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Licencia poética por Sgtjo

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Notas del capitulo:

Ya no me agradó actualizar en domingo.

Menos serio que los otros dos pero igual chiquito y cómodo.

Enjoy!

 

-Hay sola cama- murmura, sus cejas gruesas se encuentran en un ceño fruncido y casi se tocan una con la otra, los hombros pretenden levantarse con duda, pero la mochila que lleva a cuestas es pesada y no logra completar el gesto.

-Así es- Responde, a sabiendas que no es necesario afirmar lo obvio, pero seguirle la corriente es una costumbre que pasó de ser obligatoria a un placer genuino, todo en pro de seguir viendo el rostro expresivo que se convirtió en una fotografía tras sus párpados, cada que cierra los ojos.

Lee le mira con insistencia, aunque sabe que el pelirrojo es un hombre de pocas palabras cree -ingenuamente- que alguna vez le sacará más de lo que él por voluntad propia dice.

Lo cual no ocurre nunca, por supuesto.

-¿No había suficientes habitaciones?- Presiona, haciendo de sus labios una fina línea.

Oh-oh, sigue tan despistado como siempre.

-Elegí específicamente esta- La frase parece no darle pistas y prosigue -Para compartirla contigo-

Apenas termina de hablar intenta, de verdad, no perder la fachada ante lo hilarante de la situación. Se mira y lo ve a él, y no son muy distintos a los jovencitos de 18 que no sabían ponerle nombre a los roces de hombros y las miradas pretenciosas.

El rostro del jounin comienza a transformarse, y con la rapidez de un golpe sus ojos se abren cuan grandes son, mientras justo detrás le sigue un rubor que se adueña del rostro y que, inútilmente, intenta ocultar entre sus manos. Gaara no deja de mirarlo y aunque sabe que es algo que le incomoda cuando está avergonzado, no puede quitarle los ojos de encima. Él y Lee hablan un idioma completamente ajeno, que lo limita a expresarse con la forma más honesta que conoce: Siendo directo.

(Y no dejará de hacerlo si continúa provocando esas reacciones)

-No puedes simplemente decir las cosas así- Murmura Lee, bajito, mientras el Kazekage se acerca con cautela; no quiere provocarle una crisis nerviosa, eso es seguro.

-¿Hay algún problema?- Entra al juego de las preguntas obvias y le quita las manos del rostro, buscando sus ojos ante cualquier inconformidad, mirándolo hacia arriba. Aún con los seis centímetros de diferencia Lee se hace chiquito estando frente a él, algo que aparentemente no cambiará con los años, y que no depende de la morfología de ninguno de los dos.

-No realmente- responde, evitando los ojos turquesa y mordiéndose los labios. -¿Los demás lo saben? ¿Está… bien?- suplica, como si no tuvieran ya un año juntos, como si no un par de veces los hubieran pillado en ciertas situaciones anteriormente, como si hace seis meses toda Tsuna y Konoha no supieran qué pasa entre ellos (aunque la realidad es que nadie sabe exactamente la dinámica, lo que lo hace más interesante).

Si bien, Gaara pretende mantener la fachada y no crear malos entendidos en una aldea ajena... Tener como vecinos de habitación a sus hermanos y guardaespaldas, no le da la libertad de hacer tanto, no al menos lo que Lee imagina.

-Todo bien- asegura y da por cerrado el tema, acariciándole las palmas con las yemas de sus dedos. Es un gesto más bien indulgente, sentir los callos en sus manos, las cortadas que nunca van a sanar; a veces cree que es más para él que para Lee, por que haga lo que haga, el color en sus mejillas baja solo un poco y más bien migra a su cuello, donde se alcanza a asomar sobre el chaleco verde. La intención siempre es calmarle y termina ocurriendo todo lo contrario.

Encantador.

Escucha un carraspeo en la puerta y es Temari señalándoles con el rostro la sala de estar en la que los recibieron, indicio que llegó la hora de reunirse; Gaara asiente y ella sigue de largo, con pasos rápidos sin intención de interrumpir ahí. Lee inhala fuertemente y, ya repuesto, emite una enorme sonrisa que, sin necesidad de palabras, le dice que fue una decisión acertada.

El kazekage le devuelve el gesto y cuando el pelinegro comienza a avanzar, lo alcanza, deslizando muy lentamente la mano en su cintura, mientras el otro se crispa como un felino al que acaban de pisarle la cola. Ojos negros brillantes y un jadeo que le hace olvidar la diplomacía con la que fue educado.

No puede haber gracia donde no hay discreción.

 

Notas finales:

Gracias por tomarse su tiempo y leer los delirios de esta mujer alcoholizada, y por ser amor dejando crítica/recomendación/sugerencia/cualquier-cosa-dulce que aunque soy sensible todo es bien recibido por mi.

Stay safe babes!


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