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EL EXTRAÑO SANGUINARIO por juda

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La siguiente noche, Carlos fue categórico: no permitiría que fuera solo a investigar. Si el asesino estaba en el hospital y era policía, seguramente estaría custodiado por más de su calaña.

Salieron de la casa a las 7 y media de la tarde, cuando el sol prácticamente estaba muerto, y pasaron casi 3 horas revisando las habitaciones del nosocomio que estaba en el lado oeste de la ciudad. No. No había nadie con las heridas que describía Isabel.

-Tal vez no lo lastimó tanto -pensó en voz alta Carlos mientras caminaban.

Tomás lo observó.

-Tal vez en su desesperación creyó que el otro estaba mal herido. La pobre tenía la garganta casi cercenada y la cara quemada.

-Pero ella dijo que el ataque fue antes de que la rociaran con agua bendita.

-No sé si ella sea capaz de recordar todo en detalle, Tomás. Fue un episodio traumático.

Carlos tenía razón.

Bajó el rostro y siguió caminando lentamente mientras su hombre pasaba un brazo por su cintura y lo seguía.

-Ya lo encontraremos, Tomás!

-Cuando, Carlos?!!! Cuando mate a más de los nuestros?? No tenemos pistas.

-Si las tenemos. Estamos seguros que es un policía y tu creías que era amigo de ese niño. He estado pensando en que podríamos devolverle el juego de la misma manera.

-Cómo?

-Matando al niño.

A Tomás se le fue la respiración, se paró y lo miró a los ojos.

-Pero te dije que Jerónimo no sabía nada, estoy seguro que ni siquiera sabe que existimos.

-Pero también me dijiste que está ligado a ellos y que ellos le tienen mucha estima.

Tomás se quedó observando a Carlos... cómo explicarle que más le valía no tocarle ni un cabello al niño sin que creyera que estaba sintiendo algo por ese pequeño? 

Porque era imposible enamorarse de un insignificante mortal teniendo a su lado a un hombre tan extraordinario como el que tenía, con la experiencia que 300 años de vida le daban, con el porte suficiente como para ser el líder del grupo y llevarlos siempre por el sendero correcto.

Tomás negó con la cabeza y siguió caminando.

-Déjame tener más pistas para dar con él.

-Trabajaremos juntos.

-No, Carlos. Sabes que trabajo mejor solo.

Carlos lo detuvo de nuevo tomándolo del brazo, estaban llegando al centro de la ciudad y la gente pasaba casi chocándolos.

-¿Qué está pasando?

-NOS ESTÁN MATANDO! te parece poco?

Carlos se acercó más con el ceño arrugado.

-Tomás... ¿qué está pasando entre nosotros dos? ¿debo preocuparme?

El castaño lo miró a los ojos sin responder.

-¿Hace cuanto que no duermes conmigo?

-Sabes que he andado ocupado, Carlos, no es que no...

-Hace cuanto que no nos tocamos, Tomás?

Ya no lo recordaba, pero en ese momento de desesperación... necesitaba las manos de alguien más sobre él.

-Llevamos 200 años juntos, nuestra relación ya no se basa en lo sexual -le dijo girando para no mirarlo a los ojos.

-Creo que nunca se basó en algo sexual, al principio sí pero luego de 10 años las cosas cambian... solo necesito saber algo más. -y lo obligó a mirarlo. -¿Estás teniendo sexo con ese niño? ¿seguiste encontrándote con él?

-Es el que me guiará hacia sus amigos.

Carlos arrugó más el entrecejo.

-¿Pero has estado durmiendo con él? ¿has tenido sexo más veces de las que me dijiste?

Esto se estaba volviendo incómodo.

-Carlos, nunca te pregunto con quien intimas.

-Tomás teníamos un acuerdo. No podíamos encontrar otra pareja sexual fija. Si estábamos aburridos podíamos tener encuentros íntimos pero sin que esa pareja se repitiera... y nos debíamos decir la verdad... debíamos decir si nos encontrábamos con alguien... y me dijiste ... me dijiste que era para averiguar... me dijiste... Tomás... Tomás me tengo que preocupar?? -la desesperación lo llevó a elevar la voz y Tomás se sintió un maldito engendro egoísta, estaba hiriendo al hombre que amaba y todo por una calentura.

Lo abrazó con fuerza y cuando lo hizo, vio a Jerónimo parado a un par de metros detrás, entre la gente, con los ojos inmensos y el ceño arrugado.

Se sobresaltó.

Sin soltar a Carlos, sin dejar de acariciarle el cabello, hizo una seña negativa con la cabeza para que el niño no se acercara, pero Jerónimo no se movió.

-No estoy con él -le susurró en el oído para que se tranquilizara y Carlos lo abrazó fuerte y aspiró el aroma de su piel, de la sangre de su amado que corría por sus venas para darse paz. Carlos pasó los ojos por el saco de ese hombre que adoraba para que las lágrimas no delataran aun más el sentimiento de desolación que le había atenazado el alma. ¿Qué sería de él si lo perdía? ¿Cómo volvería a empezar si el hombre que lo acompañara en cada momento cumbre en los últimos 200 años decidía que no lo amaba más?

-Te amo, Tomás -susurró, y Tomás tragó saliva en seco.

-Yo también te amo, Carlos.

Le dio la mano y siguieron caminando. Carlos respiró hondo y miró el cielo negro.

-Deberíamos abandonar la ciudad.

Tomás casi no lo escucha, estaban caminando y cada 10 pasos giraba un poco y podía ver a Jerónimo a varios metros de distancia... siguiéndolos.

-Qué dijiste?

-Que deberíamos abandonar la ciudad. El clan entero. Nos podríamos mudar y empezar de cero en otro lado.

-Carlos, llegamos a un acuerdo con el gobierno de esta ciudad y están cumpliendo... ¿por qué haríamos algo tan estúpido como irnos? Tenemos la comida asegurada.

-Y la muerte también. -repuso mirándolo. -Pensé que te gustaría la idea. Estás tan atormentado!

-Y no te parece poco lo que nos sucede?

Carlos volvió a mirar al frente.

-Nuestro último hermano muerto se lo buscó, Miguel no era discreto, vivía metido en líos. Es más, ya lo tenían fichado en la comisaría. Se había tatuado el brazo, cada vez que entramos a comer estoy seguro que los policías vieron esas señas. ¿Crees que son estúpidos? Dar con Miguel fue fácil.

-Pero y los otros? Ya son 4 los hermanos muertos.

-Entonces abandonemos todo.

-No, Carlos. Yo lo averiguaré.

-Espero que lo hagas... porque si alguien más muere, nos iremos. Lo he decidido. -terminó y entró a un bar elegante.

Los dos se sentaron cerca de la entrada y cuando Jerónimo ocupaba un lugar en la mesa del frente, llegaba el mesero. Carlos pidió agua gasificada y Tomás se disculpó porque debía ir al baño.

Carlos asintió y lo vio partir. 

Suspiró y miró hacia afuera, hacia la noche estrellada, hasta que percibió una mirada. Volteó. Un muchachito de cabello negro lo estaba observando con cara de pocos amigos. El niño se levantó y sin sacarle de encima los ojos por varios segundos, se fue al fondo del local.

Negó con la cabeza con resignación mientras recibía la botellita de agua y se la servían en una copa: la juventud de ese siglo era cada vez más irrespetuosa. Seguramente era alguno de esos niños homófobos y lo había visto llegar con su hombre de la mano. Los niños de ahora se metían en los asuntos que no les interesaban.

Tomás estaba apoyado en el lavamanos mordiéndose una uña cuando la puerta se abrió y se sobresaltó un poco, pero al verlo entrar, todo estuvo bien de nuevo en esa noche de mierda. Sonrió... pero Jerónimo no lo hizo. Se acercó serio.

-No sabía que mierda te había pasado, saliste de mi casa corriendo luego de esa llamada. Me preocupé. Te llamé, te escribí!!!

-Perdí el celular! -jadeó intentado acariciarle el rostro pero Jerónimo hizo una mueca de odio y retrocedió.

-¿Crees que solo pasan cosas en tu vida? también tengo la mía en estado calamitoso, a mi también me suceden cosas -le siseo pensando en Pablo internado, había salido del hospital para caminar cuando encontró a Tomás con ese tipo. -Me molesta haberme preocupado. Me molesta estar pasando por un mal momento y solo pensar en que tal vez te había sucedido algo.

Tomás intentó abrazarlo pero Jerónimo lo empujó.

-No me toques!!! ya te dije que odio ser el tercero. Te seguí porque necesitaba ponerle fin a esta mierda. No te aparezcas más por mi casa, no me hables, no me escribas, desaparece de mi vida!!!

-Te necesitaba -jadeó cuando Jerónimo se dirigía hacia la puerta -pero no tenía como comunicarme contigo, no pude ir a verte porque tengo a una hermana muy enferma y anoche casi se nos muere -dijo temblando, por fin estaba dejando salir toda la angustia, todo el miedo por la muerte, toda la carga por proteger a sus hermanos.

Jerónimo giró y lo observó.

-No me dejes, Jerónimo, ahora no -gimió.

El pelinegro miró la puerta, puso la mano en el picaporte y Tomás cerró los ojos para no verlo abandonar el lugar, luego escuchó un ruido que no era el que esperaba y volvió a mirarlo.

Jerónimo había puesto el pestillo para que nadie entrara y los dos se apresuraron para encontrase en mitad del baño.

Se besaron con desesperación. Se besaron como si en ese beso estuviese la cura para todos los males.

Tomás, en su boca, olvidaba que estaba hiriendo a su pareja.

Jerónimo, en su boca, olvidaba que era el tercero en un triángulo que los heriría a todos.


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