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If It Hadn't Been For Love por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:

¡Hola! ¡Espero que os guste!

Os dejo también el link de wattpad, allí está publicada con imágenes y extras. 

https://www.wattpad.com/885408474-if-it-hadn%27t-been-for-love-9-nolan-y-la-tenue-luz

"Se acabó, he perdido la razón"

 

Eso fue lo que pensó Nolan cuando entró en la pequeña discoteca sin saber siquiera que hora era ni en qué día vivía.

 

Nolan nunca había tenido el alma tan rota. La sentía quebrada e inservible, cuarteada a pedazos por recuerdos que creía ya olvidados.

 

Iba cuesta abajo y sin frenos, dispuesto a rodar, arder y a estamparse a ver si explotaba en una enorme bola de fuego. Quería comprobar si el odio, la tristeza y la angustia por fin le hacían implosionar mezclándolo todo con alcohol y drogas, como quien deja caer un mechero en un bidón de gasolina.

 

Estar sobrio en aquel momento no era una opción.

 

Nolan se apoyó en el gran altavoz vibrante de un subwoofer jadeando por el dolor de su pierna. Notó que estaba volviendo a llorar y se secó las lágrimas con el dorso de la mano. Él solo era un muñeco de papel que se deshacía en el charco que formaban esas gotas saladas que resbalaban por su cara; le erosionaban, se lo comían.

 

Había perdido el control. Estaba completamente perdido. La tierra que pisaba había dejado de tener eje y él ya no era capaz de encontrar ningún norte, ni dirección ni rumbo; tampoco motivos para buscarlos.

 

Escuchaba sus voces; a veces la de Sky, a veces las de él... Viktor. Viktor le hablaba. Escuchaba su voz profunda aunque sabía que estaba muerto. Muerto como su madre, como su padre. Muerto como acabaría él si seguía por ese camino. 

 

A veces era Lucas quien le decía, sin estar allí, que volviese a su lado.

 

Nolan se limpió las lágrimas a conciencia y caminó cojeando hasta el aseo de hombres. Allí le pidió un cigarro a cualquiera y un veinteañero amable le tendió uno. Fumó junto a ese chico escondidos en el retrete más cercano a la pequeña ventana con barrotes para ocultar el humo y así evitar que el guarda de seguridad les echase por fumar en el interior.

 

El chico le miraba de reojo. Nolan dejó que le mirase. También dejó que le besase y los cigarros cayeron al suelo. Folló sin saber para qué, o lo intentó, porque ese chico gemía tan fuerte que el guarda de seguridad acabó aporreando la puerta porque estaban haciendo mucho ruido. Alguien habría ido a quejarse.

 

Les echaron de la discoteca y Nolan, dando tumbos, entró en otra.

 

Un hombre alto se acercó en cuanto llegó a la barra. Le dijo que tenía whiskey y cocaína, Nolan le respondió que a él le gustaban ambas cosas.

 

Se metió una raya en el baño junto a ese desconocido. La música zumbaba vibrando más en su pecho que en sus oídos, los graves de esa canción electrónica le golpeaban fuerte rebotando en su caja torácica. Bum, bum, bum. Debía ser la canción y no su corazón. No, imposible. Una máquina rota no podría hacer tanto ruido. 

 

Aspiró. Notó la sensación áspera arañar el interior de su nariz, el escozor punzante tras los ojos que le dejaba una sensación ácida en la garganta y la esperada explosión de energía en cuanto levantó la cabeza. Entreabrió los labios notándose bruscamente el toro más vital del campo, el puto amo del mundo.

 

El hombre soltó una exclamación eufórica moviendo la cabeza de un lado a otro y golpeó la pared de azulejos frente a él con el puño. Nolan también lo sentía; la adrenalina, el estallido agresivo.

 

Notó como le estampaban contra la pared y volvían a besarle mientras su mano le arrebataba la cartera. De pronto sintió asco y Nolan se apartó antes de escabullirse como pudo hacia la puerta. Guardó el dinero y tiró la cartera con tarjetas y documentos bien intactos en la puerta del baño para que creyese que se le había caído accidentalmente.

 

Huyó de allí hacia ninguna parte.

 

La imagen del cadáver de Sky saliendo del agua le acompañaba allá por donde fuere; y de nuevo notó su sangre hervir de rabia. Poco era lo que había descubierto, nadie quería hablar. Había intentado escuchar lo que las noticias morbosas y programas de sucesos contaban sobre Sky, o Vincent como ellos le llamaban. Pero no podía escuchar a esas personas hablar tan a la ligera de su muerte obviando el hecho de que alguien había drogado y torturado a su amigo hasta morir. Dejó de ver la televisión para evadir detalles escabrosos que le hacían querer morirse.

 

Él conocía a un buen puñado de cabrones que disfrutaban de drogar y golpear a sus amantes. Pero Nacho evitaba que tuviera contacto directo con ellos para preguntar. Le decía que estaba fuera de control, que no quería que sus clientes tratasen con yonkis borrachos. Era cierto... solo era un yonki borracho, Nolan lo sabía; pero también sabía que esa excusa solo era una forma de evitar que investigase.

 

Deseó que muriesen, deseó morir, deseó poder sacar toda esa rabia de dentro.

 

Si el Diablo, o Dios, o Alá, Buda o su puñetera puta madre hubiese aparecido ante él en aquel momento ofreciéndole un trato hubiese vendido al instante lo que le quedase de su maltrecha alma para poder hacer pagar al responsable de ese homicidio.

 

Nolan estaba llegando al límite, no recordaba la última vez que había dormido y se notaba andando sin tocar el suelo. Aunque eso podía ser más por ir hasta el culo de alcohol, pastillas y cocaína que por el sueño.

 

Se metió torpemente entre dos contenedores de basura para vomitar.

 

¿Cuánto tiempo llevaba caminando?

 

No el suficiente.

 

Le dolía la pierna.

 

No lo suficiente.

 

Notaba el tardío efecto de todas las drogas que había tomado embotar sus sentidos en un cóctel asesino. Su cerebro entraba en colapso. Se le nubló por completo la vista zambulléndose en el mundo de los sentidos inexistentes.

 

"Joder, que al final me muero" pensó sin que llegase a importarle demasiado.

 

Cayó hacia atrás mareado entre la basura. Notó como dos ratas salían corriendo emitiendo chillidos.

 

No podía levantarse, jadeó aplastado por el peso de la sobredosis. Sus ojos no veían el mundo real, apenas podía respirar aquel viciado aire.

 

—¿Qué estás haciendo? —oyó que le preguntaba una voz profunda en su idioma natal, una voz que parecía realmente perpleja por su comportamiento.

 

Su voz. Nolan notó que le temblaba hasta el rincón más escondido de su corazón. Jadeó sorprendido notando que las lágrimas le ahogaban; y le vio. Boqueando en su mar de tristeza... le vio.

 

A él.

 

Frente a su cuerpo paralizado.

 

Sus ojos azules le miraban severos y su cabello corto estaba tal como recordaba, del color de las avellanas.

 

Nolan lloró y negó con la cabeza.

 

—Tú no estás aquí. Estás muerto—le dijo en el mismo idioma, llorando como no lo había hecho en la vida, ni siquiera en su funeral. Su corazón latía desbocado atrapado en un puño invisible.

 

Pero Viktor estaba allí. Aunque fuese mentira, aunque fuese una alucinación.

 

Y sus labios gruesos parecían reales.

 

—Te quiero —le dijo el difunto frente a él, y Nolan le dijo que él también ¿Lo dijo? Sus labios no se habían movido.

 

Sky, a su lado, le apretó la mano cariñosamente. Con aquella sonrisa cálida que hacía sentir bien a cualquiera. Nolan negó de nuevo sintiendo sus lágrimas caer por sus mejillas. Rompiendo lo poco que le quedaba de cordura.

 

—¿Quién te hizo eso? —le preguntó entre llanto. Sky se encogió de hombros apenado, le acarició suavemente la cara para limpiarle las lágrimas.

 

No podía saberlo. Nolan se dijo, a pesar de la confusión de su mente, que solo eran productos de su imaginación drogada y que solo sabrían lo que él sabía.

 

Intentó repetirse que nada era real. El amor de su vida no había regresado de la tumba; y tampoco su único amigo, que por lo que él sabía, había sido incinerado.

 

¿Pero acaso no era mejor esa ilusión que el mundo real?

 

Joder, Viktor estaba allí en pie. Tan guapo que le dolía el pecho de llorar, no solía permitirse recordar lo atractivo que era Viktor. Intentaba no pensar en él. En sus labios, sus manos y en cómo se había enamorado como un estúpido en aquel orfanato en el que pasaban cosas horribles.

 

—Te echo de menos —le dijo sinceramente—. Pero cuando intento recordarte lo único que veo es tu cara blanca y la sangre, y esa navaja clavada en tu pecho. Y te odio. Me dejaste solo en ese puto orfanato, aprendiendo a chupar pollas y follando a viejos. Te fuiste y me dejaste tirado. Te quería y te fuiste. Te odio, Te odio...

 

—YA ESTÁ AQUÍ —gritaba una voz con retintín circense que parecía venir de todas partes y de ninguna porque a ese maestro de ceremonias no estaba hablando, aquella voz provenía solo de su cerebro— ¿QUIÉN LO VIO? EXPLOTANDO RÁPIDO Y FUGAZ COMO UN COMETA, PASEN Y VEAN.

 

Sky se puso en pie, su ropa goteaba a su paso. Nolan frunció el ceño, antes su cuerpo estaba seco pero aquel onírico lugar de ensoñaciones era confuso. En ese momento su cabello mojado se le aplastaba en la cara y de sus labios brotaba agua.

 

—Nolan —oyó que le decía una voz amable que conocía bien, una voz que añoraba—. Nolan, por favor. Vuelve.

 

Lucas se acercaba, manteniéndose alejado. No era él. No estaban. Negó de nuevo con la cabeza.

 

—Joder, Nolan. Estás más muerto que vivo —Escuchó que otra voz en el mundo terrenal le hablaba. Lejos, muy lejos de él—. Siempre has sido un gilipollas.

 

Notó que alguien tiraba de sus brazos hacia arriba, arrastrándole por la acera sin poder cargarle del todo. Notó, al borde del desmayo que unos brazos largos le rodeaban el pecho para sujetarle y arrastrarle mejor.

 

Olía bien, a colonia floral.

 

Vio como sus tres fantasmas del pasado, presente y futuro se quedaban allí junto al contenedor de basura mirándole alejarse. 

 

"No me lleves, por favor, déjame ir con ellos".

 

Cerró los ojos y cuando los abrió estaba en una cama. No veía mucho más que sombras a su alrededor y notaba como su mente se hundía más y más en su mundo de fantasía.

 

Pero ellos estaban allí y se sintió feliz.

 

Sky apoyaba la cabeza en su hombro derecho, como solía hacer cuando dormían juntos.

 

Viktor le decía dulces palabras en ruso al oído, tumbado a su izquierda. Se sintió tranquilo mecido entre aquella nana de su infancia, la que él siempre le cantaba cuando estaba asustado.

 

Jadeó cuando notó a Lucas echarse sobre su cuerpo para besarle encajado entre sus piernas. El aroma de Lucas parecía casi real, pudiera ser que su peso sobre él también lo fuera y por esa razón le costase tanto respirar.

 

No. No era real ¿Entonces por qué le costaba tanto meter aire en sus pulmones? ¿Por qué sentía que se asfixiaba?

 

"Quédate aquí" le decía contra sus labios. Nolan boqueó intentando respirar con terco esfuerzo. Lucas asintió dándole ánimos para que siguiera haciéndolo "Quédate conmigo".

 

Nolan se esforzó por atrapar el aire mientras le decía, como le había dicho aquel día en la cafetería "Puedes respirar, respira como yo. Fuera, dentro".

 

Pero Viktor le besó el cuello con cariño antes de girarse hacia Lucas negando despacio, desafiante. Celoso. Viktor siempre había sido un poco celoso.

 

Y apartó a Lucas amablemente lo suficiente de sus labios para girarle la cara antes de obligarle a mirarle a él.

 

Apenas pudo ver como Lucas contraía las cejas con tristeza cuando Viktor le besó. Como le besaba cuando tenían catorce años y se escondían por la noche en los rincones del orfanato, ocultándose de monjes y huérfanos chivatos. 

 

Y en ese beso ya no necesitaba oxígeno. Nolan dejó de respirar.

 

No sentía un cuerpo amarrado a las reacciones físicas de la excitación. Se dejó matar por ese dulce placer que nada corporal podía producir preguntándose si era posible que un muerto le hiciera el amor.

 

Sintió las caricias de Viktor por lo que debía ser su cuerpo y como, lentamente, su mano se introducía en su pecho produciéndole dolor. De él sacó una luz intensa y pequeña, una estrella en su mano que parpadeaba tan tenue que apenas parecía hacerlo.

 

El resto del mundo ya era solo humo.

 

—Vemos tu corazón —le dijo. Nolan jadeó notándose descender ligero.

 

—¿Todavía queda algo? —murmuró él sorprendido.

 

Oyó jaleo a su alrededor, en donde fuere que estuviese su cuerpo, y un dolor punzante en la nariz. Sus alucinaciones se quedaron quietas, Estáticas.

 

Algo en el pecho le apuñaló. Tardó en comprender que era su propio corazón volviendo a latir. Sus fantasmas desaparecieron y volvió a la vida boqueando asustado, bruscamente devuelto al mundo real de colores vivos y sensaciones corpóreas.

 

Se incorporó braceando el aire sin comprender qué sucedía.

 

Una jeringuilla permanecía clavada en su nariz, estocada bien hondo.

 

—¿QUÉ COÑO ES ESTO? —gritó confundido intentando arrancarse esa jeringuilla en su cara, un aparato de plástico la mantenía enganchada a su fosa nasal produciendo un ahogo atroz. El dolor era tan intenso que se mareó de nuevo.

 

—Mira, cabronazo. Me has hecho gastar mi última Naloxona —Oyó que alguien le decía.

 

Nolan echó el cuerpo hacia el borde de la cama para vomitar hasta la primera papilla todavía con la jeringa clavada a su nariz.

 

*************************************

 

Cuando al día siguiente Nolan abrió los ojos se encontraba tan mal que quería volver a dormir para soñar con luces parpadeando en su pecho.

 

—Por fin te despiertas —decía una voz al fondo del extraño apartamento. La luz le dolía en las retinas como si quemase. Sus ojos enfocaron lo suficiente para ver a su alrededor tras unos segundos de pestañeo confuso. 

 

Comprobó que estaba desnudo. Alguien le había limpiado y vendado la herida de la pierna.

 

Se encontraba en un viejo loft. El gotelé de las paredes se descascarillaba por la humedad pero la cama era cómoda, su cuerpo estaba envuelto por una bonita colcha de lana azul tejida a mano. Ya no quedaba rastro del vómito en el suelo, todo estaba bastante limpio. 

 

Aquel apartamento olía a tostadas recién hechas, y desde luego, pese a ser bastante ruinoso parecía un verdadero hogar.

 

En la destartalada cocina improvisada, al fondo, le miraba con los brazos bien cruzados su anfitrión.

 

—Niño, estás descolorido —le dijo acercándose. Sus ojos claros enmarcados en sombras y rimel observaban su rostro con ojo crítico.

 

Sus labios pintados de rojo se contraían en una mueca de disgusto.

 

Le conocía de vista. Era prostituto, pero iba por libre sin trabajar bajo el omnipresente paraguas de Nacho, exiliado fuera de su territorio. Siempre le había causado curiosidad ese hombre, que rondaría los veinticinco y vestía con ropa de mujer sin referirse a sí mismo como una.

 

Él se cerró la suave bata de seda con estampado floral que llevaba puesta encima de un tanga que dejaba poco a la imaginación. Aquel enorme paquete le distrajo durante unos segundos de sus pensamientos. Demasiados cojones para tan poca tela.

 

Nolan recordó lo ocurrido la noche anterior y se tocó la nariz para asegurarse de que no tenía nada clavado todavía.

 

—Me llamo Sol —le dijo él suavemente. En su voz, de cadencia algo afeminada, sonaba también un marcado acento del sur. Tragó saliva incómodo por los recuerdos que ese acento le traía— ¿Cómo te encuentras?

 

Se acercó para tocarle la frente en una suave caricia.

 

—Como para tirarme por las escaleras a ver qué pasa —le respondió Nolan notando su mano. El hombre sonrió divertido por la respuesta aunque Nolan lo dijera totalmente en serio.

 

—Anoche estabas en un buen viaje, perra, por Dios que parecía que ibas a morirte —le dijo él cruzándose de nuevo la bata—. Me hablabas en ruso y yo estaba como: Okey, cariño, pues privyet. Eso es lo único que sé decir.

 

Nolan sonrió débilmente. Quiso decirle que no le hablaba a él, pero calló. Llevaba sin mencionar a Viktor en voz alta más de tres años y no iba a empezar en ese momento.

 

—No voy a darte las gracias —le dijo, sin embargo, aunque estaba demasiado cansado para estar a la defensiva y no sonó ni tan seco ni tan duro como hubiese sonado un día cualquiera.

 

—¡Ni lo espero! —Exclamó Sol levantando las manos en un gesto exagerado de resignación— ¿Nolan siendo amable? ¡Imagínate! Ni en el puto fin del mundo. Tú y yo nos conocemos ¿Te acuerdas, o ibas muy colocado ese día?

 

—La segunda opción, siempre.

 

—Me pegaste una paliza, puta —dijo Sol señalándose una pequeña cicatriz en su ceja derecha. Nolan no lo recordaba—. Me dijiste que la esquina donde yo trabajaba ese día era territorio de Nacho y me echaste. Acababa de llegar a la ciudad y ni sabía cómo funcionaba esto. Eres un puto imbécil, ¿Lo sabes?

 

Nolan no recordaba ese accidente. Alargó la mano para sacar de un paquete de tabaco, que no era suyo, un cigarro que confundiese el mono que sentía.

 

—Seguro que te pegué por algo —se defendió.

 

—Bueno... creo que esta cicatriz te la hice yo —Sus dedos acariciaron su antebrazo suavemente.

 

—¡Ya me acuerdo de ti! Me clavaste un zapato de tacón. Me lo clavaste como un puñal.

 

Sol parecía cansado de ese tema y tomó asiento en la cama, que también hacía las veces de sofá, para hablarle con confianza. Sacó del bolsillo de su bata un mechero y se lo tendió. Sus uñas pintadas de colores mate le gustaron.

 

—¿Es verdad que le has roto la nariz a Nacho? —preguntó muy interesado. Nolan arrugó el ceño encendiendo el cigarro.

 

—Yo no diría rota — respondió, aunque no estaba nada seguro—. Solo sangraba mucho.

 

Sol sonrió ampliamente dibujando un rango de emociones que iban desde la sorpresa hasta la admiración. Parecía tan complacido por esa noticia que se mordió el labio como si ese hecho le diese verdadero placer.

 

—¿Estás loco? Espera, por eso tienes un boquete en la pierna... —Parecía una pregunta retórica. Él ya debía saber que seguramente lo estaba. Nolan fumó haciendo una mueca desagradable y Sol silbó— ¿Y qué ha pasado? ¿Te ha dejado vivir después de eso?

 

—Soy su niño mimado, ¿Eh? —le dijo hecho sarcasmo.

 

—Pues sí. Cualquiera ya estaría muerto por mucho menos.

 

—Le compraré una tarjeta de agradecimiento.

 

—¿Y después de que te perdone la vida te vas a quemarla por la ciudad? Si no te hubiese encontrado yo ahora estarías muerto, ¿Por qué? Dicen por la calle que todo esto es por ese muchacho al que han matado.

 

—Era mi amigo.

 

Sol bajó la mirada apenado, no era capaz de mirarle a la cara como la mayoría de gente que se topaba incómoda con su tristeza. Nolan sabía lo que iba a decir a continuación. Le iba a dar el pésame. Como si a él le importase una mierda esa costumbre de fingir que sentían la muerte de Sky.

 

Nadie sentía la muerte de Sky.

 

—Lo siento mucho. Yo no le conocía mucho, pero coincidimos alguna noche en la cafetería de Marga. Era un chico... amable. 

 

—Era estúpido —repuso Nolan negando—. Era demasiado inocente y tonto para cuidar de sí mismo, no sabía sobrevivir en la calle. Porque él era bueno, no una rata rastrera como nosotros —Sol, lejos de ofenderse, asintió apesadumbrado—. A nadie le importa que haya muerto. En su esquina ahora habrá otro chico que le sustituye. A su funeral no ha ido nadie. Nadie va a investigar su asesinato porque creen que es la sobredosis de un yonki cualquiera; como yo, o como tantos otros.

 

Vio como Sol tragaba saliva para aligerar la congoja que le cubría.

 

—Pero alguien habrá... 

 

—Sky no se drogaba aunque en el telediario dijeran que lo que llevaba en la sangre era pura heroína —Sol se removió incómodo por escuchar sus palabras, o más bien, por su significado. Tras su silencio Nolan añadió—: Él no se merece esto. Sky nunca le hizo daño a nadie, nunca, a nadie. 

 

—Nadie se merece morir así. 

 

—Al principio siempre estaban hablando de él en televisión, contando su vida antes de acabar así... ¿Sabes qué pasa ahora? —Sol negó lentamente con la cabeza— Que hablan de otra cosa. Han encontrado otra tragedia morbosa...y ya nadie se acuerda de él. Pues así constantemente en este puto mundo de mierda. Una y otra vez, una y otra vez. En todas partes ¿Y te sorprende... que me drogue?

 

Sol asintió.

 

—Me sorprende que siendo tan inteligente como eres te entretengas en esa mierda —Y simplemente, con un suspiro, se levantó grácil como un bailarín para ir hacia su cocina.

 

Nolan lo sabía. Su carácter autodestructivo era tan predecible como que después del día venía la noche.

 

No era fácil renunciar a eso, era lo que sentía; Lo que él era.

 

Porque él, siempre caminaba hacia la oscuridad a sabiendas de que detrás suya podía ver luz. Siempre en constante guerra contra todo a su alrededor caminando belicoso al borde del cataclismo; y bien sabía que era eso lo que querían todos, que caminase a tientas hasta despeñarse y romperse el cuello en un pozo oscuro.

 

Cruzaban los dedos dejándole hacer a ver si con un poco de suerte se mataba él solo y así dejaba de remover la mierda. En definitiva, sabía que les estaba haciendo un favor.

 

Mientras él estaba borracho follando con desconocidos en discotecas para no pensar no estaba intentando averiguar qué había sucedido, haciendo preguntas impertinentes sobre las últimas horas de Sky en la tierra. 

 

Pero sus sentimientos eran demasiado grandes para soportarlos sin anestesia. El mareo del desenfreno, para él, era el mejor analgésico.

 

Miró a su anfitrión con los labios apretados en un gesto tozudo y negó con la cabeza intentando alejar esos pensamientos de su mente con cualquier otro.

 

—¿Y tú de qué vas? —le preguntó señalándolo con la mano de su cigarro a medio consumir. Se puso en pie dejando caer la manta de lana, seguía estando totalmente desnudo. Sol abrió los ojos al ver su cuerpo expuesto, aunque era evidente que era él quien le había desnudado para limpiarle la herida mientras dormía— ¿Eres una tía o solo vistes como una tía? 

 

Se acercó a él en la cocina y tomó sin permiso una galleta integral de avena. Sabía a cartón granulado y con una mueca de asco la escupió en la papelera. Le dolía el cuerpo y la cabeza, casi había muerto, y le dolían los nervios de aguantar el síndrome de abstinencia pero, sin lugar a dudas, lo peor que le había pasado aquella mañana era el sabor de esa galleta.

 

Sol le enseñó su bata sedosa con una vuelta. 

 

—Soy un hombre, corazón —le dijo, sus labios marcados con labial rojo se curvaron sonrientes—. Si te interesan las trans en el apartamento de enfrente tengo a una buena amiga. Es que... me gusta vestirme así, sí ¿Y qué? También soy Leo, calzo un cuarenta y dos y tengo pluma, lo admito; Culpable.

 

Nolan rio por lo bajo divertido por su actitud. Se cruzó de brazos dejando que interpretase la performance que era para él cada palabra. Le estaba cayendo realmente bien.

 

Cuando cambió el peso de pierna para no cargarlo en su muslo herido notó que su pene se tambaleaba por razones de ciencia y física. Sol miró un segundo ese movimiento oscilante y luego se esforzó en mirarle a la cara sonrojándose. Nolan sonrió más ampliamente.

 

Aunque Sol no fuese consciente de ello suscitar esa sonrisa le salvó la vida. Porque mientras estaba escuchándole hablar Nolan no quiso morir ni matar, pisar momentáneamente el freno le detuvo en seco. 

 

—Lo que pasa es que me gusta esta ropa, me gusta vestir como me dé la gana. Verás, creo que mantener roles de género en la moda es algo casposo y anticuado. Si no pienso que las pollas y los chochos tengan etiquetas mucho menos voy a aceptar que lo tenga una falda —le dijo el muchacho como si tuviera ese discurso más que ensayado—. La tela es tela y la ropa es solo eso, ¿No? Tela. Y el maquillaje es solo pintura en la cara. La sociedad obliga a las mujeres a usar algo y a mí me lo prohíbe. Te dicen "vístete así si eres esto" "Eres esto si tienes aquello", ¿Y por qué? Pues todas esas construcciones sociales asociadas a que estas cosas son para mujeres me pueden comer los cojones, si me gusta me lo pongo, ¿Lo entiendes? 

 

—Lo entiendo —le dijo él asintiendo. Alzó una ceja, con la guardia completamente baja, demasiado vulnerable para querer parecer fuerte—. Caminar en tacones parece difícil, ¿Te vale la pena?

 

—Pero mira que piernas, bebé. Esto es tendencia.

 

Nolan rio de nuevo.

 

Definitivamente aquel tanga era demasiado pequeño para contener un paquete tan grande y cuando estiró la pierna para que viese como se le realzaban los músculos Nolan pudo verle prácticamente todo el equipo, aunque él no era nadie para juzgarlo porque estaba desnudo en medio de esa pulcra cocina.

 

Sol se giró hacia él sonriendo antes de decirle:

 

—¿Quieres probar? 

 

Nolan no entendió, ladeó la cabeza extrañado y Sol le señaló los tacones negros mordiéndose el labio. 

 

—No me he puesto unos tacones en la vida, jurao. Seguro que me mato.

 

—Bah, eso no parecía importarte tanto anoche  —repuso resueltamente, ignorando intencionalmente con su tono animado la amargura de su duelo.

 

Un teléfono móvil sonó y el dueño del apartamento se apresuró a contestar con una sonrisa, distrayéndole de la idea de bombero que era subir a un hombre con un desgarro en el Vasto Lateral de Cuádriceps derecho sobre esos altos pilares para que aguantase su peso de puntillas.

 

—Buenos días, caballero. Si quiere meter algo en mi agujero pulse uno —dijo, su voz parecía sacada de una línea erótica gimiendo cada sílaba—. Si lo que usted quiere es tener algo en su agujero pulse dos. 

 

Sol guardó su calzado en el pequeño armario que presidía la pared junto a la cama.

 

Descalzo cruzó la estancia y abrió su nevera mientras seguía diciéndole cochinadas a su interlocutor, le dijo con un gesto que podía tomar lo que quisiera.

 

—No hace falta...

 

—He dicho que cojas lo que quieras —le susurró apartando el teléfono en un tono que no admitía regateos, su cliente debió escucharle porque cuando volvió a colocarse el móvil en la oreja le dijo rodando los ojos—: Sí, cariño, claro que te hablo a ti ¿A quién si no? Aquí solo estamos tú y yo. He dicho que cojas, ah, lo que quieras y que te lo metas en esa boca sucia que tienes, amor —Un corto silencio y añadió— ¿Sí? Pues trágatelo todo.

 

Nolan tenía el estómago completamente cerrado pero se obligó a comer lo primero que vio. Tomó un tetrabrik de zumo de piña con una pajita minúscula. Era lo primero que ingería en días. 

 

Cojeando cual tullido regresó hasta la cama lentamente, apretando con fuerza el brick en su mano cada vez que le dolía por la tensión muscular, y se tapó con la manta con ademanes infantiles esperando con los hombros hundidos a que el cliente de su inesperado salvador se corriera y cortase la llamada.

 

Cuando así sucedió se giró hacia él para decirle:

 

—Me voy ya, ¿Dónde está mi ropa?

 

—Te la he lavando y está tendida —Nolan suspiró y bajó la mirada—. Quédate a comer mientras, si quieres. Tengo croquetas y lentejas. Pero cuando la tengas seca te largas.

 

—Dámela mojada. No te preocupes... me quiero ir ya.

 

—¿A dónde vas? ¿A qué viene tanta prisa?

 

—He vuelto. Y voy a averiguar qué pasó.

 

 

 

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Aquella misma tarde se marchó de casa de Sol con la mente mucho más tranquila pero el cuerpo agarrotado por el síndrome de abstinencia. Se sentía como salido de un extraño sueño que había durado días y del que no recordaba casi nada.

 

"Necesito saber qué pasó".

 

Intentó averiguar cualquier cosa que confirmase sus sospecha, preguntó uno a uno a sus compañeros de profesión si alguno sabía qué había pasado la noche que murió Sky. Había malgastado demasiado tiempo en intentar asumir lo que sentía a base de pastillas, días después de lo sucedido nadie parecía estar dispuesto a recordar.

 

La mayoría no sabía nada, lo veía sinceramente en sus ojos. Otros le tenían miedo a Nacho y preferían guardar silencio pese a tenerle miedo a Nolan también... Otros pocos callaron por él, para que no hiciese una locura si descubría al responsable.

 

Pero Nolan sabía quién era el responsable. Lo sentía en las entrañas. Cuando dormía veía a Crandford drogando a Sky como le drogaba a él, y veía el cuerpo sano de su amigo convulsionando por la sobredosis accidental.

 

Lo único que necesitaba era confirmarlo, no podía dejarse llevar por una corazonada. No, necesitaba saber qué había pasado mucho más de lo que necesitaba la venganza.

 

Deseaba con todo su corazón que ese bastardo asqueroso sintiera que necesitaba más, que se pusiera cachondo una noche fría y le llamase para poder preguntarle a la cara si le había matado él. Necesitaba preguntarle si le había desfigurado a golpes antes o después de muerto.

 

Sky era demasiado cariñoso, bueno y tonto para hacer llegar a ese sádico al orgasmo. Nolan lo sabía; le habría golpeado y golpeado buscando el mismo resultado que cuando se acostaba con Nolan en solitario, sin éxito. Pudiera ser... que sometiendo a alguien tan cariñoso al dolor hubiese encontrado un tipo nuevo de placer.

 

De verdad que Nolan esperaba que le hubiese torturado después de muerto, creyéndolo desmayado en heroína.

 

Intentó averiguar algo más haciendo preguntas a sus clientes pero nadie quería hablar. Todos le conocían, todos sabían que Sky era su amigo y todos sabían que mataría de rabia.

 

Nolan se empezaba a desesperar cuarteado por los nervios.

 

Se tomó un tiempo en conseguir un amante que trabajase en la policía para preguntarle entre orgasmos si sabía algo del caso. Se hizo el tonto como si ese morboso asesinato le excitase haciendo creer a ese tipo estúpido que creía que era un gran investigador; agrandando su ego mientras entre susurros y felaciones le sacaba información.

 

Oyó, mientras recibía fuertes embestidas, como decía (como si hubiese sido gracias él) que habían descubierto que se trataba de un ajuste de cuentas entre drogadictos, que gracias a él habían resuelto el caso.

 

Agradeció estar con la cara contra una almohada mientras eso ocurría para que ese necio no le viese al borde de romper a llorar recordando como con Viktor había sucedido una historia parecida, nadie había investigado su muerte. A nadie le importaba.

 

Cuando salió de allí Nolan bebió y bebió en un bar, temblando y trazando un plan; fumando con mano temblorosa decidió que necesitaba que alguien investigase por él, alguien que pudiera sacar información a la gente adecuada y pudiese hablar en confianza con los prostitutos sin que sintieran que traicionaban a Nacho; porque él no estaba consiguiendo nada más que excusas y mentiras.

 

Pensó en Sol, ese tipo llamaba demasiado la atención pero era su única opción viable.

 

Nolan fue caminando lentamente hacia aquella ruina que llamaba hogar. Llevaba tanto tiempo sin entrar que ni siquiera estaba seguro de que su ropa y sus pocas pertenencias siguieran allí. 

 

No había nadie, de modo que se permitió el lujo de entrar en la habitación que compartía con Sky. Sus cosas no estaban, las habían tirado.

 

Comprendió, con la brusquedad con la que un coche choca contra una pared para hacer un butrón, que si en lugar de perder la cabeza hubiese pasado por su casa aquella misma mañana, el día de su fallecimiento, podría haber registrado las cosas de Sky para encontrar alguna pista, o por lo menos tener un recuerdo de su persona.

 

Una vez más, su naturaleza lo había arruinado todo.

 

El armario vacío le pareció una visión triste y desoladora. Salió del apartamento rápidamente sin poder evitarlo, dispuesto a emborracharse de nuevo.

 

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—Buenos días, señoritas —saludó Nolan con una sonrisa amplia, radiante y, por descontado, fingida. Ambos guardias de seguridad se lo quedaron mirando como si fuese el fantasma de sus conciencias. Gorila levantó las manos atento por si intentaba algo contra ellos. Nolan chasqueó la lengua rodando los ojos en un gesto de hastío—. Por favor, caballeros, estoy cojo... no creo que este tullido sea un peligro para sus majestades. 

 

—Tú siempre eres un peligro —le dijo Gorila negando, su gesto era tan reprobatorio que Nolan le sonrió divertido, o por lo menos, lo pretendió— ¿Qué haces aquí? ¿Se te ha ido ya la olla? Yo te hacía medio muerto tirado en algún charco.

 

—Mala hierba nunca muere —le dijo Nolan. Gorila negó con la cabeza soltando una carcajada—. Quiero hablar con Nacho.

 

—No creo que quiera verte.

 

—Y yo no creo que sea tu función decidir lo que Nacho quiere o deja de querer —le dijo al Gorila acercándose intentando ser amable, intentando amarrar la jauría de malos sentimientos que aullaban y mordían en un interior. Se le debía notar algo en la mirada, porque Gorila titubeó—.  Dile que estoy aquí, vivo y tranquilito. Mírame, ni siquiera voy colocado.

 

—Iré yo —le dijo el otro guardia de seguridad, Nolan nunca se había llegado a aprender su nombre.

 

En cuanto el otro guardia desapareció por la puerta, que habían cambiado por una de seguridad más robusta y firme, Gorila se giró hacia él.

 

—¿Qué coño haces, Nolan? ¿Qué más tiene que pasar para que te vayas a Proyecto Hombre a pedir ayuda y te alejes de este antro de mierda? El próximo cadáver será el tuyo.

 

—¿A qué viene tanta preocupación, Gorila? ¿Te estás enamorando de mí? Me siento halagado pero...

 

—Mira niño, no me vaciles.

 

Nolan, muy metido en su papel de chico tranquilo, se encogió de hombros. Aunque al levantar el rostro no pudo evitar que sus verdaderos sentimientos se mostrasen en sus ojos. Gorila tragó saliva apartando la mirada.

 

—Tú sabes quien mató a Sky. Sabes que lo sé— le dijo sin tapujos. Él negó. Así que Nolan decidió volver a sonreír. Sonreír era una excelente forma de máscara—. También sabes que el siguiente cadáver no será el mío.

 

Antes de que Gorila le contestase la nueva puerta se abrió.

 

—Pasa.

 

—¿Ves como sí me quiere ver? —Exhibió su mejor sonrisa al hombre calvo. Dejó que le cacheasen para asegurarse de que no llevaba ningún arma extendiendo los brazos— ¡Pero si somos muy amigos, casi hermanos! ¡Algunos dicen que padre e hijo!

 

Nolan, frente a los asombrados ojos de quien apenas daba crédito a lo que veía, caminó hasta el despacho de Nacho cojeando con la cabeza bien alta.

 

"Sí, sigo vivo. Yo también alucino".

 

—Tok tok. Qué puerta tan bonita ¿Es nueva? —le dijo al hombre que le apuntaba con un arma para asegurarse de que no se acercaba demasiado.

 

Su nariz estaba de un espantoso color oscuro, amoratada e hinchada, envuelta en dos placas de plástico con algodones. Nolan contuvo una verdadera sonrisa pensando que al final sí se la había roto.

 

Nacho mostraba una mirada furibunda por el comentario, pero ver que se dedicaba a hacer bromas de mal gusto y no a intentar matar le relajó el rostro. Le hizo una mueca.

 

—¿Te has metido ya todo el molly de la ciudad?

 

—¿Puede ser, tienes más?

 

—Solo para los amigos —le dijo él, el arma seguía firme hacia él. Y Nolan, fingía lo suficientemente bien como para saber que en aquella situación él no hubiese sonreído, él le hubiese mirado desafiante. Y eso hizo. Nada delataba más a un actor que pretender actuar contra su naturaleza. De modo que, para parecer realmente pacífico lo que Nolan hizo fue mirarle como si le quisiera matar— ¿Estás más tranquilo?

 

—Como salido de un puto spa.

 

Los lobos que tenía enseñando los dientes en su mente tenían ganas de agarrar a su jefe y destrozarle la cara a mordiscos; clavar un bolígrafo en su tráquea... pero se obligó a sentarse en la silla con las piernas abiertas y expresión arrogante como hubiese hecho cualquier otro día.

 

—Nolan, de verdad que s...

 

"No me des el pésame, no me digas que lo sientes".

 

Apretó los puños intentando controlarse.

 

Frunció el ceño fingiendo curiosidad y le señaló la cara.

 

—¿Qué te ha pasado en la nariz? —preguntó interrumpiéndole exhibiendo una mueca de asco y un tono burlón— Estás guapísimo.

 

Nacho se humedeció los labios con un suspiro para infundirse paciencia y bajó lentamente la pistola. Pero no la escondió. 

 

—¿Y a ti qué te ha pasado en la pierna? Te veo así como...tambaleante —le dijo él con maldad. Nolan entonces sí sonrió.

 

—Estoy cojo. Un gilipollas me disparó.

 

Nacho rio divertido por su impertinencia y tomó asiento frente a él, sin dejar de sujetar el arma sobre el escritorio, con expresión tranquila pero el brazo tensado para actuar rápidamente si Nolan hiciese el ademán de golpear.

 

Era natural que no se fiase, pero Nolan vio como el esclavista sexual frente a él tenía su propia lucha interna en la que enfrentaba el cariño que sentía por su persona con lo que debía decirle su sentido común; que era que le matase allí mismo porque, al fin y al cabo, era un maldito niñato que le había roto la nariz desprestigiándole frente a todos.

 

Aguardó tranquilamente, hasta que suspiró y le miró rindiéndose a esos lazos afectivos que siempre lo complicaban todo. 

 

—Vale. Hablemos claro ¿A qué has venido?

 

—Vengo a preguntarte amablemente qué le pasó a Sky —le dijo calmado, quizás demasiado.

 

Él no hubiese estado tan calmado, pero Nolan sentía que esa tetera chirriante que era su mente en aquel momento se desbordaría si dejaba pasar la más mínima emoción. Manteniéndose frío se mantenía sereno. Nacho se encogió de hombros.

 

—Ha muerto —Contestó él simplemente, en el mismo tono. Sin darle la menor importancia—. Cosas que pasan con la heroína. Tú mismo has estado cerca de morir estos días, según me han contado.

 

Por supuesto, Nacho siempre vigilaba. Él lo sabía todo en aquella ciudad y muchos ojos informadores le habían visto pasar días y días elevándose hasta el cielo como un cohete, de rave en rave, para luego estamparse contra el suelo entre la basura.

 

Nolan sonrió ampliamente haciendo un gesto exculpatorio. 

 

—Ya sabes, me pone cachondo ese momento en el que piensas "Joder, igual hoy sí me muero"— Entonó un fingido Mea Culpa.

 

—Si quieres puedo ayudarte con eso —bromeó meneando la pistola que mantenía bien firme en su mano.

 

Nolan rio frente a la amenaza. Luego exageró sus reacciones, haciéndolas frías y falsas, mientras se mostraba interrogante.

 

—Pero... Es raro. Porque sabemos que Sky no era así. Solo le he visto tomar drogas tan fuertes una vez. Cuando Crandford me decía que le rompiese la puta cara mientras se la meneaba como el psicópata sádico que es ¿Te acuerdas? Fue hace poco. Igual se te ha olvidado.

 

Nacho le imitó, jugando a su mismo juego. Fingiendo que aquella acusación solo era una curiosa conversación de amigos le dijo:

 

—Creo recordar algo, sí.

 

Nolan asintió manteniendo ese desmedido tono amistoso dejando bien claro con aquella hiperbólica actuación que no iba a acusarle, no hubiese servido de nada, pero necesitaba que supiese que ni de coña se creía sus patrañas. 

 

—Y ya que estamos recordando, podríamos recordar cuando unos días después me drogó tan fuerte que el viaje me duró un día entero, casi dos. Joder, un pico así podría matar a cualquiera —se frotó la cara posando su dedo inocentemente en su labio, como pensativo— ¿No te parece raro que no volviera a intentar contratar conmigo? Nunca está tanto tiempo sin llamar, ¿Habrá encontrado a otro más guapo?

 

Nacho sonrió haciéndole un mohín como quien le dice a una amiga "Tía, pasa de él, no te merece" mientras que con su otra mano apretaba más fuerte la pistola.

 

—Puede que ya no seas su tipo.

 

—Puede ser, Puede ser...—susurró Nolan pensativo. Abrió la boca como si acabase de comprender sorprendido el cotilleo del año y señaló a Nacho con además cómplice— Su tipo ahora son los jovencitos cariñosos y adorables ¿A que sí?,  A ver si lo adivino... ¿Asiáticos? 

 

Nacho le sonrió, siendo acusado sin serlo se cruzó de brazos socarronamente.

 

Puede que Nacho no fuese el responsable directo de la muerte de Sky, pero sí lo era de cobrar cada mes un dinero prometiendo una protección que no había otorgado. Él debería haber previsto que Crandford era tan estúpido como para pasarse con el chute, tendría que haberle avisado de que Sky no podría soportarlo. 

 

El despacho parecía increíblemente pequeño envuelto en aquel ambiente tenso.

 

Nacho se inclinó hacia él.

 

—Bueno —le dijo a él jugando a su mismo juego, hablando suavemente y fingiendo inocencia—, Según tengo entendido... tu tipo tampoco parecía ser los hombres tranquilos de clase media, como el soso psicólogo que te acompañaba el otro día —Hizo una pausa para que las palabras calasen en Nolan, que aunque se mantenía impenetrable había notado un fuerte golpe en su corazón contraído por la congoja. Se obligó a respirar al mismo ritmo para no dar muestras de absolutamente nada en su rostro mientras Nacho se inclinaba hacia el escritorio de nuevo chasqueando el aire hablando en el mismo tono de amigable confianza—.  Sí... ¿Cómo era que se llamaba? ¿Lucas? Sí, Lucas. Que vive ahí... En San Antonio, Ahí cerca de la calle Rosa ¿El tercero B en la Calle Soledad?

 

Y una vez más, Nolan recordó que Nacho lo sabía todo en aquella ciudad.

 

Intentó mantener la compostura aunque por dentro su pecho dolía por los desbocados latidos de su corazón, inspiraba notando que aunque respirase sus pulmones no llegaban a llenarse. Pero todavía así, todavía aunque sus oídos zumbaban por el peligro de esas palabras, Nolan por fuera no mostraba nada. Su única reacción fue sonreír como si para él aquello no fuese importante. 

 

—Ya sabes como soy. Un cliente siempre es más agradable cuando tiene un buen Blu-ray que robar.

 

Nacho abrió los ojos fingiendo sorpresa. 

 

—No parecía un cliente cualquiera. Tú no sueles besar tanto a tus clientes...De hecho, ¿Les besas? Diría que no.

 

—Si todo esto es una estrategia para que te coma la boca solo tienes que pedírmelo, Nacho. Sabes que lo estoy deseando —bromeó él. Ambos rieron aunque el arma seguía lista para ser disparada. 

 

—Me pregunto...— comenzó a decir Nacho y por la peligrosa suavidad de su tono supo que iba a amenazarle incluso antes de que lo hiciera—. Me pregunto si él sabrá lo que le pasó a Sky. Podría hacerle una visita en su casa. Así podría preguntarle yo mismo ¿Qué opinas? A mí me parece que es mejor dejar descansar a los muertos en paz... Pero si tienes tanta curiosidad...

 

De igual manera que Nolan había acusado sin hacerlo ahora era amenazado sin amenaza, aquel fingido tono de preocupación solo llevaba el atroz mensaje de que si no dejaba de remover la mierda para esclarecer el tema sería Lucas quien pagaría las consecuencias.

 

—No creo que ese hombre sepa nada —le dijo esforzándose en parecer indiferente, pero su voz sonó apenas en un hilo delgado en su garganta. Carraspeó para sonase mucho más firme cuando dijo—. Él no tiene nada que ver con esto.

 

—Entonces como yo, Nolan. Yo tampoco sé nada ni tengo nada que ver con esto —Ya no había camaradería en su voz.

 

La intensidad de sus palabras parecía el tono severo de un padre regañando a un hijo. Pero Nolan (que nunca había tenido padre) lo interpretó más como un ruego por poner punto y final a esa pantomima de conversación.

 

Él, que solo sabía romperse, que se había pasado media vida pisando el acelerador aunque la carretera no fuese hacia ninguna parte, que se hundía en el agua en vez de sujetar el salvavidas... por primera vez en su vida reculó; y no lo hizo por él. Por que si por él fuera mordería el cianuro, saltaría del avión sin paracaídas, si por él fuera seguiría jugando a ese juego de increpar a su Jefe hasta que le disparase en el pecho; pero no fue eso lo que hizo y no fue para mantenerse a salvo. Por primera vez Nolan renunció a su carácter y lo hizo para proteger a una persona que ni siquiera estaba allí.

 

Se puso en pie, notando que Nacho levantaba levemente el arma. Nolan se movió lento hacia la puerta, cojeando, recuperando el control de la situación. 

 

Y sonriendo de nuevo se giró hacia él. Porque él también sabía amenazar.

 

—Es una suerte que no sepas nada. Porque... —soltó una carcajada— Quiero decir, de lo contrario serías... serias la cucaracha asquerosa más traidora del mundo y te merecerías morir ahogado en tu propia sangre. Pero claro, menos mal que no. Por supuesto, No sabes nada. Igual que Lucas, que no sabe nada.

 

Se comenzó a reír, agarrado a la puerta que permanecía entreabierta. Nacho le miraba atónito preguntándose si era cierto que había perdido el juicio o solo lo pretendía aparentar.

 

—¿Y ahora de qué te ríes?

 

—Estaba pensando... te va a hacer gracia —le dijo riendo todavía. Si se había tomado la molestia de investigar a Lucas ya de nada servía fingir que solo era un cliente para él, así que entre risas desquiciadas le dijo a su jefe todavía agarrado a la puerta—. Estaba pensando en cómo se me iría la cabeza si le pasase algo a Lucas, lo que fuese. En que lo dejaría todo arreglado para que la persona adecuada se encargase de apuñalar en la nuca al responsable aunque alguien me matase a mí ¿No te parecería muy gracioso, que acabásemos todos muertos?

 

Su expresión no era en absoluto de diversión. Nacho se acercó hasta la estantería que decoraba el fondo de su despacho, tras su escritorio. Esos libros no estaban allí para ser leídos sino para algo mucho más pragmático. Tras esos libros había un tesoro de billetes, pastillas y polvos.

 

De modo que, antes de que sucediese, Nolan ya sabía lo que iba a sacar cuando le vio introducir la mano en un enorme volumen de la Ilíada. Nacho, con el rostro encendido en cólera, levantó una pequeña bolsa repleta de pastillas.

 

—¿VES ESTA MIERDA NIÑATO? —le gritó. Sí, Nolan lo veía— Pues mírala bien porque esta es la última vez que vas a tocar mi droga en esta ciudad, yonki hijo de la gran puta.

 

—Como le pase algo a Lucas voy a reventarte la cabeza ¿ME OYES? Mátame, quítame la droga, lo que quieras... pero deja a Lucas en paz.

 

—Vaya, nunca pensé que fueses un romántico ¡Qué bonito!

 

No, Nolan tampoco lo sabía. Pero lo era. Quizá no con rosas y bombones pero sí amenazando de muerte al dueño de la ciudad para proteger a quien amaba. Si debía remover Roma con Santiago para asegurarse de nadie pensase ni por un momento que podía dañar a Lucas... lo haría. Porque ese maldito psicólogo era intocable, joder. Nolan lo tenía muy claro, por él sería capaz de enfrentarse a la trata, al narcotráfico y, si fuese necesario, a dioses y gigantes. 

 

La rabia de su interior estalló repentinamente, golpeó con la palma de la mano la puerta. Pero se controló para volver a soltar una carcajada y aparentar calma.

 

—Sí yo fuese tú, Nacho, rezaría para que Lucas esté de puta madre todas las mañanas. Porque si alguien le toca, tú mueres. Lo juro por Dios. Como le pase algo —dijo señalándolo, y sonrió—, un maromo ucraniano aparecerá en tu casa y tú mue-res.

 

—¡Nolan con novio. Lo nunca visto!  Mira  —intentó que su voz sonase conciliadora—, Lo que quiero... es que dejes de remover el barro y vuelvas a trabajar para mí. Por el bien de tu noviucho. Sky está muerto y nada de esto va a resucirtarlo. Se ha muerto haciendo la mierda que haces tú todos los días. Es el riesgo. Éstas cosas pasan. Pero eso no es culpa mía. Así que vuelve al redil porque si yo estoy feliz... tú estarás feliz... 

 

Le lanzó la bolsa de pastillas, Nolan la tomó en el aire al instante. Esas pequeñas bolitas de química eran fuertes esposas que doblegaban su voluntad y su razonamiento. Sabía que si las tomaba perdería el tiempo, perdido en sus sensaciones, y dejaría de ser un estorbo. Quiso escupirle... pero se las guardó.

 

Era mejor aparentar que no iba a deshacerse de ellas en cuanto saliera.

 

Y le guiñó el ojo antes de marcharse de allí escoltado por Gorila.

 

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Tenía que controlarse. Necesitaba parar de caminar, más bien correr.

 

Lo primero que había hecho, una vez se vio fuera del local, fue llamar a alguien que se aseguraría de que su amenaza no se quedase en palabras vacías si algo sucedía, incluso aunque él muriese. A pesar de que se le hacía extraño hablar en ucraniano y no en ruso usó la lengua materna de su interlocutor aludiendo a relaciones del pasado y a favores por cobrar.  Cuando Vanko Berdnyk aceptó colgó el teléfono y echó a caminar.

 

No podía presentarse en casa de Lucas de nuevo porque le pondría en peligro con su relación. No debería estar corriendo hacia su piso, pero necesitaba verle.

 

Nacho no podía haberle hecho nada malo a Lucas, no. Nada. Porque...

 

¿Si ya le había dañado de qué serviría amenazarle?

 

Pero tenía que asegurarse de que estaba bien. La idea de que podía ocurrirle algo malo a Lucas por su culpa bloqueaba cualquier pensamiento racional. No había sentido tanto terror en su vida. Notaba un atentado en su pecho y Heavy Metal en los oídos. Notaba, como en su niñez, las sirenas de alarma avisando de que las bombas podían caer del cielo y de que en cualquier momento podía derrumbarse un edificio. 

 

Se estaba ahogando de tanto correr. Corría y corría entre las personas de vidas tranquilas, calle arriba. Movía sus piernas a pesar del dolor, a pesar de que los puntos de la herida amenazaban con abrirse con cada zancada. No tenía dinero para hacer todo el camino en taxi y las tres calles de diferencia se le estaban haciendo eternas.

 

No podía detenerse, simplemente no podía parar de correr y escuchar a su mente que le decía que si seguía irrumpiendo en la vida de ese buen hombre acabarían matándole por su culpa. Cuando llegó frente al edificio se quedó estático en la acera frente al portal, mirando su pequeño balcón y la luz iluminada de su hogar. 

 

Si tenía la luz encendida era buena señal, debía estar bien. Suspiró aliviado, dejándose relajar y comenzando a notar el terrible dolor de su pierna. 

 

Hubiese entrado, por Dios que lo hubiese hecho. Si no hubiese sido por la escena que tenía lugar allí. 

 

Diego, el amigo de Lucas, ese hombre de alegre semblante y bonita cara estaba asomado desde el balcón de su nueva casa diciéndole a alguien que se marchase. Se lo decía a un chico, un chaval rubio que parecía menudo, tal vez de su edad. 

 

—¡SOLO HE VENIDO PORQUE NO DEJABAS DE LLAMARME! —gritaba el chico desde la acera a pleno pulmón, haciendo aspavientos con los brazos al hombre que le miraba con expresión arrepentida desde el balcón— ERES UN GILIPOLLAS, DIEGO ¡ME LLAMAS, ME FOLLAS Y LUEGO ME ECHAS DE TU PUTA CASA! ¿A DÓNDE VOY A IR? ¿DÓNDE VOY A DORMIR?

 

—Por favor, baja la voz —rogó él.

 

—¡NO! ¡QUE SE ENTERE TODO EL MUNDO! ¡DIEGO DÍAZ ES UN GILIPOLLAS!

 

Nolan pudo ver desde el apartamento de Lucas que la figura del hombre que se estaba convirtiendo en su amor se asomaba un segundo al exterior con Tacheté en brazos alertado por los ruidos. Nolan se agachó al instante, agazapado tras un coche para no ser visto. Lucas miró lo que sucedía con expresión triste y cerró la cristalera de su balcón para darles intimidad y no escuchar tan claramente sus gritos. 

 

Estaba bien. Lucas y Tacheté estaban bien.

 

Nolan volvió a mirar con curiosidad la pelea. El hombre le había dicho, mientras él miraba embobado a Lucas, que por favor se marchase de allí porque no podía quedarse con él. Su tono parecía profundamente apenado.

 

Cuando ese balcón también quedó vacío y Diego cerró su cristalera el joven se llevó las manos a la cabeza sin aguantar las lágrimas, enredando los dedos en su pelo dorado mientras daba patadas frustradas al suelo. Nolan se puso en pie cuando el chico se dejaba caer, deslizando la espalda por la pared del portal hasta el suelo. Enterró la cara entre sus rodillas llorando en silencio. 

 

Nolan se acercó despacio, muy despacio. 

 

Cuando él fue consciente de que estaba allí, mirándole en medio de la calzada, levantó la cabeza. 

 

Nolan entreabrió los labios en un jadeo excitado por la sorpresa del hallazgo.

 

El aire a su alrededor se llenó de la energía de dos placas tectónicas chocando cuando sus miradas se cruzaron. Como si el mundo se hubiese parado y las horas hubiesen muerto para que ellos vivieran ese momento saboreándolo lentamente.

 

El chico le miró atento, respirando con fuerza, sintiendo exactamente lo mismo que él. La tristeza que había decorado sus rasgos apenas un segundo atrás desapareció, tan bruscamente que parecía que jamás hubiera estado allí, como arrastrada por un fuerte viento.

 

Pero había estado, ese niño de inmaculada piel clara tenía la nariz roja de llorar y sus ojos humedecidos se hinchaban un poco por la congestión de las lágrimas. Su iris era de un color tan intenso que parecían resplandecer como el azul del cobalto. Dobló la cabeza mirándole desde el suelo, como un cachorrito perdido.

 

Ese infantil gesto fue decisivo para optar por seguir acercándose.

 

Era menudo, algo bajito pero no era delgado, en esa posición podía ver una espalda que valía la pena. Era el tipo de muchacho dulce que podía poner a cualquier pedófilo a barrer el suelo por un beso. Poseía el tipo de ojos cariñosos pero inteligentes que, de quererlo así, desvalijarían carteras. El tipo de chico al que cualquiera le confiaría un secreto; y al que Crandford le gustaría ver sangrar, bajo él, mientras se masturbaba.

 

Para rematar toda aquella escena de niño bueno y amable el chico dulce se sujetaba con firmeza una cruz de plata colgada de su cuello. Un católico.

 

Y no cualquier católico, uno de buena posición social y económica. El crucifijo que apretaba era de buena plata y costaba una pequeña fortuna. Sus modales parecían de colegio de pago, pero por lo que parecía, no sabía dónde dormir...

 

Le bastó una sola mirada para saber que ese chico no había sufrido el dolor en su vida.

 

Y le bastó otra para saber que él sabía que en su vida solo había habido dolor.

 

Si Nolan no hubiese estado tan completamente devastado se hubiese puesto cachondo en aquel momento.

 

El rubio se secó las lágrimas rápidamente con el dorso de la mano. Aquel gesto inocente le gustó. Aunque Nolan había oído que ese chico había ido a casa de Diego a acostarse con él solo con unas llamadas, de modo que no era tan inocente; Y eso le gustó todavía más.

 

No. Por la forma de mirarle fascinado, recorriendo su cuerpo y su cara , no parecía nada ajeno a las perversiones del sexo.

 

Nolan le saludó con la mano y se encendió un cigarro, acercándose cojeando antes de agacharse en cuclillas frente a él.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido?

Dejen comentarios con vuestra opinión, porfi. Es una enorme ayuda para animarse a escribir jajajaja

¡Hasta el próximo miércoles! un abrazo.


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