lengua que le recorrió entero, hasta el punto en que no sabía si era su cuerpo el que generaba ese calor sofocante o el del dragón que estaba sobre él tratándolo como a una presa. Reborn dejó que su piel se erizara y que su voz saliera. Disfrutó de ser tocado y de tocar también.

Y todo mejoró a niveles que no imaginó.

Se sentía extraño al dejarse someter cuando por naturaleza él era el líder de todo, el que dictaba las órdenes y aplicaba castigos, pero eso dejó de interesarle cuando suaves mordidas descendieron por su vientre y más allá. Jadeó desesperado al sentir aquella boca emitir jadeos por sobre su pene, y casi gimoteó por las atenciones que llegaron después. Se perdió en el estupor del placer cuando sintió la suavidad central del nido formado al fondo de la cueva, lejos del estanque, el que acunó su cuerpo y en el que apoyó su pecho y rodillas mientras que aquella bestia hacía con él lo que desease.

 

—Si quieres que haga algo… solo dilo —se quejó al sentir las uñas en sus muslos—. ¿Me escuchas? —pero solo recibió una mordida y sus piernas fueron separadas—. Agh… espera… ¿qué haces? —soltó el aire.

 

Un suave serpenteo se dio en su espalda, descendiendo en un camino húmedo y cálido, despertando la sensibilidad de su piel. Reborn suspiró innumerables veces mientras apoyaba su frente en el nido. Se arqueó inevitablemente cuando aquella lengua descendió aún más y llegó a la unión de sus glúteos, pero no pudo quejarse, porque se quedó sin voz. Las extrañas cosquillas en su cuerpo le impedían pensar o hablar.

Tsuna jugó con él, porque esa lengua recorrió todo cuando pudo y esos dedos sujetaron fuertemente sus piernas para que no las moviera. Reborn poco pudo hacer al sentir aquella lengua jugando con la base de sus testículos, sus muslos, y su esfínter. Sensación cálida que se volvía una tortura debido a la respiración caliente que chocaba con su piel. Y después, sintió un invasor dentro de su cuerpo.

 

—¡Qué carajos… haces! —protestó por la incomodidad—. ¡Oye! —pero calló.

 

Sentía el movimiento del dedo invasor en sus entrañas, percibía el acople de su esfínter que se iba relajando a la par que suaves mordidas le adornaban la cadera. Y después, hubo un lapso donde no supo si sentía placer o dolor. No entendió esa sensación de escalofríos, de calor, y de su aire faltante. Tembló a la par que sus labios se separaban y su voz se agitaba para emitir jadeos desacompasados y gemidos. Pero fue tan placentero que se dejó hacer.

La vergüenza no formó parte de él, pero sí la ansiedad por lo desconocido.

Muchas veces negó en voz entrecortada mientras su mente no dejaba de procesar la sensación tan deliciosa que se daba por el estímulo en su espalda baja, en los muslos, entre sus piernas y en todas aquellas partes que jamás se había tocado con intención de causarse aquel cosquilleo desesperante, mismo que ascendía por su espalda y le nublaba el juicio.

 

—Maldición —apenas pudo susurrar al sentir la mordida en su hombro.

—Reborn.

—¿Ya volviste? —su voz temblaba y sus ojos lagrimeaban.

 

Pero no le contestaron, porque Tsuna se perdió desde el inicio. El susurro de esa voz era solo un auto reflejo, algo instintivo dado por el dragón que aceptaba a su pareja en ese acto. Fue solo un amable calmante para disminuir la ansiedad de su víctima.

Tsuna siguió, tan ansioso como al inicio, con besos y mordidas suaves en las zonas correctas, con estímulos certeros para hacer temblar al azabache y dejar de lado las protestas. Dolor entremezclado con satisfacción, las lágrimas de Reborn derramadas a la par que el sudor ajeno caía sobre la paja y tela del suelo del nido, temblor acrecentado cuando aquella lengua repasó desde la base de su oído hasta su sien derecha. Un grito que se amortiguó con el gruñido largo cedido por esa bestia.

Desde ahí todo se volvió borroso.

 

—Ah… qué —Reborn no decía algo en concreto, solo trataba de hallarse a sí mismo—. Tsuna —gimoteó en reflejo del placer.

 

Su esfínter ardía y no sabía si era por alguna herida, o por el calor que desprendía aquel invasor en sus entrañas. Pero no le importó, porque empezó a gimotear con cada embate certero que se daba en aquella zona que le nubló la vista. Bien sabía que era el miembro ajeno el cual estaba usurpando su cuerpo, y que lo haría hasta quedar satisfecho, pero jamás imaginó que el placer que él sentiría fuera tan sublime. Porque con cada golpe en sus muslos, una deliciosa oleada de cosquilleos le quitaba el habla.

El aire denso, sus quejas entremezcladas con susurros inentendibles mientras sentía las uñas del dragón incrustarse en sus muslos para abrir más sus piernas. Sus dedos que destrozaban las delgadas ramas cercanas que acunaban el calor entremezclado de ambos cuerpos, aquellas alas que le rodeaban de vez en vez, su saliva al derramarse porque ni siquiera podía tragar y solo soltaba el reflejo de su placer carnal. Gimió sin descaro, sin medirse, sin darse cuenta que en ocasiones gritó el nombre del castaño para pedir por más.

Lo gozó.

La sensación que experimentó cuando no soportó todo eso y dejó fluir un líquido viscoso y blanquecino, no se comparó con nada que experimentó en el pasado, y fue mucho más glorioso cuando sintió la calidez ajena invadirlo desde el interior. No entendía cómo jamás experimentó tal goce antes, pero también entendió que eso sucedía porque estaba compartiendo tal intimidad con Tsuna. Todo aquel mar de sensaciones era por culpa del dragón, y le correspondería como fuese posible.

 

—Espera —se quejó trémulamente cuando le dieron vuelta y ese rostro se acercó al suyo—, no… puedo… respirar todavía —esa lengua le repasó cariñosamente los labios—. Espera —murmuró entre jadeos entremezclados con los ajenos—, un… poco —se abrazó al castaño.

—Reborn.

—Está… bien —tragó forzosamente antes de abrir sus piernas y aceptar el cuerpo ajeno entre estas—. Entiendo —suspiró y cerró los ojos—, otra… vez.

 

En ese instante Reborn no se dio cuenta que aquel acto ajeno a los de su clase, simbolizaba también la unión de su alma con la del dragón. En realidad, no se daría cuenta de nada si estaba perdido en ese calor sofocante. Pero ya habría forma de enterarse después.

Tsuna le lamió la mejilla lentamente y lo abrazó por la cintura, mientras respiraban en medio del goce extraño que los embriagó e hizo que su magia se desbordara en lucecitas brillantes que iluminaron la oscuridad parcial de aquella cueva. Las alas del castaño se perdieron, su tatuaje en la espalda brilló sutilmente, pero nada fue más importante que las uñas de Reborn que rasgaron esa espalda.

 

—Una vez más —susurró perdido en el deseo—. Una… más.

 

El cansancio cedió ante los besos de aquel castaño. Besos cariñosos y susurros en alguna lengua desconocida, caricias y roces, que desembocaron en una nueva unión y en sonidos incesantes que rebotaron con el eco de ese sitio escondido y alejado de todo. Ninfa y dragón no tuvieron idea de cuántas veces alcanzaron el borde de las nubes, o de los numerosos besos que pidieron y cedieron con placer.

No se pudieron detener hasta que el calor del dragón se disipara y el buen juicio del mismo volviera. Y para eso, faltó mucho.

 

 

 

Notas finales:

 

Creo que este delicioso me salió más decente que el de la otra historia. Pero aun así creo que no fue tan bueno. Como sea. Así salió y espero les haya gustado un poquito.

Si tienen dudas, no duden en hacérmelas llegar.

Muchos besos~

Krat los ama~


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