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EL EXTRAÑO SANGUINARIO por juda

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La puerta de la casa se abrió a las 6 y veinte minutos, Tomás ingresó silencioso y sonrió con tristeza cuando vio a Mateo dormido en su sofá, le había escrito durante la madrugada para que regresara solo porque no podría buscarlo. 

Le aconsejó tomar un taxi junto a algún compañero de trabajo y Mateo protestó descontento pero aceptó que su hermano mayor tuviera cosas más importantes que hacer.

Por muy extraño que pareciera, no se sintió culpable: Jerónimo era algo importante para él, aunque aun ignoraba cuanto.

Le acomodó el cabello, lo tapó aun más con la frazada. Miró hacia las ventanas, todas estaban fuertemente clausuradas. No se colaría ningún rayo de luz.

Ya sentía sus sentidos aletargados, la llegada del amanecer ralentizaba los organismos y cuando caían dormidos era como una muerte pequeña de hibernación.

Pasó por la habitación principal: en la cama grande dormía Isabel cubierta con tierra de cementerio. Le vio el rostro con más color, la herida monstruosa de la garganta estaba casi cerrada. María dormía en una cama pequeña al lado, cuidándola.

Sonrió cansado, debería salir la noche siguiente en busca de otro cementerio. Conocía uno hacia el norte, estaba abandonado y podría ser ideal para ellos, pero primero tendría que hacer una inspección de reconocimiento: a las chicas les gustaban las criptas amplias y Mateo necesitaba que en la suya hubiese al menos una mesa.

Debía encargarse de que no les faltara nada por si algún día él se veía obligado a dejar el clan.

Siguió caminando por el corredor hacia el cuarto de invitados sin pensar demasiado en ese plan que parecía cobrar forma en lo más profundo de su interior.

Ingresó y Carlos dormía de costado, se desvistió y se acostó a su lado, dándole la espalda.

-Ya no me abrazas? -preguntó la voz del mayor y Tomás se sobresaltó, se dio media vuelta con urgencia y lo abrazó.

Carlos lo amaba tanto que le daría una oportunidad, entre ellos no había secretos, no se mentían.

-¿Ya descargaste tus frustraciones? -preguntó sonriente y sintió el aliento helado de su hombre en su espalda.

Tomás hizo un sonido que supo a "si".

-Pagaste en la calle?

El castaño suspiró.

-Duerme Carlos, es tarde.

-Pagaste en la calle?

-Si -dijo bajito y nuevamente se dio media vuelta para darle la espalda.

Carlos apretó los dientes, Tomás le estaba mintiendo. Le dolía el pecho ante la impotencia. ¿Qué se hacía cuando el ser que más amabas dejaba de amarte? ¿Se podía obligar al otro a sentir algo que tal vez se había apagado?

-No podemos tener a Isabel aquí. Ni a Isabel ni a los otros, nos iremos.

-Si. Pienso lo mismo. Mañana iré a buscar otro cementerio.

-¿Aun bregas por tus hermanos? -preguntó con voz grave, y Tomás giró levemente el rostro.

-Por supuesto! los amo a todos!! ya había pensado en cual cement...

-DONDE ESTABAS CUANDO ATACARON A ISABEL? -gritó sentándose en la cama y Tomás se sobresaltó -DIJISTE QUE ESTARÍAS VIGILANDO EL PERÍMETRO... DÓNDE MIERDA ESTABAS CUANDO CASI PERDEMOS A OTRO DE LOS NUESTROS?

-No puedes echarme la culpa! -jadeó Tomás.

-SI PUEDO HACERLO. DIJISTE QUE ESTARÍAS VIGILANDO... DÓNDE ESTABAS? POR QUÉ NO RESPONDISTE EL MENSAJE QUE TE MANDÓ ISABEL? ELLA ME DIJO QUE TE HABÍA ESCRITO!

Tomás se levantó de un salto y se dirigió hacia la puerta.

-Estaba dando vueltas por ahí, fue la primera vez que me desconcentré, siempre estoy para ustedes.

-Y SIEMPRE DEBERÁS ESTARLO, TOMÁS! NO NOS ESTÁS HACIENDO UN FAVOR, SOMOS HERMANOS Y DEBEMOS CUIDARNOS.

Tomás estaba por salir del cuarto con una almohada bajo el brazo cuando volteó con los ojos rojos y los colmillos afuera.

-Y YO LO ELEGÍ? YO ELEGÍ ESTA VIDA DE MIERDA? YO ELEGÍ TENER QUE VIVIR PARA OTROS?

Dio un portazo y salió invadido por el odio, se encontró a Mateo sentado en el sofá, mirando en esa dirección con los ojitos inmensos. 

Tomás se arrepintió al instante de lo dicho. Intentó sonreír, intentó no llorar! porque él ciertamente amaba a sus hermanos!!!

-Tomás, nos abandonarás? -preguntó Mateo en voz queda, con los ojitos brillosos.

-No pequeño!! nunca!!

-¿Es por ese chico al que vas a ver?

Tomás volteó la vista hacia el cuarto donde había quedado Carlos y se acercó a Mateo.

-Qué?

-Te vi con él por las calles y una noche cuando me llevaste al trabajo, olvidaste dejarme mi billetera, te seguí. ¿Nos abandonarás por él? -preguntó angustiado y Tomás se sentó a su lado y lo abrazó. Mateo se hizo pequeñito en su pecho, abrazándolo.

-No los abandonaré.

-Si te vas con él... ¿podrías preguntarle si puedo vivir con ustedes? No me dejes solo, Tomás -lloriqueó.

Mateo estaba apegado a él. Se llevaba bien con todos sus hermanos, pero con el castaño tenía una relación más estrecha. 

A veces Tomás creía que el niño odiaba internamente a Carlos. Mateo nunca decía nada al respecto, pero el mayor lo había convertido hacía 60 años cuando el muchachito encontró su cripta por casualidad. Tenía 17 años en aquel entonces y tuvo que abandonar toda su vida. Se lo dio por muerto y de noche se escapaba del clan para mirar desde lejos a sus padres que lloraron su muerte hasta que ellos también murieron. La eternidad había comenzado para Mateo... y la odiaba.

-Me llevarás contigo si decides irte? -volvió a preguntar en un llanto doloroso.

Tomás lo abrazó fuerte, pegándolo aun más a su pecho mientras se acostaba junto a él.

-No me iré... pero si decido hacerlo, irás conmigo.

Se quedaron dormidos en segundos.

Mateo sonriente y más tranquilo.

***

Nicolás salió de la habitación y se dirigió a la sala de espera.

-Quiere hablar contigo -le anunció a Raul y él miró al resto antes de entrar.

Pablo estaba mejor, aun tenía el semblante casi amarillento, pero la fiebre estaba cediendo y la herida aun no daba indicios de una infección.

-El cementerio está en la ruta 9 en el cruce con la 32. Es el cementerio que supo pertenecer al municipio, el que abandonaron hace unos 10 años. Allí están.

Raul estaba parado a su lado con los brazos cruzados y el ceño arrugado.

-Y qué quieres que haga?

-Ve con alguno de los chicos, si puedes ve con todos, diles lo que averigüé. Que te acompañen Daniel, Francisco y Nicolás... quemen todo! Vayan armados, puedes dispararles pero no les hace nada, los detiene por unos segundos. Se ven amedrentados porque la pérdida de sangre los ralentiza. Para matarlos hay que cortar la cabeza y extirparles el corazón. En ese orden.

-¿Cómo lo sabes, Pablo? ¿Eres el asesino?

Pablo se quedó mirándolo. Luego negó con la cabeza.

-No los mato. Solo hago trabajo de inteligencia. Soy detective, averiguo cosas, estudio comportamientos. Mi misión es descubrirlos y entender de qué manera destruirlos.

Raul achinó los ojos y buscó la mentira.

-¿Estás trabajando con alguien más?

-Vas a quemar todo o tendré que levantarme e ir?

Raul puso una mano en la almohada y se acercó mucho, la frente arrugada, mostrando un poco los dientes.

-¿Confiaste en alguien más que en mi? ¿Con quien estás trabajando?

-Irás a quemar o voy yo?

-MIERDA, RAUL!

Ante el grito se abrió la puerta e ingresó Nicolás.

-No pueden ponerse a pelear aquí! Me meterán en líos, en teoría esta habitación está vacía -siseó mirándole los rostros agrios.

Pablo lo miró.

-Nico, has pasar a los otros, quiero hablar con ellos.

***

Jerónimo salió de la universidad, fue a visitar a Pablo y encontró a sus amigos en plena reunión en la habitación del herido. Se enfadó con ellos cuando fue evidente que cambiaron el tema de conversación y fingieron estar hablando de estupideces. Odiaba cuando hacían eso! ¿Aun no se daban cuenta que hacía muchos años había dejado de ser un niño?

Salió frustrado.

A las 8 de la tarde, mientras miraba en la heladera qué tenía para preparar una cena decente, golpearon a la puerta.

Abrió sonriente sin observar por la mirilla. Había recibido un mensaje de su castaño hermoso una media hora antes preguntándole si podía pasar por su casa y Jerónimo le contestó que cocinaría para él y que a cambio esperaba pasar otra noche enredado en medio de sus piernas.

Pero la sonrisa se le borró apenas lo vio.

Había un hombre con el ceño arrugado, un segundo y medio le costó reconocerlo: era el novio de Tomás.


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