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Luz de luna por 1827kratSN

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Tsuna se defendía con maestría, usando su agilidad para brincar de rama en rama o calcular la distancia de un salto adecuado antes de seguir corriendo. Se defendía con la espada cuando aquella bestia se acercaba demasiado, intentaba cortar a su enemigo, pero contra tal monstruo pocas eran sus posibilidades.

Necesitaba ayuda, y esta llegó con Mukuro, quien apareció de pronto y le lanzó el arco y el carcaj. Con eso al menos podría atacar a la distancia. Fue un trabajo diestro, practicado desde hace años por dos personas que se conocían a la perfección. Tsuna atacando desde la derecha, Mukuro desde la izquierda. Flechas que daban en el blanco, pero que al parecer requerían más que puntería. Fue peor cuando la bestia emanó fuego de su hocico.

 

—Sus ojos, ¡ataca a sus ojos!

 

Tsuna necesitaba estar en lo alto de un árbol para eso, y Mukuro le hizo el favor de distraer por el tiempo suficiente a Kawahira como para que apuntara. La flecha viajó zumbando al cortar el aire, y poco después se escuchó el alarido penetrante del herido. El ojo derecho había explotado, la sangre se derramó, pero la furia de aquella cosa también se incrementó. El monstruo escupió cuanto fuego pudo, chilló como condenado en la horca, y agitó sus alas en ataques hacia el bosque. Mukuro fue herido en el brazo derecho, Tsuna apenas y pudo esquivar el ataque mortal.

 

—Vamos, vamos, vamos —Reborn corría para acercarse a esa estúpida bestia.

«El amuleto, recuerda que debe ser el amuleto.»

—¡Ya sé!

 

Encima traía cuantos frascos de posiciones burbujeantes pudo hallar en ese castillo, recolectados al azar y temiendo que fueran peligrosos. En realidad, sería excelente que fueran mortales para deshacerse de Kawahira de una sola vez. Tenía que llegar con Tsuna lo más pronto posible o lo matarían, y juraba que no lo iba a permitir, no estaba dispuesto a perder a ese idiota porque era lo más cercano a su par que pudo llegar a conocer.

Cuando pudo visualizarlos, le ofreció una de los frascos a su hermano y lanzó otro con fuerza para que Viper lo atrapara en el aire. Ni se fijó en esos dos cisnes que aprendió a querer como su familia, sabía que esos dos podían perfectamente cuidarse por sí solos. Él iba en dirección de donde vio a Byakuran por última vez, porque si bien era un rarito sin objetivo de vida, de algo podía servirle, ya que mal o bien estaba atado a su padre mientras éste viviera.

Era cuestión de vida o muerte.

Tsuna vio a los cisnes volar por sobre su cabeza y la de Kawahira, aquellas aves dejaron caer un par de objetos redondeados, poco después se escuchó el alarido de aquella bestia que se revolvió y agitó hasta que cayó y rodó por el suelo intentado quitarse el líquido de encima. Mukuro aprovechó la oportunidad para unirse a Tsuna y juntos intentar acertar a un punto vital de esa bestia, pero las flechas no atravesaran esa dura piel, y no sabían qué más hacer.

 

—¡A un lado!

 

Reborn se desvió hasta ese par y se lanzó sobre ellos para que rodaran hacia los arbustos. Mukuro iba a protestar porque su cara golpeó el suelo directamente, pero se calló al escuchar el alarido lejano de la bestia. Tsuna se levantó con rapidez, apreciando como la figura de Byakuran se hallaba a unos metros, este brillaba debido a la magia cedida por sus propias manos y que asemejaban a un rayo de luz violeta que acababa de atacar las patas de Kawahira haciéndolo caer de espaldas.

 

—¡Lo siento padre! ¡Pero ya me cansé de este juego!

—¡Byakuran! —bramó con grave voz.

—Me estorbas —sonrió.

 

Reborn apenas pudo levantarse, orientarse lo suficiente, y despojar a Mukuro del arco y flecha, antes de correr en dirección del enemigo. Tsuna le siguió con sus propias armas, jadeando, un poco confundido, pero reconociendo que iba en la misma dirección del azabache. Ambos príncipes se hallaban agitados y presionados por la adrenalina del momento.

Apreciaron un ataque más lejano, el intercambio de fuego y magia, voces que discutían, y finalmente cómo Kawahira golpeaba con fuerza a su hijo para mandarlo a volar. Un frasco más cayó porque Fon lo tiró desde el cielo, el líquido verde ardió en la piel de la bestia que cambió de forma a una más pequeña, un búho para ser exactos, e intentó alejarse volando.

 

—Competencia —Reborn jadeó preparando su arco y flecha, apuntando, respirando suavemente.

—¿A qué le damos exactamente? —Tsuna imitó a Reborn, irguiéndose y relajándose.

—Al amuleto que cuelga de Kawahira.

—Si le doy —el castaño miró fijamente al búho que luchaba por elevarse más y huir—, ¿qué gano?

—Un beso —sonrió divertido.

—Que sean dos —Tsuna tensó la cuerda.

—Si yo gano…, te pondrás vestido.

 

Reborn quiso desconcentrar al castaño, pero no lo logró.

Ambos centrados en el amuleto de aquella ave que alzaba vuelo tambaleante, con nada más en sus mentes que acabar con ese bastardo. Dejaron ir sus flechas al mismo tiempo, atentos a dónde irían a parar, prediciendo la trayectoria, fijándose en los obstáculos. Pero Tsuna lanzó una segunda flecha apenas segundos después, tan precisa que golpeó a la primera de su autoría y desvió la trayectoria de la misma, lo hizo justo al tiempo en que aquella ave diminuta cambió su ángulo de vuelo.

Sonrió.

Reborn sonrió también, porque vio perfectamente cómo la flecha de Tsuna dio justo en el centro del objetivo.

Estaba hecho.

 

—¡Mira esas lucecitas, Muku-chan! —Byakuran tosió la sangre acumulada en su boca antes de reír.

—Estás jodidamente loco —sujetó la cintura del albino con fuerza mientras veían el espectáculo.

 

La muerte del hechicero fue rápida, fugaz, como un estallido brillante que se deshizo con rapidez debido a la brisa. Nada impresionante, ni tampoco algo demasiado insignificante. Era extraño que un hechicero de esa calaña hubiese terminado de esa forma. Pero así fue. Porque se ganó enemigos en todos lados, demasiados para ser sinceros. Porque incluso despreció a su hijo y no vio en Byakuran al hechicero poderoso que se escondía debajo de una sonrisa dulce y una mirada hipócrita. Trazó su propio fracaso y buscó ese cruel final.

 

—Gané —suspiró Tsuna antes de apoyarse en un árbol.

 

Reborn miró al cielo, sintiendo escapar de su cuerpo algo raro, como un manto o unas cadenas. Algo brilló a su alrededor, iluminándolo, ascendiendo como un remolino hasta que el peso sobre su pecho se deshizo en medio de la noche. Se sentía tan ligero que no pudo evitar soltar un suspiro largo. Era obvio que su maldición ya no estaba. Era libre. Y por lo que vio en el cielo, porque su estúpido hermano Viper no previó el tiempo adecuado para aterrizar, el hechizo también desapareció del cuerpo de sus hermanos.

Sí, soltó una carcajada al escuchar el grito de Viper cuando cayó en picada hacia los árboles rotos. Pero qué más daba, seguro Fon lo salvaba de eso. Y si no, pues aún le quedaba Fon. Ventajas de tener dos hermanos y no solo uno.

Se dejó caer al suelo, hasta arrodillarse y respirar calmadamente.

Había sido una noche muy loca, pero a la vez muy divertida. Ya no volvería a ser un maldito cisne, sus hermanos estaban libres, el idiota del castaño ya aceptó que sentía algo por él, todos salieron ganando. Hasta Mukuro quien pareció encantado con el demente que era Byakuran —al que salvó por piedad, se los dijo después—, el cual empezó a cantar mientras decía que se moriría desangrado porque no sabía curar heridas graves. Eran un desastre.

 

—¿Estás bien? —Tsuna se acercó a Reborn con sigilo.

—Mejor que tú —sonrió con los ojos cerrados—. Eres un desastre de rasguños y ramitas en tu cabello.

—Pues —agitó sus cabellos con sus dedos—, supongo que es un precio bastante bajo.

—¿Ah sí? —negó antes de ayudarle a ese tonto a quitarse las hojas.

—Te encontré —sonrió—, eso es lo importante.

—No te lo voy a agradecer —elevó una de sus cejas—, porque mucho no hiciste.

—Uy sí —el castaño suspiró—. ¿Podemos dejar las peleas para después? Estoy cansado.

—No iba a pelear —sonrió con malicia—, iba a cederte el premio por darle al blanco.

—¿Eh? —Tsuna tardó dos segundos en recordar aquel ofrecimiento—. ¿Qué? —enrojeció instantáneamente.

—Pero como veo que estás demasiado cansado —agitó su mano en negación—, lo olvidaremos.

—Siempre haces eso.

—¿Qué? —Reborn fingió demencia.

—Manipular los sucesos a tu favor.

—Deberías estar acostumbrado.

—Sí, pero a la vez no —se relajó un poco—, es complicado.

—Complicado debe ser lo que sientes por mí —sonrió en burla—. ¿No dijiste que me querías o algo así?

—Jamás lo dije, solo lo insinué —se rascó la mejilla.

—Pues dilo, porque me voy a cansar de esperar.

—Eres desesperante a veces.

—Es parte de mi encanto.

—Egocéntrico —Tsuna sonrió divertido—, pero en esta ocasión te apoyaré.

—Oh, ¿en serio? —se apoyó en una de sus manos antes de mirar al castaño—. ¿Qué más te gusta de mí?

—Si sigo alimentando tu autoconfianza, terminará mal. Así que no, no diré nada más.

—A mí me gusta la ternura ingenua que despides a veces —sonrió al ver esas mejillas enrojecer—. ¿Fui muy directo? —fingió estar arrepentido.

—Sabes, ahora hubiese preferido que me besaras y que no siguieses parloteando cosas.

—Eso se puede arreglar.

 

Tsuna a veces olvidaba lo descarado que podía ser Reborn, aunque jamás creyó que fuera así de coqueto, tal vez lo aprendió de Mukuro. Por eso no supo cómo contestar a eso y solo se lo quedó mirando, apreciando esa sonrisa prepotente y esa mirada fija. Acababa de recordar que el motivo de sus muchas peleas desde que eran adolescentes, fue por situaciones como esa, donde no sabía cómo enfrentar a Reborn y buscaba cualquier salida, en ese caso una pelea sin sentido que matase el momento. Pero ya no eran unos niños, así que… tal vez debería…

 

—Cuánta tensión sexual —susurró Byakuran antes de recibir un golpe en la cabeza por parte de su compañero.

—Mataste el momento —suspiró Fon—. Creí que habría un progreso, pero lo arruinaste.

—¿Así son siempre? —Viper miró a Mukuro a su lado mientras señalaba a su hermano y al castaño.

—Pues… —Mukuro rodó los ojos mientras recordaba—, sí.

—Iugh, qué asco.

—Lo sé —suspiró—, y los he aguantado desde la niñez…, aunque esas miraditas empezaron desde que Reborn tenía como quince más o menos.

—Creí que estabas moribundo —Tsuna miró al albino quien le sonreía divertido.

—Lo estoy —mostró su mano sangrante—, pero quería ver si ustedes dos se besaban.

—Viper —Reborn se sacudió el polvo de las manos, ignorando a su “público”—, creí que estabas muerto.

—Ya quisieras, mocoso —bufó—, pero si fuera por ti, lo estaría.

—Esto ya se volvió muy incómodo —Mukuro aplaudió un par de veces—. Qué tal si nos vamos al castillo y armamos un festín, kufufu.

—Lo prefiero —Viper se dio media vuelta—, antes que soportar a la parejita.

—Si quieren pueden quedarse aquí un rato más —sonrió Fon agitando su mano en despedida de los dos príncipes—, nosotros nos adelantaremos.

—¡Muku-chan! ¿Por qué tú no coqueteas conmigo así? —Byakuran hizo un puchero.

—Te iba a cargar hasta el palacio, pero ahora que lo pienso mejor —el heterocromático se dio media vuelta—, defiéndete solo.

—¡Qué malo!

—Vamos, yo te llevo —Fon sonrió ofreciendo su mano.

—Usted si es un príncipe, nufufu.

 

Mukuro era el guía, Viper preguntaba sobre todo lo que se había perdido en esos años, Fon platicaba con un quejumbroso albino que resultó ser un chico bastante agradable e interesante —sus locuras también eran lindas a veces—, los cuatro formando un grupito animado que lideraba el regreso al castillo, dejando espacio para que los dos últimos tuvieran la suficiente privacidad para hablar. Y así fue durante todo el trayecto.

 

—Parece que jamás tendremos un momento normal —Tsuna reía al escuchar los lejanos susurros de sus guías.

—Por si no te has dado cuenta, no somos muy normales que digamos —Reborn caminaba despacio, fijándose en donde pisar pues aun estaba descalzo al igual que sus hermanos y Byakuran.

—Ven, yo te ayudo —el castaño ofreció su mano y Reborn lo miró fijamente—. ¿Qué?

—Sabes que odio que me traten como a…

—Era una excusa para tomar tu mano —elevó sus hombros—, pero está bien —continuó el camino.

—Tienes que practicar tu coqueteo, Tsuna.

—Solo quise ser gentil y aprovecharme de eso un poco.

—Bien, ya me di cuenta de cómo va a ser esto.

—¿De qué hablas?

 

En medio del silencio de ese bosque y aprovechando la penumbra de su camino, alejados de las miradas de los otros cuatro, las yemas de los dedos de Reborn sostuvieron las mejillas de Tsuna y sus labios ahogaron la voz ajena. Porque si no iban a tener una oportunidad digna, él tendría que crear el momento perfecto.

 

—Ese sí fue un beso decente —sonrió en burla del castaño.

—Si no mal recuerdo, el acuerdo fueron dos besos —soportó la vergüenza y sonrió divertido.

—Uy que atrevido —cerró los ojos antes de acercarse—, sigue así. Me gusta eso —susurró.

 

Fue su pequeño momento, sin interrupciones ni miradas, solo ellos dos.

Ya no había distancia ni peligros, ya no había reinos u obligaciones, en ese pequeño momento en que la noche se volvía día, solo fueron Reborn y Tsuna, dos personas cualesquiera que se ofrecieron la primera muestra del amor que habían estado negando desde hace mucho tiempo.

 

 

Notas finales:

 

Krat se está riendo porque ha escrito muchas cursilerías y algo de comedia. No sé, salió algo decente, supongo.

Bueno. Queda un capítulo más, como es tradición XD

Nos vemos mañana para el final~

Muchos besos~


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