Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cacería por Seiken

[Reviews - 71]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Degel sabía que Dionisio era un cobarde, que solo atacaria estando solo y comprendiendo eso, caminó hasta donde se encontraban los campos de entrenamiento, un lugar alejado de la batalla, de su ruido, de cualquier intruso. 

 

Pan lo vio alejarse y lo siguió en silencio, ocultando su cosmos, su rastro, camuflándose con la naturaleza, se sentía de cierta forma en deuda con ese pequeño de cabello verde, al que pudo salvar, no aquella ocasión en la cual apartó a quien pensaba era su amigo de su lado, sino, cuando pastoreaba sus rebaños. 

 

Vio como el águila lo estaba viendo, como lo surcaba y como se lanzó en su contra, pero no hizo nada, como el cobarde del que se trataba y vio muchos actos detestables, de los que fue partícipe, al no evitarlos. 

 

Pero esta ocasión, eso no sería de esa forma, en esta ocasión podría hacer algo por ese joven de cabello verde, aunque, también sabía que sería mucho más satisfactorio destruir a Dionisio con sus propias manos. 

 

Degel siempre se habia sentido inadecuado, saber que tus padres estan dispuestos a venderte al mejor postor siempre lograba eso en una persona, que busco la forma de ocultar su verdadero sexo, su realidad, el hecho de que era un omega y no un beta. 

 

Kardia siempre le hizo sentir normal, fuerte y admirable, la forma en que le veía en ocasiones le hacía estremecerse, cada ocasión, trataba de ignorarlo, hablaban de omegas, el describia a su pareja ideal, que era su fuerte amigo, que estaba en cama, porque un dios quiso destruirlo. 

 

Kardia era lo que buscaba en una pareja y siempre fue tan cobarde como para ocultarlo, pero en esa ocasión, en ese momento, le demostraría cuanto lo amaba, cuán lejos estaba dispuesto a luchar por él, por estar a su lado. 

 

Su amor, que era incondicional, lo amaba y daría lo que fuera por él, mataría por él, destruiría dioses únicamente por estar a su lado, se dijo en silencio, escuchando unos pasos a sus espaldas. 

 

-Hola lindura. 

 

Degel no le tenía miedo a ese dios, no era un niño asustado, rodeado de sus enemigos, era un guerrero, era fuerte y podía defenderse, así que, acomodando sus lentes, volteo, la guerra que se libraba estaba llegando a su fin, ellos estaban obteniendo la victoria y el dios a sus espaldas lo sabía, pronto irían por él, parecía que no era más que un cobarde. 

 

-Aun te recuerdo… 

 

Pronunció seguro, observando al dios de pies a cabeza, quien jamás había dicho que era demasiado fuerte, aunque si era demasiado astuto, lo supo cuando volteo en dirección de Pan, quien dio un paso adelante, dispuesto a interferir en su batalla. 

 

-¿Qué haces aquí? 

 

Pan no quiso responderle, no era necesario, porque era seguro que estaba en ese sitio para defender a ese pequeño que había buscado por demasiado tiempo, deseaba traicionarlo, darle la espalda y eso no podía perdonarlo. 

 

-¿Ahora defiendes omegas? 

 

Eso lo dijo con demasiado desprecio, como si ese acto fuera despreciable, por lo cual, Pan, el dios del bosque de nuevo guardó silencio, esperando el momento en el que Degel o Dionisio hicieran un nuevo movimiento. 

 

-Casi matan a mi alfa y eso no voy a perdonarlo. 

 

Dicho alfa, que estaba casi muerto debido al impacto del dios Hermes contra su cuerpo, sintió un llamado, la voz de un anciano que sonaba vigoroso, fuerte y decidido, pero al mismo tiempo sabio. 

 

-Le hice mucho daño a Ganímedes, aunque yo si lo ame, se que él nunca me quiso escorpión. 

 

Cómo quererlo, cuando lo secuestró, cuando lo violó, cuando su amor estaba encaminado a su bella esposa y no a su amante obligado, su esposa que con cada nueva traición perdía el amor que sentía por él, hasta que lo destruyó por completo, su esposa que fue asesinada de una forma espantosa. 

 

-Apenas soy una sombra de lo que fui y si me presentara ante Ares, se que no podría perdonarme por juzgarlo tan duramente, después de todo, él era mi hijo, sus fallas también eran las mías. 

 

Y lo había avergonzado demasiado, hecho creer que no lo amaba, que lo pensaba una vergüenza que no destruia solo por que compartía su sangre, lo había apartado de su omega, del buen Hefesto, que jamás se había metido con nadie. 

 

-No tomaré residencia en tu cuerpo, pero esta fuerza que aun me mantiene atado a este mundo, alejado de mi hermosa Hera, te la dare, no es justo que mueras y no peleare por ellos, no protegeré a mis hijos, aunque piensen que soy una fuerza indestructible, aquello que destruyeron no fue mi bondad, sino mi locura. 

 

Zeus veía que el joven poco a poco estaba perdiendo la vida, que solo por los dioses de la muerte evitando que las almas de sus soldados se perdieran, era que no había dejado de respirar, abandonando al pobre príncipe, al que le hizo demasiado daño, pero amo. 

 

-No lo dejes solo, él te necesita. 

 

Susurro colocando su mano en el corazón de Kardia, dándole su cosmos, pero no sus recuerdos, escuchando los pasos de su hija, de Artemisa, que al sentir su cosmos fue a pedirle ayuda, para ver como su padre le daba la victoria a sus enemigos. 

 

-¿Nos vas a traicionar? 

 

Zeus, el dios del rayo, que en ese momento era un hombre diferente, mucho mas sabio solo le sonrió con pena, sin decirle nada, viendo como Kardia abría los ojos, sus heridas curándose, de la forma en que un humano divino solo podía lograrlo. 

 

-Ustedes se traicionaron solos, al dejar que sus instintos agresivos se apoderaran de ustedes, como yo lo hice, cuando empecé a traicionar a mi esposa, que espero en la muerte, me acepte con ella. 

 

E inmediatamente desapareció, como si no fuera más que un fantasma, dejándola con Kardia, que le reconoció como uno de sus enemigos y con esa sonrisa sádica que lo caracterizaba, con esa actitud que rayaba en la maldad. 

 

-No debiste entrar aquí. 

 

Artemisa apenas comprendía lo que estaba sucediendo, viendo como el guerrero de escorpión usando su uña como una navaja, cortaba su cuello, del cual empezaba a brotar sangre. 

 

-No debieron meterse con nosotros. 

 

Artemisa cayó de rodillas, preguntandose porque su padre les había dado la espalda, sin embargo, no pudo seguir haciéndolo, cuando Kardia esta ocasión, usando su fuerza le arranco el corazón de un solo movimiento, esperando que viviera lo suficiente para que pudiera ver como lo pisaba con la suela de su zapato. 

 

-Esto es una pocilga… 

 

Jamas le habian gustado los salones que usaban para sanar a los guerreros y al salir de ellos vio el polen de Albafica, pensando que por fin se había perdido en la locura, riendo, porque el tambien lo habia hecho, porque escuchó las palabras de arrepentimiento de un viejo y mató a una diosa sin mostrarle nada de respeto. 

 

-Degel… 

 

Sin embargo, nada más importaba, porque podía sentir el cosmos furioso de Degel, su amado estaba peleando con alguien más, con un enemigo y no estaba dispuesto a perderse ese espectáculo, o ayudarle a matarlo si pensaba que podía dañar a su copo de nieve, tan hermoso y unico como uno de ellos. 

 

-Ya voy. 

 

*****

 

Lo primero que vio Ares fue la sangre en la ropa de Hefesto, pensando lo peor, que el dios podría perder la vida, así que de momento su enojo por ser engañado, de nuevo, se disipó de momento. . 

 

-¡Necesitamos un médico! 

 

El que necesitaba un médico con urgencia era el espectro de Hades, el soportaría un poco más con esa herida en su costado, además, era un dios, era resistente al daño y esperaba, quien fuera su hijo, también lo fuera. 

 

-El necesita más ayuda que yo en este momento Ares, el pobre dio su cuerpo para llevarme a mi taller, para darnos tiempo, ese chico es un héroe. 

 

Si eso era cierto había cometido un acto injusto al culparlo de traicionarlos, al encerrarlo en esa celda, pero al mismo tiempo, se daba cuenta que de no suceder eso, muy probablemente, no habrían logrado despertar a las máquinas de Hefesto, que destruyeron a las otras dos terceras partes del ejército enemigo. 

 

-Radamanthys… me lo prometiste… 

 

Pero aparentemente había mentido, lo había engañado y había sacrificado su cuerpo por el bien de los demás, que le veían sorprendidos, porque de vez en cuando su cuerpo iba perdiendo estabilidad. 

 

-¿Quién eres tú? 

 

Pregunto Hades, al mismo tiempo que Sekhmet trataba de apartar a Radamanthys de su persona, sintiendo la mirada de Hefesto sobre él, quien parecía comprender que no era humano, por lo tanto, sería muy difícil que fuera el alfa de ese espectro, demasiado malherido para poder curar sus heridas, dentro de poco la muerte se lo llevaría.

 

-Soy su alfa.

 

Hefesto quiso decirle que no podría ser su alfa si no era humano o un ente creado en la tierra, pero no dijo nada, al ver como Radamanthys, dejaba de respirar, su vida escapando de su cuerpo, logrando que ese autonombrado alfa gritara, de una forma que de no ser soldados curtidos en el campo de batalla, les habría hecho retroceder, al darse cuenta que no era un humano.

 

-No puedes ser su alfa, ni siquiera eres humano. 

 

Esas fueron las palabras de Ares, que como siempre no tenía tacto alguno, recibiendo una mirada de reproche de Hefesto que aun sangraba, viendo como Hades trataba de regresar al soldado de nuevo a la vida, a su fiel guerrero, pero su espíritu se había quebrado, no deseaba pisar esa tierra, desobedeciendo a su dios. 

 

-Los jueces son inmortales, sus almas son muy viejas y su voluntad es aquello que los trae de nuevo a la vida, que les dio el poder para juzgar a las almas… pero me temo, que Radamanthys, su espíritu lo único que busca es la muerte, desaparecer. 

 

Sekhmet se negaba a dejar ir el alma de Radamanthys, porque sabía que ya no volvería a verlo, que ya no podría agradecerle lo que había hecho por ellos, ya no podrían pedirle disculpas. 

 

-Lo rompimos… se rompió y ya no hay forma de curar su alma… 

 

Leviatán negó eso, porque no podía soportarlo, aunque su poder era inmenso, al no ser un humano era finito y aun así, no podía proteger a su amado, no pudo evitar que sufriera alguna clase de daño. 

 

-Implantaron el temor a reencarnar en él, tal vez… piense que solo le depara dolor y tristeza en su futuro. 

 

Leviatán sabía que eso era cierto, solo había dolor y sufrimiento en su futuro, al menos, esas eran las imágenes que Eros le hizo ver, que grabó en su mente, en su alma, sin embargo, podía ver que Sekhmet le evitaba marcharse, su alma estaba aún entre ellos, un alma que rodeo con sus tentáculos, tratando de utilizar su inmenso poder, su vida misma, para reparar el quebranto de Radamanthys. 

 

-No… no dejaré que eso pase… 

 

Erebus le había enseñado como hacerlo, como borrar el dolor de un alma o un corazón con su cosmos, aunque estaba cansado y podía perderse en el intento, sabía que así era como su amo, al menos quien lo creo, mantenía la psique de Hypnos sin perderse. 

 

-No vas a desaparecer… no es justo. 

 

Podían ver como iba tomando partes del alma de Radamanthys, esferas de una negrura incomprensible, las pesadillas y visiones que Eros había logrado implantar en su psique, en su ser, las que iba absorbiendo lentamente, regresandole el brillo a su cuerpo, que iba enfriándose con forme pasaba el tiempo, haciendo más difícil para Hades el poder revivirlo, si acaso lo lograba. 

 

-Y si no puedo verte en esta vida, lo haré en la siguiente, cuando sea humano… 

 

Lo más difícil para un dios como lo era el dios Hades, siempre se trataba de ver a sus soldados perecer y no poder regresarlos a la vida, haberles fallado, cuando era su deber protegerlos. 

 

-Deja que se vaya… 

 

Sekhmet al principio no quiso hacerlo, pero poco después, asintió, diciendo que la siguiente vida, cuando sirvieran bajo el mismo ejército le dejaría ver cuánto lo admiraba y cuan agradecido se encontraba de ser su aliado. 

 

-Tu también estás muriéndote… 

 

Para Leviatan era mucho más fácil verlo y sabía que cuando un dios perdía su sangre, cuando un dios estaba al borde de la muerte, nadie podía evitarlo sin dar algo a cambio, como su propia vida. 

 

-Quiero ser humano, solo así podré estar a su lado y ser correspondido… yo también quiero dejar de existir como lo que soy. 

 

Leviatán colocó una mano en el torso de Hefesto, justo encima de su herida e hizo lo que nadie jamás pensó posible, eso era transferir su cosmos, su vida, su esencia vital a su cuerpo, curando sus heridas, debilitándose mucho más, guardando sólo el cosmos y la voluntad suficiente para nacer como un humano, cuando Radamanthys también lo hiciera, fundiéndose con las sombras, casi inmediatamente después de dar su último aliento. 

 

-¿Se mató? 

 

Ares no comprendía lo que estaba pasando, mucho menos lo hacía Hefesto, ni Hades, eran demasiado jóvenes para hacerlo, sin embargo, Sekhmet negó eso, no se había matado, no de la forma en que lo hacían los humanos, sino que, había dado su cosmos para limpiar el alma de su amado de sus pesares, para curar el cuerpo del dios Hefesto y tal vez, para regresar como un humano. 

 

-No, solo se marchó, esperara latente por el regreso de Radamanthys… para estar con él siendo humano… de la misma forma en que Osiris y yo lo hicimos, dando una parte de nosotros, para estar con… para renacer como humanos. 

 

Ares ya no quiso saber más, abalanzándose sobre Hefesto, para cargarlo entre sus brazos y besarle con fuerza, suspirando al sentirlo de nuevo a su lado, apartándose para tratar de regañarlo. 

 

-Te deje a Afrodita para que me hagas un feliz viudo y como regalo de compensación. 

 

Debían preparar los arreglos funebres para sus soldados caídos, se dijeron en silencio, debían limpiar la ciudadela y disponer de los cuerpos de sus enemigos, además, de que aún faltaban dos enemigos a vencer, cuyos combates aún estaban en proceso. 

 

-Hades… 

 

Sage podía ver que Hades sufría por la muerte de su soldado leal, así que rodeando su cuerpo con sus brazos, trató de darle consuelo, pensando que al fin podrían estar libres de las cacerías y sabía, que en la siguiente vida, Radamanthys sería recompensado. 

 

-Volverás a verlo… y allí le harás ver que tan valioso es para tu ejército. 

 

*****

 

Minos había abandonado aquel sitio mucho antes de la llegada de Leviatán, buscando a su rosa, que se encontraba en medio de un campo, marchito, ensangrentado y como perdido en su propia mente. 

 

-Albafica… 

 

Susurro acercándose lentamente hacia él, viendo como su alfa apenas se movía, sujetando sus mejillas con ambas manos, acercando su rostro al suyo, con una expresión preocupada. 

 

-Estoy aquí… me salvaste, ese bastardo no pudo tocarme y no tuve miedo, me comporte como un omega valiente, porque sabía que regresaría a tu lado, que tu esperabas por mi. 

 

Albafica comenzaba a reaccionar, mirándole fijamente, pero aun así su expresión casi estaba en blanco. 

 

-Porque deseaba un premio de mi alfa, por ser un buen omega… 

 

Albafica entonces ladeo la cabeza, preguntándose a qué se refería con eso del buen omega, porque no había buenos omegas, ni malos omegas, solo habia omegas, asi que negó eso, acariciando ahora el a Minos, aun con la sangre de sus enemigos en sus dedos. 

 

-No digas eso… no necesitas… no existe un buen o un mal omega… y no eres una mascota para que necesite premiarte, aunque, estoy orgulloso de que tu, mi hermoso grifo, me aceptes a pesar de ser lo que soy. 

 

Minos beso sus labios riendo de sus palabras, recargando su frente contra la de Albafica, sin importarle nada más que su calor, aunque sí debían buscar la forma de darse un baño. 

 

-Una hermosa rosa demente que haria lo que fuera por estar a mi lado… yo creo que debo sentir lastima por ti, no soy el mejor de los hombres. 

 

Para Albafica lo era y si en su pasado había cometido actos atroces, no le importaba, nada le importaba más que su hermoso grifo. 

 

-Nada de eso importa si puedo estar a tu lado. 

 

*****




El omega era poderoso, como ninguno que hubiera enfrentado, pero aun asi, el era un dios y los dioses siempre obtenían lo que deseaban, se dijo complacido, a punto de besar a Degel, escuchando las pisadas de Pan, que se detuvo de pronto, tal vez ya no deseaba pelear con él por un simple omega. 

 

Lo que no se imaginó fue que de pronto, un agujero se formó en su pecho, como si una espada afilada se encajara en su cuerpo, esa era la aguja escarlata, que se estrelló en su cuerpo tantas veces como estrellas tenía esa constelación y una risa sádica pudo escucharse a sus espaldas. 

 

-Nadie toca a Degel… 

 

Susurro con placer Kardia, viendo como Degel por fin se soltaba, viéndolo sorprendido, para poco después empujarlo con su pie, haciendo que cayera al suelo, donde iba perdiendo su sangre demasiado rápido. 

 

-No quieres los honores Kardia, me gusta ver como destruyes a tus enemigos. 

 

Kardia asintió, relamiendo sus labios, en ocasiones Degel era por mucho mas sadico que el, asi que solo se quedo ahí, viendo como su alfa destruia el cuerpo de Dionisio, frente la mirada sorprendida de Pan. 

 

-Eso fue hermoso… 

 

Degel era hermoso, se dijo Kardia, rodeando la cintura de su amigo, de su aliado y de su futuro compañero, besando sus labios, después de matar al dios que deseaba dañar a su amado. 

 

-Tu eres hermoso… 

 

*****

 

Nyx iba perdiendo terreno, retrocediendo un poco cada vez, presa de la furia de Erebus, que tenía miedo por la seguridad de Hypnos, por su pisque, después de haber sido engañado por su madre, después de descubrir que aquel que odiaba tanto era su alfa. 

 

-¿Porque lo hiciste? 

 

*****

 

Muchas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, los adoro, espero que este capitulo haya sido de su agrado. SeikenNJ. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).