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Cacería por Seiken

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Krishna no tenía ni la más remota intención de acudir con ese alfa de ojos luminosos, ese muchacho de armadura dorada, que interrumpió sus meditaciones, pero Kasa, le insistió que tenía que acudir, no era agradable que le jurara presentarse, para después no ir, rompiendo el corazón de ese alfa y su confianza en cualquier soldado que no fuera de su ejército. 

 

Aunque él insistió que no se trataba de una cita, que solo le había prometido darle algún consejo para acercarse al omega que le gustaba, Kasa no le dejo faltar, alegando que conocía bien ese sentimiento, cuando alguien le prometía verle, pero después no acudía y era sumamente doloroso. 

 

Como Kasa tenía su historia con los alfas, cuando muchos rodeaban a su amigo por su dinero o su renombre, a él solo le dejaban tranquilo, no insistieron en pedir su mano, en comprarlo, ni trataron de secuestrarle, matando a su familia para hacerse con su vida, porque pensaban que la ira de los dioses caería sobre ellos. 

 

El era la encarnación del poderoso guerrero que llevaba su nombre y quien era uno de los numerosos rostros de Vishnu, era un dios pisando la tierra, así que de tan solo verle con lujuria o desearle, los condenaba a castigos imperdonables. 

 

Krishna por mucho tiempo tuvo que caminar usando velos, joyas y pinturas adornando su piel, le enseñaron a pelear porque era la encarnación del guerrero que llevaba su nombre, uno de los sacerdotes lo había dicho en su lecho de muerte, antes de que supieran que era un omega. 

 

Como si fuera una señal divina el propio mar empezó a llevarles regalos, ofrendas, que tomaron como una orden de protegerlo, aceptarlo, aunque fuera un omega, aunque no porque estuviera seguro, encerrado en uno de los templos la mayor parte de las veces, era ajeno a lo que sufrían otros omegas y mujeres en su tierra natal. 

 

Pero no debía pensar en eso, era un guerrero, un general marino y podía cuidarse solo, ademas, no seria esa la primera vez que rompiera su palabra, aunque no entendía del todo la razon detras de la insistencia de su amigo en que acudiera, seguramente conocer a ese alfa le había ablandado el corazón. 

 

Se sorprendió al ver que el pequeño león ya estaba allí, esperando por él, sonriendo al ver como se acercaba a su punto de reunión, con un paso lento, con su armadura puesta, deteniéndose frente a él, con una expresión serena, sin saber muy bien la razon, queria ayudarle, verle sonreír, porque podía ver que había cierto dejo de tristeza en su mirada. 

 

-¿Como se llama el omega? 

 

Regulus se levantó inmediatamente, manteniendo la compostura, aunque sí pudo ver un ligero sonrojo en sus mejillas, desviando la mirada poco después, carraspeando un poco, logrando que Krishna sospechara de sus intenciones, de la existencia del omega en cuestión. 

 

-No quiero que sepa nada hasta que decida hacer el primer movimiento, estoy seguro que si le digo que me gusta, lo primero que hará será enojarse conmigo. 

 

Ese era un punto válido supuso, pero aun asi queria escuchar un nombre, cualquiera, para quitarse la espinita que lo estaba molestando desde que Kasa le dijera que el amor joven era de lo mas lindo que podías ver enmedio de una guerra como esa, con ellos sitiados, dependiendo de una muralla artificial para mantenerse seguros. 

 

-Quiero escuchar un nombre.

 

Regulus suspiro pensando en los omegas que conocía, los santos dorados estaban fuera de su alcance, los aspirantes, Tenma tenía una relación con Géminis y Yato, el francamente le daba miedo, aunque era un guerrero poderoso, bastante guapo, pero no sabía porque al unicornio no le agradaba demasiado. 

 

-Yato… su nombre es Yato y no le agrado mucho. 

 

Krishna al escuchar ese nombre se sintió un poco más tranquilo, sentándose a su lado, con una expresión meditabunda, porque seguía sin creerle demasiado al joven león, que esperaba por su respuesta. 

 

-Un amigo mio me dijo que seguramente tú estabas ideando todo esto del omega, porque yo te gustaba y creo que eso es cierto. 

 

Regulus se sonrojo demasiado, al darse cuenta que el omega mayor había visto su fachada y en ese momento ya no sabia que decirle, llevando sus manos a sus rodillas, pensando que Krishna se marcharía de ese sitio. 

 

-Pero aun asi me hizo venir a verte, para no romper tu corazon, aunque yo sea mayor que tú y lo sabes no es cierto. 

 

Regulus comenzaba a desesperarse un poco, sin comprender que haría Krishna en ese momento y porque había ido, si sabía que le estaba mintiendo, pero cuando el omega de piel oscura colocó una mano en su hombro, se sorprendió demasiado, mirándole fijamente. 

 

-No es bueno mentir, eso te rebaja Regulus, pero como lo hiciste de buena fe, que te parece si pasamos este día juntos, aunque no será una cita. 

 

Krishna sonreía muy poco, o casi nunca, así que cuando lo hacía apenas podías notarlo, como sucedía con Degel, o el mismo Patriarca, sin embargo, Regulus era un muchacho demasiado observador, por lo cual, le regreso la sonrisa, aceptando, quería pasar un dia con el general marino y tal vez asi podria enseñarle que era tan maduro como él. 

 

-Claro, me encantaría pasar tiempo contigo, se que sera muy divertido. 

 

Krishna no sabia si seria divertido, porque él no era para nada divertido, sino por el contrario, demasiado serio, demasiado distante supuso, levantándose del suelo para empezar a caminar sin ninguna dirección definida. 

 

-Además soy muy maduro para mi edad. 

 

Quiso decirle a Krishna, quien se detuvo unos momentos, sintiendo un cosmos, aunque podría pensar que eran dos de ellos, uno estaba mucho más oculto, escondido en unas columnas, observando a Regulus coqueteando con el omega mayor. 

 

-Ya soy todo un santo dorado. 

 

Ese era Yato, que trataba de ocultarse y había buscado a Regulus todo ese día sólo para verle en compañía de ese soldado de piel oscura, que era muy atractivo, con una armadura impresionante, suponía, que el equivalente a una de oro entre los suyos. 

 

-Eso está por verse. 

 

El cosmos que podía sentirse era el del padre del muchacho, que en ese momento usaba ropa nueva, se había rasurado y cortado el cabello, pero seguía portando una expresión que a Krishna no le gusto en lo absoluto, mucho menos esos ojos azules como el hielo. 

 

-Ya verás que no miento. 

 

Krishna asintió, siguiendo a Regulus, que estaba emocionado, demasiado alegre por pasar un dia a su lado, aunque le había dicho que no era una cita, parecía ser suficiente para el pequeño león que corría a su lado, a quien solo podía imaginar como un cachorro saltando a su alrededor, viéndose a sí mismo como una pantera, por el color de su piel, aunque, le preocupaba el leon de melena hirsuta, el que ya era maduro. 

 

-Dime más sobre ese Yato… 

 

*****

 

Cada uno de los berserkers que veían la batalla entre Byaku y Kokalo ya se habían marchado, porque a pesar de las horas, de los días, aun seguian peleando, ninguno deseaba perder su primer combate. 

 

-¿Donde estan todos? 

 

Kokalo estaba emocionado, tanto que ignoró la pregunta de Medusa que los vio en ese coliseo, porque nunca había visto un omega tan poderoso, Byaku estaba encantado con ese alfa grande y no tan estúpido, porque lo trataba como a un guerrero, porque peleaba sin mostrar piedad, era la clase de compañero que le gustaba. 

 

-¿Acaso has perdido la cabeza? 

 

Kokalo se detuvo al igual que Byaku cuando Medusa se colocó entre ambos, deteniendo su batalla, viendo la destrucción, la sangre y los moretones, preguntandose que habia pasado en ese lugar, porque peleaban como lo hacían. 

 

-No que yo sepa hermana, pero, Byaku me pidió que le demostrara que tan fuerte era y eso hacía, creo que quedamos en empate por culpa tuya. 

 

Medusa sabía que nunca era una buena idea preguntarle algo a Kokalo, porque generalmente siempre tomaba cualquier pregunta como algo literal, así que suspiro, observando al omega, que asintió, acomodando su cabello, con una sonrisa que era toda una sorpresa, especialmente cuando tomo del cabello a Kokalo, obligándolo a agacharse para darle un beso casto en la mejilla. 

 

-El tiene razon, queria ver que tan fuerte era y deseaba comprobar que me trataría como a su igual, algo que hizo, siento si mis métodos fueron muy poco ortodoxos. 

 

Ella no supo qué decir al principio, solo pensó, que ese sujeto rubio estaba tan loco como su camarada, por lo que pensó lo mejor era dejarlos a solas, con un suspiro cansado, deseaba dormir, descansar un poco, pero después de las palabras pronunciadas por Athena, a quien amo en algún momento de su vida, con Poseidón en esa ciudadela, no creía que pudiera conciliar el sueño, aún tenía pesadillas de aquel momento. 

 

-Busca a Deimos, el estaba muy preocupado por ti. 

 

Le informo Kokalo antes de seguir a Byaku, quien se quitó su surplice, vistiendo alguna clase de túnica que dejaba parte de su espalda al descubierto, de cuello alto, con pantalones negros, demasiadas joyas. 

 

-Eso haré… pero más tarde… 

 

Susurro, primero deseaba estar sola, para poder controlar la molestia que sentía, la decepción que sintió al ver a su diosa, al ver que ella no se sentía culpable por su castigo y que esperaba hubiera sufrido mucho más de lo que lo hizo, culpandola a ella por algo que no era culpa suya. 

 

-Esperaba por ti, Medusa, supongo que no lograste matarla. 

 

Pronunció, tratando de no insultar a la diosa Athena, porque aunque su hermana de armas no podía perdonarla, aun no le gustaba que le insultara, suponía que aun existia un poco de afecto hacia esa diosa cruel e inmisericorde. 

 

-Dijo que esperaba que hubiera sufrido demasiado, me pregunto si yo gemi… como una prostituta… 

 

Deimos al escuchar esas palabras que iban convirtiéndose en susurros, para poco después, silenciarse, ver como Medusa se estremecía, temblando, tratando de controlar sus lágrimas y su llanto al ser traicionada de la forma en que lo fue, por quien pensó que le llego a querer, solo rodeo sus hombros con delicadeza, acariciando su cabello, las serpientes que no eran agresivas con él. 

 

-Ella sabe que tu tienes el poder para matarla, es por eso que es tan cruel… 

 

Medusa intentó controlar su llanto, pero no correspondió a su abrazo, como si el solo controlar sus temblores, su dolor, fuera demasiado duro para ella y aunque Deimos hubiera deseado que lo abrazara, sabía que apenas soportaba el contacto humano, por lo cual se quedó allí, en silencio, con ella de una forma que no haría con nadie más. 

 

-Ya estoy mejor… 

 

Era el momento de soltarla y eso hizo, la dejó ir, viendo cómo se recuperaba de aquella nueva traición, admirando su fuerza, su pureza, su enojo, que era como ninguno que hubiera sentido en el pasado. 

 

-Deberías alimentarte y después, descansar, o darte un baño. 

 

Medusa asintió, deseaba darse un baño, comer algo y tratar de descansar, pero en ese momento no creía que el sueño pudiera alcanzarla, mucho menos después de fallar, cuando estaba tan cerca, cuando pudo matarla, pero se le escapó de las manos. 

 

-¿Donde estan los demas? 

 

Deimos se rasco la cabeza, tratando de pensar en dónde podían estar sus aliados, no sabía dónde estaban sus dos nuevos hermanos, mucho menos Phobos, pero si sabía donde estaban tres tortolitos. 

 

-Ares está reafirmando su conquista en el cuerpo de Hefesto, Kokalo acaba de irse con ese espectro y Ema se atrevio a dirigirle la palabra al general marino de la piel blanca, al albino. 

 

Medusa encontraba esa actitud ridícula, pero no lo dijo, pensando que habían escogido el mejor momento y lugar para ponerse de románticos, como unos tortolitos. 

 

-Probablemente Phobos haya encontrado alguien de su agrado, solo faltas tu Deimos. 

 

Deimos negó eso, el amor no era algo que le interesara, ni la compañía de un omega, al menos, no cualquier omega, asi que preferia ser el unico que mantuviera la cabeza fría, junto a la hermosa Medusa, que se retiró a darse un merecido descanso, si es que su hermano había caído presa del encanto de alguno de los omegas de esa guerra. 

 

-Nosotros no fuimos hechos para eso Medusa, somos guerreros, pero no amantes. 

 

Aunque, si un omega muy específico le prestara atención no le molestaria convertirse en un amante, pero, ese no era el caso, supuso en silencio, sentándose en una de las columnas, preguntandose que harian en el momento en el que la barrera cayera, como lo hizo la de Troya en la mítica guerra. 

 

-Probablemente sea mucho más piadoso matarlos, antes de permitir que esos bastardos los dañen… 

 

Sabía que Medusa pelearía hasta que no le quedara fuerza y en ese momento, destruiría su cuerpo, para no caer presa de las manos de otro monstruo como Poseidón, a quien le harían pagar su error, una vez terminara la guerra, se dijo en silencio. 

 

-Aunque… eso no será necesario. 

 

Si es que ganaban, pero no creía que eso pudiera pasar, solo estaban ganando tiempo.

 

*****

 

Albafica despertó mucho antes que Minos, que dormía a pierna suelta, aunque su apariencia era serena, como si se tratase de alguna pintura o escultura, con una postura delicada, armoniosa, haciendo que su libido volviera a encenderse, pero no creía que fuera de buena educación despertar de esa forma a su omega, a quien observaba entretenido algunos cuantos minutos, casi una hora. 

 

Encontrandolo cada día más hermoso que en el pasado, amando el color de su piel, de su cabello, de sus ojos, la expresión de su rostro, las marcas que había dejado en su cuerpo y las que él había recibido. 

 

Levantandose de la cama en silencio, sin despertarlo, pero Minos ya estaba despierto, desde que empezó a mirarlo, por lo que parecía era una hora o un poco más, como si estuviera hipnotizado, como aquella vez supuso, cuando durmió en su cama, pensando que encontraría esa actitud inquietante si no fuera que ese alfa era hermoso, que lo amaba y que estaba dedicado a su bienestar, obsesionado con su aroma. 

 

Albafica recordaba que cuando estaban comiendo Sage lo había mandado a una mision, asi que supuso lo mejor era hacerle una cena, para que recuperara su fuerza, tenía suficiente comida para eso y creía que se le daba bien cocinar, Manigoldo le había enseñado, después de escupir una sopa que había hecho que decía, sabía a todo menos comida. 

 

Minos se levantó con lentitud, sentándose en la cama, sintiendo algo de dolor en sus músculos, en su cuerpo, sonrojándose, pensando que llevaba mucho tiempo sin sentirse así, y que en ese momento no se sentía sucio, ni atemorizado, por el contrario, se sentía tan relajado como nunca lo había estado. 

 

Cómo se sentía con Apolo antes de ser traicionado por este, levantandose de la cama para admirar el cuarto de Albafica, que era especialmente sencillo, algo nuevo, refrescante a comparación de su cuarto que era de al menos tres o cuatro veces el tamaño de esa habitación. 

 

Estaba limpio, se habían dado un baño después de la última vez que habían hecho el amor y no volvieron a acariciarse desde entonces, aunque, no sabía donde había dejado su ropa, recordando que cuando llegó Albafica solo traía puestos unos pantalones que se sostenían de su cadera casi por arte de magia. 

 

Minos se acercó a la cajonera de Albafica, donde pudo ver una loción, de la que se puso un poco, sin saber que estaba hecha con las rosas de su alfa, pero no le hacia ningun daño, como hubiera sucedido con cualquier otro, buscando poco después algo que ponerse, descubriendo una camisa con olanes, esa serviria, aun no deseaba vestirse del todo. 

 

Y siempre había pensado que usar la ropa de un alfa, con el cual acababa de tener sexo, o en su caso, hacer el amor era algo muy sensual, así que, deseaba probarlo, que Albafica lo viera vistiendo su camisa, la que se puso abotonandola a la altura de su pecho. 

 

La camisa le llegaba hasta los muslos y era blanca, suficiente cómoda para su piel, así que con un paso lento, se acercó al comedor, para ver lo que Albafica cocinaba para él, sonriendo con cierta picardía, cuando se dio cuenta que no lo había escuchado, cuando lo deseaba, podía ser sumamente sigiloso. 

 

-Te gusta admirarme cuando duermo… 

 

Le susurro en el oído, rodeando la cintura de Albafica, quien dio un brinco al escucharle decir esas palabras, sonrojándose, porque no se suponía que eso fuera correcto, Lugonis siempre le había dicho que debía respetar la privacidad de cualquier omega y el no hizo eso, desde que Minos llegó a ese sitio. 

 

-Lo siento… yo lo siento. 

 

Minos comenzó a reírse, apartándose para que Albafica viera que traía puesto, quería ver su expresión cuando se diera cuenta que aun estaba desnudo debajo de aquella camisa, que no era suya, dándose cuenta, que la rosa de la ciudadela, su rosa, era bastante más fuerte de lo que se veía a simple vista, cuando usaba su aburrida ropa del santuario. 

 

-Lo dudo, pero acepto tu disculpa. 

 

Albafica se obligó a seguir preparando su desayuno, aunque pensó que sería agradable hacerle el amor a Minos en la mesa, quien parecía, se placía seduciendolo, porque estaba seguro que se puso su ropa con ese fin. 

 

-¿Te gusta como se ve tu camisa en mi? 

 

Albafica asintió, tragando un poco de saliva, cuando Minos llevó su mano a su entrepierna, para acariciarlo con esta, observando como se esforzaba en prepararle un delicioso desayuno. 

 

-Mirate… unas cuantas caricias y estas loco por hacerme el amor… 

 

Albafica asintio, no tenia porque mentirle, asi que Minos, suponiendo que solo se vivia una vez y que no habia nada de malo en disfrutar de las caricias de ese hermoso alfa, se sentó en la mesa, recargando sus pies en dos sillas, uno en cada una de ellas, abriendo sus piernas, al mismo tiempo que le sonreía al hermoso alfa llevando sus manos a sus rodillas. 

 

-Se que estas hambriento, porque no comes un poco… 

 

Albafica apagó inmediatamente la estufa de aceite, abandonando el desayuno que deseaba preparar, ya harian algo después, se dijo, caminando hasta donde estaba Minos, apartando las sillas para tomar sus muslos con sus manos, llevando sus piernas alrededor de su cintura, besando con desesperación esa boca de labios delgados, sintiendo como el juez de las almas rodeaba su cuello, respondiendo con frenesí a sus caricias. 

 

-Lo ves, es mejor cuando no tratas de mentirme… 

 

Y era mucho mejor si se embarazaba, asi no tendria que sufrir un celo, podría defenderse, podría pelear, se dijo, sintiendo el cuerpo de Albafica chocando contra el suyo, su sexo entre sus piernas, hundiéndose en él, arqueando la espalda cuando encontró el punto adecuado para ambos. 

 

-Cuando eres honesto con ambos… 

 

De una forma en que Minos no lo era del todo, y aunque deseaba sentir el amor de un alfa, deseaba ser respetado por su compañero, que era hermoso como ninguno, fuerte y amable, tambien deseaba embarazarse, asi lograria escapar de la cacería, tal vez, ambos lo hicieran, para estar juntos, tener una familia. 

 

-Cuando me das lo que deseo… 

 

*****

 

Apolo no podía dejar de observar a Minos, usando las moscas de Verónica como sus ojos, notando la forma en que el juez de las almas, el joven príncipe de Creta se entregaba a ese santo dorado, a ese guerrero de apariencia delicada, algunos podrían decir femenina. 

 

Cuando sabía que había regresado por el, que lo deseaba y se burlaba de su afecto aceptando el de alguien más, como siempre, como se burló de él en ese jardín, cuando le dijo que era su mejor amigo, que deseaba hablar con él de algo importante. 

 

Y como un estúpido asistió, esperando escuchar algunas palabras de amor del joven príncipe, quien estaba angustiado, sin saber qué hacer, después de desterrar al hermano mayor de sus tierras, al único alfa, cuyo nombre era Sarpedon. 

 

-Mi padre busca un alfa con quien desposarme, dice que es una mujer hermosa, su nombre es Pasifae… 

 

Le informo, haciendole enojar, pensar que solo estaba jugando con él, porque esperaba que le dijera que el tambien lo deseaba, que podían burlar a su padre, si él mordía su cuello, si lo marcaba para el. 

 

-Le pregunte porque a Radamanthys no le buscara un alfa, me dijo que nunca habia tenido un celo, que seguramente era esteril, asi que no habría fruto alguno de su unión… pero yo… yo era fértil, yo tendría hijos sanos… verdaderos emperadores. 

 

No sabía qué era lo que deseaba escuchar de sus labios, pero lo que dijo no era algo de eso, porque recordaba muy bien que le ofreció su amor, su mordida, salvarlo de ese alfa siendo su compañero, pero en vez de alegrarse, se apartó, sin comprender sus palabras, ni su deseo. 

 

Tratando de rechazarlo cuando quiso besarlo, haciendo que se enojara mucho más, tanto que vio rojo, que no se dio cuenta de lo que había hecho hasta que vio la sangre en sus manos, el cuerpo de Minos hecho un ovillo, estaba desnudo, lloraba, sangraba de la boca, de la nariz, entre sus piernas había semen manchado de rojo, lo había tomado a la fuerza. 

 

Fue demasiado violento esa primera vez, pero no tenía su mordida y cuando quiso marcar su cuello, el joven príncipe llevó un trozo de cristal a su cuello, amenazandolo con matarse si no se marchaba de allí en ese instante, cosa que hizo, pensando que podría acercarse cuando quisiera, pero no fue así, siempre había alguna barrera que lo mantenía lejos. 

 

Su esposa, el emperador, su hermano, sus hijos, algunas creaciones de Dédalo, el laberinto y por un momento, creyó que podría acercarse a él de nuevo, hacerle suyo por fin, ordenandole a un emperador que lo capturara por él, ofreciéndole oro, joyas, mujeres hermosas, omegas encantadores, pero no pensó que se prendara de Minos, fue tan estúpido para pensar que no lo desearía como el. 

 

Que lo bañaria con agua hirviendo al recibir su rechazo, que después de eso, no podría recuperar su alma ni su cuerpo del Inframundo, pues, Zeus, traicionandolo le encomendó juzgar las almas de los mortales, convirtiéndolo en el primer juez de las almas, en el primer general del ejército de Hades, un omega, que cuidaba celosamente de sus soldados. 

 

Pero en ese momento no se detendría hasta que el alfa que se moviera entre sus piernas, que le hiciera producir esos gemidos fuera el, Apolo, hasta que Minos fuera suyo, su amante, su omega y quien diera a luz a sus hijos, de los que ya tenía muchos, pero preñar a ese omega sería todo un triunfo para él, así comprendería que no podía negarse a su amor, cuando cargará a su primer hijo en brazos. 

 

-A llegado la emperatriz de los mares, Anfitrite. 

 

*****

 

Al mismo tiempo Radamanthys devolvía su estómago en solitario, llevando sus manos a su vientre, pensando que tal vez estaba embarazado, estaba en celo, había estado con un alfa, tenía su semilla entre sus piernas, en el interior de su cuerpo. 

 

Pero no era cualquier alfa, era ese alfa, el que dijo que no era para nada hermoso, que no lo deseaba, porque era demasiado masculino, porque sus cejas estaban unidas en una, porque no era dócil. 

 

Creía que pronto perdería la razon, habia pasado demasiado, había sufrido demasiado, primero Valentine, después Hakurei, ahora ese alfa que recuperaria sus cabales después del celo. 

 

Si antes ya había escuchado sus insultos, no podía dejar de pensar en lo que sería pronunciado esta vez, porque se había entregado al primer alfa que había demostrado interés en el. 

 

“No pensé que estuvieras tan desesperado por algunas caricias omega” 

 

Seguramente diría algo como eso, que estaba desesperado por caricas, por el sexo de un alfa, no lo dijo Valentine, que los omegas se conformaban con cualquiera, siempre y cuando fuera un alfa, pero no era asi, el no era asi y no sabia porque sucedió, no sabia porque permitió que le hicieran eso. 

 

“Les gusta el sexo, les gusta ser poseídos” 

 

Radamanthys trataba de silenciar esas palabras, en esa voz aterciopelada, llevando sus manos a sus oídos, convocando de momento su cosmos, pensando que lo mejor era clavarla en este, eso, seguro le ocasionaba un aborto y él podría sobrevivir a esa herida. 

 

“Pero tu no me gustas, para nada, solo fue tu aroma… aunque a ellos si” 

 

Ellos, sus antiguos aliados, quienes deseaban violarle por turnos, o todos juntos, más de una vez, hasta que ya no pudiera soportarlo más, hasta que su dolor fuera demasiado y su desesperación aún peor. 

 

-No… no quiero estar embarazado… no puedo estar embarazado… 

 

Susurro, pensando que un poco de cosmos freiria aquello que creía en él, pero se detuvo, su señor, sus aliados, necesitaban un soldado fuerte, cada hombre contaba y lastimarse, aunque fuera necesario para que eso no nacería, si estaba embarazado, no les serviria de nada. 

 

-Que voy a hacer ahora… 

 

No podía regresar al santuario de los omegas, porque le verían desnudo, querrían saber qué pasó, no podía regresar con Hakurei, no sabía siquiera en donde estaba y pensaría lo peor, pero, necesitaba ropa, ropa nueva con que cubrir su cuerpo, pero de dónde sacaría algo como eso, se dijo en silencio. 

 

-Que se supone que voy a hacer ahora… 

 

*****

 

Hola, disculpen la tardanza, pero aquí hay un capitulo nuevo, espero que les guste, a mi me gusto bastante. Muchas gracias por sus lecturas, por sus comentarios y por sus estrellas. Minos quiere embarazarse, Radamanthys no quiere que suceda, dos omegas en la misma situación con dos formas de pensar completamente diferentes. Ahora, que creen que se traiga el viejo león entre manos. Mil gracias de nuevo. SeikenNJ. 


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