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If It Hadn't Been For Love por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:

Hola, espero que os guste este capítulo! Se le acabó la tranquilidad a Lucas.

Porfis, dejen review con vuestra opinión.

Jueves 15.
22:00 p.m

(Mientras Joel rezaba en una iglesia y Nolan miraba a un proxeneta a los ojos).

Lucas corría.

Su misión en la jugada de ajedrez de Nolan era sencilla en la teoría, difícil en la práctica. Ser la torre en el tablero de ese Kasparov callejero significaba ser una pieza mayor en una partida nada despreciable.

Si algo recordaba Lucas de su difunto padre era precisamente eso, las partidas de ajedrez; y fue en eso en lo que pensó mientras Nolan le explicaba a grandes rasgos un plan que parecía demasiado elaborado para que se le estuviese ocurriendo sobre la marcha, aunque de hecho, así fuera. Que su novio pudiera improvisar una estrategia con la que desmoronar una red criminal en apenas una noche le dio escalofríos, y dio gracias a que jamás hubiesen tenido ninguna discusión de pareja.

Escuchándole hablar recordó los largos domingos de otoño, cuando la lluvia encerraba a todos sus amigos en sus casas y en lugar de salir a jugar a la calle se sentaba en las silla del comedor frente a su padre para que le contase ilusionado de movimientos, aperturas y estrategias frente al tablero.

En el ajedrez solo dos piezas, las piezas mayores, pueden ayudar a su Rey a ganar la partida contra un Rey Solitario: la reina y la torre. El poder de libre movimiento para colarse en cualquier hueco (Joel) y la seguridad de la línea recta (él). Eso eran ellos.

Tras recibir esa llamada había agarrado las llaves de su apartamento y salido corriendo hacia el apartamento de Sol para pedirle ayuda como Nolan le había aconsejado que hiciera. Necesitaban alfiles, caballos y peones. Cuando llegó a su edificio Sol ya le estaba esperando en la calle avisado de todo lo que estaba por pasar en una llamada que habría recibido mientras él corría avenida arriba.

"Se ha quedado una bonita tarde para derrocar al crimen organizado, ¿eh?" le dijo como saludo, aunque estaba nervioso, muy nervioso.

Ver a Sol atemorizado no era una buena señal, pero Lucas estaba decidido a hacer lo que estaban haciendo, iban a destronar a esa escoria a toda costa, porque pensar en eso era lo único que le contenía de estamparle los sesos contra la pared por haber intentado dañar a Nolan. De modo que, respirando hondo y con una firme sacudida de cabeza le respondió que todo iba a salir bien.

¿Iba a salir bien? ¿Él qué sabía?

Bien estaba saliendo de momento, pero costaba. Era difícil encontrar a todos esos chicos escurridizos. Para cuando el reloj rozaba la madrugada quedó demostrado que no sería tan sencillo como pedirlo "Por favor".

Cada muchacho era una cabeza tozuda con la que pelear hasta conseguir que le acompañase a un lugar seguro.

—¿Y Joel? Él conoce a todos los chicos de Nacho... Podría hablar con ellos—Comenzó a decirle Sol. Lucas negó al instante.

—Joel está ocupado en otra cosa más importante, no puede ayudarnos.

—¿Más importante que esto?

—Se ha colado en el hogar de la inspectora de policía que llevará el caso de Crandford, cuando le encuentren nos avisará, nos irá informando de todo lo que la policía vaya averiguando. Necesitamos estar un paso por delante de ellos, siempre; o esto saldrá mal.

Sol pestañeó visiblemente sorprendido.

—Dios mío, ya estás hablando como ellos —Soltó peinándose el pelo hacia atrás suspirando.

Lucas no dijo nada, era cierto.

Decidieron, o más bien Sol decidió, pedir ayuda a Marta, su vecina.

Sol se presentó en su casa fingiendo un tono casual que le salía demasiado agudo, como si solo quisiera pedirle un favorcito de vecinos; como el que pide una pizca de sal para terminar una receta, pero el sudor de su frente le delataba.

Ella volvía de un largo turno de trabajo y cuando les abrió la puerta todavía no se había colocado el pijama. Marta se frotó los ojos cansados para arrancarse los últimos vestigios de sueño que todavía se aferraban a ellos para atender bien a lo que quisiera decirle con tanta urgencia.

Le explicaron todo lo que sabían sobre el crimen y la corrupción de su pequeña ciudad, que parecía tan tranquila y apacible desde fuera, le contaron todo lo que sabían sobre los asesinatos y que pronto el cetro del poder lo sujetaría un rey distinto. Intentaron obviar en su explicación a Nolan, pero era evidente que algo tenía él que ver. Para rematar su discurso, y así centrarse en lo realmente importante, Sol añadió:

"Marta, esos chavales están todavía en la calle y aquí se va a armar la de Dios. Tenemos que hacer que vengan aquí".

Marta agarró la correa de su Rottweiler para acompañarles. Desde luego, Tyson era una buena ayuda.

Y por ello estaba Lucas, cansado pero sintiéndose como el puñetero Superman, casi a las tres de la madrugada ojeando fotografías de las fichas de todos esos chicos. Sabiendo sus datos personales y por donde solían moverse fue mucho más sencillo.

Miró al muchacho frente a él. Levantaba las manos atemorizado por el perro que ladraba enseñando las fauces. Su cabello se retorcía en bucles anchos que brillaban dorados bajo la luz amarillenta de las farolas. Ese chapero tenía diecisiete años, era natural de Salamanca y sus padres habían muerto en un accidente de coche. Su abuela vivía, pero no quiso hacerse cargo de él. Lucas pudo saberlo porque toda la información de su vida, los datos de su trágica historia, estaban escrito con letra pequeñita y pulcra bajo su fotografía polaroid enganchada a esa ficha impersonal, casi como un curriculum de sus desgracias. Nacho le habría obligado a contestar esas preguntas antes de trabajar para él.

—Hola —le saludó amablemente. Sus ojos no se apartaban del perro que sujetaba Marta, apretando los brazos con fuerza para mantener a su fiera controlada— ¿Te llamas Gonzalo?

—¿Q-qué?

—¿Te llamas Gonzalo Sánchez Martín? —preguntó de nuevo Lucas, observando la ficha que Nolan le había enviado al teléfono desechable que le había dado para comunicarse con él. Controló su voz para hacerla lo más amable que fuese posible. El chico apartó su temor del perro para posarla en él.

—¿Cómo sabes mi nombre? Aquí todos me llaman Bruno, nadie sabe mi nombre de verdad.

—Tienes que venir conmigo —Él negó receloso. Casi leyó en su cara que pensaba que era un policía de paisano. Luego miró a Marta y esa idea se esfumó de su mente. No había mucha representación transexual en el cuerpo de policía de San Antonio.

—Escúchame. Está pasando algo importante con Nacho, créeme... es mejor que vengas conmigo. Me envía Nolan.

Su actitud cambió al instante. Se tornó brusca, hosca, y rotunda a más no poder.

—Si te envía Nolan ni de coña voy contigo.

"Vaya mala fama tiene mi chico, joder".

Lucas suspiró. El chico de ojos miel quiso darse la vuelta pero él le abordó de nuevo.

—Escucha, sé que tienes motivos para desconfiar...

—¿Desconfiar? No me fío una mierda. Si te envía Nolan por qué no ha venido él mismo a por mí ¿Qué está pasando? ¿Es uno de sus trucos para robarme?

—Nacho está acabado —Se detuvo por la sorpresa—. Si no lo está... Estará cerca de estarlo, ¿Vale? Se ha ido. Así que tú vas a venir conmigo sin hacer preguntas porque si te quedas aquí será peligroso para ti. Solo intento ayudarte ¿Lo entiendes?

La sinceridad de sus palabras, el libro abierto que era él y que informaba a quien quisiera leer su rostro de que lo que decía era cierto hizo que el chico asintiera asustado y les siguiera.

—¿A dónde vamos?

Lucas tuvo una idea que aceleraría bastante su labor.

—A un sitio seguro. Llama a todos los chaperos que tengas en la agenda de contactos ahora mismo, a todos —Ordenó serio, para suavizarlo añadió—: por favor.

—¿De verdad que esto no es un...? —Comenzó a preguntarle el muchacho temeroso de la respuesta. Lucas, llegando frente al edificio de Sol negó cansado y con poca paciencia.

—No sé exactamente qué está pasando. Pero si Nolan me ha pedido que os busque y os reúna es por una muy buena razón.

—No lo entiendes. Nacho no puede estar muerto. Nacho es intocable, es imposible.

—¿Tú conoces a Nolan? ¿Crees que le importa una mierda que algo sea imposible si es lo que le apetece hacer?

—¿Pero...?

—Nolan ha descubierto quién mató a Sky, Nacho le vendió, ¿Te enteras de una vez? Le vendió. Luego tu puto jefe intentó matarle a él, le ha traicionado, ¿Cómo crees que se lo ha tomado Nolan? ¿Se le da bien poner la otra mejilla, o es más de darse la vuelta y romperte la puta cara?

—Vale... Vale, entonces sí me creo que esté muerto.

—No he dicho muerto, he dicho "acabado", se ha largado de la ciudad.

—Ya, claro, claro. Lo que sea. Llamaré. Vale.

Sol se reunió con ellos, traía a dos más que al ver a Bruno se apresuraron a acercarse a él preguntando qué ocurría y Bruno les informó en un eficiente resumen, la ciudad pasaba de manos y estar en la calle les ponía en peligro. Mientras eso sucedía Sol se acercaba para decirle:

—Con este ya son treinta y dos. Esto es una puta mierda, Lucas. Así vamos a tardar mil años.

—¡Mira, Sol, no estoy para llantos! ¡Llévalos a tu casa! —Señaló el interior de su portal.

—Vale, vale ¡Tranquilízate, por Dios! —le dijo abriendo los ojos exageradamente, se giró hacia los chicos— ¡Pimpollos, vamos!

—Yo con esa cosa maricona no voy a ningún sitio —graznó uno de ellos juzgando las excentricidades del modelito de Sol, en especial su chaqueta. Todo ese lío había pillado a Sol vestido para destacar con una cazadora que no podía albergar más lentejuelas plateadas cosidas a su tela.

Conocía lo suficiente a Sol como para esperar que su reacción fuese defenderse con alguna broma hiriente, pero el insulto le había pillado completamente desprevenido y solo abrió la boca consternado. Se estaba jugando la vida por ellos, lo último que esperaba era ese ataque tan gratuito.

Lucas se acercó al chaval y le pegó una colleja en la nuca, y ese muchacho moreno acostumbrado a pelear con cualquiera se encogió bajo su mirada severa como si se tratase de su padre.

—¡El chapero homófobo! ¡VAMOS, NO ME JODAS! ¡PA' DENTRO! —dijo sin más empujándole hacia el portal como haría con su hermano pequeño.

—Que sí, que ya voy —Iba refunfuñando intentando mantener su ego, pero obedeciendo.

—Lucas —le llamó Sol frotándose el puente de la nariz— ¿Te he dicho alguna vez que los adolescentes me dan migraña?

—Pues prepárate porque vas a tener —Echó un vistazo a los mensajes que había recibido para asegurarse de la cifra— ochenta y dos en tu casa.

Sus ojos enmarcados en sombra de ojos ahumada se abrieron con asombro.

—No caben.

Lucas se puso la mano en el hombro para zarandearle un poco con una sonrisita que le tranquilizase.

—Con el lubricante adecuado e ilusión todo entra, Sol, deberías saberlo.

Sol suspiró cuadrando los hombros antes de desaparecer en su portal exclamando:

—¡Pues también es verdad! ¡Pa dentro! ¡Al ruedo, pimpollos!

El chico con el que Lucas había estado hablando, al que llamaban Bruno, se acercó a él.

—Si queréis... Puedo ayudar —Marta se acercó con el perro y él retrocedió— Puedo... Hablar... Con... Ellos...

—Nene, no hace nada si yo no se lo ordeno —Aclaró ella notando los dos pasos que había puesto de distancia.

—No es eso, es que soy alérgico —Le dijo, saltaba a la vista que estaba preocupado por cosas más importantes que por ese perro—. Si respiro pelo de perro me pongo fatal.

—Si pudieras echarnos una mano allí arriba sería genial —Lucas señaló el portal con la cabeza, reconduciendo la conversación.

—Contad conmigo. Yo soy...ERA—Corrigió apretando los labios—, Era amigo de Sky. Yo estaba con él esa noche, pero yo... no hice nada. Nolan me preguntó mil veces si sabía algo y yo... Quiero ayudar ahora, por favor. Dejadme hacer algo.

Lucas apretó afectuosamente su hombro, aunque no le conociera de nada, y le dio unas instrucciones que seguir.

**************************************

Eran más de las ocho de la mañana cuando por fin pudo respirar tranquilo, aunque la tranquilidad estaba lejos de ser una sensación presente en el apartamento de Marta, donde habían acabado hacinando a todos esos adolescentes porque Sol tenía toda la razón; en el suyo no cabían. Ni con vaselina ni con ilusión, ni cantando el puñetero repertorio de las Flos Mariae se obraría ese milagro. A las leyes de la física nunca le importaron las ilusiones y las necesidades de la gente.

Cerró la puerta a su espalda apoyándose en ella al instante. El apartamento de Marta era bastante más espacioso que el de Sol. Le recordó un poco al suyo propio, la cocina americana estaba también a la izquierda.

Bruno se había ocupado de mantener a raya a sus compañeros. Uno de ellos había intentado marcharse gruñendo que todo ese show era una tontería y el muchacho habían acabado peleándose con él antes de dejar que cruzase el umbral de la salida.

Aunque fue el perro, Tyson, quien terminó de convencer a los chicos. Siguiendo la orden de su dueña ese perro custodiaba esa puerta como cancerbero.

—Sol, ¿Te acuerdas de esa pizzería italiana que reparte en la salida del after, la que abre 24h? ¿Cómo se llamaba? —La pregunta de Marta le descolocó, pero Sol pareció entender qué pretendía y sonrió.

—IlDiavolo —Sol miró la hora en su reloj.

—¿Puedo Lucas? —Marta le miraba a él.

¿Le estaba pidiendo permiso?

—Sí. Haced lo que tengáis que hacer.

—Okey.

Para apaciguar la jaula de grillos en las que se había convertido la planta de sus apartamentos Marta se había plantado frente a esos chicos con una sonrisa y el teléfono en alto.

—¡SI OS PORTÁIS BIEN OS INVITO A PIZZA! —Vociferó. Acto seguido encendió su televisión grande y plana para poner el menú de Netflix. Le ofreció el mando a Bruno, se estaba tomando un antihistamínico apoyado en la cocina—. Pon una película o algo, guapo.

"Tremenda jugada, Marta" pensó Lucas sorprendido viendo como los chiquillos asentían dejándose llevar porque, al fin y al cabo, estar allí comiendo gratis era mejor que estar fuera dejándose follar. Se fueron sentando en cada rincón del salón para ver, aunque fuese de lejos, la televisión.

Lucas todavía recordaba el lugar donde vivía Nolan. Si él (que era el niño mimado de Nacho) no contaba ni siquiera con una nevera... seguramente ninguno de esos niños habían tenido la posibilidad de ver tranquilamente la televisión desde hacía tiempo.

Bruno hizo una rápida encuesta a mano alzada y la película ganadora en esa improvisada democracia fue Regreso al Futuro.

—¡Muy bien, Marta! —le dijo acercándose a ella asintiendo. Ella le sonrió encogiéndose de hombros.

—Tengo cinco hermanos pequeños —le explicó sin darle importancia mientras hacía el pedido de las pizzas por una app—. El secreto está en los sobornos y en mantenerlos entretenidos. Esto es sabiduría ancestral.

Lucas asintió riendo. Bruno subió el volumen del televisor y corrió a sentarse junto a un muchacho que le guardaba un sitio junto a él en el sofá, le recibió con los brazos abiertos para que se acomodase entre ellos.

Ese gesto le hizo recordar a Nolan, ¿Estaría bien?

Serpenteó entre los jóvenes sentados en el suelo hasta llegar al cuarto de baño. Esa repentina calma parecía artificial después de estar rodeado de tanto ruido. Sacó el Nokia para contactar con él.

Le escribió que había conseguido mantener a todos esos adolescentes insoportables en el apartamento de Sol.

No era del todo cierto, pero explicar que habían metido a Marta en todo ese lío le pareció demasiado complicado para hacerlo en un teclado tan antiguo. Golpeó las teclas repetidamente hasta que atinó con la letra que necesitaba y para cuando llevaba media frase escrita en abreviaciones sacaditas de los albores del año 2000 ya estaba deseoso de tirar el móvil por la ventana del aseo. Joder, ni recordaba como escribir en un teléfono que no fuese táctil.

Envió.

Recibió casi al momento un sms que rezaba:

"TQ mi amor Ers EL PUTO AMO".

Sonrió.

********************************************************************************************

Sol aparcó el coche con un volantazo violento en la entrada del camino de tierra, no querían poner sobre aviso a quien vigilase ese sitio.

No mucho después de recibir ese mensaje Nolan le había llamado con la voz albergando terribles presagios. Su novio sonaba como un hombre anciano desahuciado antes de tirarse a las vías del tren pero la determinación de su actitud mostraba todo lo contrario.

Le recorrió un escalofrío. El vello de su nuca se había erizado sin remedio.

Intentó formular bromas que en realidad iban más dirigidas a calmarse a sí mismo que a él, joder, quizá era eso lo que le estremecía, que él sonaba muy sereno.

Veinte minutos después, iluminados por la mañana, Sol y Lucas conducían hacia un camino de tierra que se adentraba en las profundidades del bosque en la periferia de la comarca, casi acariciando la costa, hasta encontrar lo que Nolan le había explicado que encontrarían. Una verja antigua sin cerrar.

Se acercaron casi a la carrera en la espesura del bosque, amparados por la sombra de los pinos y el fresco aroma de la naturaleza. El cielo hacía tiempo que había empezado a clarear pero les bastaba con eso para sentirse un poquito más seguros. Deseaba, con la garganta apretada por los nervios, que el único testigo de su presencia allí fuese el pequeño buho que ululaba sobre alguna de las ramas sobre sus cabezas.

—Ni idea de hacer esto. Lucas, estoy cagado de miedo —susurró Sol respirando hondo para infundirse un mínimo de serenidad frente a la puerta.

Tenían a los prepúberes en una pequeña casita de pescadores junto a la loma del acantilado que rodeaba la playa, construida antaño en los interiores de ese pequeño bosquecillo para que protegiese su techo de los rayos solares en los anfixiantes días de verano. Lucas estaba seguro de que desde las habitaciones de ese antiguo hogar se vería el mar golpeando contra las rocas y las casetas donde, tiempo atrás, los pescadores guardaban sus embarcaciones.

—Ni yo, pero... pero hay que echarle valor ¿Vale, Sol? —Se giró hacia él para verle asentir— Allí dentro hay tres chiquillos que nos necesitan y los vamos a sacar de ahí pase lo que pase.

Sol asintió de nuevo respirando hondo. Lucas sacó la pistola que Nolan le había dado. Había pasado a recogerla de su apartamento repitiendo en bucle su voz diciéndole "Por si acaso".

—Psicólogo, ¿Te han dicho alguna vez que eres muy valiente?

Intentó no soltar una carcajada.

—¿Valiente yo? Pero si estoy temblando.

—Ya, bueno. Pero estás aquí... Yo... Yo no estaría aquí.

—Pero lo estás, y sé que no es gratis. No sé qué te ha prometido Nolan cuando te ha llamado pero... gánatelo. Así que vamos a echarle cojones, ¿Vale?

—De acuerdo, jefe.

Lucas frunció el ceño sorprendido de que volviesen a llamarle así pensando "¿Desde cuándo soy yo el jefe de nadie?".

Y entraron.

La puerta de ese lugar no se cerraba jamás, Lucas supuso que por razones obvias de negocios turbios, quien quisiera adentrarse en aquella casita quería privacidad; y llamar al timbre no parecía lo más discreto, la verdad.

Lucas entró despacio, muy despacio, sujetando esa pistola que él no sabía usar.

La entrada daba directamente a un salón minúsculo poco iluminado por las rendijas de una ventanita de fulgor amarillento. Un hombre dormía espatarrado en el sofá viejo que habían colocado al fondo del salón rectangular, frente a una televisión que emitía los minutos finales de un concurso.

Ese tipo roncaba, ajeno a su presencia allí. Lucas miró a su alrededor, tanto la mesita frente al sofá como algunos rincones del suelo estaban abarrotados de envoltorios de comida precocinada para calentar al microondas, latas de refrescos, botellas de licor. Ese tal Iker debía pasar mucho tiempo allí.

Mirando el vertedero a su alrededor sus atención se quedó encallada en un uniforme que descansaba perfectamente doblado en una silla junto al pasillo que debía conducir a las habitaciones, allí vio cuatro puertas de madera deslucida.

Se acercó a ese uniforme de traje en el que resaltaba una placa dorada, con el resplandor de la televisión parecía destacar más que ninguna otra cosa, ¿Había sido testigo esa placa de policía de como compraba muchachos para asesinar?

La pistola en sus manos temblaba, aunque lo que tiritaba no era ese objeto si no él.

Le hizo una seña a Sol para que intentase abrir las puertas.

El sueño de ese hombre se desvaneció bruscamente, notando su presencia allí, o quizá escuchando el crujido de la madera cuando Sol intentó abrir la primera puerta.

Lucas apuntó a la cabeza a ese tipo, Sus ojitos marrones le miraban fijos y amenazantes. Levantó las manos lentamente poniéndose en pie.

—¡NO TE MUEVAS! —gritó Lucas, su voz sonó clara pero era evidente que era presa del miedo.

—¡Lucas, la puerta no se abre!¡Están cerradas con llave! —Oyó que decía Sol tirando del pomo. El hombre frente a él sonrió con arrogancia. Él debía tener la llave— ¿Qué hago?

—¡Rómpe la maldita puerta! —ordenó.

—No puedo creer que tenga que hacer esto como si fuese Rambo, ¡Eh! ¡Apartaos!

Lucas tenía los ojos puestos en ese tipo, alerta, pero se sobresaltó sin poder evitarlo cuando oyó el estruendo que provocó Sol rompiendo la cerradura la puerta de una patada. De algo le servía ser un hombre tan robusto por primera vez en su vida.

Como él, tres niños también se sobresaltaron y les oyó gritar.

Ese pequeño momento de vacilación fue todo lo que el policía necesitó para agarrar su antebrazo y retorcérselo en un movimiento que obligó a Lucas a abrir la mano por la tensión.

¿En qué puñetero universo alterno él, que nunca se había peleado con nadie, podría luchar cuerpo a cuerpo con un entrenado oficial de policía?

Pero recordó lo que Nolan le había enseñado aquella tarde en su apartamento; y se tiró sobre su espalda en un intento patético y desesperado de que no agarrase la pistola. Su peso le hizo caer, y le sujetó por el cuello en esa ridícula llave que él jamás había aprendido a hacer bien.

—¡SOL LA PISTOLA, LA PISTOLA! —gritaba sin poder girarse, porque ese tipo le había retorcido el antebrazo de nuevo antes de golpear su tripa y el dolor le inmovilizó.

Cuando pudo ver con claridad Sol no sujetaba el arma, que descansaba todavía en el suelo, pero estaba forcejeando con el oficial. Gracias al cielo él sabía enzarzarse en peleas callejeras de manera mucho más efectiva y mucho menos ridícula.

Las tres figuras lo miraban todo desde la esquina junto al pasillo, alejándose de ellos tanto como la pared lo permitía. Dos chicos y una chica que rozaban las primeras etapas de la adolescencia; y en sus ojos aterrorizados Lucas pudo leer horrores que él jamás podría siquiera imaginar.

Uno de esos niños, el que parecía el más menudo pero también el más valiente, interponía su cuerpo intentando proteger a su compañera. Ese crío tenía algo en su rostro, quizá una marca de nacimiento en su mejilla.

Lucas no pudo poner más atención en ellos porque el tipo se había quitado de encima a Sol con un puñetazo. Lucas se arrastró por el suelo para agarrar la pistola y apuntarle.

Pero el oficial también se había movido rápido, había agarrado un cuchillo sucio de entre las entrañas de la basura que se apilaba en el suelo, de un viejo olvidado envoltorio de tortilla para microondas y, en lugar de dirigirlo hacia ellos como hubiese esperado Lucas, había tirado de la mano del niño con la marca en la cara hasta agarrarlo en volandas apuntando con el cuchillo su cuello.

Sol tragó saliva y retrocedió.

—Eh, Vamos a calmarnos. Por favor, suelta a ese crío....

—¡DEJAD QUE ME VAYA O ME LO CARGO! ¡ME LO CARGO! —La vena de su cuello se extendía hasta su frente palpitando por lo alterado que estaba.

—Maldito hij... —Lucas no dejó de apuntar.

—¡Lucas! Baja el arma, deja que se vaya.

—No.

El chaval que mantenía en el aire sujetándolo contra su pecho como un escucho humano parecía muy asustado, lloraba. También lloraban los otros dos, que se encogían intentando hacerse invisibles junto a la pared. Pero ninguno gritó, lloraban en silencio pero ninguno emitió el más mínimo sonido, y eso fue lo que le devastó.
Ella era menuda y morena, su piel de canela resaltaba unos ojos verdes que relucían aterrorizados. El otro chico era alto, parecía algo mayor pero delgado, de cabello rojizo y dueño de unos ojos oscuros que evitaba posar en su amigo para no ver como iban a degollarle frente a él.

Ningún sonido salía de sus bocas, habían aprendido que si gritaban era peor, mucho peor. Parecían animalitos silenciosos pegados a la esquina de ese muro.

—¡SUÉLTALO!

Esas lágrimas era lo único que veía.

Él apretó el cuchillo contra su piel con más fuerza.

—¡QUE ME DEJÉIS IR, HOSTIA!

La luz de la ventana iluminó por fin el rostro de ese crío, sus ojos eran prácticamente negros de oscuros que eran, sus labios finos tenían una herida y... y su marca de nacimiento no era tal cosa.

Lucas empuñó el arma con fuerza, temblando de rabia comprendiendo que lo que ese niño tenía en la cara era un mordisco, alguien había mordido su carne con tanta saña que sus dientes habían atravesado su piel, marcado su rostro en finas heridas rojizas a medio curar.

Tendría para toda su vida la cicatriz del mordisco de un bastardo en la cara.

Le costaba respirar, le costaba pensar. La ira se lo comía.

Levantó el arma. Apretó los dientes. Vio como el brazo del oficial se tensaba para apretar el cuchillo y deslizarlo por el pequeño cuello. Sus enormes ojos oscuros se cristalizaban de horror y él seguía sin emitir palabras.

Y, sin más, Lucas disparó.

Lo hizo por rabia, miedo y amor, por puro y duro cariño hacia esos pobres muchachos que temblaban frente a ellos y por ellos se vio dispuesto a hacer algo que de otra forma no hubiese pensado ser capaz de hacer.

Disparar.

El ruido encogió a todos los presentes. La bala impactó en su pierna provocándole el dolor suficiente para que cayese a un lado, liberando lo suficiente el agarre para que el niño se escurriese.

A pesar de todo, él intentó agarrarle, apretó la tela de su vieja camiseta. Bajó el cuchillo para clavárselo a ese niño en la espalda, como en una secuencia lenta, Lucas vio como el filo se hundía unos centímetros antes de disparar de nuevo.

Sol apretó el brazo de ese escudo humano entre su manaza y tiró de él para sujetarlo y apartarle de allí alzándolo en los aires. Le soltó junto a los otros que miraban al hombre en el suelo.

Lucas también le miraba, su estómago era un volcán de sangre y de su boca salían gritos con las más terribles amenazas. Se retorcía.

Lucas soltó la pistola caliente a sus pies y se llevó las manos a la cabeza.

—¡NO SABÉIS LO QUE HABÉIS HECHO! ¡OS VOY A MATAR! ¡NO SABÉIS CON QUIÉN OS ESTÁIS METIENDO! —gritaba ese hombre. La sangre salía lenta pero constante. Intentaba tapar el estómago con sus manos temblorosas. Intentó levantarse y cayó al suelo de espaldas mareado por el intenso dolor.

—¿PSICÓLOGO QUÉ HAS HECHO?

—No lo sé.

—¡LUCAS LE HAS DISPARADO A UN POLICÍA! ¿Y AHORA QUÉ HACEMOS?

—¡OS VOY A MATAR HIJOS DE LA GRAN PUTA!

—¿Estáis bien? —preguntó Lucas a los tres infantes, ignorando la histeria de Sol. Los niños asintieron al mismo tiempo. El herido se frotaba la espalda pero Lucas, levantando su camiseta, pudo comprobar que no era grave.

—¡LE HAS DISPARADO A UN POLICÍA! —repetía su amigo— ¡SE VA A DESANGRAR! ¡O PEOR, SIGUE VIVO! ¿Y SI SE RECUPERA? ¡NOS RECONOCERÁ! PASE LO QUE PASE ESTAMOS BIEN JODIDOS, ¿PERO QUÉ COJONES HAS HECHO?

—¿Qué otra opción tenía? ¡Iba a clavarle eso a ese niño!

—¿COMO ARREGLAMOS ESTO, DIOS MÍO? —gritaba Sol yendo de un lado a otro de ese mugriento salón.

—No os preocupéis, chicos —Oyeron que decía una voz juguetona, casi felina, de regusto optimista pero tintineo amargo y cruel. Se dejaba escuchar desde el hueco de la puerta abierta, esa voz parecía flotar en el aire y pertenecía a un joven de no más de veinte años que se retiraba unos auriculares inalámbricos para guardarlos tranquilamente en su bolsillo—. De este ya me encargo yo.

Se giraron tan bruscamente que el joven que les observaba desde allí elevó las comisuras de sus labios finos con cierta condescendencia. Su hermoso rostro de veinteañero agraciado lucía una piel clara y una pequeñita nariz respingona atravesada por una herida reciente. Sus pómulos destacaba una estructura facial angulosa algo risueña. Esos rasgos tan marcados destacaban estando su cabello tan corto, casi rapado. Sus ojos brillaban pícaros, desvergonzados y voraces.

Sus manos portaban elegantes guantes de cuero fino; y una de esas manos sujetaba, en una actitud de enorme tranquilidad que resultaba escalofriante dadas las circunstancias, la correa de una funda de violín a su espalda.

Una espalda estilizada y en forma.

Lucas se volteó para mirarle bien. Era alto, tanto como Sol. Sus piernas largas portaban unos pantalones negros de tejido denso y de apariencia cara. El resto del elegante traje lo formaba una camisa de algodón negra que Lucas no podría permitirse ni ahorrando durante meses y que, era evidente, ese muchacho portaba como una segunda piel tapada bajo un abrigo del mismo color. Su elegancia era un duro contraste en el vertedero donde se encontraban.

Avanzó hacia ellos tranquilamente con la seguridad del demente. Lucas reconoció al instante en la fuerza de su presencia las mismas hordas de locura que guardaba Nolan dentro.

Sus ojos grises de frío hielo se clavaban en ese hombre que empezaba a estar demasiado mareado para gritar... O quizá fuera el miedo quien cerraba sus labios. Incluso el bosque parecía haber callado. El ímpetu de sus malas intenciones hacia ese tipejo era tan evidente que nadie se atrevió a interrumpir.

Lucas y Sol se quedaron estáticos viéndole pasar entre ellos sin prestarles la más mínima atención porque a paso lento se acercaba al policía.

Aunque en su piel expuesta no vio rastro de ningún otro tatuaje, la cruz de su pómulo resaltaba en la piel de su rostro.

Eso le llamó tanto la atención que dio un paso al frente.

—¿Pero quién eres tú? —susurró, sin embargo, su voz sonaba tímida y cohibida frente a él.

El joven dejó de darles la espalda virando sobre sus talones en un movimiento de alegre agilidad, imperturbable pese al caótico ambiente, ingobernable.

Le tendió en un movimiento fluido una tarjeta, recién salida de su bolsillo, parecida a las que él mismo tenía para captar clientes. Negra y de una innegable calidad solo ponía en impecables letras doradas, sin nombres ni números de teléfono:

CHAOS.
Private Security. 
Errorless.

—Yuri Mebrevich, encantado —Extendió su mano enguatada hacia ellos de manera profesional, y aunque sonaba realmente jovial su tono no dejaba de parecer el de un ejecutivo que se prepara para exponer en una reunión—. Me envía Serhii.

Lucas se la estrechó lentamente, sin asimilar qué estaba sucediendo. Lo que sí captó fue que pronunció el nombre de su novio con una perfecta fonética.

—¿Sirí? ¿Serí? ¿Quién es Si... Se-erí? —Sol comprendía todavía menos.

—Es el nombre real de Nolan —susurró Lucas cuando él les dio la espalda de nuevo.

—¿Quién le ha disparado? —preguntó en voz alta— Serhii me dijo que no quería más muertos. "Contrólate Yuri, que te conozco. Es importante que no muera nadie más" —Notó el intento de imitar la voz áspera de Nolan, fruncía el ceño intentando ponerse muy serio para parecerse a él. Lucas estaba tan asustado que no supo qué decir, pero de no haberlo estado hubiese roto a reír— Y cuando llego aquí me encuentro con un disparo en el estómago. Menuda chapuza... Vaya unos rebeldes insubordinados, chicos. Bueno, ¿Pero quién ha disparado? —Buscó una respuesta volviendo hasta ellos. Lucas levantó la mano nervioso— Eres El Psicólogo, ¿Verdad? ¿Tú eres el jefe?

—¿El jefe? —Debía parecer completamente retrasado repitiendo confuso. Pero vio a Sol asentir a su lado y Yuri le sonrió. Su sonrisa era magnética, guardaba delirios en ella, era la de un animal salvaje de caninos y premolares algo puntiagudos.

—Serhii me dijo que te obedeciera solo a ti. Bien, bien. Me gustas —Lucas pestañeó confuso y Yuri miró a Sol doblando la cabeza—. Y tú también, me mola tu ropa. Es cool. Tu chaqueta dice Tino Casal pero tu maquillaje dice Rihanna. Me gustáis.

—Gra-gracias...

—Eloise, Eloise —canturreó Yuri por lo bajo en un murmullo muy agudo.

—¡OS VOY A MATAR! —gritó de pronto el tipo, había recuperado la consciencia sobresaltando a todos menos a Yuri, que rodó los ojos negando con burla.

—Mmm... ñé —le dijo cruzándose de brazos.

Dejó la funda de su violín en la pared junto a los chiquillos y se acercó a ellos, arrodillándose hincando una rodilla para quedar a su altura.

Sus ojos miraban a conciencia la cicatriz del mordisco del niño.

—¿Él te hizo eso? —preguntó. El niño negó lentamente. Yuri sonrió amable elevando una de sus comisuras— ¿Él le cobraba dinero a los que te lo hicieron? —Asintió despacio— ¿Os ha tocado a alguno? —Volvió a asentir y señaló a la niña con el dedo pulgar. Al hacerlo dejó a la vista marcas de ataduras en sus muñecas— ¿Y os ha pegado?

Asintió enérgicamente.

—Mucho. Cuando bebe se enfada.

—¿Cómo os llamáis? —preguntó Yuri amable pero frío, sin dejarse llevar por sentimentalismos.

—Yo Miguel —respondió él. Miró breve a los niños tras su espalda, como si les protegiera notando igual que Lucas que lo que llevaba ese joven dentro era peligroso—, Él es Óscar y ella es Oana, pero no habla español. Ya estaba aquí cuando llegué yo.

—¿Oana? —murmuró Yuri pensativo y miró a la niña, que retrocedió— Mă înțelegeți?

Ella asintió sorprendida.

—Y.

—Ce mai faci? —le preguntó. Ella se encogió de hombros con un puchero en el labio inferior.

Yuri miró de nuevo al niño marcado llamado Miguel.

—Aunque no te lo creas yo fui como tú —le dijo, sus manos se deslizaron hasta su camisa desabotando despacio lo suficiente para dejar al descubierto su pecho— ¿Lo ves? Lo mismo.

Tanto ellos como Lucas pudieron ver marcas muy parecidas a la que portaba Miguel. Alguien había mordido a ese muchacho tan fuerte que todavía llevaba en su piel ese recuerdo, gordas cicatrices dibujaban medias lunas donde los dientes habían desgarrado en su pectoral cerca de su pezón izquierdo. Esos niños miraron las señales y viendo que compartían el mismo pasado cuando levantaron la mirada sus ojos brillaron frente a ese chico, con su ropa elegante y su actitud segura, como si fuese el mesías.

—¿También te hacían...?

—Sí, ¿Veis esto? —les dijo señalando el tatuaje de su rostro. Su actitud juguetona engatusó a los niños por completo, parecían fascinados. Les sonrió como si se tratase de un enigmático misterio. Estaba tan loco que Lucas se estremeció— Los que nos hacían esas cosas tan, tan, tan malas dejaron de venir a mi hospicio porque había una guerra, ¿Sabéis cómo es una guerra, chicos? Las cosas explotan y hacen ¡BUM! —Elevó las manos violentamente y aunque eso les hizo reír tanto Lucas como Sol dieron un respingo asustados—. Así que nos eligieron para que fuésemos nosotros a sus casas. Nos tatuaron la cruz de su dios para que, aunque nos escapásemos, todos supieran de donde veníamos... Y a quién pertenecíamos. Así nadie nos ayudaría. Nos encontrarían.

Lucas intentó tragar saliva. El silencio que reinaba mientras él tejía su relato, que Lucas sabía que también compartía su novio, parecía casi religioso.

Yuri se giró hacia Lucas y le sonrió levemente antes de proseguir. Parecía que solo le hablaba a él:

—Mis amigos: Viktor, Serhii, Vanko y Camila. Uno murió y todo se rompió. Serhii enloqueció un poco más de lo que ya estaba. Serhii siempre estuvo cu-cú, muchísimo más cu-cú que yo —Los niños rieron. Lucas no supo qué decir—, y se fue... —Dibujó la mueca universal que decía "¿Qué le vamos a hacer?"— Pero antes de eso éramos un equipo. El día que nos hicieron este tatuaje hicimos una promesa; Y por eso estoy aquí, por esta cruz, porque Serhii me ha llamado. Todos estamos aquí.

Sin saber determinar por qué esa idea hacía que se estremeciera, se encontró tragando saliva imaginándose a esos huérfanos dementes llegando a la ciudad por una promesa.

Yuri le sonrió ampliamente, alegre y condescendiente; Se giró hacia los niños en un movimiento violento para seguir contándoles.

—Cuando hicimos ese juramento esto —Se tocó la cara, justo sobre su cruz— dejó de significar lo que ellos quisieron que fuera y se convirtió en un lazo que nos une, en amistad, en un contrato verbal. Y lo mismo pasará con vosotros, os lo prometo. Ahora os sentís mal... os sentís solos y pequeñitos, rotos, las sobras. Pero creedme, no es así. Yo lo sé. Sois grandes. Un día creceréis y tendréis la oportunidad de hacer algo al respecto. Lo superaréis si decidís hacerlo, como un sueño feo. Seréis lo que decidáis ser; como le pasó a esta cruz y como me pasó a mí. Es así como se gana. Cuando te conviertes en lo que quieres y no en lo que ellos quisieron hacer de ti.

Ni habiendo aparecido desde los cielos el mismísimo Jesucristo diciendo "Dejad que los niños se acerquen a mí" le hubiesen mirado con el mismo respeto. Él se acercó para susurrarles guiñando un ojo mientras se abotonaba de nuevo la camisa:

—¿Queréis tener miedo y compadeceros de vosotros mismos por lo que os han hecho? —Ellos negaron— ¿Seréis valientes y no les dejaréis ganar? —Asintieron— Y decidme, ¿Os gustaría que mate a este tío? —Asintieron de nuevo, eran muy conscientes de lo que estaban deseando— Muy bien, chicos.

Yuri se puso en pie y les miró a ellos, que se habían apartado sin saber qué decir o hacer. El hombre que se desangraba lentamente intentó escapar arrastrándose. Él rio realmente emocionado.

—¡Lo siento tío, ellos mandan! —Se encogió de hombros.

Se acercó tranquilamente y con un movimiento enérgico de futbolista amateur le pateó el rostro.

Sacó del bolsillo de su pantalón el par de auriculares y se los colocó de nuevo casi en un ritual ceremonioso; y frente a todos comenzó a bailar.

Sus pies se deslizaban por el suelo arrastrándolos de un lado a otro apoyando la punta tras los talones, parecía flotar. Lucas había visto ese movimiento de shuffle en vídeos de Youtube, pero verlo en persona resultaba impresionante.

Sol le miró de soslayo por si Lucas sabía qué estaba sucediendo, pero la verdad era que Lucas estaba pasmado viendo a ese chico mover los hombros y las caderas al mismo compás mientras se quitaba la chaqueta americana de su traje:

—Please allow me to introduce myself, I'm a man of wealth and taste —Le cantaba la canción de los Rolling Stones a ese hombre que, mareado y sangrando, le miraba atemorizado desde el suelo sin apreciar tan esmerada performance. Movía las caderas elevando los brazos al ritmo de Sympathy for the Devil— I've been around for a long, long year...

Bailaba por la habitación rodeando al hombre hasta reposar el maletín en el sofá para poder abrirlo.

—Lucas... —susurró Sol, Lucas le hizo un gesto para que se callase. No estaba seguro de cómo se tomaría ese completo lunático una interrupción.

—Stole many a man's soul to waste —Abrió la funda de su violín silbando moviendo las manos al compás de su canción, en ella no había ningún instrumento, vieron perfectamente un arma de largo alcance con mira telescópica desmontada, tal como las que Lucas suponía que usaban los francotiradores del ejército. Enganchadas al interior de terciopelo de la funda también pendían varias armas compactas y dos cuchillos. Sonrió— ¡Uh, uh! ¡Uh, uh! —Cuchillos que tomó en cada mano— Chicos, gracias por venir a por los chavales. Habéis sido de gran ayuda. Pero ya me hago yo cargo de limpiar el problema. Llevaos de aquí a los mocosos, esto no será un espectáculo agradable.

Como mucho atinó a tragar saliva asintiendo.

Sol se apresuró a agarrar a los niños del brazo para sacarles de allí rápidamente.

Lucas decidió quedarse rezagado para acercarse a él mirando al hombre en el suelo. Había perdido de nuevo el conocimiento, ya no le cantaba pero seguía moviendo al ritmo de la canción la pierna derecha. Susurraba un "Uh, uh" de tanto en tanto.

—¿Qué vas a...? —Se atrevió a preguntar. Pero él le ignoró.

—Lo que les he dicho es mentira —Se mordía el carrillo tan infantil que Lucas, pese al miedo y el respeto que le provocaba el amigo de su novio, sintió un enorme deseo de abrazarle—. Cuando te hacen lo que a ellos no se olvida. Puedes superar que te suceda una vez, o dos... Pero lo que les han hecho a ellos no se arregla. Cuando crezcan será peor, porque les han arrancado un trozo de su ser; algo dentro tan íntimo y chiquitito que nadie lo entenderá. Dirán que lo entienden pero nadie lo entiende; y ese hueco es difícil de llenar, no se llena jamás. Cuando alguien les bese o les toque... se acordarán de esto, nada de lo que debería ser nuevo será nuevo...—Chasqueó la lengua de forma infantil—. Pero me hubiese gustado que alguien me dijera eso a mí de pequeño. Que alguien me dijera que todo me iría bien. Me hubiese gustado mucho.

—Siento mucho lo que os pasó, Yuri.

El chico asintió y sus labios vocalizaron un "Lo sé" aunque su voz salió tan apagada que apenas pudo escucharle. Luego carraspeó y dijo:

—No me gusta mentir, psicólogo. Yo nunca miento. Pero esto no cuenta ¿No? Es una mentirijilla piadosa.

Lucas asintió.

—Gra-Gracias.

Y de pronto, repentino y sin sentido; sus ojos grises brillaban de pura ilusión.

—No hay de qué, es mi trabajo. Estoy aquí para cumplir con lo que Serhii mande; y eso es protegerte. Le sacaré la bala de tu arma y le limpiaré para borrar tus huellas antes de deshacerme de él. Nuestro colega tendrá un accidente, nadie sospechará.

Lucas no podía creer que le hubiese disparado a un hombre, a un policía corrupto, y que no fuese a sufrir ninguna represalia por ello. Pero se vio a sí mismo aceptando el trato, sin querer indagar más qué iba a ser exactamente de ese desgraciado.

—Gracias, Yuri —Extendió la mano de forma solemne—. Bienvenido al Escuadrón de los Bichos Raros.

—Un placer.

Se la estrechó.

Lucas dio el encuentro por concluido dirigiéndose a la puerta hasta que le oyó decir:

—Ah, oye, Psicólogo. Serhii me dijo que le llames cuando puedas. Le tienes loquito de amor, ¿Qué le has dado?

—Pues no sé...

Sus ojos le recorrieron crítico con una ceja alzada antes de dibujar una mueca pícara arañando el aire imitando a un tigre con su mano enguatada.

—Algo tendrás. Tú sigue igual, buen trabajo, machote.

—Va-vale —No quería enrojecer pero lo estaba haciendo.

—¿Fumas?

—¿Qué?

—Que si te sobra un cigarro —Cuando Lucas le respondió que él no fumaba Yuri le dio unas pataditas a la pierna del policía inclinándose sobre él— Amigo, ¡Eh, amigo! ¿Tú fumas? —Él seguía más inconsciente que despierto y no respondió a la pregunta. Yuri se giró hacia Lucas disgustado— ¿Pero qué haces aquí todavía? Venga, psicólogo, lleva a los niños a un lugar bonito. Dale, dale. Goodbye. Da svidaniia . Auf wiedersehen. Ciao, Ciao, arrivederchi.

No hizo falta que se lo dijera en más idiomas.

Salió de esa casa y se reunió con ellos en el camino de tierra. Agarró a los niños del hombro y salieron de allí casi a la carrera, Lucas sostuvo en brazos a Oana porque iba descalza.

Para cuando subieron al coche los niños parecían realmente felices, los tres se abrazaban en el asiento trasero sonriendo ampliamente.

—Me cago en San Pito Pato, Lucas. Casi me desmayo —masculló Sol apretando fuerte el volante entre sus manos. Lucas asintió y no se privó de sonreír— ¡Lo juro por La Reina de Triana que más os vale recompensarme como Dios manda!

No podía creer que hubiese salido bien.

El corazón le iba a mil.

Se giró hacia los animalitos silenciosos que celebraban su libertad en el asiento trasero dando saltos y con aspavientos de brazos.

—Me llamo Lucas, os voy a llevar a un sitio seguro ¿vale? —se presentó y ellos asintieron ilusionados. Incluso Oana, que no entendía nada, le dijo algo que parecía una palabra de agradecimiento— ¿Tenéis familia o algún sitio a donde volver?

—Yo tengo una abuela en Manacor —le respondió tan pronto Óscar que Miguel le reprendió.

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Ellos no consintieron ser tocados de nuevo por nadie que no fuese Lucas, con sus enormes ojos cariñosos que les reconfortaba al instante. Se bajaron del coche agarrados entre ellos con fuerza, cerrando los puños desesperados a la ropa de los otros dos. Cuando Lucas sujetó Oana en brazos tanto Miguel como Óscar se sujetaron a su pie para asegurarse, de alguna forma, de que no se la llevaba de su lado sin que ellos se dieran cuenta. Ella, Oana, se agarró a Lucas algo recelosa buscando constantemente a sus compañeros con el mismo temor.

Llamó por tercera vez a Nolan, tras mandarle no menos de cinco SMS sin respuesta. Bufó nervioso cuando la llamada tampoco fue contestada. Pero el más joven, Miguel, le preguntó a dónde iban y decidió aparcar sus preocupaciones hasta ponerles a buen recaudo. 
Miguel parecía el cabecilla por su valor y su inteligencia (Intentó concentrarse y no pensar en lo muchísimo que ese niño le recordaba a su novio). El chico parecía preocupado.

—No os pasará nada malo, ¿vale? Estaréis bien. Es que...

—Es que no lo sabéis, no sabéis dónde llevarnos —Demasiado inteligente para sus doce años, su mirada era de anciano. Era como un Nolan en chiquitito, mierda, y su novio no contestaba al teléfono.

Llamó a Nolan de nuevo, nadie contestó.

—Esto no es normal —susurró negando nervioso. Dejó a Oana descalza en el suelo y realizó, una detrás de otra, tres llamadas más.

Ninguna fue satisfecha.

—¿Psicólogo, qué hacemos ahora? ¿Les llevamos a mi apartamento hasta encontrar otro sitio?—preguntaba Sol acercándose.

Lucas suspiró para mantener la tranquilidad y a pesar de que ese era un tema lo bastante importante como para apartar el teléfono le hizo una señal a Sol para que aguardase y lo intentó de nuevo.

Sin respuesta.

Volvió a marcar.

—Le ha pasado algo. Algo está mal —dijo. Sol apretaba los labios impaciente.

—Lucas. Céntrate.

—Le ha pasado algo a Nolan, no me contesta el teléfono y eso es... —Imposible, era imposible. Nolan siempre le contestaría al teléfono, solo la muerte (o alguna desgracia equivalente) lo impediría en una situación como en la que estaban metidos.

—Lucas, sé que estás preocupado y sé que le quieres mucho... pero aquí tenemos tres problemas muy gordos. Estos nenes han visto la cara de la basura más grande de la ciudad, y la de ese policía. Pronto les buscarán para quitarlos de en medio, ¿lo entiendes? Que cada uno de estos chavales es testigo de un montón de delitos.

—¿Podrías no decir esas cosas delante de ellos, por favor?— replicó Lucas frunciendo el ceño. Sol se encogió de hombros.

Sol siempre era demasiado sincero, era un bocazas irreflexivo.

De todas maneras, sí, ya lo había pensado.

Y por ese motivo era mejor que ninguno de los chicos que aguardaban arriba les viese. Menos ojos que ven, menos bocas que hablan, decía el refrán. Quería tranquilizarse para centrarse. Pero Nolan se le atravesaba en el pensamiento y no le dejaba razonar.

Algo le había sucedido a su guerrero, lo notaba en el pinchazo que le pinzaba algo en su interior. Su pecho subía y bajaba tan rápido que el aire que entraba salía a tal velocidad que no parecía respirado.

Que se le hacía pequeño el mundo y las paredes a su alrededor se aplastaban solo de pensar en perderle, que si a Lucas le daban a elegir entre salvar el mundo o a él, lo tenía muy claro. Joder, ya podía el mundo arder; él mismo prendería la cerilla que redujera al planeta en cenizas si con ello se asegurase de tenerle a su lado el resto de su vida.

Se frotó el rostro cansado, le temblaban las manos.

Suspiró.

—Vale —consiguió decir—Necesitamos encontrar un lugar seguro donde esconderles. Un lugar con alguien que tenga unos cojones enormes que pueda protegerles, y que no tenga ningún miedo ¿Dónde podríamos llevarles? Necesitamos a alguien que sea de confianza. Alguien que... Dios, ¿Dónde encontramos a alguien tan íntegro pero que esté dispuesto a mearse en la ley?

—Creo que sé quién podría ser así —Le interrumpió Sol palmeando el aire ilusionado.

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En ese momento Marga miraba a los niños con los ojos anegados en lágrimas y la boca tapada por su manita rechoncha.

Sol había entrado para explicar parte de la historia apoyado en la barra de la cafetería 24h, ella había aguantado la respiración pero finalmente había asentido echando de la cafetería a los feligreses que desayunaban diciendo a gritos que tenía una plaga de cucarachas y que debía cerrar para llamar al exterminador.

—¡TODO EL MUNDO FUERA ANTES DE QUE VENGAN LOS DE SANIDAD! —Le oyeron gritar cerrando la puerta, luego echó las persianas de las cristaleras y Sol se asomó hasta la calle para buscarles donde esperaban hasta tener vía libre.

—¿Allí habrá tarta? —le había preguntado Miguel, Lucas asintió.

—Y una tele grande, la veo —añadió Óscar.

Quince minutos después de explicaciones Marga asentía nerviosa caminando por la trastienda de su cafetería 24h con un cigarro en la mano, más histérica que tranquila.

Lucas fue sincero. Pudiera ser que Joel consiguiera sus objetivos mintiendo, pero él había comprendido que diciendo la pura verdad estaba consiguiendo más ayudas y alianzas que si quisiera mentir.

De todas formas, mentía fatal.

Marga se daba golpecitos con la yema de sus dedos en el labio pensativa antes de decir:

—Antes, esta noche... han pasado por aquí unos tíos rarísimos, han entrado.. me han mirado y se han ido. Como dos minutos después una chica rubia con una cruz tatuada en la cara —Lucas frunció el ceño recordando a los amigos de infancia de Yuri "Viktor, Serhii, Vanko y... Camila". Él mismo lo había dicho, todos estaban allí— se ha sentado en la barra y ha pedido un batido de fresa. Después me ha preguntado si era cierto que yo colaboraba con Nacho dándole de comer a sus prostitutos menores de edad, si hubieses visto lo seria que estaba... me ha dado mucho miedo. Yo le he dicho que no me siento orgullosa, pero que si fuera necesario colaboraría con Hitler o con el Diablo para mantener mi cafetería en pie, es lo que pienso, es la verdad. Él la hubiese calcinado si me hubiese negado, y de todas formas... esos niños merecían comer mejor de lo que lo hacían.

—¿Y qué ha dicho ella?

—Se ha reído. Luego me ha dicho que Nacho se ha ido, y me ha preguntado si tendría algún inconveniente si la ciudad pasase a otro dueño. Le he dicho que, bueno... ya sabes, que me da igual mientras me dejen tranquila. En ese momento no me lo acabé de creer. Ella solo asintió y después llamó por teléfono. Dijo algo en polaco o no sé.

—¿Sonaba a ruso?

—Bueno, no lo sé. Solo sé que ha pagado el batido y se ha largado sin probarlo. Me he quedado tan asustada que ni siquiera he vuelto a casa, me he quedado aquí por la mañana por si alguien venía a quemar mi cafetería. Porque al principio no creía posible que...p-pero esta noche no ha venido ninguno de sus chicos, estaba preocupada y me lo he empezado a tomar en serio. Cuando Sol me ha contado lo que hacía Nacho con todos esos chicos... —Se le humedecieron los ojos y se tapó la cara con las palmas de sus manos de nuevo— y con estos pobres niños...

—Marga, te prometo que hablaré con ellos para que dejen tu cafetería en paz si cuidas de ellos.

Miró a los chicos, parecían cómodos junto a la mujer regordeta; y comían contentos un enorme trozo de tarta de limón. Sus ojos llorosos no podían dejar de mirar las cicatrices de su piel.

—Sí, sí —Lloraba ella.

Lucas se acercó a ellos y les dijo suavemente:

—¿Qué os parece si os escondéis con ella? Os dará más tarta —Ellos asintieron. Parecían conformes son cualquier lugar mientras les alejase de donde venían. Miró a Marga—. No te quiero engañar. Será peligroso. Ya te he explicado que les buscarán.

La mirada de Marga se endureció como la de una madre a la que se le amenaza con dañar a sus retoños.

—Mira, Psicólogo, ya puede venir a buscar a estos niños el Cartel de Medellín que nadie les apartará de mi lado, ¿Entendido?

Lucas asintió y le tendió la mano. Cerrando el trato.

Se preguntó en qué momento ÉL, que era un don nadie, que ni destacaba por el físico ni por su forma de vida ni por su personalidad, se había convertido en alguien con quien poder cerrar tratos de vida o muerte con un apretón de manos.

Fuese como fuera así era.

Ellos le miraban como si fuese un superhéroe que hubiese entrado por la ventana volando con su capa, y les hubiese tomado en brazos para llevarles volando bien lejos de su terrible vida.

Arreglado ese problema podría centrarse por completo en su mayor preocupación.

Nolan no le contestaba el teléfono.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido? Dejen opinión para no morir ignorada. un beso!


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