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If It Hadn't Been For Love por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:

¡Hola! Os dejo un nuevo capítulo :^) 

https://www.wattpad.com/892666103-if-it-hadn%27t-been-for-love-12-nolan-y-el-amor 

 

 

Miró hacia la puerta de esa residencia impaciente, se estaba retrasando. Normalmente Joel no se retrasaba, en los dos encuentros con los clientes de Sky que había mantenido en aquellos días nunca llegaba tarde.

Se empezaba a preocupar, era inevitable. Porque Nolan en su interior tenía un cementerio de cadáveres sin enterrar, una hilera de fosas abiertas que no le dejaban pensar en otra cosa que no fuese en lo increíblemente sencillo que era matar a alguien cuando la sociedad en realidad no te quiere ahí, a la vista recordando tu existencia, evidenciando sus muchos defectos.

Cuando nadie te echará de menos es fácil desaparecer. Por ello calculaba las posibilidades de que eso le sucediese a Joel.

"Ya estoy paranoico".

El tic tac relativo del tiempo comenzaba a ralentizarse, como en slowmotion, por los nervios que sentía. Le parecía que llevaba media vida esperando con la espalda apoyada en la pared frente a ese edifico pero lo cierto era, y debía recordarlo, que solo habían pasado cinco minutos desde que el minutero dejase atrás la hora acordada. Cinco minutos, solo cinco puñeteros minutos.

¿Pero cuánto tiempo hace falta para morir?

Seguramente mucho menos de cinco minutos, que a él le parecía un pequeño milenio pero en realidad eran un retraso razonable; tal vez Joel se estaba vistiendo, o tal vez había necesitado ir al lavabo.

Tiró la colilla de su cigarro y la pisó arrastrando la suela. Se estaba comiendo las uñas, era una manía antiestética que creía haber dejado atrás pero la preocupación y el mono le comían los nervios; y dadas las circunstancias... prefería morderse las uñas o la piel alrededor de ellas a meterse un pico y quedarse fuera de combate durante un día o dos.

Su mente nerviosa funcionaba rápido, confundida por la abstinencia pero completamente clara de sustancias que la atontasen. Cuando no se drogaba pensaba tan rápido que dolía.

Lucas siempre le decía que cuando estaba sobrio era mucho más listo. Nolan prefería ser tonto, la verdad. Sentirse capaz de razonar al cien por cien era agotador.

La lógica, su nuevo juguete, le decía que si se presentaba en la enorme casa de Crandford con una navaja y le rajaba el cuello de oreja a oreja el desgraciado se llevaría el relato de lo acontecido a la tumba. No, Nolan no necesitaba saber solo quién, necesitaba saber por qué y cómo. Qué cojones había pasado.

Parecía ser el único al que le importaba esas preguntas.

Y la única manera de conseguirlo, desde su desquiciada opinión, era fingir tranquilidad. Fingir que lo había superado, que ya no le interesaba.

Esperar.

Y cuando el tiempo pasase Crandford les llamaría confiado y cachondo, creyéndose inmune, y él le tendría frente a frente para obligarle a hablar. Pero mientras tanto...

El limbo de la espera.

Solo le quedaba llenar ese tiempo muerto con algo productivo, intentar averiguar detalles manejando a Joel como un ventrílocuo maneja un muñeco.

La puerta se abrió y vio a la menuda figura de Joel caminar lentamente hacia el exterior. El chico no tenía buen aspecto, pero estaba bien. La noche anterior se había peleado con un chapero de Nacho por insultar el recuerdo de Sky y en su labio todavía había sangre seca, no demasiada.

Nolan pudo respirar tranquilo, aunque Joel pareciera disgustado.

Bien recordaba cuando siendo pequeño a él también le costaba entender cómo alguien podía actuar en la privacidad de una cama tan contrariamente a como se mostraba en el exterior.

Cuando llegó a su lado Nolan le abrazó, el chico estaba temblando.

—Un sacerdote... no debería hacer esas cosas. Está rompiendo la promesa que le hizo al altísimo, está mal, muy mal... —dijo Joel con la cara contra su pecho, amortiguando el sonido de su voz.

El muchacho sonaba más estupefacto que triste o airado, realmente parecía no comprender cómo un hombre de Dios podía disfrutar mientras rompía el voto de castidad. El alcance de la fe de ese chico era algo que Nolan no podía creer.

Le estrechó entre sus brazos, apoyando la mejilla en su cabello rubio.

Declinó la idea de decirle que aquel hombre no era de los peores, que había sacerdotes mucho más sádicos, mucho más despiadados. Nolan había vivido cosas que era mucho mejor no decir en voz alta, pero saber esas cosas no iba a hacerle sentir mejor, de modo que solo abrazó al chico hasta que él dijo:

—Pero ha valido la pena...—le dijo sonriendo lentamente antes de sacar del bolsillo de su sudadera una pequeña libretita. El santo grial que andaban buscando—. La he robado como me dijiste, ¿Lo he hecho bien?

—Pajarito, lo has hecho MUY bien.

Entonces Joel sí rio. Dispuesto a inmolarse por recibir la aprobación de cualquiera.

************************************************************************************

Entró despacio, vigilando bien donde pisaba.

El suelo apenas se veía entre tanta basura tirada sobre él, como los copos de una nevada que cubría el pavimento. Pero esos copos de nieve eran envoltorios de chocolatinas, jeringuillas rotas, papel de aluminio y comida podrida olvidada.

Olía a estercolero. El olor a excrementos de perro, esperaba por Dios que fuesen de perro, le golpeó las fosas nasales en cuanto entró en el apartamento.

Aunque él no vio ninguna mascota. Le hubiese encantado ver a un chucho mugroso moviendo la cola. Pero mientras avanzaba con el brazo tapándole la cara en aquel narcopiso más entendía que no iba a ver a ningún animal.

Los yonkis que se convertían en zombis de mano de la heroína siempre acababan así, tirados entre su propia mierda.

Las lágrimas de la amapola siempre hacen el amor, es mucho mejor amante.

Y por eso, y bien lo sabía él, cuesta tanto resistirse mientras matan lentamente. Cuando los derivados del opio entran en el torrente sanguíneo y, por ende, en el cerebro ya todo deja de importar; ni siquiera el propio bienestar de uno. Te consume, poco a poco, con la fuerza de un largo orgasmo y te dejas morir para no dejar de sentir esa paz que todo lo traspasa, apagándote estrechadito en ese cálido abrazo asfixiante.

Nolan prefería morir a verse convertido en un andrajo humano como lo eran esas personas tiradas contra las paredes de esa habitación, que de haber tenido muebles y puerta hubiese sido un salón. Todas esas personas ya estaban muertas, aunque ellos todavía no se hubiesen dado cuenta. O quizá sí lo supieran, era muy posible que el único motivo por el que se mantuvieran con vida fuese no dejar de sentir ese subidón.

Fuera como fuere; él, que estaba todavía a seis o siete peldaños en la escalera de la adicción antes de convertirse en un esqueleto envenenado estaba dispuesto a tirarse de ella y desnucarse antes de acabar así.

—No-Nolan, tío... que... —decía lentamente una mujer temblorosa. Sus conectores neuronales estaban teñidos estupidez y torpeza. Ella se puso en pie. Su piel parecía colgar directamente del hueso— Tío, yo no quiero... no quiero problemas.

Sus dientes picados entre sus encías hinchadas querían sonreír, pero no podían.

—Me manda Nacho —dijo sin mucho ánimo— Quiere que le lleve a Sput.

—Por qué tío, por qué si Sput no ha hecho nada. Jo-joder.

—Mira, no lo sé. Pero tengo que llevármelo.

Se marchó caminando encorvada, lentamente, pasando por encima de un hombre que estaba tumbado inerte en el suelo obstaculizando la puerta.

Deseó poder marchar de allí lo antes posible, en algún lugar de ese terrible piso un bebé lloraba y eso le hizo sentir tan mal que estuvo tentado de largarse y dejar a Nacho tirado ocupándose de sus propios asuntos. Quiso llevarse al bebé, tomar al niño en brazos, decirle "Todo saldrá bien". Marcharse a un lugar bonito.

Pero ella volvió rápido, y lo hizo acompañada de un chico de su edad. Tenía la cabeza rapada y unos enormes ojos redondos, saltones y claros. El chico, con los puños hundidos en su sudadera parecía entender poco de lo que sucedía a su alrededor todavía montado a caballo en su colocón.

—¿Qué he hecho? Nolan, tío, lo qué pasa... yo... Juro que no he hecho nada, lo prometo —decía él sin enfocar la vista.

Nolan no sabía qué quería Nacho de ese desgraciado.

Desde que había vuelto a trabajar para él ya no le importaba. Nolan evitaba hablar con su jefe porque si lo hacía recordaba que había dejado que el chico más amable que conocía fuese solo a una cita con un psicópata en lugar protegerle, como prometía hacer a cambio de tanto dinero.

Y entonces Nolan tenía ganas de agarrar un bolígrafo de su escritorio, clavárselo en el ojo y tirar de él para arrancárselo despacio, muy despacio.

Y claro, no podía hacer eso.

"¿O sí puedo?" Negó para sí mismo. No, no podía.

Acompañó a Sput hasta el coche, una vez allí el chico comenzó a llorar.

—Me va a matar, me va a matar, tío, tío, tío —Balbuceaba nerviosamente sujetándose la cabeza, moviendo su pierna en un tic exasperante. Nolan, que normalmente no hubiese prestado la más mínima atención a lo que dijese ese adicto, atendió— Nolan, ayúdame. Por favor. Que me van a matar. No quiero morir, no quiero.

—¿Por qué te va a matar? —le preguntó Nolan, mirando de reojo al chófer que conducía con la oreja bien puesta en la conversación y la vista clavada en la calle.

—Vi una cosa — Tiritaba. Esos ojos grandes y redondos, de un claro color verdoso, le miraban como si quisieran decirle algo que no podían decir sus labios; no en ese momento que estaban vigilados. La punzada del interés le paralizó durante un segundo.

¿Era posible que ese drogadicto panoli, ese atontao, supiera algún detalle importante sobre la muerte de Sky?

Le miró a la cara intentando calcular las posibilidades de que fuese cierto. Nolan decidió que por pocas que fuese debía asegurarse.

Los drogadictos son escurridizos, por eso él sabía sobrevivir como una rata en un callejón, el mono agudiza el ingenio; Y aunque la mayoría del tiempo ambos chicos tuviesen sus capacidades mentales capadas por los químicos... podían trazar mil mentiras en un segundo, urgir elaboradas estratagemas para conseguir sus fines.

El chófer seguía escuchando sin disimular ni un ápice. Ese hombre era el mejor espía de Nacho, nada que lo se hablase en ese coche sería un secreto. Debía deshacerse de él.

—Tiene que mear —dijo Nolan, adelantándose para hablar cerca del chófer, cuyo reflejo en el retrovisor negó ceñudo. Sput, que no parecía pillar la indirecta le miraba sin entender—. Para el coche porque este yonki de mierda se mea. Que se mea. Sput, escúchame, Sput. QUE TE MEAS.

—¿Qué? —le susurró sin entender todavía.

—Que te meas, hostia. Si no para el coche... —vocalizó rogándole con los ojos que lo entendiese, poniendo intención en sus palabras. Sput parecía realmente necio mientras reaccionaba.

—¡Ah, SÍ! ¡ME MEO! —gritó él muy alto, de pronto, sobresaltando al chófer— ¡PARA EL COCHE QUE SE ME SALE EL PIS!

—¡Vamos, no me jodas! —farfullaba el hombre girando el volante intentando encontrar un hueco donde estacionar el coche.

Nolan golpeó violentamente la ventanilla junto a su cabeza.

—¡Ya se ha meado! —gritó.

Sput le miró, y de nuevo, sin entender.

—¿Sí? —preguntó extrañado, mirándose los pantalones como si no recordase por qué estaban haciendo aquello.

Nolan suspiró infundiéndose paciencia para tratar con aquel retardado y abriendo los ojos con intención se giró hacia él.

—Sí —hablaba entre dientes, asintiendo lentamente. Sput comprendió y cerró los ojos. Un intenso olor a orín inundó el vehículo mientras los pantalones de Sput se manchaban empapándose. Nolan volvió a golpear la ventanilla— ¡Se ha meado, joder! ¡Para, para!

El conductor paró el coche en doble fila sin importarle ya encontrar un hueco donde estuviera permitido parar el vehículo.

Nolan le pegó al chico un guantazo con la mano bien abierta en toda la cara, para disimular. Lo sacó a rastras del coche agarrándolo de su chaqueta. El chico sangraba por la nariz, quizá había disimulado demasiado fuerte.

El chófer rodeó su coche a toda velocidad, buscando una toalla en el maletero y algo para limpiar ese desastre. Estaba tan nervioso que ni siquiera sabía estar enfadado.

—¡Qué asco! —le oyó decir mientras empapaba el orín con la toalla— ¡Qué puto asco! De aquí salgo con un sida.

Nolan estampó al chico contra el coche, apartándose lo suficiente tras una farola para poder preguntarle qué fue lo que vio.

—El domingo... le llevé caballo a un tío, diez gramos de heroína. Y vi al chico chino. Y me asusté, Y.... —Temblando estaba, Nolan le agarraba de la chaqueta tirando de él para que supiera que aquello no era una conversación amistosa.

"El chico chino" Sky era coreano, y por lo que decía la televisión, de nacionalidad francesa. Pero solo escuchando esa frase notó que su corazón se transformaba en una máquina escacharrada que de tres latidos solo latía dos.

—¿Sky? —preguntó en un hilo de voz— ¿Estaba vivo?

—Sí, sí. El chino del río. Sky, sí, sí. Estaba... Bueno... Tío... Estaba...

Pero Sput no parecía nada convencido con sus palabras, como si no le diese el cerebro para saber qué debía responder; o más bien, qué quería escuchar Nolan. Al ver la duda en sus ojos Nolan frunció el ceño.

Él, siendo un mentiroso, sabía reconocer a los de su calaña.

Lo entendió. Todos sabían que ellos eran amigos, y que había estado haciendo preguntas, que Nolan se había roto de dolor. No le estaba diciendo nada que no hubiese podido averiguar en la televisión.

—¿Era el chico del piercing? —se aventuró a preguntar para ver qué le respondía.

—¿Piercing?

El chófer maldecía dentro del coche, no les quedaba mucho tiempo. Le pegó un tortazo en la mejilla con la mano abierta para que atendiese.

—Sí. En la nariz.

—Sí, sí —Asintió rápidamente, creyendo que era eso lo que quería, confirmando sus sospechas—. Tenía un piercing y una súper bonita nariz. Tío, los chinos tienen la nariz así como...chiquitica, tan bonica...

Si algo no tenía Sky el día de su muerte era una nariz bonita, mucho menos un piercing. Ese bastardo debía guardar en su mente la imagen que los periodistas habían paseado por televisión, solo eso.

—¿Me estás intentando engañar, estúpido hijo de perra?

Él negó nerviosamente pero terminó soltando una risita traviesa.

—Te voy a calzar una hostia que no vas a necesitar ni metadona —masculló intentando no abrirle la cabeza allí mismo, y fracasando en ese intento. Manejar el recuerdo de su amigo muerto para usar el dolor a su favor era una estrategia muy de toxicómano, la verdad; Ruin, pero efectiva.

Porque, al fin y al cabo, estaban fuera del coche como Sput quería.

Apretando la mandíbula por la rabia agarró la cabeza del chico con ambas manos, rodeándola, y la chocó con todas sus fuerzas contra la farola a su lado. Vibró emitiendo un sonido metálico y penetrante que hubiese helado la sangre de cualquiera, no así la de Nolan.

Se había dejado engañar como un estúpido para que él mismo, que pensaba más rápido de el chico colocado, le sacase del coche. Le agarró de la camisa para evitar que se cayese al suelo y con la otra mano golpeó su cara. Por un instante había tenido una pequeña chispa de esperanza. El primer puñetazo quizá fue el más certero pero no el más fuerte. Golpeó aunque sangrase, dejándose llevar por la explosión de cólera que le inundó los sentidos frente a la sorpresa de los transeúntes de esa calle, que no supieron reaccionar.

Bajó el puño una y otra vez con rabia. El chico se revolvía intentando alejarse de él, recibió algún golpe que por el subidón de adrenalina ni notó, Sput le arañó la cara.

El chófer ya no limpiaba el estropicio, solo le sujetaba del brazo desde atrás para evitar que siguiera con aquella salvaje golpiza. El toxicómano aprovechó ese instante de liberación para deshacerse del agarre y salir corriendo asustado hacia una callejuela entre dos edificios, con su cara ensangrentada contraída en una amplia sonrisa de satisfacción.

—¿TÚ ERES IMBÉCIL O QUÉ COJONES TE PASA? —gritó el chófer soltándole. Nolan estaba temblando por la adrenalina, el asco y el odio, cogió aire para tranquilizarse—. LE HAS HECHO UN CRISTO EN LA CARA.

Dibujaba los paseos de un tigre inquieto en su jaula y soltó el aire llevándose las manos a la frente.

—¡Me cago en mi puta vida! —barbotaba fuera de sí, se le llevaban los demonios— ¡Me cago en mi puta madre!

El chófer retrocedió un poco y miró alrededor. Nolan también lo hizo, la mayoría de gente que se había congregado en la acerca paralela le miraba como si fuese un psícopata. Seguramente habrían llamado a la policía y en poco tiempo sonarían las sirenas acercándose. Le hizo una seña al chófer.

—¿Pero por qué has hecho eso? —preguntó cuando rodeaba el vehículo para huir de allí rápidamente.

—Se ha meado en tu coche —mintió escuetamente como si ese fuese motivo suficiente, Seco y frustrado.

************************************************************************************

Nolan se dejaba atar a cada segundo y así seguir viviendo solo para saber qué sucedería después, más por curiosidad que por ganas de vivir en sí.

Siendo su futuro un edificio en continuo derribo, empezaba a reconstruir las ruinas por el tejado. Iba avanzando sabiendo que en cualquier momentos los cimientos de su vida se vendrían abajo por el peso de sus decisiones...

Y todavía sabiendo eso, que todo más temprano que tarde se vendría abajo... Nolan seguía allí, con Joel, siguiendo sus pasos al caminar.

Caminaba sin saber muy bien hacia dónde iba, las luces estroboscópicas parpadeaban, y mareado y vacío era solo un cascarón hueco que se dejaba llevar de su mano y del LSD.

El chico hecho de luz tiraba de él entre la gente de aquella discoteca con decisión; iba riéndose de algo que Nolan no comprendía.

Nolan nunca había conocido alguien que estuviese dispuesto a elevarse del suelo como un cohete junto a él, volar y volar para explotar en una sonora bola de fuego como el Apolo 13. Ambos, realimentándose el uno al otro en su espiral autodestructiva, eran propano y flama, para arder en completa combustión antes incluso de poder llegar al suelo.

Porque ninguno de los dos sabía cuándo parar.

Atormentado por sus rarezas, Joel había evitado tomar drogas porque le hacían comerse el tarro de más.

Pero si tenía a su alcance alguna sustancia nueva se lanzaba a probarla para buscar desesperadamente que le provocase la misma chispa que a la gente normal.

De modo que cuando un tipo en el baño les había ofrecido tripis Joel había sido el primero en extender la mano, ignorando sus consejos.
Nolan, para mantener a salvo su cuerpecillo sano, le había dado el cambiazo con un juego de manos de ladrón callejero y se había tomado su dosis impulsivamente para quitarla de su alcance.

Para compensarle la jugarreta le había invitado a una cerveza, y en aquel preciso momento Nolan estaba en un tremendo viaje de ácido y Joel estaba borracho con apenas un botellín de Coronita.

Ese enano era un debilucho con poca fuerza de voluntad; y por ello Nolan había dejado de tomar narcóticos más fuertes en su presencia sabiendo que Joel era capaz de tirarse del barranco si él decidía saltar solo para notar el peligro de la caída.

—Si te mareas avísame —le dijo Nolan acercándose a él, tirando de su mano para que dejase de caminar.

En las ocasiones en las que su mente razonaba lo suficiente para pensar con claridad lo que estaban haciendo se preocupaba pensando los contratiempos de su plan; preguntándose hasta dónde estaría dispuesto a arrastrar al chico rubio para dar paz a sus muertos, para conseguir cerrar esa tumba abierta que era su pecho.

¿Para conseguirlo dejaría más cadáveres por el camino?

Pero Joel, que conocía sus pensamientos, le decía que no; que ellos eran una alianza, que eran hermanos, que valía la pena.

Le decía que él era como Dante Alighieri, que recorrería el infierno para acabar junto a Dios. Nolan no sabía quién era ese tipo. La verdad era que Joel había recibido una educación muy refinada y él no entendía la mitad de lo que decía. Nolan apenas sabía leer.

El chico rubio se giró hacia él con el labio partido y expresión interrogante, la luz rojiza resaltaba más las oscuras ojeras en su rostro. Llevaban mucho tiempo sin dormir, de fiesta en fiesta. Se inclinó para hablarle cerca del oído sobre el sonido estridente de la música.

—Que si te sienta mal la cerveza me avises —repitió. Él le sonrió, las pupilas de sus ojos siempre brillaban.

Ambos no eran más que unos vagabundos, unos tarados sin hogar dispuestos a dar la vida por el cadáver de alguien a quien apenas conocían.

El tripy hacía que los haces de luz fuesen algo vaporoso construido de texturas que antes no existían, los colores parían otros y, por Dios, que las cosas sólidas a su alrededor se movían ondulantes, como bajo el agua cristalina en la orilla de una playa.

Tiró de su mano y le atrajo hacia sí para acariciarle el labio herido. Sujetando su mentón con la mano pasó el dedo pulgar por esos labios delicados. El chico sacó su lengua y, delante de todos los espectadores en aquella discoteca, le lamió el dedo obscenamente mirándole a los ojos. Rodeándolo con sus labios rosados con toda la libidinosa lentitud con la que fue capaz. Nolan sonrió, quieto, atrapado en ese movimiento.

Sabía que mucha gente les estaban mirando, aquella escena era digna de mirar. Esos labios se quedaron ahí, mordiendo su pulgar entre su sonrisa traviesa.

Joel era su cómplice, su amigo y su amante; pero por encima de todo... era su espía.

Había entablado una cordial amistad con muchos chicos de Nacho yendo a desayunar todos los días a la cafetería 24h de Marga, incluso con Muller que al principio se había negado a tenerle bajo su techo. Como en un puzzle fue reuniendo conversaciones con ellos en las que al final acababa preguntando disimuladamente por ese famoso cadáver.

Nacho parecía extrañado de su repentina amistad. Intentó captarle para su red, eso sí. Pero Joel, con una educada sonrisa de niño de colegio privado, había rehusado la invitación fingiendo un miedo que era incapaz de sentir.

Pudiera ser que en otras circunstancias hubiese echado al chico de su territorio para evitar competencia; pero como Nolan había vuelto al redil de trabajar para él, mansamente y pidiendo perdón como si nada hubiese sucedido... no puso objeciones en que dedicase su tiempo libre en ir y venir con un prostituto ajeno a su red. Pensó, tal vez, que esa amistad era su extraña forma de superar el luto.

De hecho, lo era.

Joel le mantenía con vida, evitando riesgos que pudieran tentar al rubio también los evitaba él.

Desde que conocía a Joel Nolan se drogaba poco y dormía más; sonreía muchas más veces de las que había llorado y comía mejor. Su alegría perenne le ayudaba a distraer sus malos pensamientos, como lo había hecho el cariño del psicólogo cuando Lucas le abrazaba por las noches.

El chico, a pesar de su terrible situación siempre estaba riéndose con algún meme de twitter, Nolan no sabía si lo llevaba tan bien porque era valiente, un psicópata o porque no llegaba a comprender el alcance de lo que estaba sucediendo. Tal vez fuera por todo.

Lo único que le importaba era que estaban consiguiendo bastante información porque era simpático y cálido a voluntad, alguien con quien era fácil entablar una conversación y que cuando decía "No se lo contaré a nadie" realmente sentían que iba a guardar cualquier secreto como el diario íntimo de una quinceañera.

Era extraño porque, siendo su amor y su alma posesión de un hombre de serena sonrisa, ese niñato rubio tenía algo que le ponía malo.

No sabía lo que era, ni lo entendía.

Le hacía sentir tan reconfortado, tan comprendido cuando le dejaba hablar de su dolor... Cuando le sujetaba el rostro con las dos manos para besarle con redentor afecto, casi como un sacerdote, mientras se prendía cachondo perdido solo de pensar que alguien como él, que era mierda humana, se lo estaba follando. Curiosa colección de parafilias tenía el angelito que le mordía.

Solo con que tuviese la mitad de ese efecto en alguna de sus víctimas esos desgraciados le acabarían contando hasta qué habían desayunado.

Y siendo todo eso así como era, tan agradable y excitante... Nolan solo pensaba en Lucas. En cómo cuando él le tocaba el placer le venía de dentro del pecho y no solo de los cojones.

Nolan, frunció el ceño enfocando la mirada en algo que llamó su atención al fondo de ese largo pasillo entre salas de la discoteca. Abrió la boca sorprendido.

¿Era real o era una alucinación?

Esos ojos castaños le perseguían allá donde fuese, estuviese dormido o despierto. Sentía el aliento de Lucas constantemente en su nuca y creía verle en cada esquina, juzgándole por estar cayendo en picado.

Esos ojos parecían dolidos, le habían visto y estaban marchándose para no ver más.

Y para asegurarse de que lo que estaba viendo no era una alucinación, y guiado por la emotiva valentía que sentía hasta el culo de ácido, se acercó saliendo de allí.

Siguió a esa figura por los pasillos de la discoteca iluminados por luces led rojizas. Estaba caminando muy rápido y le costaba moverse entre la multitud de gente deformada por las sombras. El suelo se movía, parecía bailar. Pero siguió avanzando rastreando como un perro de presa.

El ruido zumbaba en sus oídos pero en su pecho lo que vibraba violentamente era su puñetero corazón.

Lucas estaba allí. De verdad estaba allí.

Cuando le alcanzó se lo encontró discutiendo con un hombre medio calvo que Nolan no conocía. Ese hombre le pedía que le acompañase a otra discoteca para encontrarse con una cita. Lucas le decía a gritos para que le oyese a pesar de la fuerte música que quería irse a su casa, que no se lo estaba pasando bien jugando a los detectives.

"No, no te vayas. Por favor".

Cuando Nolan llegó se quedó parado, quieto, mirando a Lucas. Sin atreverse a interrumpir, sin moverse. No sabía ni por qué estaba haciendo aquello, debía parecer un completo lunático, pero lo único que quería era hacer eso. Mirarle. Allí vestido con un delgado jersey beige, con el cabello rizándose despeinado y su larga nariz de perfil único. Era él, era real. No era una alucinación.

En ese momento en el que había confirmado que no era producto de su imaginación en lo único en lo que podía pensar era que le había echado de menos y en que le quería.

Dios, apenas le conocía y le amaba más de lo que había llegado a amar a Viktor.

Lucas se giró notando su presencia, dejando la discusión al momento. Abrió los ojos sorprendido y jadeó.

Para sorpresa de Nolan, quien hizo el primer movimiento fue Lucas. El joven se abrazó a él violentamente, atrayéndole hacia sí con tanta fuerza que Nolan se conmovió.

Y cuando se separó de él para mirarle a la cara juntó sus labios con su boca bruscamente, joder, su boca.

SU PUTA BOCA.

Notaba sus manos en su pelo y en su nuca, y notaba que le correspondía al beso desesperado, tan apremiante como él, intentando atar con sus lenguas un lazo rojo que les uniera para siempre. Pasase lo que pasase, pese al tiempo o la distancia. Lucas le quería, lo notaba. Besándose con los ojos cerrados tuvo ganas de llorar. Demasiados sentimientos agolpándose en su pequeño corazón reseco, demasiada emoción mal guardada. Notaba su lengua acariciar su labio inferior antes de volver a rozar la suya. Nolan ni escuchaba ni veía, ni era consciente del tiempo que pasaba inexorable ajeno al limbo que era ese beso.

Quiso decirle que lo que había visto con Joel no era lo que...

Un momento, ¡Joel!

¿Dónde estaba Joel?

Se separó de él, jadeante y feliz. Él estaba sonrojado.
Se giró para descubrir que Joel ya estaba a su lado, seguramente había ido tras él de la misma manera que él había ido tras el psicólogo.

El hombre calvo miraba a Lucas tan asombrado que no parecía creer lo que veía.

Ambos, casi al mismo tiempo se giraron hacia sus amigos. Sus manos se habían quedado entrelazadas tímidamente, apenas era un pequeño contacto. Pero no se soltaron.

—Germán, creo que al final... Me quedo. Pásalo bien con tu amiga, ¿Vale? —le dijo Lucas al hombre, que seguía pasmado por ver a su tímido amigo comerle la boca como se la había comido.

Nolan, cuando escuchó eso, le apretó la mano. El calvo llamado Germán parecía un poco tonto asintiendo y luego se despidió de él con una mirada llena de significado como intentando decirle "Pásalo bien tú, aprovecha".

Nolan, en ese momento, hubiese preferido que le amputasen la mano antes que soltar la de Lucas y se la apretó más fuerte para disipar con antelación cualquier intención de que se alejase de él.

Joel miró ese movimiento en su mano y con las enormes pupilas de sus ya de por sí enormes ojos azules brillando por el chismorreo le dijo sin pizca de vergüenza:

—¿Este es Lucas? —le preguntó rebosando alegría como fan número uno de su amorío. Sin esperar respuesta le dijo directamente al hombre—: ¿Eres el famoso Lucas?

Él asintió dándole una rápida mirada a Nolan. Joel le dio un efusivo abrazo, estrechándole entre sus brazos como si se conocieran de toda la vida.

—¡Eres guapo! —le dijo al hombre sujetándole de los hombros para observarle bien y cuando le soltó parecía realmente satisfecho.

Lucas se quedó tenso, casi como un palo, confundido por ese comportamiento. Al fin de cuentas, había presenciado como esos dos chicos compartían un momento íntimo, (más bien obsceno) , y se debía preguntar qué había entre ellos, o por qué ese rubio le hablaba con tantas confianzas.

Nolan se giró hacia Lucas impulsivamente. Le tomó la cara entre sus manos para hablarle y que pudiera escucharle a pesar de todo el barullo.

—Te he echado tanto de menos... —dijo cerrando los ojos regodeándose del bonito contacto de sus labios tan cerca de los suyos—. Pensaba que alejarme de ti era mejor. De verdad pensaba que sí. Pero no es mejor...

—Yo también te he echado de menos —susurró Lucas. Su aliento bañaba su boca— Esperaba cada día que tocases mi puerta pero...

Nolan abrió los ojos para recorrer su cara. Buscaba sus hoyuelos pero no los encontraba porque Lucas parecía triste, y él no podía permitir que eso sucediese.

—Nacho me amenazó con hacerte daño —dijo intentando con todo su empeño que sus palabras sonasen claras entre tantas drogas y tanto ruido; y el tan enorme nudo que sentía en el pecho comprimiendo el aire necesario para hablar. Lucas parecía sorprendido pero no asustado—. Sabe donde vives. Escúchame, sabe donde vives, y tu nombre. No deberíamos... Si sabe que sigo haciendo preguntas te matará.

Lucas negó con la cabeza.

—Yo no le tengo miedo. No voy a alejarme de ti porque ese bastardo me amenace —Lucas frunció el ceño. Nolan se separó de él de igual forma.

—¡Porque no le conoces! ¡Deberías!

Joel intervino acercándose un poco, en ese momento sí, tímidamente. Para mediar entre ellos con ademán conciliador.

—Bueno, pero de momento no sabe nada —le dijo a Nolan, su rostro optimista le hablaba sin palabras de una noche. Un momento de diversión y dejar sus cementerios descansar durante un breve instante. Hablaba como canturreando y Nolan le sonrió.

Extrañado por esa sonrisa cómplice Lucas fijó su mirada en el chico rubio. Nolan tomó la mano de Joel para tirar de él y acercarle más a ellos.

—Este es Joel —dijo con su mano sujetando la suya. Lucas parecía pensativo, al menos durante un segundo o dos le pareció pensativo, luego fijó su mirada en la cruz de plata y lo que pareció fue enormemente asombrado.

—¿Joel?

—¿Nos conocemos?

Estaban en medio del pasillo central de aquella discoteca, hablando como si fuese el salón de su casa, recibiendo empujones de la gente que pasaba a un lado y a otro. Un tipo grande prácticamente arroyó a Joel al pasar y Nolan, antes de que se alejase, le quitó la cartera que llevaba en el bolsillo demasiado expuesta.

"Por gilipollas" pensó.

—Sí. Bueno, no —dijo Lucas, su expresión era una mezcla de demasiadas cosas. Nolan no sabía qué estaba pensando en aquel momento, parecía muy incómodo—. No nos han presentado nunca, pero te he visto un par de veces con Diego...

Joel se encogió de hombros. Había mucha gente para hablar, decidió tirar de ellos hasta la parte menos concurrida de ese local de música que a Nolan le parecía toda igual.

Le gustó sujetar sus manos al mismo tiempo, tiraba de ellos y ellos se dejan llevar hablando.

—Tú amigo es un cabrón estúpido —Le estaba diciendo Joel a Lucas a gritos. Él soltó una carcajada.

—Sí, un poco sí —dijo él. Sonrió avergonzado a pesar de todo. Dios, pero qué mono era cuando sonreía así. Esa sonrisa desapareció confundida cuando Joel se apoyó en su pecho para decirle:

—Pero dile que siempre será mi cabrón estúpido —Nolan también miraba esa mano. Conocía lo suficiente a Joel para saber que ninguna de sus acciones era espontáneas, tampoco pasó por alto que cuando se apartó negando sujetó con inusitada intensidad su cruz de plata para controlarse a sí mismo. Compartieron una rápida mirada, enarcó una ceja como preguntándole si quería seguir teniendo manos y vio a Joel relamerse ante la amenaza. Aunque Lucas no reparó en eso porque medio segundo después Joel le decía sonriendo—: No. Mejor no le digas nada. No le digas que me has visto. Que sufra ese perro.

—Está preocupado, es... Es que no has dado señales de vida desde que...

—¿Desde que me echó de su casa después de follarme? Pues estoy bien. Estoy vivo. No he estado mejor en la vida.

Nolan se tambaleó mareado por el bamboleo del mundo a su alrededor. Lucas le sujetó del antebrazo para mantenerle cerca.

El mayor buscó en Joel una explicación, que se encogió de hombros sin darle importancia.

—Drogas —le explicó escuetamente.

—Lo sé, lo veo —dijo señalando sus ojos.

Nolan rio. Lucas se quedó mirando su sonrisa con aire reprobatorio y se sintió tímido como un niño, la sonrisa desapareció de su cara al momento intentando mantener la compostura.

Joel, viendo ese gesto sí soltó una enorme carcajada riéndose de su tonto enamoramiento adolescente que le cambiaba el ánimo y la expresión.

—¿Y tú no has tomado nada? —preguntó Lucas al rubio intentando encontrar algún signo de algo que no fuese una común borrachera de principiante.

Joel negó.

—No, no, Lucas. Mi cuerpo es un templo —respondió Joel acompañando sus palabras con una sinuosa sonrisa y una reverencia.

Nolan rio tapándose la cara con la mano que no tenía sujeta Lucas. Un momento, ¿Desde cuando tenía Lucas la mano derecha entrelazada con la suya de nuevo? Se la apretaba con fuerza. Ah, sí. Desde que Joel le había tocado.

—La madre que te parió, compadre—le insultó riendo. Joel también soltó una carcajada—. Si estoy así es por culpa del pajarraco este. No le creas.

—Es un buen consejo, Lucas. No te creas nada de lo que yo diga. Todo es mentira —dijo Joel asintendo.

El buen hombre permanecía mirándoles a uno y a otro algo perdido, así que Nolan le explicó:

—Es un mentiroso de la hostia.

—¡No blasfemes!

—Okey, okey. Perdón a Dios y a todos tus amigos imaginarios —replicó con un mohín de su mano hacia el techo, Lucas le sonrió. No apartaba los ojos de su cara.

La atención de Joel, en cambio, se dirigió hacia algún punto en el extremo del pasillo. Nolan siguió ese camino y se encontró con el cuerpo de un atractivo treintañero moreno que le hacía señas a Joel para saludarle.

—¿Tú crees que ese me ataría? Me apetece que me aten—preguntó su voz inocente. Nolan analizó a ese tipo.

—Pues vaya cara de empotrador que tiene. Te romperá en dos como Moisés rompió las aguas —comentó Nolan, Lucas también se giró y rio.

Joel le devolvió el saludo.

—A mí me gustan como a Becky G, mayores; y grandotes... Y con graves taras emocionales, si se puede elegir. Oye, ¿Y si voy a comprobarlo, así te dejo a solas con tu marido? —Le pedía permiso. Nolan asintió.

Miró de reojo a Lucas, nervioso, cuando para despedirse Joel le besó en los labios. Como siempre hacía, le obsequió con un pico casto y rápido, dulce y cariñoso, como si le amase sin amarlo.

La atenta mirada del mayor parecía incómoda mientras él correspondía a ese beso y le decía que le avisase cuando llegase al apartamento de Sol.

Pero antes de largarse Joel se acercó a Lucas e hizo el mismo exacto gesto con él, se marchó sin darle ninguna importancia.

Por la rigidez que había adquirido su cuerpo se vio obligado a explicar:

—Es un alma libre.

—¿Cómo... cómo le has... conocido?

No parecía celoso, no. Su seriedad mientras se tocaba donde Joel le había besado no tenía nada que ver con los celos sino más bien con la preocupación, como si quisiera proteger al chico rubio de él.

Nolan suspiró aceptando ese golpe en su conciencia porque se lo merecía, lo sabía. Nolan era como la brea, envenenaba todo lo que tocaba; se merecía cualquier reproche, lo tenía muy claro, estaba usando a Joel poniéndolo en peligro de la forma más egoísta que imaginaba...Porque esa serpiente estaba encantada de ser usado.

—Hemos salido del mismo manicomio —Sonrió. Como si solo fuese una broma. Pero bajo la mirada de Lucas le dijo—: Somos amigos... supongo.

—Antes os vi...

—¿Qué?

—Que antes os vi, parecíais... más que buenos amigos.

—¿Eso parecía?

—Pues sí —Su tono seguía sin albergar celos, pero sí tenía cierto recelo. Nolan sonrió por ello. Parecía titubeante, inseguro—. He pensado que estabais juntos porque parecía... Y me marchaba porque no quiero meterme en medio de nada si a ese chaval no le parece bien. Quiero decir, técnicamente tú y yo no somos nada. Y... no quiero ser "el otro" o algo así. Pero luego me has besado delante de él... y luego... —se tocó de nuevo los labios—. Estoy un poco confundido.

—Un momento, ¿Has pensado que estoy saliendo con él? —Nolan le vio asentir— ¿No te ibas porque estuvieses enfadado, te ibas para no quitarle el novio a Joel? ¿No has pensado que "el otro" puede ser él? ¿Tú te acuerdas de que te quiero?

Levantó el puño para enseñarle su mano bien entrelazada con la suya, tirando de su brazo.

—No debí salir corriendo sin hablar contigo. Es que Germán me ha obligado a tomarme dos copas y... —se tapó la cara riendo avergonzado— Mira, ¿Yo qué sé? Él es súper guapo y yo... yo estoy borracho. Mi plan era irme y llamarte mañana para preguntarte si...

Nolan se colgó de su cuello. Su pecho y el suyo se podrían haber fundido. Ojalá así fuera, serían uno.

—Me gustó follar con él, Lucas —le dijo sinceramente. No iba a mentirle a él aunque su rostro se contrajera en una mueca extraña—. Me gustó mucho. Pero es solo porque estamos igual de enfermos, ¿Sabes? Cuando follábamos hablábamos de ti.

—¿Pero qué...qué dices?

—Pues sí. Pienso en ti y me corro vivo; Y te lo digo... porque estoy loco por tus huesitos. Aunque tú y yo no seamos nada, ni por esas dejas tú de ser el mejor polvo de mi vida. Que soy tuyo, joder. Esta gran montaña de mierda que soy yo te pertenece —Lucas sonrió—. Vamos, que no te metes en medio de nada porque no sé si me has hecho brujería o qué, pero me tienes tonto.

**********************************************************************************************

El sabor amargo, ligeramente mentolado y de toque herbáceo del Jägermeister bajó por las dos gargantas antes de que dejasen el vasito helado en la barra pegajosa.

Lucas aguantó el cosquilleo de los treinta y cinco grados bajando, calentando su pecho, pero con una marcada cara de asco negó y se retiró de la barra haciendo aspavientos. Nolan se giró hacia él sin entender qué le pasaba.

Nolan, que seguía odiando ese tipo de música, los lugares cerrados y la gente en general; se estaba empezando a agobiar. Pero todavía así, se acercó al psicólogo pegándose a su cuerpo mientras pasaba los brazos alrededor de su cuello y acariciaba su nuca. Notó sus manos sujetar su cintura, meciéndose juntos lentamente, despacio de un lado a otro sin seguir el ritmo de esa estúpida canción que sonaba.

—Te conozco desde hace poco... —le dijo con sinceridad, sin barreras, completamente expuesto con el corazón sin coraza en aquel lugar asqueroso—Pero me estoy enamorando, y estoy acojonado, Lucas. Acojonado. Me asusta menos que me disparen.

—Lo que estás es muy borracho... —Lucas susurraba mordiéndose el labio. Parecía ilusionado, realmente parecía feliz. Sus ojos brillaban en una chispa que le daba la vida. Por fin los hoyuelos de su sonrisa hacían acto de presencia.

—Sí, eso también. Pero eso no resta verdad. Es que así tengo valor para hablar. Así que te lo cuento. Yo... tengo la espalda llena de puñaladas, y voy por la vida haciéndome daño para no sentirlas. Intenté huir de una vida súper violenta, pero... pero no puedo porque lo llevo dentro. Cualquier día de estos la palmo.

—¡No digas eso!

—La voy a palmar.

—Sergio, que no digas eso.

—Tú... deberías irte de aquí porque esto es una puta locura y buscarte a alguien normal.

—Sí claro, para que tu recuerdo me joda los polvos.

—Lo digo de verdad. Te voy a arrastrar a algo que no está bien.

—Deja de decidir por mí —Le dijo él mirándole ceñudo.

—Pero...

—Me he recorrido la ciudad buscándote —Hablaba demasiado alto. Nolan se apartó de él— ¿No lo entiendes? Tú no me arrastras porque te he buscado yo. Amo toda la mierda que hacemos juntos. Cada puto segundo. No tienes por qué hacer nada de esto solo porque yo viviría esta locura contigo. Yo cazaría a ese hijo de puta contigo. Sé que tú también lo quieres.

Le agarró la muñeca y colocó su mano en su pecho. Nolan lo notó, pese al escándalo de la música, la gente, y el tic tac de su propio corazón; su corazón latía fuerte.

—No me he sentido tan vivo en la vida —le dijo acercándose a su oído. Nolan cerró los ojos, le notaba tan cerca... tan cerca...—. Por favor, déjame tener esto. No me lo quites por miedo. Quiero correr el riesgo... Solo te digo que lo intentemos.

—No lo entiendes...

—Claro que lo entiendo. Que te mueves en un mundo peligroso, lo sé. Joder, yo estaba allí cuando te dispararon ¿Te acuerdas? ¡Eres un peligro! ¡Sé que acabarás en la cárcel! ¡Y tienes un trastorno explosivo intermitente que no puedes con él, que lo sepas! Te digo, que me da igual. Que lo sé, y me da igual.

¿Cómo decirle que no cuando su cuerpo estaba actuando solo, asintiendo enérgicamente y devorando su boca?

—Tú también estás borracho.

—Sí. Pero eso no resta verdad —le respondió repitiendo sus propias palabras.

Nolan sonrió. Joder, Todas esas cosas que decía sonaban tan románticas y verdaderas... que solo podía pensar que ojalá fuesen realmente ciertas.

—A demás, ¿Tú no eres un perro de pelea? ¿No tienes a media ciudad acojonada por si les pegas una paliza? Pues si van a hacerme daño me proteges; ¿O toda esa mala hostia es solo verborrea?

Nolan contuvo la tentación de decirle que tenía a un grupo de delincuentes ucranianos preparados para vengarse si algo llegaba a pasarle; muy posiblemente (y sin él sospecharlo) en ese momento Lucas era el hombre más protegido de la ciudad.

—Por ti este perro muerde... y mata.

—Pues muérdeme.

******************************************

Lucas luchaba para conseguir abrir la puerta de su casa mientras Nolan obedecía su orden, y le mordía besándolo agarrado a su cuello.

Si de algo estaba seguro Nolan era de que no iba a volver a alejarse de él. Iban a estar juntos.

—Abre esa puta puerta o la parto de una patada —gruñó impaciente contra su boca— O... lo hacemos aquí mismo. Tú eliges, psicólogo.

—Si la señora Cruz nos ve le dará un ataque —le susurró señalando la puerta de su vecina. Nolan arrugó la nariz diciéndole que si debía elegir entre bajarle los pantalones o evitar que esa vieja bruja la espichase prefería, claramente, la primera opción.

Lucas rio girando la llave, entrando a trompicones inestables, besándose.

Lucas le estampó contra la barra americana de la cocina y Tacheté salió corriendo asustado desde algún punto en la encimera. Se giraron para ver como el gato se subía al sofá para dedicarles una tremenda actitud de reproche felino.

Nolan rio y Lucas le acarició la comisura de sus labios. El gesto le pilló desprevenido y no vio venir que iba a besarle de nuevo, justo donde había colocado hacía medio segundo su dedo, en la esquina de su boca. Nolan se estremeció sin poder evitar que un sonido saliese de su boca entreabierta por la excitación.

—¿De verdad quieres estar conmigo? —preguntó de nuevo Nolan, que no sabía ni cómo podía hablar con el calentón que llevaba.

Lucas asintió sujetándole con las manos la cara, apretando sus mejillas para abultar sus mofletes como a un niño.

—Te quiero.

Nolan se sujetó a la barra de la cocina porque notó que súbitamente le temblaban las piernas. Notándole tambalear hasta el alma Lucas le sonrió y besó sus labios todavía estrujados en aquel gesto. Sus manos se deslizaron desde sus mejillas hasta su pelo, y él solo supo cerrar los ojos de nuevo.

Lucas se inclinó hacia él, pegando su cuerpo al suyo, para besarle el cuello. Nolan se dejó ahogar por la oleada que parecía arrasar su estómago, un tsunami de excitación, amor y deseo; dejando que ese maremoto bañase sus grietas y llenase sus tumbas momentáneamente. Mientras la cálida sensación aumentaba a medida que él besaba desde su mentón hasta su oreja.

—Voy a decepcionarte todo el rato, yo no soy una buena persona —le dijo. Su voz sonaba tan temblorosa que ni siquiera parecía suya.

—Creo que podré superarlo —La suya, en cambio, sonó firme, completamente segura y con un divertido tono burlón amortiguada por la tarea de besar su piel.

—Soy violento. Soy un criminal. Estoy... completamente loco —jadeó él, notando sus manos vagar por su pecho hacia abajo hasta la hebilla de su cinturón.

—Algo sospechaba, Sergio —le notó sonreír y luego mordió el lóbulo de su oreja, abriendo esa hebilla.

—Nunca he sido fiel.

—No me digas —Su mano se deslizó bajo su ropa, tal y como lo hacían sus palabras en su corazón.

Cuando su mano se encontró con su carne dura Nolan dio un bote como si fuese la primera vez que le daban una caricia.

—No me... —Nolan le apartó suavemente, y le miró a los ojos. Lucas retiró la mano al instante y se quedó abrazándole por la cintura esperando pacientemente que le dijese lo que quería decirle— No me engañes ¿vale? No me digas esas cosas si no son verdad... Porque si es para follar yo... No te hace falta decir...

—No lo digo para eso. Si quieres te lo demuestro y nos vamos a dormir. Sería una putada porque me va a reventar la cremallera, pero... —le dijo, Nolan miró hacia abajo y rio mordiéndose el labio. No, ni de broma podía dejar que un pantalón tan bonito se rompiese por contener ese apremiante deseo en él.

Nolan se lanzó a su boca, con la necesidad del sediento; del hombre perdido que lleva media vida deambulando solo en un desierto y encuentra frente a él un gran oasis de agua pura.

Lucas era su fuente, su ancla, atando su mente a la cordura y a bonitas emociones que creía ya perdidas.

Ni siquiera llegaron a la habitación. Cayeron sobre el sofá devorándose, rozándose con desesperación, desnudándose entre tirones. Arañando y mordiendo; diciéndose el uno al otro que se amaban, y que iban a estar juntos pasase lo que pasase...

—¿Qué te ha pasado...? —preguntó rozando con ambas manos su pecho amoratado.

—Nada.

Con una mano le agarró la cara con fuerza, obligándole a mirarle sin atisbo de indulgencia, con la otra empezó a masturbarle. Tremendo chantaje.

—Dímelo —Su orden era ley, y Nolan suspiró.

—He estado con gente... rara, intentado averiguar qué...

No pudo acabar la frase, y viendo que se estaba entristeciendo Lucas besó sus labios.

Normalmente era tímido e inseguro hasta que se excitaba lo suficiente para mandar eso al carajo. Pero esa maravillosa noche parecía cambiado, se comportaba seguro de sí mismo e incluso audaz desde un principio, llevando las riendas de la situación mientras él jadeaba subyugándose al amor; y se dejó hacer mientras sus besos bajaban por su pecho y sus abdominales notando su boca morder y lamer las llanuras de su piel, surfeando por las olas que su respiración agitada formaba en su vientre.

Y tras unas caricias, su aliento.

Y tras su aliento, su lengua.

Echó la cabeza hacia atrás perdido en la fricción de su lengua en su pene. No, Joel se equivocaba. Dios no estaba en el sexo, como solía decirle; Dios estaba en el amor. Lo notaba, escondido en la forma en la que su corazón latía gracias a él.

Él, que cerraba su boca entorno a su miembro tembloroso arrancándole jadeos, él era Dios.

No existía más deidad que su cariño que seguía existiendo luego incluso de eyacular, que nunca acababa y jamás le hacía daño; ya fuese besándole, haciéndole un bol de cereales por la mañana o jugándose la vida.

Su mano le acariciaba y él volaba. El vaivén de sus dedos en su culo y en su interior no le dejaba pensar en otra cosa que no fuese esa mano, esa lengua, ese puto cuerpo que veía en sueños.

¿Podía ser una mamada una declaración de amor? Desde luego a él le hubiese valido como pedida de compromiso, porque cuando bajó la mirada y le vio mirarle supo que iba a engancharse a él más fuerte de lo que se había atado a los narcóticos.

Tiró de él y le besó suavemente, despacio. Lento. 
Rozó despacito ese torso blandito que era solo suyo esa noche, solo para él.

De verdad, que notaba su alma y la suya lamiéndose, y nada tenía que ver eso con el LSD...o tal vez sí. Le importaba poco el motivo.

Lucas se incorporó más, tirando de él violentamente hasta hacer que chocase contra su cuerpo. Desnudos, ese roce le pareció una descarga que le recorrió.

—Si vas a quedarte aquí, conmigo, no pueden haber secretos —Su voz, acallada contra su boca, parecía un gruñido que guardaba deseo, con su mano libre se sujetaba la erección frotándola en su trasero.

Nolan asintió. Se agarró con tanta fuerza a él cuando se coló en su interior que sus uñas dejaron heridas. A él no parecía portarle.

—Sin secretos.

—Tú y yo, juntos —Se hundía más.

Nolan notó cada centímetro y extensión de piel, y entreabrió la boca agarrado a sus hombros, como una virgen que se sorprende de que los recovecos de su cuerpo contengan placer.

—Juntos —repitió.

Lucas gruñó, moviéndose despacio.

—La próxima vez que quieras... protegerme... dame una pistola pero no me quites esto —susurró y Nolan, de no haber estado ocupado gimiendo, hubiese reído.

—No habrá... una... próxima vez —le dijo agarrado a su cuerpo con la fuerza del naufrago abrazado al salvavidas, eso era él, de hecho— Yo no te vuelvo a dejar.

Le acarició la cara, le besó la piel.

—¿Cómo te llamas? —preguntó comenzando a moverse más rápido, más fuerte.

—Serhii Shevchenko —respondió Nolan al instante, cerraba los ojos dejándose ir. Se había resbalado del sofá y ni sabía cómo.

Se abrazó a él, empujándole para que cayese al suelo y ser quién sobre Lucas, y entrelazado a su cuerpo y a su alma como nunca lo había estado con nadie, fuese quién se moviese. Arriba, abajo, ondulante como sabía que a él le gustaba.

—¿Serí?

—Lo dices mal, mejor llámame Sergio —le agarró la cara entre las manos, y las deslizó hasta su pelo acelerando, demostrándole que sí; que estaba loco, que ya no había ni un gramo de cordura en él y que cada trocito de ese demente era para él, suyo, todo él.

—¿Alguna vez me has...? —Tan certero era el movimiento que ni hablar sabía. Nolan le lamió la boca sellando su voz con ademanes de gato callejero. Pero Lucas le agarró del pelo y tiró de él para recuperar el control y poder decirle mirándole a los ojos— ¿Alguna vez me has mentido?

Nolan negó.

—En la puta vida.

Parecía suficiente para él porque no volvió a preguntarle nada más, solo cerró los ojos jadeando y agarrándose tan fuerte a su culo que iba a traspasarle la piel.

—Dios, joder.

"Mira lo que soy capaz de hacer para ti" pensó él bien atento a su rostro esmerándose en provocar esa expresión de placer que le avisaba. Joder, joder, joder, su cara.

—Córrete —le ordenó. Lucas temblaba.

Alargó la mano para acariciar sus labios calientes, que gemían, la humedad de su lengua le abrazó el pulgar.

—Córrete conmigo —le rogó.

Y así fue, abrazados; tan fuertemente entrelazados que al apretarse se ahogaron, se hicieron daño. Su ola de orgasmo se mezcló con la suya. Juntos, juntos como debía ser.

No se soltaron, jadeando y riendo se quedaron tal y como estaban, sudorosos y temblando.

—Esto no te lo hizo el chico ese que te tiraste, ¿eh?—dijo Nolan riendo por lo bajo, en su oído, apoyando la mejilla en su hombro.

Lucas rio bien alto y negó.

—Y seguro que tú no te lo pasaste tan bien con Joel —replicó.

—Ni con él ni con nadie.

Cerró los ojos apartándose lo justo de él para que su miembro saliese de él y se quedó allí como un niño pequeño que juguetea con los mechones de pelo de quién admira.

—Sergio... Mejor vamos a la cama —dijo Lucas después de un rato de silencio— porque el gato nos está mirando y me pone nervioso.

En efecto, Tacheté estaba allí plantado a su lado bien sentado con porte regio y una muy, muy fija mirada. Nolan ni se había dado cuenta de ello.

Le sonrió al gato, inclinado hacia él.

—Tacheté eres todo un vogeur, gatito pervertido.

*****************************************

—Entonces... —le susurró Lucas. Había echado tanto de menos la forma en la que Lucas acariciaba su cabello que se podría haber echado a temblar en aquel momento, notando que sus dedos lo peinaban lentamente sin darle importancia a ese gesto. El tono de Lucas, como siempre que le quería preguntar algo sobre su pasado, era un triste intento de parecer indiferente.

—Dime, detective Colombo.

—¿Cuánto.... Cuánto tiempo llevas haciendo esto?

—¿El qué?

—Follar. Así, así como lo haces —Parecía muy incómodo, y también preocupado por la respuesta. Nolan levantó la mirada y le sonrió.

—¿Te refieres a bien?

—Me refiero a... cobrando —Insistió él.

Nolan suspiró clavando su mirada en el techo. su memoria viajó en el tiempo hasta su país, y recordó los jardines del orfanato que siempre tenía lavanda plantada en la entrada. Se giró para hablar frente a su cara, recordar mirando esos grandes ojos castaños le infundía valor.

—En mi orfanato a veces...nos tocaban y nos hacían... nos hacían cosas —Siempre le había costado decir esa palabra que resumía su explicación.

—Te violaban —Le ayudó Lucas, Nolan asintió.

—Sí, desde siempre, pero... luego también...nos obligaban a hacer cosas a visitantes... —Susurró, su voz sonaba completamente tranquila, o eso pretendía. Aunque había notado que su tono habitual había desaparecido y ya solo quedaba el sonido infantil de un adolescente vulnerable que recordaba el pasado. Sabía que Lucas veía el dolor en sus ojos porque su mirada castaña se teñía de pesar—. Cuando yo tenía nueve años un día vino un hombre. Tenía un traje caro, y olía bien... Ese señor pagó en efectivo hablando alemán, y... me fui con él a mi habitación. Los monjes me dijeron que tenía que hacer lo que me mandase... y lo hice. Y luego me dio una chocolatina. Me vendí por una puta chocolatina.

—Sergio, ¿En serio, nueve años?

—Tú no lo entiendes. Yo no tuve ninguna oportunidad desde el principio —le dijo Nolan. Intentó suspirar para tranquilizarse, notaba un enorme nudo en su garganta. Lucas parecía estar a punto de llorar, no quería que se sintiera mal, eso era lo último que Nolan deseaba; pero necesitaba que entendiese que nada de eso había sido su culpa. Que a él le habían fabricado tal y como era, como se moldea la arcilla.

—Eras tan pequeño...

—Yo siempre estuve allí, cuando no conoces otra cosa piensas que es normal y no sabes qué hacer, tenía hambre y si no lo... si no lo hacía me castigaban. Tienes que creerme Lucas, no fue culpa mía, de verdad. Nada de eso fue culpa mía.

—Mírame, eh, mírame. Por supuesto que nada de eso fue culpa tuya. Pero joder, yo... lo entiendo...pero...

Nolan negó.

—No. No digas que lo entiendes, no lo entiendes ¿Qué hacías tú cuando tenías diez o once años? ¿Jugar? ¿Ir al colegio? —preguntó el chico con el ceño fruncido.

—Sup-ongo... No sé, lo normal...

—¿Lo normal? A mí los monjes me alquilaban, no sé por cuanto dinero porque a mí nunca nadie me pagó nada, y me mandaban como en una app de comida a domilicio, ¡Telepederastia! Porque estábamos en una puta jodida guerra y así era peligroso que ellos vinieran a visitarnos. Y yo lo hacía feliz, en medio de la puta guerra del Donbás, porque esa era la única forma de salir del orfanato. Hasta entonces yo nunca había salido a la calle. Ni se te ocurra decir que me entiendes. Para los niños de mi hospicio lo normal era eso. Éramos muchos.

"¿Lo normal? Pero solo para algunos".

Sí, y seguían siendo muchos. A todas horas, por todas partes. Su trágica historia solo era un drama para hombres como el psicólogo. Para la mayoría de sus compañeros su pasado era, simplemente, rutina.

Sabía que estaba levantando la voz, también sabía que la rabia que llevaba dentro estaba a poco de estallar aunque Lucas no tenía la culpa de nada. Pero no podía evitarlo, no podía fingir que lo que sentía en su interior no era inflamable.

—No puedes entenderlo, Lucas, no me jodas. Un tío me rompió la nariz y ahora cuando me miro al espejo lo único que veo es...

Lucas le acaricio la nariz torcida pasando su dedo corazón por ella, tan despacio que también pareció parar el tiempo.

Nolan jadeó sorprendido por el aluvión de emociones que despertó esa caricia. Como si con su dedo pudiera borrar esos recuerdos amarrados a esa cicatriz por arte de magia. Lucas se acercó y le besó, con amor, con tanto cariño que Nolan no supo reaccionar. Notó sus labios contra su piel y solo atinó a cerrar los ojos disfrutando de ese momento.

—Tu nariz es preciosa —Sus labios le hicieron cosquillas al hablar.

—Como todo yo —bromeó para aligerar el pesado ambiente, se sintió mejor cuando escuchó su risa cristalina. Nolan se giró sonriéndole un poco—. Casi no me acuerdo de esas cosas, se me ha olvidado casi todo. Me devolvían al orfanato y... yo ni sabia qué había pasado. Pero me acuerdo de su coche. Recuerdo que me llevaban en un coche negro, grande y súper brillante. Viktor y yo nos asomamos por la ventana del comedor para verlo marchar —se mordió el labio con gesto nostálgico. Hacía tanto tiempo que no hablaba de Viktor que su nombre le sonó extraño en su boca. Miró a Lucas—. En realidad no era un coche tan caro, solo nos lo parecía.

—¿Quién es Viktor? —preguntó Lucas, tan suavemente y con tanta dulzura que súbitamente Nolan subo ganas de contarle todo sobre él; compartir con la persona que amaba lo mucho que tiempo atrás había amado. Notaba que toda esa tristeza que guardaba, que no se había desbordado hablando de abusos, sí se saldría de él cuando hablase de él. El ardor de las lágrimas le quemaron los ojos. Pero solo le sonrió con tristeza y le dijo en voz baja.

—Era mi novio —Se mordió el labio para no llorar. No sirvió de mucho, notaba sus ojos humedecerse—Murió. Le pegaron una paliza... No sé por qué, ni quién. Le encontré... muerto, y ya está. La gente dice que cuando la persona que amas se muere notas algo, un mal presentimiento, pero yo no sentí nada. Yo... solo sé que le apuñalaron, aquí.

Posó su mano en el pecho de Lucas, a cinco o seis centímetros del esternón, por debajo de una costilla.

Notó que una lágrima resbalaba por su piel y que su labio se contraía en un puchero. Lucas le agarró para acercar su pecho al suyo y abrazarle muy fuerte, estrujándole con violencia.

—Lo siento...

Y esta vez Nolan sí se creyó ese pésame.

Porque Lucas le abrazaba como si con ese abrazo pudiese protegerle, besando su frente con cariño.

—Yo no quiero llorar —susurró Nolan, aunque ya lo estuviera haciendo, avergonzado de ser tan débil.

—Ven aquí, anda —Esa fue su única respuesta, abrazarle rodeándolo con sus brazos para que se desahogase a gusto, acariciándole el pelo lentamente mientras le susurraba—: Mi nene... mi niño valiente...

Nolan, después de desahogarse llorando contra su cuello, intentó recobrar el aliento sorbiendo los mocos que le congestionaban la nariz.

—Después de eso vine aquí, no podía seguir allí —ahogó su voz contra su piel—. Me escapé. Y conocí a Sky... y ahora Sky también está muerto. Por favor... Por favor, Lucas, no te mueras. Por favor, tú no te mueras.

 

Notas finales:

¿Qué os parece el capítulo?

Como siempre, vuestra opinión siempre es bienvenida (y deseada jajaja).


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