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La Piedra del Matrimonio por ShiroHibari

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Notas del capitulo:

 

Harry sintió que la sangre huía de su rostro, a la vez que veía cómo Snape se quedaba sin palabras, los ojos muy abiertos.

– ¿Qué? –preguntó el Maestro de Pociones, mirando de Dumbledore a McGonagall y por último a Hooch. Para horror de Harry, las dos profesoras asintieron, aparentemente con cierta repulsa.

– ¡Snape! –exclamó Ron con desmayo.

– ¡Pero es imposible! –protestó Harry, mirándoles como si hubiesen perdido la cabeza. Molly y Arthur no parecían particularmente satisfechos, pero ni de lejos tan molestos como Harry había supuesto que estarían.

Dumbledore miró a Harry con el ceño levemente fruncido:

– ¿Por qué debería ser imposible? Me doy cuenta de que tú y el Profesor Snape no os lleváis del todo bien, pero eso es un caso habitual en estas situaciones. Ya lo superaréis. Es una pareja excelente. Sois iguales en poder y habilidad… O lo series cuando acabes tus estudios, Harry. Y hasta que lo logres, desde luego Severus es perfectamente capaz de defenderte de cualquier amenaza. Además tenéis más en común de lo que parece, y…

– ¡Pero es un hombre! –interrumpió Harry, preguntándose si el Director se había vuelto completamente loco.

Dumbledore pareció un poco descolocado ante este comentario. Hermione se acercó a su amigo:

–Ese es un prejuicio muggle, Harry –le susurró– No se traslada al mundo de los magos… Los matrimonios de vínculo mágico son legales entre dos adultos que consientan, de cualquier género o especie.

– ¿De veras? –Harry se giró para contemplarla con ojos desorbitados por la sorpresa. Nunca lo había pensado a nivel personal, no tenía ningún prejuicio sobre la homosexualidad… aunque tampoco recordaba ninguna situación que le hubiese formarse una opinión al respecto. Pero que el mundo de los magos no tuviese prejuicio contra…– ¡Especies! –exclamó, dándose cuenta de lo que Hermione acababa de implicar.

– ¿Nunca te has preguntado de dónde vienen los centauros? –repuso ella con un leve encogimiento de hombros– Con semejantes antecedentes, pocas parejas pueden llamar la atención de los magos.

– ¡No voy a casarme con Potter! –anunció Snape antes de que Harry pudiese añadir más.

–Por favor, Severus, no te exaltes –trató de calmarle Dumbledore– Es una excelente pareja, y además resuelve muchísimos problemas, el primero de los cuales sería que el encontrar alguien apropiado entre ahora y mañana por la mañana es sumamente improbable.

– ¡Buena pareja! –Gruñó Snape– Dejando de lado el hecho de que no nos soportamos, ¿ha olvidado cual es mi OTRO trabajo?

Harry casi se lanzó a la defensa de Snape. ¡Exacto! Snape no podía casarse con Harry y ser espía al mismo tiempo. Sería proclamar bien claras sus lealtades. No obstante, calló, sabiendo que su ayuda sería menos que bienvenida por parte del profesor de pociones.

–Desde luego que no vas a poder seguir fingiendo ser un leal Mortífago –admitió Dumbledore amigablemente– pero de todas formas tenía pensado hablarte al respecto: se ha vuelto demasiado peligroso. Si Voldemort no os hubiese enviado a ti y a Lucius a investigar ese pequeño rumor que me saqué de la manga la primavera pasada, habrías muerto en la batalla con los demás.

Los ojos de Harry se desorbitaron al oír esto. No se le había ocurrido siquiera cómo era posible que Snape hubiese logrado ser creíble como espía al tiempo que se mantenía alejado del campo de batalla. Se estremeció repentinamente al darse cuenta de que, además de los Mortífagos convencidos, podría haber sido responsable de la muerte del profesor Snape la pasada primavera. Y aunque no sentía gran aprecio por él, tenía que admitir que admiraba el valor y coraje del hombre, por no mencionar su fidelidad inquebrantable hacia Dumbledore pese a la vida infernal que tenía que soportar como espía.

–No –insistió Dumbledore– Ya es hora de sacarte del campo de batalla, Severus. Te necesitamos aquí, con nosotros. Y de esta forma estaremos seguros de tener un miembro leal a la Orden del Fénix junto a Harry, protegiéndole.

– ¡Albus! –protestó Snape horrorizado.

Dumbledore se levantó súbitamente, tomando a Snape del brazo y llevándole a un lado del cuarto para hacer un aparte con él, en voz baja. Ron y Hermione aprovecharon para comentar las cosas con Harry en quedos susurros.

–Esto es una locura –protestó Ron– ¡No pueden estar considerando seriamente casarte con ese cretino grasiento!

Harry le miró desesperado, con un punto de pánico. ¿Qué diablos podía hacer? Parecía que estuviese decidiendo quién le iba a matar antes: Si no se casaba con Snape, Voldemort le iba a matar. Si lo hacía, probablemente su flamante esposo lo hiciera en su lugar. Por no mencionar la reacción de los demás Gryffindor y Slytherin… Nunca había pensado seriamente en el matrimonio, pero siempre había creído que si llegaba a la edad adulta, se enamoraría como sus padres lo habían hecho, se casaría, tendría una familia. La idea tenía su encanto. Pero ahora tendría que pasar el resto de sus días atrapado con Severus Snape, el profesor más odiado de Hogwarts. Sería como tener una clase inacabable de Pociones durante el resto de su vida.

–Harry, no podemos permitirlo –dijo Hermione, mirando resignada a Ron.

Ron, repentinamente pálido, asintió:

–Desde luego que no –repuso con firmeza– Somos tus mejores amigos, Harry. Cualquiera de los dos… –su voz se rompió durante un segundo, y tuvo que hacer una pausa para aclararse la voz– Cualquiera de los dos se casará contigo antes que dejarte contraer matrimonio con Snape.

Por un Segundo Harry no entendió lo que le decía su amigo, sobre todo porque aún no había digerido el hecho de que el mundo mágico no tuviese prejuicios contra el matrimonio de dos hombres. Finalmente comprendió que sus dos amigos estaban dispuestos a casarse con él, a sacrificar su propia felicidad para protegerle. Y aunque deseaba desesperadamente escapar de aquella situación, evitar el matrimonio con Snape, sabía perfectamente que no podía hacerles esto.

Lo cierto era que, lo mirase como lo mirase, su propia vida y su felicidad nunca habían sido suyas, desde el momento en que Voldemort había asesinado a su familia y le había convertido en el "Niño que vivió". Siempre se le habían negado libertades básicas, primero con los Dursleys y luego con el mundo de los Magos y su creencia de que les iba a salvar a todos. Al haber hecho precisamente eso la pasada primavera no había sino reforzado esa fe. Y no importaba qué hiciera en su vida, qué pudiese soñar o esperar, Voldemort nunca le iba a permitir tener una existencia normal. De hecho, no iba a permitir que existiese, punto. Al menos podía asegurarse de que sus amigos tuviesen una posibilidad de tener una vida normal.

–Sois mis mejores amigos –les dijo con suavidad a Ron y Hermione– Y si tengo que superar lo que sea que me prepare Voldemort, necesito a mis mejores amigos a mi lado… como mis mejores amigos. No puedo casarme con ninguno de los dos. Lo arruinaría todo.

–Harry –protestó Hermione– nunca permitiríamos que esto arruinase nada.

–Claro que no –asintió Ron– Siempre seremos tus mejores amigos. No importa lo que ocurra.

Estaba claro que debía ser más persuasivo. Les tomó las manos a ambos.

–Sois lo único en mi vida que es normal y… cuerdo –les dijo con fiereza– No puedo perder eso. Y casarme con uno de vosotros cambiaría eso. No puedo.

Los dos parecieron entenderlo entonces, y vio cómo el alivio y la culpabilidad peleaban en sus rostros.

–Pero… ¡Snape! –Protestó Ron una última vez– Y… ¿Ginny? Estoy seguro de que ella…

–No va a cumplir quince años hasta el mes que viene –le recordó Hermione– y entonces sería demasiado tarde.

–Además –añadió Harry– casarme con Ginny sería como cometer incesto con mi hermana pequeña. No creo que fuese capaz de ello –se daba perfecta cuenta de que Ginny bebía los vientos por él… Y añadir ese amor de infancia a un matrimonio de conveniencia le sonaba como una receta perfecta para el desastre. Al menos una cosa estaba clara: no habría ese tipo de equívoco entre Snape y él. Miró a través de la habitación hacia Snape, que parecía estar teniendo una acalorada discusión con el Director. Nunca le había parecido tan furioso, y Harry suspiró con cierto desespero.

Molly y Arthur, que se les habían alejado para permitirles hablar con libertad, se les unieron ahora.

– ¿Todo bien, Harry, cariño? –preguntó preocupada Molly.

– ¡Mamá, esto es horrible! –Protestó Ron– ¡No podemos permitir que Harry se case con Snape!

–Sé que no os gusta el profesor Snape –comentó ella frunciendo el ceño pensativa– pero el Director tiene razón al decir que solventa muchos problemas. Severus Snape viene de una familia muy respetable, antigua y rica del mundo mágico. La verdad es que creo que si encontrásemos una agradable jovencita para Harry, lo más probable es que el Ministro encontrase una forma de declarar la unión nula y continuar con el procedimiento de adopción de todas formas. Hay pocas familias que tengan suficiente estatus para enfrentarse a algo así. Pensé en Bill o Charlie, pero lo cierto es que no tenemos ni estatus ni dinero suficiente para contrarrestar a Fudge. Eso sí, no creo que se atreva contra Snape. Sabe que perdería.

–Pareces muy convencida de que Snape va a acceder –exclamó Ron– O de que si lo hiciese iba a molestarse en proteger a Harry. No le conoces como nosotros.

–Estoy seguro de que Severus aceptará –corrigió Arthur– Albus es sumamente persuasivo. Y sí, Severus protegerá a Harry. Si se casan, el honor le obligará a protegerle.

–Si no le mata antes –protestó Ron.

–Nunca ha intentado matarme –musitó Harry a su amigo. No podía creer que estuviese defendiendo a Snape, pero lo cierto es que el hombre había arriesgado la vida más de una vez por él. Y Dios sabía que se había puesto en peligro de muerte para sacar información de Voldemort para la Orden.

–Es muy buen partido en realidad –les informó Molly– Aunque sólo sea por el dinero.

– ¿Es verdad entonces, realmente es rico? –inquirió Hermione.

–Cielo santo, querida –río Molly– Sólo por el hecho de ser Maestro en Pociones ya sería rico… No hay empleo más lucrativo en el mundo de los magos. Pero aparte de eso, es heredero de una fortuna antigua.

–Es demasiado viejo para Harry –discutió Ron.

–Sólo tiene veinte años más que Harry –señaló Arthur como si aquello fuese lo más común del mundo. Tanto él como su esposa parecían bastante sorprendidos. Harry empezó a sospechar que había alguna información sobre el mundo de los magos que se estaba perdiendo. Esa sospecha se confirmó cuando Ron suspiró y asintió, aceptando.

Una vez más, Hermione vino al rescate:

–Piensa en lo longevos que son los magos –le susurró– Doblan e incluso triplican la esperanza de vida de un muggle. Una diferencia de edad tiene que ser al menos de sesenta a ochenta años antes de ser notable.

Asintió:

–Supongo que nada de esto importa de todas formas –suspiró Harry– Lo mismo podría casarme con Filch o con McGonagall. Tengo que casarme, huir o cambiar mi apellido a Fudge. Y como las otras dos opciones son caminos directos al suicidio, imagino que contraer matrimonio no es tan malo –su estómago se retorció sin embargo ante la mera idea. Se sentía enfermo.

Antes de que nadie pudiese añadir nada a modo de consolación la puerta volvió a abrirse y Percy regresó, atrayendo la atención de todos.

–Cualquier cosa que debáis hacer, hacedla ya –les informó– Acaban de aprobar el último documento. Fudge estará aquí en una hora para llevarse a Harry.

–Bien… No tenemos tiempo para discutir más –proclamó Dumbledore– No tenemos alternativa, ni tiempo para pensar otra solución –miró con firmeza a Snape. El Maestro en Pociones torció el gesto y desvió la mirada. Harry comprendió que Arthur tenía razón y Snape había sido persuadido. Sintió un cierto desmayo– Tenemos que solucionar esto ya –continuó Dumbledore– Percy, necesitamos tu ayuda con la documentación.

– ¿Documentación? –repitió Percy, confuso.

–Harry y Snape se casan –informó Ron a su hermano. Los ojos de Percy se salieron de las órbitas, mientras contemplaba a sus padres esperando que le confirmaran aquellas palabras.

– ¿Puedes tener listos los documentos esta misma noche? –le preguntó Arthur a su hijo.

–Por supuesto –asintió Percy tras una pausa causada por la sorpresa– Puedo colarlo con el resto de mi trabajo antes de que los registros se cierren hoy.

–Bien, entonces vamos allá –insistió Dumbledore– Harry, acércate.

Harry se levantó, sorprendido de que sus piernas le aguantasen mientras caminaba en un estado casi sonámbulo hacia el Director y el Profesor Snape. Captó la mirada que McGonagall le lanzó, una mezcla de piedad e incredulidad como si ella tampoco pudiese creer que el héroe de su casa fuese a casarse con el dirigente de Slytherin. No podía ni imaginar cómo afectaría esto al resto de su año escolar, cuáles iban a ser las reacciones de sus compañeros. Pero si no hacía aquello, iba a ser llevado en media hora hacia su propio funeral. No tenía elección. Se encontró frente al Director, junto a un Severus Snape de amargado gesto.

–Juntad las manos –les dijo Dumbledore.

Harry alzó una mano, sin poder tomar la iniciativa y tomar la de Snape. El Maestro lo hizo por él. A diferencia de Harry, Snape no temblaba, y su agarre era tal vez una pizca demasiado fuerte. Los dedos del profesor eran cálidos y Harry notó que se sonrojaba, incómodo. Era incapaz de mirarle a la cara, de afrontar el disgusto que estaba seguro adornaba las facciones del otro hombre. Todo aquello era sumamente humillante.

–Lo haremos de la forma más simple –les aseguró Dumbledore– Con el intercambio de votos será suficiente. Harry, repite conmigo: "Yo, Harry James Potter, os tomo, Severus Alexander Snape, como mi compañero vinculado, uniendo mi cuerpo, nombre, casa y poder al vuestro".

No eran palabras familiares para Harry, acostumbrado a los matrimonios Muggle, pero las repitió con cuidado, sin poder creer que nada de esto estuviese ocurriendo en realidad. Tampoco pudo creer las palabras que oyó a continuación:

–Yo, Severus Alexander Snape, os tomo, Harry James Potter, como mi compañero vinculado, uniendo mi cuerpo, nombre, casa y poder al vuestro.

–Excelente –asintió Albus, y luego extendió la izquierda, con la varita en la diestra. Con un leve gesto de varita hizo aparecer dos anillos de oro en la palma de su mano. Se los tendió. Snape tomó la iniciativa, torciendo la mano derecha de Harry para deslizar bruscamente uno de los anillos en su dedo.

–Con este anillo, os desposo –gruñó. El anillo encajaba perfectamente, demostrando la pericia de Dumbledore, pero resultaba extrañamente frío y pesado. Tomó el otro y lo puso en el dedo de Snape a su vez, con manos visiblemente temblorosas.

–Con este anillo os desposo –susurró débilmente, mientras el nudo de su estómago se tensaba más y más. Entonces recordó lo que solía seguir al intercambio de anillos en la mayoría de ceremonias.

–Yo os declaro vinculados –declaró Albus– Podéis… –tanto Harry como Snape le dirigieron una mirada asesina, silenciando cualquier sugerencia de que se besaran– Ah, sí, por supuesto –Dumbledore se aclaró la garganta– La documentación –con una floritura de varita, hizo aparecer un gran pergamino del aire– Un contrato estándar de vinculación –les informó, desenrollándolo en un lado de la mesa y acercando pluma y tintero– Si sois tan amables de firmar…

Snape dio un paso adelante y garabateó furiosamente su nombre, tendiendo después la pluma a Harry. Por un momento el chico se estremeció al ver la furia que asomaba a sus ojos. Tomó la pluma y fijó su atención en el documento, que firmó junto a la rabiosa firma de Snape.

–Molly, Arthur, por favor firmad como testigos… –pidió Albus a la pareja.

Ambos asintieron y firmaron también. Harry miró a sus amigos subrepticiamente. Sus miradas de simpatía casi le hacen llorar. Percy permanecía junto a ellos, con un gesto de incredulidad y asombro fijo en el rostro.

–Esto es todo –anunció Dumbledore. Enrolló el pergamino, hizo una copia mágica y entregó el original a Percy– Suerte, muchacho –le dijo. Percy asintió y salió de nuevo– Bueno… Creo que lo protocolario ahora sería celebrar una fiesta mientras esperamos al Ministro Fudge –comentó al grupo.

Aunque obviamente nadie estaba de humor para celebrar nada, nadie protestó cuando el Director conjuró una botella de champagne y unos cuantos canapés y dulces. Harry, dejando la bebida para los adultos, tomó una pieza de chocolate y fue a sentarse lo más lejos posible, tratando de recuperar los nervios. Ron y Hermione se situaron a ambos lados, en silencio. Se percató distraídamente de que Snape tomaba asiento justo en el punto opuesto a ellos de la habitación, mientras los cinco adultos restantes vaciaban una copa de champagne como si necesitasen el alcohol para digerir lo ocurrido.

No tuvieron que esperar mucho. Dobby entró al cabo de poco para anunciar que el Ministro Fudge había llegado y quería hablar de inmediato con el Director y Harry Potter.

–Que entre, Dobby –repuso Dumbledore. El pequeño elfo asintió y desapareció. Unos instantes después la puerta se abría para dejar paso al Ministro Fudge con dos Aurores a los flancos. Harry los reconoció a ambos: habían sido asignados al Ministro como guardaespaldas cuando finalmente el retorno de Voldemort no había podido negarse más. Fudge rara vez iba a ningún lado sin ellos ya. Su presencia hizo sentir enfermo a Harry al reforzar la seguridad que tenía de que Fudge había querido arrancarle de Hogwarts esa misma noche.

– ¡Ah, Cornelius! –Saludó Albus con una brillante sonrisa– Qué alegría de verte. Estábamos en plena fiesta. ¿Te apetece una copa de champagne?

Fudge perdió un poco su determinación, enfrentado a esta bienvenida amistosa que sin duda no esperaba. Sacudió la cabeza.

–No, no quiero champagne –sacudió un documento en el aire– He venido para tomar…

– ¡Pero por favor, Cornelius…! –Le interrumpió Dumbledore, tendiéndole una copa– ¡Estamos celebrando una boda!

– ¡Basta de intentar confundirme, Albus! –Exclamó Fudge– Estoy aquí por un asunto oficial –le tendió el documento a Dumbledore, que suspiró y lo cogió, echándole un breve vistazo al pergamino.

–Ya veo, ya veo –asintió Dumbledore, y por un segundo Fudge se permitió mostrarse triunfante– Has adoptado a Harry –continuó el director– Lo cual me parecería estupendo siempre que fuese legal.

–Por supuesto que es absolutamente legal –le espetó Fudge, y si se sorprendió ante la aparente falta de reacción por parte de Dumbledore no lo dejó ver.

–Claro, claro –le dio la razón Dumbledore– Si Harry tuviese el estado legal apropiado para requerir un tutor, lo sería sin duda. Pero teniendo en cuenta que está desposado, no creo que sea válido ya.

El gesto triunfante de Fudge desapareció de golpe y miró el champagne que Dumbledore continuaba ofreciéndole.

– ¿Casado? ¿De qué estás hablando, en nombre de Merlín?

Dumbledore le sonrió:

–Harry se ha casado –anunció– justo ahora lo estábamos celebrando­ alzó la copa de nuevo– Así que, por caballerescas que fuesen tus intenciones de rescatarle de la dudosa protección de su tío, ya es innecesario por completo.

– ¡Casado! ¿Con quién? –exigió saber Fudge girándose hace Harry, su mirada cayendo casi de inmediato en Hermione, que estaba sentada junto a él y cogiéndole la mano– Señorita Granger… Tendría que haberlo sabido. Bien, voy a solucionar esto ahora mismo. Vosotros dos vais a…

Para gran sorpresa de Harry, Snape se levantó bruscamente y cruzó la sala interponiéndose entre él y Fudge antes de que el Ministro pudiese acercarse un paso más.

–Se ha casado conmigo, Fudge –le gruñó. Levantó la diestra, con el anillo de oro relampagueando en el dedo– Y no va a ir contigo a ninguna parte. ¡Jamás!

Fudge retrocedió varios pasos, anonadado, mientras los dos Aurores que le acompañaban intercambiaban miradas de sorpresa. Fudge buscó confirmación en Dumbledore, que agitó alegremente su propio documento.

– ¿Quieres ver el certificado de matrimonio? –preguntó animadamente.

Fudge tomó el documento que se le ofrecía, palideciendo al ver las firmas.

–No podéis esperar que crea que este matrimonio es… ­hizo una pausa como buscando una palabra apropiada. Miró con odio a Snape– ¿Éste matrimonio es válido?

El resoplido que Snape dejó escapar le recordó a Harry al que soltaba justo antes de quitar una gran cantidad de puntos a Gryffindor.

–Ministro Fudge, aparte de que nuestra vida privada no es asunto suyo, no estará sugiriendo que no aprovecharía tal oportunidad cuando se me ofrece, ¿verdad?

Si no hubiese mencionado la vida privada, Harry sospechaba que podría no haber entendido lo que quería decir Snape. Tal y como lo había dicho no sólo lo comprendió, sino que Hermione y Ron también lo hicieron y los tres se sonrojaron violentamente. Snape no podía estar pensando en… A juzgar por la expresión entre embarazo y rabia que adornaba los rasgos de Fudge, sí, eso era precisamente a lo que se refería. Harry miró hacia Dumbledore y McGonagall, pero ninguno de los dos parecía turbado ante la idea. Molly y Arthur parecían avergonzados pero no preocupados, y la Señora Hooch hacía lo posible por disimular la risa.

Fudge miró con desprecio a Snape.

–No, imagino que eso sería esperar demasiado de usted, ¿no es así? –Se volvió para contemplar furioso a Dumbledore– ¡No puedo creer que hayas permitido esto, Dumbledore! ¡Dejar a Harry Potter en manos de este hombre!

Dumbledore únicamente le dirigió una sonrisa feliz y despreocupada.

–Vaya, Cornelius, no entiendo de qué me hablas. Estoy tan contento por ellos. ¿No opinas que forman una pareja maravillosa?

En ocasiones Harry creía que el Director estaba completamente desquiciado. ¿Cómo decir aquello con esa sonrisa tan alegre? Casi parecía que el hombre realmente creyese lo que decía.

Lejos de mostrar acuerdo con Dumbledore, Fudge simplemente recogió sus papeles y salió a largas zancadas de la habitación, completamente furioso. Los dos guardaespaldas le siguieron dócilmente.

–Bueno, a esto le llamo yo un trabajo bien hecho –dijo Dumbledore animadamente– ¡Has estado brillante, Severus!

Por un segundo Snape pareció casi satisfecho por el comentario de Dumbledore, hasta que captó la mirada de incredulidad que Harry le dirigía y la mueca de disgusto regresó a su rostro con mayor intensidad.

– ¿Qué ocurrirá ahora, señor? –Preguntó Harry a Dumbledore– ¿Cree que intentará algo más?

Dumbledore sencillamente negó con la cabeza:

–Creo que hemos zanjado el asunto de Fudge. No se atreverá a desafiar a Severus. Y estoy completamente seguro de que Severus puede lidiar con cualquier dificultad que le intente causar el Ministro.

No muy seguro de apreciar la idea de que su salvaguardia fuese ahora dejada en manos de Severus Snape, Harry decidió callar. Estuvo más que agradecido cuando Molly pidió que cerrasen la noche, señalando que tenían clases por la mañana. Ron se despidió de sus padres y luego dio una palmada en el hombro a Harry y Hermione:

– ¡Vamos a la torre antes de que ocurra nada más! –les dijo.

Pero antes de que pudiesen dejar la habitación, la Profesora McGonagall les detuvo:

–Lo siento, Harry –le dijo con suavidad– pero debes trasladarte inmediatamente a las mazmorras con Severus. Haré que los elfos te envíen tus cosas.

Harry se quedó sin palabras, mirándola por toda respuesta. Ron, por el contrario, saltó:

– ¿Qué? ¡No esperarán que Harry vaya a vivir con los Slytherins! Tiene que estar en la Torre con el resto de nosotros. ¡Sólo porque se haya casado con ese… ese… con el Profesor Snape, no se convierte automáticamente en un Slytherin!

–Creo que no me ha entendido, Señor Weasley –dijo McGonagall con sequedad– No digo que Harry deba trasladarse a los dormitorios de Slytherin. Va a trasladarse a las habitaciones de Severus. Están casados ahora, y aunque no solemos tener estudiantes casados en el campus, las normas son estrictas al respecto: deben residir en una casa privada en Hogsmeade, o en habitaciones personales en el castillo, no compartir dormitorios con los alumnos solteros. Sería poco decente. Así que a menos que Severus esté pensando en mudarse a Hogsmeade… –miró expectante al nombrado, que esperaba con sorprendente paciencia junto a la puerta. La expresión de sus ojos era indicativo suficiente de lo que pensaba de toda aquella situación.

–No, no tenía planes para mudarme –gruñó.

–Entonces Harry vivirá en las mazmorras –confirmó McGonagall– Ahora, fuera todos. Pese a la situación todos ustedes tendrán que actuar como estudiantes por la mañana, y las clases empiezan pronto para todos.

Ron y Hermione miraron con horror a Harry mientras éste se encogía de hombros e iba hacia Snape. Le contempló intensamente, sin saber muy bien qué esperar de él. El Maestro de Pociones simplemente resopló con disgusto, se giró haciendo revolotear su túnica y salió como una exhalación hacia las escaleras que llevaban a las mazmorras. Harry le siguió silenciosamente, con el corazón latiendo desbocado en el pecho.

 

Harry sintió que la sangre huía de su rostro, a la vez que veía cómo Snape se quedaba sin palabras, los ojos muy abiertos.


– ¿Qué? –preguntó el Maestro de Pociones, mirando de Dumbledore a McGonagall y por último a Hooch. Para horror de Harry, las dos profesoras asintieron, aparentemente con cierta repulsa.


– ¡Snape! –exclamó Ron con desmayo.


– ¡Pero es imposible! –protestó Harry, mirándoles como si hubiesen perdido la cabeza. Molly y Arthur no parecían particularmente satisfechos, pero ni de lejos tan molestos como Harry había supuesto que estarían.


Dumbledore miró a Harry con el ceño levemente fruncido:


– ¿Por qué debería ser imposible? Me doy cuenta de que tú y el Profesor Snape no os lleváis del todo bien, pero eso es un caso habitual en estas situaciones. Ya lo superaréis. Es una pareja excelente. Sois iguales en poder y habilidad… O lo series cuando acabes tus estudios, Harry. Y hasta que lo logres, desde luego Severus es perfectamente capaz de defenderte de cualquier amenaza. Además tenéis más en común de lo que parece, y…


– ¡Pero es un hombre! –interrumpió Harry, preguntándose si el Director se había vuelto completamente loco.


Dumbledore pareció un poco descolocado ante este comentario. Hermione se acercó a su amigo:


–Ese es un prejuicio muggle, Harry –le susurró– No se traslada al mundo de los magos… Los matrimonios de vínculo mágico son legales entre dos adultos que consientan, de cualquier género o especie.


– ¿De veras? –Harry se giró para contemplarla con ojos desorbitados por la sorpresa. Nunca lo había pensado a nivel personal, no tenía ningún prejuicio sobre la homosexualidad… aunque tampoco recordaba ninguna situación que le hubiese formarse una opinión al respecto. Pero que el mundo de los magos no tuviese prejuicio contra…– ¡Especies! –exclamó, dándose cuenta de lo que Hermione acababa de implicar.


– ¿Nunca te has preguntado de dónde vienen los centauros? –repuso ella con un leve encogimiento de hombros– Con semejantes antecedentes, pocas parejas pueden llamar la atención de los magos.


– ¡No voy a casarme con Potter! –anunció Snape antes de que Harry pudiese añadir más.


–Por favor, Severus, no te exaltes –trató de calmarle Dumbledore– Es una excelente pareja, y además resuelve muchísimos problemas, el primero de los cuales sería que el encontrar alguien apropiado entre ahora y mañana por la mañana es sumamente improbable.


– ¡Buena pareja! –Gruñó Snape– Dejando de lado el hecho de que no nos soportamos, ¿ha olvidado cual es mi OTRO trabajo?


Harry casi se lanzó a la defensa de Snape. ¡Exacto! Snape no podía casarse con Harry y ser espía al mismo tiempo. Sería proclamar bien claras sus lealtades. No obstante, calló, sabiendo que su ayuda sería menos que bienvenida por parte del profesor de pociones.


–Desde luego que no vas a poder seguir fingiendo ser un leal Mortífago –admitió Dumbledore amigablemente– pero de todas formas tenía pensado hablarte al respecto: se ha vuelto demasiado peligroso. Si Voldemort no os hubiese enviado a ti y a Lucius a investigar ese pequeño rumor que me saqué de la manga la primavera pasada, habrías muerto en la batalla con los demás.


Los ojos de Harry se desorbitaron al oír esto. No se le había ocurrido siquiera cómo era posible que Snape hubiese logrado ser creíble como espía al tiempo que se mantenía alejado del campo de batalla. Se estremeció repentinamente al darse cuenta de que, además de los Mortífagos convencidos, podría haber sido responsable de la muerte del profesor Snape la pasada primavera. Y aunque no sentía gran aprecio por él, tenía que admitir que admiraba el valor y coraje del hombre, por no mencionar su fidelidad inquebrantable hacia Dumbledore pese a la vida infernal que tenía que soportar como espía.


–No –insistió Dumbledore– Ya es hora de sacarte del campo de batalla, Severus. Te necesitamos aquí, con nosotros. Y de esta forma estaremos seguros de tener un miembro leal a la Orden del Fénix junto a Harry, protegiéndole.


– ¡Albus! –protestó Snape horrorizado.


Dumbledore se levantó súbitamente, tomando a Snape del brazo y llevándole a un lado del cuarto para hacer un aparte con él, en voz baja. Ron y Hermione aprovecharon para comentar las cosas con Harry en quedos susurros.


–Esto es una locura –protestó Ron– ¡No pueden estar considerando seriamente casarte con ese cretino grasiento!


Harry le miró desesperado, con un punto de pánico. ¿Qué diablos podía hacer? Parecía que estuviese decidiendo quién le iba a matar antes: Si no se casaba con Snape, Voldemort le iba a matar. Si lo hacía, probablemente su flamante esposo lo hiciera en su lugar. Por no mencionar la reacción de los demás Gryffindor y Slytherin… Nunca había pensado seriamente en el matrimonio, pero siempre había creído que si llegaba a la edad adulta, se enamoraría como sus padres lo habían hecho, se casaría, tendría una familia. La idea tenía su encanto. Pero ahora tendría que pasar el resto de sus días atrapado con Severus Snape, el profesor más odiado de Hogwarts. Sería como tener una clase inacabable de Pociones durante el resto de su vida.


–Harry, no podemos permitirlo –dijo Hermione, mirando resignada a Ron.


Ron, repentinamente pálido, asintió:


–Desde luego que no –repuso con firmeza– Somos tus mejores amigos, Harry. Cualquiera de los dos… –su voz se rompió durante un segundo, y tuvo que hacer una pausa para aclararse la voz– Cualquiera de los dos se casará contigo antes que dejarte contraer matrimonio con Snape.


Por un Segundo Harry no entendió lo que le decía su amigo, sobre todo porque aún no había digerido el hecho de que el mundo mágico no tuviese prejuicios contra el matrimonio de dos hombres. Finalmente comprendió que sus dos amigos estaban dispuestos a casarse con él, a sacrificar su propia felicidad para protegerle. Y aunque deseaba desesperadamente escapar de aquella situación, evitar el matrimonio con Snape, sabía perfectamente que no podía hacerles esto.


Lo cierto era que, lo mirase como lo mirase, su propia vida y su felicidad nunca habían sido suyas, desde el momento en que Voldemort había asesinado a su familia y le había convertido en el "Niño que vivió". Siempre se le habían negado libertades básicas, primero con los Dursleys y luego con el mundo de los Magos y su creencia de que les iba a salvar a todos. Al haber hecho precisamente eso la pasada primavera no había sino reforzado esa fe. Y no importaba qué hiciera en su vida, qué pudiese soñar o esperar, Voldemort nunca le iba a permitir tener una existencia normal. De hecho, no iba a permitir que existiese, punto. Al menos podía asegurarse de que sus amigos tuviesen una posibilidad de tener una vida normal.


–Sois mis mejores amigos –les dijo con suavidad a Ron y Hermione– Y si tengo que superar lo que sea que me prepare Voldemort, necesito a mis mejores amigos a mi lado… como mis mejores amigos. No puedo casarme con ninguno de los dos. Lo arruinaría todo.


–Harry –protestó Hermione– nunca permitiríamos que esto arruinase nada.


–Claro que no –asintió Ron– Siempre seremos tus mejores amigos. No importa lo que ocurra.


Estaba claro que debía ser más persuasivo. Les tomó las manos a ambos.


–Sois lo único en mi vida que es normal y… cuerdo –les dijo con fiereza– No puedo perder eso. Y casarme con uno de vosotros cambiaría eso. No puedo.


Los dos parecieron entenderlo entonces, y vio cómo el alivio y la culpabilidad peleaban en sus rostros.


–Pero… ¡Snape! –Protestó Ron una última vez– Y… ¿Ginny? Estoy seguro de que ella…


–No va a cumplir quince años hasta el mes que viene –le recordó Hermione– y entonces sería demasiado tarde.


–Además –añadió Harry– casarme con Ginny sería como cometer incesto con mi hermana pequeña. No creo que fuese capaz de ello –se daba perfecta cuenta de que Ginny bebía los vientos por él… Y añadir ese amor de infancia a un matrimonio de conveniencia le sonaba como una receta perfecta para el desastre. Al menos una cosa estaba clara: no habría ese tipo de equívoco entre Snape y él. Miró a través de la habitación hacia Snape, que parecía estar teniendo una acalorada discusión con el Director. Nunca le había parecido tan furioso, y Harry suspiró con cierto desespero.


Molly y Arthur, que se les habían alejado para permitirles hablar con libertad, se les unieron ahora.


– ¿Todo bien, Harry, cariño? –preguntó preocupada Molly.


– ¡Mamá, esto es horrible! –Protestó Ron– ¡No podemos permitir que Harry se case con Snape!


–Sé que no os gusta el profesor Snape –comentó ella frunciendo el ceño pensativa– pero el Director tiene razón al decir que solventa muchos problemas. Severus Snape viene de una familia muy respetable, antigua y rica del mundo mágico. La verdad es que creo que si encontrásemos una agradable jovencita para Harry, lo más probable es que el Ministro encontrase una forma de declarar la unión nula y continuar con el procedimiento de adopción de todas formas. Hay pocas familias que tengan suficiente estatus para enfrentarse a algo así. Pensé en Bill o Charlie, pero lo cierto es que no tenemos ni estatus ni dinero suficiente para contrarrestar a Fudge. Eso sí, no creo que se atreva contra Snape. Sabe que perdería.


–Pareces muy convencida de que Snape va a acceder –exclamó Ron– O de que si lo hiciese iba a molestarse en proteger a Harry. No le conoces como nosotros.


–Estoy seguro de que Severus aceptará –corrigió Arthur– Albus es sumamente persuasivo. Y sí, Severus protegerá a Harry. Si se casan, el honor le obligará a protegerle.


–Si no le mata antes –protestó Ron.


–Nunca ha intentado matarme –musitó Harry a su amigo. No podía creer que estuviese defendiendo a Snape, pero lo cierto es que el hombre había arriesgado la vida más de una vez por él. Y Dios sabía que se había puesto en peligro de muerte para sacar información de Voldemort para la Orden.


–Es muy buen partido en realidad –les informó Molly– Aunque sólo sea por el dinero.


– ¿Es verdad entonces, realmente es rico? –inquirió Hermione.


–Cielo santo, querida –río Molly– Sólo por el hecho de ser Maestro en Pociones ya sería rico… No hay empleo más lucrativo en el mundo de los magos. Pero aparte de eso, es heredero de una fortuna antigua.


–Es demasiado viejo para Harry –discutió Ron.


–Sólo tiene veinte años más que Harry –señaló Arthur como si aquello fuese lo más común del mundo. Tanto él como su esposa parecían bastante sorprendidos. Harry empezó a sospechar que había alguna información sobre el mundo de los magos que se estaba perdiendo. Esa sospecha se confirmó cuando Ron suspiró y asintió, aceptando.


Una vez más, Hermione vino al rescate:


–Piensa en lo longevos que son los magos –le susurró– Doblan e incluso triplican la esperanza de vida de un muggle. Una diferencia de edad tiene que ser al menos de sesenta a ochenta años antes de ser notable.


Asintió:


–Supongo que nada de esto importa de todas formas –suspiró Harry– Lo mismo podría casarme con Filch o con McGonagall. Tengo que casarme, huir o cambiar mi apellido a Fudge. Y como las otras dos opciones son caminos directos al suicidio, imagino que contraer matrimonio no es tan malo –su estómago se retorció sin embargo ante la mera idea. Se sentía enfermo.


Antes de que nadie pudiese añadir nada a modo de consolación la puerta volvió a abrirse y Percy regresó, atrayendo la atención de todos.


–Cualquier cosa que debáis hacer, hacedla ya –les informó– Acaban de aprobar el último documento. Fudge estará aquí en una hora para llevarse a Harry.


–Bien… No tenemos tiempo para discutir más –proclamó Dumbledore– No tenemos alternativa, ni tiempo para pensar otra solución –miró con firmeza a Snape. El Maestro en Pociones torció el gesto y desvió la mirada. Harry comprendió que Arthur tenía razón y Snape había sido persuadido. Sintió un cierto desmayo– Tenemos que solucionar esto ya –continuó Dumbledore– Percy, necesitamos tu ayuda con la documentación.


– ¿Documentación? –repitió Percy, confuso.


–Harry y Snape se casan –informó Ron a su hermano. Los ojos de Percy se salieron de las órbitas, mientras contemplaba a sus padres esperando que le confirmaran aquellas palabras.


– ¿Puedes tener listos los documentos esta misma noche? –le preguntó Arthur a su hijo.


–Por supuesto –asintió Percy tras una pausa causada por la sorpresa– Puedo colarlo con el resto de mi trabajo antes de que los registros se cierren hoy.


–Bien, entonces vamos allá –insistió Dumbledore– Harry, acércate.


Harry se levantó, sorprendido de que sus piernas le aguantasen mientras caminaba en un estado casi sonámbulo hacia el Director y el Profesor Snape. Captó la mirada que McGonagall le lanzó, una mezcla de piedad e incredulidad como si ella tampoco pudiese creer que el héroe de su casa fuese a casarse con el dirigente de Slytherin. No podía ni imaginar cómo afectaría esto al resto de su año escolar, cuáles iban a ser las reacciones de sus compañeros. Pero si no hacía aquello, iba a ser llevado en media hora hacia su propio funeral. No tenía elección. Se encontró frente al Director, junto a un Severus Snape de amargado gesto.


–Juntad las manos –les dijo Dumbledore.


Harry alzó una mano, sin poder tomar la iniciativa y tomar la de Snape. El Maestro lo hizo por él. A diferencia de Harry, Snape no temblaba, y su agarre era tal vez una pizca demasiado fuerte. Los dedos del profesor eran cálidos y Harry notó que se sonrojaba, incómodo. Era incapaz de mirarle a la cara, de afrontar el disgusto que estaba seguro adornaba las facciones del otro hombre. Todo aquello era sumamente humillante.


–Lo haremos de la forma más simple –les aseguró Dumbledore– Con el intercambio de votos será suficiente. Harry, repite conmigo: "Yo, Harry James Potter, os tomo, Severus Alexander Snape, como mi compañero vinculado, uniendo mi cuerpo, nombre, casa y poder al vuestro".


No eran palabras familiares para Harry, acostumbrado a los matrimonios Muggle, pero las repitió con cuidado, sin poder creer que nada de esto estuviese ocurriendo en realidad. Tampoco pudo creer las palabras que oyó a continuación:


–Yo, Severus Alexander Snape, os tomo, Harry James Potter, como mi compañero vinculado, uniendo mi cuerpo, nombre, casa y poder al vuestro.


–Excelente –asintió Albus, y luego extendió la izquierda, con la varita en la diestra. Con un leve gesto de varita hizo aparecer dos anillos de oro en la palma de su mano. Se los tendió. Snape tomó la iniciativa, torciendo la mano derecha de Harry para deslizar bruscamente uno de los anillos en su dedo.


–Con este anillo, os desposo –gruñó. El anillo encajaba perfectamente, demostrando la pericia de Dumbledore, pero resultaba extrañamente frío y pesado. Tomó el otro y lo puso en el dedo de Snape a su vez, con manos visiblemente temblorosas.


–Con este anillo os desposo –susurró débilmente, mientras el nudo de su estómago se tensaba más y más. Entonces recordó lo que solía seguir al intercambio de anillos en la mayoría de ceremonias.


–Yo os declaro vinculados –declaró Albus– Podéis… –tanto Harry como Snape le dirigieron una mirada asesina, silenciando cualquier sugerencia de que se besaran– Ah, sí, por supuesto –Dumbledore se aclaró la garganta– La documentación –con una floritura de varita, hizo aparecer un gran pergamino del aire– Un contrato estándar de vinculación –les informó, desenrollándolo en un lado de la mesa y acercando pluma y tintero– Si sois tan amables de firmar…


Snape dio un paso adelante y garabateó furiosamente su nombre, tendiendo después la pluma a Harry. Por un momento el chico se estremeció al ver la furia que asomaba a sus ojos. Tomó la pluma y fijó su atención en el documento, que firmó junto a la rabiosa firma de Snape.


–Molly, Arthur, por favor firmad como testigos… –pidió Albus a la pareja.


Ambos asintieron y firmaron también. Harry miró a sus amigos subrepticiamente. Sus miradas de simpatía casi le hacen llorar. Percy permanecía junto a ellos, con un gesto de incredulidad y asombro fijo en el rostro.


–Esto es todo –anunció Dumbledore. Enrolló el pergamino, hizo una copia mágica y entregó el original a Percy– Suerte, muchacho –le dijo. Percy asintió y salió de nuevo– Bueno… Creo que lo protocolario ahora sería celebrar una fiesta mientras esperamos al Ministro Fudge –comentó al grupo.


Aunque obviamente nadie estaba de humor para celebrar nada, nadie protestó cuando el Director conjuró una botella de champagne y unos cuantos canapés y dulces. Harry, dejando la bebida para los adultos, tomó una pieza de chocolate y fue a sentarse lo más lejos posible, tratando de recuperar los nervios. Ron y Hermione se situaron a ambos lados, en silencio. Se percató distraídamente de que Snape tomaba asiento justo en el punto opuesto a ellos de la habitación, mientras los cinco adultos restantes vaciaban una copa de champagne como si necesitasen el alcohol para digerir lo ocurrido.


No tuvieron que esperar mucho. Dobby entró al cabo de poco para anunciar que el Ministro Fudge había llegado y quería hablar de inmediato con el Director y Harry Potter.


–Que entre, Dobby –repuso Dumbledore. El pequeño elfo asintió y desapareció. Unos instantes después la puerta se abría para dejar paso al Ministro Fudge con dos Aurores a los flancos. Harry los reconoció a ambos: habían sido asignados al Ministro como guardaespaldas cuando finalmente el retorno de Voldemort no había podido negarse más. Fudge rara vez iba a ningún lado sin ellos ya. Su presencia hizo sentir enfermo a Harry al reforzar la seguridad que tenía de que Fudge había querido arrancarle de Hogwarts esa misma noche.


– ¡Ah, Cornelius! –Saludó Albus con una brillante sonrisa– Qué alegría de verte. Estábamos en plena fiesta. ¿Te apetece una copa de champagne?


Fudge perdió un poco su determinación, enfrentado a esta bienvenida amistosa que sin duda no esperaba. Sacudió la cabeza.


–No, no quiero champagne –sacudió un documento en el aire– He venido para tomar…


– ¡Pero por favor, Cornelius…! –Le interrumpió Dumbledore, tendiéndole una copa– ¡Estamos celebrando una boda!


– ¡Basta de intentar confundirme, Albus! –Exclamó Fudge– Estoy aquí por un asunto oficial –le tendió el documento a Dumbledore, que suspiró y lo cogió, echándole un breve vistazo al pergamino.


–Ya veo, ya veo –asintió Dumbledore, y por un segundo Fudge se permitió mostrarse triunfante– Has adoptado a Harry –continuó el director– Lo cual me parecería estupendo siempre que fuese legal.


–Por supuesto que es absolutamente legal –le espetó Fudge, y si se sorprendió ante la aparente falta de reacción por parte de Dumbledore no lo dejó ver.


–Claro, claro –le dio la razón Dumbledore– Si Harry tuviese el estado legal apropiado para requerir un tutor, lo sería sin duda. Pero teniendo en cuenta que está desposado, no creo que sea válido ya.


El gesto triunfante de Fudge desapareció de golpe y miró el champagne que Dumbledore continuaba ofreciéndole.


– ¿Casado? ¿De qué estás hablando, en nombre de Merlín?


Dumbledore le sonrió:


–Harry se ha casado –anunció– justo ahora lo estábamos celebrando­ alzó la copa de nuevo– Así que, por caballerescas que fuesen tus intenciones de rescatarle de la dudosa protección de su tío, ya es innecesario por completo.


– ¡Casado! ¿Con quién? –exigió saber Fudge girándose hace Harry, su mirada cayendo casi de inmediato en Hermione, que estaba sentada junto a él y cogiéndole la mano– Señorita Granger… Tendría que haberlo sabido. Bien, voy a solucionar esto ahora mismo. Vosotros dos vais a…


Para gran sorpresa de Harry, Snape se levantó bruscamente y cruzó la sala interponiéndose entre él y Fudge antes de que el Ministro pudiese acercarse un paso más.


–Se ha casado conmigo, Fudge –le gruñó. Levantó la diestra, con el anillo de oro relampagueando en el dedo– Y no va a ir contigo a ninguna parte. ¡Jamás!


Fudge retrocedió varios pasos, anonadado, mientras los dos Aurores que le acompañaban intercambiaban miradas de sorpresa. Fudge buscó confirmación en Dumbledore, que agitó alegremente su propio documento.


– ¿Quieres ver el certificado de matrimonio? –preguntó animadamente.


Fudge tomó el documento que se le ofrecía, palideciendo al ver las firmas.


–No podéis esperar que crea que este matrimonio es… ­hizo una pausa como buscando una palabra apropiada. Miró con odio a Snape– ¿Éste matrimonio es válido?


El resoplido que Snape dejó escapar le recordó a Harry al que soltaba justo antes de quitar una gran cantidad de puntos a Gryffindor.


–Ministro Fudge, aparte de que nuestra vida privada no es asunto suyo, no estará sugiriendo que no aprovecharía tal oportunidad cuando se me ofrece, ¿verdad?


Si no hubiese mencionado la vida privada, Harry sospechaba que podría no haber entendido lo que quería decir Snape. Tal y como lo había dicho no sólo lo comprendió, sino que Hermione y Ron también lo hicieron y los tres se sonrojaron violentamente. Snape no podía estar pensando en… A juzgar por la expresión entre embarazo y rabia que adornaba los rasgos de Fudge, sí, eso era precisamente a lo que se refería. Harry miró hacia Dumbledore y McGonagall, pero ninguno de los dos parecía turbado ante la idea. Molly y Arthur parecían avergonzados pero no preocupados, y la Señora Hooch hacía lo posible por disimular la risa.


Fudge miró con desprecio a Snape.


–No, imagino que eso sería esperar demasiado de usted, ¿no es así? –Se volvió para contemplar furioso a Dumbledore– ¡No puedo creer que hayas permitido esto, Dumbledore! ¡Dejar a Harry Potter en manos de este hombre!


Dumbledore únicamente le dirigió una sonrisa feliz y despreocupada.


–Vaya, Cornelius, no entiendo de qué me hablas. Estoy tan contento por ellos. ¿No opinas que forman una pareja maravillosa?


En ocasiones Harry creía que el Director estaba completamente desquiciado. ¿Cómo decir aquello con esa sonrisa tan alegre? Casi parecía que el hombre realmente creyese lo que decía.


Lejos de mostrar acuerdo con Dumbledore, Fudge simplemente recogió sus papeles y salió a largas zancadas de la habitación, completamente furioso. Los dos guardaespaldas le siguieron dócilmente.


–Bueno, a esto le llamo yo un trabajo bien hecho –dijo Dumbledore animadamente– ¡Has estado brillante, Severus!


Por un segundo Snape pareció casi satisfecho por el comentario de Dumbledore, hasta que captó la mirada de incredulidad que Harry le dirigía y la mueca de disgusto regresó a su rostro con mayor intensidad.


– ¿Qué ocurrirá ahora, señor? –Preguntó Harry a Dumbledore– ¿Cree que intentará algo más?


Dumbledore sencillamente negó con la cabeza:


–Creo que hemos zanjado el asunto de Fudge. No se atreverá a desafiar a Severus. Y estoy completamente seguro de que Severus puede lidiar con cualquier dificultad que le intente causar el Ministro.


No muy seguro de apreciar la idea de que su salvaguardia fuese ahora dejada en manos de Severus Snape, Harry decidió callar. Estuvo más que agradecido cuando Molly pidió que cerrasen la noche, señalando que tenían clases por la mañana. Ron se despidió de sus padres y luego dio una palmada en el hombro a Harry y Hermione:


– ¡Vamos a la torre antes de que ocurra nada más! –les dijo.


Pero antes de que pudiesen dejar la habitación, la Profesora McGonagall les detuvo:


–Lo siento, Harry –le dijo con suavidad– pero debes trasladarte inmediatamente a las mazmorras con Severus. Haré que los elfos te envíen tus cosas.


Harry se quedó sin palabras, mirándola por toda respuesta. Ron, por el contrario, saltó:


– ¿Qué? ¡No esperarán que Harry vaya a vivir con los Slytherins! Tiene que estar en la Torre con el resto de nosotros. ¡Sólo porque se haya casado con ese… ese… con el Profesor Snape, no se convierte automáticamente en un Slytherin!


–Creo que no me ha entendido, Señor Weasley –dijo McGonagall con sequedad– No digo que Harry deba trasladarse a los dormitorios de Slytherin. Va a trasladarse a las habitaciones de Severus. Están casados ahora, y aunque no solemos tener estudiantes casados en el campus, las normas son estrictas al respecto: deben residir en una casa privada en Hogsmeade, o en habitaciones personales en el castillo, no compartir dormitorios con los alumnos solteros. Sería poco decente. Así que a menos que Severus esté pensando en mudarse a Hogsmeade… –miró expectante al nombrado, que esperaba con sorprendente paciencia junto a la puerta. La expresión de sus ojos era indicativo suficiente de lo que pensaba de toda aquella situación.


–No, no tenía planes para mudarme –gruñó.


–Entonces Harry vivirá en las mazmorras –confirmó McGonagall– Ahora, fuera todos. Pese a la situación todos ustedes tendrán que actuar como estudiantes por la mañana, y las clases empiezan pronto para todos.


Ron y Hermione miraron con horror a Harry mientras éste se encogía de hombros e iba hacia Snape. Le contempló intensamente, sin saber muy bien qué esperar de él. El Maestro de Pociones simplemente resopló con disgusto, se giró haciendo revolotear su túnica y salió como una exhalación hacia las escaleras que llevaban a las mazmorras. Harry le siguió silenciosamente, con el corazón latiendo desbocado en el pecho.


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