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EL EXTRAÑO SANGUINARIO por juda

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-LIBERENMÉÉÉ - gritó Nicolás y Raul corrió hacia él.

Una vez que las tiras de gasas con las que lo había atado la bestia cayeron al suelo, corrió hacia Daniel.

Pero Dany estaba muerto.

Giró sobre sus talones sin atreverse a mirar a Fran que sollozaba casi afónico junto a su hombre y fue a ver la herida de Pablo. Ya no se podía hacer nada por el mayor, era mejor socorrer al policía. 
Pablo lentamente volvió en si y con Raul se lo llevaron fuera de la morgue. Corrieron a emergencia y Nicolás comenzó a curar la herida abierta, intentado no pensar en los que había dejado atrás. 
Intentaba ayudar, instalarse en su condición de médico, pero habían perdido a uno de sus amigos y en cuanto hubo terminado de curar la herida del rubio, se metió en el baño y lloró por él.

***

Francisco lloraba tirado en el piso y Jerónimo estaba sentado con la espalda apoyada en el muro, acariciándole la cabeza.

Todo había terminado.

Daniel estaba muerto y su Tomás era una de las bestias.

Los dos estaban fuera de su alcance: uno ya no existía y el otro no sabía si sobreviviría.

Jerónimo ya no lloraba, no podía, estaba internamente tan destruido que no entendía cómo el corazón le seguía latiendo ante tanto sufrimiento.

-Dany -gimió Francisco arrastrándose hasta su cuerpo y cuando le tomó la mano, Daniel abrió los ojos e inhaló una bocanada inmensa de aire.

Jerónimo y Fran chillaron enloquecidos.

-DANY! DIOS MÍO! DANY!!! -gritó Fran, el pelinegro quiso tirarse sobre su mayor pero Fran lo tomó por los hombros y le gritó a la cara -CORRE, TRAE A NICO, CORREEEEEEE!

Y el niño salió corriendo a toda velocidad.

Francisco le tomó la mano a su amor y le besó el rostro mientras lloraba fuerte.

-No te muevas amor, ya vendrán a ayudarte, no me dejes, no te muevas, no te mueras Dany.

Daniel parpadeaba con el cuerpo de Francisco sobre él.

Sentía frío, sentía el dolor de la herida del cuello y podía percibir con tamaña claridad la corriente sanguínea de Francisco disparando por las venas.

De manera inconsciente olió su cuello y puso en blanco los ojos. Su cuerpo le exigía sangre para curarse. La herida dejada por los colmillos de Tomás comenzaba a cerrarse lentamente.

Francisco lo abrazaba y él no podía dejar de oler su sangre... tenía hambre. Estaba ido. Necesitaba curarse. Un instinto primigenio de supervivencia se activó y sintió con horror como las encías se agrietaban ante los colmillos que comenzaban a crecer.

Apartó a Fran de un empujón y el cuerpo de su hombre salió disparado hacia un lateral. No había previsto que tuviera tanta fuerza, no lograba entender lo que sucedía.

Qué era lo último que recordaba?

Había atacado a la bestia, le había provocado el mayor daño posible al monstruo inmundo... y luego... y luego qué?

La bestia lo había mordido!!!

Se llevó la mano a la garganta y se tocó la herida.

La puerta se abrió y entraron Raul, Nicolas y Jerónimo. Todos quedaron parados en el marco con los ojos inmensos. Francisco también se había puesto de pie y lo miraba sin poder creer.

-QUÉ ME PASÓ? -jadeó Daniel entrando en pánico -DIOS MÍO, QUÉ ME PASÓ?

Los 4 no pudieron responder. Daniel estaba en un rincón de la morgue, hecho un ovillo, con los ojos rojos y los colmillos sobresaliendo del maxilar superior.

***

Llanto.

Desesperación.

El hombre convertido en monstruo.

El hombre convertido en aquello que tanto odiaba.

Llanto.

Desesperación.

Una realidad dolorosa se alzaba ante él.

Nicolás lo internó en un sector de acceso restringido. En ese lugar solo había casos con virus mortales. Nadie entraría sin permiso.

Los primeros días debió mantener sedado a Daniel porque apenas descubrió lo que era, intentó suicidarse.

Francisco, escondido en una escafandra médica para que ningún otro médico lo reconociera... no se movió de su lado. Sus amigos tenían que entrar y arrastrarlo afuera para que comiera, se diera una ducha, descansara, caminara un poco.

Dormía por ratos, sentado a su lado, con la cabeza apoyada cerca de sus manos heladas.

Nicolás bajó la dosis de los sedantes al quinto día.

Se habían reunido cada vez que pudieron con Pablo y él les dijo todo lo que sabía sobre esos seres. En su momento no solo investigó donde estaban sino también los estudió. Daniel era su mejor amigo desde pequeño y lo había visto sufrir cuando perdió a su hermano. Había mucho dolor en el mundo y las bestias solo empeoraban todo dándole una cuota de surrealismo terrorífico a la realidad. 

Debían mantener a Daniel lejos de la luz del sol y alimentarlo con sangre humana. Los monstruos la bebían de los vivos o de personas que acababan de morir. No eran carroñeros, la sangre y carne en estado de descomposición no los alimentaba.

Daniel abrió los ojos despacio, se sentía mareado y tenía la boca pastosa.

Estaba en su habitación. Había alguien a su lado, volteó despacio porque sentía el esqueleto duro, como si hubiese estado en la cama demasiado tiempo y encontró a Fran muy cerca de él, durmiendo.

Sonrió.

Se acercó para besarlo y "escuchó" la sangre de su amor correr por sus venas.

Todos los recuerdos regresaron... todos.

Se quedó quieto en el lugar, llorando en silencio.

Sentir su sangre era distinto ahora, se llevó la mano al cuello y no había nada, podía sentir en la yema de los dedos una cicatriz, pero su cuello ya no estaba abierto. Había curado? Hacía cuanto que dormía? La sangre de Francisco corría a un ritmo normal... pero no le despertaba el apetito.

Miró hacia la ventana y percibió que era de noche.

La sensación de otras vidas le llegó como imágenes oscuras detrás de los ojos, los cerró. Podía sentir a otros como él. Había alguien gravemente herido que se moría... sabía quien era.

Le tomaron la mano y se la besaron, volteó a verlo.

-Por qué no tengo hambre? -preguntó con voz apagada.

Fran se levantó, abrió la puerta y llamó a Nicolas, luego retornó a la cama y se recostó despacio, apoyando la cabeza en su pecho.

-No me tienes miedo?

-Por qué tendría que tenerlo? Eres mi Dany -gimió y por su voz, supo que su hombre lloraba.

Daniel le acarició el cabello.

La puerta nuevamente se abrió y entraron todos.

Pablo lloraba, Pablo no dejaba de llorar y Daniel percibió su dolor y su culpa.

Podía percibir con una claridad aterradora todo lo que sentían sus amigos y entre tanto sufrimiento, también sintió el amor que le tenían.

-No! no es tu culpa!!! -le dijo a Pablo y Pablo se tapó el rostro para llorar fuerte.

Daniel apartó con delicadeza a Fran, se paró con lentitud y fue a abrazarlo.

-No me temen? -les preguntó.

Todos sonrieron, salvo Jerónimo. Jerónimo también lloraba y Daniel supo que no lo hacía solo por él. También lloraba por la pérdida del amor.

-Por qué no tengo hambre? -le preguntó directamente a Nicolás. El médico lo hizo sentar, se sentó junto a él y le explicó: Le había realizado transfusiones de vena a vena de gente a la que le pagaban para donar. Indigentes en su mayoría. La sangre caliente lo nutría.

Le habló sobre el estudio que le realizó y cómo descubrió que su ADN había mutado, era como si un virus hubiese contaminado su cuerpo y había que tratar ese virus. No creía poder encontrar una cura todavía, pero tenía la esperanza de poder mantenerlo vivo sin que se viera obligado a matar.

La última vez lo había alimentado con sangre almacenada que estaba siendo revitalizada a través de un corazón mecánico y el organismo de Daniel había respondido bien.

-No deberé matar?

-No deberás matar.

-No me moriré de hambre?

-No te morirás de hambre.

y todos lo abrazaron.

Al sentir los brazos de Jerónimo en su cuerpo, percibió con potencia el dolor y la angustia del muchacho.

Cuando tuvo un poco de paz, cuando sus amigos se aseguraron que ésta vez no intentaría matarse y pudieron darle un poco más de espacio, decidió hablar con el pelinegro

-Nunca fue un agente del FBI. Lo entiendes?

Jerónimo lo miró con los ojos llenos de lágrimas.

-Ya lo sé, tuve tiempo de pensar en todo.

-Nos andaba buscando.

-Ustedes estaban matando a los suyos.

-Él se alimentaba de humanos.

-No era su culpa!!! Era su hambre!! Nicolás me lo explicó!! Los humanos no somos santos, también somos monstruos, Tomás y su clan eran monstruos distintos, pero monstruos como nosotros al fin. Estoy seguro que si él se hubiese enterado a tiempo que había una forma de alimentarse sin matar, Tomás lo habría aceptado!!! Mi Tomás no era un asesino!!!

Daniel bajó la cabeza rendido. ¿Debía decirle lo que sentía? Jerónimo se sentó en un rincón del cuarto y miró por la ventana hacia la noche estrellada... tenía acumulada en los ojitos toda la tristeza del cosmos.

-Lo percibo, siento su presencia.

Jerónimo aspiró fuerte, no entendía lo que le había dicho pero tembló.

-Qué?

-Está todavía grave, pero se está curando. No sé como lo hago, pero lo siento constantemente.

y Jerónimo se tiró sobre él y lloró fuerte. Un alivio inmenso le bañó el alma, no había albergado grandes esperanzas de su sobrevivencia, estaba casi seguro que el amor que llegó a su vida para cambiarla por completo se había evaporado esa misma noche sin darle la chance de amarlo en calma.
Tomás estaba vivo y de pronto, vivir, fue una bendición!


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