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Plan conquistar. por 1827kratSN

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Ecuador se golpeó la frente con la palma derecha, bufó, negó, quiso decir algo, pero solo susurró entre dientes y se dejó caer sobre la mesa. Estaba a un segundo de darle un buen golpe en el hocico al idiota que usó el piropo más vulgar que pudo ocurrírsele a alguien. ¡Por dios! ¡Hasta él sabía que Canadá no se merecía un galanteo de esos!

 

—Es que es tan chulo —apretó sus puños y los dejó caer sobre la mesa—, con su carita piciosa, su gorrito de mapache, su trasero redondito tan cerca.

—No —susurró sin despegar su mejilla de la mesa.

—La neta creo que mi conciencia habló en voz alta —se encogió de hombros antes de ingerir de una sola vez su tequila, carraspeó al final.

—¡Dije que le calientes la oreja! —reclamó levantándose— ¡No que tú te calentaras ahí abajo!

—¡Perdón! —se deslizó en su silla—. Ya sé que la cagué.

—¿Te disculpaste? —también bebió su trago e hizo una mueca porque le quemó hasta el pulmón.

—Nel —bufó—, porque una señora llegó a joder todo. Ni que unas botellas rotas fueran la gran cosa —murmuró sirviéndose otro vasito.

 

La cosa estaba en un punto incierto, porque si bien Canadá pareció entender lo que le dijo, no hizo comentario alguno después de eso. Aunque el tricolor sí vio al maplecito disculparse por el accidente y pagar por todo, después llegó el gringo y ni siquiera se despidieron.

¿Y ahora qué?

Porque no tenía un plan B en caso de fallo, al menos él no, pero confiaría en que su compa sí tuviera alguna macabra idea con la que salir de ese problema. Aunque por el momento parecía que ninguno quería hablar y se centraron en terminarse un par de botellas que estaban de oferta, porque el que atendía el bar era pana de Ecuador.

 

—¿Tú crees que Canadá le cuente todo al USA? —el ecuatoriano miró su botella e hipó.

—La neta —lo meditó—, no sé—, entonces recordó algo—. Oye… ¿cómo le hiciste para llevarte al gringo?

—Pues… mi gobierno quiere ayuda con las medidas de seguridad y no sé qué, así que usé eso como pantalla —hizo una mueca antes de restarle importancia.

—Tas jodido —se rio del pobre chiquitín—, porque el gringo hace negocios chuecos.

—No sé —se rascó la nuca—, pero la cosa es que me acabo de acordar de una huevada que hice.

—¿Qué? —le puso atención, hasta se sentó correctamente—. Cuenta, cuenta.

—Podemos aprovechar las joterías que tú inicias —sonrió de lado.

—¿Qué verga? —lo miró sin entender.

—Como tú dices —hipó de nuevo—. Jotear entre compas es cosa normal.

—Pues…

—Me vas a deber una, pana —le señaló con el dedo—. No me enojo si te pones una chuma el jueves para compensarme.

—¿De qué vergas hablas?

—Le voy a dar clases intensivas al gringo… para reforzar la amistad.

 

Estaban bien pendejos, Ecuador más que él, pero ¡qué más daba! Si haciendo eso podía tener un chance con Canadá… pues había que hacerlo. Aunque mientras soportaba la cruda del día siguiente a esa charla, se dio cuenta que ese plan había salido de boca de dos pendejos bien pedos, así que pocas eran las oportunidades de que terminara bien. Lo malo es que tenía ligeros recuerdos de aquel tricolor llamando a alguien por el celular y muchas risas.

Tenía un mal presentimiento.

La cosa se puso peor cuando se fijó en que tenía un mensaje en el WhatsApp y al menos dos notas de voz de Ecuador. Le ganó la curiosidad y escuchó lo que decían, obviamente alguien se equivocó y mandó los mensajes de voz al número equivocado y gracias a eso México supo que Ecuador le mandó piropos pasados de tono, aparte de galanteos que no entendió…, al gringo. ¡¿Qué vergas habían hecho la noche anterior?!

 

—¿Tas bien? —lo llamó preocupado… Ni tanto, solo quería saber qué tan jodidos estaban.

Puto chuchaqui —susurró del otro lado entre quejas—, ¿con quién disque hablo?

—Soy yo —rio entre dientes.

Ah sí —carraspeó y hubo un largo silencio—. ¿Quién?

—Tu compa, pendejo.

—Ah, ya me acordé… y… ¿qué cuentas?

—Revisa los mensajes que enviaste ayer.

—¿Qué?

—Audios también.

Chucha —jadeó—, ¿le envié mensajes a mi ex?

—¿Tienes ex?

O sea… fresco… —de pronto se escuchó una voz enojada a lo lejos—. Luego te llamo.

 

¿Quién se iba a imaginar que su estupidez funcionó? Ninguno de los involucrados para ser sinceros. Pero por alguna extraña razón, sí funcionó. Aunque tuvo consecuencias, como que Ecuador platicaba más seguido con USA para darle detalles del comportamiento común de los latinos, la amistad, la “jotería” y cosas así. Colombia y Venezuela no estaban muy felices con eso, obviamente, pero el menor de los tricolores sabía usar “ojitos de borreguito degollado” para escaparse de problemas, así que… bueno, las cosas pasaron.

Según supo México, USA estaba al tanto de los comportamientos raros de sus vecinos del sur, y le explicó a Canadá sobre eso; mucho más allá de eso no supo, pero algo debió haber hecho bien la gordis porque Canadá dejó de verse incómodo cuando se saludaban en las reuniones a las que asistían. El bicolor seguía sonrojándose y desviando la mirada, pero al menos ya volvieron a cruzar más de dos palabras, y a interactuar amenamente. Estaban como al inicio, pero eso era malo también, porque México no quería una amistad sino un romance de los buenos.

 

—Dile algo bonito esta vez. Como que te gusta su gorrito, o que huele bien. No seas patán.

—¿Y qué hago con la gordis?

—Yo me encargo.

—Ya no tienes excusas —estaba dudando de eso.

—Me lo beso entonces —habló con convicción. México y Ecuador se miraron un momento—, ¿qué?

—¿Te gusta el…?

—No seas shunsho —rio divertido—, pero sería divertido ver qué hace mi ñaño Vene si eso pasa.

—Chale… Tienes un lado cruel.

—Ellos se lo merecen por tratarme como a un niño.

 

México dejó de pensar en ese asunto raro cuando pudo acercarse a Canadá por detrás y asustarlo al saludarlo casi gritando. Se rio a carcajadas cuando casi lo ve caer, además, el gorrito de mapache ocultó el rostro asustado del maplecito. Nada más existía si frente a él tenía a aquel ángel al que quería secuestrar para llenarlo de besos y cariños. Podía quedarse horas simplemente mirando cada una de las expresiones de Canadá mientras hablaban, no se quejaría, eso siempre y cuando no se metiera a USA en la oratoria del Perú con hojita.

 

—Estará bien —se encogió de hombros—, Ecuador no es peligroso.

—You believe it? —(¿Tú crees?), dio un último vistazo a la dirección por donde dos figuras desaparecieron hace un rato.

—¿Qué es lo peor que puede pasar? —bufó.

—Well ... They could get in trouble. —(Pues... Ellos podrían meterse en problemas).

—Mejor… Nosotros metámonos en uno de esos —sonrió.

—In trouble? —(¿En problemas?).

—O en otra cosa…

—In what? —(¿En qué?), confundido, Canadá ladeó un poquito su cabeza.

—Eres tan bien pinche… ¡hermoso! —elevó su voz, lo bueno era que ya estaban solos.

—Hum… —las mejillas del más alto enrojecieron y jugó nerviosamente con sus manos— Thanks? —(¿Gracias?).

—No me entendiste bien, ¿verdad? —sonrió ante la negativa de Canadá—. No importa. Vamos, ahora yo te invito.

 

Se lo llevó de ahí antes de que el gringo volviera, y no es que no confiara en Ecuador, pero era mejor prevenir. No tenía idea de a donde llevarse al maplecito, pero empezó por invitarle un refresco como compensación por el desastre de su última salida juntos. Aunque no pareció ser tan buena idea cuando se hallaron en un deja vu frente a los refrigeradores de otro supermercado. México notó que Canadá se rascaba el brazo de forma nerviosa, así que no se le ocurrió mejor idea que hablar del planeta y el calentamiento global.

Debía confesarlo, entró en pánico.

Pero descubrió que Canadá estaba interesado en esos asuntos, viéndose serio mientras expresaba su preocupación por la contaminación y otras cosas que México no escuchó, porque estaba más concentrado en ver la pequeña gotita que se escapó por la comisura de labios de Canadá y que se resbaló lentamente hasta esa quijada. ¡Qué ganas tuvo de ponerse de puntitas y repasar el camino de esa gotita con su lengua! … Pero se detuvo a tiempo, justo cuando Canadá se limpió con sus dedos. Lo malo fue que después de eso, el maplecito se relamió las yemas de los dedos de forma lenta.

Tragó duro.

Quería ser la punta de esos dedos para que esa lengua lo…

 

—Mexico, are you okay? —(México, ¿estás bien?), susurró al darse cuenta de lo perdido que estaba su compañero.

—Sí —se mordió la lengua antes de girarse hacia un lado—, creo que sí.

 

Era difícil concentrarse si tenía al amor de su vida frente a él, pero lo intentó, lo juraba, sin embargo, cada cierto tiempo terminaba sonriendo como idiota mientras veía a Canadá, o terminaba preocupando al más alto por sus muy recursivos viajes al espacio. Es que cada expresión del canadiense era una nueva imagen a memorizar y guardar en un archivero mental de nombre “Sí, soy joto”.

Ni siquiera se dio cuenta de cuándo llegaron a un parque, ni desde cuándo trataban el asunto de la sobrepoblación en Asia o de porqué le dolía un poco las mejillas. Tuvo que mover su quijada un poco y masajearse los cachetes para aliviar un poco la tensión, todo ante la mirada curiosa del bicolor. No tenía modo de justificarse, así que desvió al tema, siguió con su camino y se detuvo frente a una heladería.

 

—Hace un poco de calor —sonrió—, así que… ¿quieres uno?

—Yes —sonrió al ver el letrero de colores.

 

México se dio cuenta de lo amable que era Canadá al tratar con las personas, de que sabía darse a entender a pesar de que no hablara el idioma, que sus sonrisas hacían que los demás se sintieran cómodos, y que el chico que les estaba vendiendo los helados quiso quitarle a su maplecito. No señor, nadie le ganaría a su adorable canadiense, por eso intervino en la compra siendo él quien pidió los helados, miró feo al pendejo ese, y pagó todo.

No se quedaron en el lugar por más tiempo del necesario. México estaba feliz de haber dado a entender que estaban en una cita y que las molestias eran innecesarias, aunque aceptaba que su helado de vainilla estaba decente y hasta le pusieron una galletita en la punta. Se detuvieron bajo la sombra de un árbol y ocuparon una banqueta vacía, Canadá comentó que le gustaban esos días algo cálidos, y el mexicano le siguió la plática sin problemas. Era fácil hablar con el Perú con hojita, tal vez fue por eso que empezó a fijarse en él hace tanto.

Pero había un problema, uno chiquito.

México disfrutaba de morder el cono de su helado, era mejor de esa forma, porque no había nada que desperdiciar, e iba a comentarlo para que no se extendiera el silencio que se dio de repente, pero al girarse, se halló con el suave deslizar de la lengua de Canadá quien consumía una paleta de fresa. Odiaba que su mente convirtiera algo tan normal como saborear una paleta helada en algo netamente sexual, era peor porque Canadá parecía muy ajeno a sus pensamientos y hacía soniditos de goce ante el sabor.

 

—Canadá… —quiso decirle que no haga eso.

—Tell me —(Dime), sonrió antes de deslizar nuevamente su lengua para saborear su paleta.

—Quisiera ser ese helado para que me la…

 

Silencio, logró callarse, y eso era un logro. Pero tenía que hallar una excusa o una forma de completar la frase para que no diera un significado vulgar. Tenía que hallar una forma de coquetearle al bicolor de una forma más bonita que la que pensó inicialmente, ¡pero era tan difícil! Porque su cerebro no funcionaba bien cuando estaba con Canadá mirándolo tan atentamente con esos ojazos azules tan brillantes.

 

—You want? —(¿Quieres?), ofreció su paleta al notar la duda en el mexicano.

 

Canadá acercó la paleta al rostro del tricolor, sonriendo por aquella falta de reacción, divertido por lo extraño que podía ser México en ciertas ocasiones. No le molestaba compartir, es más, le gustaba de cierta forma porque era algo que volvía a las personas un poco más cercanas entre sí, y le gustaría ser más cercano al alegre mexicano.

 

—No dudaría en probar tus babas —murmuró antes de repasar el helado ajeno con su lengua.

—I don’t understand you —(No te entendí), rio bajito.

—Mejor así.

—Is it tasty? —(¿Está sabroso?).

—Tú siempre estás sabroso, güerito.

 

Al notar el cómo Canadá enrojeció, supo que no lo había hecho tan mal en ese día. Casi la caga, pero se recuperó. Además, Canadá le confirmó que sabía que eso de “jotear” se hacía entre amigos, y que, a pesar de no estar acostumbrado, intentaría no incomodarse más con eso.

Nuevo obstáculo: lograr que Canadá dejara de verlo como un amigo.

Ya pensaría como ganarse el corazón del maplecito, pero por ahora disfrutaría de aquellas reuniones para conocerse mejor. Juraba que iba a conquistarlo pronto.

 

 

 

 

Notas finales:

 

Krat está bien pendeja, jajajjajaa, pero bueno, tenía que escribir esto para reírme un rato.

Siempre digo que no continuaré mis OS’s y los continúo, ¡soy una deshonra! Perdonen a esta alma pecadora. (Espero que así sea con mis hiatus jajajajjaa)

Krat se despide~

Besos.


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