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STAY BY ME por AFQuiro

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-Únicamente familiares tienen el ingreso permitido-repitió con malhumor la recepcionista.

-¡Soy su novio!-solté irritado, sorprendiéndome por mi falta de vergüenza al declararlo en público.

Era la primera vez que admitía en voz alta ese hecho, siendo hilarante porque ahora que lo hacia ya no estábamos juntos.

-Únicamente familiares-sentencio girando la silla, dispuesta a continuar con su tarea.

Me sentí denigrado y estaba apunto de quejarme cuando oí pronunciar mi nombre.

Mire a mi izquierda. Megan, la hermana mayor de Sam, me dedico una sonrisa agotadora a modo de saludo. Respondí el gesto copiándolo.

El peso de su oficio estaba pasándole factura. Las ojeras producto de incontables trasnochadas le daban un aspecto exhausto y cansino, y sus ropas no ayudaban a mejorar su apariencia: la impecable bata blanca tenia salpicaduras de sangre y el estetoscopio, se suponía tendría que estar en su cuello, lo llevaba en la mano.

-Quiero verlo.

Soné suplicante, avergonzándome por ello. Ella suspiro sin borrar la sonrisa.

-Acabo de decirle que tiene negada la entrada, Señora-aporto la enfermera entrometida.

Le flanquee con la mirada. ¿Tenía algo en mi contra?

-Descuida, Lucilda. Es de la familia-.Dolió oírle decir lo ultimo, no podría estar mas equivocada, ya no era parte de su familia-.Debe descansar, Ann. No mucho abandono la sala de cirugias. Se un buen niño y espe…

-Por favor-suplique omitiendo el termino “niño”.
Debía comprobar por mi mismo como se encontraba o sufriría de un colapso ansioso.
Podía sentir mis manos comenzar a temblar ligeramente.

En un gesto parecido al de su hermano, exhalo el aire derrotada.

-Habitación 36. Sector B. Ala Oeste.
Pronuncie un “Gracias” antes de alejarme dando largos pasos, oyéndola decir a lo lejos “Jamás cambiaran”.

Para mi alivio, el sector B pertenecía a cuidados intermedios, pacientes fuera de peligro y para mi desgracia, no fue fácil dar con la habitación. El hospital era enorme y mis sentidos de orientación estaban amotinados, viéndome forzado a preguntar mas de una vez como llegar.

Espere un largo rato del otro lado de la puerta, juntando el valor necesario para abrirla. Y cuando lo hice, gire la perilla y empuje suavemente evitando hacer ruido. No quería despertarlo, no solo por el hecho de importunar su descanso cuando claramente lo necesitaba, sino también porque era la primera vez después de bastante tiempo sin verlo.

Sam dormía plácidamente, perdido en el mundo de la inconsciencia gracias a los sedantes. Su pierna derecha se encontraba expuesta, vendada y sostenida por firmes cabestrillos.

A pasos lentos, adsorbiendo su estado, acorte la distancia. Al tenerlo a centímetros, pasé los nudillos de mi temblorosa mano por su mejilla. Tenía la mandíbula cubierta por una fina capa de barba sin afeitar, endureciendo sus rasgos para nada delicados.

Por impulso acaricie sus labios con el pulgar, notando el contraste de mi piel pálida con la suya. Miré con desagrado mis magros y huesudos dedos, se veían grotesco sobre la piel tersa y llena de vida de Sam.

Me obligue a no alejar la mano ya que el deseo por tocarlo podía mas.

En silencio, rodeados por cuatro paredes blancas, con Sam en una camilla y yo de pie a su lado, comprendí que daría la vida por verlo sonreír y mirarme con entera adoración como solía hacerlo. Extrañaba a Sam de una manera desesperante y deseaba con todo mi ser que despertase, rodease mi cuerpo con sus fuertes brazos y me besase profundamente, borrando de ese modo los recuerdos del ultimo mes.

-Esta sedado-dijo Megan mirando atentamente como peinaba con los dedos el cabello castaño claro de su hermano.

-Lo sé-respondí sin dejar de hacerlo.

-Gracias al cielo solo sufrió leves fisuras en tres costillas, llevándose la peor parte la tibia derecha. La operación fue para reubicarla.

-¿Como paso?-pregunte pasando mis dedos por su frente, tocando el punto donde las cejas se separaban; recordando que muy pocas veces había visto a Sam realmente molesto y cuando lo estaba fruncía el ceño, formándosele una leve arruga en esa zona.

-Un motociclista perdió el control, llevándose a varios transeúntes por delante. Fue el primero en recibir el impacto y el porque de sus heridas; mientras que los demás solo recibieron uno que otro rasguño, por suerte nada graves.

-Bien.

Deseaba encontrar al maldito y golpearlo con todas las fuerzas, había lastimado a la persona mas importante en mi vida.

-Ven, acompáñame. Los demás esperan en la confitería-dijo en tono animado. Al ver que no tenia intención de alejarme de él, agrego-Estará bien. Viene en camino una enfermera. Dejémosle hacer su trabajo.

Estuve de acuerdo y con mucho pesar rompí el contacto.

*****

Carl, Hannah y Martin conversaban amenamente en una de las tantas mesas desocupadas del patio de comida. Sonrieron al vernos.

Hannah se apresuro en darme un aplastante abrazo, para luego golpearme en el brazo, no midiendo su fuerza.

-Auch.

-¡Eres un idiota!. Morí del susto cuando cruzaste esa calle en luz verde-sentencio enfadadísima.

Hice una mueca recordándolo, había recibido incontables insultos por hacerlo.

-Muy común en Andrew-aporto Carl, no desaprovechando la oportunidad de molestar-.Su pequeño cerebro es defectuoso desde que nació-dijo logrando hacer reír a Martin, quien al verse observado por mí, desvío la mirada recomponiéndose.

-Buenas tardes-saludo cortésmente desde su lugar.

Le devolví el saludo sonriendo a medias, él lo aprecio y copio el gesto.

-Okey. Esta mujer debe salvar vidas. Encárguense por mi del elfo gruñón.
Megan bromeó dando toques sobre mi espalda. Resople en respuestas, ella tampoco cambiaba.

Todos rieron antes de reubicarnos alrededor de la mesa.

Retomaron su conversación sobre el peligro que representaba realizar deportes extremos sin estar capacitado o tener el mínimo conocimiento requerido; incluso cambiando de tema, llegaron a debatir sobre política externa y comercio exterior.

Hannah se mostraba muy participativa cuando Martin explicaba profesionalmente uno que otro concepto de derecho que escapaban de su entendimiento. Y en un oportunidad la encontré batiéndole las pestañas con los codos apoyados sobre la mesa, resaltando en esa posición sus grandiosos atributos mientras él y Carl discutían por cual equipo de futbol poseía el mejor arquero. Sabia que ella lo hacia totalmente a propósito y me reí por ello, gran decepción se llevaría al conocer la verdad.

Empuje su pierna con la mía para obtener su atención. Al lograrlo, ella elevo las cejas en muda pregunta, sonreí y le señale con la mirada lo que quería que viese. Hannah parpadeo y siguió la dirección de mi vista, poniéndose inmediatamente recta en su lugar y levantando disimuladamente su escote al notar el pequeño detalle desapercibido.
Martin, un hombre felizmente casado, portaba su alianza con orgullo.

De ese modo pasamos el rato, ellos dialogando y yo solo participando cuando lo requerían, estando la mayor parte del tiempo sumergido en mis pensamientos referentes a la salud de Sam. Sosegado en cierto grado por saber que no había sufrido daños irreparables o de vida o muerte, siendo un inmenso alivio sin lugar a dudas.

Podía prever de antemano lo frustrado que estaría al no poder realizar sus actividades físicas acostumbradas, su pierna se lo impediría por lo menos tres meses, si es que no me equivocaba.

Desde pequeño, Sam había demostrado excesivo entusiasmo por los deportes, inscribiéndose cada año en uno diferente, hasta que en adolescente opto por el boxeo y el futbol americano, y en el presente seguía subiendo al ring, como mínimo tres veces a la semana, agregando también su infaltable maratón mañanero.

Recordé que en un intento por desvincular la vida sedentaria de mí persona, me obligó a ser participe de sus actividades. El boxeo fue un total fiasco: el saco de boxeo me golpeaba a mi, en vez de ser al revés, regresando esa tarde a casa con una nariz ensangrentada y un Sam sintiéndose fatalmente culpable.

A pesar de lo acontecido, su perseverancia y la negación a darse por vencido, lo llevo a embarcarse en un segundo intento, obviamente con algo “mucho mas ligero” y en el que no se viese comprometida mi integridad física. Para decepción suya, fracase a nueva cuenta: correr tampoco era lo mío, no duraba mucho en ello y aunque insistió que se debía a la falta de costumbre, me negué rotundamente a continuar.

Lo había intentado, debía reconocerlo, y por ello tomé la iniciativa de ser su crono metrista, siempre y cuando estuviese de ánimos para madrugar, las cuales fueron contadas veces.
Había aprendido bastante tiempo atrás que ni por mas que viviese 24/7 en el gimnasio, mi contextura delgada nunca cambiaría, genéticamente era imposible, un rasgo heredado de mi extremadamente delgada madre; y como máximo, conseguía leves bultos donde se suponían tendrían que encontrarse potenciales músculos, llevándome a envidiar sanamente a Sam por tener un cuerpo grandiosamente constituido y bien proporcionado, igualando al de un jodido dios griego.

La vida es injusta, lo sé.

Transcurrida una hora, Megan apareció y nos dio el visto bueno. Fui el primero en llegar y el ultimo en ingresar, una cosa era estar con un Sam inconsciente y otra el vernos cara a cara, temiendo la reacción que pondría al enfrentarnos.

Carl con su carisma nata entro alegre contagiando a todos de su buen sentido del humor, excepto a mí.

Cabizbajo, quise pasar desapercibido auto aislándome en una esquina. Agradecí al Señor por ayudarme a lograrlo y por los 20 dólares lavados encontrados en mi bolsillo, los que use para pagar al taxista que me trajo.

Como resultado de sus innumerables intercambios de palabras supe que Martin y Sam estaban de camino al aeropuerto para recoger a Carl, cuando aconteció el accidente. Explicando el porque de ambas presencias desde un principio.

Sam, aun somnoliento, les prestaba la debida atención con una neutralidad inquietante, al menos yo lo suponía así.

Era bueno y a la vez malo, el descubrir que no fui el único al que de alguna forma la separación había afectado. Observándole mejor, sus preciosos ojos azules carecían de su característico brillo y su desaliñada barba ocultaba unos pómulos hundidos, y ni que decir de sus ojeras, competían por el primer puesto con las de su hermana. En resumen, su actual aspecto distaba bastante de su viejo yo y a pesar de ello, seguía pareciéndome el hombre condenadamente mas atractivo que conocía.

Mordí mi labio inferior ante el nuevo rumbo de mis pensamientos.

¡Excelente!, lo que faltaba: mis terminaciones nerviosas saltaron a la vida después de casi una eternidad paralizadas, e imploraban la conocida sensación de tener a Sam golpeando duro en mí, extrañando el peso de su cuerpo sobre el mío y…¡Dios! no se suponía que debería estar pensar en eso. No aquí. No en un jodido hospital y con Sam en una camilla, ni mucho menos estando mis amigos presentes; y sin embargo lo hacia.

Jodido morbo.

La llamada entrante al celular de Martin redirigió mis pensamientos, era su esposa. Tras colgar, se despidió cortésmente de todos, brindándole a Sam una última mirada conciliadora y un leve apretón en el hombro antes de partir.

-Bien, hermano…-dijo Carl bostezando-Ahora que te veo y se que con un poco de revolcón estarás de pelo, es tiempo de partir. Estoy muerto del cansancio, amigo. Treinta seis horas en avión es una masacre. Además, estas en buenas manos…-me señalo con el pulgar-.Por cierto, alimenta al tipo. Me pierdo dos meses y el chico esta por desaparecer.

Me encogí en el lugar y rogué que la tierra me tragase al sentir a Sam observarme detenidamente y sin reparos.

Negando con la cabeza divertido, Carl le ofreció a Hannah un aventón, ella lo rechazo excusándose que había venido por sus propios medios.

Megan también nos había abandonado para cumplir su turno de guardia en la sala de urgencias. Quedando de ese modo Sam, Hannah y yo únicamente en la habitación, rodeados por una densa e incomoda aura con olor a desinfectante.

Sin saber que hacer mire a Hannah. Era consciente de su pequeño enfado con Sam; era mi amiga y siguiendo las normas de una amistad, se esperaba que saliese en mi defensa, mas por la reacción que había tenido al ponerla al tanto. Sorprendiéndome al mostrarse condescendiente y amigable en su ameno intento de conversación, tal vez lo hacia para disipar la tensión.

Aproveche el momento para intercalar disimuladamente la mirada de las baldosas blancas a Sam, cada que este respondía moderadamente y tranquilo a sus preguntas.

-No sé porque tardan… No es como si fuésemos doscientos alumnos. Estoy esperando esa bendita nota para largarme a casa-.Peino su larga cabellera negra en un cola alta-. Visitare a mi abuela y comeré sus deliciosos tacos Mexicanos rebosados de deliciosa salsa y aguacate. ¡Santas calaveras, hablar de comida hizo que mi estómago gruñese! ¿A ustedes no? Veré que encuentro en los dispenses ¿Quieres que compre algo para ti?

-No, gracias-respondió Sam, regalándole a medias una encantadora sonrisa.

Si Hannah no lo perdonaba con eso, no sabia que lo haría.

-¿Andy?

-No, gracias- repetí, rogándole con la mirada que no me dejara solo.

Sí, soy un cobarde. Envíenme a la horca.

-Engordare sola.

Fue lo ultimo que dijo para luego desaparecer. Traidora.

Inhale hondo antes de enfrentar a Sam. El me observaba con seriedad e intensidad inquietantes, y bajo todo ese escrutinio, odie el hecho de que me hiciese sentir como un bicho raro. Bueno, lo era ¿o no?, porque claramente no se suponía que tu ex te visitase en el hospital sin soltar ni una sola palabra. Pero yo tenía una excusa por si preguntaba, me escudaría alegando nuestra longeva amistad.
¿Tenía sentido, cierto?

-¿Quieres que llame a la enfermera?-dije tan bajo que pensé en repetirlo por si no lo había escuchado.

-No, estoy bien. Gracias.

Su escueta respuesta me dejo mudo. No había esperado que fuese cortante conmigo, en realidad, ni siquiera sabía como reaccionaria Sam a mi presencia. Todo era extraño y distante, jamás habíamos llegado a tratarnos así: yo siendo el receptor de su indiferencia. Y esta nueva sensación me sabia ajena.

-Debes regresar a casa. Lleva a Hannah contigo-dijo mirándome fijamente.

¿Estaba corriéndome?

Mi pecho se oprimió con el sentimiento ya conocido, y movido por el orgullo, salí negándome el cerrar la puerta de un portazo como me hubiese gustado.

Encontré a Hannah esperando afuera y, en cuanto me vio, capto rápidamente lo que había pasado.

-Puedo romperle la otra pierna si me lo pides…
Sonreí ligeramente, no deseaba preocuparle, había tenido suficiente de cargar con mi lado débil y necesitado. Debía afrontarlo por cuenta propia y no sumergirla en problemas ajenos.

-Estamos en un hospital, será atendido en dos patadas.

-Ve a descansar, Hannah. Agradezco el que estés aquí, pero…debo hacer esto solo. Es lo mejor…

Dudo un largo rato antes de asentir. No había protestado como lo tenía imaginado.

-Esta bien. No dudes en llamarme-dijo dándome un fuerte abrazo-. Y antes que lo olvide…-sacó mi billetera y celular de su felpudo bolso, junto con un cargador-. Ten, esto es tuyo. En cuanto al cargador puedes quedártelo, es el auxiliar.

-Gracias.

-Prometo venir mañana. Cuídate…y te quiero-dijo nuevamente abrazándome.

Bien, directa o indirectamente, como deseen tomarlo, Sam me había echado, pero eso no significaba que rotundamente debía obedecer.
Busque a mi alrededor un lugar donde mi presencia no estorbase, decidiéndome por una de las banquetas apoyadas en la pared paralela a la habitación de Sam.

Para suerte y comodidad mía eran lo suficientes amplias, permitiéndome subir las piernas.

Cerré el cierre de mi sudadera, me cubrí la cabeza con la capucha, metí las manos en los bolsillos, y en ese estado me dispuse reconciliar el sueño.

Estaba agotado, exhausto y algo hambriento. Habían sucedido un montón de cosas en el día, dejando mi cuerpo y mente molidos del cansancio y con una extraña paz por estar cerca suyo.

Seguramente lucia miserable dado que no pasaron ni diez minutos cuando una enfermera de mediana edad se acerco con una frazada, ofreciéndome un mejor lugar para dormir. Acepte lo primero y rechace lo segundo, agradeciéndole en ambos casos por su amabilidad.

El invierno estaba llegando y las noches se tornaban cada vez mas frías.

Envolví mi cuerpo con la frazada, apoye la cabeza en el respaldo de la silla y me desconecte del mundo entero sin esfuerzo alguno.

*****

El ajetreo de las camillas y del personal moviéndose de un lado para el otro, me despertó.

La puerta de la habitación de Sam se encontraba abierta de par a par, permitiendo el que pudiese verle dormir.

Tenía el rostro ladeado en mi dirección. Mi corazón se hincho de felicidad y ternura ante el pensamiento de que pudiese haber estado vigilando mi sueño. Seria algo muy propio de él el hacerlo.

Estire mis brazos, doble la frazada y camine a recepción para devolverla, encontrando a Megan en el trayecto de regreso.

-Vuelve a casa, Ann...-dijo bostezando. Sus ojeras habían empeorado-.Ve, descansa debidamente. Por experiencia, sé que dormir en uno de estos es terrible y malo para la columna.

No se equivocaba, ¿quien mejor que ella lo sabia?

Eche un ultimo vistazo a Sam y asentí. Me sentía sucio y desaliñado, debía higienizarme.

-Bien. No tardare.

-Lo sé-sonrió agotada.

-También necesitas descansar-dije inspeccionándola con la mirada para afianzar mi punto.

-Lo haré.
Notas finales:

Antes de que empiecen a lanzarme piedras...

¡Hola! y adios, jejjeje

Les dare la oportuna explicacion en la segunda parte.

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