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Poquito de todo por 1827kratSN

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—¡Dejen que pasen! —era su clamor, su autoridad—. ¡Les digo que los dejen pasar! —enfrentó al capitán de ese pequeño escuadrón de milicos.

—Tenemos órdenes de… —su voz era gruesa y fuerte, no dio un paso atrás.

—¡Me vale verga sus órdenes! —pelea verbal, su autoridad puesta a prueba ante esas miradas que obviamente lo reconocían—. ¡Déjalos pasar, batracio!

—Señor Ecuador, puedo respetarlo mucho, pero si sigue con esa actitud —elevó su voz.

—¿Qué me vas a reclamar, guambra carcoso? ¿Eh? ¡Yo que he visto a tus taitas y a tus abuelos vivir! —se alejó más para señalar a todos los militares—. ¡Vos tienes sangre indígena! ¡Al igual que todos estos guambras de aquí!

 

Apenas lo contactaron, Ecuador se trasladó como pudo hacia el sur e hizo uso de su presencia —esencial en sus tierras— para colaborar con la llegada de los protestantes indígenas. Sus hijos le informaban quiénes serían los viajeros que llegaban a la capital, y él se encargaba de interceder en los puntos de represión para evitar violencia injustificada, porque no solo venían adultos… sino niños y ancianos también. Los que llegaban eran familias enteras que querían ser tratadas con dignidad. Ellos venían a elevar su voz y no a generar violencia.

Ecuador estaba en el ojo del huracán y las cámaras sobre él, pero no le importaba, seguía en su labor. Pero en el fondo, aunque sea en un pensamiento pasajero, esperaba que el americano lo viera, aunque sea unos segundos para que dejase de preocuparse.

 

—C'est la première preuve —(Es la primera evidencia), Canadá mostraba el corto video subido a redes sociales—. C'est lui —(Es él), le dio el celular a su hermano—, et il est bien —(y está bien), sonrió contento.

—He's in the middle of all that mess —(Está metido en medio de todo ese desastre), USA suspiró mientras se fijaba en la figura de su novio quien estaba cubierto apenas por una gorra y una de sus sudaderas favoritas de color azul—. Is very crazy —(Está muy loco), soltó un bufido, pero sonrió al final.

—Je sens que tu aimes ça —(Presiento que eso te gusta), rio bajito.

—I just want him not to go to extremes. Doesn’t hurt himself —(Solo quiero que no llegue a extremos. Que no se haga daño).

 

Pero mientras USA leía más y más noticias, se sentía más perturbado que antes, porque la violencia, saqueos y muchos actos varios empezaban a desatarse como temía. Confiaba en la fuerza de Ecuador, pero estaría mejor si al menos el tricolor le hablase para decirle que todo estaba bien, a pesar de que fuera una mentira. Cuánta desesperación acumuló mientras esperaba el primer mensaje de sus contactos que arribaban a tierras ecuatorianas, pero cuando le certificaron que estaban en búsqueda de Ecuador, se sintió un poquito mejor.

 

—No te preocupes. Yo ayudo —sonreía a quienes organizaban la ayuda para los recién llegados.

—¿Se quedará aquí, señor ecuador?

—No me digas “señor”, pana —rio entre dientes mientras tomaba una bandeja con las porciones de comida—, y no… Me uniré a los que intentan llegar al palacio, pero eso después —miró a todos los que lo rodeaban—, por ahora quiero que todos coman y recuperen fuerzas hasta calentarnos con el solcito de la mañana.

 

Entre risitas y jadeos por el esfuerzo o cansancio, se hallaba cubierto, escondido gracias a todos los que ayudaban en las zonas de reunión. Después se camuflaba entre tantos manifestantes cuando todos empezaban con la peregrinación hacia el centro de la ciudad. El tricolor no portaba más que lo necesario con él, incluyendo un galón de agua para brindar a todos en el camino. Sabía que él no haría mucha diferencia de ser el caso, pero el estar allí hacía que los demás se animaran y esa era una satisfacción muy propia en épocas de bullas.

Clamaba a todo pulmón cada verso armado por su pueblo, elevaba las manos en puños cerrados en forma de apoyo, lanzaba chistes en medio de la caminata para que los demás avivaran su ánimo, y, por supuesto, tomaba el frente de todo cuando los escuadrones antimotines o los chapas les hacían paro. No le importaba las miradas ni las cámaras que lo captaban, seguramente para infundir noticias falsas en canales nacionales, no sería la primera vez que pasaba por eso. Pero nadie le iba a amedrentar.

 

—¡Todos pa’trás!

—¡Nos disparan!

—¡Cuiden de los guaguas!

—Vamos, mamitica —Ecuador apenas pudo tomar de la mano a una mujer que cargaba a un niño—. Corra que nos ahogamos aquí.

 

En sus brazos tomó al niño y de la mano a la mujer, para así correr cuando bombas de humo blanco amenazaban con asfixiarlos. Gritaba para que todos se dirigieran a los puntos acordados como rutas de escape, pero los gritos ajenos superaban los suyos. Confusión, miedo, desesperación, disparos, bombas, lágrimas, dolor y sangre… mucha sangre. Incluso él empezó a toser el líquido rojo en referencia de lo trizado que estaba su país, pero no podía parar.

Intentó detener a los policías en varias ocasiones, gritándoles que había niños, haciéndoles entender que ellos no eran los que iniciaban la violencia, pero incluso a él empezaron a reprimirlo y hacerlo retroceder. Su clamor era por el respeto a sus indígenas que buscaban beneficio para todo el país, pero no fue escuchado y en primera fila fue testigo de la violencia que podían generar un par de individuos con poder.

 

—Vamos a la Cato —tosía y sus ojos lloraban, pero se negaba a dejar el lugar hasta que todos se hubiesen alejado de la zona de gases lacrimógenos—. ¡Todos! ¡A las zonas de paz!

 

Ni tiempo tuvo de pensar en alguien más aparte de sus provincias que estaban intentando mantener el orden en sus respetivas zonas, mucho menos se puso a pensar en su propia condición que poco a poco iba empeorando. Y si uno de los miembros de la cruz roja no le hubiese dicho que las grietas llegaron a su rostro, ni se hubiese dado cuenta, y tampoco habría notado el corte en su ceja.

No se podía dar ni un respiro, tenía que seguir, y aun así llegó a un punto al que no imaginó llegar.

 

—No se arriesgue —le hablaban en un español imperfecto, acentuado como lo haría un gringo del norte—. Quédate en el zona de paz.

—Claro que no —miró fijamente al chico de casco y bolsa de lado, el que llevaba consigo una cámara profesional—. Yo voy al frente —dictó con firmeza.

—Me dijeron que debo ver por tu seguridad —se limpió el sudor e hizo una mueca porque le ardía la garganta.

—¿Quién te…?

—El señor USA —sujetó el hombro del tricolor—, así que, por favor…

 

Ecuador se quedó un momento en shock, recordando presurosamente lo mal que había estado desde hace muchos días, muchos más antes de la revuelta en sus tierras, y también recordó su celular apagado que guardaba en su pantalón. Recordó que había querido arreglar las cosas con el gringo y se sintió mal por preocuparlo así. Sintió una punzada de culpa, pero después una caricia de ternura, porque a pesar de todo USA lo estaba cuidando de una u otra forma.

 

—¿Cómo está? —se atrevió a preguntar, sintiendo euforia que intentó controlar—. ¿El gringuito está bien? —jadeó—. ¿Sabe lo que está pasando aquí?

—Soy prensa y hay más todavía —dictó, zarandeando su cámara como evidencia—, poco a poco todos las países se van enterando.

—Chucha —rio ente dientes—, no sabía que habían llegado.

—Me costó encontrarlo —sonrió ampliamente, reconociendo la amabilidad en ese country, amabilidad que ya sintió en muchas de las personas de poncho y sombrero que llegaban al lugar—, pero ahora que lo…

—Ey, gringo —miró al chiquillo—, filma y toma muchas fotos, tanto como puedas —señaló algo a lo lejos—. Enfócate en los que disparan, diles a todo el mundo lo que está pasando.

—Pero, ¡señor Ecuador! —intentó seguirlo.

—¡Y quédate atrás si no quieres que te pegue una bomba! —retrocedió rápidamente, porque eso aún no se terminaba—. ¡Me voy gringo! —agitó su mano—. ¡Cuídate!

 

Lo persiguieron, intentaron detenerlo, pero no era alma subyugada; y si bien entendía que USA mandó a ese niño a protegerlo, obviamente no iba simplemente a acatar órdenes. Su sangre hervía, no iba a quedarse quieto, por eso se camufló con la gente y se involucró en los sucesos más graves de esos días. Estuvo en las persecuciones para apresar manifestantes, se enfrentó a los chapas del centro quienes no les daban tregua e intentaban disiparlos con bombas, se unió a los dirigentes indígenas para enterarse de los planes venideros, y pocas veces ingresó a las zonas de paz que en la noche fueron invadidas.

Fue golpe tras golpe, uno más bajo que el anterior.

Y si no persiguió al gobierno que huyó a Guayaquil, le encomendó a su hijo Guayas que les diera una puteada en su nombre por el acto tan cobarde. No durmió lo suficiente en esos días, siguió vendándose lo mejor que pudo las grietas que crecían, aplacó su tos con agua, y escupió sangre lejos de las miradas para no preocupar a nadie. Pero no pudo evitar hallarse con un enviado de España, una chica simpática que también intentó hacerlo dimitir sobre estar al frente de las marchas, pero falló. Un francés también quiso amedrentarlo, y muchos más que en secreto le dijeron que USA estaba preocupado por él, pero ninguno pudo convencerlo.

 

—Te reconozco el esfuerzo, gringuito —rio entre dientes cuando por fin se animó a encender su celular antiguo en medio de su descanso casi a la madrugada—, pero estás pendejo si crees que me voy a quedar quieto.

 

Fue el único día en el que, ignorando que su teléfono se hallaba ya casi sin memoria por tanto mensaje sin leer, se dio el tiempo de repasar los encabezados de USA donde apreció muchos “Ten cuidado”, “No quiero que salgas lastimado”, “Te amo”, y el famoso “responde por favor”. Entre risitas se dignó a escribir un sencillo mensaje para el gringo, en el que decía un simple “Mi pueblo es primero, gringuito, pero gracias”. Volvió a pagar el teléfono, además, mucha batería tampoco tenía, pedir prestado un cargador sería una pérdida de tiempo, y estaba demasiado ocupado como para detenerse a pensar en lo mal que lo estaría pasando el norteamericano.

Y entonces sucedió.

Uno de los periodistas extranjeros lo siguió sin que él se diera cuenta, la tarde se acentuaba sobre sus cabezas y el humo de los eucaliptos encendidos solo oscurecía más el panorama. El reportero tenía los ojos enfocados en lo poco que se podía ver sobre la estela de gases lacrimógenos, y se dio cuenta de que Ecuador estaba al frente, certificando que todos retrocedieran y que nadie más fuera apresado por subversión. La policía estaba autorizada a usar la fuerza por el toque de queda, el tricolor no tuvo el suficiente cuidado y pasó.

Ecuador solo sintió el impacto doloroso en su espalda.

 

—¡Le dieron!

—¡Hijos de puta!

—¡Chapa hijueputa!

—¡Hay que ayudarlo!

 

Todo le dio vueltas, sintió algo caliente brotar de su cabeza, y después un golpe fuerte por la caída. Maldijo hasta al mismísimo demonio pues le ardía la zona derecha de la espalda, el brazo, perdió la noción de su espacio, y después solo supo que el cansancio le ganó. No estaba seguro de sí estuvo inconsciente un par de horas o un día, estaba perdido cuando despertó bajo la atenta mirada de algunos miembros de la cruz roja, los indígenas que lo ayudaron a llegar al hospital…, y un periodista, el mismo chiquillo que lo perseguía con más ímpetu que los demás.

 

—No le digas a USA —fue lo primero que dijo, cuando pudo enfocar bien.

—Only if you stop going to the front —(Solo si usted deja de ir al frente), sentenció con seriedad, porque se había asustado mucho cuando vio todo a través del lente de su videocámara.

—Aquí no me pones órdenes, guambra majadero —Ecuador se sentó de golpe y el mundo le dio vueltas, casi hasta vomita, pero lo soportó.

—Quedáte quieto —le reprendió una de las mujeres que lo atendía—, ni que estuvieras sano —le dio un ligero coscorrón para acentuar su reclamo.

—Perdón —suspiró.

—It is the condition that I ask —(Es la condición que pido), agitó su filmadora para dejarla de lado y ayudar al ecuatoriano para que se sentara correctamente—, or I will send the video directly to Mr. USA —(o le enviaré el video directamente al señor USA).

—Eso es jugar sucio —carraspeó e hizo una mueca por el amargo en su boca.

—It's not just because of the request he made to me —(No es solo por el pedido que me hicieron), dictó—. It is for your sake... because if something happens to you... the country will fall too —(es por su bien… porque si algo le pasa… el país caerá también).

 

Fuertes palabras, Ecuador las sintió como una daga, porque era verdad. Si él desaparecía, su territorio pasaría por una catástrofe, y sinceramente no estaban en las mejores condiciones para afrontar algo así. Si moría, su gente también lo haría. Suspiró antes de maldecir al aire. Intentó simplemente hallar una buena excusa para que la amenaza no le afectara, pero… fue inútil.

Al final aceptó quedarse en zonas de paz.

Sin embargo…, no tuvieron en cuenta que los de la prensa no eran los únicos con posibilidad de filmar tal hecho.

El video se subió a internet, y a pesar de que lograron darle de baja rápidamente, USA y Canadá lograron verlo, guardarlo como evidencia.

Muchos sucesos se dieron después de eso, siendo los más importantes la presión al gobierno porque su country fue atacado en las manifestaciones, el hecho de que USA pusiera el grito en el cielo e intentara por todos los medios ir a tierras ecuatorianas. El gringo hasta llegó al punto de pedir ayuda a ONU, quien finalmente tuvo que actuar para poder calmar aquellas protestas.

Fueron unos días muy agitados de verdad

Pero se logró al menos una derogatoria y el final de tanta violencia.

Pero las consecuencias seguirían ahí.

 


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