Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Escamas de oro por 1827kratSN

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

La primavera llegó, después lo hizo el verano y el otoño. Nada parecía fuera de lugar, todo era acunado por una calma casi embriagante, como la dada hasta antes de que el dragón azul amenazara sus tierras. Tsuna no dejó las largas caminatas acompañando a Reborn, tampoco dejó de ser participe de cada vuelo sobre esas tierras —ahora sus tierras también— o de los deberes que le correspondían. Todo estaba bien, incluso en su relación con la pareja narcisista que tenía, todo progresó sin mayores contratiempos. Hasta que un día algo cambió.

 

—¿Estás bien? —Tsuna miraba a Reborn con preocupación palpable.

—Sí, sí —refunfuñó mientras se sostenía la frente—, solo es el sol.

—¿Y si regresamos a la villa?

—No —respiró profundo—, tengo que asegurarme de que todo esté en orden.

—No te hará daño descansar un poco.

—Es el cambio de clima. Mi magia cambia y eso trae estrés a mi cuerpo.

—Está bien —Tsuna sabía que no podía luchar con Reborn, era demasiado trabajo.

—Pero —Reborn sonrió con malicia—, ¿quieres ayudar a que me sienta mejor?

—Claro —sonrió—, ¿qué quieres que haga por ti?

 

Volverse adicto a la sensación gratificante de lo que llamaban como “orgasmo” se volvió algo necesario para Reborn. Fuera en el lugar que fuera, en el momento que fuera, cuando lo deseaba, simplemente se acercaba al castaño, iniciaba un beso, sostenía con fuerza los cabellos ajenos y el cuerpo de su compañero parecía responder automáticamente a sus pensamientos. Lo hacía cuando quería y como quería, y Tsuna no se quejaba para nada, le cumplía el capricho, lo trataba con dulzura, y correspondía el deseo con numerosos besos y palabras devotas. Relación que les funcionaba a ambos, sin complicadas discusiones o altercados.

Así eran ellos.

 

—No creo que deberíamos hacer esto si te sientes mal.

—Solo cállate y sigue.

—Pero…

—Usa tu boca de otra forma, maldición.

 

Las ninfas solían cambiar su magia de formas variadas. Por ejemplo, en invierno podían generar un poco más de calor, no lo suficiente como para sobrevivir al frío por sí solas, pero al menos para soportarlo. En verano podían manipular el agua del suelo con facilidad, en otoño generaban oleadas invisibles para guiar las hojas a los lugares adecuados para procesarlas como abono en las tierras, y en primavera eran las encargadas de que la vida floreciera en los tiempos correctos. Por eso Reborn sabía que los malestares ante el cambio de estación eran normales.

 

—Aún tengo escarcha en mis manos —bufaba Skull mientras intentaba quitarse el manto blanco de su piel—, mi cuerpo no entiende que ya no la necesito.

—Tengo comezón —Lia solía quejarse también, porque su piel tardaba en acoplarse al clima.

—Me falta el aire.

—Creo que tengo náuseas.

—Dejen de quejarse, tenemos que trabajar.

—Como si tú no sufrieras con esto —bufaba Niji—, apiádate de los demás.

—Los mareos pasarán, todos los síntomas pasarán.

—Sí, sí, pero jamás deja de ser molesto.

 

Reborn sufría de mareos diarios desde hace tiempo, y no le tomó atención, ni siquiera se quejó de que aquel malestar se diera desde antes del término del invierno. Aunque sí le molestaba que su rutinario picor en la piel hubiese cambiado por algo tan molesto como aquellos lapsos donde su vista se nublaba. Pero, aunque Tsuna le exigía que descansara una y otra vez, como si fuera un lorito repetidor y molesto, él no hizo caso. No tenía tiempo para esas estupideces cuando tenía tantas cosas que hacer.

 

—¿Quieres? —Tsuna mostró una manzana roja.

—No.

—Yo sé que sí quieres —sonrió—. Es la última y puede ser tuya.

 

Tsuna lo notó desde el inicio, el cambio en la postura de Reborn como si estuviera cansado, el hambre casi voraz que era extraña porque Reborn no solía comer más de las porciones necesarias, eso, aunque el azabache jamás perdiera esa figura definida y con la musculatura adecuada para quien combate en tierra como un guerrero.

Se divirtió mucho con eso, porque a propósito llevaba raciones extra consigo —porque él sí estaba acostumbrado a comer al menos cuatro veces al día—, para tentar sutilmente al azabache guía. Lo hacía porque después recalcaba lo mucho que Reborn estaba consumiendo, iniciaba una pelea, se perseguían un rato, y terminaba siendo perdonado cuando ofrecía una fresa dulce como disculpa.

 

—Deberías consumir algo de carne.

—Jamás —Reborn era vegetariano, en realidad todas las ninfas lo eran.

—Pero es rica —masticó la presa de un ave que murió naturalmente—, y tiene nutrientes— eran los dragones quienes consumían la carne de animales que perecieron sin intervención suya.

—Dije que no.

—¿Un poquito?

—Jamás me ensuciaré con eso.

—Bien —sonrió de lado, notando que la mirada recriminatoria del azabache lo perseguía—, ¿qué?

—No comas eso.

—Pero se me antojó —protestó infantilmente mientras amagaba con meterse el último pedazo a la boca—. Y me gusta comer esto.

—Es asqueroso.

—Es el antojo de un dragón —degustó el último pedazo y relamió sus dedos—, y eso es sagrado.

 

Era su costumbre molestarse con cualquier estupidez, por mínima que fuera, y en los inicios de la primavera, durante ésta, e incluso durante los siguientes meses, así siguió. Era divertido. Siempre lo fue. Todos dejaron de ponerles atención al darse cuenta que seguían siendo aquel par de niños que jugaban a ser adultos destinados a vencer al dragón azulino. Los dejaron ser, incluso Squalo dejó de ponerles atención con el tiempo, dándoles su espacio y su privacidad, pero estando pendiente de que ninguno abandonara sus obligaciones.

Por eso el día en que eso sucedió, fue como cualquier otro.

Tsuna tenía que vigilar la zona norte a la par que Squalo la zona sur, no era una tarea muy complicada, solo por prevención, porque hallaron un ciervo muerto con una mordida extraña. Aunque Tsuna decía que no era algo raro, solo que tal vez dos especies intentado devorar el mismo cuerpo. Como fuera, tenían que revisar. Por eso Reborn terminó liderando una expedición por tierra, para acompañar a los dragones y explorar terrenos poco visibles desde el aire. Se separaron para tener más posibilidad de hallar pistas y coordinaron un punto de encuentro. Lo normal.

 

—Otra vez —bufó Reborn sosteniéndose la cabeza y dándose un pequeño descanso—, vamos, vamos, no tengo tiempo ahora.

 

Odiaba esos lapsos de mareos prolongados, no los soportaba, y aunque dejaron de ser frecuentes desde hace cuatro meses, ahora volvieron, o eso creyó Reborn, pero en esa ocasión fue diferente. El mareo no pasó, su visión se nubló de tal forma que sintió perder el equilibrio, y tuvo que buscar a tientas un árbol donde sujetarse. Sintió nauseas, muchas náuseas. Jadeó buscando alivio, pero aquel malestar de diablo no pasaba.

Y no había razón de ser.

Intentó caminar en busca de un riachuelo para beber agua, pero era difícil cuando todo le daba vueltas. Se sentía cansado y frustrado porque no podía tener una alteración en su magia justo en ese instante. Bufó entre sus pasos serpenteantes y maldijo al aire cuando no pudo más y cayó de rodillas. Respiró de forma agitada, buscó con su mirada ayuda a su alrededor, incluso miró al cielo en busca de su padre, pero no halló nada.

 

—Carajo —murmuró.

 

Reborn no estaba seguro de cuándo o porqué cayó inconsciente en medio del bosque, ni siquiera supo por cuánto tiempo se quedó así, tampoco estaba seguro del porqué se despertó con una pequeña criatura encima suyo, acurrucada cual cachorrito sobre su pecho desnudo. Pero después de un largo rato discutiendo consigo mismo, concluyó que fuera lo que fuera, aquello era culpa de Tsunayoshi.

 

—No te pudieron haber abandonado —susurró sin desear despertar a ese infante—, estás muy limpiecito y parece que apenas nacis… te.

 

Algo hizo clic en su cabeza y por eso acunó a la criaturita entre sus brazos para poco a poco levantarse hasta quedar sentado. Al fin tomó consciencia de que a su alrededor había un manto de flores de muchos colores que, debido a la época y el lugar, no deberían estar ahí. No eran solo las flores, parecía que decenas de mariposas de colores se acunaron a su alrededor y con sus movimientos despertaron para aletear y alejarse con la brisa leve.

Miró a la criatura pequeñita entre sus brazos.

La analizó con tanto cuidado como lo hizo con su alrededor.

Esa pequeña criatura que succionaba sus dedos y que se acurrucaba en la seda que Reborn fabricó casi instintivamente para cubrirla, era la viva imagen del castaño. El mismo tono de cabello —aunque menos revoltoso—, el lunar en el hombro derecho y una leve marca de nacimiento en forma de almeja en la espalda. Esa niña era obviamente descendiente del dragón…

Pero también era suya.

Se lo decían esos ojitos que se abrieron por dos segundos contados y mostraron la negrura de la noche, además de aquellas espirales patillas que se mecían por el movimiento de esas piernecitas pequeñas que pataleaban suavecito. Creó tela un poco más gruesa para simular una cobijita que usó para envolver a la pequeña criatura, una niña calmadita que no lloró ni cuando Reborn lanzó un grito de sorpresa al hallarse con un bebé encima al despertar.

 

—No sé cómo diablos fuiste creada —murmuró deslizando su dedo por esa mejilla—, pero eres mi hija…, supongo.

 

La más graciosa criatura que hacía muecas y estornudaba como un conejito, era su descendiente. Y no podía creerlo. Porque las ninfas nacían de la sabia sagrada y los dragones de huevos, a más de eso, él era un varón al igual que Tsuna. Pero ahí estaba. Esa niña era un ser que nació de forma inexplicable y que Reborn tuvo que cargar cuidadosamente mientras se encaminaba a la aldea. Fue un momento muy confuso que dejó sin palabras al primer heredero varón de Squalo, el dragón protector de esas tierras.

 

 

Notas finales:

 

Hay un capítulo extra porque yolo XD

Tuve que forzar mi dulzura en estas cosas XD

Krat los ama~

Besos~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).