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Cacería por Seiken

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Manigoldo corría tan rápido como podía, tratando de llegar a donde sentía esa energía, sin fijarse por donde salia, por donde pasaba ni quienes lo seguían, solo sabía, en el centro de su cuerpo, de su propia alma, que debía acudir, que tenía que ir a la fuente de ese dolor, quemando su cosmos, usando su fuerza física, todo lo que había en su cuerpo, dispuesto a salir del santuario a toda prisa, sin embargo, repentinamente, chocó en contra de algo, un pared, dura, que casi le hace perder el sentido. 

 

Era un muro de cristal, que rodeaba todo el santuario, un muro de cristal que no había sido creado por su maestro, ni por el anciano, mucho menos por Shion, él no estaba presente en esa área del Santuario y no era tan poderoso, por lo cual, llevando una mano a su nariz, que sangraba, se pregunto, porque, porque estaba esa pared allí. 

 

-No puedes salir… 

 

Fue la orden de su diosa, que le veía fijamente, con una expresión dura y fría, al mismo tiempo que dos soldados, que nunca había visto en su vida, actuaban como si se trataran de sus guardaespaldas.

 

-Quienes vienen aquí son dioses, al que esperas es un alfa, así que debes quedarte aquí, Manigoldo, aunque Hades te haya adoptado como uno de ellos. 

 

Uno de los soldados era un hombre de cabello negro con ojos rojos y una mirada cruel, el otro era uno más bajo, de cabello castaño y ojos azules, los dos estaban vestidos como su maestro, los dos estaban a lado de Athena. 

 

-Debes dejarlo morir, eso es lo mejor, así estarás libre de él, volverás a mi ejército. 

 

Manigoldo no entendía las palabras de Athena, pero la opresión de su pecho seguía aumentando, el dolor y la desesperación que sentía, así que de pronto, hizo lo impensable para cualquier santo de Athena, desobedeció. 

 

-No se que esta pasando, pero no puedo dejarlo solo… 

 

Susurro, usando el Yomotsu como una forma de salir del santuario, desobedeciendo a su diosa, que no mostró su decepción, pero si lo hicieron sus consejos y guardaespaldas, recordando el pasado, como sus aliados en el pasado, decidieron desobedecer, pero ellos no llegaron tan lejos para usar el Yomotsu como una llave que abría las puertas de esa momentánea celda que los mantenia seguros. 

 

-¿Quiere que vayamos por el? 

 

Preguntó el más alto, con una expresión sádica, se divertiría demasiado al hacerle regresar y tal vez podía ver como el dios de la muerte no violenta fallecia en los brazos de su omega, pero Athena negó eso, escuchando los pasos de Sage, que también vio como su alumno desobedeció las órdenes de su diosa. 

 

-Ve por el Sage, y si trata de proteger a Thanatos, ya sabes que hacer… 

 

Sage por un momento quiso negarse a eso, pero sabía que Krest y Zaphiri no se detendrían en el momento en el que dieran con su alumno, así que asintió, tragando un poco de saliva, saliendo justo como lo hizo Manigoldo. 

 

-Si mi señora… 

 

Su diosa ya no era la misma que prometieron proteger, no era la dulce muchacha que no les permitía sufrir ninguna clase de daño, o tal vez era la misma, pero ese amor, esa protección, sólo existía, si eran sus soldados, si eran los de otro ejército, o los espectros, esa piedad se borraba. 

 

-Haré lo que dicte mi deber… 

 

Se dijo a sí mismo, tratando de pensar en una salida, en una forma para evitar que su alumno tratará de proteger a ese alfa, a ese soldado enemigo, sin darse cuenta, ni siquiera sentir, que el cosmos que se acercaba no solo era el debilitado del dios de la muerte, sino que también su enemigo eterno, Ares, se acercaba en persona, en compañía de otro cosmos más. 

 

-Lo que me dicte mi honor. 

 

Recordando que su señora le ordenó matar a ese muchacho, porque ella creía que se trataba del amante de la muerte, no solo eso, su omega y su deber era destruirle, antes de que de su cuerpo nacieran pequeños frutos de esa unión desagradable para los dioses, pero él no quiso, él la convenció de que Manigoldo podría matar a Thanatos, usando su fuerte lazo, su unión, pero al verle desesperar de esa forma, se daba cuenta, que no podría hacer lo que se le ordenaba. 

 

-Lo siento Manigoldo… 

 

*****

 

Poseidón era un alfa, era un dios que había aprendido mucho al vivir como un humano, al ver el amor y la piedad, al ver la esperanza en los ojos de los mortales, se daba cuenta, que había cometido la peor clase de injusticias con la Medusa, con cada alma desdichada que había cruzado su camino y el, de alguna forma, lastimo, pensando que se trataba de su derecho. 

 

Y hacia una guerra, al ver que atacarian a sus soldados, a sus marinas, solo por ser omegas, solo porque los dioses no deseaban perecer, ser olvidados por sus aliados, se dio cuenta de su error, de lo bajo que había llegado al no actuar antes, al no votar en contra de las cacerías, como Hades y Hefesto lo hicieron. 

 

El no voto, no le interesaba lo que sucediera con otros soldados, su ejército era intachable, el jamas iniciaba las guerras, pero, cuando llegaron sobre ellos, como si fueron una plaga de langostas, lo supo, no había una razón para ese dolor, únicamente se trataba de la diversión de sus aliados. 

 

De pura y vil crueldad, de una excusa para dañar a quienes odiaban, Afrodita por el amor que poseían, por ser olvidada por los alfas que llegaba a seducir, Apolo prefería torturar humanos, le gustaba ver la expresión de desesperación del alfa, cuando se deba cuenta que no pudo proteger a su pareja, y Artemisa, ella castigaba esos actos, pero a quien castigaba era al que sufria, al que recibía la injusticia, no al que la perpetraba, porque en ese momento, tendría que lastimar a su hermano, a sus soldados.

 

Y Poseidón estaba cansado de tanta basura, de que cada doscientos años esos dioses dementes se unieran, el, que era un alfa, que fue visitado por Hermes, quien esperaba se les uniera, porque en esta ocasión tenían dos presas, el Inframundo y el Santuario, sería divertido. 

 

Dijo, como si el dolor pudiera ser divertido, y le dijo que acudiría, le dijo que participaria en esa cacería, haciéndole pensar que pelearía de su lado, no en su contra y en ese momento, tomando a sus soldados leales, que eran siete de ellos, los otros fueron rechazados debido a su crueldad, debido a su maldad, al dejarse seducir por los lobos, al atacar a sus propios hermanos de armas, siete omegas, siete armaduras, siete guerreros que conservaría, más su sirena, el único alfa que decidió defender a sus camaradas. 

 

-Hades está en peligro, y ella también, al menos, sus soldados. 

 

Porque aun recordaba que Athena no hizo nada, no les dejó participar a sus guerreros, no quiso que se mancharan de sangre las manos, pero, dejó a unos inocentes solos, realizando un acto mucho peor de injusticia. 

 

-Debemos ir en su ayuda… 

 

Sus soldados, siete omegas, asintieron, llevando una mano a su pecho, porque Poseidón había despertado, él había renacido, pero esta vez, era una mujer, una hermosa mujer de cabello largo, una mujer por la cual darían su vida, que era bondadosa, que actuaba con justicia. 

 

-No los dejaremos solos. 

 

*****

 

Al sentir el cosmos de su diosa rodear todo el santuario, Hakurei se levantó de la mesa, sin poder creer lo que veía, como de nuevo sucedia lo que pasó en esa guerra, en el doloroso pasado, cuando perdió el amor de Radamanthys, quien estaba seguro, no quiso ayudarles, no le interesaban los omegas. 

 

-¿Qué está pasando? 

 

Preguntó el espectro, siguiendo a Hakurei, que observaba la cúpula de cosmos, el horror que se repetía, porque su diosa no deseaba perder a sus soldados y seguramente, creía que tenía el derecho de abandonar a los que no eran sus guerreros a las fauces de los lobos, de los cazadores. 

 

-Athena no quiere que peleemos… ella nos ha encerrado. 

 

Radamanthys no había creído al principio en las palabras de Hakurei, pero en ese momento que veía la barrera, supo que eran ciertas, que Athena si era tan cruel como para hacer eso, por lo que se preguntaba, si serían lanzados o entregados como una ofrenda de paz a sus hermanos. 

 

-¿Qué ocurrirá ahora? 

 

Hakurei no supo bien qué decir, no entendía lo que estaba pasando, pero si, que no dejaría que lastimaran a esos omegas, no dejaría que ningun otro sufriera lo mismo que sufrieron esos soldados de la Atlántida. 

 

-Los protegeremos. 

 

Fue su respuesta, seguro de que pelearían por la justicia, aun, en contra de los designios de la diosa de la justicia. 

 

-No los dejaremos solos… 

 

*****

 

En el coliseo, Cheshire estaba en el suelo, después de haber sido derrotado por Shion, con demasiada facilidad, quien le ofrecía una de sus manos, para que la tomara y pudiera levantarse, pero, no quiso aceptarla, en vez de eso la golpeo, sintiéndola ofensiva, grande y tosca, demasiado desagradable. 

 

-¡No quiero tu ayuda! 

 

Pharaoh por un momento pensó en reprenderlo, pero antes de que pudiera hacerlo, observaron el cielo, como esa barrera cubría el santuario, preguntandose qué era, ninguno de los presentes lo sabía, ni siquiera Degel, que como si se sintiera vulnerable se acerco a Kardia, quien tomo su mano, como lo hiciera cuando eran niños. 

 

-Eso es una pared de cristal… pero no podemos hacer una de ese tamaño. 

 

Pronunció Shion, ignorando la agresividad de Cheshire, para ayudarle a levantarse, observando su miedo, como temblaba sosteniendo sus brazos, como buscando cobijo, uno que le dio, sosteniéndolo de los hombros, como haría con cualquier otro. 

 

-No tengas miedo, todo estará bien… 

 

Kardia parecía ser el único que sabía que estaba pasando, porque su maestro, alguna vez le contó de esa barrera y sucedía, cuando la diosa Athena decidía que sus santos, se quedarían en su templo, cuando sucedía una batalla entre dioses, de la cual no deseaba participar. 

 

-Es Athena… 

 

Susurro, recordando que la cacería pasada había sucedido eso y creía, que un omega, sería perseguido, así que trataba de proteger a sus soldados, pero, sus soldados estaban en el santuario, los espectros tambien, asi que, a quienes torturarian en ese momento los lobos y los cazadores. 

 

-¿Athena? 

 

Pregunto Degel, asustado, porque ya había pasado antes, cuando los cazadores y los lobos atacaron Rodorio, y esa barrera podía ser atravesada por los omegas, lo que le hacía temer, que tal vez, su diosa sería quien los entregaria. 

 

-No temas, todo estará bien… 

 

Degel se solto, sin comprender que Kardia ya conocia su secreto, furioso con el, porque pensaba que era un alfa, y el un beta, obviamente no tendría que preocuparse por nada, no eran omegas, no serian presas de esos dioses dementes. 

 

-¡Lo dices porque eres un alfa y crees que yo soy un beta, porque todos aquí son alfas, porque no son omegas! 

 

Degel había crecido cerca de la Atlántida, había escuchado historias de la cacería, todos los omegas, pero el historias verdaderas, del dolor, de la locura, del dolor, y sabía que como era un omega, uno con cosmos, eso también le podía pasar a él, por eso era que temía que supieran lo que era, pero no podía creer lo que sus aliados decían, lo que Kardia decía, como si no importara la seguridad de los omegas. 

 

-¡Pero nosotros que somos omegas! ¡Nosotros qué haremos cuando decidan que la paz es más valiosa que un puñado de omegas! 

 

La expresión de Kardia fue una de horror, nadie podría tocar a Degel, daría su vida por él, y tomaria todas las vidas que pudiera tomar, creando un baño de sangre que llegaría a las siguientes generaciones, porque nadie tocaría a su amigo. 

 

-No dejare que nadie te haga daño… lo sabes no es verdad. 

 

E intentó tocarlo, pero Degel se apartó, observando a los otros tres omegas, al niño en los brazos de Shion, al omega moreno, Pharaoh y al de cabello blanco, que de pronto se veían demasiado vulnerables. 

 

-No, no lo se, y se que no puedo confiar en ustedes, si no protegen a los espectros, solo porque son espectros. 

 

Eso era algo que temía, en lo que pensaba desde que Hakurei había dicho que serían sus sabinas y sabía que era lo que tenía tan asustado a ese niño, que empujó a Shion, dispuesto a irse, pero uno de los espectros, el de cabello oscuro, lo detuvo. 

 

-Destruyeron a mis dioses, destruyeron a los dioses que yo servía, los dioses que ustedes defienden, ellos solo crean desdicha, como si se alimentarán de ella. 

 

Pharaoh había nacido en la nobleza, era uno de los muchos hijos de los faraones, de allí, que aunque hubieran pasado siglos, milenios, aún se arreglaba como en su vieja tierra y sabía, que muchos eran crueles, que esa crueldad generalmente la sufría el omega, pero también sabía, que no todos eran malos, que no podías odiar a los alfas por ser alfas, o pensar que todos los omegas eran buenos, solo por ser omegas. 

 

-Y yo no confiaba en ellos, después de todo lo que nos habian hecho, como podria confiar en ellos, pero, Hades, que era uno de esos dioses, me acogió en su ejército, me puso bajo el mando de Aiacos, a quien seguiré hasta el mismo infierno, solo porque me enseño, que no todos eran crueles, no todos eran malvados y pensar, que todos los alfas son malvados, solo por serlo, no nos hace muy diferentes a los que nos están cazando en este momento. 

 

Todos eran niños a comparación suyo, por eso, tal vez, podía juzgar los corazones de los mortales y lo que sentía en ese momento, era bondad, preocupación, no sentía nada que fuera desagradable, esos alfas, estaban preocupados por ellos, tal vez, pelearían por ellos. 

 

-Y yo quiero confiar en su bondad, como me permití confiar en la bondad de Hades, cuando me acogió en su ejército. 

 

Degel guardó silencio, para después marcharse de aquel sitio, dejándolos solos, Kardia no supo qué hacer en un principio, si seguirlo, o quedarse en el coliseo, para que su amigo, pudiera calmar sus ánimos, escuchando un suspiro fastidiado del espectro de cabello blanco. 

 

-Deberias ir con él, para calmar sus ánimos, ya sabes, como lo haría un alfa con un omega… 

 

Kardia asintió, marchándose de allí, siguiendo a Degel con un paso acelerado, sin prestarle atención a los demás, mucho menos, la expresión de molestia que tenía ese espectro de cabello blanco. 

 

-Todos los que me gustan siempre tienen dueño… 

 

Dohko volteo en dirección de Kardia, quien se iba detrás de Degel, pensando que había escuchado mal, sin embargo, cuando Sylphide se dio la media vuelta, se dio cuenta, que no lo deseaba, al menos, que sus intentos por seducirle, no estaban funcionando para nada. 

 

-También debemos retirarnos… supongo. 

 

Cheshire asintió, siguiendo a Pharaoh, quien estaba preocupado, sorprendido, pero no tanto como los alfas del santuario, que se veían uno al otro, sin comprender muy bien que estaba pasando. 

 

-¿Sientes el cosmos de Manigoldo? 

 

Pregunto Shion, que trataba de concentrarse, contando los cosmos de sus aliados, de los cuales faltaba uno de ellos. 

 

-No, no lo hago… 

 

*****

 

Manigoldo solo se detuvo al ver bajar un carro de guerra, donde un sujeto cubierto de cicatrices rojizas, que parecian mas bien pinturas tribales, cargaba a Thanatos, que tenía una flecha en su pecho, a su lado había otro sujeto, idéntico a Aspros, pero mucho más alto, con cabello negro. 

 

-Eres tu… eres el omega destinado de Thanatos… 

 

*****

 

Parece que Athena se preocupa demasiado por sus soldados y tiene unas órdenes para Sage, que debe cumplir, aunque no le gusten, pero él ha prometido seguir su honor, hacer lo correcto, pero qué será eso. Y si, Poseidón es alfa, y mujer… Muchas gracias por sus lecturas, comentarios y estrellas, adoro leerlos. SeikenNJ. 


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