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Gigantomaquia por adanhel

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El altar maligno de tierras extrañas que aprisiona a la mujer serpiente embarazada se estremece. El “Capullo del Tiempo” que envuelve a Echidna se puede romper en cualquier momento.

Un viento sopla...

-Orthos.–llama Typhon.-Chimaira... Ladon…–Typhon engulle algo.

Algo que se asemeja a vestigios del cosmos de otros, reducidos a llamas de auras, transportados por el viento huidizo, son succionados por las narices de Typhon dentro de su cuerpo.

-No necesito más de Gigas viejos como mis queridos hermanos.-la lengua negra atraviesa los labios.-Tampoco necesito de los hijos Gigas que hice nacer por pura diversión. Basta que yo esté aquí. Soy la prueba de que los Gigas vivieron.–completa, siguiendo ácidamente.-Eres un Santo de Athena.

Haciendo arder aún más las llamas de la mitad derecha de su cuerpo y haciendo correr más y más los relámpagos de la mitad izquierda, el aún durmiente dios de los Gigas se voltea para atrás.

–¿Lo viste, Mei? Voy a devorarte.

-¡Shun!

El Santo de Andrómeda, que sacrificó su única arma de ataque para transmitir a Athena la localización de los Gigas, está amarrado a una columna del Templo. No parece estar consciente. No hay nada incluso que confirme que está vivo.

Aunque lo esté, ciertamente está sin fuerzas por causa del campo de Flegra, al no haber recibido la Sangre de Athena. Es un Cosmos prácticamente apagado por la tempestad de Typhon.

-Hasta que llegaste, Mei, mi marioneta.

El dios asimétrico, vestido con el Adamas de ónix del color de las tinieblas, encara al frágil humano con desprecio. Están en una gran gruta, mayor que el Templo sellado bajo el Monte Etna: la “Morada de Typhoeus”.

Sobre el altar de tierras extrañas, está clavada una mujer.

-¿Esa de allí es Echidna?–Mei traga en seco delante de la visión bellísima y al mismo tiempo horrenda del cuerpo de la mujer. Parece la broma de mal gusto de un dios vil. ¿Sería ella una víctima?

La mujer tiene cabellos negros y suaves, la piel sedosa, los senos redondos como una diosa de la fertilidad y la cintura espigada un cuerpo femenino impecable, pero su mitad inferior fue transformada en serpiente.

-¡El Calabozo del Tiempo Estancado...!

Mei sabe el nombre del sello, por eso puede imaginar lo que va a ocurrir. Aquel “Capullo del Tiempo” no se puede romper. La mujer serpiente, forzada a cargar el destino de Echidna, no debe despertar. Ella está embarazada: trae en el vientre algo que no debe ser engendrado.

-Echidna...

-Mi forma femenina. La última mujer Giga. Está embarazada de mi verdadero cuerpo carnal. Echidna en breve va a despertar.

-No lo permitiré.-Mei avanzó en dirección del gigantesco cuerpo de Typhon, que se levantaba sobre el vacío entre Gaia y el Tártaro.

Una centena de serpientes lamieron su cuerpo cuando el ventarrón pasa por él. Los Cabellos Plateados se agitan para atrás. Pero Mei no tiene el “temor”.

-¿Tienes la protección de la sangre de Athena?–Typhon, con la lengua negra afuera, produce un sonido incomodo de viento con sus dedos de la mano izquierda.

-La Redoma...

-El Campo de Llamas Terrenales es ahora dispensable.

Typhon inspira hondo y absorbe, por la nariz, toda la energía que había usado en el campo de fuerza. La tenue luminosidad se disipa y una oscuridad absoluta ocupa todos los espacios de la caverna. El único punto luminoso ahora es el halo de llamas y relámpagos del propio Typhon.

Solo su cuerpo divino ilumina el Templo Subterráneo.

De ese ángulo Typhon parece aún mayor. ¿Será una ilusión provocada por la luz? Su figura colosal personifica nítidamente el “temor” de encontrarlo en esta Tierra Sagrada de los Gigas.

Mei camina en dirección al Templo.

-Cada vez que me aproximo a ti usando el Traje Sagrado...

-A cada paso que das, a cada ocasión que me contemplas...

-Lo recuerdo.

-Lo recuerdo.

-El dios de los Gigas.

-Guerrero Sagrado de Athena.

-Siento el hedor de la sangre podrida de Athena.

-Y yo escucho la voz de Athena de tiempos antiguos.

-Está molestando. Tira ese Traje Sagrado mancillado.

Un momento muy breve, formado por ataques y defensas de alta velocidad, rompiendo el propio Templo. Un instinto asesino, oscuro y calado, recorre la atmósfera en todas las direcciones. Los hilos de Orichalcum disueltos en las tinieblas son incinerados por el hemisferio derecho de Typhon y destruidos por el hemisferio izquierdo.

El dios de los Gigas balancea las manos para que las llamas alcancen la roca y los relámpagos toquen el techo, las paredes y el piso del Templo, quemándolos; golpea el piso con el pie para provocar ventarrones y con eso ondas de vacío corren enloquecidas por el aire.

No hay técnicas o habilidades, solo un poder divino capaz de estremecer los cielos.

Agitando los grandes escudos de sus dos brazos, Mei consigue esquivar dos ataques del dios Giga.

-Mei, mi marioneta. Me estoy divirtiendo. Al final, no eres tan fuerte.

Aunque aún incompleto, Typhon es un dios. Un frágil humano jamás podría igualar su fuerza.

-Mei, mi marioneta. Esto es divertido.

-¿Cuál es la gracia?

-Ahora tú eres solo una constelación sin estrellas, recordando la sangre amalgamada a ese traje manchado... tú eres marioneta de Athena.

-No soy una marioneta.

-¿Cuál es la diferencia entre Athena y yo? Yo guío por el temor, Athena esclaviza por el amor. Los guerreros de los dioses, escogidos por las estrellas, luchan y dan la vida por la Voluntad Divina.

En ese momento, Typhon exhala su energía vital. Mei es lanzado contra una pared por el poder liberado en todas las direcciones, llevando consigo sus escudos y toda su Cloth. Los ojos de Typhon brillan más intensamente en la oscuridad, encarando a Mei.

La mirada maligna se fija en sus piernas, creando una onda de destrucción asesina. Mei pierde el habla. Su pierna izquierda está quebrada.

Peor: fue arrancada del cuerpo.

-¿Qué me dices? ¿Aún serás soberbio diciendo que no eres una marioneta?-ironiza Typhon a Mei.

Apoyando en la pared, Mei permanece en pie con la pierna que le resta y mira el muslo de la pierna izquierda que ya no tiene.

-¿Que ocurre con mi cuerpo?–se pregunta el joven.-¿Por qué no sangra casi nada?–de hecho, la débil hemorragia no parece proporcional a la gravedad de la herida.

–En la batalla que enfrentaste antes de venir aquí fuiste derrotado, perdiste bastante sangre y saliste casi muerto. O muerto.-el monstruo se refiere a la lucha con Ladon, el Dragón de Cien Cabezas.

-Yo fui un tonto y me precipité. Perdí.-recuerda Mei.-Sin duda sangré mucho en aquel enfrentamiento, pero aun así tuve fuerzas para testificar la muerte de Nicole y, animado y salvado por el cosmos de mis hermanos, Shiryû, Hyôga, Seiya y Shun, y bajó la protección de la sangre de tiempos antiguos de Athena, conseguí llegar al final delante de ti, Typhon, para cumplir el destino de la Cloth de Cabellera de Berenice.

-Los frágiles humanos mueren al perder un tercio de su sangre.-continúa el dios de los Gigas.–Pon la mano sobre tu corazón. Siente tu pulso.

Mei no consigue creerlo: no hay señal de pulsación o latidos cardíacos.

-Un ser humano que habla después de perder toda su sangre... si no eres una marioneta, ¿que eres entonces?

-Una constelación sin estrellas y la memoria de la sangre divina amalgamada en un traje maculado.

-Eres una marioneta de Athena.

-Mi voluntad se debe estar evaporando mientras digo estas palabras. Mi Cosmos...

-Llegó la hora. El tiempo se termina.

 


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