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Gigantomaquia por adanhel

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-¡ROZAN SHÔ RYÛ HA! (Supremacía del Dragón Ascendente de Rozan)

Canalizando todas las fuerzas de su cuerpo, el ataque del Santo de Dragón alcanzó con todo a Ladon, el Dragón de Cien Cabezas, y lo lanzó contra una columna de piedra de la caverna.

-¡Huye, Mei!–dice nuevamente Shiryû a su hermano.

-No mueras, Shiryû.

-Yo iré después. Lo prometo.

Aceptando con la cabeza, Mei salió por una gran salida con rocas puntiagudas – la cavidad bucal de una fiera colosal – rumbo a un corredor que lo llevó aún más profundo, en las entrañas de la Tierra.

Shiryû concentró su Cosmos hasta no oír más los pasos de Mei, conduciéndolo enseguida en la dirección del enemigo. Varios pedazos de columna de roca, tan grandes que serían necesarios dos brazos para envolverlos, son destruidos, reducidos a polvo y se suman como partículas por el aire.

-¿Qué...?!–ante el sonido inusitado de las piedras siendo trituradas, el Santo ciego asume posición de defensa.

-Tú eres el Santo de Dragón...

-¿Por qué hablas como si me conocieras?

-Porque te conozco desde cuando las estrellas nacieron en este Universo.-responde el monstruo, revelando su cuerpo tenebroso. Su Adamas, con nebulosas de estrellas multicolores, emite el de brillo de ópalo del color de las tinieblas.–Mi nombre es Ladon, el Dragón de Cien Cabezas.

-¿Qué...?–Shiryû retrocede, vacilante.-¡Nunca enfrenté a un enemigo con un Cosmo tan poderoso, tan avasallador! Y no es solo eso...

-Yo también siento tu Cosmos, Shiryû.

-Tu Cosmos es igual al mío...–balbucea Shiryû, perturbado delante de las sensaciones provocadas por la presencia de Ladon.

El Cosmos del monstruo tiene el mismo tono, la misma resonancia del suyo.

-Yo la conozco. Conozco la estrella de tu destino.–afirma Ladon.

-¿Mi estrella...?

-La Estrella Celestial del Dragón.

Al oír esas palabras, Shiryû recuerda una antigua fábula. Ladon es el nombre del monstruo de la mitología griega, el Dragón que nunca duerme, guardián de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides, situado en el umbral entre el día y la noche.

-Según las leyendas...–dice Shiryû para sí.-Ladon fue elevado a los cielos... ¿pero cómo es posible?– reacciona el joven, perplejo.-Entonces, ¿estamos protegidos por la misma constelación?

-Los humanos divisan las estrellas de los humanos.-explica el monstruo.–Los Gigas divisan las estrellas de los Gigas. Tú y yo tenemos los mismos destinos estelares, pero bajó la protección de dioses diferentes. Somos, por tanto, enemigos naturales... inevitablemente obligados por el destino a enfrentarnos. Por eso deje que Mei se fuera. Aquel humano frágil que fue marioneta de mi padre ya fue derrotado por mí. Él está ciertamente herido, es un inútil agonizante. Jamás conseguirá llegar al punto más profundo de este Templo subterráneo, la transición entre Gaia y el Tártaro.

-¿Entonces estás diciendo que dejaste a Mei huir?

A pesar de ser alcanzado por el Rozan Shô Ryû Ha, el Cosmo de Ladon se eleva aún más.

-Dime, Santo del Dragón. Por lo que estoy viendo, tú no puedes ver. ¿Athena es vil al punto de otorgar un Traje Sagrado a guerreros en esas condiciones?

-Sé que me subestimas por no poder ver, está bien. ¡Pero no admito que ofendas a Athena! ¡Si mi alternativa fuera temblar frente a la ceguera y abandonar mi orgullo de guerrero, prefiero mil veces una muerte digna!

-Silencio, humano. Inteligencia al servicio de artimañas rastreras, raza forjada en la mentira y la falsedad. La guerra entre los Gigas y los humanos no necesita razones.–proclama Ladon.–La batalla entre los dioses, dotados de la Gran Voluntad, es una guerra absoluta, en busca de la única verdad que existe en el universo, y, Shiryû, basta un guerrero para cumplir el destino de nuestra constelación.

-Tú y yo nacimos bajo la misma estrella...

-Tú, Shiryû, Santo de Dragón.

-Y tú, Ladon, el Giga con el nombre del Dragón.

-Vas a morir. No necesitamos de motivos. Tu existencia es desagradable.

Pero Shiryû no se deja derrotar tan fácilmente. Gracias al Traje Sagrado bajo la protección de la sangre de Athena, el Santo es capaz de romper el “temor” del dios de los Gigas, convirtiendo su lealtad a la diosa en fuerza.

-Quienes deben morir son los dioses malignos como Typhon, que bloquea al mundo con cenizas. Yo, Shiryû, voy a inflamar mi alma para luchar por Athena y por la paz en la Tierra.

-Vas a morir.–insiste Ladon, poniendo los pies en la tierra.–¡Y yo voy a devorarte!

El brazo derecho de Adamas, representando la cabeza del Dragón maligno, suelta un rayo de luz que atraviesa la caverna. Se escucha el sonido de algo resonando, seguido por el estruendo del desmoronamiento de la pared atrás de Shiryû.

La onda de choque, idéntica a la que atravesó a Nicole, fue desviada por el Santo de Dragón.

-Ese escudo...–Ladon observa el escudo que repele el mal.

-Dicen que la Gran Cascada de Rozan está formada por polvo de estrellas de la Vía Láctea que cayó del cielo.–describe Shiryû.–El Traje Sagrado de Dragón permaneció en reposo en el lecho de esa cascada, bañado por el peso aplastante de las aguas de estrellas desde los tiempos inmemoriales. Por eso el escudo de la Constelación es el más resistente de los escudos.

-No me digas... Un escudo de Dragón.

Sin más, Shiryû atacó, haciendo de su propio cuerpo su arma.

-¡ROZAN RYÛ HI SHÔ! (Dragón Volador de Rozan)

Pero el gigantesco cosmos de Ladon repele al Santo, golpeándolo contra el suelo.

-Recibí este poder, este cuerpo, de mi padre. Un ordinario humano como tú jamás podrá tocarlo.–Ladon mira a Shiryû con desprecio.

-Un simple movimiento de defensa...–dice Shiryû.-y por el dolor parece que todos los huesos de mi cuerpo están quebrados... ¡Que cosmos asombroso tiene ese Giga!

-No tanto, parece que necesitaré de algún esfuerzo para romper la defensa de ese escudo de Dragón.

Shiryû salta hacia atrás, procurando establecer una buena posición de lucha.

-¿Tienes miedo de mí? Por qué tu alma será devorada apenas te pongas delante de mi señor, será mejor para ti morir aquí mismo.

Shiryû siente el Cosmo de Ladon expandirse continuamente, en todas las direcciones.

-¡Sé envuelto por la destrucción!–grita el monstruo.-¡POLIORKIA! (Asedio)

Una declaración de destrucción, auto-suficiente, desprovista incluso de la intención de matar. Una visión poderosa invade el mundo sin luz de Shiryû. Nada importa de ahí en adelante: el escudo, el Traje Sagrado, ninguna defensa que conozca, ninguna defensa por conocer. Solo hay imágenes tinieblas.

-Una pesadilla... ¿este es mi futuro...?–piensa el Santo.

Un Dragón tenebroso, en forma de un pez abismal, devora el espíritu Shiryû, quien suelta un grito horrorizado.

-¿Será que fue demasiada maldad aplicar una ilusión en la mente de un ciego? –le pregunta Ladon a Shiryû, quien permanecía paralizado.–Humph. Enloqueció al ver el futuro en el cual es devorado. Cómo es frágil la conciencia humana. No debe estar oyendo más mi voz. ¡Pues bien! Ahora es el turno de darle un fin a su cuerpo y a su Cloth.

Ladon lanza una onda de choque igual a la que había atravesado el corazón de Nicole, pero Shiryû consiguió bloquear el ataque con su escudo.

-Shiryû, ¿aún tienes fuerzas para mover los brazos después de que tu espíritu fue destrozado por el dragón maligno del Poliorkia?

-Ladon... tú dices que los humanos son frágiles. Es verdad. El cuerpo es débil y el espíritu más aún. Pero las personas pueden volverse más fuertes a través de otros. Pueden luchar por los amigos, por aquellos en quienes creen.

-Je, je, je.–el monstruo se ríe de las palabras del Santo.

-¡Ese sentimiento humano es mucho más fuerte que ustedes, Gigas, que solo se limitan a obedecer por temor de Typhon!

Con eso, Shiryû se quita la Cloth de su constelación, despidiéndose de su propio Traje Sagrado.

-Sin duda enloqueciste bajo el efecto de las ilusiones del Poliorkia.-concluye Ladon.

-Ahora que sé que tu ataque alcanza el espíritu, el traje es innecesario.–declaró el Santo.

Un dragón aparece en la espalda de Shiryû en el momento en que se quita la Cloth.

-¿Un tatuaje...?

Pero no es un tatuaje. El dragón ascendente surge en la espalda de Shiryû cuando su Cosmos alcanza su punto culminante.

-El dragón siempre derrota a su enemigo.–afirma el joven.– Aunque para eso mi alma tenga que quemarse por completo.

Su energía vital se vuelve flameante. Apenas los verdaderos dragones son envueltos en ella.

-Antes de eso... esta vez, voy a devorar tu alma. ¡Voy a extinguirla!

-¡Quién va a ser extinto eres tú, Ladon, tú, dragón maligno!

El dragón ascendente adopta como morada el puño de Shiryû, cuyo Cosmos alcanza el límite máximo.

-Destrúyete... ¡POLIORKIA!

-¡ROZAN SHÔ RYÛ HA!

Shiryû no puede ver, pero percibe que el Cosmo del Giga Dragón de Cien Cabezas, que se mostraba tan poderoso, desaparece en aquel momento.

-Yo... derroté... a Ladon...–el Santo Ciego se arrodilla, agotado. Fue casi un milagro que haya conseguido lanzar el último Rozan Shô Ryû Ha.–Fue Athena quien me dio fuerza... mis amigos, mis hermanos...

Con eso, el cuerpo de Shiryû cae hacia el frente.

Antes de perder la conciencia se preocupa por el cosmos de sus compañeros, sintiendo, aunque débilmente, el de Seiya y Hyôga. Más al fondo, en las profundidades, consigue sentir el Cosmo de Shun.

-¿Dónde estás, Mei...?–las palabras de Shiryû suenan como las de una persona en delirio, pero por más que lo intenta, no consigue sentir el Cosmo de Mei.-¿Por qué no puedo sentir dónde está el Cosmos de mi hermano... sangre de mi sangre? Mei...

Shiryû usa sus últimas fuerzas para estirar el brazo. En la tentativa de buscar a su hermano, pierde los sentidos y cae.

***

-¡Seiya!

La voz de Mei trata de hacer que Seiya recupere un poco la conciencia. Su visión esta nublada, no consigue enfocar nada. Tal vez su cerebro lo estaba anestesiando. Siente mal las piernas, destrozadas por la espada de Chimaira, la Bestia Pluriforme.

-Tus piernas... luchaste con un Giga hijo del dios, ¿no es así?

-Ah, fue fácil.

-Je, je. Si consigues exultar así, entonces estoy seguro.-dice Mei

-Si no hubieres hecho la locura de invadir solo el escondite de Typhon...

-Está bien, fue error mío.

-Sin ti y tu Cloth, Typhon...

-Entonces el oficial mayor ya te contó...–Mei hizo una pausa antes de continuar.-Nicole murió.

-¿Qué?

-Mi obligación de Santo es cumplir la misión no concluida de él. Me gustaría cuidar de ti, pero necesito ir donde está Typhon.

-Ve. No te preocupes por mí.

Mei deja a Seiya con cuidado en el suelo, se levanta y corre sin mirar atrás.

Aún entorpecido, prácticamente inconsciente, Seiya intenta captar el cosmos de Mei, sin éxito. Solo consigue sentir, levemente, el de Shiryû, Hyôga y Shun.

-¿Por qué, Mei? Acabas de pasar por aquí y no hay señal de tu cosmos.

Seiya intenta llamarlo, pero no tiene más fuerzas para decir el nombre de su hermano.

***

-¡Hyôga!

Al oír la voz de Mei, Hyôga levanta su rostro lo más que puede.

-Un Santo de tu nivel... en ese estado tan horrible...

-No mires. Son heridas resultantes de mi inmadurez.– Hyôga esconde, avergonzado, los brazos cortados por Orthos, el Maléfico Can Bicéfalo.-Pero Mei, tú estás bien y con eso basta. Sin ti y tu traje, Typhon...

-Hyôga... ¿qué piensas de nuestro padre?

-¿Por qué me preguntas eso en un momento como este?

El joven no consigue entender las verdaderas intenciones de su hermano.

-¿Quién era, para ti, el hombre llamado Mitsumasa Kido?–insiste Mei.

-El hombre que yo odiaba.-responde Hyôga.-Pero eso cambió... mi madre decía que él era una persona maravillosa, que se empeñaba en la paz del mundo. Yo nunca entendí. Ahora... yo no consigo explicarlo bien con palabras... pero, a medida que fui luchando con Athena, con mis amigos, con ustedes, mis hermanos... a medida que fui percibiendo el destino de mí estrella... Mitsumasa Kido se sacrificó por la misión que le fue impuesta por su destino. Estoy cada vez más tranquilo con relación a eso.

-Gracias, Hyôga.

-¿Por qué me estás agradeciendo?

-Tengo que irme. Voy tras Typhon. Voy a sellarlo.-despidiéndose de Hyôga, Mei desapareció de su vista, descendiendo rumbo al punto más profundo de la morada de Typhon.

Hyôga se irritó consigo mismo por su estado actual, incapaz de mover al menos un dedo como le gustaría, y miró los alrededores en busca de alguien. Pero aunque el Santo siente, aunque sea mínimamente, el cosmos de sus otros hermanos, no hay señal del de Mei, con quien acaba de hablar.

-¿Por qué?–el silencioso guerrero de hielo se adormece, llevándose consigo la extraña duda que le surgió.

Notas finales:

Para compensar los atrasos que he tenido con la publicación, el domingo publicare los dos capítulos finales, para que no deban soportar la espera del "que pasara después". 

Luego, tal vez en una o dos semanas que lo tenga listo, comenzare con la publicación de los otros relatos adicionales que autorizo Kurumada, de otro autor, según creo recordar.  


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