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Cacería por Seiken

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-Antes de que midan mis intenciones, debo admitir, que mis intenciones no son buenas, pero eso ya lo saben. 

 

Pan sonrió al escuchar esas palabras, nunca había tenido el placer de charlar con Kaitos, que en ese momento se hacía llamar Youma, quien decía ser el padre de Tenma, uno de los niños omegas en ese Santuario, mucho mayores que el pobre muchacho que Dionisio deseaba para él, cuando lo conoció. 

 

-Sin embargo, mis intenciones de proteger a mi hijo, el pequeño tesoro que me dio Partita, son verdaderas, así que no se como vaya a funcionar la técnica de Pharaoh. 

 

Youma estaba recargado en las rejas de esa celda, viendo a los dos dioses con una expresión divertida, esperando porque él dijera algo, tal vez, que el no lo representaba, sin embargo, guardó silencio, sentándose en la banca. 

 

-Además, Hefesto me ofreció un lugar en su ejército, para proteger a mi pequeño que es un omega y esa es la razón por la cual protegía a Sashita y Aloncito.

 

Youma se apartó un poco, pensando que era gracioso que el posible envase de Athena y Hades se conocían, que eran hermanos, amigos, que serian aliados de Tenma, así como de lo triste que sería si ellos hubieran tenido que pelear entre ellos. 

 

-Y estoy seguro de que a Pan también le ofrecieron un sitio en el ejército de Hefesto, le ofreció la venganza que tanto anhela, no es verdad, dios fauno. 

 

Ares arqueo una ceja, mirandoles fijamente, cruzando sus brazos delante de su pecho, sin saber muy bien qué pensar, porque sabía que Hefesto solicitó ayuda a muchos dioses o héroes, que iban llegando, pero al mismo tiempo se preguntaba, qué les había ofrecido. 

 

-Eso es verdad, Hefesto me ofreció un lugar en su ejército, decía que destruiría a los dioses del Olimpo, a todos y cada uno de ellos, aun a ti, pero, parece que aún siente debilidad por tu belleza, Ares. 

 

Ares fingió que eso no le afectaba, que le hubiera ocultado algunos detalles, pero, creía en el afecto de Hefesto, de no ser real, porque le habría dejado vivir, porque perdonarlo, si deseaba destruirlos. 

 

-Así que ustedes están aquí porque Hefesto les ofreció un sitio en mi ejército, para destruir a los dioses del Olimpo. 

 

Si lo ponía de esa forma estaba en lo correcto, aunque Pan creía que ese ejército era de Hefesto, más que de Ares, porque hasta donde sabia, el dios de la guerra no estaba interesado en proteger a nadie, no hasta que el dios de la creación mecanica se lo pidió, supuso. 

 

-No te creo Pan. 

 

Fue su respuesta, algo molesto, observando a Pharaoh y a Dohko, haciéndoles una señal con su mano, para que se acercaran a los dioses, apartándose el, recargándose contra la pared, pensando que debían charlar él y Hefesto, sobre lo que no le había dicho. 

 

-Ellos te demostraran que no miento, el santo de libra y la esfinge. 

 

Pharaoh retrocedió un solo paso, sorprendido, al igual que Hades, que cruzaba sus brazos, pero al escuchar esas palabras dejó de hacerlo, como si pensara necesario proteger a su soldado, quien trago un poco de saliva, pero después asintió, recuperandose de aquellas palabras.

 

-Decían que habías desaparecido, que ya no estabas entre nosotros, pero parece que te ocultaste con el dios del Inframundo… 

 

Los dioses del Olimpo quisieron destruir a los otros dioses, a cada ser divino de un ejército que no fuera suyo, Ares, Athena, cada uno de ellos participó en esa destrucción, en esa locura, sin embargo, Hades, cuando dio con él, cuando estuvo a punto de matarlo decidió perdonarle la vida, si le servia en su ejército.

 

-¿Así evitaste la aniquilación de los dioses del Olimpo? 

 

La esfinge, Pharaoh, no dejaba de ver a Pan con sus ojos milenarios, pensando en lo que había pronunciado, en la seguridad con que lo hacia, asi como la forma en que se paraba un poco más recto, demostrando que aunque no tenía piernas humanas, era bastante alto, como aquellas figuras que rodeaban los humanos en los monolitos, en las pinturas rupestres.

 

-Hades tuvo piedad de mí, me ofreció un sitio en su ejército, una apariencia diferente, pero aqui estoy, agradecido con él por su bondad, sin arrepentirme de haberle escuchado.

 

Quiso explicarle, sin dejar que su sorpresa se apoderara de sus sentidos, o sus pensamientos, aun observando a Pan, que sosteniéndose de los barrotes de su celda, sonreía, su cuerpo era grande, masculino, su rostro era duro, pero de cierto ángulo podía ser apuesto, tal vez por eso las ninfas compartían sus lechos con él sin demora.

 

-Pero nadie recordaba nada de quién fui, cómo podrían saberlo, si nunca pudieron verme. 

 

Susurro acercándose un poco más a Pan, que erguido era bastante más alto de lo que cualquiera hubiera pensado, como también era fuerte, con músculos bien marcados, si podías ignorar sus patas de cabra, sus cuernos, podrías, bajo cierta luz, verle como un hombre bastante atractivo.

 

-Solo alguien muy antiguo podría saber quien soy yo, quien fui yo, alguien mucho más antiguo de lo que se supondría, destruido, pero renacido de la semilla del dios Apolo, convertido en un bufón, en un simple acompañante.

 

Pan sonrió cuando Pharaoh pronunció esas palabras, dejando que un poco de su cosmos fuera liberado, haciendo que debajo de sus patas creciera pasto verde, flores, sus cuernos crecieran de tamaño, dejando de ser apenas unos pequeños muñones, que se veían algo ridículos, a una impresionante cornamenta como de ciervo. 

 

-Es bueno saber que alguien me recuerda… 

 

El cabello de Pharaoh también tuvo un ligero cambio, porque algunas líneas horizontales de color dorado empezaron a dibujarse, al igual que un maquillaje dorado y negro empezó a rodear sus ojos, como aquellos de los sarcofagos, tal vez, al ser reconocido aun utilizando su disfraz humano.

 

-Muchos decían que tú habías abandonado los campos, que ya no corrías más entre nosotros, pero mirate, aqui estas, aunque yo no recuerdo como te hacias llamar, ni creo que tu mismo lo recuerdes. 

 

Tenía razón, lo había olvidado, solo recordaba que la humanidad hacia fiestas en su honor, que sacrificaban animales, a humanos, que le agradecian por los nacimientos, por las cosechas, porque él podía producir fertilidad en los seres a su alrededor, si tenían su beneplácito, pero, los Olímpicos destruyeron a sus creyentes, sus templos, sus monolitos, las pinturas que habían hecho de él, tratando de borrarlo de la existencia de ese mundo, pero no pudieron, no completamente.

 

-¿Que importa como me llame? 

 

Respondió ignorando la presencia de dos Olímpicos en ese sitio, así como del humano que no hacia mas que ver sorprendido esa conversación, mientras que el dios antiguo, cuyo nombre era Pan, pero tenía muchos otros que habían olvidado, veía con detenimiento a Pharaoh. 

 

-Lo único que importa, es que aun estoy vivo, de alguna manera. 

 

Youma les observaba con una expresión divertida, pensando que ellos habían destruido a demasiados dioses y cuando estos dejaron de existir, enfocaron su maldad, su locura, sus ansias de sangre en los pobres omegas, omegas como su hijo, al que deseaba proteger, porque él era la única prueba de que lo amaron y de que amo. 

 

-Supongo que esa es tu forma de pensar, Pharaoh, al menos aún estás vivo, aunque solo seas un sirviente del dios Hades. 

 

Pan se apartó, escuchando como dos personas se acercaban a donde ellos se encontraban, moviendo un poco sus orejas que eran ligeramente más puntiagudas que las de un humano común, esperando la respuesta de la esfinge, que antes era temida, reverenciada, pero en ese momento no era más que un soldado, un sirviente de uno de los Olímpicos.

 

-No somos sirvientes, por eso, cada ocasión despertamos felices, agradecidos, seguros de ofrendar nuestra vida al dios Hades, a su causa de bondad infinita. 

 

Ares parecía sorprendido, al igual que Hades, al ver esa conversación, pero al mismo tiempo escuchar las palabras de Pharaoh, su felicidad por servir bajo su mando, Hades, agradecido por la lealtad que le tenían sus pocos soldados leales, Ares preguntandose cuantos de sus berserkers pensaban eso, que eran felices al pelear para el.

 

-Aun yo, que juzgo el bien y el mal, creo en su causa.

 

No se consideraba un sirviente y cada uno de ellos estaban agradecidos con su dios por vivir eternamente, por su lealtad, su protección, era un dios bondadoso, aunque demasiado duro cuando juzgaba los crímenes de los humanos. 

 

-Me alegra saberlo, porque cuando esas defensas caigan, ellos lo harán sobre ustedes… por que nada los detendrá. 

 

En ese momento escucharon como dos soldados ingresaban sin avisar, un soldado de cabello azul vistiendo ropa blanca y una llamativa bufanda roja, acompañado de un soldado de lentes, vestido con su ropa de viaje, perfectamente acomodada, sin una sola arruga. 

 

-Eres tu… tu fuiste el hombre en muletas que me protegió aquella vez… no es verdad.

 

Pan se sorprendió al ver al mocoso que Dionisio deseaba desflorar, el momento de su ruptura, porque hasta ese dia, nunca había atacado a alguien tan joven, nunca había pensado en destruir a un inocente, solo le importaban las fiestas, la diversión, aunque, probablemente nunca lo conoció tan bien como lo suponía. 

 

-Asi es, yo evite que Dionisio te hiciera daño con el beneplácito de esas criaturas decadentes amantes del dinero, pero me temo, que solo gane tiempo, él desea profanar tu cuerpo, solo porque puede, solo proque ya no hay más víctimas que destruir. 

 

Degel observaba al dios fauno con asombro, preguntándose si a causa de sus piernas de cabra, que iniciaban a la mitad de sus muslos era que usaba esas muletas, para ocultar su verdadera apariencia, preguntandose cómo era que nadie se daba cuenta de que solo estaba fingiendo. 

 

-Me protegiste cuando yo no podía hacerlo y por eso te estoy agradecido. 

 

Kardia también lo estaba y se preguntaba porque estaba en esa jaula, suponiendo que la razón por la cual había dejado el ejército que parecía tenía mayores posibilidades de llevarse la victoria, era porque deseaba luchar con ellos. 

 

-Vamos Esfinge, juzga mi corazón, ve si soy un aliado o un enemigo, por favor, estoy cansandome de estas rejas. 

 

Ares asintió, ya quería terminar con esa discusión sin sentido, así como visitar a Hefesto, para hacerle algunas aclaraciones, escuchar algunas explicaciones, comprender todo su plan, del cual, no le había dicho nada, como si no confiara en él o como si le creyera un idiota, algo que no debía suceder. 

 

-¿Tu ya terminaste con tus tarea? ¿Que te dice tu armadura? 

 

Dohko estaba confundido por completo, sintiendo lo que la armadura le señalaba, su forma de medir la justicia no era como la de Pharaoh, sino, más bien, se trataba de una intuición, de algunas voces en su cabeza, por llamarlo de alguna forma, que le decía cual era el camino de la justicia. 

 

-Prefiero no decir nada, hasta que Pharaoh, haya terminado con su juicio. 

 

No deseaba confundirlo, porque el no sabia que pensar, ellos no eran una amenaza, aunque sus intenciones de participar en esa guerra no eran para nada claras, solo podía ver que los dos sufrían una terrible soledad, un odio casi infinito y tenían muy poca esperanza, no creían que fueran vencedores, pero aun así, deseaban ayudarles, aun el tipo con la sonrisa de dientes afilados, de apariencia desaliñada. 

 

-Espero impaciente por sus respuestas. 

 

Pharaoh entonces se dedicó a medir los corazones de los dioses que acababan de llegar a esa ciudadela, quienes guardaban silencio, esperando el resultado de su técnica, que les dijera que sus intenciones eran lo suficiente buenas para no ser una amenaza, aunque Youma decía que no lo eran. 

 

Youma estaba enojado, odiaba a la diosa de la sabiduría por destruir a su compañera, su deseo por proteger a su hijo era cierto, podía sentir que no le agradaba en lo absoluto ninguno de los presentes, pero, no pensaba traicionarlos, porque eso significaba destruir lo que le quedaba de su búho. 

 

Pan era una mezcolanza de odio, vergüenza, anhelo, desesperanza, pero sobretodo, el deseaba encontrar compañía, buscaba un compañero, pero no solo un amante, sino alguien que pudiera amarlo a pesar de su fealdad, de su inhumana apariencia, sorprendiendo demasiado a Pharaoh, parecía que no era muy diferente a los demás. 

 

-Sus intenciones son buenas, a Youma no le agradamos, pero odia mucho más a la diosa Athena y desea proteger a su hijo, lo que le queda de su búho, Pan, el desea compañía, piensa que aún puede encontrar a su omega, pero, también está avergonzado, furioso, no sé las razones, pero, podemos confiar en ellos. 

 

Dohko asintió, algo parecido había visto en sus corazones con ayuda de su armadura, por lo cual no dijo mucho, solo se quedo pensando que aun esas criaturas deseaban compañía, que los dioses no eran muy diferentes a ellos. 

-Ahora que ya vieron que mis intenciones son buenas, me voy a visitar a mi hijo. 

 

Pronunció Youma, desapareciendo de ese sitio utilizando su cosmos, para empezar a buscar a su hijo en el santuario, deseaba conocer su pasado, quién era ese alfa que le veía tan insistente, si era su amante y porque Alone estaba seguro de que su destinado era el, divirtiéndose con esa idea, aunque, no podía culparlos, su pequeño era realmente hermoso. 

 

-Porque no me sorprende. 

 

Hades estaba molesto, dándose cuenta que Youma solo estaba jugando con ellos al permitir que lo encerraran, esperando el turno de Pan, que sosteniendo los barrotes con sus manos, simplemente los abrió, para salir con un paso lento, tronando su cuello, acomodando sus hombros, poco después. 

 

-Tu pareces conocerlo, quiero que ustedes dos lo vigilen un momento en lo que yo discuto algunas cosas con Hefesto. 

 

Degel y Kardia compartieron una mirada, antes de ponerla en Pan, que les observaba fijamente, especialmente al erudito del santuario, como si estuviera orgulloso de verlo en ese sitio, tal vez porque no estaba seguro de si había logrado escapar del peligro, o no. 

 

-Me alegra saber que no pudo dar contigo. 

 

*****

 

Sage sabía quiénes podían ser quienes aprendieran debajo de la tutela de Hefesto, a quienes enviar para que le ayudarán con sus tareas, necesitaba inteligencias, así como necesitaba fuerza y aunque por un momento pensó en Manigoldo, sabía que su alumno se negaría a realizar un trabajo tan aburrido como ese. 

 

Por lo cual decidió acudir con su primera opción, debido no solo a su inteligencia, su mesura y su poder, sino, porque estaba acostumbrado a reparar armaduras, era el alumno de su hermano, quien parecía apartarse del santuario una vez cada año para ayudarle a su hermano con tareas que dejaba pendientes. 

 

Pero ya no le creía del todo, en ese momento, ya no creía en las palabras de su hermano, quien no había dejado de mentir o manipular a sus muchachos durante todo el tiempo y eso le molestaba en verdad.

 

Shion estaba sentado en una mesa, con una expresión de tristeza casi absoluta, estaba deprimido, estaba molesto, pero no sabía muy bien la razón de ello, asi que decidio acercarse, colocando una mano en su hombro.

 

-Shion… 

 

El santo de aries estaba demasiado distraído supuso, porque se encogió apartándose de su tacto, apretando la mesa con enojo, sorprendiendo a Sage, quien le veía perplejo, en ese momento vestido con algunas ropas parecidas a las de su hermano, era una guerra, esta sucedería en ese sitio, no era el momento de vestir las ropas del patriarca. 

 

-¿Porque lo hizo maestro? ¿Porque yo debo ser quien se oculte? 

 

Shion estaba demasiado absorto en sus pensamientos, pero, cuando vio su expresión supo que había cometido un error, desviando la mirada, sin saber que decirle a Sage, que se acercó un poco, sin tocarlo esta ocasión. 

 

-¿De que estas hablando? 

 

Quiso decirle que no era nada, pero también se daba cuenta que no podía mentirle a Sage, quien pensaba en ese momento era un mejor maestro que el suyo, él nunca ocultó a Manigoldo, aunque si le enseño cómo defenderse y había escuchado que defendió el puesto de su alumno sin tregua, aun delante de su diosa. 

 

-No importa gran patriarca. 

 

Esperaba que con eso Sage lo dejara en paz, pero no lo hizo, observandole sin saber muy bien qué decirle, preguntándose si acaso lo creía tan tonto como para creerle, porque no era tonto y sabía que algo le estaba molestando en ese momento. 

 

-Importa en el momento en el cual me confundiste con mi hermano, siendo esta la primera vez que lo haces, y Hakurei no se ha comportado como debería desde que inició esta locura, así que, aunque no sea tu maestro, soy tu patriarca, puedes confiar en mi. 

 

Sage esperaba escuchar una razón por la cual él estaba tan triste, mirandole con pena, con detenimiento, haciendo que Shion tragara un poco de saliva, pensando que si le decía lo que le perturbaba, lo mucho que le dolía, el patriarca no haría más que enojarse con su hermano un poco más. 

 

-Fui con Lune de Balrog, para solicitarle que me dijera quien era mi compañero, que me diera un nombre, solo un nombre para poder empezar a buscar, pero no quiso decir nada, sus labios estaban sellados. 

 

Shion al ver que Sage solo aguardaba para comprender lo que le ocurría, trago un poco de saliva, aun furioso por esa actitud, quien se creia que era para no decirle quien era su alfa, porque se pensaba con la potestad para decidir eso. 

 

-Pero no me dijo nada y temo, que si no puedo saber su nombre, si él no puede percibir mi aroma, no podré encontrar a mi compañero, ni él a mí, cómo podría si me hirieron cuando era un niño, el mismo alfa que no desea decirme quien es mi alfa. 

 

En ese momento los viajes de Shion cada año tomaron sentido, la herida en su cuello, la forma en la cual Hakurei parecía protegerlo de la diosa Athena, como le evitaba estar a solas con ella, pero eso no tenía sentido, siempre había presentado a su alumno como un alfa. 

 

-¿Querrás decir omega? 

 

Shion negó eso, no quería decir omega, no deseaba que un omega lo encontrara, deseaba encontrar a su alfa, aunque siempre le habían enseñado a ocultar sus sentimientos, aunque le habían enseñado a actuar como un alfa, negando su verdadero sexo, pero aun así, el deseaba las caricias de un alfa, él deseaba lo que Manigoldo tenía, poder actuar conforme su sexo lo dictaba. 

 

-No, quiero decir alfa, porque yo soy un omega, aunque me educaron como un alfa. 

 

Sage sintió que su decepción y su enojo iban en aumento, seguro de que si en ese momento veía a Hakurei dejaría que sus puños hablaran por él, le daria una leccion, por lastimar a esos muchachos, por ocultar a Shion, negándole la oportunidad para disfrutar de su sexo, de su vida como le gustaría vivirla. 

 

-Mi hermano te oculto… 

 

Shion asintió, y aunque sabía que lo hizo por su bien, se preguntaba si no pudo haber una forma diferente de hacerlo, como la de Sage, tal vez, quien esta vez rodeó sus hombros, como hubiera hecho con Manigoldo, sintiendo como se tensaba, para después llorar en su regazo, sintiéndose desesperado. 

 

-Pero, no tienes que ocultarte más, no tienes porque negarte a ti mismo, eso no es justo, no es correcto. 

 

Sage cerró los ojos, contando hasta mil, o mas, solo para no salir de allí hecho una furia para castigar a Hakurei, ese acto era espantoso, sin importar que su hermano creyera que tenia una razon para eso, no existía, porque él era el patriarca, él siempre había pensado que todos eran iguales, con las mismas oportunidades, con las mismas obligaciones. 

 

-Y sobre tu alfa, no temas, eres hermoso, eres poderoso, eres sin duda un alumno ejemplar, asi como tu conocimiento de la historia, de los libros, rivaliza con el de Degel, así que, estoy seguro de que tu alfa debe estar por alla afuera, buscándote, que pronto lo encontraras y se sentirá el más afortunado de los alfas. 

 

Shion era muy alto y algo fuerte, Cheshire le había dicho que estaba gordo, aunque no creía que fuera cierto, por lo cual, no sabía muy bien que pensar, solo tratar de creer en las palabras de Sage, quien se apartó, limpiando sus lágrimas. 

 

-Pero yo soy… yo no soy… 

 

Sage sabia a que iba con esas palabras, estaba a punto de decir que no era un ser etéreo, que no era parecido a una ninfa, que no era delicado, que no era lo que algunos estúpidos alas pensaban que debían ser los omegas. 

 

-Tengo más de doscientos años Shion, he conocido toda clase de omega y creeme, estos nunca son como aquellos que pintan o relatan en las historias, además, como alfa te digo un secreto. 

 

Shion asintió, pensando que tal vez por eso Manigoldo era tan seguro de sí mismo, su maestro siempre le había hecho sentir especial, además, podía ver que Sage podía sonreír de la misma forma en que lo hacía su compañero de armas, una apariencia francamente irreal. 

 

-Los alfas, o al menos yo, al ser guerreros, preferimos una pareja fuerte, alta y segura de sí misma, justo como lo eres tu y cuando nos levantemos con la victoria, estoy seguro, que conocerás a quién has estado esperando, o alguien mas que te amara como tu lo mereces, pequeño Shion. 

 

Shion sonrió al escuchar esas palabras, sintiendo que un poco de su inseguridad se evaporaba con las palabras de ese alfa, el gemelo de su maestro, quién era completamente diferente a él, supuso. 

 

-Gracias patriarca. 

 

Sage negó eso, acariciando la mejilla de Shion, del que era prácticamente su tio, porque Hakurei lo había criado como su hijo, como él había criado a Manigoldo como si fuera su propia sangre, un acto injusto, pero eran humanos, no eran perfectos. 

 

-No tienes que agradecermelo, lo que te dije, ya se lo he dicho a Manigoldo, porque tu eres especial, eres un buen chico y debes vivir tu vida con intencidad, hacer que cada segundo cuente, porque nosotros somos polvo de estrellas, de acuerdo. 

 

Shion asintió, un poco mas tranquilo, preguntandose en ese momento que estaba haciendo Sage en su templo, y como si adivinara sus dudas, llevo sus manos detrás de su espalda, para darle la orden que pensaba, era una excelente oportunidad para quien pensaba, podía llegar a ser un patriarca, si no fuera tan joven. 

 

-El dios Hefesto creará algunas protecciones para la ciudadela y pensaba que no había mejor candidato que aquel que repara nuestras armaduras. 

 

Aprender bajo el dios de la creación mecánica, creador de las armaduras, de las armas de los dioses era una oportunidad que nunca se le presentaba a un humano, por lo cual asintió, deseaba aprender con el, seria todo un honor. 

 

-Por supuesto Patriarca, será un placer y un honor aprender con el dios Hefesto, muchas gracias. 

 

*****

 

-Me ocultaste información… 

 

Pronunció Ares, ingresando en el taller que Hefesto apenas estaba improvisando en la ciudadela, quien al escuchar esas palabras le observo perplejo, sin comprender muy bien de que le estaba hablando. 

 

-¿Acerca de que? 

 

Le pregunto Hefesto sintiendo como Ares lo acorralaba contra su mesa de trabajo, como si estuviera enojado, pero estaba seguro que lo que podía ver no era enojo, sino algo más. 

 

-Deseas destruir a los dioses, a cada uno de ellos y te has preparado desde mucho tiempo atrás, por eso creabas esas cosas, no es verdad, para matarnos. 

 

Hefesto palideció un poco, para despues sonreirle, esperando ser castigado por Ares, tal vez ser asesinado por el dios de la guerra, quien parecía emocionado con la nueva información, tal vez porque pronto iniciaría una batalla. 

 

-Aun a mi… 

 

*****

 

Hola, muchas gracias por sus comentarios, sus lecturas y sus estrellas, adoro recibirlas, me ayudan a continuar con esta locura. Ahora, a que piensan que se debe la emoción de Ares: enojo, sorpresa o exitacion. Nos vemos pronto. SeikenNJ. 


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