Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cacería por Seiken

[Reviews - 71]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El silencio era demasiado tenso, los dioses que habían llegado al santuario se observaban entre si y despues a los guerreros, Ares avanzó un poco, para ponerse frente a Hefesto, que lo empujó con algo de fuerza, avanzando hacia ellos, respirando hondo, para después mostrarles un sello, uno de Athena, de su diosa. 

 

-Lean esto, y después, tomen una decisión, santos de la deidad de la justicia… 

 

Hakurei tomó el sello entre sus manos, respirando hondo, sintiendo, pensando que era mucho más fácil cuando Sage tomaba las decisiones, aunque, siempre creyó que aceptaria a su omega, cuando tuviera una segunda oportunidad. 

 

-¿Cuando ibas a decirme de ese pergamino? 

 

Hefesto se encogió de hombros, no esperaba que Ares lo siguiera, y aunque estaba agradecido por su ayuda, por el momento, no deseaba compartir toda su información, eso era poder, y era la única clase de poder que tenía en ese momento. 

 

-No se supone que me acompañarias a esta misión.

 

No era especialmente fuerte, no sabía cómo proyectar su cosmos, su pierna no le servía demasiado para una batalla, no era especialmente útil en una batalla de ninguna forma, asi que, solo podía usar su mente, su información, como un arma o una carta a su favor. 

 

-Siempre eres muy cruel… aunque… me pregunto, cómo es que has hecho tantas estatuas mías sin tomarme como un modelo. 

 

Eso ultimo lo susurro en su oído, con una sonrisa extraña, que Hefesto jamas habia visto en toda su existencia y por lo tanto, no sabía cómo interpretarla, ni mucho menos, que pensar al verla. 

 

-Todo el mundo habla de la belleza de Ares, pero no de su vanidad… 

 

Ares se apartó cruzando sus brazos, arqueando una ceja, con una sonrisa que se ensanchaba con forme pasaban los segundos, viendo como Hefesto intentaba ignorarlo, para de nuevo, acercarse un poco a él, para poder admirar un ligero sonrojo. 

 

-Podría posar para ti, solo tienes que pedirmelo… 

 

Se apartó lo suficiente para ver que el sonrojo del dios de la creación mecanica aumentaba ligeramente, sintiéndose importante, especialmente porque no pudo responderle, no pudo decirle que estaba equivocado ni que no le interesaba verlo desnudo. 

 

-Mis calderas se apagaran antes de que te pida algo de nuevo. 

 

Ares recordaba cuando le había pedido algo y eso fue no quitarle a su esposa, pero su esposa no era quien él pensaba, era hermosa, si, pero era una mujer para alguien más, no para él, porque le fue infiel con muchos, algunos especialmente feos, creía que había compartido su lecho con Pan, y eso ya era demasiado para el hermoso Ares, más de lo que podía perdonar y su esposo, que era un omega, no era la clase de hombre que tendría que soportar el deseo de la diosa del amor por otras parejas, era una buena persona, no se merecía el cariño de la diosa de la lujuria. 

 

-Lo dices… por esa carta… 

 

Le había dicho y suplicado que no lo apartara de su amada, le había mandado un pergamino explicandole su sentir, su amor por ella, pero, Ares no quiso escucharlo, aun así tuvo sexo con ella, los encontró en su cama, en su lecho, suficientes veces, para que pudiera crear su red, para encerrarlos en ella. 

 

-No me hagas arrepentirme de darte una oportunidad para ganarte mi perdón Ares, aunque no se que es lo que deseas obtener con eso, y si vuelves a mencionar mi humillación, nuestra tregua se termina. 

 

Un suspiro fue la única respuesta del dios de la guerra, que aún conservaba la carta de Hefesto entre sus posesiones, por alguna razón que no comprendía ni se molestaba en comprender. 

 

Y aun la recordaba, algunos fragmentos al menos, que podía recitar, de haberlos leído tantas veces. 

 

*****

 

Tenía la carta en sus manos, tenía la letra de Hefesto y había sido transportada por una de sus máquinas, un jabalí, de la forma y tamaño que tomó, el mismo, cuando asesinó al amante de la diosa del amor, al hermoso Adonis. 

 

No entendía como Hefesto había creado semejante criatura, que se movía y respiraba como si fuera un animal de carne y hueso, aunque respirar era una palabra errónea, porque esa cosa no estaba viva, pero, si se movía como un ser vivo, hecho de metal. 

 

Esa carta estaba sellada con su cosmos, uno que reconocería, porque el dios hijo de Hera, había participado de alguna forma en cada una de las guerras, en los instrumentos que usaban los guerreros para matar, creía que en ocasiones se paseaba en los talleres o dejaba información, ayudandole a los humanos, pero condenandolos al mismo tiempo. 

 

Aunque, no podía decir que, fuera su deseo que sus inventos o que la ciencia, se usará para matar, en vez de prosperar, al menos, eso quería pensar, porque no se imaginaba al buen Hefesto, como alguien malvado.

 

Al abrir el pergamino, el jabalí se marchó, regresando por donde vino, sin hacerle daño a sus guerreros, simplemente pasando a su lado, sin verlos siquiera, escapando de sus redes y lazos, porque deseaba quedarse esa cosa, esa máquina, como un trofeo.

 

Ares comenzó a leer esas letras grabadas en ese pergamino, con una sustancia que no reconocía, mucho menos, con lo que fue escrito, era demasiado limpio, un trazo demasiado exacto, no fue hecho por manos humanas o divinas, y esa era señal inequívoca de que Hefesto le había escrito.

 

“Ares, Ares, Ares, te lo suplico, no te lleves a mi esposa, solo porque puedes” 

 

“Ares tu belleza no tiene comparacion, tu cabello son hilos de obsidiana, tus ojos son como las llamas y tu piel como el mármol” 

 

“Ares, tu sonrisa es como la primavera, tu fuerza supera a la del volcán Vesubio y tu cosmos brilla como diez soles”

 

“Ares tus proezas en batalla son tantas como los mortales que han compartido tu lecho, todos ellos te aman, pero tu no amas a ninguno”

 

 “Ares puedo entender, porque puedes llevartela, pero tu no sabes lo que ella significa para mi, te lo suplico, no te lleves a mi esposa, solo porque puedes” 

 

“Ares, se que ella te desea, que tú puedes tomarla en el momento en que lo desees y me avergüenza tener que hablar de esto contigo, pero ella es la unica para mi, ella es mi alfa”

 

“Ares, de rodillas te lo suplico, mi felicidad depende de ti, de la decisión que desees tomar, tu puedes tener a quien desees y ella es la unica para mi, por favor no te lleves a mi alfa, mi cordura depende de ti, de tu bondad, que muchos dicen no existe, pero yo deseo creer en ella” 

 

“Ares, no existe un alfa tan hermoso como tu y yo soy el menos atractivo de los omegas, por favor, no te la lleves, no la alejes de mí, mi destino depende de ti” 

 

“Mi felicidad esta en tus manos, solo, por favor, tenme piedad” 

 

Leyó esa carta varias veces, sin comprenderla en un principio, si, sabía que deseaba que abandonara a la diosa del amor, a la hermosa Afrodita, que se encontraba dormida en su cama, sin darse cuenta de la visita de ese jabalí. 

 

Afrodita ya había sido suya, pero, creía que para ella compartir su lecho tenía tanto significado como para el, o tal vez, menos, porque le había engañado con Adonis, con muchos otros y se preguntaba, porque esa carta le había hecho pensar en separarlos. 

 

Haciendo que se preguntará también que se sentiría ser el objeto de aquella devoción, su belleza, sus proezas en batalla, su sonrisa, un sentimiento que se adueñó de sus sentidos y deseaba que supieran, que el, Ares, había seducido a la diosa del amor. 

 

Quería que Hefesto lo viera, sin saber muy bien la razón de eso, pero pensó, que solo se trataba de su atrevimiento, por pensar que podía ordenarle que hacer, o siquiera, sugerirselo.

 

*****

 

Y siempre pensó en eso, que deseaba castigarlo por mandarle esa carta, sin embargo, algo en Hefesto llamaba su atención, sus máquinas, su inteligencia, algo, que lo mantenía interesado, algo que no reconocía, hasta ese momento.

 

Hasta ese dia, en el cual, esperaban por lo que pensaban sería una ofensiva de los santos dorados, al estar a lado de Hefesto, cuya atención estaba puesta en su seguridad, cuya atención, podría ser suya, una vez que Afrodita ya no estaba a su lado, que ya no le amaba. 

 

Y se dio cuenta, en ese instante, que lo que deseaba por sobre todo al ser descubiertos, al separarlos, era, apartar a Hefesto de su amada esposa, de su supuesto alfa, de quien equivocadamente, pensaba, era la única para el. 

 

Porque no era su alfa, no, ella no podía ser su alfa, ella solo se preocupaba por la belleza y por la lujuria, él en cambio podía ver la belleza de sus creaciones, el valor del dios Hefesto, un omega, poderoso, inteligente, sensato, pero sobretodo fiel, quien, a cambio de su amor, le sería fiel, le sería leal, sería suyo. 

 

-Llevenlos a una celda, debemos discutir la información que hay en este pergamino… 

 

Susurro Hakurei, señalando a los dioses, quienes fueron escoltados por los gemelos Aspros y Defteros, quienes los empujaron hasta una celda, siendo un poco más violentos, de lo que deberían serlo, especialmente con Ares. 

 

-¿Esa es la forma de tratar a su padre? 

 

Defteros quiso disculparse, pero Aspros no se lo permitió, alejándose sujetándolo del brazo, logrando que Ares sonriera, sosteniéndose de los barrotes, que podrían destruir en cuestión de segundos. 

 

-Me recuerdan a Phobos y Deimos, ellos si eran buenos hijos, unos guerreros que me hacían sentir orgullosos, en cambio Eros siempre fue demasiado apegado a su madre… 

 

Hefesto no le presto atención, tomando un asiento en la única cama de esa celda, acariciando su muslo, y después su rodilla, que le molestaba un poco, generalmente no caminaba tanto tiempo. 

 

-Se parecen mucho a ti…

 

Ares aun estaba sosteniendo los barrotes, no porque no pudiera romperlos, o porque no pudiera aguardar a que los santos dorados tomarán una decisión, sino, porque estaba aburrido y seguía pensando, en su descubrimiento, en la razón por la cual no se detuvo hasta que pudo separar a la diosa del amor del omega que estaba sentado en esa cama, que no se veía muy cómoda. 

 

-Sabes, al iniciar el dia, cuando traté de escabullirme en tu taller, no creí que terminariamos juntos, en una misma cama. 

 

Eso lo dijo sentándose al otro lado de la cama, escuchando cómo crujía, pues, eran bastante pesados para el viejo mueble, donde Hefesto le observó con una expresión que claramente decía que tan idiota creía que era. 

 

-Estoy seguro que eso se los dices a todos… 

 

Y por supuesto, ni siquiera lo tomo como un cumplido. 

 

*****

 

Manigoldo despertó poco tiempo después, recordando la caída de su maestro, por culpa suya, en las manos de su diosa, que lo mató a sangre fría, después, la caída de su diosa, el pequeño detalle que se le olvidó, fue, que todo eso pasó porque deseaba proteger a Thanatos, que estaba a su lado, sosteniendo su mano. 

 

-Manigoldo… 

 

Usaba esa forma pequeña, la que aparentaba ser un humano común, aquella que no daba miedo ni te hacía retroceder, pero, aun así, su expresión era de condescendencia, de vanidad, aunque, se veía estaba preocupado por el. 

 

-No me toques… 

 

Pronuncio, apartandose con fuerza del dios, levantandose de la cama, dirigiéndose a donde suponía estaba el cuerpo de su maestro, donde aguardaba para ser enterrado, donde se realizarian los honores de uno de los suyos. 

 

-¿Que estas haciendo? 

 

Era el dios de la muerte, que observaba el cuerpo de su maestro con pesar, el que tenía dos monedas de oro en sus ojos, quien temía no ser aceptado por el cangrejo, que se había apartado de él, con algo de violencia. 

 

-Yo, como uno de los mortales que puede caminar entre mundos, soy el encargado de llevar sus almas a buen resguardo, protegerlos, para que puedan ser recompensados en los campos Elíseos. 

 

También debía quemar su cuerpo, un acto, que no estaba seguro de que pudiera realizar, pero eso era lo que su maestro hubiera deseado, asi que fue quitándole su casco, sus tocados, su túnica. 

 

-Eres el enterrador… el sepulturero… 

 

Manigoldo asintió, acariciando la mejilla de su maestro, llorando de nuevo, con tanto dolor, que Thanatos quiso abrazarlo y por un momento, el cangrejo pensó en aceptarlo, pero no, no era el momento para creer en esas tonterías del alfa elegido. 

 

-Debo… debo cuidar de mi maestro… 

 

Cuando pudo quitarle la túnica, al menos la mitad de esta, vio algo escrito en el fuerte pecho de Sage, quien suponía, terminaría perdiendo la vida en esa nueva guerra, pero no, en manos de quien lo haría. 

 

-Espera… 

 

Manigoldo delineo cada palabra, sin comprender muy bien que decía, pero Thanatos si podía leer ese mensaje sin problemas, decía, “Busca a Hades” como si quisiera que su dios estuviera presente en ese momento. 

 

-Te pide buscar a mi señor, al dios Hades… 

 

Manigoldo asintió, pero como Thanatos no parecía moverse, ni empezar su viaje, suspiro, empujándolo entonces, necesitaba que fuera por Hades, al mismo tiempo que el, cuidaba del cuerpo de su maestro. 

 

-Ve por el, que esperas… 

 

Thanatos asintió, obedeciendo al cangrejo, que empezó a limpiar las heridas de su maestro, esperando que hubiera alguna razón para ese mensaje, preguntandose cuánto tiempo había pasado desde que murió y porque, se veía como si hubieran sido segundos, o el mismo tiempo se hubiera detenido. 

 

-No tema, maestro… todo estará bien… 

 

Aunque no sabia como lo estaria, si su maestro habia perecido y ya nada podia lograrse, aunque, de todas formas, cumpliria con esa extraña peticion. 

 

-Aunque no me imagino como lo estará… 

 

*****

 

Shion estaba furioso, estaba tan molesto por todo lo que había pasado, pero, especialmente al saber que su diosa iba a entregar a esos omegas que habían confiado en ellos, que entregaría a sus hermanos de armas, que no sabía cómo responder a esa oscuridad. 

 

-No lo entiendo maestro…. 

 

Hakurei tampoco lo entendía, pero lo sabia, lo habia visto, su diosa no era la criatura bondadosa que pensaban, al menos, ya no lo era en ese momento. 

 

-En algún momento, en los últimos doscientos años, debió corromperse… 

 

Era lo único que se le ocurria, en lo unico que podia pensar, en lo que esperaban a que llegaran los demás, todos sus aliados, especialmente los omegas, necesitaba de ellos, para que los santos de plata y los santos de bronce comprendieran, en el caso de no hacerlo, que ellos eran idénticos a sus aliados, que los espectros no merecían padecer esa tortura. 

 

-Tal vez, en el momento en el que decidió mantenerse viva, antes de terminar la guerra santa… 

 

Esas fueron las palabras de Unity, que caminaba a lado de su hermana, que era la reencarnacion de Poseidon, un alfa femenino, que les veía con una expresión serena, que les recordaba a la forma de mirar de su diosa. 

 

-Yo confio en ustedes, sabemos que son buenos y justos, que tomaran la decisión correcta… 

 

Sin embargo, Hakurei no estaba tan seguro y sabía, que si decidian desobedecer al dios Ares, tendrian una ardua batalla que librar, en la cual, sus aliados, Cid, Manigoldo, Degel y cada uno de los omegas del santuario, perderian la vida, después de sufrir un espantoso martirio. 

 

-Tu nos tienes mucha más confianza de la que yo nos tengo… 

 

*****

 

Hola, espero que les guste el capitulo, la carta de Hefesto está inspirada en una canción llamada Jolene, en la cual, siempre he pensado que es una declaración de amor, hacia Jolene, y no hacia la pareja infiel. En fin, muchas gracias por las lecturas, estrellas y comentarios. Les adoro. SeikenNJ. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).