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Cacería por Seiken

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Por alguna razón, Ares sonrió al escuchar esas palabras, logrando que Manigoldo se molestara, demasiado, acercándose a Thanatos, el estupido dios que lo secuestró, pero decían que lo mandó de regreso al santuario, el que su hermano decía que estaba enamorado de él, haciendo que se sonrojara, de nuevo. 

 

Porque, decía, que solo lo llevo a un lugar que pensaba que era seguro, no deseaba hacerle daño y la forma en que lo regresó a su hogar, con su maestro, era una señal de que, probablemente, hablaba con la verdad. 

 

-Podrias intentar quitarle esa flecha de su pecho, por favor… 

 

Ares los veía con una expresion fria, con una mueca impenetrable, sin perderse un instante de aquella conversación, uno solo de sus gestos, viendo como llevaba una mano a su pecho, como si sintiera alguna clase de dolor, el mismo que aquejaba a Thanatos, supuso. 

 

Al mismo tiempo que Hefesto sostenía la muñeca de Manigoldo, para llevarla a la flecha, que no se encajo un poco más, pero si pudieron escuchar un quejido de los labios de Thanatos, que estaba inconsciente, pero sufría mucho, al juzgar por esa expresión de dolor en su rostro. 

 

-No soy un médico… 

 

Manigoldo retiró la mano con fuerza, sintiendo como el dolor en su pecho aumentaba, observando a ese sujeto con las marcas en una parte de su cuerpo, que no era feo, pero no era hermoso, como se imaginaba que eran todos los dioses, si el dios de la muerte era una señal de eso, de la belleza de una entidad divina.

 

-Sólo hazlo para que podamos ir a ver a mi hermana de una buena vez, antes de que cometa alguna locura. 

 

Ares comenzaba a desesperar, avanzando algunos pasos hacia el omega que lo reconoció entonces como uno de sus enemigos, quien retrocedió, a punto de elevar su cosmos, era el dios de la guerra violenta, era el enemigo principal del Santuario, que muchas ocasiones usurpaba el poder, el título del patriarca. 

 

Hefesto negó eso, estirando un brazo, para evitar que Ares siquiera avanzando, quien se detuvo, fastidiado, cruzando sus brazos delante de su pecho, esperando por lo que Manigoldo estuviera a punto de decir, o hacer, porque si lo atacaba, no lo iba a permitir, no dejaría que los dañaran, cuando solo querían ayudar.

 

-Se un poco más amable, tu, pedazo de bruto. 

 

Hefesto comenzaba a perder la paciencia, porque Ares todo quería solucionarlo usando la fuerza, y aunque en ocasiones, la fuerza funcionaba, en ese, en el que la vida de Thanatos, estaba en peligro, en el que la cordura del omega estaba en peligro, el uso de la fuerza era lo que menos necesitaban. 

 

-No soy un pedazo de bruto… 

 

Fue lo único que Ares se atrevió a decir, desviando la mirada, haciendo que Manigoldo se preguntara, porque parecía que estaba hasta cierto punto, domesticado, en compañía de ese dios, con el rostro marcado por líneas rojas, que cojeaba, pero se veía fuerte, la clase de fuerza que se obtiene con las tareas manuales, como el de la forja, tal vez, era el dios Hefesto, pero, se supondría que ellos serían enemigos, los dos peleaban por el amor de la diosa de la belleza. 

 

-Eres un bruto completo, ahora cállate, lo asustas. 

 

Manigoldo se hubiera reído de aquella respuesta, sí Thanatos no hubiera gemido de dolor, llevando una mano a la suya, provocando que un estremecimiento, una corriente eléctrica le recorriera, llenándolo de angustia, al pensar que se estaba muriendo, que él no podría hacer nada para evitarlo.

 

-Pero eres un omega, y yo creo que eres su omega destinado… su compañero eterno. 

 

Thanatos también lo pensaba, de eso estaba seguro, por eso quiso protegerlo, por eso habla de su fuego demoníaco, de su fuego fatuo que brillaba en la oscuridad, que era fuerte como ninguno, así como hermoso, mucho más hermoso que la diosa del amor, que palidecía en belleza junto a su cangrejo. 

 

-Pero yo… yo soy un mortal, el es un dios… 

 

Ares asintió, aunque no veía cuál era el punto de pronunciar lo obvio, cuando las uniones se realizaban al azar, cuando sus cosmos se unían, resonaban como campanas, como instrumentos musicales, o se comportaban como piezas de rompecabezas, llaves de oro, en chapas de metal, y no era que pensara que los humanos eran inferiores, pero, no eran dioses. 

 

-Solo intentalo… 

 

Volvió a pedirle Hefesto, casi suplicandole por salvar a su amigo, con una expresión desesperada le hizo rabiar al dios de la guerra, que comenzaba a sentirse molesto, un poco desplazado, porque nunca se habían preocupado de esa forma por el y no creía que eso fuera justo.

 

-¿Y si muere? 

 

Si no intentaban hacer algo, de todas formas moriria, asi que ese temor era ridiculo, ademas, era el dios de la muerte, no se suponía que debiera perecer, porque en ese momento, los esperaba tiempos muy oscuros, demasiado oscuros. 

 

-De todas formas esta muerto, tu eres su única esperanza, y la mía, para continuar nuestra tarea, si Athena decide escucharme. 

 

Y la única forma de apartar a su único amigo de ese dios de la muerte, que decía era el alfa de ese cangrejo, que aún dudaba si debía tratar de salvar a ese alfa, o no, si tenía que quitarle la flecha o no, pero, lentamente tomaba una decisión, debía salvar su vida.

 

-Solo… solo intentalo… 

 

Hefesto volvió a suplicarle que lo hiciera y Manigoldo, aunque sentía el dolor del dios enfrente suyo, como si la flecha estuviera en su propio corazón, también tenía miedo, de que no fuera más que una ilusión y esa unión que sentía, fuera una mentira, fuera un error, algo imaginado, haciéndole regresar a la soledad, a como era su vida, cuando estaba encerrado en esa aldea destruida.

 

-¡No lo hagas Manigoldo! 

 

De pronto gritaron, evitando que Manigoldo hiciera su sencilla tarea, salvando la vida o condenando al dios de la muerte, pero terminando ese molesto intermedio de su tarea, sin contar, que estaban fuera del santuario, en donde estaban las víctimas de los cazadores, no era un lugar seguro.

 

-¡Y ahora qué! 

 

Ares quiso por un momento alejar con el uso de la fuerza necesaria a ese anciano, que recordaba de las guerras santas del pasado, quien al verlo abrió los ojos, como si hubiera visto un fantasma, y tal vez lo hacía, porque se parecía demasiado a sus hijos, o a casi cada uno de los santos de géminis, que eran sus creaciones, casi todos ellos, eran sus hijos, sus herederos, que en ocasiones usaba como un peón, en las guerras. 

 

-Se está muriendo… lo sé, lo siento. 

 

Manigoldo quiso decirle a su maestro, que estaba en ese sitio para evitar que su alumno salvara la vida de Thanatos, pero él sentía la necesidad de mantenerlo vivo, a su lado, de curar ese dolor en su pecho, esa flecha que se iba sumiendo un poco cada vez, deseaba salvarlo, aunque fuera su enemigo y le hubiera secuestrado.

 

-Sólo ayúdanos, por favor, trata de salvarlo… 

 

Ares no dijo que tanto le molestaba que suplicara por ayuda, pero si estaba pendiente, por si necesitaban de un poco de violencia, un poco de ayuda, para evitar que mataran a Thanatos, o lo dejaran morir, Hefesto quería salvar su vida y él deseaba apartarlo de su amigo, ese omega podía hacer las dos cosas. 

 

-Manigoldo, por favor, no lo hagas, es uno de nuestros enemigos… 

 

Manigoldo lo sabía, lo comprendía perfectamente, pero lo que no deseaba que pasara era que muriera, porque sentia una coneccion con el, como si fueran uno, como si fueran alfa y omega, como lo decía ese dios, pero al mismo tiempo le asustaba que lo fueron, el era un humano, Thanatos un dios, uno de sus enemigos, no podían estar juntos. 

 

-Maestro, usted no me dejo solo en ese pueblo, no me dejo a morir, como los otros hicieron, porque usted… usted no quiere que lo salve. 

 

Se preguntaba Manigoldo lleno de angustia, sin saber que hacer, desesperando por ello, porque deseaba proteger, salvar la vida de su enemigo, había desobedecido a su diosa y dejarle morir, significaria que no era muy diferente a los que destruyeron su pueblo, a los que mataron a todos los suyos. 

 

-Además, es una estupides, es la muerte, es una de sus representaciones, la menos desagradable, la no violenta, este mundo necesita de él. 

 

Hefesto se despero también en ese momento, era la muerte no violenta, era como el sueño, cuando los enfermos cerraban los ojos, cuando los heridos daban su último aliento, cuando por fin, después del sufrimiento los humanos encontraban la paz, eso era Thanatos, era la muerte piadosa, porque parecían tratarlo como si fuera un monstruo sin sentimientos.

 

Sus palabras parecían convencer a Sage de permitirles salvar su vida, pero eso no era cierto, lo que le hizo pensar que todo eso era un error, que habían actuado de una forma injusta y que merecían un castigo, era la desesperación de su alumno, por lo cual, apagó su cosmos, permitiría que curaran a Thanatos, eso era lo mejor.

 

-Aunque siempre hay muertes más divertidas… 

 

Como la espada, o una masa y una pica, como una herida en el costado, después de destruir a sus enemigos, pero, se quedó callado cuando Hefesto le miró como si fuera el idiota más grande del mundo, haciéndole voltear de nuevo, avergonzado hasta cierto punto. 

 

-¿Porque no puedes callarte? 

 

Y ahora Hefesto, después de ayudarle, se desquitaba con él, le gritaba como si estuviera enojado, pero, no respondió a esa ofensa, no era el momento para eso, supuso, pensando que ya estaban perdiendo demasiado tiempo. 

 

-Supongo que es cuestión de perspectiva… 

 

Se quejo al final, esperando por ver que hacia Manigoldo, que de nuevo llevaba su mano a la flecha en el pecho del dios de la muerte, deseaba salvarlo, eso era obvio, asi que porque no lo hacía, se preguntaba, volteando en dirección del anciano de cabello blanco, que le había dicho a su alumno que no lo hiciera, que no salvará su vida, porque era uno de sus enemigos.

 

-Se ve que eres un soldado valiente, un hombre justo y sabes, que esto no es correcto, dejarlo morir… 

 

Hefesto esta ocasión quiso hacerle comprender a Sage que lo correcto era salvar a Thanatos, que era un dios benigno, que no podían dejarlo morir, además, era el alfa destinado de su alumno, si él moría, Manigoldo resultaría gravemente dañado en su psique.

 

-Que este omega sufrirá demasiado si muere su alfa. 

 

Sage asintió, sabía que si moría Thanatos, su alumno bien podía perder la vida, y aunque su diosa le dijo que no debía vivir, porque se trataba del consorte de la muerte, él sabía, que no podría hacerle daño nunca, porque era como su hijo, como su pequeño, a quien cuido desde que era un niño, jamas, jamas podria hacerle daño.

 

-No puedo hacerte daño Manigoldo, y aunque, yo no sea tu padre, te siento como si fueras mi propia sangre, mi propio hijo… 

 

Hefesto suspiro al escuchar esa respuesta, Ares no dijo nada, pero esperaba que se apresuraran, ya comenzaba a desesperarse, al mismo tiempo que Manigoldo asentia, sosteniendo con una mano temblorosa la flecha en el corazón del dios, que no había hecho daño de manera corpórea, pero si lo estaba matando, como si estuviera destruyendo su espíritu, una muerte, mucho más dolorosa todavía.

 

-Haz lo que te piden, yo cargare con el castigo de Athena… 

 

Sage lo apuro a salvar la vida de ese dios, observando como la flecha, como si no fuera más que un espejismo, era removida con demasiada facilidad, desapareciendo en la mano de Manigoldo, convirtiéndose en humo, al mismo tiempo que Thanatos, parecía, había dejado de sufrir dolor, su alumno había salvado su vida.

 

-¿De qué castigo hablas, Sage? 

 

Esa voz, era ella, que había salido del santuario, que los observaba imperturbable, viendo como el dios de la muerte no violenta se iba recuperando, abriendo los ojos, para llevar una mano a la mejilla de Manigoldo, quien sonrió por un momento, para después, recordar que era su enemigo, apartándose de él. 

 

-Desobedecido sus órdenes, yo le deje curar a Thanatos y seré yo, quien cargue con el castigo que esta acción pueda ocasionar a mi alumno. 

 

Athena caminó algunos pasos, asintiendo, con el báculo de la victoria en sus manos, el que, de pronto brillo, transformándose en una espada, que fue a parar en la mano de Ares, como si hubiera cambiado de opinión y ahora deseara ser portada por el hermano de la diosa de la sabiduría, el dios de la guerra violenta e injusta. 

 

-Quién lo hubiera dicho, la voluntad de nuestro padre se ha puesto en tu contra, hermanita, eso quiere decir, que ibas a atacarnos… 

 

Athena al ver que Ares de pronto, portaba a la diosa de la victoria, que había tomado la forma de una espada, apretó los dientes, furiosa, sin comprender porque la voluntad de su padre le había abandonado, para acudir a las manos de su hermano, a quien pensaba destruir en ese instante, cuando sintió su cosmos, antes de que la guerra estallara. 

 

-Eres la guerra violenta hermano, eres la guerra injusta, y tu quieres iniciar una masacre, por un puñado de humanos, de omegas, un acto, que no estoy dispuesta a permitir, aunque sean sabinas, no deben morir personas comunas, solo porque ellos no desean pagar el precio de la paz. 

 

Era muy fácil para ella decirlo, el precio de la paz, cuando ella no tenia que pagarlo, cuando sus soldados no serian tocados, al menos, no en su mayoría, aunque, a quien deseaba engañar, Athena solo veía como carne de cañón a sus soldados, eran descartables, desechables, peor que basura. 

 

-El precio de la paz… me pregunto si la medusa piensa lo mismo, cuando ella fue castigada por profanar tu templo y no Poseidón… 

 

Ares no era un dios justo, pero al menos, aceptaba que todos los actos que cometía, eran debido a sus caprichos, que cometia errores que muchos terminaban pagando, pero sobre todo, él había tratado de proteger a sus soldados cada ocasión que las cacerías sucedían, el también votó en contra de las mismas. 

 

-Ella no debio profanar mi templo, ella no debió pisarlo si sabía que no podía escapar… 

 

Ares negó eso, porque la medusa le pidió ayuda a su hermana, le suplico piedad, que le ayudara, pero lo que hizo, fue castigarla después de que Poseidón le arrebatara su orgullo, su alma, le violara, convirtiéndola en un monstruo, cuando ella no era más que una inocente. 

 

-La diosa de la victoria está en mis manos, hermana, sabes lo que eso significa, no es verdad… 

 

Su padre los había creado para que reinaran juntos, para que gobernaran el santuario como una dupla, justo como lo hacían los dementes de Apolo y Artemisa, pero ellos nunca habian llegado congeniar en nada. 

 

-Si piensas que puedes arrebatarme mi templo, primero tendrás que matarme… 

 

Ares no estaba en contra de matarla, ella, de alguna forma, por alguna razón que no comprendía, estaba corrompida por alguna energía que no reconocía, quien fuera que le atacó, lo hizo en silencio, lo hizo sin que nadie se diera cuenta, asi que, podia matarla y sabia, que no recibiria ningún castigo. 

 

-Primero logró que Hefesto abandone su taller, despues, tengo a la victoria en mis manos y ahora, me dices, que puedo matarte… me siento como si fuera mi cumpleaños… 

 

*****

 

Hola, de nuevo un capítulo doble, solo por que me encantan sus estrellas, sus lecturas y sus comentarios, y pensé que este encierro bien merece un poco mas de diversion. Una batalla de dioses se avecina, Athena contra Ares, pero esta ocasión la victoria está en las manos de la guerra violenta, e injusta para algunos, para otros no, ya que todo es relativo. Muchas gracias. SeikenNJ. 


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