Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cacería por Seiken

[Reviews - 71]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

-Escuche que la elite de Hades son todos omegas, y todos ellos son hermosos. 

 

Kokalo estaba especialmente entusiasmado por ello, nunca habían entrado en batalla y las veces en las cuales su ejército se topó con algunos espectros, eran de clase inferior, todos feos, uno mas feo que el otro y sumamente cobardes. 

 

Recordaba haber aplastado con la suela de su zapato a una rana que hablaba y caminaba como un hombre, o algo parecido, sin embargo, también recordaba escuchar que la belleza de los espectros era sublime. 

 

-Y que todos los soldados de Poseidón son omegas, peleó por defenderlos hace una guerra, eso es honorable. 

 

Ema pensaba que estaban pisando terreno peligroso, porque a Medusa no le gustaba que hablaran de omegas o alfas, no le gustaba que mencionaran el nombre de Poseidón, y ella tenía razón, no era justo que hablaran de quien le hizo tanto daño. 

 

-No eres feo, Ema, estoy seguro de que si les demostramos nuestras dotes guerreras, sabrán apreciarnos. 

 

Ema no respondió sus palabras, pero la Medusa si, riendose de las palabras del más alto de los generales de Ares, encontrando sumamente gracioso que solo pensaran en compañía, en un momento como ese, que se olvidaran de sus deseos por destruir o matar, por pelear, solo por la perspectiva de tener compañía. 

 

-No te molestes Medusa, pero al pelear tanto tiempo contigo, es como si fueras nuestra hermana y por eso, si Poseidon trata de acercarse a ti de nuevo, le cortaremos la cabeza. 

 

Ella respondió haciéndole una seña obscena que no era para nada una actitud amable, mucho menos viniendo de una mujer o de una omega, así que Phobos se rió al verla, pensando que nunca cambiaría, aunque, no estaba seguro de donde suponían que habían sacado todos sus retratos, porque Medusa, aunque era bellísima, no era una mujer delicada, era fuerte, era dura, o tal vez, después de la traición de Athena, había cambiado demasiado. 

 

-Pero, estoy seguro que lo único que te molesta es que no pudiste ver la caída de la diosa Athena. 

 

Phobos la conocía demasiado bien, pensó, sonriendo esta vez, pensando que habría sido toda una visión el momento en el que su cabeza cayera dando giros, rodando hasta caer en el suelo, cubierta de sangre, derrotada, pero, solo era un envase, no era la Athena real, sino alguien cuyo cuerpo robaba. 

 

-Solo fue su envase, así que yo estaré en el momento en que Athena caiga, cuando su cabeza sea cortada de su cuerpo por la justa espada de nuestro dios Ares, el único alfa que no persigue omegas como un demente. 

 

Kokalo, que era un guerrero poderoso y alto, demasiado fuerte y salvaje, comenzó a reirse, observando el sitio donde tomarian residencia, no era para nada desagradable y podrían entrenar durante el tiempo que tuvieran que esperar, para salir a la batalla. 

 

-¿Eso crees? 

 

Medusa arqueo una ceja, preguntándose de qué le estaba hablando Kokalo, que no era más que un salvaje, quien cruzando sus brazos podía ver la forma pacífica en la cual actuaba su dios en compañía de Hefesto, el dios de las máquinas que tanto le interesaban, muchas de ellas armas, y cómo, poco a poco después de aquella primera visita, fue cambiando su actitud enloquecida, por una mucho más justa. 

 

-Yo digo que Ares quiere yacer en las sabanas de Afrodita. 

 

Pero sin Afrodita en ellas esta ocasión, podía verlo en la forma en la cual Ares trataba a Hefesto, como si fuera su consorte o algo parecido, porque aún recordaba varias ocasiones en las cuales alguno de sus aliados se atrevió a contradecir sus posturas, esto nunca terminaba nada bien, además, cuando se enojaba llegó a gritarle a la diosa del Amor, a su hermana, aun a su propio padre. 

 

-No seas absurdo, ya no hay nada que le guste de Afrodita. 

 

Eso era lo más divertido de todo eso, que no estaba interesado en Afrodita esta ocasión, sino en el dios de las máquinas, creador de todas las bellezas del Olimpo, de las armas de los dioses, pero, por alguna razón nunca hablaban de sus hazañas y se enfocaban en su supuesta fealdad, aquellas historias cantadas por los dioses, pero, para un guerrero sabía que las cicatrices eran atractivas.

 

-Por el contrario, su esposo siempre ha sido lo que más le gusta de ella, y es en sus sabanas donde mi señor desea acostarse, pero no dormir.

 

Ema deseaba callar a su hermano, que siempre hablaba sin pensar, que dejaba ver que sus opiniones eran de hecho, locuras, o si era cierto, que Ares deseaba a Hefesto, no creía que estuviera interesado en su cuerpo, sino en sus armas, su dios no amaba a nadie, aunque sus amantes fueron muchos, demasiados para contarlos. 

 

-Y como Ares tiene a la victoria en sus manos, todo lo que desee, se cumplira. 

 

Y tal vez, al ser el ejercito de Ares, lo que ellos deseaban tambien se cumpliria, se dijo a si mismo, rascando su barbilla, pensando en lo que había escuchado de los espectros, que todos eran hermosos, también de las marinas, que todos eran omegas. 

 

-Los alfas solo piensan en una cosa. 

 

Se quejó entonces Medusa, que era tan temible que no solo era llamada Medusa, sino, que era, “La Medusa” y cientos de soldados deseaban destruirla, castigarla mucho más, por sus actos, que fueron escapar de la despreciable presencia de Poseidón, encerrarse en un lugar que pensaba seguro, ser violada en ese sitio mientras le suplicaba a su diosa que le socorriera, para ser castigada poco después. 

 

-En compañía, en nuestro igual, en proteger a nuestro omega… eso no es malo, Medusa. 

 

Lo era, cuando el omega no estaba interesado en ellos, se dijo, en silencio, escuchando los pasos del mayor de los hermanos del dios de la guerra, quienes peleaban a su lado, quienes servían en ocasiones a Eris. 

 

-Lo dices porque eres un alfa… 

 

Lo decía, porque cada ser en ese mundo tenía el derecho a tener compañia, especialmente ellos, que fueron separados con la centella del dios Zeus, solo porque les tenía envidia, supuso, desde entonces, buscaban a su igual, ya fueran alfas, ya fueran omegas, ellos se sentían demasiado solos. 

 

-Lo digo, porque todos iniciamos como uno, pero Zeus nos separó, y desde entonces buscamos a nuestra otra mitad. 

 

Medusa no creía en esas tonterías, no existía la otra mitad, no existía su otra parte, durante siglos lo había constatado, al ser acosada, al ser cazada, pero nunca haber conocido a su igual, a su otro yo. 

 

-¿Crees en serio que existe alguien capaz de resistir mi mirada? 

 

No creía que eso fuera necesario, porque ella empezó como una hermosa mujer, no como lo que era en ese momento, así que suspirando, retrocedio, ya habían tenido esa discusión más de una ocasiones y siempre terminaba con ellos enfrentándose a muerte en el coliseo. 

 

-Algun dia lo comprenderas… 

 

Ella no lo creía, no necesitaba compañía y quien se acercara a ella, sería prueba de eso, al convertirse en una de sus estatuas de piedra, que no duraba por siempre, al poco tiempo regresaban a la normalidad, para escapar despavoridos, pero si coleccionaba un doble exacto de quienes habían tratado de matarla, cientos de estatuas en ese momento. 

 

-Lo comprendi en carne propia, hace muchos siglos, los alfas son basura, con todo respeto. 

 

Sus aliados unicamente asintieron, eran las palabras que ella pronuncaiba y los cazadores, sus lobos, los dioses que deseaban lastimarlos, no eran para nada un argumento que pudieran ignorar. 

 

-Y no creo que mi dios Ares este enamorado del dios Hefesto, no es un guerrero, no es fuerte, pero si es astuto, pero, la astucia siempre la ha visto como el arma de los cobardes. 

 

Aunque Kokalo no estaba del todo seguro de eso, porque Hefesto había sido lanzado del Olimpo, había caído, construido su taller, para regresar poco después, pidiendo la mano de Afrodita, de quien estaba perdidamente enamorado, el bastardo era el padre de Pandora, la mujer que solo había nacido para traer la desgracia a los humanos. 

 

-Yo no estaría tan seguro, Kokalo nunca ha pensado con la cabeza, sino con sus instintos. 

 

Eso sonaba como un insulto, pero no lo era, no era un insulto, sino que siempre había sido el más intuitivo de los dos, el mas confiado tambien, asi que, cuando decía algo, estaba seguro de que era verdad. 

 

-Y generalmente nunca le fallan. 

 

Kokalo era como sus aliados lo decían, un salvaje, su hermano lo comprendía bien, pero como era un salvaje, él sabía que sus instintos nunca le fallaban, y tal vez, el dios Hefesto era mucho más fuerte de lo que pensaba, sobrevivir a ese golpe, crear esas máquinas, todo el tiempo golpeando un martillo, cargando los moldes, no podía ser tan débil como lo decían, tal vez, únicamente, no deseaba que vieran cuantos Ases tenía en su baraja. 

 

-Yo siempre tengo la razón, y lo sabes, Medusa. 

 

Ella sonrió, al ver que Kokalo no había entendido que Deimos le había dicho que era un estúpido, pero, qué más daba, les daría el beneficio de la duda, y si tenían razón, no estaba en ellos opinar su gusto en omegas, alfas, o brujas, como Afrodita. 

 

-Si tienes razón, te daré una moneda de oro. 

 

Kokalo se rascó la barbilla, para después, asentir, las monedas de oro tenían poderes místicos, y tal vez, al terminar esa guerra, tendría que visitar al Inframundo de vez en cuando. 

 

-Debes estar muy segura de tu victoria, pero lo acepto, Medusa, porque se lo que vi, lo que he visto en más de una ocasión, tiene la misma mirada que Ema tenía cuando se enfrentó al soldado de Lymnades. 

 

Ema al escuchar esas palabras llevo una mano a su rostro, porque le había dicho mil veces a su hermano que estaba en un error, ese soldado no era de su agrado, era un tramposo y lo atacó utilizando un truco muy bajo, así que, no, no le gustaba ese reptil humano de piel blanca como el mármol, ojos amarillos y cabello negro, porque pudo quitarle el casco de un solo puñetazo, porque no era nada poderoso. 

 

-Aunque yo prefiero al espectro de ojos negros… 

 

No sabia como se llamaba, pero si sabia que se trataba de un espectro, uno muy bonito, de cabello rubio, que estaba acompañado por otro más, uno de cabello largo, de ojos lilas, que le ordenaron guardar silencio, pero, no le dio la gana, necesitaba recoger el alma de su hermano, no debía morir en ese momento. 

 

-Pobre chico, el alfa mas bruto y grande se fijó en él, eso sí que es tener mala suerte, además, estas lleno de cicatrices, a los omegas no les gustan las cicatrices. 

 

Phobos a diferencia de Deimos, era pequeño, de cierta forma delicado, muchos pensaban que se trataba de un omega, pero solo era pequeño, Kokalo había dicho en más de una ocasión, que los músculos los tenía Deimos, así como la fuerza, sin embargo, en respuesta, el pequeño Phobos le dijo que Ema tenía todo el cerebro, en cambio, era un milagro que el gran Kokalo pudiera diferenciar entre sus aliados y sus enemigos. 

 

-Las cicatrices cuando las viste un guerrero, son iguales a las joyas en los omegas, o en las damas de una corte, solo aumentan su belleza, su atractivo, asi sabra que soy fuerte, que puedo protegerlo. 

 

Kokalo estaba tan seguro de sus palabras que era divertido, porque por mucho que Phobos le dijera que se trataba de un idiota, parecía que no le importaba en absoluto sus palabras, así que solo suspiro, era inútil insultar al más grande de ellos. 

 

-Si es que no huye despavorido. 

 

No lo haría, no podía huir, aunque eso no sonaba nada bien, ni siquiera para el, asi que se encogió de hombros, pensando en como seducir a alguien como él, probablemente la Medusa sabría cómo hacerlo, ella era un omega, sabría qué líneas no podía cruzar. 

 

-No te esfuerces, no importa cuánto lo intentes, Kokalo no es tan sutil para comprender tus insultos. 

 

Eso logró que todos los presentes comenzaran a reír, porque de eso se trataba la camaradería, de hablar sin preocupaciones, de tener diferencias, pero, seguían siendo aliados, cada uno conociendo su valor, su deber, sin embargo, a quienes no conocían era a esos hermanos, esos gemelos, así que, les darían una buena bienvenida, una novatada, que nunca olvidarian, si es que se ganaban su lugar en ese ejército. 

 

*****

 

-El primer dia que te atreves a dar la cara, padre, y nos amenazas… 

 

Aspros le odiaba, con justa razon, Defteros era demasiado silencioso para su gusto, le parecia demasiado molesto que no dijera una sola palabra, que cubriera su rostro, un rostro del que tenia que estar orgulloso. 

 

-Defteros, quitate esa mascara de tu rostro, ningún hijo mío tiene porque portarla, es más, desde hoy prohibo que se vuelva a mencionar esa estupidez del gemelo de la estrella de la desgracia. 

 

Porque no era justo que solo sus hijos fueran aquellos castigados, y de ser el dios guardan de esa ciudadela mucho antes, los habría tratado con todo el honor que se merecían, eran dos estrellas poderosas, gemelos de la constelación géminis, eran especiales, mucho más especiales que esos gemelos de cáncer, o cualquier otro par. 

 

Defteros retrocedió, no deseaba que le quitaran su máscara, sin embargo, Ares no aceptaría un no como respuesta, por lo cual, usando su cosmos se acercó a su hijo, golpeando su estómago, para tomar la máscara con su mano libre, quebrandola en ese instante, liberando a su segundo hijo de esa maldición. 

 

-No usaras esta aberración nunca mas, querido hijo, eso está claro. 

 

Aspros al ver que atacaban a su hermano, hizo todo lo que un hermano mayor haría, cuando el dios de la guerra ataca a tu propia sangre, eso fue, atacar al dios Ares, usando su cosmos, una pequeña muestra de lo que podía hacer. 

 

-¡No toques a mi hermano! 

 

Pronunció furioso, tratando de dañar al dios de la guerra, sin embargo, el dios de las máquinas se interpuso, desviando el cosmos de Aspros, con un escudo que se formó en segundos, para desaparecer poco después, como si fuera hecho de cristal transparente, defendiendo al dios Ares, evitando una batalla innecesaria. 

 

-Ustedes no son enemigos… 

 

Pero, ese escudo por si mismo, que pareció absorber su cosmos no era suficiente fuerte para no ser lanzado varios metros a la distancia, sin embargo, de alguna forma, en que ninguno de los presentes lo entendió, soporto ese golpe de Aspros, que no había usado ni la mitad de su cosmos. 

 

-Son los cazadores y sus lobos, no pierdan su energía en esto. 

 

Aspros extinguió su cosmos, al ver que Ares no había dañado a su hermano y le había quitado esa odiada máscara, sonriendo, porque siempre quiso apartarla del menor, por eso deseaba ser patriarca, aunque comprendía muy bien qué era lo que significaba, el castigo que significaba pertenecer a la diosa de la sabiduría. 

 

-¿Desde cuando defiendes al dios Ares? 

 

Otro mas habia llegado, otro mas que debía odiar a los dioses, y tal vez lo hacia, porque ellos le habían hecho mucho daño, pero, sobretodo, a sus queridos humanos, sus amados humanos, que protegía como sus propios hijos, al darse cuenta que estaban indefensos, que serían devorados por las bestias, si es que no hacía algo por ellos. 

 

-Desde que lo necesitamos a nuestro lado, de la misma forma que tu no nos atacas al vernos, supongo… 

 

*****

 

-No iré, no aceptaré esa misión, él no soportara estar solo, no sobrevivirá si lo dejo atrás… 

 

Aiacos estaba demasiado afectado al perder a su alfa dos veces, al recibir el golpe físico y espiritual de la muerte de Violate, ya había tratado de matarse, si lo dejaba solo, estaba seguro de que se mataría. 

 

-Además, no saldré como un cebo para que Athena me ataque, Patriarca, porque esa es la razón por la cual desea que vaya, no es cierto, porque aun desea entregarme a esa cosa, esa mujer monstruosa. 

 

Sage guardó silencio, se sentía culpable, porque era cierto, por un momento pensó en entregarle al arquero solo para ser libre de su deber, pero, Aspros tenía razones mucho más poderosas para pelear por ese puesto. 

 

-No es tan justo como todos piensan, no nos cuida a todos de la misma forma, como lo hace con Manigoldo, o con su hermano, que solicitó esa horrible regla, aterrorizando a esos muchachos, que tienen nuestra edad, pero, que están aterrados, porque para ellos, cambiaron un verdugo por otro. 

 

Sage no sabia que decirle, Sisyphus tenía razón, pero lo necesitaban en esa misión, nadie más conocía a la diosa Athena como el, nadie mas la reconocería, si ya había dado con esa pequeña inocente. 

 

-Es por el bienestar de ese omega que te pido esto, Sisyphus, ella desea matarlo, y para matarla, tenemos que evitar que use otro cuerpo, a otra pequeña inocente. 

 

*****

 

Hola, espero que les guste este capitulo, como a mi me gusta recibir sus comentarios, sus atinadas opiniones, así como sus lecturas, sus estrellas, como adivinaron, el arquero no quiere separarse de su omega, teme por su vida, así que, les pregunto, creen que lo convenzan de ir o tengan que buscar a otro soldado… otro alfa. Muchas gracias por leerme. SeikenNJ. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).