Ryeo sollozó, su placer combinado inundó los sentidos de SiWon hasta el punto de abrumarlo. Se sentía tan bien que cada empuje de su polla se sentía como un pequeño orgasmo. Simplemente estaba distante de los ruidos bajos y animales que salían de su garganta cuando golpeó en Ryeo con la urgencia que nunca había sentido en su vida, el acto se volvió más carnal y puro instinto.
Con sus mentes conectadas, era natural cronometrar perfectamente cada empuje para satisfacer al hombre que estaba debajo de él, y en poco tiempo, Ryeo se venía, se venían, envueltos uno alrededor del otro en un fuerte abrazo.
SiWon se derrumbó encima de él, temblando con todo su cuerpo y respirando con dificultad, su mente perezosa y aturdida de placer. Solo tenía la mentalidad de hacerlos rodar hacia los lados, pero Ryeo hizo un sonido de protesta, aferrándose a sus hombros.
-No me dejes.
Susurró.
SiWon abrió los ojos y miró fijamente el cojín del sofá.
Como si solo se diera cuenta de lo que había dicho, Ryeo se tensó debajo de él antes de empujarlo.
-Suéltame, gran zoquete.
SiWon se puso de pie y buscó su ropa descuidadamente desechada, aun sintiéndose más que un poco sacudido.
Comenzó a vestirse, sin mirar a Ryeo mientras trataba de recuperar el equilibrio. Se puso los pantalones y caminó hacia el espejo con el resto de su ropa.
SiWon hizo una mueca, mirando las marcas de uñas en sus brazos y espalda.
-Parece que tuve una pelea con un gato salvaje.
Comentó, deslizándose en su camisa y abrochándola.
Detrás de él, Ryeo se burló.
-Parece que fui atacado por uno, así que estamos parejos.
Enganchando su corbata alrededor de su cuello, SiWon se dio la vuelta y encontró a Ryeo frente al otro espejo. Él estaba tratando de hacerse presentable y en gran parte fallando. Su cabello plateado parecía un desastre, su mandíbula y su cuello cubiertos de marcas rojas que SiWon no podía recordar haberle dejado.
-Es por eso por lo que deberías ponerte una corbata.
Dijo SiWon, caminando hacia él.
Ryeo le hizo una mueca en el espejo.
-La uso, cuando tengo que hacerlo.
SiWon le dio la vuelta y, quitándose la corbata, comenzó a atarla al cuello de Ryeo.
Las cejas de Ryeo se pellizcaron.
-No llevo corbatas blancas.
Dijo después de un momento.
SiWon no apartó la vista de la tarea en cuestión. No dejó que sus dedos rozaran la piel cremosa, a pesar de que le picaban. Fue muy desconcertante. Acababa de tener un orgasmo muy satisfactorio, fácilmente el más satisfactorio de su vida.
-Ahora lo haces.
-El color blanco no me conviene.
-Lo hace - dijo irritado, reprimiendo las ganas de decir que cualquier cosa era adecuada para Ryeo. - Simplemente te gusta ser contrario.
Ryeo levantó la barbilla e involuntariamente atrajo los ojos de SiWon hacia su boca hinchada y bien besada.
-No quiero ponerme nada tuyo.
SiWon le dio una mirada plana.
-Te niegas a usar mi corbata, pero acabas de tener mi polla en ti.
Ryeo lo fulminó con la mirada, sus mejillas enrojecidas ligeramente.
-Fue un error. Un momento de locura.
El estómago de SiWon se apretó.
-Una rara ocasión en la que estoy de acuerdo contigo.
-Bien - Ryeo cruzó los brazos sobre su pecho. - Ahora vete. No quiero volver a verte en mi casa.
-No importa lo que quieras. Me sorprendería mucho si tu hermano me permite entrar después de lo que sucedió hoy.
Las cejas de Ryeo se fruncieron. Le lanzó una mirada que SiWon no pudo descifrar. La falta de conocimiento fue... discordante después de que sus mentes se fusionaron hace poco.
El recuerdo hizo que SiWon frunciera el ceño. Lo que habían hecho era irresponsable. Peligroso. Debería haberlo sabido mejor. Él lo sabía mejor. Independientemente de lo bien que se había sentido en ese momento, fusionar mentes de tal manera era increíblemente arriesgado.
Las fusiones telepáticas no controladas se consideraron ilegales en la mayoría de los mundos de la Unión de Planetas por una razón. Por una muy buena razón.
-Me tengo que ir - dijo SiWon, mirando el reloj. Ya había perdido suficiente tiempo en una visita innecesaria. - Intenta llegar a una explicación creíble para tu hermano.
-Deja de decirme qué hacer.
Dijo Ryeo con amargura, mirando a cualquier lado, excepto a él.
SiWon se dio la vuelta para irse, pero se detuvo y lo miró. Se sentía... agitado, desequilibrado, y no sabía por qué. El sentimiento era tan poco familiar como incómodo.
-Arregla tu cabello.
Ryeo solo lo miró y no dijo nada, sus brazos aún cruzaban sobre su pecho.
Al darse cuenta de que estaba buscando una excusa para quedarse, SiWon se dio la vuelta rápidamente y se dirigió a la puerta, enfurecido por su propio comportamiento. Patético. Era una buena cosa que su vínculo inexistente pronto se rompería oficialmente y él no tendría ninguna razón para estar cerca de Ryeo. Estar atado a Roseanne parecía más atractivo por segundo.
Cualquier cosa era mejor que esta repugnante falta de pensamiento racional y autocontrol.
-¿Qué les dijiste?
Dijo Ryeo antes de que pudiera llegar a la puerta.
SiWon se detuvo de espaldas a él.
-¿A quién?
-Cuando has solicitado la disolución del vínculo - La voz de Ryeo era muy dura. - ¿Qué mencionaste como la razón?
-Incompatibilidad mental fundamental.
Una risa áspera salió de la boca de Ryeo.
-Nadie creería que esa es la verdadera razón. Todos saben lo poco que piensas de mí.
SiWon frunció los labios. Quería estar en desacuerdo. Excepto que sabía que Ryeo tenía razón. Aunque nunca había tratado a Ryeo con nada más que cortesía en público, las personas no eran idiotas.
Su animosidad mutua era ampliamente conocida. SiWon no tuvo tiempo de verificar la reacción de los medios ante las últimas noticias, pero tenía pocas dudas de que las columnas de chismes debían tener un día de campo.
Su petición para la disolución del vínculo estaba lejos de ser la única, pero era fácilmente el caso más prominente que existía. Los más escandalosos. Y, por supuesto, lo que más sufriría sería la reputación de Ryeo, no la suya.
El pensamiento era... desagradable.
-Todos saben lo poco que piensas de mí -dijo SiWon. - Así que úsalo. No te humillarán si no actúas humillado.
Y él salió de la habitación, tratando de librarse de la sensación de incomodidad y maldad debajo de su piel.
No había nada malo. Todo estaba procediendo como debía.
Después de meses de arduo trabajo, ahora no era el momento de empezar a tener dudas.