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EL EXTRAÑO SANGUINARIO por juda

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Esta vez condujo un auto.

La camioneta la había comenzado a utilizar luego de la segunda muerte de sus hermanos, cuando se dieron cuenta de que la primera no había sido un caso aislado sino que alguien estaba decidido a acabar con ellos.

Llegó a las 10 y media de la noche y tocó la bocina, pero como Jerónimo no salió, se bajó y golpeó la puerta.

-Pasa! -le gritaron desde adentro. Tomás sonrió para si mismo. Ya no hacía falta que lo invitara de nuevo... ahora él podía entrar a esa casa las veces que quisiera.

Jerónimo se ponía una chaqueta negra encima cuando giró y lo miró de arriba hacia abajo. Fue tan concienzudo el examen que Tomás también se miró sin entender muy bien qué buscaba.

-¿A donde me llevarás a comer que te vestiste de nuevo así?

Y Tomás volvió mirarse, esta vez levantó un poco los brazos y se observó.

No se encontró nada extraño así que regresó la mirada a Jerónimo, con el ceño arrugado.

-Qué?

-¿Piensas llevarme a esos restaurantes de viejos verdes? Cuando te vi las dos veces anteriores pensé que vestías así porque salías de trabajar. Pero veo que ese es tu estilo...  piensas llevarme a comer a un lugar aburrido? No quiero aburrirme.

-No tengo ni idea de a donde iremos. Había pensado en que podríamos ir a cenar a un restaurante tranquilo donde sea factible conversar.

Jerónimo arrugó la nariz y volvió a mirarlo de arriba hacia abajo.

Ok. Tomás comenzaba a sentirse incómodo.

-¿Conversar? ¿Por qué no conversamos de lo que quieras conversar ahora mientras te busco ropa un poco menos incómoda?

Jerónimo ingresó a su habitación y Tomás se quedó en el salón con el ceño aun más arrugado.

No entendía absolutamente nada de lo que le decía el pequeño humano mortal.

-Ven, Tomás!! -gritó el niño y Tomás ingresó dudando. -De qué quieres conversar? -preguntó mientras le sacaba el saco del traje y comenzaba a desprenderle los botones de la camisa.

-No saldremos?

-Si, pero no irás a ningún lado conmigo vestido como señor de 30 años. ¿Qué edad tienes?

Tomás levantó las cejas... tenía 230.

Hizo el cálculo mental: le había dicho que intimaron cuando el niño tenía 17 y él era universitario. ¿Tal vez 2 años mayor? Si.

-24?

Jerónimo dejó de tironearle la camisa y lo miró a los ojos.

-Me lo estás afirmando o me lo preguntas?

-Nnnno. Tengo 24. Lo estoy afirmando.

-Y por qué te vistes así? Te gusta? En qué sector del FBI trabajas?

Jerónimo le desprendió el pantalón y se lo sacó a los tirones. Tomás se sentía un poco cohibido. Estaba en bóxer y el crío lo miraba atentamente.

-Trabajo en la parte de inteligencia.

-Si te vistes así a los 24, cuando tengas 30 usarás bastón!

Tomás volvió a elevar las cejas... ya lo había usado! en el siglo anterior estaban muy de moda y usó uno de madera labrada durante un tiempo. Carlos se lo había regalado y aun lo conservaba.

-Tenemos físicos similares, aunque mis pantalones te quedarán holgados, tengo más musculatura en las piernas -le dijo casi en un murmullo, observando el cuerpo semidesnudo del castaño. 

Tomás ahora miraba hacia dentro del closet, no entendía qué le iba a poner y porqué lo criticaba.

Nunca! ninguno de sus hermanos le habían dicho que si usaba traje y corbata aparentaría ser un anciano de 400. Carlos se vestía igual y no parecía un viejo. Isabel también solía vestir trajes oscuros y polleras tubo ajustadas al cuerpo... aunque ella parecía una dominatriz y no una mujer mayor!

¿Cómo vestían sus otros hermanos? Carlos igual que él. Mateo no! Lo pensó: Mateo era el menor de todos y no se vestía como ellos. Mateo usaba jeans!!!

Ahora entendía lo que criticaba Jerónimo.

Estaba metido en estas cavilaciones y no sintió la mano del pelinegro acariciándole la cadera.

-Eres hermoso -susurró el crío y le mordió el cuello.

A Tomás se le pusieron los vellos de punta, cerró los ojos lentamente mientras se abandonaba a sentir lo que esas manos y esa lengua estuvieran dispuestas a hacerle sentir.

Jerónimo pegó la cadera a la de él y con ambas manos le levantó el cabello mientras lo besaba con fuerza.

El castaño intentó tomar el mando de la situación: en la nuca, oculto por el cabello... tenía cicatrices. 

Cuando dos vampiros tenían sexo, al llegar al orgasmo se mordían y compartían su sangre, era parte del ritual del coito. Y cuando lo hacían, buscaban lugares poco visibles... y ahora Jerónimo estaba jugando con su cabello y lo levantaba. ¿Qué hacía Jerónimo? Tomás abrió los ojos y lo observó. El pelinegro jadeaba mientras lo besaba con los ojos cerrados.

¿Jerónimo estaba buscando esas cicatrices? ¿qué sabía Jerónimo sobre la existencia de los vampiros? Se habría equivocado y el niño que parecía inocente... en realidad no lo era?

Si Jerónimo dejaba de jugar con su cabello y pasaba la mano por la nuca, entonces buscaba algo.

Tomás siguió con el beso que Jerónimo imponía pero ahora tenía los ojos de un negro brutal. Iba a atacarlo si sentía que el niño lo estaba examinando. Tal vez Jerónimo no le había cortado la cabeza a Miguel, pero era el acompañante del asesino. Había visto a dos extraños aquella vez... dos!

Tomás respiraba agitado pero no por la excitación sexual... sino porque tal vez esa noche iba a cenar a un crío y a vengar la muerte de sus hermanos.

-¿Crees que podamos comenzar por la cogida y seguimos con la cena? -preguntó el niño mordiéndose el labio inferior y arañándole el pecho con tanta fuerza que le dejó un rastro rojizo y sanguinolento.

A Tomás la sangre no solo lo nutría, sino que lo excitaba.

Por unos breves segundos olvidó que debía aparentar ser alguien más, se aferró a la boca de Jerónimo mientras lo desnudaba desesperado. Jerónimo ayudó como pudo. Perdido entre tanto erotismo! Cuando Tomás tuvo desnudo al niño le puso las manos grandes en la cintura pequeña, lo elevó en el aire con una facilidad ridícula y lo tiró a la cama.

Jerónimo rebotó en el colchón y extendió los brazos impaciente, esperando que el castaño se tirara sobre él.

Tomás no tardó, se puso sobre él y mientras le mordía levemente el cuello y escuchaba a Jerónimo jadear fuerte, lo penetró con los dedos ensalivados.

El pelinegro gritó de placer tirando hacia atrás la cabeza. Arañándole fuerte la espalda.

Tomás se elevó, puso las piernas del niño alrededor de su cintura y lo penetró suavemente sin perder detalle de las muestras de erotismo que invadían al pelinegro.

El niño sacó la lengua y la pegó al labio superior mientras se abrazaba a si mismo y se pasaba una y otra vez las uñas por todo el torso.

Tomás lo miraba hipnotizado mientras la penetración lo enloquecía... los enloquecía.

Cuando Jerónimo se pasó por quinta vez las uñas por cerca del pezón y la piel se abrió levemente dejando escapar unas gotitas de sangre... Tomás comenzó a salivar.

Suerte que el niño agonizaba en placer con los ojos cerrados o habría visto a su amante con los ojos rojos y unos potentes colmillos sobresaliendo por arriba del labio inferior.

Suerte que Jerónimo estaba en la cúspide del delirio y no vio cuando Tomás comenzó a temblar, sacó una lengua larga y le pasó la punta por la piel lastimada. Tomás sintió el sabor de la sangre en el paladar y perdió otro poco de su capacidad de mimetizarse con los humanos. Arremetió contra el niño en un embiste duro mientras le lamía todo el pecho en busca de más sangre, más placer, más niño, más piel, más todo!

Jerónimo pegó un alarido cuando la polla expulsó semen con tanta fuerza que el líquido blanquecino fue a parar en la piel lastimada y Tomás se lo bebió junto con las pequeñas gotitas de sangre que seguían saliendo para deleite del monstruo.

La bestia se volvió loca, lo abrazó con fuerza y se paró. 

Parado, con Jerónimo adherido a su cadera, lo embistió sin piedad mientras gritaba impotente, porque necesitaba morderlo, porque el placer que sentía era indescriptible, porque habría querido darle de su sangre y probar la suya con mayor caudal.

Así, llegó al orgasmo, y cuando lo hizo se dejó caer de espaldas a la cama y Jerónimo rió divertido.

Jerónimo estaba fascinado. La locura de una cogida épica no le dejaba mente para procesar que un hombre como Tomás no podía tener la fuerza que mostraba poseer sin estar interpretando el papel de alguien... que no era.

-JEROOOOOO! -llamó una voz mientras se escuchaba la puerta de entrada que se abría y cerraba.


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