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If It Hadn't Been For Love por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:

¡Aquí os dejo el siguiente capítulo! y el link en wattpad. 

https://www.wattpad.com/889259333-if-it-hadn%27t-been-for-love-11-lucas-y-la-catarsis

Cuando había cursado la carrera de psicología (y debía admitir que fue más por seguir la estela familiar y hacer algo con su vida que por vocación en sí) no había planeado dedicar sus mañanas de días laborables a llevar cafés con leche a su hermano y a sus pacientes.

Lucas, en realidad, agradecía que su hermano Alberto usase su reputación para ofrecerle un trabajo; aunque fuesen las migajas que a él no le apetecía recoger.

Si algún caso se le antojaba sencillo y tedioso se lo ofrecía, lo cual no dejaba de ser la fuente de ingreso con la que podía pagar su piso.

Ambos sabían que no era tan buen psicólogo como para hacerse un hueco en el mundillo, y con ello clientes, sin colgarse del apellido familiar. El resto del tiempo Lucas se ocupaba de responder llamadas, ordenar su agenda y, en la mayoría de casos, dejar pasar las horas sin más.

En eso estaba cuando Berto entró en la recepción, en mirar ensimismado la nada encorvado sobre la agenda rebosante de clientes para intentar hacerle un hueco a una paciente de última hora.

Ni siquiera le escuchó acercarse hasta que su mano apretó su hombro con suavidad para llamar su atención, le provocó una taquicardia y tal respingo que su hermano se asustó también.

Levantando las manos Alberto le dedicó tal expresión de alarma que pronto mutó a una profunda preocupación.

"No hagas contacto visual o te sacará todos tus secretos, como cuando estabas en primaria".

—¡Por el amor de Dios! —exclamó pasando de la preocupación al resentimiento fraternal. Así de rápido van las cosas con los hermanos; que lo mismo te asustas, te preocupas, que te enfadas— ¿A ti qué te pasa, atontao?

Lucas recobró el aliento sentándose de nuevo frente al escritorio. Su hermano mayor, alto y desgalichado, se acercó a él acusándole con sus ojillos negros reluciendo bajo sus gafas metálicas. Berto tenía treinta años bastante mal llevados. Había heredado las ojeras marcadas de su progenitor y la obligación de levantarse por las noches para atender a su hijo de tres meses no ayudaba a revitalizar su aspecto físico, la verdad.

—¿A mí? ¿Qué haces tú asustando a la gente de esa forma?

—Es que te he visto como... raro, ¿Te encuentras bien?

Lucas asintió no muy convencido y le dijo escuetamente que tenía migraña.

La escusa debió calar, porque su hermano le dijo que se podía ir a casa.

"Total, para lo que estás haciendo aquí..." el comentario le dolió pero era tan cierto que, joder, ¿Cómo iba a negarlo?

Aquel no estaba siendo un buen día, ni siquiera una buena semana. Lucas se mantenía fuerte frente a su hermano para no dar explicaciones. Pararse a contar que se había encariñado de un prostituto que estaba metido en mil problemas no le apetecía en absoluto. Porque entonces Lucas debería explicarle también que eso en realidad le importaba poco o nada... y él no lo entendería, por supuesto; ¿Cómo decirle que no, no le importaba, que aunque se acostase con cualquiera sabía que solo en su cama sus gemidos eran sinceros? ¿Cómo explicar que si Nolan le arrastraba a un mundo oscuro mientras sus ojos fuesen luceros... él se alumbraría con ellos?

Echaba de menos a ese puñetero ratero.

El sentimiento de preocupación que le mordía los nervios quedaba completamente eclipsado por otro, un sentimiento egoísta de añoranza que alargaba sus noches.

Cuando terminaba de trabajar y volvía a su apartamento se quedaba sentado en su salón creyendo que la casa se le caía encima sin su presencia. Nunca había odiado tanto el silencio.

Lucas suspiraba en la cama, mirando como el reloj pasaba las horas sin importarle su nostalgia y la cama se le hacía enorme sin tener su cuerpo a su lado. No era el sexo lo que más añoraba, no. Aunque, ya puestos a sincerarse, Lucas hubiese pactado con cualquier fuerza mayor para poder hundirse de nuevo en el calor del muchacho. Pero no, no era tocar la piel del chico lo que más ansiaba, ni siquiera su ver su culo... y eso que su culo era de otro mundo.

No. Echaba de menos su simple presencia.

En resumen, Lucas estaba bien jodido, despertaba todas las mañanas con la esperanza de que Nolan volviese, y se preguntaba preocupado si estaría bien cuando comprendía que eso no iba a suceder.

"Antes te mueres tú que ese chaval" le decía Diego, que insistía en que mal bicho nunca muere.

Lucas también lo creía así.

Sabía que el chico sabía cuidar de sí mismo.

Aunque él creyese que tenía mala suerte, lo cual no era del todo errado porque...joder, su amor era un puto desgraciado, también era cierto que debía tener una estrella en el culo que le salvaba la vida una y otra vez por mucho que él se empeñase en ponerse en peligro.
Sabía que volvería, y que si no lo hacía... si al final decidía cortar su relación (o lo que fuera que tuvieran), debía aceptarlo y dejarle marchar.

Porque a Lucas nunca le había gustado los celos ni las escenitas de parejas.

Esteban se lo solía echar en cara, que por su parsimonia parecía no importarle su relación. 

Le dolía más sentirse estúpido por creer sus patrañas que enfadado por pensar que otra persona le había tocado. No es que le hiciese feliz que se acostase con otro; pero Lucas nunca había querido ser carcelero, ni espía, ni dramaturgo para ir haciendo dramas.

¿Si una relación no funcionaba e iba a romperse de qué servían los celos; y si sí funcionaba... de qué servían los celos? Pero las mentiras eran otra cosa, cuchillas que rasgaban su autoestima.

Para Lucas el amor era confianza y cariño, estabilidad y bienestar. Era, en definitiva, enlazarse a la vida de una persona sin que nadie sujetase una cuerda; Y por supuesto, si a él llegaban a amarle, esperaba que fuese así... libremente. No porque los convencionalismos sociales dijeran que le debían fidelidad. 

Lucas nunca retenía, de igual manera que tampoco consentía que le retuviesen a él. Por eso había dejado que se marchase haciéndole saber que no iba a perderle por ello, que no debía elegir, que si quería volver él seguiría allí.

Porque realmente le gustaba vivir con él, le gustaba su risa y sus comentarios sarcásticos, le ponía a cien su cuerpo y le divertía su manera de sonrojarse cuando le decía cursiladas pastelosas. De hecho, y siendo ese crío una bomba ponzoñosa para sí mismo, Lucas nunca había tenido una relación en la que se sintiera realmente libre de ser como era sin recibir reproches ni rechazo.

Desde el punto de vista de un chaval que ha vivido mil desgracias ningún problema cotidiano era realmente importante para considerarlo un motivo para disgustarse y discutir.

La forma en la que eso le hacía sentir era lo único que le importaba. Su corazón latía con fuerza e incluso en aquel momento que se sentía melancólico nunca se había sentido tan vital, tan feliz.

¿Así que cómo iba a importarle su puta mala vida siendo bálsamo para sus heridas y complejos más profundos? Joder, le habían apuntado con un arma y le daba igual. A él lo único que le importaba era que ahora el michelín de su tripa le traía buenos recuerdos y le hacía sonreír.

Tacheté maulló pidiéndole comida en cuanto abrió el armario de la cocina. 

—Para uno que quiere como queremos nosotros y se le va la cabeza, Tacheté —comentó al gato abriéndole una lata de comida. Maulló subiéndose a la encimera de cocina frente a él—. A ver cómo encontramos ahora otro que nos quiera como nos gusta que nos quieran. 

Y todo eso era así habiendo Lucas follado.

Su mesita de noche estaba siendo testigo de espectáculos regulares.

Para sorpresa de sus amigos, Lucas había ligado sin apenas proponérselo con un chico del que ya ni recordaba su nombre. Algo con P. Estaba casi seguro de que era Pedro, ¿o era Pablo?

Pues ya fuese Pablo o Pedro, se había acercado a pedirle su teléfono cuando Lucas bebía una caña sudorosa y fresquita junto a sus amigos en un puestecillo frente al puerto. Él, en lugar de morirse de nervios como hubiese hecho antaño, había asentido sonriendo por la cara de estupefacción de sus amigos (En especial la de Diego).

"Aprovecha, aprovecha" habían dicho todos.

Había quedado con él aquella misma noche decidido a sacarse un clavo con otro clavo, dejando tirados a sus amigos como tantas veces habían hecho ellos.

Bien, había sido un error.

Porque la conversación había sido animada y amena, pero no sentía ningún tipo de conexión. El sexo había sido bueno, aunque nunca tanto como con Nolan. Su risa era agradable pero no venía acompañada del sarcasmo y del humor negro del ucraniano. Sus ojos pardos le parecieron preciosos pero no contenían ni por asomo tantos colores en ese diámetro de 12-13mm.

Y cuando el chico se hubo marchado de su apartamento, dejándolo cansado y satisfecho, se sintió doblemente solo comprendiendo que se había enamorado hasta las trancas de alguien que ya no estaba allí.

***************************

—¿Cómo se llama tu madre? —le había preguntado Nolan la noche antes de que todo se fuese al garete, todavía desnudos, sentado en aquel mismo sillón que ahora él miraba vacío en su salón.

Lucas le había prometido no hacer más preguntas, pero viendo que era él mismo el que iniciaba el tema se había apresurado a responder.  Cuando uno ve pasar una estrella fugaz pide un deseo ¿no?
No iba a dejar escapar esa oportunidad.

—Pilar. Y... ¿Y la tuya?

—Su nombre es un poco difícil de decir para ti. 

—A ver, pruébame.

Myk'haylyna —respondió, cuando hablaba su idioma su voz cambiaba trasformada por la fonética que no existía en castellano. 

Lucas sonrió recordando como había sonreído rindiéndose frente a ese trabalenguas.

—Okey, tienes razón. Ni idea de repetir eso —Casi podía escuchar de nuevo la risa de Nolan y como preguntó—: ¿Te acuerdas de ella?

—Me acuerdo de algunas cosas. Recuerdo su pelo. Tenía el pelo largo, muy largo y muy negro. Pero yo era muy pequeño cuando...

Nolan nunca había estado tan abierto a conversar. Lucas recordó como se había sentado en el sofá a su lado sujetándole la mano. Se miró sus dedos, esos diez soldaditos sentían morriña de su piel.

—¿Y tu padre? —le preguntó en cuanto contestó.

De mi padre no me gusta hablar.

¿Te acuerdas de algo más?— se había dado prisa en añadir para que no se cerrase en banda de nuevo.

Me acuerdo de que en el pabellón de mujeres le llamaban Ispanskiy, significa La Española, era medio española. Dicen que mi abuela era de Ronda. Eso sí sabes dónde está, ¿no? En Málaga.

Lucas recordó la sonrisa burlona que había exhibido sus labios y su estómago se contrajo por la añoranza.

No te metas conmigo. De geografía voy fatal y Lugansk me queda súper lejos. Oye... ¿A qué te refieres con pabellón de mujeres?

—¿Te cuento mi triste historia? ¿Eso es lo que quieres? —sus ojos habían relucido juguetonamente sabiendo que al escuchar eso a él le daría un saltito el cuerpo por la emoción. Así fue, de hecho.

Sí, por favor.

—Bueno, allá voy. Mi madre... mató a mi padre —le había explicado, sus ojos relucían todavía esperando su reacción pero su voz se había tornado inexpresiva—. Se le fue la olla. Le pegó cuarenta y seis puñaladas en el pecho. Le condenaron a la pena capital pero como estaba embarazada esperaron a que yo naciera y a que fuera... ¿Cómo lo dijeron? ¡Ah, sí! "Funcionalmente autónomo". Cuando la colgaron yo tenía seis años y me llevaron a un orfanato donde abusaron de mí. Fin.

Pero por su forma de bajar la cabeza Lucas supo que no era el fin en absoluto, sino más bien el comienzo de sus tragedias.

Lucas llevó su mano al pecho recordando como se le había escapado el aire de dentro sin saber qué cojones responder después de escuchar aquello. 
Nolan solo se había encogido de hombros ante su reacción estupefacta diciéndole "Desde el principio todo fue una mierda".

Lucas caminó hasta su habitación y casi le pareció ver como poco después de esa conversación, queriendo distraerlo de su pasado, había peleado con él para arrebatarle su DNI falso entre risas dispuesto ver cómo se llamaba, aunque supiese que ese no era su nombre real.

Nolan se había dejado ganar, fingiendo la reticencia justa para alargar el juego de revolcarse en la cama empujándose en una patética lucha grecoromana venida a menos. 

Bien sabía Lucas que Nolan podía tumbarle de un guantazo si se le antojaba.

—¿SERGIO? ¡TE LLAMAS SERGIO!  —Había exclamado Lucas con el documento en la mano. Nolan asentía riendo.

Sergio Nolan, ese era el nombre falso de su amor.

Se sentó en esa cama, justo donde él se había acercado para recuperar su buena falsificación.

Me pareció fácil de pronunciar en castellano. Mira, aquí pone que nací en Málaga y que soy mayor de edad. Así pude entrar en el país hace tres años ¿A que parece de verdad?

—¿De dónde lo sacaste? De verdad que parece muy real.

Ah, Lucas. Este puto tiene sus contactos. 

*********************************************************************************************

Bañó a Tacheté, lo que se traducía en acabar con las manos arañadas como salidas de una película de terror. Ese gato se había acostumbrado rápido a comer buena comida y sus sobras de la basura, a dormir en su cama si se olvidaba de cerrar la puerta y a acurrucarse sobre su regazo cuando se sentaba en el sofá, incluso se había acostumbrado a acomodarse sobre el inodoro y mirarle fijamente (MUY fijamente) mientras se duchaba; Pero no se había acostumbrado a que le bañasen ¡Oh, no! ¡A eso no! 

Regresó al salón maldiciendo a ese felino caprichoso mientras el gato salía corriendo hacia el balcón y se largaba de su casa para castigarle, como diciéndole "Que sepas que no ha valido para nada". 

—¡Todos os vais, eh! ¡Pues muy bien! 

Tomó un libro entre sus manos.

Rehusó de encender la televisión porque, aunque ya habían dejado de repartirse a pedazos la noticia de la muerte de ese pobre chico, prefería no arriesgarse. Cuando escuchaba detalles escabrosos de lo que le habían hecho a ese muchacho de voz suave y ojos bonitos siempre acababa llorando.

Había tenido pesadillas.

Si él se sentía así no quería ni pensar en cómo se debía sentir Nolan. Debía querer matar.

Conociendo la agresividad explosiva del chico; y presuponiendo la de drogas que seguramente estaría consumiendo, quizá ya lo hubiese hecho. 

Esa idea, para su sorpresa, le parecía completamente natural.

Sabía que cuando Nolan volvía a su casa tras un duro día de "trabajo" con los nudillos en carne viva y la cara salpicada de sangre no era precisamente por dar charlas motivacionales. Hacer como que eso no le importaba había resultado tan sencillo que había acabado no importándole en absoluto. 

Y cuando pensaba que el monstruo que había cometido ese crimen, desfigurando al muchacho a golpes, seguía por la calle tranquilamente bajo el amparo de los medios de comunicación que insistían una y otra vez que el cadáver pertenecía a un toxicómano sin valor alguno para la sociedad... sentía que era comprensible matar.

Lucas, que intentaba siempre distinguir el bien y el mal, el blanco y el negro, se encontraba en un dilema moral lleno de grises.

Porque bajo el temor de que semejante asesino saliese impune para volver a matar una parte de él quería verse en una habitación cerrada con ese sujeto para infligirle las mismas torturas que él había aplicado.

Ese intenso deseo, ese profundo pulso violento... le asustó.

La puerta principal fue golpeada por unos nudillos, sobresaltándolo. No tuvo que esforzarse mucho para saber que era Diego aguardando con cara de pocos amigos y una botella de vino en la mano.

Ambos se estaban aficionando a pasar las tardes libres contándose sus penas y dolores como un par de divorciadas abandonadas por sus amantes jóvenes.

Eran un cuadro, vaya.

—¿Cómo está tu hermano? No veo a Berto desde hace un mes, mínimo —le preguntó su amigo cuando Lucas le contó que había dejado a su hermano hasta el cuello de citas cuadradas para lo que quedaba de mes. Tenía la revisión psicológica en tres juicios, trastornos y síndromes; mientras que Lucas tenía una sola cita que se le antojaba bastante aburrida y que seguramente no daría lugar a una segunda.

—Bien —contentó escuetamente.

Lucas miraba a su amigo mientras buscaba copas de vino en su cocina. Diego tenía mal aspecto. Le conocía lo suficiente como para saber que aunque intentase por todos los medios posibles dar una apariencia de indiferencia, como si no le importase un carajo lo ocurrido con Joel, en su cabeza solo tenía preocupación y vergüenza.

Diego era simple, evidente.
Diego era orgulloso, sí.
Diego era un libertino de escasa moral, también.
Pero Diego no era una mala persona. 

Siempre había considerado a su amigo un hombre valiente, mucho más seguro de sí mismo que él. Pero en ese momento, allí plantado solo veía a un hombre con miedo y arrepentimiento que se había dejado llevar por un deseo egoísta y ahora no sabía como arreglar lo roto. Si hay algo peor que joder tu vida es destrozar la de alguien dándote cuenta de que no hay pegamento que recomponga tu error, ni manera de rebobinar el tiempo para reescribir lo sucedido. 

—Diego —dijo Lucas frunciendo el ceño mientras su amigo se dejaba caer en su sofá y con toda la confianza encendía la televisión para poner un partido repetido de fútbol— ¿Sabes algo de Joel?

Tensó el cuerpo, aunque se esforzaba para no hacerlo. Completamente incómodo el abogado se encogió de hombros.

—No, bueno...—le dijo fijando sus ojos en la pantalla—. En una reunión me han contado que su padre canceló su plaza del instituto. Dice que le han matriculado en un internado en Suiza. No sé como han podido creerse esa mierda de cuento. Así que... supongo que está oficialmente desescolarizado y seguramente también desheredado. Habrán decidido que ya no tienen hijo.

—¿Pero eso se puede hacer legalmente?

—Pues claro que no, Lucas. Pero es que el chaval tiene diecisiete, sus estudios no son obligatorios. Y es él el que se ha largado y no da señales. Si la familia no quiere saber nada, y él no aparece... Pues tú me dirás.

Lucas tragó saliva. Le parecía increíble que siguiesen sucediendo cosas como las que le contaba Diego sobre Joel, pero más increíble le parecía la tranquilidad con la que se lo contaba. Estaba preocupado, Lucas lo sabía, realmente su amigo estaba inquieto y era presa del insomnio por el porvenir del chico pero su pasividad le sacaba de sus casillas.

Él, que cuando creyó que podía evitar que le sucediese algo algo malo a Nolan corrió a buscarle, le agarró frente a un arma y le curó (o buscó quién le curase) un disparo; no entendía cómo Diego podía quedarse allí lloriqueando bebiendo vino sin hacer nada mientras ese pobre muchacho dormía a saber dónde.

—¿Pero dónde está? —preguntó dejando que se notase dureza en su voz.

—Nadie sabe dónde está —su rostro era un pozo de bochorno, tristeza y preocupación.

Lucas se plantó frente a él alarmado, olvidando las copas. Tacheté había vuelto a su balcón pero salió corriendo asustado por ese gesto, posiblemente pensando que iba a bañarlo de nuevo.

—¿Cómo que no? ¡Alguien debe saber algo!

—¿Acaso sabes tú dónde está ahora mismo Nolan?

—Nolan sabe cuidar de sí mismo, Joel no.

—¡Joel no es tan inocente como todos creéis! ¡Os pensáis que es un niño indefenso porque os engaña con esa maldita cara de ángel pero es un puñetero psicópata y nadie se da cuenta de eso! ¿Por qué solo yo me doy cuenta de que es como el puto Hannibal Lecter vegetaliano?

—Me dan igual tus excusas, Diego ¡Hay un asesino de chavales por ahí suelto y ese chico no aparece!

—Pero en la tele dicen que fue una sobredosis, la policía dice que...

—Eso no importa. Le han matado, Nolan me dijo que... Yo conocí a ese chico, hablé con él. No era un yonki como se empeñan en repetir en la televisión. Si a Joel le pasa lo mismo... ¿Quién notará que le ha pasado algo si nadie sabe dónde está?

Diego titubeó, bajó la mirada centrándola en sus zapatos.

—La última vez me dijo que... que estaba durmiendo en el metro.

Lucas sintió la frase como un golpe en su pecho, y él ni siquiera conocía en persona a ese chico. Diego se tapó la cara con las manos en un gesto de profundo pesar. Tal vez de arrepentimiento.

¿Pero qué es el arrepentimiento sin actos si no solo cobardía?

—¿Y tú sigues aquí? —Aunque parecía que Diego estaba a poco de ponerse a llorar él apretó los labios con dureza—¿Te da igual o qué?

—No. No me da igual.

—¿Y entonces por qué no le buscas y...? ¡Dios, Diego! ¡Qué huevos tienes! ¿Te vas a quedar sin hacer nada? ¿Te das cuenta de que es un maníaco pero no te das cuenta de que sientes algo por ese chaval?

—¿Y me lo dices tú? ¡Le llamo y le llamo pero no me contesta el teléfono!

—¡Normal! ¡La última vez que te lo cogió te aprovechaste de él!

—No fui yo quién tuvo la idea, fue él.

—Pero la idea de mandarle a paseo fue toda tuya.

—¿Qué más quieres que haga? Ese niño no es mi responsabilidad.

Diego se puso en pie. Su amigo era corpulento pero Lucas estaba tan enfadado con él que podría haberle golpeado en aquel momento.

—Joel vino a pedirte ayuda. Eras su amigo. Podrías haberle aconsejado, ayudado de cualquier forma... y le cerraste la puerta en la cara. Luego volvió, porque tú le llamaste. Te lo follaste, y le echaste de tu casa otra vez sabiendo que dormía en la calle. Sabes que fuiste cobarde y que eso no estuvo bien. Porque lo sabes, SÉ que lo sabes.

Cuando Diego se sentía avergonzado de sus actos, en vez de afrontar las consecuencias se ponía furioso para ocultar su cobardía. Actuaba así desde niño y a su edad no iba a cambiar. De modo que, cuando su cabreo estalló dando tres zancadas hacia la puerta, Lucas no se impresionó lo más mínimo.

—¿Desde cuándo eres tú el ejemplo de valentía? —Le gritó Diego— ¡Se muere el mejor amigo de tu toxicómano con traumas y dejas que se vaya a drogarse a ver si con un chute se le olvida y de paso se muere en la calle!

—¡Cállate la puta boca, Diego!

—¡Siempre comiéndome la cabeza, joder! ¡Pepito Grillo de los cojones! ¡Que me dejes en paz!

—Tú insúltame lo que quieras, pero eres imbécil. Diego, nunca piensas. Alguien te tiene que decir que esto no está bien.

Diego no le respondió, salió de su casa dando un portazo, refunfuñando palabras que no llegó a escuchar con claridad.

Lucas apagó la televisión dejando que cayera sobre sus hombros todo el cansancio que parecía perseguirle desde que comenzó el día.

Tal vez Diego tenía razón y él no era ningún ejemplo de valentía. Pero se sentía renovado, lleno de determinación; tan miedoso como siempre, sí, pero con determinación. 

Suspiró oyendo como Diego daba un portazo también en su propio apartamento cuando llegó a su hogar. Lo bueno de ser amigos desde niños era que podía decirle a la cara cualquier cosa, y por muy enfadado que saliese de allí, siempre volvería siendo su amigo de nuevo. Cabezón, tonto, orgulloso... pero su amigo.

—Tacheté, tú no te busques ni novia, ni novio, ni nada —le dijo al gato, plantado en el balcón de nuevo con sus enormes ojos inteligentes clavados en su persona—. Que cuando se van... te quedas jodido y hecho mierda.

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Aburrido y con una cerveza de más en el cuerpo Lucas se había tragado media temporada de Entre Fantasmas en la cama, más porque le daba pereza buscar el mando a distancia para cambiar de canal que porque le gustase la serie. Diego no había vuelto a su apartamento, ese maldito cabezón se había propuesto ignorarle descaradamente y así, en soledad, Lucas podía revolcarse a conciencia en su aburrido mal de amores sin ninguna interrupción.

Finalmente, eso también comenzó a aburrirle y la televisión encendida quedó en segundo plano. Se paseó por sus redes sociales sin saber realmente qué buscaba entre ellas, y luego...

Luego se topó a sí mismo mirando concienzudo el logotipo de Google en la pantalla de su teléfono.

Poco era lo que sabía del chico que le gustaba. Pero menos era nada y con mucho menos Melinda Gordon encontraba a los familiares de los fantasmas que le visitaban en la serie; ni el nombre le hacía falta, ella buscaba cuatro palabras en un buscador de internet y le sacaba a cualquiera su historia, su profesión, el nombre de sus amigos de la primaria y hasta qué le gustaba cenar los domingos.

Bueno, él no era tan divino como ella ni gustaba de llevar esas largas pestañas postizas... pero él, en ese momento, quería ser detective como Melinda.

¿Qué sabía de él?

Buscó su nombre falso por probar algo. Pero nada encontró.

¿Qué más sabía? No recordaba el nombre de su madre, tremendo galimatías, pero sí que había sido condenada por un crimen terrible. Buscó hasta encontrar la noticia de la prensa amarillista mostrando a una jovencísima mujer embarazada con un largo cabello negro, que miraba al tribunal de justicia con los mismos ojos fieros que había heredado su hijo.

Myk'haylyna Shevchenko, esa mujer de carita redonda y aniñada había apuñalado a su amante a sangre fría.
Cuando el tribunal le cedió la palabra solo había respondido en español "Ese cabrón se lo merecía".

"De tal palo tal astilla" no pudo evitar pensar con una sonrisita.

Por mucho que buscó no encontró ninguna información sobre su hijo, era difícil porque la mayoría de los artículos estaban escritos en cirílico y google lo traducía fatal.

Suspiró.

Sabía donde había nacido, eso podía valer.

Buscó "Lugansk" en la barra del buscador de imágenes y lo primero que salió fue un mapa situándolo fronterizo con Rusia, señalaba con colores las zonas en las que seguía el frente del conflicto armado. 
Lo siguiente que vio fue imágenes de tanques militares, trincheras improvisadas, edificios derruidos por bombardeos, hombres con metralletas automáticas y cadáveres en el suelo. En definitiva, vio guerra.

Tragó saliva intentando que el nudo de su garganta desapareciera.

Pero no desaparecía, qué va. 
¿Era así como había crecido Nolan? ¿Entre escombros, humo y sangre?

Cuando pensaba en guerra se imaginaba Siria, Irak o cualquier país de Oriente Próximo... No pensaba que fuera posible que algo así pudiera estar sucediendo en medio de la Europa más turística.

Le había dicho, o más bien se le había escapado, que la fachada de su orfanato se había venido abajo por una bomba. Pero él no se había imaginado...

¿Pudiera ser que algún periódico español se hiciera eco de esa noticia tan morbosa? Finalmente encontró una pequeña entrada que hablaba del tema. Teniendo el nombre del orfanato lo pudo buscar, por curiosidad.

Según parecía el centro estaba clausurado desde hacía tres años. No encontró fotos, ni información de ese lugar. Intentó traducir lo poco que encontró pero nada contaba realmente qué había ocurrido.

Lucas contrajo la frente extrañado, tres años.

Se distrajo de sus cavilaciones detectivescas porque su móvil sonaba, su madre aparecía en la pantalla. Descolgó rápido, era mejor no hacer enfadar a su madre.

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Buscó su nombre en la agenda sentado en una cafetería mientras esperaba a su amigo Germán para tomar una cerveza y criticar descaradamente el comportamiento de Diego.

El sol de la tarde doraba la pequeña porción de mundo que rodeaba la terraza de la cafetería, entre mesitas con publicidad estampada y flores artificiales para decorarlas.

Se sentía incómodo en lugares que antes juzgaba agradables. Miró a su alrededor lentamente, nada le parecía tener sentido. Ni el sucedáneo de cerveza que tomaba en una copa con el logo de otra marca, ni la ropa de los escaparates, ni los actos de las personas a su alrededor, ni esas estúpidas flores artificiales para hacer atractivo ese trozo de plástico que era su mesa. Pero de eso, en definitiva, trataba todo ¿No? En engañar... para hacer agradable algo que no lo era. 

Todo era el atrezzo de una obra de teatro.

Llevaba días y días pensando en eso. En como siempre había vivido en la representación de una escena perfecta como el puñetero Truman Burbank, ajeno a todo.

Pues en el Show de Lucas, su particular vivencia, las madres amaban a sus hijos y los niños nunca hacían felaciones. Las personas iban a la universidad, trabajaban y compraban hogares como objetivo vital. En su show la gente se preocupaba por su ropa y no por el hambre; y no había drogas, ni cadáveres de chicos torturados flotando en el río.

Pero todo ese atrezzo se había quemado.

Era mentira. Escombros.

Mientras él se preocupaba de nimiedades alguien estaba violando a alguien, matando a alguien, vendiendo a alguien; y no debía irse a países lejanos para ello, sucedía en su misma ciudad, esa minúscula concentración de calles. Como si hubiese dos mundos superpuestos en el mismo lugar, el bonito y el real. La vida de todos se basaba en hacer la vista gorda fingiendo que eso no sucedía, o más bien... que no sabían que sucedía. 

Y siendo sinceros, el único motivo por el que a Lucas le importaba ese mundo pantanoso era Nolan. La muerte de su amigo le hubiese importado tan poco como al resto si no fuese porque le había conocido. Bebió el contenido de su cerveza meditando en cómo lo único que realmente importaba era, en definitiva, conocer o no a ese ALGUIEN que estaba siendo violado, vendido o asesinado. 

Al caer los decorados de su obra de teatro, también habían caído pensamientos estúpidos que le llenaban de inseguridad.

Sentía que no valía la pena dudar, ni fingir, ni la timidez.

¿Qué importaba un michelín comparado con conceptos titánicos como, por ejemplo, la muerte, la guerra; todo eso que había vivido Nolan siendo niño?

Él no tenía absolutamente nada malo, ningún defecto era realmente importante.

En la profundidad de su catarsis de hombre solitario comprendió que la mayoría de los malos pensamientos que tenía sobre sí mismo, esos que eran lastres y hundían su autoestima impidiéndole elevarse como los demás, solo eran tonterías sin valor que venían incentivadas por comentarios hirientes de gente que en realidad no le conocían bien. 

Lucas comprendió que valía la pena.

Él valía la pena, él se merecía su amor y sus caricias y ser mirado por esos ojos de luz que le iluminaban por dentro; se merecía escuchar su voz de nuevo.

Miró el número de Nolan una y otra vez, como si al siguiente vistazo fuese a pulsarse solo el botón para efectuar la llamada que deseaba efectuar, pensando que ojalá así fuera, porque no necesitaría valor si por arte de magia el teléfono marcase solo.

Pero el nuevo Lucas tenía valor, sí.

Pulsó.

Al tercer pitido se planteó colgar y fingir que nada había pasado. Siempre había escuchado que recular era de hábiles. Pero fue al cuarto, tras oír su voz áspera cuando comprendió que huir solo sería un acto de cobardía; que la verdadera muestra de habilidad sería no renunciar a hacer lo que deseaba hacer.

 —¿Hola? —Insistió Nolan. Su voz melancólica, grave y ronca, parecía extrañada de su llamada.

—Hola —Detestó el trémulo hilo que era su voz. Tomó aire para que sonase firme—. Hola Nolan yo...

—Lucas, ¿Estás bien? ¿Ha pasado...?

—Estoy bien, no te preocupes. No ha pasado nada —Se apresuró a decir. Notó como el chico suspiraba aliviado y podría haber jurado que le veía asentir con el ceño fruncido— Te llamo para... preguntarte como tienes la herida de la pierna.

Solo era una excusa, pero le sorprendió lo fácil que fue formularla.

—Mejor. Tu ex es un imbécil pero es buen doctor. Me abrí los puntos hace unos días, pero ya está casi curado —Su voz desgarrada casi dolía dijera lo que dijera. Aunque le oyó soltar una risita Lucas se imaginó el interior del muchacho como un paisaje de secano ardiendo, y aquella devastadora imagen le hizo querer llorar.

Lucas oyó jaleo en la otra línea, un arrastrar de sillas, un correteo de pasos y una voz masculina joven que decía a gritos "¡Sol, Sol! ¡Que le está llamando su novio! ¡Es Lucas, es Lucas!".

Esa voz parecía más contenta que un niño en Navidad. La respuesta de ese tal Sol fue "¡Milagro! ¡Halleluja! ¡Dile cochinadas para que se la casque que yo mientras le hago un amarre pa' que no se te escape! ".

Lucas se mordió el pulgar sonriendo oyendo como mandaba a esas dos personas a la mierda. Oyó risas, el sonido propio de una reunión informal.

Y en ningún momento oyó que negase esa premisa que le había calentado las entrañas solo escuchándola.

"Le está llamando su novio".

Dos risas se alejaban acompasadas por los pasos de Nolan; lo siguiente que escuchó fue el sonido de la calle, el tráfico y el piar de un pájaro como si hubiese salido a un balcón buscando intimidad.

—Perdona, mis amigos son un poco retrasados —dijo. Lucas amplió su sonrisa como un estúpido enamorado abrazándose a su voz de luto.

—Me alegro de que estés con amigos —Ni siquiera supo por qué le dijo eso pero era cierto. Notó el alivio cayendo sobre sus nervios, apagándolos en brasas mucho más manejables. Si el chico se rodeaba de gente alegre se mantendría a salvo, o eso esperaba.

—Ya, bueno. Yo he... —Su voz parecía dudar. Sí, realmente estaba dudando si seguir hablando. Eso no parecía bueno. Suspiró y prosiguió—: He conocido a alguien...

—Ah —Lucas solo supo responder con ese estúpido sonido. Cerró los ojos creyendo que esa frase era un disparo en su pecho, pero no se arrepintió de haber llamado. Saber que estaba bien valía la pena.

Suspiró controlando sus sentimientos. Ellos no eran nada. No habían formalizado ningún tipo de relación y de todas formas él también había conocido a alguien aunque no recordase su nombre empezado por P.
¿Era Pablo? Estaba casi seguro de que era Pablo.

Oyó ruido y esa voz masculina joven que le había proclamado novio exclamó: 

—¿Le está hablando de mí? —Ese tal Sol se reía en alto y acto seguido oyó como se debía estar acercando a Nolan para susurrarle en voz baja— No le hables de mí.

Nolan respondió en el sonido amortiguado de quien aparta el teléfono "No quiero mentirle. Yo a él no le miento".

Lucas agudizó el oído para entender, pese a que debía estar estampando el móvil contra la mano para acallar el sonido, como ese chico le decía:

—Nolan, eras prostituto. Él ya sabe que te acuestas con otra gente. No hace falta que le digas eso justo ahora. Casi ni follamos ya. No le des importancia.

—Pero tú no eres trabajo. No quiero que se entere y que piense que le miento.

—¿Y qué va a pensar si le dices que estás con otro? ¿Estás loco? La vas a cagar. Tú y yo no somos nada de eso, no le hables de mí. Dile que le echas de menos.

—Lucas no es así, se lo puedo contar.

—Pero cuéntaselo bien, tonto. Que si le dices eso parece que tienes un novio o algo así.

—¿Yo qué sé? Si cuando él me habla me pongo gilipollas y no sé ni qué decir.

Lucas se mordió el labio.

—Mira, te está llamando porque le da igual todo. Te quiere y está preocupado por ti. Así que no lo estropees y dile que estás loco por él.

Lucas contuvo la respiración apretando el teléfono tan fuerte en su mano que temió romperlo.

—No puedo hacerle eso —respondió Nolan a pecho abierto, tan asustado que cuando volvió a respirar no pudo hacerlo a un ritmo natural.

Quieto y con la respiración galopando intentó escuchar aquella escena que parecía la de un amigo haciendo de celestina a otro, aunque esos dos se hubiesen acostado juntos.

Cuando el sonido volvió a descongestionarse Lucas se apresuró a decir:

—Yo también conocí a alguien la otra noche —hizo una breve pausa por si él decía algo. Lejos de molestarle, sabía que se sentía aliviado por no ser el único que había roto su pacto no hablado—. Me acosté con él.

—Ah, y... ¿Y te... gustó?

—Pues sí, pero no podía dejar de pensar en ti. Ese pobre chico no tenía nada de malo pero... Pero no eras tú.

—¿Te estropee el polvo? Sorry not sorry.

—No seas malo, Sergio. Me corrí igual.

Le oyó reír.

—No me llames así, Psicólogo. Enseñarte mi DNI fue un error, ya lo sabía yo.

—Creo que fue una buena idea, así solo yo puedo llamarte así.

"Vale, sí. Así sí. Esto marcha bien, muy bien" oyó que le decía su amigo antes de marcharse.

Tras un breve silencio Lucas suspiró y le dijo:

—¿Cómo estás?

—Mal, Lucas. Me estoy volviendo loco —Parecía cierto, debía ser verdad. Nolan nunca le mentía, cuando no quería contar algo solo rehusaba de contestar. Le oyó suspirar reuniendo valor—. Me alegro de que me hayas llamado...

—Te echo de menos.

—Y yo a ti —Lucas esbozó una nueva sonrisa, pero el muchacho siguió hablando para explotar la burbuja de su alegría—.  Pero Lucas, necesito... necesito saber qué ha pasado —comenzó a decirle nerviosamente, aunque no le viese sabía que estaba apunto de llorar por el tono engolado de su voz—. No quiero volver hasta que...

—¿Y qué vas a hacer si lo descubres, encararte a un asesino? 

—No creo que fuese su intención matarle. Creo que le metió un chute fuerte como hace conmigo, y...

—Espera, ¿Sabes quién fue? ¿Como hace contigo? ¿Tú has estado con ese tío?

Nolan ignoró sus preguntas, lo que solía significar una afirmación:

—Sky no estaba acostumbrado. Tampoco estaba acostumbrado al dolor... —Lucas se estremeció—. Pero eso no cambia que esté muerto por su culpa. Voy a castrar a ese hijo de la gran puta. Voy a obligarle a hablar... No volverá a pasar.

—¿Lo dices de verdad, ojo por ojo? ¿Y luego qué, crees que no llamará a la policía cuando salgas de allí y él no tenga polla?

—Si realmente fuese ojo por ojo, Lucas —Temblaba, Lucas no podía verle y lo sabía. Lo podía imaginar apretando la mandíbula —, tendría que violarle, drogarle, romperle costillas y los brazos, golpearle en la cara hasta que solo puedan reconocer su cadáver mutilado por la ficha médica. Se lo merece. Morir es demasiado fácil y rápido. Quiero que cada vez que se baje los pantalones se acuerde de mí y que se cague de puto terror cuando quiera volver a golpear a alg...

—No me preocupa él, me preocupas tú —le dijo severamente, interrumpiéndole—. Al final conseguirás que te pase algo malo. Siendo optimistas tendré que verte a través de un vis a vis en la cárcel. 

—¿Vendrías?

En su voz había un haz de luz. Lucas infló su pecho del aire viciado de la ciudad para mantener la entereza.

¿Lo haría?

Aquella bonita píldora que era el amor que profesaba hacia el chico le hacía bien, se notaba confiado y feliz amando a alguien aunque planease herir a otro ser humano; se preguntó si ese amor le valía la pena y su corazón no respondió, no lo sabía. Su mente, desde luego, le decía que sería complicado. Lo tenían todo en contra. Pero entonces... ¿Entonces por qué no colgaba?

Porque en su escala de grises estaba él.

Él que, tarde o temprano, acabaría entre rejas o muerto. Sin patria ni moral, viviendo solo a su manera... y todavía así era la única persona que le importaba.

Nolan le había abrazado con todos sus defectos, con sus malos despertares y sus ronquidos, con su michelín vergonzoso y sus uñas de los pies feas. En esos días de convivencia le había hecho la compra y el desayuno, habían pasado noches enteras follando o charlando, días y días de amarse sinceramente sin recibir ni un simple reproche.

Recordó el fin de semana en el que había sufrido una gastroenteritis y Nolan le había hecho infusiones mientras él vomitaba en el baño.

Pudiera ser que Lucas vendiera su amor barato, pero el enorme apoyo que recibía podría haber sido tasado al valor del oro. 

Nunca nadie se había levantado de la cama en plena noche para hacerle un agüita con manzanilla mientras él estaba enfermo.

Esa escatológica escena, la de él devolviendo hasta la bilis de madrugada notando como el chico le acariciaba la espalda con cariño, haciéndole bromas y diciéndole "Conozco a gente que pagaría mucho por ver esto" le parecía en ese momento el culmen del romanticismo.

Porque hasta vomitar era divertido si Nolan estaba a su lado.

Lucas nunca se había sentido inflado como un globo de helio, sin el peso de las discusiones y las recriminaciones atándolo al suelo. Se sentía fuerte, valiente y enorme. Amaba esa sensación y simplemente ya no quería poner en el suelo los pies, solo quería volar y volar.  

De modo que sí, le valía la pena.

Pero fue Nolan quién decidió por él. Tras su breve silencio, el chico suspiró angustiado y farfulló algo en ruso que Lucas no comprendió. 

—No puedo hacerte eso —le dijo, duro y cortante, su tono era un cuchillo. No hacía él si no hacia sí mismo, y el miedo de que su filo explotase el globo volátil que era su corazón hizo que apretase más fuerte el teléfono en su mano.

—Sí iría —le dijo Lucas rápidamente.

—No, Lucas. De verdad que no puedo hacerte eso. Eres la mejor persona que conozco y yo soy mierda con piernas, y encima cojo, ¿Qué cojones haces conmigo? Te voy a poner en peligro... te ESTOY poniendo en peligro. No, no. 

—Sergio, no seas dramático. Mira que eres intensito.

—Mira, de verdad... me gustaría volver ¿Vale? Pero tengo que saber, tengo que...—Le oyó tomar aire para mantener la compostura tal y como Lucas había hecho unos minutos atrás—. Si estás tú no puedo porque es peligroso para ti... No puedo decirte por qué. De verdad que no quiero meterte en toda esta mierda.

—Vale, lo entiendo. 

—¿De verdad? —el breve brillo ilusionado de su voz iluminó su tono desconsolado.

Lucas se mordió el labio.

—Sí. Es que estoy preocupado. 

—¿Por mí? —Su voz burlona en realidad sonaba temblorosa. Sus máscaras ya no le engañaban— ¡No te estarás enamorando de mí, psicólogo!

Lucas no contestó. Guardó un silencio que hablaba por sí solo. Nolan tampoco supo hablar. Oyó su respiración y un ruido fuerte cerca de donde estuviera.

De fondo escuchaba a alguien dar palmadas diciendo que el amarre estaba funcionando y después Nolan le dijo a ese tan Sol que iba a pisarle el cuello si no se callaba.

Lucas rio escuchando atentamente.

Su amigo Germán apareció doblando la esquina de un edificio, al final de la calle.

Oyó pasos de nuevo, una puerta que se abría y se cerraba, más pasos y el suspiro del chico sentándose en un lugar con una acústica que hacía eco, quizá la escalera de un edificio.

—Volveré. Te lo juro. Tú eres... Tú eres lo mejor que me ha pasado. Te siento aunque no estés, te veo, te sueño... Pensar en ti me calma todo lo que me duele. Te juro que volveré —le dijo Nolan tan repentinamente cariñoso que Lucas se llevó la mano a la los lagrimales de sus ojos porque por la intensidad de su voz comprendió que sí, que tenía razón, que se había vuelto completamente loco; y ser amado con locura era una sensación nueva para él—. Pero tengo que hacer esto. Necesito saber que no volverá a pasar.  Cuando esté todo arreglado volveré. 

—¿De verdad? —consiguió susurrar— Si no quieres yo entiendo que...

—Lucas, no voy a renunciar a ti. Siempre he sido un egoísta; y un yonki, me engancho a todo lo que me da placer... ¿Cómo voy a dejarte a ti? Pero ahora tengo... que colgar ya...

Germán se acercaba a la cafetería mirándole extrañado por su expresión abatida.

Lucas asintió, un gesto estúpido porque Nolan no podía verlo a través del altavoz del teléfono.

Vio a su amigo cruzar el paso de cebra curvando sus cejas por la inquietud de verle encorvado con tal desazón. Cuando llegó a su lado él luchaba para despedirse de Nolan sin que notase que se le contraía la traquea y que apenas podía decirle:

—Por favor, ten cuidado.

—Tú también ¿Vale?, ten mucho cuidado por favor, Lucas. Porque... Porque te quiero.

Y colgó.

Lucas notó su pecho siendo golpeado por esas dos palabras, tardó unos segundos en comprender que no era esa frase quien golpeaba sino su corazón.

Tragó saliva frente a la enorme preocupación de su amigo, inclinándose para tocarle suavemente el brazo después de sentarse en una silla junto a él. 

—¿Lucas, qué pasa? ¿Estás bien? —le preguntó Germán, sus ojitos inteligentes le recorrían la cara alarmado.

Lugas apretó los labios bajando la cabeza y negó.

No, no estaba bien.

Joder, estaba a kilómetros de eso.

¿Cómo iba a estar bien después de escuchar esas palabras sin poder acariciar luego su cara? ¿Cómo podría Lucas sentir dicha o gozo estando allí sentado como un imbécil sin poder besarle tras decirle que él le correspondía?

La mirada de Lucas se endureció.

Pudiera ser que Diego tuviera razón y él no fuera ningún ejemplo de valentía. No, no lo era, nunca lo había sido. Pero se negaba a ser un cobarde también. No iba a ser como él, no se quedaría sentado bebiendo atormentándose sin hacer nada. No.

Él le buscaría.

Bien consciente de que sería capaz de travesar el inframundo para encontrarle como si se tratase de un Orfeo moderno, no encontraría impedimentos en recorrerse la ciudad. 

Se patearía San Antonio, Vila, el puerto y la Calle Rosa. Le buscaría hasta hallarle. 

Le tomaría la mano y le diría que él también le quería; que también soñaba con él despierto y que pasaría quinientas gastroenteritis vomitando a su lado. 

Calle a calle, bar a bar,  daría con él para sujetarle y tirar de su cuerpo hasta sacarle de ese pozo de mierda donde parecía estancado; y si no podía sacarle... pues nadarían en él juntos. Juntos, como antes hacían, antes de esa terrible mañana que lo había roto todo.

Le ayudaría a impartir justicia.

De hecho... también buscaría a ese chico, a Joel. Le ayudaría en lo que pudiera. Sí, eso haría. Porque joder, vivían en una ciudad pequeña, no debía ser tan difícil dar con dos jóvenes que destacaban como ellos lo hacían.

Germán le acarició el hombro apretándoselo para infundirle ánimos, entristecido por verle tan alicaído. 

Sí, él podía hacerlo porque... porque no era un cobarde.

¿Dónde podría estar?

No en su apartamento mugroso. Le conocía y sabía que Nolan no estaría yendo a dormir junto a la cama de Sky. Si es que llegaba a dormir, seguramente estaría durmiendo con su nuevo amigo.

Apretó el puño pensativo.

Lo importante no era preguntarse dónde dormía sino... dónde pasaba el resto del tiempo. 

¿Dónde robaba?

"Discotecas, bares, antros de mierda".

Sí.

Cuando Lucas elevó la cabeza de nuevo para erguirse en sus ojos solo brillaba la determinación.

Miró a su amigo sintiéndose renacido. El hombre nuevo que levantaba el rostro no tenía un gramo de duda en su cuerpo. No parecía él sino un gigante, un hombre decidido a hacer lo que fuese para sentirse bien.

—¿Germán, tú me ayudarías a encontrar a Nolan? —preguntó serio. Germán asintió sin hacer preguntas. Así eran sus amigos, el tipo de persona que primero te prestaba la mano y luego preguntaba para qué la necesitabas.

Lucas asintió también para sí mismo. Le devolvería a su vida, porque él quería estar en ella.

Porque si el único motivo de mantenerse alejado de él era protegerle del peligro... no le interesaba estar a salvo.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido? 

¿Pensáis que Lucas encontrará a Nolan (aka Sergio)? ¿Qué pasará si lo logra?

Dejen comentarios, porfis. Es importante para mí conocer vuestra opinión. 

UN BESO. ¡Hasta el próximo miércoles!


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