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Edge por Lovis_Invictus

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Contenido sensible: Menciones de maltrato escolar e intrafamiliar, consumo de alcohol y tabaco por parte de menores de edad.

 

[Spoilers generales de la saga de Harry Potter. Añadiré o retiraré cosas canon también dependiendo del cómo guste que vaya la historia]

 

————— [ • • • ] —————

 

Cuando Severus despertó lo hizo con un gran espasmo, asustado se puso una mano en el pecho, sintiendo su corazón latir apresurado. Otro gran ruido sordo se dejó oír, desquebrajando sin atisbo de remordimiento el silencio mortuorio de la casa; el muchacho se preguntó, entonces, cuántos muebles quedarían para el año siguiente si las cosas seguían por ese camino. A través de la ventana sin cortina en el fondo podía apreciarse el cielo aún a oscuras, por la iluminación que daba la luna fácilmente podría adivinar que ni siquiera había dormido tres horas, pensamiento cual le llevó a mirar fijamente una tabla suelta del suelo, bajo la que escondía el poco dinero que ganaba y su varita, analizando si el castigo del ministerio por lanzarle una maldición a su padre valdría realmente la pena.

 

Maldijo en voz baja mientras, a regañadientes, salía de la cama; sus pisadas sobre la chirriante madera fueron amortiguadas por los balbuceos ebrios de Tobías allá en la sala, para su suerte, pues no deseaba darle alguna señal de que estaba despierto. Últimamente el hombre parecía respetar su espacio cuando se encontraba dormido, no levantándole a gritos obscenos o lanzándole cosas desde la puerta como solía hacerlo en el pasado, y si bien eso era extraño, prefería mantener la situación lo más serena posible para su propia salud mental.

 

Arrastró los pies hacia el armario sin mucha energía, sintiendo los estragos del desvelo golpear su débil cuerpo con violencia, pero entendiendo gracias a sus responsabilidades que no podrá volverse a dormir, al menos hasta bien entrada la tarde. Echa un vistazo dentro, eligiendo lo más cómodo que ve: una camiseta roja y un conjunto deportivo color negro; se enfunda rápidamente las prendas, tomando su varita al terminar y guardándola en su usual bolso negro, junto al dinero que Sirius le dio la noche anterior para su desayuno. Una vez todo listo la lanza cuidadoso debajo de la cama, oyéndola pegar suavemente contra la pared, solo entonces vuelve a meterse bajo las sábanas, de espaldas a la puerta; si todo va bien Tobías estará lo suficientemente indispuesto como para joderlo, conociéndolo, tras su ataque de ira producto a la sobriedad volverá a beber hasta quedar inconsciente, así que solo debe ser paciente, e increíblemente es demasiado bueno en esperar, después de todo, lleva la vida entera esperando.

 

Unos cuarenta minutos después, cuando casi cediendo al cansancio se encuentra al borde del sueño, el crujir de los escalones siendo subidos lo saca de su letargo temprano. Su respiración se detiene por instinto al escuchar acercarse los pasos erráticos pobremente disimulados; se queda esperando la inminente entrada de Tobías a su habitación, no obstante su padre pasa de largo, y más temprano que tarde el estruendoso azote de la puerta al fondo le devuelve un poquito de seguridad.

 

Decide permanecer en la cama un poco más, lo suficiente al menos para darle a Tobías el tiempo de caer en un sueño profundo; así pues, tras lo que creyó fue un buen rato se levantó delicadamente, teniendo especial cuidado en su caminar ahora que la casa entera había caído en un profuso y asfixiante silencio.

 

Se arrodilla en el suelo con el objetivo de recuperar su bolso, se pone unos tenis y la primera bufanda que ve, para acto seguido salir de su habitación con el corazón latiéndole a mil por hora. Sus ojos se desviaron hacia un costado por un instante, solo para comprobar que la puerta del dormitorio de su padre efectivamente se encontraba cerrada; sin darse si quiera la oportunidad de respirar aliviado encamina a paso tranquilo pero firme en dirección al primer piso. En el pequeño living el espacio se ve aún más reducido por el desastre que forman los muebles tirados, las botellas y basura en el suelo, además, las manchas de licor barato en las paredes le dan un aspecto un poco más desagradable a su ya de por sí fea casa.

 

De entre el horrible escenario sobresale un marco para fotos, en la esquina más alejada, lo que reconoce como una fotografía que tenía mucho tiempo sin ver. En automático se dirige hacia allá, es instintiva la sensación de magnetismo, sabe que no le gustará lo que está ahí, pero a estas alturas solo necesita verla, recordar su rostro, sentir que aún está ahí.

 

Cuando está frente al objeto puede notar el cristal quebrado, debe tomarlo con sumo cuidado, sacudiendo levemente los cristales más pequeños y dejándolos caer sobre la mohosa alfombra para evitar cortarse. Sus ojos negros se topan con dos figuras sonrientes: su padre, mucho más joven, correctamente afeitado y en traje de gala, mirando a su madre con el mayor afecto que jamás pudo ver en él; entre sus brazos alza a una contenta Eileen, enfundada en un sencillo vestido de novia color crema, trae su maquillaje bien hecho, el cabello recogido en una coleta alta, decorado por una tiara brillante de plata, portando un precioso rubor rojizo y una sonrisa apenada, se ve hermosa, se ve feliz.

 

Se descubre deseando desde el fondo de su corazón haber hecho algo para mantener su preciosa sonrisa, después de todo y pese a su relación tensa él la amó, la ama y está seguro que la amará por el tiempo que le quede en este lugar.

 

Lo daría todo, cualquier cosa, inclusive su vida, para devolverle la felicidad a su madre, para alejarla de su horrible destino. Le molesta no poder haber hecho algo para prevenir que ella y Tobías se conocieran, lo cual es estúpido, porque aún no nacía, pero no puede evitar sentirse culpable por eso, así como tampoco puede evitar creer que, de no haber nacido, las cosas habrían sido muy diferentes, pues sin un hijo que la delatase Eileen bien podría haber guardado su secreto tranquilamente el resto de su existencia en este lugar.

 

Pero claro, tenía que arruinarlo, como todo lo que era y hacía.

 

¿Qué tan diferentes serían las cosas de ella haberse quedado en el mundo mágico? ¿Hubiese tenido una próspera y larga vida casada con un noble? ¿Se habría comportado ella mejor con los hijos nacidos de esa unión? O mejor aún ¿Qué cambiaría si Tobías no fuera el maldito bastardo que es? Quizás habría crecido como un niño extrovertido, amado, tal vez así no habría desarrollado una personalidad tan similar a la de su padre, alejando a la gente porque no sabía cómo demonios socializar.

 

Realmente envidiaba a los niños con familias felices.

 

Cuando las lágrimas se acumulan en el borde de sus ojos se obliga a tragar en seco, abandona la fotografía en el cajón del estante más cercano como si esta le quemara las manos y, volviendo a ponerse en piloto automático, recoge todo con el mayor cuidado posible, en silencio, finalizando a eso de las cinco.

 

Al salir de la casa lo hace con el estómago gruñendo de hambre, pues no ha comido absolutamente nada desde ayer en la mañana; apenas pone un pie en la acera el frío aire nocturno le pega en el rostro sacándolo de su estado nublado, se siente agotado tanto física como mentalmente, pero no demasiado como para quedarse, siendo sincero, preferiría desmayarse en vía pública antes que verse obligado a permanecer a solas junto a su padre el resto del día.

 

No demasiado convencido elige comenzar a caminar en una dirección al azar, sabiendo a estas alturas del partido que no podría perderse aunque quisiera, pues desde niño prefería pasársela vagando en las calles de la ciudad a quedarse en casa, escuchando a sus padres discutir y romper cosas hasta la saciedad; así, yendo de un lado a otro, terminó por hacer un detallado croquis mental de múltiples zonas aledañas a su vivienda.

 

Sus pies lo terminaron guiando hasta aquel parque abandonado donde había encontrado a Sirius un par de días atrás, la nieve había desaparecido y solo quedaba el lodo semi congelado por las bajas temperaturas. Sin tomar demasiada importancia buscó un sitio medianamente limpio y se dejó caer de nalgas sobre el frío concreto; rebuscando entre su bolso sacó una cigarrera de madera, objeto robado a Tobías un par de años atrás, tomó del interior uno de los tres cigarrillos que había y, tras colocarlo entre sus labios, haciendo uso de un pequeño mechero muy viejo, que de igual modo había quitado a su padre, lo encendió¹.

 

Su ceño se frunció de repente, cuando la última conversación decente que tuvo con su madre le regresó, de la nada, a la cabeza. Puede recordar la escena con escalofriante claridad, sentir el dolor fantasma de los golpes palpitando sobre las zonas afectadas, la frialdad del suelo, ver la nieve cayendo allá afuera en la calle, tener el viento helado erizándole la piel, y la incomodidad al encontrarse sentado en el marco duro de la ventana rota, en su pequeña sala de estar.

 

Aún tiene fresca la imagen de su madre demacrada, herida y temblorosa, acurrucada sobre el viejo diván, apenas cubierta por la manta remendada que trataba con tanto cuidado. Tiene muy presente su tono apagado cuando, sin una pizca de honestidad, se disculpó con él por permanecer atada voluntariamente a ese matrimonio maldito, alegando encontrarse sintiendo tanto amor por aquel horrible sujeto que perecería a manos de él con una sonrisa. Una verdadera lástima, pues con esas enfermizas palabras ella misma había predicho su propio crudo final.

 

Estaba tan sumido en la disociación del trauma que por un instante creyó haberla escuchado mal, no obstante, sus palabras a continuación extrajeron su confundida mente de regreso al mundo real: «Así es el amor, Severus. O te hace muy feliz o muy miserable»

 

¿Cómo es que algo tan endiosado como el amor podría llegar a tratarte tan mal? ¿Cómo es que podías estar tan cegado para quedarte en donde te hacen daño? ¡Por favor! Incluso él, a su corta edad y con tremendos problemas psicológicos gracias al asqueroso ambiente familiar donde creció, entendía que eso no estaba bien. Jamás se enamoraría de alguien que le tratara de esa manera, era demasiado orgulloso para dejarse llevar por un par de palabras lindas y más tarde justificar maltratos y humillaciones, por eso no comprendía la situación de su madre, y gracias la rabia por aquel pensamiento no pudo evitar responderle lleno de acidez.

 

Es por ello que le sorprendió en sobre manera oírla aseverar que su único hijo se había enamorado de quien le propinaba fuerte acoso escolar. Le tomó solo un par de segundos entender a qué se refería y el motivo detrás de aquellas palabras, que llegó como una afirmación cuando la misma Eileen confesó haber usado legeremancia junto a un hechizo de borrado de memoria para saber lo que sucedía en Hogwarts.

 

Pensó de inmediato en las patéticas escenas que pudo haber visto y su estómago se revolvió con ira.

 

La brecha del nulo nivel de comunicación que tenían había sido tan amplia que, hasta ese momento, no había percatado lo desesperada que estaba su madre por saber cómo le iba a su hijo en su nueva vida; lo entendía de cierta manera, pero aún así, eso no exoneraba a la maldita mujer por haber espiado en los rincones más privados de su cabeza con magia.

 

Además... ¿Qué demonios? ¿Por qué creería ella que estaba enamorado del idiota de Sirius Black? ¿Qué es lo que había visto allá adentro que le hizo creer aquello? ¡Madre de Morgana, si a duras penas podían verse sin matarse ahí mismo, y estaba seguro que los que los detenía de hacerlo era el miedo de ir a parar a Azkaban!

 

En la fracción de un segundo trató de hacer memoria, forzándose a recordar algo que pudiese haber dicho o hecho con respecto a Black, al menos para hacerla pensar de esa manera. Entonces lo entendió, la verdad cayéndole como una cascada de agua helada sobre la dolorida cabeza: Eileen había visto la enorme cantidad de tiempo -mucho más de la que estaba dispuesto a admitir- que pasaba prendado en la atlética figura de Sirius, mirándolo desde las sombras con anhelo, y eso le convenció lo suficiente para creer que estaba enamorado de él.

 

Tenía muchas ganas de explicarle los motivos detrás de aquellos extraños escenarios, pero no lo hizo, sabía que el siquiera intentarlo no daría resultados, pues no existía modo creíble de convencer a nadie que lo hubiese visto tan al pendiente de su compañero, y si era honesto consigo mismo, no sentía muchas ganas de forzarse a desvelar sus emociones más bajas, permanecería en silencio al respecto el tiempo que pudiese soportarlo, y aún podía.

 

Se sumió en la resignación del maldito problema que acababa de echarse encima, a sabiendas de que no tenía caso decir nada.

 

Le había asegurado que no existía modo alguno en que él y Sirius Black se llevasen bien, y en su momento lo había creído también, sin embargo, en solo un mes habían cambiado mucho las cosas, aunque a estas alturas aún tenía sus reservas contra el muchacho y su grupo de idiotas, pese a lo sucedido aquel día después de la reunión en la mansión de los Malfoy.

 

Las siguientes palabras dichas por Eileen le apretujaron el corazón, porque más temprano que tarde comprendió la triste realidad de su madre: "No cuando tienes a una madre como yo", hubo dicho, lamentando por un lado el que su hijo replicara sus tóxicos comportamientos, pero sonando aliviada por el otro, sintiéndose feliz por no ser la persona más patética dentro de esas maldecidas cuatro paredes, o la única al menos.

 

Al final, Severus solo pudo mostrar su pesar por ella en una expresión agobiada; realmente la amaba y la situación en la que se encontraba le dolía mucho, deseaba con todas sus fuerzas sacarla de ahí, pero entendía que ni siquiera con todo el dinero del mundo Eileen Prince cedería a quien ella consideraba su gran amor.

 

Le sonrió con tristeza, Eileen no quería sentirse abandonada y él hizo lo que estuvo en sus manos para darle un poquito de conforte a su lamentable soledad.

 

Sabe que siempre le molestará de una forma u otra que aquella desafortunada plática se hubiese convertido en la última vez que, sin gritos, insultos o reclamos de por medio, pudieron hablar entre ellos, sin embargo, de cierto modo le reconfortaba el saber que ella murió pensando en que no era la única atada por gusto a una vida tan miserable, y eso fue lo mejor que a su corta e inútil edad pudo hacer por ella.

 

Un último agradecimiento por todo lo que sacrificó al aceptar darle a luz.

 

El tóxico humo salió de sus pulmones en forma de un suspiro cansado, se acomodó mejor en su lugar, pensativo, envuelto en los recuerdos de las variopintas situaciones que se habían suscitado esas últimas semanas con el tonto de Sirius Black.

 

Un retorcijón desagradable le hundió las entrañas hasta el fondo, cuando su cabeza se inundó con la presencia del heredero Black.

 

Sus ojos no se habían separado de él desde que lo se lo encontró por primera vez, aquel desafortunado 1° de septiembre de 1971. Al inicio, el sentimiento que le llenaba respecto a Sirius era disgusto, del más puro que un niño a sus once años era capaz de mostrar; Sirius no le había caído bien para nada, pues James le había molestado y Black solo había seguido la corriente a un niño que no conocía, solo por el estúpido prejuicio contra Slytherin que ambos tenían en común.

 

Más tarde ese mismo año, tras el aguamenti que había sido el preámbulo de cinco ciclos escolares repletos de abuso mutuo, su sentir hacia el heredero Black se transformó en miedo; al inicio de todo se encogía de terror apenas escuchaba al dúo estúpido acercarse, las secuelas del maltrato en casa lo habían vuelto paranoico y temeroso, su cerebro, no ayudando en absoluto, enlazaba la figura de Sirius a la de su padre Tobías por alguna desconocida razón.

 

Al final solo pudo esquivarlos un par de meses, después de eso, a mediados de enero y tras una seguidilla de insultos que no logró soportar, reventó en cólera, enviando un expulso ante los dos muchachos que les estampó dolorosamente contra una de las paredes de piedra en el pasillo.

 

El tiempo pasó, mientras su rencor hacia los merodeadores crecía exponencialmente haciéndole enloquecer, porque odiaba haber llegado al punto en el que no se sentía seguro en ninguna parte; en casa las cosas iban cada vez de mal en peor, pasarse el día entero encerrado en su habitación o deambulando en las calles solitarias de su descuidada colonia era la única forma en la que podía distraerse, incluso el hacer trabajos pequeños como podar césped o hacer recados a los ancianos de la colonia donde vivía Lily significaban una bocanada de aire fresco en su asfixiante hogar. Fue una entera decepción el darse cuenta que el escape en el que Hogwarts se supone debía convertirse terminó mutando, para su desgracia, en un infierno; no estaba cómodo en casa, tampoco en la escuela.

 

Así pues, terminó acostumbrado a la primitiva sensación de alera e inseguridad, en todo momento, en todas partes, como un miserable soldado.

 

Y más tiempo pasaba, junto con la mutación de sus emociones. Muy pronto se encontró a sí mismo sintiendo algo más por aquel estúpido niño arrogante de cabello rizado y ojos claros, algo más se sumó a la ecuación de odio, temor e irritabilidad: Envidia.

 

Sirius Black provenía de una familia con carácter, adinerada y políticamente importante en el mundo mágico, eso en sí mismo ya le daba un estatus social que cualquiera soñaría con tener, incluido el mismo Severus; añadiendo a aquello que el muchacho tenía un ingenio más allá del promedio, además de un físico demasiado atractivo y una personalidad casi perfecta -exceptuando sus problemas de ira-, cautivadora e increíblemente carismática, un tipo valiente, empecinado en no abandonar sus ideales aún si eso ponía al mundo en su contra, yendo tan lejos como para escapar de casa a los diecisiete, herido y con unas pocas pertenencias, lanzándose de lleno hacia la enorme bestia que era la sociedad.

 

En definitiva Sirius era el prototipo de persona que él deseaba ser, con lo que él deseaba tener.

 

Fue por eso que no pudo apartar sus ojos de él, incluso con todo ese resentimiento ardiendo en su interior más profundo, no pudo evitar desviar la mirada hacia la brillante figura, siendo atraído por él como un imán, odiándolo pero a su vez admirándolo de una retorcida manera.

 

Maldijo por lo bajo mientras se levantaba, pensando en lo agotado que se sentía, aún cuando el sol hacía poco se había alzado tras los gruesos nubarrones grisáceos que tapaban la vista; dio una última calada al cigarrillo y lanzó la colilla al suelo, prosiguiendo a pisarla. Sus ojos negros se clavaron en el cielo apenas iluminado, percibiendo con la vista periférica como el malogrado alumbrado público iba apagándose a lo largo de la calle.

 

Se vio forzado a tragar en seco, para enviar toda la agria sensación de resentimiento hacia sí mismo de vuelta a su estómago. Tomó aire, antes de susurrarse a sí mismo, con la voz ronca, repleta en apatía:

 

— Creo que se está haciendo tarde

 

Tal vez solo estaba perdiendo el tiempo.

 

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[Aclaraciones]

 

¹ Esto se basa enteramente en un headcannon mío, donde a Severus sí lo veo como el vicioso que empezó a consumir tabaco a temprana edad; de adulto también bebe, pero gracias a su historia familiar tardó mucho tiempo en probar y aceptar el alcohol.

Notas finales:

Sí, ya sé, me tardé, me está costando mucho dirigir esta historia porque haberla abandonado 4 años me hizo perderle el hilo completamente, pero equis, aquí andamos :')

 

Tenía muchas ganas de escribir este capítulo y proyectarme como siempre lo hago~ Quise hacerlo lo más emocional que pude, que les duela, porque si yo no estoy bien ustedes tampoco~

 

Anyways, ¿Quién creía genuinamente que Severus estaba enamorado de Sirius, sin haberlo conocido profundamente y cargando el rencor de años de acoso~

 

Bueno, nos vemos en cien años más, cuando termine lo que falta para subir la segunda parte de esta pequeña introspección a los pesimistas pensamientos de nuestro chamaco, ¡Gracias por esperar!


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