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EL EXTRAÑO SANGUINARIO por juda

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Tomás golpeó la puerta y Jerónimo lo atendió a los segundos.

El pelinegro lo miró entero, apoyándose en el marco de la puerta: vestido así parecía alguien de su edad. El castaño era hermoso y cuando dejaba esa ropa de viejo, no solo era hermoso sino sexy también, sentía que erotizaba el ambiente con solo aparecer.

-Estás lindo así. -dijo en voz baja y Tomás metió las manos en los bolsillos y bajó el rostro.

Se quedaron en silencio sin saber muy bien qué más seguía.

El pelinegro se hizo a un lado invitándolo a pasar y el castaño ingresó.

Adentro la situación no cambió mucho, Tomás no sabía que decir y Jerónimo no sabía como actuar.

-Debí decírtelo? -preguntó el castaño.

-Creo que era solo sexo, pero hubiese sido un poco más amable si me lo decías.

-Tu también te veías con una chica -balbuceó Tomás y Jerónimo bajó la mirada.

-Es una mina con la que tengo cogidas de vez en cuando. No tengo un novio o novia -y levantó el rostro para mirarlo -el hombre que estaba contigo es algo serio?

Se desanimó cuando Tomás bajó la cabeza. Sí. Era algo serio.

-Ok -volvió a hablar Jerónimo, en voz baja -podríamos ser amigos.

Tomás lo observó, le brillaban los ojos. Se lamió los labios cuando le miró la boca a Jerónimo.

-Te puedo besar una última vez antes de pasar al plano de amigos? -susurró el castaño y el pelinegro casi saltó sobre su cuerpo y se aferró a él para besarlo con furia. Sentía que no solo el corazón le palpitaba desbocado sino que el alma había desarrollado una diástole y se comunicaba con su sístole implorando por algo más. Tomás lo sostuvo fuerte del cabello para que no se apartara, no quería un beso pequeño, quería consumirse en esa boca.

Sin dejar de morderle los labios y el mentón con desesperación, Jerónimo lo guió hacia el cuarto, denudándose en el camino, desnudando a su amante.

Fue una lucha de ambos por no caer, por no dejar de tocarse, por no dejar de torturar las lenguas una con otra.

Cayeron al colchón uno encima del otro, friccionando con fuerza ambas pijas duras. Jerónimo gritó de impotencia tomándolo fuerte del cabello y Tomás lo miró asustado.

-QUERÍA MÁS, HIJO DE PUTA! ¿POR QUÉ JUSTO CUANDO QUIERO MÁS, NO PUEDES DÁRMELO? -explotó y se deslizó hasta su pecho para morderle los pezones con impotencia.

Tomás gritó de dolor y excitación.

Jerónimo le pasó los dedos con fuerza por el pecho y luego se elevó hasta sentarse a horcajadas sobre él, friccionando la pija dura de Tomás por su culo. Tomás jadeó fuerte cuando la polla pasaba mojada por la entrada del pelinegro e intentaba entrar. Jerónimo elevó las manos, se agarró del cabello y se mordió sus propios brazos. El cuerpo de Tomás lo llevaba al límite de la locura, se mordió fuerte un labio y bajó a besarlo. Tomás sintió el gusto de la sangre de Jerónimo en la boca y se apartó asustado. 

Faltaban 3 días para la cena en la comisaría... tenía hambre! tenía tanta hambre!!!! 

Jerónimo nuevamente buscó su boca con desesperación y su sangre se mezcló con la saliva del castaño formando gotas de un elixir que el monstruo definió como tortura. Tuvo miedo de descontrolarse, pero no podría dañar nunca a ese niño. Lo empujó un poco y Jerónimo retrocedió confundido, sacó las piernas que estaban debajo del cuerpo del pelinegro, las envolvió a la cintura de Jerónimo y lo observó jadeando fuerte, con los ojos vidriosos.

-Cógeme -imploró Tomás y Jerónimo se tiró sobre él para obedecer.

Lo preparó con delicadeza mientras le mordisqueaba el cuello y al penetrarlo, por un segundo, creyó ver que los ojos de Tomás se ponían plateados.

Ambos se movían al compás de los suaves embistes, Jerónimo era gentil y llegaba profundo. Tomás lo abrazó con potencia y Jerónimo se fue hasta su cuello para dejarlo marcado, lo hacía de manera consciente. Quería que el hombre que estaba con Tomás descubriera su marca.

El castaño dejaba que el pelinegro hiciera nido en su cuello y que lo chupara y mordiera con fuerza, estaba en su momento cumbre de placer y los colmillos habían aparecido levemente. Era imposible tener sexo con el pelinegro sin dejar de ser humano y que su autenticidad saliera a la luz.

Jerónimo se aferró a su cuello cuando el orgasmo se aproximaba y Tae lo aprisionó aun más entre sus piernas.

El castaño dejó escapar un gritó agónico y grave cuando eyaculó entre los dos. Jerónimo le mordió con fuerza el hombro al acabar. Lo mordió tan fuerte que Tomás sintió la piel ceder así que con potencia lo volteó y lo cabalgó con ímpetu. Jerónimo estaba ido, el orgasmo le pegó tan fuerte que no hacía otra cosa que temblar con los ojos en blanco. Tomás se miró el hombro con la piel desgarrada y comprobó con alivio que no sangraba. Estaba con hambre y no sangraría con facilidad. 

Jerónimo no podía beber su sangre. Ningún humano debía hacerlo.

***

Jerónimo había quedado dormido envuelto en sus brazos. Faltaba media hora para que Mateo saliera del trabajo, tenía que ir a buscarlo.

No quería irse en silencio como el más cobarde de los amantes, pero tampoco quería despertarlo... dormía con tanta paz!!!

Le acomodó el cabello, le besó la frente, la mejilla. El pequeño humano era aun más bello mientras reposaba en una vulnerabilidad cómoda.

Mientras buscaba por el salón papel y un bolígrafo para dejarle una nota, escuchó voces.

Hizo apenas a un lado la cortina de la gran ventana y espió: en la vereda de la casa del frente, en la del cocinero, se despedían varios de los amigos de Jerónimo. ¿Por qué se reunían a esa hora? Tenían semblantes serios... ¿qué pasaba? ¿qué temas habían tratado que tenían esas caras y porqué en ese horario?

Esos cinco andaban en algo raro y su sexto sentido le indicaba que entre ellos... habitaba el asesino.

Regresó sobre sus pasos, ansioso, frustrado, tenía que buscar a su pequeño hermano Mateo. No podía perder el tiempo en enamorarse. No en ese momento. No cuando sus hermanos peligraban. Le dejó una nota "cuando quieras verme, háblame"

Salió por una ventana trasera, trepó al techo, saltó a los árboles y en quince minutos estuvo frente al local donde trabajaba su pequeño Mateo.

El muchachito lo esperaba en la vereda, tenía los ojitos aun más grandes por el susto y miraba en todas direcciones en espera de verlo aparecer. Observarlo tan espantado ante la idea de que alguien los perseguía con cuchillos para decapitarlos le hizo hervir las tripas. No debió demorar en buscarlo. No debió perder tanto tiempo en dejarle la nota a Jerónimo, en acariciarlo, en besarlo despacito para no despertarlo. No. No podía darse el lujo de enamorarse, no ahora. Ahora no!!!

Mateo soltó todo el aire que contenía cuando vio aparecer a su hermano mayor.

Sonrió aliviado.

En el grupo: Carlos era el líder... pero Tomás era el hermano aguerrido que lucharía contra el mundo por ellos.

Se subieron a la camioneta en la esquina. Mientras Tomás conducía, el tintineo de los cuchillos hizo sentir a Mateo protegido. Sabía que su hermano mayor tarde o temprano encontraría al asesino y le haría lo mismo que el hijo de puta les estaba haciendo a ellos.


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