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Luz de luna por 1827kratSN

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Mukuro estuvo junto a Tsuna en esa búsqueda infructífera, permaneció crédulo a la convicción de su príncipe, eso a pesar de que quedaron en un punto muerto que no les llevaba a ningún sitio. Habían perdido todo rastro, pista o ayuda. Otro mes se ajustaba. Incluso Iemitsu ya había desistido de encontrar a Reborn y lo consideraba muerto, por eso se tomó en manos el dirigir también el reino vecino hasta hallar algún gobernante adecuado que honrara la memoria de su difunta amiga y aliada. Todo había sido duro desde entonces, pero trataban de sobrellevarlo.

 

—¿De nuevo saldrás?

—Un intento más —Tsuna tomó su caballo y aseguró el cinto de su espada.

—Te acompaño.

—Si no quieres, no te obligues.

—Oye —Mukuro sonrió de lado—, ¿cuándo te he dejado solo, principito?

—Gracias.

 

Había sido una rutina rígida, donde salían a explorar durante días, pero volvían sin nada y recibían un regaño severo de Iemitsu, quien estaba totalmente estresado con los asuntos de su reino y del ajeno. Sin embargo, después de seis meses de esa rutina continua, se llegó a un punto equilibrado donde Tsuna ayudaba a su padre con los reinos a cambio de algunos días libres para salir a buscar a Reborn, porque se negaba a aceptar que éste hubiese perecido ante un enemigo sin forma.

Mukuro respetaba la convicción de su amigo, por eso empezó a salir solo cuando Tsuna no podía acompañarlo, de modo que no perdieran tiempo. El aprendiz de hechicero iba por ahí, como cualquier campesino, haciendo preguntas, conociendo gente nueva, averiguando lo que se pudiera. Y sus esfuerzos fueron recompensados.

Un día perdió el rumbo, se desorientó bajo la luz del día y su caballo buscaba un riachuelo con el que hidratarse. Se resignó a seguir sin rumbo seguro, hasta que se topó de frente con unos ojos violetas que brillaban con curiosidad. Mukuro se irritó ante el joven que aparentemente cursaba su edad, sonriente, despreocupado, entrometido como un niño, y alegre en extremo, pero lo toleró porque sentía que ese chico tenía un aura diferente.

Mukuro, al ser el hijo de la hechicera de los Sawada, también tenía ciertos talentos que aún se estaban puliendo, y gracias a eso pudo detectar algo diferente en el albino infantil que decía ser un sirviente de un hombre acaudalado. No confiaba en esas palabras que aparentemente parecían ser reales.

 

—Entonces —sonrió de lado—, dices que te gustaría ver el castillo.

—Papá dice que es una cuna de cosas ostentosas y gente de quijada fina —rio divertido—. Yo solo quiero comprobarlo.

—¿Y por qué no vas? —se fijó en el tatuaje que tenía el chico debajo de uno de sus ojos.

—¿Y dejar a mi padre solo y perderme de sus berrinches de grandeza? —rio— ¡Jamás!

—A mí no me engañas —Mukuro lo miró detenidamente—, apuesto que el talento que dices tiene tu padre, también lo tienes.

—Pero no es divertido tener talento así de fácil —bufó antes de despeinar sus cabellos—. Las cosas fáciles pierden el encanto y por eso me gusta fingir que no…

—Que no posees magia —sonrió—, kufufu… Qué niño más malo eres.

—Es mi encanto natural, Muku-chan.

—¿Quieres contarme más?

—Solo si tú me dices porqué rondas por estos lugares tan lejanos del pueblo.

—Curiosidad.

—La mía también es curiosidad.

 

Un amigo distinto, una plática extendida en muchas visitas alternadas, un contacto con el mundo ajeno. Un solo comentario que obviamente Byakuran lanzó camuflado por una broma y que Mukuro supo aprovechar. Porque cuando volvió al castillo con su príncipe estresado, y le planteó la posibilidad de enlazar las palabras de la difunta Luce con una criatura provista de poderes, hizo que todo cobrara un poco más de sentido. Era una buena broma dada por un mentiroso aburrido, que se podía fructificar, que les dio una idea, y que Tsuna sagazmente pudo interpretar.

Descubrieron que la bestia que se llevó a Reborn era un cambia formas, y que estaba oculto en el bosque. Además, estaba claro que no se iban a quedar ahí a esperar, no, sino que saldrían en búsqueda de esa cosa para hallar también a Reborn. Era una misión casi suicida de la que no saldrían bien librados y menos ya que irían solo ellos dos, sin decirle a nadie más, porque seguro que Iemitsu los amarraba a la cama antes que ponerlos en tal peligro.

Partieron en la madrugada, sin llevar más que carcajes, flechas numerosas, espadas, arcos y un caballo cada uno. Se alejaron en la dirección que Mukuro recordaba como lugar de encuentro con Byakuran por primera vez, y siguieron de largo, guiados por la intuición del castaño, quien totalmente serio buscaba algún indicio de que estaban en buen camino. Y la hallaron, y de qué forma.

 

—¡Cuidado!

 

Fue el ataque más extraño del que fueron víctimas. Un cisne voló en picada hasta ellos, y si bien al inicio lo creyeron la bestia transformista, después se dieron cuenta que no era más que una especie de señuelo. Decididos a comprobar sus teorías, siguieron al ave blanquecina, descubriendo que no era un cisne solamente, sino que eran dos, y que su estrategia fue separarlos para confundirlos hasta que incluso perdieron a los caballos. Era obvio que esos cisnes intentaban matarlos, o algo, por eso se volvieron su única pista para hallar al príncipe perdido.

Tsuna corrió sin fijarse mucho su dirección, teniendo como guía solo el sol que se ocultaba mientras él seguía en la cacería del ave que intentó atravesarlo con el pico. Lanzó flechas para comprobar la trayectoria del ave, y al final se dio cuenta de que en verdad esa ave lo estaba guiando a algún lugar en lo profundo de esos bosques. Tal fue la treta que terminó surgiendo en un claro donde se hallaba un lago enorme y bello, el cual era iluminado por los últimos rayos del sol. Había también un castillo de una sola torre que se hallaba más al fondo y un puente enorme que le daba al sitio un toque muy antiguo.

 

—Dime qué quieres de mí —miró al cisne que se elevó en vuelo sobre el lago y dio un par de volteretas antes de aterrizar en esas aguas—. ¿Qué tratas de decirme? —pero el sol se ocultaba y con eso, él también intentó quedarse entre los árboles por precaución—. ¿Dónde estás?

 

Tsuna se fijó en que un cisne más se reunía con el primero en el lago, era el que atacó a Mukuro. El cisne recién llegado era un atacante más, pero Mukuro no llegó a ese lugar tal y como él hizo. Se preocupó, pero bien sabía que su amigo podía defenderse de cualquier adversidad.

También se dio cuenta que había un tercer cisne aleteando suavemente, con su atención puesta en los últimos rayos del sol hasta que la oscuridad cedió. Tsuna no entendió nada hasta que su pecho sintió un punzón doloroso.

Vio la luna, tan brillante y cercana, cuya luz dio de lleno al lago donde el cisne revoloteaba. Poco después vio una luz amarillenta que rodeó al ave que aleteó un par de veces, giró como un torbellino, y poco después un par de pies desnudos se hundieron en esas aguas para poco después, mientras ese brillo se disipaba, una persona se mostrara.

 

—Ser un cisne es un asco —Reborn hizo un par de muecas y sacudió sus manos—, pero acepto que es divertido volar.

—Reborn —Tsuna no se quedó quieto y corrió hacia el lago—. Carajo, ¡sí eres tú! —sonrió—. Sabía que no podías estar muerto. Sería demasiado bueno —bromeó.

—Cierra el pico —bufó antes de caminar a la orilla—. Habla más bajito o te escucharán.

—Hechizo, el ave, tú…, las otras aves —enumeró las cosas raras que pudo presenciar hasta que se dio cuenta de su verdadero enemigo—. ¿Quién es el hechicero?

—¿Te suena Kawahira? —Tsuna negó y Reborn suspiró profundamente—. Te lo resumiré.

—Hazlo rápido porque presiento que no tenemos tanto tiempo como desearía.

 

A pesar de que ambos estaban tensos, hablando rápidamente de lo ocurrido, tratando de ahogar la emoción por ver al contrario y no lanzarse a los brazos ajenos para comprobar que no era un sueño, sí se dieron un tiempo en silencio para mirarse y sonreír. Para ambos era obvio que esa separación forzada reveló algo que ambos iban negando desde hace años. Pero por el momento tenían otras prioridades.

 

«¿Es ese niño?» —Viper bufó y aleteó en son de protesta—. «Definitivamente estamos perdidos.»

«¿Has notado como se miran?» —Fon se quedó mirando a esos dos.

«Lo único que noto es que ese castaño es más pequeño que Reborn».

«Bueno, algo más que eso».

«Noto que…» —lo pensó—. «No está tan mal… Es lindo.»

«Agudiza más tu mirada, hermano.»

«No puedo, porque estoy desesperado por tener piernas de nuevo.»


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