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If It Hadn't Been For Love por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:

También la tenéis disponible en wattpad, allí está con imágenes. (amor-yaoi no tiene esa opción, creo)

https://www.wattpad.com/884442897-if-it-hadn%27t-been-for-love-8-lucas-y-las

 

Aquí comienza la segunda parte: Quebranto.

 

Se la quiero dedicar a RedLover por su apoyo y sus bellos comentarios. 

Cuando el teléfono sonó Lucas estaba trabajando escuchado distraído un aburrido caso de insomnio.

 

Aquella mujer había acudido a la consulta de su hogar para pedirle pastillas fuertes que (estaba seguro de que ella lo sabía bien) necesitaban receta médica y había perdido el interés en la terapia cuando él le explicó amablemente que era psicólogo y no doctor así que tenía permiso para recomendar el consumo de fármacos suaves pero no para dispensar recetas porque para eso era necesario ser médico. Estaba realmente cansado de repetir siempre la misma cantinela.

 

De modo, que notando que aquella sesión no iba a ningún lado y que la señora se marcharía en cuanto tuviera la más mínima oportunidad, decidió contestar a la llamada por si se trataba de algo importante.

 

Le pidió permiso a la mujer con educación y ella aprovechó para decirle que mejor se iba porque no era una terapia lo que necesitaba, cuando contestó ella estaba saliendo de allí sin perder el tiempo en formalismos.

 

—¿Hola? —preguntó Lucas extrañado por ese número desconocido.

 

—Hola... ¿Eres...? —preguntó una voz grave pero con un enorme patrón afeminado. Lucas no la reconoció y empezaba a preguntarse si se trataba de una broma. No había dormido por culpa del apetito sexual insaciable que Nolan despertaba en su ser y había amanecido con dolor de cabeza, así que se preparaba para mandar a la mierda al bromista— ¿Conoces a Nolan de algo? En su cartera tiene una tarjeta tuya y pone que eres loquero.

 

Lucas se apoyó en la mesa dando el mismo bote que le había dado su corazón. Miles de escenas de las probables desgracias que podían pasarle al chapero le cruzaron la mente en tropel.

 

—Sí, sí ¿Qué ha pasado? ¿Está bien?

 

************************************

 

Cuando Lucas llegó a la cafetería, corriendo como hacía años que no corría, se topó con una gran concentración de curiosos entorpeciendo la entrada. Muchos transeúntes se habían acercado para ver qué pasaba allí dentro guiados por los gritos y Marga, la dueña, intentaba echarles del hueco de la puerta con los ojos hinchados de llorar.

 

—Me habéis llamado— le dijo a la mujer para que le dejase pasar, estaba tan asustado que ni reparó en el flato o en su respiración ahogada por la carrera, ella se apartó para que entrase antes de cerrar las puertas de cristal y colocar el cartel de cerrado.

 

En el local se quedaron solo los clientes de confianza y unos chaperos que, como Nolan, lloraban.

 

Nolan estaba en el suelo, llorando amargamente frente a un charco de sangre que debía proceder, a todas luces, de su mano derecha. Los nudillos apenas sin piel estaban hinchados y goteaban gruesas gotas escarlata entre sus dedos.

 

—No sabíamos a quién llamar, se ha vuelto loco— le dijo la misma voz que le había hablado por teléfono tendiéndole la tarjeta y una cartera. Era un muchacho moreno de cabello rizado que le recorría con los ojos enrojecidos por el llanto sin disimulo como preguntándose quién demonios era él.

 

Lucas tomó la cartera de Nolan, que solía tener dinero, él siempre dividía su botín. Siempre. Pero ese muchacho moreno se la devolvía vacía. Se estremeció al comprender que incluso en esas terribles circunstancias habían aprovechado el momento de confusión para robarle.

 

Miró a Nolan. Él ni siquiera había reparado en que estaba allí. 

 

—¿Pero qué ha pasado? —preguntó asustado.

 

Nolan levantó la cabeza violentamente, siendo consciente de estar escuchando su voz. Sus ojos eran arroyos de tristeza y le empapaban completamente la cara. Ni en mil años habría imaginado ver al muchacho así; destrozado delante de tanto público.

 

Pero tenía una muy buena razón.

 

Cuando enfocó la vista en la televisión tras él la fotografía del chico al que le había curado la nariz le dedicaba una sonrisa bajo la funesta noticia de su reconocimiento mediante pruebas ADN, ya que su estructura facial había quedado irreconocible.

 

Miró a Nolan de nuevo, su cuerpo temblaba entre sollozos.

 

Se arrodilló a su lado y le abrazó.

 

—Ha sido por mi culpa —dijo el chico que apenas podía respirar—. Ha sido... Me ahogo. No... No puedo. No...

 

Tenía un ataque de ansiedad. Se esforzaba por respirar sonoramente con la mandíbula tensadas por el miedo.

 

—Mírame —le pidió sabiendo que obedecería. Se estremeció, porque el dolor de su mirada hizo que sus propios ojos también se humedecieran—. Puedes respirar. Ahora sientes que vas a morirte porque estas teniendo un ataque de ansiedad —Él asintió— Mírame. No es real. Confía en mí. Concéntrate en mí y escucha mi voz. Respira como yo; Fuera. Dentro. Fuera. Dentro.

 

Nolan le obedeció como un niño frente a todas personas que querían fingir que no prestaban atención. Intentaba respirar inspirando y soltando el aire entre sus labios temblorosos, pero renunció comido por el desasosiego. 

 

Negó con la cabeza nerviosamente a media exhalación rompiendo a llorar de nuevo. Gritó agarrándose la cabeza, arañándose la cara. 

 

Lucas se apresuró a agarrarle de las muñecas para evitarlo pero el chico tenía mucha fuerza.

 

—Nolan, Nolan — le susurraba meciéndolo entre sus brazos. Se agarró a él y con esfuerzo pudo poderle en pie. Se giró hacia los chicos que con rostro desolado miraban la escena—. Gracias por llamar. Voy a llevarle a un sitio tranquilo para que se ponga bien.

 

—Pero Nacho querrá verle —le dijo uno de ellos. Marga bufó algo desde la barra, pero Lucas no la oyó porque se estaba girando hacia el chico que había hablado sin ocultar su enfado.

 

—¡Me importa una mierda! —gritó y señaló la televisión— Vuestro amigo está MUERTO por enriquecer a ese bastardo ¿Y seguís pensando en lo que querrá Nacho? Pues le podéis decir que me llevo a Nolan, y que si tiene algún problema con eso me puede comer los huevos porque yo no tengo quince años y yo no le tengo miedo.

 

"No voy a enfrentarme a la mafia ni nada parecido" le había prometido a Diego; bueno, pues a la mierda.

 

Dicho eso agarró a Nolan por los hombros, que estaba demasiado sumido en su dolor para prestar atención a lo que se hablaba a su alrededor, y salieron de la cafetería.

 

*************************************

 

Nolan mascullaba frases en ruso que Lucas no comprendía, repetía "ne mozhet byt'" una y otra vez, como en un bucle asfixiante que no podía cesar por mucho que él lo intentase.

 

Pero estaba más tranquilo, y eso debía ser una buena señal. Aunque con la mirada perdida sus ojos de precioso color se ahogasen en enormes lágrimas que engordaban y brotaban despeñándose por sus pestañas.

 

Lucas había conseguido asentarle en el sofá de su casa, sin embargo, el chico no reaccionaba. Había intentado darle tiempo y espacio para procesar la información a su ritmo, proceso fundamental para superar un duelo.

 

Lo sabía, era mejor no agobiarle. Pero le era difícil seguir los pasos que había estudiado en una universidad cuando Lucas, antes de psicólogo (y no uno muy eficiente) era persona, y antes de persona era amigo de Nolan. Verle completamente roto solo le producía ganas de llorar con él, abrazarle y decirle que todo saldría bien.

 

Aunque fuese mentira porque Sky no iba a volver.

 

—Nolan —le llamó. El chico no le miró pero pestañeó y supo que por lo menos le escuchaba. Sí, que le escuchase era una maravillosa buena señal— Siento...

 

Nolan clavó en él su mirada desquiciada por la tristeza.

 

—Ha vuelto a pasar... —le dijo completamente ido—. Sky ha muerto. Todos mueren. Ha sido por mi culpa. Nacho me llamó, me llamó y yo no contesté...

 

Lucas se removió incómodo por el significado de esas palabras. No, Nolan no contestó porque prefirió quedarse junto a él. Debió pensar lo mismo porque sus lágrimas se habían secado y en aquel momento solo le miraba con salvaje rabia, con agónico dolor.

 

Y supo que por el fuerte carácter de ese muchacho la atípica relación que tenían nunca volvería a ser la misma. Nolan se echaría la culpa de lo ocurrido una y mil veces, culpando también a los demás, reaccionando con rabia para sobrevivir a ese dolor; hundiéndose en él intencionadamente con la esperanza de ahogarse; alejándose de todos, apartándose de él.

 

Lucas notaba que su propio corazón se detenía comprendiendo que iba a perderle e intentó hacerle entrar en razón antes de que ocurriese lo que sabía que iba a ocurrir.

 

—No ha sido culpa tuya, no puedes hacerte responsable de esto —le dijo intentando sonar seguro y tranquilizador pero sus manos temblaban y más parecía una súplica—. No sabes lo que ha pasado.

 

Nolan se puso en pie de golpe y Lucas se apartó para no interponerse en su camino.

 

—Sí sé lo que ha pasado— le dijo frío, helado, vacío. Y caminó hacia la puerta tan rápido que Lucas no pudo detenerlo. Agarró las llaves de su hogar con un solo movimiento antes de salir en su busca. Cerró su piso de un portazo.

 

—¡Nolan! ¿A dónde vas? —gritó mientras corría para seguirle por la escalera.

 

Su corazón le bombeaba la constante idea a su cerebro de que ese niño iba a cometer una temeridad guiado por la rabia. Esa corazonada fue lo único que escuchaba, desoyendo completamente su propio sentido común.

 

Le llamó mientras él le ignoraba saliendo a la calle descarrilando en cada metro. Lucas consiguió alcanzarle a duras penas en plena calle y le agarró del brazo para que dejase de caminar. Se giró hacia él y le empujó deshaciéndose de su agarre. Nolan le estampó sin cuidado contra la reja metálica de una panadería cerrada. A pesar de dolerle el impacto intentó detenerle de nuevo y se giró para mirarle a la cara. Sus ojos cargados de violencia también le parecieron implorantes.

 

—Lucas, déjame. No quiero hacerte daño—le dijo, casi le rogó.

 

—Por favor, no hagas una tontería. Por favor, dime a dónde vas.

 

—A hablar con Nacho —le contestó temblando. Notaba el tremendo esfuerzo que hacía para no volver a llorar y derrumbarse allí mismo—. Tengo que saber qué cojones ha pasado.

 

—Pero ese hombre es peligroso —susurró en un hilo de voz. Nolan iba a conseguir que le matasen si se dejaba llevar por la impertinencia. 

 

La expresión de Nolan se endureció y sus ojos llamearon con tal rabia que Lucas se estremeció.

 

—Yo también lo soy.

 

Sí, lo era. Y viendo que estaba fuera de control, si no acababa muerto acabaría matando. No podía permitirlo, tenía que asegurarse de que no cometía una locura.

 

—Voy contigo.

 

***********************

 

Lucas se echó a un lado cuando Nolan abrió la puerta de ese antro de prostitución de una fuerte patada, haciendo volar las débiles bisagras del marco y un enorme hombre calvo le intentó cerrar el paso desde el interior del local.

 

Un camarero que limpiaba algunas copas salió corriendo desde detrás de la barra advirtiendo que lo que iba a suceder le ponía en peligro.

 

El hombre calvo levantaba las grandes manos de forma tranquilizadora, pero Lucas le notó asustado como quién le dice "Buen chico" a un rottweiler que enseña las fauces.

 

—Chico, entiendo tu enfado pero no puedo dejarte pasar.

 

Nolan se enfrentó a él caminando decidido diciéndole:

 

—Gorila, quita de en medio o te parto el cuello.

 

Gorila, si ese era su apodo, agarró al chico por el brazo y Nolan le empujó. Forcejearon hasta que el mayor le sujetó del hombro y le obligó a girar estampándolo contra la barra de licores para inmovilizarlo.

 

—No le hagas daño, por favor — rogó Lucas intentando apartarle del chico.

 

Aunque Nolan no necesitaba ayuda para deshacerse de ese agarre, le pegó una patada al guardia y este le soltó un segundo antes de volver a atraparle mientras él se revolvía.

 

—¿Quién cojones eres tú? —le preguntó Gorila luchando por mantenerlo inmovilizado. No era una tarea sencilla.

 

Quizás ver como el chico suponía un problema para aquella mole de más de ciento veinte kilos le hubiese impresionado más si la pregunta no le hubiese descolocado los esquemas.

 

"¿Quién cojones soy?".

 

"A veces me lo follo gratis".

 

"Cuando viene a casa y está cansado le abrazo viendo una serie que a él en realidad le interesa poco ver, solo para estar echados entrelazados en el sofá".

 

"Yo le cocino y él me enseña palabras en ruso".

 

"Me hace la compra y nunca se olvida de mis cereales favoritos".

 

Desde luego no eran pareja, tampoco se podían decir que fuesen solo buenos amigos, ni él era un cliente. Nolan para él era una curiosidad que devolvía un poco de vida a su monótona existencia, haciéndole sentir lo que nunca había sentido; y a cambio Nolan recibía un lugar tranquilo y agradable donde pasar el tiempo a salvo. Un lugar donde quererse sinceramente y luego separarse para fingir que no tenían ninguna relación.

 

Reducir sus sentimientos a una frase era absurdo y reducir su conexión al sexo era mezquino.

 

—Soy su psicólogo —respondió sin saber por qué decía aquello.

 

—Pues haces un trabajo de puta pena, tío.

 

Nolan se revolvía entre esos brazos que le intentaban inmovilizar sujetándolo con fuerza bajo los hombros con una llave. Echó la cabeza hacia atrás con decisión, impactando su craneo contra su cara. El agarre del hombre distraído por el repentino dolor de su nariz se aflojó lo suficiente para que el chico deslizase el brazo y golpease con su codo el cuello del mayor. Certero en su garganta, cerrando su traquea en un acto reflejo. Brutal, seco y sin las florituras que Lucas había visto en televisión. Gorilla cayó boqueando sujetándose el cuello con un horrible ruido de asfixia y Nolan se apresuró a propinarle una patada en la cabeza para dejarle inútil mareado en el suelo.

 

Lucas notó que su respiración no daba más de sí cuando ese enorme tipo, a pesar del mareo, intentó ponerse en pie y Nolan con la frialdad de un tempano se giró para agarrar uno de los taburetes de la barra. Y sin pensarlo dos veces, sin la barrera de ningún tipo de moralidad, lo alzaba sobre su cabeza para estampárselo al guardia en la espalda. Lucas no supo reaccionar, solo se quedó mirando como a cámara lenta como con férrea determinación y una fuerza que estremecería a cualquiera el chico que le daba cariñosos besos en la cama le destrozaba un taburete contra las lumbares a ese hombre.

 

Y tan rápido como hizo eso... soltó lo que quedaba de taburete, que no era mucho, antes de volver a caminar hacia la puerta del fondo sin preocuparse de su estado.

 

Lucas se agachó frente al hombre que intentaba respirar de rodillas en el suelo.

 

—Dios mío, ¿Estás bien?

 

—¡Agárralo! —le dijo asfixiado intentando hablar señalando a Nolan con la mano— ¡Páralo o le meterán un tiro! ¡Corre!

 

Lucas corrió sobre el camino que Nolan había caminado y entró en aquella misma habitación que el chico había abierto bruscamente, destrozando un precario pestillo de latón a golpes. Supuso que la seguridad de aquel local no era la gran cosa porque no creían que hubiese alguien lo suficientemente loco para ir a la guarida de aquel pez gordo del crimen organizado para enfrentarse a él en persona; pero todavía así, cuando se vio en ese minúsculo despacho, solo pensó "¿Tanto dinero para esta mierda?".

 

En un fugaz pensamiento absurdo Lucas pensó en el trabajo que tendría el cerrajero cuando se marchasen.

 

Nolan entró y se lanzó como un perro a morder a un hombre de mediana edad que se sentaba tras un escritorio con una pistola agarrada. Se subió al escritorio en un ágil movimiento e impactó su puño contra su cara antes de que ese hombre armado supiera reaccionar.

 

—¿QUÉ COJONES HA PASADO? ¿QUE HAS HECHO MALDITO HIJO DE PUTA? —gritaba Nolan agarrado a su camisa golpeando de nuevo. Lucas le separó rodeando su cintura y tiró de él con todas sus fuerzas, pero el muchacho alimentado por la adrenalina de la rabia tenía una fuerza explosiva demasiado potente para poder apartarle del todo. Intentó volver a pegarle— TÚ DEBÍAS PROTEGERLE. TE PAGAMOS PARA QUE NOS PROTEJAS. Y AHORA ESTÁ MUERTO. SKY ESTÁ MUERTO.

 

El hombre de incipiente tripa escupió sangre y de un rápido movimiento les apuntó con la pistola recobrando el control.

 

Lucas se tensó, nunca había visto un arma y estaba increíblemente asustado intentando con todas sus fuerzas apartar a Nolan de ese escritorio, que no parecía impresionado en lo más mínimo por ese cañón que le apuntaba directamente al rostro.

 

Nolan le escupió en la cara gritándole amenazas. 

 

—No sé qué ha pasado, Nolan —le dijo el hombre sin dejar de apuntarle. Le hablaba tranquilo a pesar de la situación. Si mentía o decía la verdad no era algo fácil de determinar. Nolan, desde luego, no pareció creérselo. Agarró las manos de Lucas forcejeando para que le soltase y así partirle la cara a ese proxeneta de larga nariz.

 

Gritaba "Te voy a matar". Lucas se esforzaba con toda su alma para no soltar a Nolan y hacerlo él mismo. Ese gilipollas frente a ellos era el catalizador de todos los males del chico que le gustaba y si hubiese sido por él hubiese caído muerto en aquel momento. 

 

Pero el cañón miraba hacia Nolan y Lucas debía mantenerse frío por los dos para que no saliese herido.

 

Porque fue en ese momento, y no en otro, con una pistola encañonándolos a menos de un metro que Lucas entendió sus sentimientos. Los vio claros, casi cristalinos, mientras sujetaba a ese perro rabioso. Su orden de prioridades le hizo comprender, casi en unarevelación, el amor que sentía por ese huérfano ucraniano. Porque su mayor preocupación no era recibir una bala, era que la recibiese él. Y de haber tenido más fuerza para empujarle se hubiese interpuesto entre la pistola y ese puñetero chapero que le había puesto el mundo del revés.

 

Vio como el hombre bajaba el arma. No obstante, luego se llevó la mano a su nariz de la que brotaba dos gruesos hilos de sangre y miró un segundo su mano ensangrentada antes de volver a levantar el arma y disparar.

 

El sonido, aunque llevaba silenciador, sonó mucho más fuerte de lo que lo hacía cuando se disparaba en películas. Lucas nunca pensó que un arma sonase así. El supresor silenciaba la explosión haciendo el sonido de un chasquido mucho más parecido a un dardo clavándose en una diana que en lo que él imaginaba como un disparo.

 

Tembló asustado, agarrando a Nolan mucho más fuerte, que se encogió por el impacto. Soltó un quejido agarrándose la pierna, la sangre espesa brotó al instante y Nolan apretó los dientes antes de girarse desafiante hacia su jefe.

 

Él seguía apuntándole, listo para disparar de nuevo.

 

—¿PERO A TI QUÉ COÑO TE PASA?— le gritó Lucas, golpeó el escritorio furioso con los puños. El arma se movió para apuntar a su pecho aunque el hombre ni se dignó a mirarle a la cara. Le ignoró completamente.

 

Su mirada oscura estaba clavada en Nolan; Seria, atenta. Y fue solo a él a quién le habló.

 

—Por el cariño que te tengo a ti y por respeto al recuerdo de Sky te voy a dejar marchar para que te tranquilices —le dijo Nacho lentamente, escupiendo cada palabra—. Cuando se te pase la rabieta vuelves porque tienes trabajo que hacer.

 

"Muérete, hijo de puta" pensó Lucas mordiéndose la lengua para no agravar todavía más la situación. 

 

Nolan se tranquilizó lo bastante, devuelto al mundo real, tal vez por el dolor de su pierna o tal vez por ver a Lucas amenazado por un arma mientras retrocedía con ambas manos elevadas.

 

Recuperó el control de sí mismo para girarse hacia él, empujando suavemente a Lucas colocando su mano ensangrentada en su pecho obligándole a echarse hacia atrás para interponerse lentamente entre su cuerpo y el arma, asegurándose de que no había manera de que una bala alcanzase el cuerpo de Lucas, haciéndole de escudo humano.

 

Tan lentamente que ese chico ya no le parecía humano, más parecía una carcasa vacía llena de malos sentimientos, peligrosos instintos que estremecieron a Nacho. Acercándose agarró el cañón caliente con la mano para apuntarse con firmeza a sí mismo, Inclinándose apoyando esa misma mano ensangrentada, manchando el escritorio para hablarle más cerca, y así decirle con voz envenenada por la locura:

 

—Más te vale meterme una bala en la cara ahora mismo, porque como salga vivo por esa puerta juro por la tumba de mi puta madre que te mataré.

 

No era una simple amenaza, todos lo sabían. Era una promesa.

 

El cañón del arma casi podría haber rozado su frente si no fuese porque Lucas dejó de estar paralizado para sujetarle de nuevo tirando de su cuerpo hacia atrás.

 

Nacho se limpió con el dorso de la mano la sangre que empezaba a resbalar por su mentón y miró a Lucas haciéndole un gesto con la pistola, señalando la puerta.

 

—No sé quién coño eres tú pero llevártelo de aquí, YA.

 

—Nolan, por favor. Vayámonos —le rogó y su voz sonó patéticamente temblorosa. Nolan le miró, su respiración estaba tan agitada que movía las aletas de su nariz. Se quedó unos segundos mirándole y luego miró a Nacho que todavía se mantenía en guardia.

 

Lucas casi pudo leer en sus fracciones como el chico renunciaba a seguir allí para ponerle a él en un lugar seguro. Pensando, quizá, que si Nacho le mataba también acabaría matando a Lucas para eliminar testigos.

 

Asintió con las mandíbulas apretadas e intentó caminar. Se apoyó en él para salir de allí cojeando con su pierna herida dejando un reguero de gotas oscuras tras de sí.

 

Gorila, todavía palpándose la garganta, le ayudó a sacar de allí al chico que se empezaba a derrumbar paso a paso.

 

—Siento mucho lo de Sky —Ese pésame soltado impulsivamente sonaba brusco, pero también sincero. Pudo leerlo en la expresión abatida del hombre calvo cuando los tres salieron al exterior. Nolan le miró con sus ojos cargados de sufrimiento y Gorila tragó saliva.

 

—¿Tú sabes qué ha pasado? ¿Sabes quién fue?

 

—Sabes que si cuento algo esa bala será para mí —Su respuesta venía acompañada de un movimiento de cabeza. A Lucas eso le pareció más una afirmación que una negativa, y a Nolan también. 

 

—¿Fue Crandford?

 

—No puedo hablar, Nolan. Lo siento — Dicho eso cerró la puerta desencajada.

 

Lucas agarró al chico que entreabría los labios en un gesto de dolor.

 

—Dios mío, Dios. Joder. Dios mío —repetía el psicólogo una y otra vez. La sangre empezaba a crear un pequeño charco alrededor de su pie derecho. Aquel era un barrio tranquilo, pero de todas formas algunos vecinos caminaban por la calle al sol de mediodía y en cualquier momento alguien repararía en que un chico de diecisiete años había recibido un disparo en la pierna.

 

Nolan estaba pálido por la perdida de sangre, era muy probable que se le estuviera bajando la tensión y que sintiera un intenso dolor; pero estaba manteniendo la compostura con mucha más entereza que él. Lucas sentía temblar sus propias piernas y su única excusa era el miedo.

 

—Te ha disparado, te ha disparado —susurraba él todavía sin asimilar todo lo que había pasado. Nolan asintió tranquilamente—. Tienes que ir al hospital.

 

Nolan negó con el ceño fruncido.

 

—No voy a ir a un hospital, olvídalo—le dijo tan serio que Lucas tembló, y de nuevo el motivo era el miedo.

 

—Necesitas que te saquen la bala —susurró Lucas.

 

—Lo que necesito es un puto cigarro —bufó palpándose con las manos teñidas de rojo los bolsillos de sus pantalones hasta que encontró el paquete acompañado del mechero, y con manos temblorosas lo prendió.

 

Sacó el humo de su cuerpo cerrando los ojos, regularizando su respiración.

 

—Nolan, de verdad que tienes que ir a un...

 

—Lucas —Intentaba controlar su mal genio para no hablarle mal aunque fuese escaso de paciencia, Lucas lo veía; lo agradeció con el alma porque sentía que si alguien le gritaba se pondría a llorar como un estúpido por los nervios que aguantaba. Nolan también debió notarlo porque le explicó con mucha más suavidad—: Soy menor y estoy en este país ilegalmente con un DNI falso, no voy a ir a un puto hospital con un disparo.

 

Nolan intentó caminar pero el músculo dañado no le respondía como era debido. Su pierna se negó a funcionar entre espasmos. Se agarró el muslo gruñendo. Lucas se llevó las manos a la cabeza y se le ocurrió una idea que, prefiriendo no ejecutar, era la opción más sensata.

 

—Creo que conozco a quién puede ayudarnos.

 

************************************

 

Desde que Lucas había conocido a Nolan había hecho muchas cosas que creía que nunca haría, o que se había prometido no volver hacer.

 

Como tomar Eme, tener sexo con un prostituto, ser apuntado con un arma o llamar a su ex.

 

Su relación con Esteban había acabado amistosamente después de siete años. Ambos notaban que no estaban bien juntos, por lo menos... Lucas lo sentía. A Esteban le empezó a gustar otras personas y a Lucas le empezó a dar igual lo que le gustase o le dejase de gustar. Lo que traducido significaba que le ponía dos cuernos como dos castillos y, en vez de ponerse celoso por ello (como Esteban esperaba) a Lucas no pudo darle más igual.

 

Su relación estaba muerta y terminaron con una bonita despedida, pero Lucas había intentado huir del reencuentro con toda su alma.

 

Hasta había cambiado de hospital, haciendo mucho papeleo, para evitar cruzárselo accidentalmente en el que trabajaba. Su peor pesadilla era tener que ir a urgencias por algún motivo humillante y que fuese él su doctor asignado.

 

Y todavía se preguntaba cómo había cambiado su vida para acabar en ese incómodo momento que era tener a Nolan, sin pantalones, sentado en el sofá de su exnovio manchando de sangre la alfombra blanca de pelo largo que Lucas había comprado para decorar el piso que habían compartido; y que, de hecho, se alegraba de estar estropeando.

 

Esteban volvió a la habitación y le pidió a Nolan, más por la alfombra que por el bienestar del chico, que se sentase en una camilla de la habitación que usaba como consulta privada. Lucas ayudó a Nolan a caminar hasta allí bajo la atenta mirada de Esteban.

 

Demasiado atenta.

 

Su ex siempre había sido un poco celoso, cosa curiosa siendo tan infiel, y aunque suponía que después de tanto tiempo debía tener su ruptura más que superada no debía ser agradable que el motivo de su llamada no fuese él sino preguntarle si podía llevar a su consulta a un amigo herido.

 

Le había pedido por teléfono, fingiendo una tranquilidad que no sentía, si era posible ir a su casa para dejar el asunto en secreto porque todo había sido un terrible accidente y no quería alertar a la policía o meterse en líos por una tontería. Esteban se lo había creído porque había aceptado con su habitual tono altanero de estar perdonándole la vida.

 

Nolan, que se mantenía repentinamente tranquilo, había roto su camiseta de un tirón para presionar la herida con el trozo de tela cuando estaban en el taxi y así detener la hemorragia momentáneamente. Para tranquilizarle le dijo "La sangre sale oscura y de forma continua, eso es bueno. No te preocupes, la arteria está bien". Lucas había asentido sin entender nada y sin dejar de estar preocupado.

 

Que actuase con aquella frialdad le dijo que no era la primera vez que recibía una herida parecida. Era muy posible que algunas de la muchas cicatrices que a Lucas le gustaba besar, reptando por su cuerpo para notar su piel rugosa bajo sus labios, hubiese sido una horripilante herida sanguinolenta de bala en su día.

 

Llegaron en poco tiempo, apenas había tráfico. Esteban le esperaba en su hogar con aquella cara de suficiencia tan suya pero cuando vio a Nolan se le borró la expresión completamente de su rostro, tan bruscamente  que resultó cómico.

 

Cuando le conoció, escayolándole a los diecinueve años un tobillo en urgencias, creyó que nunca nadie había lucido la bata blanca con su mismo porte. A Esteban no le hacían falta perendengues ni peinados para destacar. Su rostro y su actitud chulesca relucían como un metal precioso. Tras unos años comprendió que el doctor, que se creía oro, solo era una bonita pirita. La confusión era comprensible, no por nada se llamaba a ese mineral El Oro de los Tontos.

 

Y tonto, desde luego, había sido. Porque a los veintiséis y sin amarle Lucas comprobó que ni era para tanto ni él para tan poco. Sin el velo del amor nublando sus ojos vio que solo era un hombre atractivo de cabello castaño, pero tan común como él mismo lo era.

 

A pesar de eso, su ex no era un hombre feo, no. Aunque fuese algo mayor que Lucas siempre se mantenía en forma, mucho más en forma que él.

 

Siempre le decía que su tripa blanda era vergonzosa, que era una trampa como los tampantojos culinarios. Porque a la vista estaba plana, incluso de perfil parecía delgado pero cuando le tocaba...

 

Lucas se sentía terriblemente feo cuando le escuchaba comentar ese tipo de cosas sobre su cuerpo. En muchas ocasiones habían discutido porque se reía de él en reuniones con sus amigos llamándole Fofisano, y Lucas siempre le decía "¿Entonces por qué estás conmigo?". Nunca llegó a obtener una respuesta a esa pregunta, con el tiempo dejó de importarle.

 

Quizá Esteban esperaba que su amigo fuese otro hombre de cuerpo común y tripa flácida.

 

Desde luego no esperaba ver al chico de brutal belleza y cuerpo de adonis soviético que le acompañaba cojeando y palideciendo por segundos. Cuando Esteban le dijo que se quitase los pantalones para poder tratarle la herida y vio sus piernas torneadas no disimuló su desconcierto. Pero no fue hasta que Nolan se quitó también la chaqueta y dejó al descubierto su ropa interior que Esteban se giró hacia Lucas preguntándole sin palabras, solo con su expresión incrédula, cómo era posible que él tuviera a mano semejante paquete y tan precioso culo.

 

"Es demasiado para ti" parecía querer decirle.

 

Se sintió mal por sentirse bien. Le gustó que sus ojos oscuros titubeasen inseguros por una vez. Quiso decirle que Nolan estaba loco y follaba como tal, que le hacía sentir vivo. Quiso decir que estar con él le hacía feliz. Joder, le hubiese encantado gritarle que ese muchacho jamás se había reido de su tripa, ni de su nariz; que jamás le había menospreciado un gesto o cuartado su libertad de ninguna manera; que Nolan no era demasiado para él, ni poco, era justo como debía ser porque juntos... Juntos hacían un buen equipo.

 

Pero no lo dijo.

 

Nolan les miraba con curiosidad a pesar de que su estado mental no era el mejor en aquellos momentos. Lucas empezaba a notar como la tristeza y la rabia de sus emociones reculaban minuto a minuto tras esa actitud de fría arrogancia y salvaje indiferencia que tenía el muchacho cuando le conoció. Empezaba a ocultar sus escombros bajo una actitud impenetrable y una increíble calma para, al fin y al cabo, tener una bala en la pierna.

 

—¿Me explicáis otra vez cómo se ha disparado? —le dijo Esteban enarcando una ceja. Lucas no mentía muy bien, pero estaba haciendo su mejor intento.

 

—Estábamos cazando y se le ha resbalado el arma —Rogó con toda su alma que su tono sonase firme y creíble. Pero por su expresión no era así.

 

—Cazando. Tú —dijo Esteban cruzándose de brazos escéptico.

 

Lo despectivo de su tono debió llamar la atención de Nolan que levantó la cabeza bruscamente.

 

Lo vio en sus ojos, de nuevo ese fuego llameando que avisaba de que si Esteban se atrevía a hablarle mal en su presencia perdería el control.

 

"Por favor, contrólate" le dijo con la mirada. Nolan asintió, un movimiento casi imperceptible que solo él notó.

 

Entonces Nolan sonrió. 

 

Sonrió como el mayor de los actores, incluso sus ojos muertos cubiertos por el luto brillaron con algo que parecía el fulgor del amor; y su expresión cálida parecía la de un buen muchacho que no había formulado una mentira en su vida.

 

—Sí, es una pena que yo sea tan patoso y lo haya estropeado todo. Así nos conocimos, en el campo de tiro. Lucas dispara muy bien —le dijo a Esteban, que no daba crédito a lo que escuchaba. Lucas se quedó quieto sin saber qué hacer cuando sustituyó esa sonrisa por otra cargada de falsa complicidad—. Aunque no es lo único que hace bien ¿Verdad, Esteban?

 

Lucas tragó saliva avergonzado. El doctor preparaba el instrumental y con una desagradable expresión hizo un mohín con la cabeza en un gesto de menosprecio.

 

Nolan apretó los dientes para no abrir la boca y estropearlo.

 

—Es curioso, nunca pensé que Lucas fuese aficionado a la caza del ciervo... —Su ex se giró hacia él y por su sonrisita supo que iba a decir algo dañino antes de que sucediese— Siempre pensé que eras más de llevar tú la cornamenta. Como a ti eso te daba igual...

 

No dijo nada. No valía la pena dignarse a responder estupideces que en realidad no le ofendían. Sin embargo, Nolan apretó los puños y temió que se metiera de puñetazos también con su ex antes de que le sacase la bala, si era luego...eso ya no le parecía malo del todo aunque necesitasen el material quirúrgico y necesitasen, en especial, la discreción. 

 

En cambio, Nolan sonrió de nuevo con peligrosa frialdad.

 

—¿Eres un buen médico, Esteban?

 

—Bueno, no recibo muchas quejas —respondió dejando sobre la camilla una bandeja unas jeringuillas de anestesia local. Rebuscaba entre las cajitas de medicamentos apiladas en un pequeño armario gris y parecía absorto en eso.

 

—¿Podrías operarte a ti mismo si alguien te apuñalase en el pecho?

 

Lucas se acercó a Nolan alarmado para llamar la atención del muchacho y él le dijo moviendo mucho los labios para hablarle solo vocalizando "Es un gilipollas".

 

Lucas asintió sonriendo, entornando los ojos se aseguró de que Esteban estaba demasiado ocupado eligiendo el material necesario como para espiar su conversación desde el fondo de la estancia. 

 

—No dejes que ese mamón te trate mal. Dile algo. No se merece que seas educado — susurró Nolan con el ceño marcado.

 

—Me da igual lo que diga. No voy a perder el tiempo respondiendo tonterías.

 

—No son tonterías si te hacen daño. No dejes que...

 

—Hace daño quien puede, no quien quiere.

 

Nolan acentuó la arruga disgustada entre sus cejas mostrando lo poco que le agradaba su negativa a defenderse. Pero Lucas creía que responder a sus provocaciones solo serviría para dar más crédito del que merecían sus gilipolleces.

 

—No dejes que nadie te haga daño. Nunca, nunca te dejes pisar por un imbécil —le susurró Nolan negando. Que en aquel terrible momento de su vida su principal preocupación fuese esa, que alguien le hiciera sentir mal a él, le ablandó por dentro hasta el punto de querer abrazarle y llorar. Nolan estaba demasiado triste para reparar en la forma en la que Lucas le miraba de modo que siguió diciéndole en susurros—: Que seas bueno no le da derecho a nadie a tratarte como...

 

Lucas se inclinó apoyando la mano en el muslo que no tenía herido y entrelazando los dedos de su mano sobre la suya.

 

Nolan cesó de hablar al instante, mirando hacia abajo confundido por esa caricia.

 

—¿Cómo estás? —Se decidió a preguntarle intentando que su voz fuese reconfortante, una caricia tan suave como la que arropaba su mano destrozada de nudillos hinchados.

 

Lucas le vio tomar aire para contestar, pero el sonido de sus palabras se debía haber quedado perdido en su aliento antes de apretar los labios y exhalar negando con la cabeza gacha. Ese ademán habló por sí solo.

 

Mucho más destrozado que sus nudillos, así estaba el chico.

 

Y cuando su ex se giró se encontró a Lucas muy cerca de Nolan estrechándole la mano. Arrugó el gesto en una mueca de disgusto.

 

—¿Y vosotros cuánto tiempo lleváis saliendo? —preguntó acercándose para ver la herida de bala bajo una lupa con luces led incorporadas para iluminar el área.

 

Lucas se apartó inmediatamente dejándole espacio para trabajar. Echándole agua a presión con una jeringuilla para limpiar la sangre pudieron ver que la bala había dejado un pequeño boquete entre dos tatuajes en el muslo del chico, uno de ellos con inscripciones en cirílico.

 

Miró a Lucas de reojo. Sabía lo que pensaba, debía estar pensando que Lucas nunca había sido el tipo de hombre que ligaba con jóvenes tatuados. 

 

"Sí, Esteban, y ahora hasta me apuntan con pistolas, ¡sorpresa!"

 

Y mientras él le miraba... lo que miraba Nolan eran las pastillas en el armario entreabierto al fondo de la habitación.

 

—¿Me darás algo para el dolor? —le preguntó ignorando la pregunta.

 

Esteban le dijo que se tumbase para poder operar mejor.

 

Él obedeció sin quitar ojo al armario. Lucas se acercó lentamente y cerró la puerta discretamente para apaciguar los intereses del drogadicto de su amigo. Nolan le miró con fijeza mientras le preguntaba de nuevo a Esteban si iba a darle medicación para el dolor. Esteban estaba anestesiado la zona y levantó la mirada frunciendo el ceño antes de volver a su sangrienta tarea.

 

—Has tenido suerte, la bala está atorada en una zona superficial y no ha dañado nada importante. La hemorragia es venosa.

 

—¿Entonces no me voy a quedar tullido?

 

—No parece.

 

—¡Qué alegría! —Cada nota de voz era sarcasmo y habló mirándole a él— Mira Lucas, podemos seguir bailando lambada y chachachá.

 

—Lucas no sabe bailar —dijo Esteban buscando la bala con unas pinzas quirúrgicas. Lucas intentó no mirar porque se mareaba con tanta sangre. La visión de esas pinzas introduciéndose entre la carne abierta le revolvió el estómago.

 

—Bueno, según tú tampoco sabe follar y ya te digo yo que te equivocas. A ver si resulta que el puto problema eres tú, Esteban ¿Sabes tú bailar? —le replicó mordaz.

 

—Claro, se me olvidaba. Que contigo Lucas es experto en armas y por lo visto también es bailarín.

 

—Lucas es lo que le de la gana de ser a Lucas, conmigo o sin mí —contestó dispuesto a discutir masticando cada palabra entre dientes—. Igual que era todas esas cosas aunque estuviera contigo.

 

Esteban dejó la bala en un platito metálico y se dispuso a limpiar la herida apretando los labios en un gesto que solía hacer cuando su enorme ego se veía dañado.

 

—¿Qué insinúas?

 

—¿Insinuo? Te lo estoy diciendo en la cara. Que me pareces de esos tíos que necesitan hacer pequeñitos a los demás para sentirse grandes.

 

—Mira niño, que tienes en juego tu pierna.

 

—Como si me la amputas.

 

—Mira, te lo voy a dejar pasar porque cuando la gente siente dolor dice tonterías.

 

Lucas se sentía tan incómodo allí plantado sin saber qué decir que casi agradeció que dejasen de hablar de él para que Nolan preguntase otra vez por la medicación.

 

—Es verdad, doctor. Me duele mucho.

 

No parecía que le doliera lo más mínimo.

 

—Puede que te recete Tramadol para la recuperación —dijo Esteban cosiendo la herida.

 

—¿Tramadol para una herida de bala? ¿Ni siquiera Oxicodona? —Entrecerró los ojos acusadoramente.

 

—Sí, claro. Y si quieres te doy Fentanilo —ironizó. Nolan miró de nuevo el armario como preguntándose si tendría Fentanilo. Al hacerlo se topó con la expresión preocupada de Lucas. El Psicólogo negó con la cabeza para advertirle que dejase de hacer el tonto.

 

—¿Y en la mano qué te ha pasado? —inquirió Esteban mientras cosía el tejido muscular con hilo reabsorbible— ¿También un accidente de caza? ¿Te has pegado con un pato o algo así?

 

Lucas intentó inventar algo, aguantando la respiración. Pero Nolan se le adelantó con tranquilidad. Le enseñó su mano destrozada de nudillos hinchados

 

—Cuando me disparé me desmayé, y caí sobre la mano —explicó esa mentira tan tranquilamente que parecía verdad—. Porque como ya te he dicho, doctor, me duele mucho.

 

—No parece la típica herida de una caída.

 

Nolan abrió la boca perdiendo la poca paciencia que le quedaba a su desquiciada mente pero Lucas se apresuró a adelantarse.

 

—Oye, Esteban. Te agradezco mucho que nos guardes el secreto y que no des parte a la policía.

 

Nolan entendió la advertencia que le intentaba transmitir y se mantuvo en silencio el resto del tiempo, con la mirada perdida en recuerdos, nadando en los mares de su pesar.

 

*************************************

 

Cuando se vieron lejos de los oídos de su ex, bajando a la calle para esperar un Uber, Lucas se giró hacia ese imán de problemas y le intentó acariciar la mano herida con cariño.

 

Pero el chico se apartó de él caminando con esfuerzo. Esteban le había dicho que era normal que le molestase cuando caminase durante unas semanas, que debía guardar reposo. Lucas había asentido bien consciente de que el muchacho no guardaría reposo ni aunque el muerto fuese él.

 

Por eso cuando el chico, visiblemente incómodo negó con la cabeza alejándose de él no le extrañó. Había insistido mucho en que necesitaba pastillas y finalmente había conseguido unas bastante fuertes que había tomado inquieto en cuanto salieron del apartamento. En pocos minutos los fármacos nublarían completamente sus sentidos y su juicio.

 

Nolan, necesitado de traducir su dolor en un lenguaje que conociera, estaba ávido de drogas, alcohol, sediento de sexo y de violencia. Le conocía lo suficiente para saber que por mucho que él quisiera abrazarle y tomarle de la mano... No se iría con él en ese Uber.

 

—Nolan... —le dijo suspirando. El chico se giró hacia él rascándose el apósito que envolvía su herida por debajo del pantalón.

 

—No puedo ir a tu casa —le dijo por fin. Parecía nervioso de nuevo, titubeaba como si pronunciar esas palabras le doliera—. Han matado a Sky. Sé que le han matado. Y yo...Yo he sido estúpido. Pensaba que podría tener algo bonito pero...

 

—Nolan, mírame.

 

El chico se intentó alejar de él de nuevo perdiendo los nervios.

 

—¡No! ¡Todo el mundo que quiero muere! —le gritó— Yo no pertenezco a tu mundo de palomitas y cine. Yo soy del que le parto la cara al rey del narcotráfico de esta ciudad de mierda ¡TE PODRÍAN HABER MATADO! ¿Tú entiendes eso? ¿Entiendes que podrías haber muerto en el despacho de un proxeneta por mi culpa?

 

—Nolan...

 

—¡Voy a hacer que te maten! ¡Soy solo un niñato analfabeto que solo sabe golpear y follar! Y me estoy muriendo de dolor, joder. No puedo quedarme contigo. Necesito...

 

—Nolan, escúchame.

 

—Necesito saber qué ha pasado. Me quiero morir. Porque eso es lo que siempre hago. Me doy con un muro y lo que hago es coger carrerilla para chocarme con más fuerza hasta que me destrozo arrastrando a todo el mundo y a ti también te arrastraré, que eres lo único bueno que me ha pasado. Te tengo que perder. Porque nos conocemos desde hace poco tiempo. Tú no me conoces...

 

—¡NOLAN, QUE TE CALLES Y ME ESCUCHES. HOSTIA! —le gritó agarrándole de los hombros zarandeándolo bruscamente. El chico cerró la boca al instante, mirándole sorprendido. Lucas no solía gritar, muchos menos con ese carácter— Yo no quiero ni un estudioso ni un niño bueno, te quiero a ti. Me gustas tú. Tú no me has arrastrado a nada porque he elegido acompañarte yo, ¿Lo entiendes? ¿Entiendes que me gustas, y que yo decido si te sigo o no?

 

Nolan asintió despacio, mirándole a los ojos.

 

—Lo sé, pero...

 

—A mí me gustaría que vinieras conmigo, que no te drogases ni hicieras nada malo. Me gustaría que no te vendieras. Pero sí te conozco, y sé que no es culpa tuya sentirte así. Sé que harás lo que te de la gana y que si intento evitarlo será peor para ti. Yo no quiero retenerte, quiero que estés conmigo solo cuando tú quieras. Así que haz lo que tengas que hacer para estar bien, para superarlo. Vete, lo entiendo. Piérdete y haz lo que quieras. Intenta alejarte de todo lo que sientas que te mantiene atado para no tener miedo de perderlo. Hazte daño. Folla. Drógate. Lo que necesites.

 

Le pareció escuchar la voz de Diego repitiéndole que era un psicólogo horrible. Suspiró y le miró a la cara antes de proseguir:

 

—Pero, si en algún momento quieres volver... Vuelve. Porque a mí no me vas a perder. No tienes que renunciar a mí, ni a mi casa. Estaré ahí ¿Vale? Si te cansas... O si alguna vez te arrepientes, o tocas fondo y quieres dar media vuelta y piensas "No, ya es tarde" No hagas caso. No será tarde. Te estaré esperando.  

 

Nolan respiraba con fuerza escuchándole y asintió antes de besarle violentamente. Lucas sintió la fuerza de su cariño; era un torrente que le arrastró. Cerró los ojos dejándose llevar por su locura. Su lengua le frotó los labios antes de entrar en su boca como una despedida y sus manos le sujetaron la cara mientras le rozaba para enseñarle su corazón. Perdió el sentido de la realidad navegando en aquella lengua. Y cuando se separó de él, Nolan le miró a los ojos y él se obligó a soltarle las manos aunque no quisiera hacerlo.

 

De verdad que no quería hacerlo.

 

Lucas odiaba las despedidas.

 

Tras ver al muchacho alejarse cojeando calle arriba y perderse tras una esquina Lucas se notó morir. Su corazón estaba tan triste que casi lloró en el Uber sintiendo que había cometido un enorme error dejando marchar al chico en ese estado. Su mente le reprendía repitiendo que no era una buena idea porque el chico haría locuras peligrosas para su bienestar y su conciencia le gritaba que lo que Lucas debería haber hecho era detener a Nolan, aunque fuese amordazándolo, llamando a servicios sociales o a la policía e ingresarle en una clínica de desintoxicación, obligarle a tener una vida saludable.

 

¿Pero de qué serviría eso?

 

¿Acaso era posible domesticar a un gato callejero, como lo era él, a la fuerza?

 

Su corazón le decía que no. La única manera de que se le ocurría era esperar a que él quisiera volver y tuviera la voluntad de cambiar. Cuando lo hiciera estaría preparado para ayudarle en lo que él quisiera. 

 

Cuando llegó a su edificio, y para llenar con lo que fuese el enorme agujero de soledad que sentía en el pecho, fue al piso de Diego; que por lo que él conocía estaba en una situación parecida.

 

Subió hasta el cuarto piso arrastrando los pies y el alma.

 

Diego le abrió en pijama, aunque fuese ya primera hora de la tarde. Estaba despeinado y, a todas luces borracho. Su cara era un triste poema y debía parecerse mucho al que debía tener él porque en cuanto abrió la puerta le dijo:

 

—¿Te ha dado ya la patada el chapero?

 

Lucas abrió la boca para responder pero estaba demasiado cansado para contarle los entresijos de aquel complicado joven que ni era su novio ni su amigo pero al que amaba.

 

—Dame vino —le dijo solamente. Diego asintió y le dejó pasar.

 

—Eso está hecho —le oyó decir. Lucas se derrumbó en el sofá de su amigo sin quitarse la chaqueta. Diego ya estaba bebiendo, la botella descansaba a medio vaciar en la mesa de su comedor. Le llenó una copa y se la tendió.

 

—¿Sabes algo de Joel? —le preguntó Lucas. Diego negó. 

 

—Nadie sabe nada. Su familia le ha dado la espalda... su padre el muy gilipollas está destrozado pero el Opus le ha lavado el cerebro, ha cancelado todas las reuniones. Yo le llamo, pero Joel no me contesta. Creo que me ha bloqueado. No puedo tenerle aquí, Lucas. No puedo mandar a la mierda mi vida y hacerme cargo de ese chico. Pero estoy tan preocupado por él que... 

 

Diego suspiró. Había bebido lo suficiente como para que sus palabras se enlazasen arrastradas con torpeza. Pero al ver que Lucas intentaba beber un sorbo de vino y apenas podía tragar aguantando las lágrimas se acercó y le preguntó:

 

—¿Qué ha pasado?

 

—¿Has visto la noticia del cadáver que han encontrado en el río? —comenzó a explicarle él con un nudo en la garganta.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido? Dejen vuestra opinión, por favor. 


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