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Cacería por Seiken

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-¡No! ¡Se los prohíbo! 

 

Ordenó, levantándose con algo de esfuerzo, comprendiendo que esa misma noche se realizaría el primer golpe y poco después caerían sus barreras, en cuestión de horas o minutos. 

 

-Si nos distraemos en esto, perderemos la guerra y esa no es una opción. 

 

Unity le ayudó a levantarse, sentándolo en una de las sillas, observando toda la sangre que caía de su herida, sin saber qué hacer, si debía llamarle a los médicos o no, pero, observando a sus soldados, supo que lo mejor era obedecer al dios, ocultar sus heridas. 

 

-Esto no va a matarme, qué diversión habría en ello… 

 

Sus palabras eran irónicas, sarcásticas, pero muy ciertas, no habría diversión alguna en matarlo, cuando en la noche era el momento en el cual atacarían, así que asintiendo, regresó a su puesto, notando que faltaba Shion y Lune, tenían dos hombres menos. 

 

-Kardia, ve por Cid, Manigoldo y Thanatos, ellos podrán ayudarnos. 

 

Kardia asintió, Manigoldo era un necio y demasiado burlón, pero, era muy inteligente, Cid era muy frío, pero era igual que Manigoldo, ellos podrían ayudarles, sobre Thanatos, únicamente para ver feliz a su cangrejo haría lo que estuviera en sus manos, se dio cuenta cuando realizó su misión sin quejarse, cargando la caja de su armadura, obedeciendo los consejos de su omega. 

 

-Sin perder el tiempo. 

 

Kardia que ya pensaba en cómo burlarse del crustáceo, al escuchar la orden de Degel, suspiro, pero aun así, no dejaría pasar la oportunidad de reírse de la expresión sonrojada de Manigoldo, cuando diera con él. 

 

-Date prisa. 

 

Sin más, Kardia se marchó, primero daría con Cid, al que enviaría a ese taller inmediatamente, después visitaria cáncer y por el bien de sus ojos esperaba que esos dos ya hubieran terminado con su entretenimiento. 

 

-Tu nombre es Degel verdad, parece que sabes lo que haces y estoy seguro de que puedes leer esas fórmulas, así que, deberás encargarte tú de los últimos detalles. 

 

Hefesto comenzaba a sentirse mareado, un poco débil debido a la pérdida de sangre, pero estaba seguro de que podrían terminar sus tareas para antes de que cayeran sus defensas, esperando que la influencia de Ares en esa ciudadela, cancelara el nacimiento de demasiados cazadores o lobos. 

 

-Si tienes alguna duda, solo hazmelo saber y te diré cómo arreglarlo... qué hacer. 

 

Degel no estaba tan seguro de que no llamar a un médico les fuera de utilidad, pero, no conocía demasiados sanadores que fueran de fiar en esa situación, en la que alguien atacó al dios de la forja. 

 

-¿Quien fue quien lo atacó? 

 

Preguntaron sin más, un omega de cabello negro seguido de un gigante cubierto de cicatrices, no conocia su nombre, pero sabía que se trataba de uno de los espectros a los que le habian dado cobijo. 

 

-Soy un sanador, hago pociones, embrujos, brebajes, revivo a los muertos y curó huesos rotos, en resumen, soy un médico. 

 

No era el momento de fanfarronear, pero de todas formas le gustaba hacerlo, especialmente en un momento como ese en el que todo parecía irse en una espiral al Inframundo y no le gustaba en lo absoluto. 

 

-Mi nombre es Byaku. 

 

Era el médico personal de Minos, su senescal y si Lune no existiera, se trataría de su mano derecha, un soldado que prácticamente nunca salía al campo de batalla, a menos que su señor lo considerara necesario. 

 

-¿Crees que puedas hacer algo? 

 

Claro que si, podía salvarlo sin duda alguna, así que asintió agachandose a lado de Hefesto, para revisar sus heridas, convocando su cosmos, que como podia matar, tambien podia sanar, cerrar heridas profundas y en algunas ocasiones, hasta lograba borrar desagradables recuerdos del campo de batalla. 

 

-Sin duda, pero creo que deberíamos ir detrás del que lastimó al dios Hefesto, seguramente es un cazador o un traidor… 

 

Degel jadeo, no había pensado en eso, en las posibilidades de que el ser que se había atrevido a dañar a Hefesto quisiera destruir las barreras de protección mucho antes, debían dar con él inmediatamente. 

 

-Mi señor Hefesto… 

 

Hefesto negó eso, no le gustaba esa clase de formalidad, era ridícula y absurda, porque aunque le nombraran con títulos, si no eran leales a él o no eran más que traidores, el llamarle mi señor no significaba nada. 

 

-Fue un tipo de cabello rosa, ya lo había visto antes, cuando llegó malherido al santuario… no se su nombre. 

 

Pero Byaku si lo conocía, de eso se dio cuenta Degel, por la expresión que puso, por la forma en que empezó a brillar su cosmos, cómo se modificó de pronto, apenas unos instantes, pero siguió con su tarea, cerrando las heridas del dios de la creación. 

 

-Se llama Valentine y debimos matarlo cuando tuvimos la oportunidad de hacerlo.

 

Kokalo no sabía quién era ese Valentine, así que no podía empezar a buscarlo y en ese momento, no había otros espectros que pudieran hacerlo, sin embargo, Byaku al finalizar con sus tareas, se levantó del suelo algo cansado, mirandoles con una expresión sombría. 

 

-Reuniré a varios espectros, tenemos que dar con él antes de que vuelva a traicionarnos. 

 

Degel no lo contradijo, lo mejor era encontrar al traidor antes de que cometiera un acto irreparable, como dañar a su aliado más valioso, al que no asesinó, porque se trataba de un omega y seguramente deseaba hacerle mucho más daño. 

 

-Tenemos que ponernos a trabajar, el tiempo apremia. 

 

*****

 

Radamanthys sintió el cosmos enemigo apenas se elevó y en vez de acudir con su señor, con el patriarca del Santuario o con el mismo dios de la guerra, decidió seguirlo, seguro de que algo muy malo pasaría de permitirle estar solo, por su cuenta. 

 

Tenía una espada cubierta de sangre roja, demasiada para que su víctima continuara con vida, caminaba en el cuerpo de Valentine, con una expresión orgullosa que reconocía bien, era la misma que utilizó cuando lo violó a cambio de permitirle salir del Inframundo. 

 

Radamanthys no dio la alarma, no al principio, no porque no le creyeran, sino porque sabia que debia comprender que era lo que deseaba lograr en ese sitio, cuando se detuvo en una de las zonas de la red, que se veía de un color un poco más opaca. 

 

Era como si estuviera debilitándose por ese sitio, justo como sucedía con las barreras que Hades usaba para protegerlos cuando eran invadidos por los santos del Santuario de Athena y Eros lo sabía, buscaba destruir la red antes de que terminaran los preparativos para la guerra. 

 

Eros que no por nada era un dios, que era mucho mejor arquero que Apolo, aunque este no lo aceptara y le gustaba cazar toda clase de presa, se dio cuenta que el wyvern de Hades no había aprendido de su anterior encuentro, que lo estaba siguiendo, pero deseaba saber hasta donde estaba dispuesto a llegar, hasta donde se enfrentaría con él. 

 

Por lo que elevando su espada, descargó toda su furia y cosmos en contra de la red, escuchando como una armadura morada se quebraba debido a la fuerza de su golpe, admirando como un poco de sangre caía del brazo seguramente entumido de Radamanthys, que logró evitar que dañara la red. 

 

-Te olí desde que comenzaste a seguirme, tu perfume es indescriptible, como chocolate y café, muy dulce, con un toque amargo, Radamanthys. 

 

Radamanthys no pudo ocultar su sorpresa al escuchar sus palabras, ver cómo apartaba la espada para limpiar su sangre contra su pantalón, con una expresión divertida, fijando su vista en la red, que iba perdiendo fuerza conforme pasaba el tiempo. 

 

-Y al otro lado de esta barrera de seguridad, se encuentran Demeter, Afrodita y todos los demás, preparando un ataque conjunto para derribar la barrera antes de que logren terminar lo que sea que están fabricando en esa forja. 

 

El brazo de Radamanthys iba recuperándose del golpe realizado por Eros, que vio el collar de aquella extraña forma, pensando que pronto, el buen Erebus pondría a dormir a la bestia, por lo cual, no tenía de qué preocuparse. 

 

-Bonito collar, supongo que combina con tu mordida, una muy inutil, porque solo tengo que morder de nuevo y tu me ofrecerás hacerlo, porque si no, ya lo sabes, te entregaré a todos los demás, aún discuten por quién será el primero en poseerte, ya que los otros dos están fuera de su alcance. 

 

Podía ver el miedo en el rostro de Radamanthys, eso pasaba cuando tomabas tu placer del cuerpo de un omega durante horas, le hacías ver quien era su amo, a quien debía obedecer, por lo cual, dando un paso hacia el, paso que el espectro alto retrocedió, comenzó a reírse. 

 

-La cabeza de Aiacos adornará el salón del trono de la diosa Athena, Minos la cama de Apolo, así que solo quedas tú, el premio que al menos ciento setenta espectros desean probar, pero, me gustas, todo tu me gustas, así que vendrás a mí, suplicando de rodillas por ser mi omega, cuando la guerra de inicio. 

 

Susurro en el oído de Radamanthys, viendo como su collar comenzaba a moverse, como en una advertencia, notando el brillo de la barrera a sus espaldas, como estaba a punto de ser destruida, solo necesitaba un pequeño empujón. 

 

-No lo harás… 

 

Pero si lo haría, se dijo, convocando de nuevo su cosmos, para atacar a Radamanthys, quien apenas pudo protegerse de la fuerza de su tajo, que cortó parte de su armadura, pero seguía de pie, protegiendo la barrera. 

 

-No voy a permitirlo. 

 

No era si se lo iba a permitir, sino, que simplemente sucedería, riéndose de sus intentos ridículos por salvar a sus aliados, peleando con él, únicamente para preparar un último golpe, después de todo, él era un dios y Radamanthys solo se trataba de un humano. 

 

-No, porque me ayudaras a eso. 

 

Fueron sus palabras, atacandolo de la forma en que Radamanthys hacía con los soldados que pensaba eran inferiores, encajando su brazo en el pecho del omega, que sabía, sobreviviría a ese golpe, azotando su cuerpo contra la barrera, con tanta fuerza, que su armadura se desintegró debido al golpe, perdiendo las hombreras, su casco, gritando su dolor, escuchando otra quebradura, pero esta vez en la barrera creada por Hefesto. 

 

-Tu me ayudaras a abrir una fisura por la cual podremos ingresar. 

 

Eros limpio su mano de la sangre que manaba del cuerpo de Radamanthys, que volteo horrorizado, para ver como esta vez, la red dorada iba quebrándose, como si se tratase de cristal, como ramas de tamaño monumental se iban abriendo paso, destruyendo la única barrera que los protegía de la cacería. 

 

-Anda, ve a dar la alarma, diles que no pudiste detenerme, que no eres más que un traidor, un debilucho y que seras mio, hasta que me canse de ti. 

 

Radamanthys no pudo moverse, sangrando, malherido, demasiado debilitado, no había dormido bien, no había comido, llevaba días sin hacerlo, mucho antes de que iniciara su celo, no era más que una sombra de quien era. 

 

-¡Radamanthys! 

 

Escuchó que gritaban su nombre, Myu, Byaku y un soldado que nunca antes había visto, quienes al ver que no se movía, que sangraba a los pies de Valentine, con la barrera rompiéndose a pedazos, quisieron acercarse, tratando de salvarlo. 

 

-¡Radamanthys alejate de él! 

 

Sin embargo, Eros al notar que Radamanthys no podia moverse y que el collar repentinamente habia perdido toda clase de color, lo arranco de su cuello seriamente dañado, por las mordidas, por su intento por borrarla de su cuerpo, para besarle, ingresando su lengua en el interior de su boca e inmediatamente despues, lanzarlo hacia ellos, para que Kokalo pudiera cargarlo. 

 

-¡Den la alarma! ¡Que cunda el pánico para que su dolor sea mucho más delicioso! 

 

Las ramas monumentales seguían abriéndose paso, destruyendo la barrera que estaba demasiado alejada de los templos principales, donde se encontraban todos los demás soldados, haciéndole pensar en el caballo de Troya, pero esta vez, se asegurarían que nadie pudiera huir, nadie escaparía a su diversión. 

 

-Bien hecho Eros… 

 

Eros asintió, sin abandonar el cuerpo de Valentine, que ya no se le resistía como en el pasado, viendo como ingresaba Apolo, seguido de Hermes y Afrodita, quienes habían decidido adelantar el golpe e ingresar por una zona diferente a la de Artemisa, que junto a todos los cazadores, sus lobos, Demeter, Athena y Dionisio esperaban el momento en el que la barrera fuera destruida. 

 

-Recuerda tu promesa. 

 

Si la recordaba, ellos no estaban dispuestos a entregar a sus presas, cada uno de ellos podían jugar con ellas hasta el cansancio, Eros con el omega rubio que le había hecho frente, Afrodita deseaba a su esposo de regreso, Hermes había encontrado mucho más entretenido al fuego fatuo de Thanatos y el, él deseaba que Minos fuera suyo, su esposo, así como aquel que diera a luz a sus herederos. 

 

-Por supuesto, sería una estupidez destruir a todos los omegas y no apartar al que deseamos para nosotros. 

 

Sus palabras sonaban como si se tratase de una broma, pero no lo era, en realidad creia que tenian la facultad para decidir que omega debía ser suyo, cual no, cuales entregaría a sus soldados, pero sobre todo, si no veían una muestra de buena voluntad del dios de la oscuridad, no tenían porque apartar a su omega del peligro. 

 

-Un completo sin sentido.

 

*****

 

Algunos minutos antes de que Radamanthys comenzará a seguir a Eros, cuando Leviatán había decidido despertar a Hakurei, actuando en contra de las órdenes de su amo, del dios que le había dado vida, o al menos, eso era lo que siempre le recordaba, la criatura de las profundidades que había estado antes que toda clase de vida, escucho las palabras de Prometeo, siguiéndolo, esperando que Hefesto quisiera proteger a Radamanthys, él era lo único que le importaba en ese mundo. 

 

-¿Así es como pagas mi amistad Leviatán? 

 

Leviatán no lo consideraba su amigo, ni su aliado, y eso lo había dejado muy claro Erebus, quien siempre le había tratado como un sirviente, como un esclavo, como una cosa sin mente que debía obedecer sin cuestionar sus órdenes. 

 

-Despertando a mi enemigo, liberándolo de los sellos que coloque en su memoria, en su cuerpo, para que deje en paz a Hypnos. 

 

Según recordaba Leviatán, quien siempre buscaba a su alfa era Hypnos y pensaba que ya era momento de que los dejara estar juntos, qué más daba unas décadas más, ya era un anciano, no había forma en que fuera inmortal, no de la forma en que lo eran los dioses. 

 

-En este momento te encuentras en una encrucijada, entre obtener el amor de Hypnos o su desprecio… 

 

Erebus negó eso, no tenía porqué ser así, si Hakurei dejaba de estorbar y lo habría hecho, si su mascota no se hubiera enamorado del omega que eligió para él, así que, ya iba llegando el momento en el que la cacería sucediera, que la sangre y el dolor le trajera nueva vida a los dioses, que Hypnos aceptara su ayuda, para que pudiera salvarlo del peligro, si se olvidaban de su alfa mortal. 

 

-No eres más que un estorbo Leviatán y comienzo a verte como mi enemigo. 

 

Pronunció, elevando su cosmos que era como nada que hubieran visto antes, un cosmos unificado al de otro ser, el humano que le daba forma, ya que como la noche, ellos eran entidades incorpóreas, fuerzas de la creación, la noche, la oscuridad, que de vez en cuando tomaban el cuerpo de un humano, como aquel que vestía en ese instante, cuyas emociones eran aquello que le empujaba a caer víctima de las emociones humanas. 

 

-Es una lástima, porque en verdad no querría que ese omega rubio sufra debido a tu necesidad de sentirte dueño de ti mismo. 

 

Leviatán quiso defenderse, contraatacar de alguna manera, pero no pudo, sintiendo como las cadenas de cosmos de la entidad llamada Erebus lo encerraban en el vacío, obligándole a abandonar el cuerpo que había tomado para él, a Adonis, que estaba muerto, quien cayó al suelo sin vida, pero de un momento a otro, volvió a abrir sus ojos cuando la maquinaria en su pecho empezó a funcionar de nuevo. 

 

-Hefesto quiere hablar contigo sobre el omega que te interesa… 

 

Prometeo al ver que Erebus después de encerrar a la entidad en el cuerpo del homúnculo, simplemente se marchó, quiso comprobar si lo que había visto era cierto, esperando que Adonis hubiera regresado con ellos, debían dar inicio a su plan de mil años. 

 

-No me interesa un omega tan feo como ese, así que no perderé más tiempo… 

 

Adonis le dio entonces la espalda y llamando a su fiel corcel, inició su viaje a la fortaleza de Hefesto, para liberar a su ejército, uno que no se cansaba, que tenía demasiadas armas, una obra maestra como todo lo que fabricaba ese dios, sin embargo, uno muy lento, que se tardaría demasiado tiempo en llegar a la ciudadela. 

 

-Espero que las máquinas hagan la tarea que Hefesto no desea realizar. 

 

Esperaba que sus autómatas atacaran a los dioses, que los destruyeran juntos a sus ejércitos, pero sobretodo, esperaba que sus máquinas, sin recibir ninguna clase de cambio en sus órdenes, atacaran al dios Ares, no podía permitir que la guerra, siguiera destruyendo las vidas de sus protegidos. 

 

-Por el bien de mis pequeños. 

 

*****

 

Muchas gracias por sus lecturas, estrellas y comentarios, como lo saben, los leo cada uno de ellos, pero no los respondo, porque sin querer, les diría que sigue en el siguiente capítulo y arruinaría la diversión. SeikenNJ. P.D. Se viene mucho drama. 


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