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Luz de luna por 1827kratSN

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Lo bueno fue que después de la venganza de Reborn contra Mukuro, las cosas se calmaron por un tiempo, y sus peleas disminuyeron hasta el punto en que los tres podían estar en el comedor, biblioteca o el jardín sin pelear o competir. Hasta Iemitsu los felicitó por llevarse mejor. Luce, por su parte, sonrió con dulzura y les ofreció a ambos príncipes una clase de baile de salón en recompensa.

Tsuna entendía a Reborn, porque ni él pudo negarse a Luce.

Ambos terminaron en el salón, porque no hallaron forma de excusarse, ni siquiera les sirvió el típico «tenemos hambre». Se sentaron en un rincón, asintieron a las instrucciones de Luce, y se quedaron observando atentamente como Iemitsu y Luce bailaban alegremente, dando giros y pasos raros que lograban mover ese vestido pomposo al compás de los músicos, quienes entusiasmados tocaban para sus monarcas.

Cuando Tsuna miró a Reborn, detectó fastidio disfrazado en una sutil sonrisa, porque Luce lo miraba de vez en cuando. En Mukuro detectó la burla, porque él se exentaba de aquella práctica ya que muy generosamente se ofreció a formar parte de la banda musical en reemplazo del clarinete faltante. Si, muy astuto, pero se las cobraría después.

 

—Tsuna es quien guiará.

—Me niego —Reborn se cruzó de brazos y frunció el ceño.

—Hijo, ya hemos hablado de esto.

 

Una discusión que Tsuna vio venir, pero también estaba seguro que el amor de Reborn por su madre terminaría por doblegarlo, y a la vez se sentía mal por permitir eso después de haber escuchado los pesares que tenía el azabache. Miró a su padre, tan serio, siendo un testigo silente de la discusión de aquella familia. No había opción. Decidió que sería maduro —o lo intentaría—, y daría una solución a eso.

 

—No tengo problema con que Reborn me guie —elevó su voz, intentando sonar seguro.

—Pero no es correcto —Iemitsu lo miró.

—Siempre he tenido curiosidad de saber cómo se siente ser guiado —no se le ocurrió qué más decir.

—Aun así —Luce miró a su hijo—, Reborn sabe que debe ser quien…

—Me cuesta mucho guiar a alguien —Tsuna decidió seguir con eso, ya que lo había empezado—, veamos si puedo aprender algo de Reborn, quien presume ser un buen bailarín porque usted le ha enseñado muy bien.

 

La mirada recriminatoria de Reborn era… divertida, pero nadie podría decir que no intentó ayudarlo a salir de esa incómoda situación. Y si bien no salió como esperaba, al menos logró que Reborn dejara de discutir, y que de cierta forma Luce sonriera. Pero fue incómodo también.

Si bien tenían casi la misma altura y complexión, Tsuna estaba consciente de que Reborn aun podía crecer, y cuando su mano fue tomada, se dio cuenta de las connotaciones de aquello. En parte sintió su orgullo resquebrajado, relegado, se sentía como un pequeño conejo acorralado. Hasta quiso hacer drama como Mukuro, pero no pudo, porque sobre él tenía la mirada de dos monarcas y sus músicos.

 

—No debiste hacerlo —susurró Reborn quien sostuvo la cintura de Tsuna.

—Ya lo hice, ahora deja que me concentre en recordar cómo se hace esto.

—Tranquilo —sonrió de lado—. Yo te guio.

—Maldición —masculló Tsuna cuando la canción empezó a tocarse.

—Más te vale no pisarme.

—¿Qué? —y a propósito lo pisó.

—Tú, niño tonto —pero tuvo que continuar, dando un giro un tanto tembloroso mientras se aseguraba de que Tsuna lo seguía, porque era su oportunidad de destacar.

—Me siento tan honrada —Tsuna rio mientras fingía ser una damisela—, porque el príncipe me haya invitado a bailar.

—Así que piensas jugar —Reborn apretó los labios antes de elevar la mano del castaño y hacerlo girar—. Juguemos entonces —luego, sin previo aviso, hizo al castaño doblarse hacia atrás.

—¡No hagas eso! —se quejó sintiendo el vértigo cuando lo levantaron.

—¿Y qué tal un levante?

—Oh, no, no te atrevas.

 

Pero su cintura fue sujeta con fuerza y se halló en el aire por unos segundos. Pataleó, claro está, pero eso hizo que Reborn perdiera la fuerza en uno de sus brazos y lo soltara. No logró caer bien al suelo y por ende se resbaló. Tsuna cayó estrepitosamente, pero no lo hizo solo, porque se llevó a Reborn con él. Ambos conspiraron para molestarse en medio de lo que debió ser un suave y divertido baile de salón.

Mukuro estalló en carcajadas, los regaños de Iemitsu y Luce se dieron a la par, porque se fijaron en el jueguito de sus hijos, y al final ambos príncipes tuvieron que repetir eso una vez más, pero siendo Tsuna quien guiara en esa ocasión, para variar. Lo que conllevó a una pelea más por saber quién pisaba a quien, o quien hacía los giros más bruscos hasta que de nuevo terminaron en el suelo, uno encima del otro, empujando sus rostros y bufando.

 

—Una vez más y esta vez, ¡quiero que sea en serio!

 

Ante la molestia de sus padres, Tsuna y Reborn tuvieron que respirar profundo y empezar de nuevo, mirándose retadoramente, pero escuchando el carraspeo de Luce quien los vigilaba atenta. Se movieron paso a paso, mirando algo más que a su pareja, dejando que sus dedos se tocaran de vez en vez. Reborn haciendo un leve puchero cuando sentía un leve apretón en su cintura en señal de que el castaño lo guiaría en un giro, y Tsuna apretando los labios cuando a Reborn se le ocurría improvisar un movimiento que debía seguir con precisión.

No fue tan mal.

Siguieron en aquello, tratando de seguir la música, girando, juntando sus manos, intercalando unos ligeros saltos por el salón, disfrutándolo en cierto punto.

Cuando la melodía clásica y lenta pasó a una más ajustada y rápida, se retaron con la mirada para definir quién guiaría la danza. Alternaron su rol de forma coordinada, dando giros rápidos y deslizándose en el salón con maestría, riéndose cuando se confundían en sus roles y terminaban siendo dos guías o dos guiados que reverenciaban entre sí. Sostuvieron sus manos mientras giraban y saltaban acorde a los aplausos de sus padres, dieron más vueltas, se sujetaron con fuerza para no caer, y al final juntaron sus cuerpos cuando la música paró.

 

—¡Bravo! —aplaudió Iemitsu.

—Bien hecho —segundó Luce.

—Fue divertido —sonrió Tsuna—. No eres tan malo en esto.

—Diría lo mismo, pero me pisaste más veces que yo a ti.

—Era una competencia —reclamó divertido.

—Sí, claro —rio Reborn antes de darse media vuelta e ir con su madre.

—Lo has hecho bien, cariño.

 

Fue en ese verano cuando entre ellos cambió cierto comportamiento, porque dejaron las peleas absurdas atrás, y reconocieron que su negativa a llevarse bien se basaba en la competencia mutua. No se odiaban en sí, era la presión de sus padres lo que los llevaba a sentir rencor o algo parecido. Entendieron que, en el fondo, solo querían ser reconocidos por el príncipe vecino.

Los días siguientes solo fueron mejorando, empezaron a llevarse bien, todo ante la animada supervisión de sus padres. Ya no discutían tanto. Competían sí, pero al menos terminaban en paz y no en una persecución con cuchillos. Paseaban por los jardines o cabalgaban por los alrededores, sólo los dos o acompañados por Mukuro, quien a veces se desviaba y los dejaba solos porque según él, no soportaba el ambiente amistoso con quien aún consideraba su enemigo.

Fue grato.

Un gran cambio.

Solo bastó una plática, las verdades, y voluntad.

 

 


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