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Un amor que va más allá de la sangre. por Niche

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Fue una mañana algo aterradora, la idea de que mi madre supiera algo de Axel y yo me enloquecía y más porque no sería yo quien le dijera sino esa chica odiosa, Aida.

Realmente no sabía que cara poner cuando llegase a casa, no sabía si ella ya había contado todo, no sabía cómo reaccionar al verlos a todos a los ojos cuando me dijeran que soy un maldito enfermo mental por enamorarme de mi hermano.

Me imaginaba el peor escenario en mi cabeza. Sin embargo todo seguía como de costumbre cuando llegué, nada fuera de lo normal pasó, pues mi madre estaba en la cocina lavando los trastes del desayuno. La señora madre de la chica odiosa estaba ayudando con la limpieza y sus dos hijos veían la tv.

En cuando hice presencia en la casa Aida volteó a verme, dejo de poner atención a lo que hacía y guio una leve sonrisa con ojos coquetos hacía mí, parecía que quería provocarme.

Pasé por detrás del sofá, justo donde ella se encontraba sentada.

-Tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo-escuché aquella voz quisquillosa  dirigirse hacia mí.

-¿De qué secreto hablas?-lo dije sin pensar un segundo si quería seguir con esa conversación.

-¿En serio quieres que lo diga aquí?

-No sabes de lo que hablas, debes de tener una vida muy aburrida para estar imaginando esa clase de cosas.

-Deberás de tenerme contenta de ahora en adelante para no decir nada a los demás-se rio un poco.

-Eres una idiota si crees que me intimidas con eso-hice una leve mueca y me fui de allí, no soportaba si quiera escucharla y mucho menos verle la cara.

No entendía cuál era la obsesión de esa chica por hacernos la vida imposible a Axel y a mí, pero no tenía ganas de estarla soportando.

Ya habían pasado un par de días con esa familia enfadosa;  la señora no dejaba de chismear con mi madre, ese niño ruidoso y por supuesto la chica que no nos quitaba un ojo de encima, no había tenido relaciones con Axel desde la vez que ella nos escuchó hacerlo, la situación me mantenía tenso y él estaba nervioso de que mi madre se enterara.

Después de haberme graduado necesitaba seguir con los trámites para sacar mi título y certificado, así que debía de llevar unos papeles a la escuela.

-Te amo-me despedí de Axel con un beso en los labios a lo cual correspondió muy poco-¿qué sucede?-le busqué la mirada.

-Nada, me tengo que ir ya-abrió la puerta con algo de prisa.

-¡Axel!-traté de sujetarle el brazo para detenerlo antes de que bajara del auto, pero fue tan rápido que apenas pude escuchar el portazo.

No entendía muy bien que era lo que había sucedido, pero habíamos estado más o menos, desde hacía días se le veía extraño y ausente.

Me dirigí a mi universidad en cuanto lo vi entrar a su escuela. Llegué rápido pues no estaba muy lejos. Fui a las oficinas donde se supone debía de llevar todo el papeleo, juraba que mínimo eran unas 15 o 20 hojas de trámite, las sentía eternas.

En la oficina se encontraban varios de mis compañeros, al parecer también habían elegido el mismo día y el mismo horario para llevar esos papeles.

Entre ellos pude notar una mirada que no se apartaba de mí, en cuanto me dirigí hacía ella noté que era Mérida, no dejaba de verme, pues parecía que esperaba que le dijera algo. No hice mucho caso y aparte mi mirada de ella, aunque aún así no dejaba de vigilarme.

No tenía nada de ganas de hablar con ella, pues no quería lidiar con otra persona amenazándome de que le diría algo a alguien sobre Axel y yo, así que lo único que esperaba es que mantuviera su boca cerrada.

Pasó un largo rato hasta que por fin era mi turno de pasar a dar los papeles, lo único bueno era que aquella chica metiche se había ido, en cuanto dábamos los papeles debíamos retirarnos de allí para no estorbar, así que los di y en seguida salí, cuando abrí la puerta noté una silueta de mujer a fuera, ni si quiera voltee a ver quién era, simplemente seguí mi camino con pasos largos.

-¡Oye!-gritó la chica obviamente dirigiéndose a mí.

No me detuve y seguí caminando, ignorándola completamente.

-Daniel, sé que puedes escucharme, ¿no hablaras conmigo?-se escuchaban esos pasos rápidos y esa voz algo agitada al ir detrás mío.

Sabía que era Mérida, esa molesta voz que me saludaba todos los días en clases, la molesta voz que no dejaba de chismearme como le había ido en el día aunque a mí no me interesara.

-¿Podrías dejarme en paz?-di media vuelta brusca y la miré directo.

-Yo…-se quedó en suspenso al verme molesto-no sé qué tanto haya pasado en el baile, pero quiero disculparme, creo que me metí demasiado en algo privado.

< ¿Qué le pasa a esta chica? ¿Acaso está jugando conmigo? >

-Sí, te metiste mucho en mi vida, así que simplemente quiero que me dejes en paz.

-Lo sé y discúlpame, es solo que me topé con la sorpresa de que estuvieras besando a tu hermano, pero seguro simplemente se llevan de esa manera, no debería ser mi asunto, quisiera que quedáramos bien, que seamos amigos aun que salgamos de aquí, esa clase de amigos que si ocupas algo allí estaré, fuiste el único chico que no se portaba como idiota y creo que eres el único sincero-se le veía una expresión amable, no parecía estar vacilando con lo que decía.

-Bien, como quieras, solo que no vuelvas a ponerte loca-me reí un poco tratando de quitarme lo tenso que estaba, tenía que evitar que ella se volviera en mi contra, no quería que alguien más se estuviera metiendo en mi vida, así que debía de ser amable.

Me sujeto del brazo y se apegó a mí, de esa manera casi parecíamos pareja, simplemente la vi extrañado cuando comenzó a caminar conmigo así.

-Tuve un día terrible… No sabes lo que me ha estado…

Y así continuo contándome sobre su vida como si no hubiera pasado nada aquella noche, como si no nos hubiera visto a mí y a Axel besándonos, como si siguiéramos en  clases.


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