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If It Hadn't Been For Love por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:

Hola! Os dejo el capítulo de LUCAS.

https://www.wattpad.com/884440503-if-it-hadn%27t-been-for-love-5-lucas-y-el-extra%C3%B1o 

Lucas miraba a su alrededor con curiosidad mientras subían la escalera de aquella ruina de edificio donde le había dicho Nolan que vivía, a las afueras de la ciudad. El ascensor estaba desvalijado como si lo hubiesen desmontado para venderlo a piezas. Los contadores de la luz tenían tantos cables haciéndole un puente que se enmarañaban entre ellos confusamente saliendo de la caja del cuadro de luces.

Le había explicado, entre escuetas palabras, que un amigo suyo había recibido golpes en la cara y que le preocupaba que su nariz estuviera rota porque su piel se había oscurecido bastante por el hematoma.

Lucas intentó dejar bien claro por el camino que sus cursos de enfermería habían sido muy simples, lo necesario para sacar la nota académica necesaria para acceder a la facultad de psicología. Pero a Nolan le parecía suficiente.

Entre basura, grietas y olor a humedad subieron una escalera hasta una raída puerta negra repleta de pinturas en aerosol y grabados hechos a base de arañazos de llaves contra la madera.

Ninguno de los mensajes que habían dejado impresos eran amables poemas de amor, eso sí lo pudo leer. La mayoría eran amenazas mal escritas.

Nolan se acercó a él antes de girar la llave en la cerradura para hablarle en voz baja. Una cucaracha cruzó el rellano y Lucas se apartó asqueado de su oscuro cuerpo gordo. Nolan aguardó juzgando ese gesto con expresión crítica.

—Necesito que seas rápido —le dijo el chico obligándole a centrarse—, si te encuentra alguien aquí me matan.

—¿Por qué no vais a un hospital? —preguntó Lucas de nuevo. El muchacho rehusaba responder a sus preguntas, como siempre, pero él insistía con la esperanza de hallar respuestas. Nolan finalmente se giró hacia él y suspiró.

—Nada de hospitales —sentenció abruptamente. Debió arrepentirse de su tono hosco porque suavizó las formas para añadir—. Mi amigo es menor de edad y...

—¿Y tú? ¿Tú también eres menor?

—Eso no importa —replicó él con mal humor— ¿Vas a ayudarme o no?

Por el carácter Nolan, Lucas sabía que no debía resultarle fácil pedir ayuda porque eso le debía hacer sentir vulnerabilidad. Si había decidido abordarle para pedirle amablemente un favor debía ser por una razón de peso.

—Sí, claro. Haré lo que esté en mi mano.

Nolan abrió la puerta. Lucas entró en un pequeño apartamento completamente ruinoso, una enorme mancha de humedad cubría gran parte del techo del salón y unas rítmicas gotas se condensaban en ella cayendo sobre un cubo de plástico a medio llenar.

No tenían televisión ni nada parecido a un electrodoméstico excepto un destartalado microondas. Veía a través de un marco de madera al que le faltaba la puerta un hueco vacío dónde debería ir la nevera en la cocina.

El chico le condujo a una pequeña habitación al fondo del apartamento.

—Sky —le oyó decir entrando en el dormitorio—, he traído a un amigo para que te mire la nariz.

—¿Tú tienes amigos?

Oyó una vocecilla con un acento que no supo identificar. Lucas entró lentamente con timidez. En esa minúscula habitación había dos camas y en una de ellas se encontró a un chico asiático tumbado. Apoyaba la cabeza en un almohadón para no recostarla completamente, por el aspecto terrible de su rostro estar en horizontal debía dificultarle respirar.

Le habían dado una paliza. Su ojo estaba amoratado y tenía la ceja hinchada con una herida abierta. Su labio tenía una gran brecha y su mejilla estaba en un espectáculo similar.

—Hola —le saludó el chico intentando sonreír y solo consiguiendo una mueca— ¿Eres médico?

—Es enfermero —mintió Nolan— y psicólogo. Para que te analice esos traumitas que me llevas.

El chico echó la cabeza hacia atrás riendo y su cara se contrajo al instante por el dolor.

—Aunque no lo creas —le dijo el chico asiático apodado Sky cuando Lucas se acercó despacio a su cama—, Yo normalmente soy más guapo.

Lucas lo suponía, a pesar de las heridas sus rasgos eran suaves y su actitud amable resultaba reconfortante al instante.

—No te lo creas —dijo Nolan cruzándose de brazos.

Ver a Nolan en su habitad natural era algo que le producía una enorme curiosidad, y a lo que hubiese prestado mucha más atención de no ser porque Lucas observaba ese pómulo herido con el estómago encogido, no tenía buena pinta. No estaba infectada pero estaba a poco de estarlo, tendrían que haberle puestos puntos. Le tanteó con cuidado la nariz y su tabique nasal crujió entre sus dedos.

—¿Está rota? —preguntó Nolan tras él. Lucas notaba la cercanía del chico intentando mirar qué le hacía a su compañero por detrás de su hombro. No, Lucas no creía que el hueso estuviera fracturado pero sí dislocado del cartílago. Lo que era una buena noticia porque aceleraba bastante su recuperación.

—Nolan tú te la rompiste una vez —le dijo Sky con la voz taponada mientras Lucas le palpaba la nariz suavemente. El chico tras él asintió en silencio—. Verás que al final sí que voy a ser tan poco guapo como tú.

A pesar del buen humor del muchacho su herida era un espectáculo horrible, ¿Cómo podía estar tan contento si tenía la cara hecha un Cristo? Miró sus ojos, sus pupilas se dilataban en el mar negro que era su mirada.

—¿Qué has tomado? —preguntó.

Nolan se encogió de hombros.

—Le he dado éxtasis para el dolor —le dijo. Lucas se giró y se le quedó mirando consternado.

—¿Qué? No tenemos medicinas—se excusó Nolan notando su mirada—, sólo tenemos... Bueno, solo tengo muchas drogas, ¿Vale?

—No creo que las anfetaminas sean el mejor analgésico ¿No podíais comprar Ibuprofeno en una farmacia? ¿Estáis tontos o qué os pasa?

Sky rio y de nuevo volvió a dibujar su mueca dolorida.

—Pues a mí ya no me duele nada —Sus palabras y su cara se contradecían mientras intentaba chuparse el labio sangrante.

Después de asegurarse de que el muchacho podía respirar y de que a pesar de los escandalosos hematomas los coágulos de sangre no serían un peligro Lucas se acercó a Nolan, que miraba a su amigo con los brazos cruzados y una rígida expresión en su rostro. Algo le decía, por esa mirada y por sus atenciones, que él había tenido mucho que ver en lo que había ocurrido.

—¿Qué le ha pasado? —se atrevió a preguntar intentando que su tono sonase curioso pero sin atisbo de regaño. Empezaba a comprender que si Nolan se sentía juzgado se cerraba a cal y canto bajo una capa de frialdad. Todavía así vio como el chico apretaba la mandíbula.

—Gajes del oficio.

—Creo que debería ir a un hospital...

Sky negó nerviosamente. Se intentó poner en pie con el horror en la cara pero no pudo.

—Nada de hospitales. Estoy bien. Me curo, me curo—Sky parecía realmente asustado solo de pensarlo.

Nolan suspiró y le miró con seriedad haciéndole un gesto con la mano para que se tranquilizase.

—No. Nadie aquí va a ir a un hospital por una cara nueva y un culo destrozado, ni que fuera la primera vez—Bajo su tono firme de líder nato Sky se relajó bastante. Nolan se giró hacia Lucas suspirando—. Solo quería asegurarme de que no tenía nada roto. Necesito que le mires y me digas qué medicinas tengo que pedirle a Nacho.

Lucas no era médico pero le hizo una lista de analgésicos con antiinflamatorio, antibióticos en crema, suero para limpiar las heridas y lo que juzgó necesario.

—¿Y cuándo podré trabajar? —preguntó Sky. Lucas le miró sin comprender cómo podía seguir pensando en eso teniendo la cara hecha una catástrofe. No concebía como era posible que esa fuese su principal preocupación. Estaba atónito. Pero el verdadero motivo fue revelado cuando el chico añadió— ¿De dónde saco yo dos mil euros con esta cara? ¿De qué coño como? Me van a echar a la calle, Nolan. Voy a volver a estar en el mismo problema.

Nolan apretó los labios y con un nuevo suspiro le tendió el reloj de su muñeca.

—Esto vale mínimo quinientos euros. Tiene una muesca ahí ¿la ves? y te dirán que no vale eso para regatear, pero es de marca y nuevo cuesta unos cuatro mil. Además, la muesca se puede arreglar, así que no aceptes menos. Que no te timen—le dijo señalándolo con el dedo. Sky le miró como si no se fiase de él. Aquel gesto de recelo, como si no se creyera la ayuda de Nolan, le dijo a Lucas que no era algo que ocurriese muy a menudo—. Te traeré más y hablaré con Nacho. Todo esto es culpa suya.

Lucas miró al muchacho que por primera vez, a pesar de su habitual actitud, parecía realmente enfadado. Respiró notando que su corazón se aceleraba por la atracción y se obligó a bajar la mirada para no delatarse.

************************************************

Lucas miraba de reojo al chico que caminaba a su lado, de vuelta al centro para seguir con lo que fuese que estaba haciendo cuando se habían encontrado en la cafetería. Lucas simplemente le había preguntado si podía acompañarle parte del camino ya que iban hacia el mismo destino a pie.

Notaba como las miradas de la gente se clavaba en ellos recorriendo a Nolan y preguntándose qué demonios hacía un chico como él caminando con alguien como Lucas. De hecho, joder, hasta él se lo preguntaba.

—Muchas gracias —le dijo después de una eternidad sin hablar.

Parecía sincero. Realmente estaba agradecido. Ver al muchacho sin su coraza agresiva, sin morder antes de ser mordido, le pilló con la guardia baja. Su tristeza le dio en la cara, como golpea la brisa un día de tormenta y Lucas notó su pecho contraído bajo esa abrumadora sensación de congoja.

—No es nada —logró decir con la voz ahogada por el nudo que inesperadamente ataba su garganta—, siento mucho lo que le ha pasado a tu amigo.

Nolan negó, más con una mueca de su rostro que con la cabeza.

—No es mi amigo.

Lucas le sujetó del brazo para obligarle a girarse y así mirarle a la cara. El chico rehuyó del contacto y él soltó su brazo rápidamente. Pero el muchacho le miraba esperando lo que fuese que quería decir y se obligó a hablar.

—Claro que sí...y...

—¿Y?

Lucas dudó un segundo, reuniendo lo necesario para decirle con el tono más seguro de guardaba en su escaso repertorio:

— Y yo también.

Nolan esbozó una sonrisa burlona.

—¿Sí? ¿Crees que necesito amigos? ¿Tengo pinta de querer tenerlos?

Lucas negó.

No. Por supuesto que no. Nolan se encargaba de eso. Se empeñaba en remarcar a cada segundo que él no necesitaba nada ni a nadie. Eso era lo que más le delataba, porque alguien que no necesitase nada tampoco sentiría el deber imperioso de comunicárselo al mundo con luces de neón.
¡Miradme, no necesito a nadie! ¡Miradme!

—No. Solo tienes pinta de TEMER tenerlos. Intentas por todos los medios alejar a la gente de ti, pero... los tienes.

Nolan se adelantó un paso, acortando la distancia entre ellos; y Lucas se perdió en aquellos ojos que pudiendo darle miedo le atrapaban como rara vez le había pasado en su vida. Nolan bullía. Por mucho que intentase ocultar sus sentimientos, estaban ahí bajo esa falsa indiferencia que se derrumbaba a la mínima provocación.

—Yo le he hecho eso —le dijo simplemente, observando su cara como intentando ver su opinión dibujada en sus fracciones— ¿Haría eso un amigo?

Lucas se encogió de hombros. No sabía los detalles de lo ocurrido pero conociendo que Sky no le guardaba el más mínimo rencor al chico de tatuajes y cómo Nolan había dicho que eran gajes del oficio culpando a Nacho... supuso, y esperaba que acertadamente, que le había golpeado por una buena razón.

—Depende... de las circunstancias —le dijo. Y Nolan bajó la mirada—. Lo que sé seguro es que solo un buen amigo le hubiese dado el reloj y se preocuparía por una nariz rota. Igual que solo un amigo iría a tu casa a curar a tu amigo solo porque me lo has pedido.

Nolan comenzó a caminar y Lucas le siguió hasta ponerse a su lado.

—¿Sabes lo que hacen los amigos en mi país? —Nolan viró sobre sus talones girándose hacia él sonriente. Los cambios de humor de ese muchacho le perdían. Lucas apuntó en su lista mental de cosas descubiertas sobre ese chico que el país donde vivían no era su país de origen— Bebemos.

*********************************************

Y allí estaban. Bebiendo vodka.

No acababa de entender cómo la sucesión de acontecimientos le habían conducido de estar tomando una cerveza con Diego, deseando con encontrarse casualmente a Nolan en aquella cafetería que sabía que solía frecuentar, a estar con el chico en su propia casa escuchando canciones de Rock que no había escuchado en su vida, bebiendo vodka y compartiendo un cigarro. 
Como a todos los fumadores sociales, a Lucas le sabía mejor el cubata si podía saborearlo con dos caladas prestadas. 
Ambos sentados en el suelo de su balcón vigilando la apacible tranquilidad de su calle a pesar del frío.

Sin lugar a dudas aquel estaba siendo el día libre más extraño de su vida. La idea de volver a trabajar al día siguiente le pareció absurda y ajena, como si el hombre que se sentaba en una silla a escuchar los problemas de ansiedad de mujeres divorciadas y adolescentes no fuese él. Como deseaba no ser él, en realidad. Estaba un poco cansado de escuchar siempre los mismos problemas una y otra vez. Era inevitable desmotivarse cuando la mayoría de casos no eran ningún reto y con dos o tres sesiones desahogándose contando sus inquietudes se sentían mucho mejor y dejaban de acudir a su despacho.

 

Se preguntó de nuevo qué hacían allí. Lucas le había dejado bien claro que no iba a pagarle por sexo, y de todas formas Nolan había insistido aludiendo a su reciente amistad. 

 

Cuando la idea surgió en su mente lo vio tan claro como el agua potable.

—Nolan —le dijo tumbándose en su suelo frío, apoyando la cabeza en su propio brazo con el tabaco descansando en sus labios— ¿No habrás venido aquí a emborracharme con la intención de robarme, verdad?

El chico frente a él se giró y le sonrió ampliamente en una sincera risa divertida. Asintió y ambos rompieron a reír.

—Aprenda usted, psicólogo. Soy una rata ruin —comentó Nolan, para excusarse, encogiéndose de hombros pegando un trago a la botella de vodka. Lucas se tapó la cara con las manos riendo. Aquella situación le hacía muchísima gracia, y no había bebido lo suficiente para culpar a la borrachera—. Pensé eso al principio. Luego me di cuenta de que en realidad sería un jaleo, llamarías a la policía y sabes donde vivo. Me encontrarías fácilmente. Pero como ya estábamos viniendo...No sé, me lo paso bien contigo, Lucas. Me caes bien. Y... me quedé. Voy a tomarme la noche libre.

—¿Te caigo bien? Ah, muchas gracias. Aunque intentes robarme.

El chico torció el gesto sonriendo y cerrando un ojo para profesar culpabilidad sacó su cartera de su chaqueta. Lucas se apartó el cigarro de los labios antes de que la sorpresa (y el gesto de ofensa que fingió) lo dejase caer al suelo.

—Toma, anda. Te la he quitado antes en el ascensor. Pero ya no la quiero.

—La madre que te... Ahora sí que no voy a pagarte un duro  —bromeó Lucas, riendo.

Intentó apuntar para que la cartera cayera sobre el sofá sin tener que levantarse.

No le molestaba el plan inicial del muchacho, aunque sabía que debería sentirse ofendido. Una persona normal le hubiese echado de su casa en ese instante. Incluso, una persona normal no le hubiese llevado a su casa desde un primer momento. Pero Lucas, y eso estaba aprendiendo, no era nada normal.

Como con los gatos, uno debía saber qué esperar de su naturaleza, y sabía que la naturaleza de aquel muchacho era traicionera. Igual que Tacheté que a veces reaccionaba a las caricias con zarpazos y desaparecía durante días. Si él había metido a ese chico en su apartamento era bien a sabiendas de que su televisor podía desaparecer en cualquier momento.

—Deberías pagarme solo por la lista de reproducción que te he hecho en Spotify —le dijo el chico acercándose para arrebatarle el cigarro.

—Pero si esto es ruido —replicó Lucas sonriendo. En realidad le encontraba su encanto, pero le resultó divertido enfadar a Nolan.

Nolan se le quedó mirando ultrajado y se llevó la mano a la frente.

—Mira, viejoven milenial. Que no tienes ni treinta y te comportas como un octogenario. Esto es una puta maravilla, es cremita fina, manteca colorá —le dijo con un gesto de deleite escuchando el solo de guitarra que sonaba con un fondo electrónico y batería rock. Lucas se sentía un viejo, sí;  pero uno apacible al que le gustaba todo tipo de música aunque, como aquella, fuese tan ruidosa.

Lucas disfrutó de la sonrisa del muchacho. Parecía relajado, incluso se hubiese atrevido a decir que parecía contento.

—Tengo que mear —le dijo el chico y dirigió su mirada a la planta que seguía decorando su salón, verde y orgullosa, a pesar de los malos tratos que había recibido en su última visita.

Lucas se puso en pie de inmediato.

—Ni se te ocurra acercarte a mi pobre planta. El baño está ahí, al fondo.

Acompañó al muchacho para enseñarle la puerta correcta. En parte por caballerosidad en parte porque no se fiaba de que no le hurtase algo si le dejaba solo.

El chico, quizá pensando exactamente lo mismo y para que viese que no iba a robarle nada dejó la puerta del aseo abierta de par en par.

Lucas entró en su dormitorio para no verle orinar agarrando todavía la botella de vodka con la mano libre. Esperó a que el chico saliese del aseo en pie sintiéndose estúpido. 
O

yó la cadena del inodoro seguida del agua del grifo mientras se lavaba las manos. Sonrió. 

 

"Mea en plantas de interior pero es aseado"

Cuando el chico salía del baño e iba a reunirse con él su teléfono móvil sonó. Nolan miró el número en la pantalla y frunció el ceño. Descolgó y se llevó el móvil a la oreja con un suspiro impaciente.

—Zdravstvuyte —dijo. Lucas alzó las cejas en una cara de sorpresa que no supo, y había bebido lo suficiente como para tampoco querer, evitar. Nolan vio su reacción y sonrió débilmente. Lucas intentó fingir indiferencia, demasiado tarde porque ya había quedado como un estúpido— Da. Da. Net, ya ne mogu segodnya. Zavtra noch'yu Khorosho. Do svidaniya.

Una vez hubo colgado la llamada entró en el dormitorio de Lucas mirando a su alrededor.

—¿Hablas ruso? —preguntó Lucas, que pese a sonarle la cadencia y alguna palabra no sabía distinguir la mayoría de lenguas eslavas.

—¿No has visto que sí? —le dijo Nolan. En su acento no había encontrado ninguna pista que le avisase del hallazgo, de hecho, conocía el refranero español mejor que él.

Pero él no le prestaba atención a su ridícula investigación detectivesca porque estaba muy ocupado cotilleando su habitación. Lucas se quedó ahí parado mirándole curiosear a su antojo sus objetos personales. No es que Lucas tuviera muchas pertenencias pero le gustaba vivir en un sitio acogedor, lo cual era el opuesto a donde vivía Nolan.

Le vio tomar con cuidado un marco con una foto de su familia en el último cumpleaños de su madre. Sus parientes sonrientes se inclinaban sobre una pequeña tarta comprada a última hora. 

—¿Quiénes son? —le preguntó, parecía triste mientras recorría las sonrisas de sus familiares.

—Esa es mi madre. Ese es mi hermano Berto, mi hermano Guille y mi tío.

—¿Y tu padre?

—Mi padre murió hace seis años, de un cáncer  —le dijo Lucas suspirando luchando contra la nostalgia— ¿Tú tienes familia?

—¿Esperas que te cuente mi trágica historia? —le dijo Nolan tornando a su tono de cruel sorna— Ve buscando los pañuelos y siéntate en mi regazo, te haré llorar.

"Ojalá" pensó y se sintió avergonzado de sus propios pensamientos subidos de tono.

"Igual sí que he bebido demasiado"

Era muy posible que Nolan hubiese captado en su expresión su idea porque le sonrió. Lucas nunca había sido el rey del disimulo.

¿Pero cómo distinguir una sonrisa verdadera de una bonita mentira cuando era tan buen actor?

¿Cómo estar seguro de que le sonreía a él y no a su cartera?

Lucas apartó la mirada renegándose a la incertidumbre, a rechazar cualquier ofrecimiento que el muchacho fuese a hacerle. Pero lo que le preguntó le sorprendió.

—¿Te importa si tomo una pastilla? —le dijo. Lucas contrajo su frente en un acto reflejo de desaprobación pero negó. Él no era nadie para negarle al chico que hiciera lo que quisiera, y de todas formas, sabía que si se negaba ese niño enfadado con el mundo lo haría igualmente.

Nolan sacó de su bolsillo una bolsita transparente y tomó una pastilla pequeña de color verde. La bajó sin necesidad de beber nada, ni agua ni vodka, simplemente tragando saliva. A Lucas le costaba pasar los Paracetamoles sin encharcarlos en un trago.

—¿Qué es? —preguntó Lucas curioso señalando la bolsita.

 —Eme—le dijo simplemente, debió leer en su cara que no entendía qué era eso porque añadió—: Parecido a lo que le di a Sky, ¿Tú quieres?

No era el tipo de persona que solía ver ese tipo de sustancias. La verdad era que solo había visto cuando todos sus compañeros de facultad se tomaban pastillas en las fiestas de la universidad pero él solía rechazarlas siendo solo espectador. Pero sí, quería. En ese instante de breve impulso lo que pensó fue que le apetecía mucho sentir algo nuevo. Necesitaba sentir algo diferente.

Y sabiendo que ya era muy mayor para caer en tonterías de adolescente como esa que estaba cometiendo agarró la bolsa.

Y bajo la atenta mirada de Nolan tomó una pastilla. Sabía a talco y a bicarbonato, se le quedó un regusto almidonado en la boca, torció el gesto asqueado por esa sensación ligeramente ácida en la lengua.

Tuvo que buscar un vaso de agua.

"Tú eres tonto" le dijo su conciencia, y le pareció que tenía la voz de Diego.

Nolan iba a decirle algo pero al final cerró la boca con una singular expresión en el rostro que no supo entender antes de dirigirse a la cocina. Pasando por su salón decidió guardar en un mejor sitio su cartera, que seguía descansando medio abierta en el sofá.

"Por si acaso"

Cuando volvió el chapero se tumbaba en la cama, quitándose las botas antes, como si el que viviese allí fuese él.

Y Lucas se tumbó a su lado lentamente.

Llegados a ese punto Lucas no sabía muy bien qué estaba ocurriendo ese día ni cómo se le había ido de las manos. Unas horas antes solo aspiraba a ver al chico de lejos en alguna esquina de su barrio y en aquel momento estaba a su lado, en su cama, mirando también su techo mientras movía los pies siguiendo el ritmo de la música rock que seguía sonando.

Se notaba nervioso, no por la droga que acababa de consumir porque todavía era pronto. Estaba nervioso porque el brazo de Nolan tumbado a su lado le rozaba el suyo.

Se estaba comportando como un adolescente, y no uno cualquiera; No, como uno bien subnormal.

—¿Alguna vez has ido a terapia? —Se sintió absurdo soltando lo primero que se le ocurrió para sacar cualquier tema de conversación.

—¿Tú qué crees?

—No. Pero te iría bien.

—¿Crees que tengo una enfermedad o algo así?

—No. Bueno, eso depende. Puede —le dijo Lucas encogiéndose de hombros. El chico bufó escéptico y le miró como si el loco fuese él.

—¿De qué depende eso? —le dijo incrédulo.

Cuando Nolan no sabía algo, como en ese caso, nunca le había visto fingir que sí lo hacía. Realmente parecía interesado en aprender y su curiosa humildad le iluminaba los ojos de manera infantil. 

—Pues depende de muchas cosas —le dijo él intentando explicarle en pocas frases en qué consistían todos sus años de universidad— En especial depende de si siempre te has comportado así, entonces sería probable un trastorno de la personalidad, o si tu estilo de vida autodestructivo es por... tus circunstancias personales. Eso solo se puede saber hablando mucho, y con mucha sinceridad.

—Uff. Sinceridad. Pues vaya mierda.

—Normalmente los jóvenes que se comportan como tú... han sufrido abusos infantiles, por eso pierden la confianza en las instituciones oficiales y sienten que puestos a sufrir... es mejor seguir sintiendo abusos que ellos puedan elegir, recibiendo una compensación económica por ello como lo es la prostitución. En plan "Si van a violarme igualmente pues al menos que me paguen".

Nolan parecía pensativo. Asentía levemente meditándolo. Que no negase esa hipótesis le partió el alma.

—¿Y qué crees que tendría yo si tuviese algo?

—Para decidir eso también tendríamos que hablar mucho, tendría que conocer lo que piensas. Lo que pasa por esa cabeza de verdad, y eso parece difícil .Aunque a mí, personalmente, me pareces un pasivo-agresivo de manual.

—Pues sí que soy pasivo y activo, soy muy versátil ¿Te lo demuestro? —le dijo riendo.

—He dicho agresivo, no activo —Lucas se sintió enrojecer.

—Ah, bueno, eso también lo soy.

Lucas comprendió que se estaba burlando de él y bufó echándose a reír. La risa de Nolan, su risa real y no esas sarcásticas, parecía una cascada de notas silbantes que intentaba acallar apretando los labios. Ambas risas mezclándose parecían hacer el amor.

Lucas pensaba que el efecto de la pastilla le vendría progresivamente, sin embargo, no fue así.

Notó que el estómago se le contraía violentamente haciéndose pequeño como un puño en su cuerpo y notaba un nudo de nervios en la garganta, prácticamente como una nausea, y dos segundos después la sensación de sentirse ligero le invadió llenando su cuerpo de frío. Un frío que le erizaba el vello y que no hubiese cesado ni tapándose con siete mantas.

Fue tan repentino el mareo que nubló sus mente que creyó caer y por acto-reflejo agarró a Nolan de la mano para no despeñarse desde las alturas de aquella enorme sensación. Su respiración se agitó como cayendo de una alta montaña rusa, sintió la bajada veloz y le faltó notar el aire en la cara para creer que así era realmente, que la cama caía desde un tercer piso porque el suelo había desaparecido.

Buscó de reojo a Nolan. Le miraba con una sonrisita y una mirada divertida, extraña, fascinada; demasiado intensa como para no alterarse. No se había dado cuenta hasta ese instante de que Nolan le apretaba cariñosamente la mano que le había agarrado. Le acariciaba la piel con su palma para infundirle serenidad.

Y funcionaba, se sentía mucho más seguro volando si él le sujetaba.

Aquella montaña rusa bajaba, bajaba;  y cuando, por lógica y recuerdo de lo que era una montaña rusa, debería subir... Seguía bajando hasta que minutos después paró sumergiéndose en un viaje estable de falso bienestar.

Miró a Nolan, que le observaba muy atento mordiéndose distraído el labio, seguramente sumido también en su propio viaje.

—Wow —le logró decir. Sentía la lengua pastosa y una sensación muy extraña en los ojos. Una sequedad que nunca había notado antes. Miró los ojos de Nolan frente a él.

Vio como sus pupilas se agrandaban mientras las miraba y el chico le dedicó una sonrisa amplia.

—¿Te gusta? —le preguntó en un tenue susurro.

Y Lucas asintió.

Una rara alegría le engullía, sin ningún motivo ni razón. Una euforia suave y enérgica que se mezclaba con la pequeña bola que debía ser en ese momento su estómago. Parecida a la misma sensación que le invadía segundos antes de mirar sus notas finales de la carrera. Y esa sensación aumentaba y aumentaba calentando su cuerpo. Aumentando su temperatura y caldeándole, en definitiva, de todas las maneras posibles. Ya no había rastro de ese gélido escalofrío. 

Sabía que nada de lo que sentía en ese momento era real, podría haber escrito un artículo explicando las reacciones de aquella droga en su cerebro y de como las ingentes cantidades de serotonina y norepinefrina por encima de la dopamina arroparían su cerebro confundiéndole y dejándole los neurotransmisores de sus cerebro hechos un desastre durante los días siguientes.

Pero en aquel momento, mientras miraba la preciosa cara de Nolan, lo que sentía (por artificial que fuese) se parecía mucho al amor.

Nolan le sonrió de nuevo y estiró la mano para tocarle suavemente la cara. Lucas sintió la yema de sus dedos en su mejilla y sin poder evitar la contracción de su pecho aguantó la respiración.

Sentía su pene hinchado tan apretado contra sus pantalones que le dolía. Miró discretamente hacia abajo y vio que a él le pasaba lo mismo.

"Por favor, que ese paquetazo no sea su móvil en el bolsillo"

Cuando había pensado que ese día se le estaba yendo de las manos no pensaba que se le podía ir más, muchísimo más.

Estiró su propia mano y, lentamente, tocó la cicatriz de la herida que le había curado semanas atrás.

Delineó la línea de su ceja para notar esa pequeña rugosidad y todavía así, sintiendo como su piel no había sentido nunca, le pareció que aquella mano que se atrevía a moverse no era la suya.

Nolan cerró los ojos y sus labios se entreabrieron en un apenas audible gemido, suave, silencioso; pero a Lucas le rebotó en los oídos. Jamás sierra 

Su piel al tocar... no tocaba.

Sus ojos al mirar... solo le veían.

Recorrió su cara preguntándose cómo cojones podía ser tan guapo. Y asombrado notó como el chico, despacio, muy despacio, se acercaba a él.

El mundo a su alrededor desaparecía a medida que su cuerpo asimilaba la pastilla y cuando se vino a dar cuenta creía notar cada recoveco sin recordar su piel, cada célula sin notar su cuerpo, y su respiración le llenaba de un profundo placer.

Notaba el aire entrando en sus pulmones acariciándole desde su interior con cada bocanada. Su corazón, pese a sentirse tan apaciblemente optimista, estaba desbocado.

Y sintió que ese mismo corazón se le iba a salir del pecho cuando Nolan se acercó más a su boca y le besó suavemente en los labios, agarrándose a su a su ropa con los puños apretados.

¿Sentiría también Nolan que todo giraba? ¿Por eso se agarraba?

¿Sentiría también que el universo se concentraba en ese pequeño trocito de piel tan caliente y sensible que rozaba contra él?

Apretó la humedad de su boca contra la suya y Lucas le correspondió tan desinhibido que ni siquiera recordaba haber besado nunca de aquella forma. Nunca le habían besado así, de eso estaba seguro. Nolan era de fuego, de gasolina, queroseno y napalm. Su lengua le enredó como quiso y él, que no se había visto en una así en su vida, se dejó enredar.

Pero la realidad apareció fugaz por su mente y apartó al chico amablemente, que en vez de alejarse comenzó a besarle el cuello. La forma en la que abría la boca para morder el hueco de su mandíbula hubiese enloquecido al más cuerdo.

—Nolan... De verdad que no voy a pagarte —le dijo entrecortando su voz entre jadeos. Si no fuese por su férrea opinión del bien y el mal, la verdad, Lucas hubiese pagado al chico hasta con las escrituras de su casa para que siguiera besándolo de aquella manera—. Si quieres te dejo el dinero. Pero no hace falta que... Si esto es un truco... De verdad, te he dicho que no voy a pagar por esto.

—Y yo te he dicho que hoy es mi día libre. No quiero dinero, quiero esto—le dijo Nolan que seguía lamiendo su cuello y su mano le acarició la entrepierna por encima del pantalón. Se separó de él para ver su cara cuando volvió a rozarle, recorriendo la extensión de su polla con la yema de sus dedos—: ¿No tengo derecho a follar cuando quiero?

Lucas asintió estúpidamente con la cabeza y volvió a besarle con violencia. Rodaron en la cama hasta que Lucas quedó sobre él, entre sus piernas, besándole.

Vale. Se iba a aprovechar de aquel milagro. Porque el chico técnicamente no estaba trabajando y tenía tanto derecho a tener sexo cuando le apetecía tenerlo como cualquier otro ¿No? Y si él había sido el elegido, por el motivo que fuese, no se iba a quedar preguntándole a la virgencita el motivo.

Guiados por las drogas, y dejándose arropar por un estúpido valor que le distraía de sus complejos, se desnudaron rápidamente sin dejar de besarse feroces. Rozándose, cachondos, fundiéndose en sus cinco sentidos.

Y cuando Lucas estaba sentado después de hacer volar su ropa interior sintió los besos de Nolan bajando por su pecho y por su estómago inclinándose;  vio ese increíble cuerpo perfecto desnudo, que no parecía tener un gramo de grasa ni una sola imperfección, a excepción de las cicatrices de peleas pasadas. Vio sus tatuajes y, en especial, vio su culo. Esas redondeadas colinas de piel de nácar.

Y con la vista clavada en ese trasero de perfección griega sintió su boca rodear su polla. Se agarró a su pelo jadeando notando su lengua en movimiento dentro de su boca y un movimiento que hubiese preferido apreciar estando sobrio.

Lucas cerró los ojos echando la cabeza hacia atrás. Volaba en un extraño plano onírico en el que no era muy consciente de los movimientos que hacía o lo que le sucedía a su cuerpo, pero sí lo que eso le hacía sentir. No tenía ni idea de qué le hacía exactamente esa boca. No, tampoco era consciente de dónde posaba él las manos. Lo que sí sabía era que en ese reino de sentimientos y sensaciones el calor de ser engullido era equiparable al fuego de una hoguera que le trepaba hacia arriba.

El mundo giraba entorno a él y su polla estaba metida por completo en la garganta de Nolan.

¿Qué más podía pedirle a la vida?

Y cuando se separó para volver a sus brazos y sentarse sobre él Lucas se sentía explotar como un ser de luz, ardiendo en su fuego imaginario. Se quedaron quietos disfrutando de lo que fuese que sintieran. Oyó a Nolan gemir sin necesidad de ser tocado con un sonido ronco y profundo cerrando los ojos. Lucas le acarició la cara, fascinado por su placer. Y Nolan se acercó a él, rozándose.

—¿Te follo o me follas? —le preguntó contra sus labios.

A Lucas nunca le habían hecho esa pregunta, con su ex solo había una opción y era la que decidiera él. Siempre la primera, de hecho.

—¿Hay que elegir? —jadeó Lucas besándolo de nuevo ¿Desde cuando era él tan lanzado? Esa persona que agarraba el trasero de Nolan con las dos manos no parecía él— ¿No eras tan... versátil?

Nolan sonrió perversamente y le empujó. Brusco, como un felino que ataca, para hacerle caer de espaldas y colocarse sobre él de nuevo.

Lucas estaba tan excitado que no hizo falta mucha preparación, apenas unas caricias, para tenerle dentro. De todas formas en ese momento estaba tan drogado que no hubiese sentido dolor ni aunque le hubiesen amputado una mano. Se agarró a las sábanas con fuerza.

Si Nolan era queroseno besando, follando era una puta bomba nuclear. Demasiado loco para saber ser suave, demasiado bueno para necesitar serlo. En ese momento Lucas no podía recordar ni su propio nombre bajo la constante y rítmica increíble follada que le estaban pegando (hablando mal y pronto). Pero, a pesar de eso, y a pesar de que él no sabía moverse así de fuerte ni así de certero, como bien le decía su ex; recordó que le había ofrecido probar algo nuevo... y la visión del chico con los labios entreabiertos de placer le hizo desear hundirse en él.

Y para su sorpresa, algo le llevó de la mano para decir su pensamiento en voz alta.

Se incorporó un poco y Nolan le recibió separándose de él y besándolo, dejándose hacer con inusitada sumisión.

Se dejó tocar, lamer y besar; se dejó morder y arañar. Dios, ojalá se hubiese dejado amar.

Porque en ese momento Lucas solo quería quedarse ahí, lamiendo eternamente esos abdominales de acero mientras le masturbaba oyéndole jadear. Meter esos dedos lentamente para ver como abría los labios rosados con los ojos cerrados entregándose a él.

Cuando así lo decidió Lucas, también se dejó caer hacia atrás antes de girar.

Y así, con el pecho contra la cama y ese culo que le estaba volviendo loco hacia arriba Lucas se metió en su cuerpo con suavidad; O eso pretendió él, que no controlaba sus actos. Nolan agarró la almohada con fuerza y gimió cuando se movió, giraba la cara para mirarle sorprendido. Lucas con las manos en sus caderas perdió la cabeza por culpa de esa gloriosa presión, esa fricción que fundía la materia corpórea. Y a galope entre el éxtasis y el clímax Lucas penetró ese culo más fuerte de lo que él había follado nunca, como en una sucia fantasía.

Ese trasero turgente se movía contra él pidiéndole más y cuando se lo daba vibraba por la fuerza del impacto. Bien atento a esa visión, la de su carne rebotando contra su cuerpo, olvidó todo lo demás. Y de haber estado con sus cinco sentidos, y de no estar viendo parpadeos de destellos blancos en su visión narcotizada, hubiese prestado atención a la intensa expresión de placer del joven, que le miraba por encima de su hombro con expresión impresionada.

—J-joder, p-psicólogo —le oyó decir entre gemidos graves. Lucas, llegó a tiempo para fijar su visión borrosa en su boca, que se humedecía los labios pasando su lengua antes de morderlos. 

Perdió el control. Nolan se corrió con un ronco gemido, agarrándose a las sábanas mientras susurraba algo en ruso que Lucas no entendió. Tras esa erótica visión, y la contracción de sus músculos oprimiendo su miembro, no supo aguantar más y el orgasmo vino a buscarle cegándole por completo. No fue una gran explosión de repentino placer liberador, como recordaba que solían ser los orgasmos.

Su cerebro ya estaba creando colosales cantidades de los químicos de los que se formaban los orgasmos, de modo que esa explosión neurotransmisora no podía dar lugar. Él lo había estudiado, lo sabía. Lo que se escapaba a la teoría era que en lugar de eso sentiría los espasmos de sus músculos franqueados por una ola de placer, una ola que serena subía la marea y tan gradualmente como había llegado se marchaba. Añoró la brusquedad de los orgasmos normales.

Intentó recuperar el aire apartándose de él, Nolan temblaba.

Se tumbaron en la cama sin limpiarse siquiera. Tan envueltos en sudor que manchaban las sábanas. Lucas notaba que su corazón golpeaba fuerte y se llevó la mano al pecho. Si iba a sufrir un infarto a los veintiséis por lo menos estaba agradecido de haber sido justo después de terminar dentro de ese trasero.

—Nolan, ¿Me muero?—preguntó preocupado.  El chico le prestó atención y arrastrándose para acercarse puso también la mano en su pecho para asegurarse de que estaba bien. Debió decidir que esa arritmia era normal porque retiró la mano y volvió a mirar el techo suspirando satisfecho. Lucas notaba su mandíbula tensa. Mastico el aire pero la sensación seguía presente— ¿Cuánto tiempo dura el efecto de esto?

—Tú túmbate y relájate —le dijo palmeándole torpemente la cara para taparle la boca—. Después de la explosión viene la calma.

Y el chico tenía razón.

Tras esa salvaje y apremiante necesidad de sexo a Lucas le llegó una placentera sensación de tranquilidad en la que creaba fuertes lazos afectivos. Sentía que amaba al chico a su lado, y a Tacheté, y a su lámpara, y a la fotografía de su familia. Deseó llamar a su madre para decirle que le quería.

Amaba su vida, se amaba a sí mismo.

¿Por qué siempre se sentía tan mal? Si él no tenía nada de malo...

Nolan, que debía sentir algo parecido se acercó a él para apoyar tímidamente la cabeza contra su hombro. Encontró curioso que le diese vergüenza ese gesto y no lo que acababan de hacer. Luego comprendió que para él debía ser mucho menos frecuente un gesto cariñoso que una mamada.

—Tienes una polla preciosa —le dijo Lucas. Ni siquiera supo por qué le había dicho eso. No era propio de él, pero nada en aquella situación lo era. Sentía una imperiosa necesidad de decirle aquello a Nolan, que su polla era preciosa. Quería hablar con él; contarle como se sentía, y que se comunicase con él, entenderle y...

Nolan levantó la mirada todavía apoyado en su hombro y le sonrió con una ceja enarcada.

—Dios, estás drogadísimo —le dijo riendo observándole los ojos—. No sueles tomar nada, ¿A que no?

Lucas negó. Se giró hacia su dirección, hundiendo la nariz en su pelo.

—Y tú tampoco sueles reír. Hoy ríes. Me gusta, es bonito —le dijo. El chico se encogió de hombros como quitándole importancia—, y tu culo es como la hostia, estás buenísimo ¿Lo sabes? Claro que lo sabes. Trabajas con eso. Por favor, mira esos abdominales ¿Pero por qué te digo esto? ¿Por qué no me callo? ¿Por qué sigo hablando?

—Bueno. Tu nabo tampoco está mal —le dijo Nolan riendo, se tapó la cara con las manos para acallarla. Su risa era una fuente y lo regaba todo. Lucas deseó bañarse en ella.

—¿Pero por qué te ries?

—Porque me ha gustado.

Pasó el brazo que tenía aprisionado contra el chico y le rodeó con él para que se apoyase mejor contra su hombro y así achucharlo contra él. Lucas acarició su pelo completamente ensimismado en las motas de pintura de su techo. Tener al chico así, entre sus brazos y recostando casi todo el peso sobre su cuerpo, era la sensación más placentera que hubiese sentido en la vida.

—¿Cómo te llamas?—le preguntó como siempre hacía aunque sabía que nunca respondía a sus preguntas.

—Mi nombre es un poco difícil de pronunciar en tu idioma, es mejor que me llames Nolan. Acabamos antes.

—Pero... ¿Qué pone en tu DNI?

—Mi DNI es falso, pone lo que me dio la gana de poner a mí. Me lo inventé TO-DO —le contestó riendo de nuevo. Suspiró porque solo recibía evasivas escurridizas.

—¿Y cuántos años tienes? 

—Diecisiete —Le susurró tranquilamente. Sorprendiéndole.

—Solo eres un crío —susurró dejando escapar un suspiro.

—Ni que tú seas matusalén ¿De qué va eso de creerte un viejo de pueblo, Lucas?

—¿Por qué demonios no estás en una casa que tenga nevera, con tus padres, teniendo una vida normal? Tu mayor preocupación debería ser tus notas, y ligar, o perder partidas en juegos online. No sobrevivir en la calle, drogándote y vendiéndote...

—Yo no me vendo, solo me alquilo —espetó con un mohín de su mano.

—Te lo digo en serio, no está bien...

—¿Has acabado ya? —Su tono sonaba más duro, pero sin apartarse de él— ¿Crees que eres el primer buen samaritano que me da este discurso? He conocido a decenas de tíos como tú.

—¿Cómo yo?

—Sí, ángeles salvadores. Buenas personas con complejo de héroe que creen que tienen que salvarme de mí mismo y de mis decisiones. Que piensan que tratándome bien cambiaré, o algo así, que iré por el buen camino porque solo ellos pueden entenderme. Y es gracioso, porque los que necesitáis ayuda sois vosotros, cabrones. Porque en el fondo lo que os pone. Lo que TE pone... es que yo estoy roto —le dijo un tono envenenado por la más mordaz sinceridad. Lucas escuchó atentamente—. Spoiler: Nunca cambio. Soy malo porque nací de algo malo, y siempre será así. El amor no me cambiará por arte de magia. No quiero lo que me ofreces, quiero seguir a mi manera, gracias.

Lucas viró sobre sí mismo para mirarle a la cara.

—Eres un gato. Que prefiere pasar hambre y que le peguen antes de dejar de ser libre. Pero incluso Tacheté sabe que en esta casa puede dormir mucho más tranquilo que en la calle. Y creo... que...bueno, si alguna vez tienes apuros y quieres un lugar donde dormir tranquilo... A mí no me molestaría adoptar dos gatos callejeros. Vienes cuando quieras y te vas cuando quieras.

Volvió a su posición inicial realmente satisfecho de haber dicho lo que acababa de decir.

—Como un gato —parecía realmente incrédulo.

—Sí... como un gato.

Nolan se incorporó lo suficiente para trepar por su torso hasta llegar a su boca y besarle.

—Es el MDMA el que habla —dijo el chico. Lucas negó sin separarse de sus labios.

Quizá sí era la droga quien le hacía sentir un amor que no sentía, solo la química podía confundirlo hasta hacerle creer que ese rostro hacía palidecer a la luna de envidia, que la melodía de su risa era una hermosa sinfonía. Solo una ilusión podía hacerle creer, sin amar realmente a ese chico, que las estrellas tiritaban de nervios si él miraba hacia arriba.

Del mismo modo que también debía repetirse que la forma en la que le miraba él, como si mirando a Lucas a la cara se viese iluminado por el mismísimo sol, solo era una bonita mentira. Pero todavía así su ayuda seguía siendo sincera y desinteresada.

—Si yo solo fuese un buen samaritano te llevarías mi tele. Nunca me darías esto gratis. Por esto se paga, tu tiempo vale dinero —le dijo Lucas antes de lamer su labio inferior lentamente y notó que él se estremecía entre sus brazos—. Te gusto. Y tú me gustas mucho. No es el MDMA el que habla. Sabes que lo digo de verdad, que aquí estarías bien. Por eso sigues desnudo, por eso no te has vestido y te has ido. Te gustaría quedarte conmigo... y a mí me gustaría que te quedases.

—Todavía estoy a tiempo de robarte la tele.

*************************************

La sensación que sucedió a todas esas sensaciones buenas fue una terrible angustia que apretaba su garganta, como si le acabasen de dar una horrible noticia una y otra vez, minuto a minuto. Sentía que una mano invisible le ahogaba.

Llevando un viejo chándal a modo de pijama bebió agua directamente de la botella que guardaba en su nevera. Apenas pudo tragar.

Miró a Nolan, que con un pantalón deportivo que le había dejado después de su ducha, fumaba apoyado en su balcón mirando pensativo la calle bajo ellos.

Eran las dos de la mañana y él apenas se había dado cuenta de como habían pasado las horas. Se encontraba fatal, lento y estúpido. La bola de nervios en su garganta le impedía incluso beber agua y ni rezándole a todos los santos hubiese podido concebir el sueño.

—¿Es normal que me encuentre tan mal? —le preguntó al chico acercándose, apoyándose también en el balcón.

Nolan asintió.

—Se llama resaca química. Todo lo que sube tiene que bajar.

Lucas notaba su mandíbula mucho más libre, ya no la apretaba con tanta fuerza, pero hacerlo durante tanto tiempo seguido le había dejado unos curiosos calambres musculares bajo las orejas. La sensación de fatiga y dolor de cabeza le molestaban mucho más que eso. No solo era un malestar físico, era una honda desesperanza que le aplastaba, de nuevo, sin motivo ni razón.

—¿Y cuánto tiempo me va a durar esto? —le dijo entrecerrando los ojos, las luces de las farolas le taladraban los ojos.

—Pues unas dos o tres horas, más o menos, luego te entrará sueño—"¿Qué cojones?" pensó alarmado girándose hacia él. Viendo su reacción Nolan le susurró curvando los labios para expulsar el humo del cigarro de su cuerpo—: Lo que te he dado era muy fuerte. No sé por qué te lo has tomado si no estás acostumbrado... 

—Quería probar algo nuevo —musitó. Debería haber pensado los contras de sus actos antes de meterse aquella pastilla en la boca. Porque sí, aquellas horas habían sido toda una experiencia pero ese desasosiego que le impedía comer también estaba siendo la peor resaca que recordaba.

"A ver cómo voy mañana a trabajar" 

—De todas formas solo es así la primera vez, al principio —le dijo él sinceramente mirando sereno el exterior—. Después ya nunca sientes lo mismo. Te pasas la vida intentando revivir esa primera sensación... Pero no se puede. Así es como te enganchas y acabas como yo.

—No vuelvo a tomar eso —le dijo negando con las manos.

—Mejor. 

—Pero, Dios, me va a reventar la cabeza, ¿Tú no estás como una mierda?

—Yo siempre me encuentro como una mierda, Lucas —le dijo con su sardónica sonrisa y sus ojos tristes. Lucas tragó bajo el peso de su sinceridad.

La pantalla del móvil de Nolan se iluminó de nuevo y él contestó al whastapp hastiado. Lucas permanecía allí viendo en silencio como rechazaba una y otra vez a los clientes que pedían su compañía aquella noche. Una calidez agradable le llevaba el pecho pensando que estaba renunciando al dinero al contado por estar allí, fumando en su balcón junto a él.

Pero cuando su teléfono sonó de nuevo se apresuró a contestar la llamada con una extraña mueca de disgusto.

—Dime, Nacho —le dijo frunciendo el ceño. Su voz grave sonó realmente seria y Lucas supo que el chico sonriente que le había besado en la cama ya no estaba, ya solo quedaba ese hombre madurado a base de violencia. Nolan tiró el cigarro a la calle y negó— ¿Crandford? No. No. Hoy no puedo, Nacho. De verdad que... —Lucas notó la mirada que le dedicó antes de suspirar resignado cerrando los ojos— ¿A qué hora?

Lucas vio como su expresión se ensombrecía escuchando a su interlocutor abriendo los ojos, su mirada relucía con fiereza.

—Me importa una mierda, Nacho — soltó, aunque parecía agresivo Lucas leyó en el fondo de su ser que solo intentaba sobreponerse a algo mucho más profundo que la tristeza o el temor—. No voy a follarme a ese psicópata de mierda por menos de quinientos la hora y si te parece mal un cincuenta por ciento puedes mandar a tus chicos a ver si alguno sabe ponérsela tan dura como yo. No es un polvo, y lo sabes. Nadie paga miles de euros por un polvo normal. Tus chaperitos de cristal no tienen lo que hay que tener para lidiar con ese tío, no durarían ni el primer asalto.

Lucas, que atendía con el corazón encogido estuvo tentado de agarrar el teléfono y tirarlo por el balcón para que ese hombre no se llevase a Nolan de su lado. Para que no le hiciera nada malo.

—Vale, trato hecho. Voy para allá.

"Por favor, no te vayas"

Pero Nolan colgó mirándole con semblante serio.

—Tengo que irme —le dijo, como si hubiese escuchado sus pensamientos. Lucas lo sabía.

Asintió despacio, sintiéndose repentinamente entristecido. Pero respiró hondo y asintió de nuevo más enérgicamente.

Nolan recuperó su ropa y se vistió rápido. Tacheté apareció de la nada desde la fachada y se acercó al muchacho ronroneando moviéndose como si hasta el gato le estuviera pidiendo sin silencio que no se marchara.

Cuando Nolan atravesaba la puerta principal se giró hacia él, que se la mantenía abierta con Tacheté en brazos.

—Gracias —se apresuró a decir Lucas, sin saber cómo despedirse en una situación como aquella.

—Me lo he pasado bien —parecía sincero. Incluso pudo ver en sus ojos algo de timidez.

Lucas sonrió débilmente y se estremeció cuando, antes de marcharse, se inclinó hacia él y le dio un último beso en los labios. Lento, cariñoso... como si no quisiera marchar.

"No lo hagas" 

Pero lo hizo.

Lucas cerró la puerta imaginando la cara que pondría Diego cuando se lo contase.

***********************************

—No me lo puedo creer —le decía Diego por octava vez. Lucas estaba demasiado ocupado levantando aquel sofá para hacerle caso.

Ayudar a su amigo en la mudanza estaba siendo el broche final a una tediosa jornada de trabajo. El lunes había pasado entre una terapia con una mujer con problemas de ansiedad y un adolescente al que obligaban a asistir a su consulta para superar el divorcio de sus padres.

Intentó concentrarse en sus pacientes con profesionalidad pero su mente adormecida se escapaba furtiva entre recuerdos de la lengua de Nolan lamiendo sus pezones, bajando y bajando antes de hacerle la mamada de su vida. Y así, él, no podía.

Diego, que tenía más fuerza que él, tiraba del sofá para girar esa gran estructura y que entrase por la puerta de su nuevo apartamento.

Lo dejaron en el salón, salpicado de cajas por desembalar. Siempre le había resultado curioso como una vida podía entrar en apenas siete o ocho cajas.

Lucas se tiró sobre los cojines del sofá exagerando su cansancio.

—Diego, tienes demasiadas cosas —le dijo. Diego se sentó a su lado dejándose caer como un saco.

—¿Sí? Y tú tienes demasiada suerte —respondió él riendo con las manos sobre sus ojos todavía con expresión incrédula— ¿Estás seguro de que no fue un truco para conseguir algo de ti? ¿Tú has mirado si te falta algo en casa?

—Joder, Diego. Muchas gracias. Vete a tomar por culo —exclamó ofendiéndose de lleno—. Ya sé que soy un puto adefesio pero para una vez que follo tampoco hace falta que me lo recuerdes.

—No eres un adefesio. No he dicho eso. Pero eres un tipo normal, eres... Tú y yo somos gente del montón.

—¿Del montón? ¿Tú eres del montón? Si tú eres del montón yo ya me tiro por la ventana, Diego.

—Yo solo te doy el mismo consejo que tú me diste. Si ese niño quiere que se lo follen... Vía libre. Como si te hubiese tocado un rasca y gana en el supermercado. Pero no te creas nada de lo que diga. Recuerda como engalló a ese chico para robarle. Estoy seguro de que saca algún beneficio. Y sobre todo... no te metas en líos por un chapero camello, está metido en un mundo muy turbio.

—¿Vamos a mi piso a por una cerveza? —le dijo Lucas poniéndose en pie. Diego le siguió expresando su agradecimiento con una palmada al aire. Diego cerró la puerta y bajaron las escaleras hasta el tercer piso— Solo somos amigos. Me cae bien, me gusta estar con él. Pero no soy tonto y no voy a enfrentarme a la mafia ni nada así, si eso es lo que te preocupa. No creo que vuelva a pasar. Estábamos colocados, se puso cachondo y supongo que pensó "¿Por qué no?". Pero soy demasiado DEL MONTÓN para que quiera volver.

—Perfecto.

—¿Estáis hablando de mí? —oyeron esa voz rota por el desencanto.

Lucas se giró bruscamente, sobresaltado. No le había visto, apoyado en la pared junto al ascensor.

Nolan se sujetaba a la pared porque no podía mantenerse en pie de otra forma. Su aspecto se parecía mucho al que tenía el día que le conoció. Su nariz y su labio goteaban sangre hasta su mentón, y sus ojos rodeados por oscuras ojeras le miraban cansados, enrojecidos. Parecía atontado por alguna droga, pero no solo era eso.

De hecho, el muchacho parecía completamente agotado. Derrotado, demasiado cansado para esforzarse en defender sus sentimientos con sarcasmo o rabia. Solo parecía albergar tristeza... Y sueño.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó, pese a estar hablando en un hilo de voz sonó preocupado— ¿Llevas mucho tiempo esperando? Estaba en el piso de Diego...

Diego saludó con la mano sin saber qué decir o qué hacer.

—He tenido una epifanía —le dijo el muchacho acercándose lentamente, a pasos inestables, casi sin poder caminar. Lucas se apresuró a sujetarle de la cintura para servirle de apoyo. Nolan le miró a los ojos— ¿Todavía quieres adoptar otro gato?

Notas finales:

¿Qué os ha parecido? 

Me encantaría recibir vuestra opinión. 

(Por cierto, no toméis drogas. Hacedle caso a Lucas, no vale la pena) jajaja 


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