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Edge por Lovis_Invictus

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Contenido demasiado sensible. Proseguir con precaución.


Tras la cruda amenaza hacia Sirius Black, Lucius haló a su compañero retomando el camino hasta la enfermería. Su andar era rápido, dando grandes zancadas que resonaban por los pasillos con fuerza; algunos alumnos quienes cambiaban de clase les veían casi asustados, pues Malfoy era bien conocido por su personalidad serena y calculadora, no era mínimamente normal verle así de alterado, nunca nadie lo había hecho antes, ni siquiera creían que fuese capaz de mostrar ese nivel de emoción. Apenas llegaron a su destino Lucius pasó sin avisar, prácticamente empujando a Severus dentro, solo para azotar fuertemente la puerta tras sí y continuar arrastrando al aturdido muchacho hasta una cama cercana, obligándole a sentarse.

— De entre todas las personas a la última que creí ver perdiendo la compostura era a ti, parece que mi instinto está fallando— comentó Severus en aires sarcásticos para romper el silencio instaurado.

— Estás demasiado elocuente para haber perdido tanta sangre— regresó Lucius en el mismo tono, hablando con la mirada perdida en la mancha rojiza que se expandía lentamente sobre la sábana blanca, los colores contrastando horriblemente entre sí le daban una apariencia criminal a la escena.

— Es un talento adquirido— se burló Severus con ironía de la situación abusiva que vivía en casa; y es que no mentía, las constantes golpizas propinadas por su padre eran tales que muchas de esas veces terminaba desmáyandose ya fuese por el dolor interno o las heridas sobre la dermis que él le dejaba, heridas cuales parecía disfrutar reabrir durante los días posteriores. Tenía muchas más cicatrices de las que podía recordar, teniendo en cuenta claro que a veces no recordaba nada en absoluto.

A veces extrañaba a su madre, desde que ella se hubo ido las cosas parecieron, extrañamente, ponerse peor.

Lucius arrugó la frente, entre disgustado y confundido por las palabras ajenas, no le agradó para nada ser capaz de sentir el remordimiento danzante entre aquella frase llena de auto desprecio— ¿A qué te refieres?— preguntó inquieto.

Severus se supo acorralado inmediatamente, maldiciendo la comodidad que le daba el heredero Malfoy para expresarse. Titubeó un par de veces antes de poder proseguir ya con confianza:

— ¿Estás viendo mi mano? No es la primera vez que las cosas se ponen así— se desvió. Agradecido con el universo dejó la tensión sobre sus hombros se fuera lentamente apenas su acompañante, convencido, colocó la misma expresión asqueada que ponía cuando había algo referente a Los Merodeadores.

— Ese grupito de Gryffindor retrasados ya me tiene harto— resopló, dejándose caer a la cama de al lado. Una nube de polvo proveniente de las sábanas y el colchón se levantó con su movimiento, motas blancas bailaban entre ellas de un lado a otro por toda la zona, brillando a los rayos de sol que entraban por las ventanas viejas de marcos oxidados.

Severus permaneció callado, no tenía mucho qué decir al respecto tampoco.

— Te he visto pelear contra ellos— continúo Lucius, distraído en el espectáculo de polvo— Eres bueno, pero llegados a un punto simplemente te detienes... Me preguntaba porque lo hacías cuando con el enorme conocimiento que tienes podrías matarlos y así cortar el problema de raíz

Severus, algo descolocado, perdió la mirada en el techo de piedra del lugar, melancólico— Tal vez sea eso— susurró.

— ¡Ellos te hacen daño!— le rebatió Lucius, incorporándose bruscamente al tiempo que, indignado, azotaba sus manos contra el colchón.

— La muerte es algo más grande de lo que cualquiera de nosotros podría llegar a imaginar siquiera, Lucius— comentó secamente, casi desdeñoso, con el frío sabor amargo de la reciente partida de Eileen deslizándose desde su boca hacia el esófago, sintiéndose nuevamente ahí, de rodillas sobre el suelo lleno de sangre, sacudiendo a su inerte madre mientras sollozaba; el siguiente trago le dejó la garganta seca, anhelaba deshacerse de los sucios recuerdos pero sabía muy bien que tras todos los escalofriantes sucesos ocurridos ese día maldito jamás sería capaz de olvidar—. No soy tan idiota como para matar a alguien por ser inmaduro— finalizó, el peso de su apellido paterno arañándole las espaldas.

La gran puerta doble de entrada a la enfermería se abrió de par en par con un ruido sordo al golpear las paredes aledañas a ella, un muchacho alto, delgado y completamente agotado respiraba agitadamente, buscando entre la larga fila de camas hasta que, casi al fondo, pudo hallar a sus dos compañeros.

— ¡Por Merlín, Severus!— gritó apenas sus ojos olivo dieron con la mano izquierda del muchacho, juntando sus últimas fuerzas corrió hasta donde estaban, lanzando sus libros al suelo para acercarse y revisarla mejor— ¿Dónde se supone que está el inútil personal de este lugar?— preguntó enfadado, sacó un pañuelo blanco del bolsillo de su camisa, deshizo el doblado elegante con el objetivo de colocarlo sobre la extremidad lastimada, a modo que cubriese la mayor cantidad de cortes y esperando que eso ayudase en algo; el rostro se le contrajo en confusión cuando al subir la mirada se encontró con la corbata rojo y dorado pulcramente atada, haciendo de torniquete en un nudo muy específico que había visto antes.

— Me la puso tu hermano— confirmó Severus tras un corto mutismo.

Regulus Black chasqueó su lengua, irritado, hizo presión sobre la tela para que se pegara a la piel, escuchando un quejido leve por parte de Snape— Sé perfectamente que lo hizo él, lo que no me entra en la cabeza es porqué lo haría

— Supongo que se sintió culpable por el reguero de sangre que provocó su querido siamés— dijo Lucius, dejándose caer nuevamente a la cama, sus palabras repletas de ironía dejaban entrever la inconformidad aún presente, hubiese deseado golpear a Potter más fuerte... O más veces.

Regulus le miró, sorprendido.

— ¿Potter? ¿Él puede ser tan brutal?— preguntó incrédulo— Podría jurar que lo había hecho mi hermano, ya iba a comunicárselo a madre pero me preocupaba más saber cómo estaba él así que vine corriendo apenas Slughorn me lo informó

Lucius pareció, repentinamente, entrar en cólera. Se acomodó mejor, subiendo los pies a la cama y cruzando los brazos detrás de su cabeza, observando a Severus casi amenazante.

— Su nivel de violencia está escalando y nuestro querido Prince no planea hacer nada al respecto— casi escupió la frase, sus orbes azules fijas en la mirada azabache de su compañero, ambos se retaban el uno al otro sin una palabra de por medio.

— Nunca aseguré nada de eso, no pongas en mi boca palaras que no dije— respondió Snape, el veneno en su lengua afilada igual al de su compañero.

— Duelos de hechizos insignificantes en los pasillos no es hacer algo específicamente— ironizó, reclamando.

El menor de los Black apretó los labios, limpiándose el sudor de la frente con la manga del suéter, estaba lo suficientemente agotado como para verse incapaz de detener a ese par de diestros magos si se enfrascaban en una pelea, incluso estando en todas sus capacidades la última vez que discutieron tuvieron que meterse varios profesores para calmarlos a los dos.

— No me hagan mucho caso, pero creo que deberíamos pensar en una forma de parar la hemorragia y regresarle la sangre perdida para que una vez recuperado puedan ponerse a pelear— resolvió Regulus, sarcástico.

Lucius permaneció en silencio un momento, disgustado; pensó que Severus era demasiado benevolente para pertenecer a Slytherin, aún más para unirse a los Mortífagos, pero él tenía que hacerlo fuerte, debía hacerlo por el bien a la sangre pura que corría por sus venas.

— ¿Ya tomaron su decisión?— Malfoy soltó de la nada, el ambiente se volvió repentinamente denso. Los dos amigos restantes voltearon a verse casi preocupados; estuvieron a poco de olvidar que esa reunión era en poco más de una semana.

— No— fue la seca respuesta obtenida por parte de Severus— ¿Lo harás tú?

Lucius asintió con un sonido de garganta, decidió incorporarse para sentarse al borde de la cama, pudiendo verles mejor— Quiero obtener la marca al terminar el año, apenas salgamos del colegio me convertiré en un miembro activo, me agradan sus ideales y mis padres están de acuerdo. 

Ambos pares de ojos se clavaron en Regulus. El muchacho colocó un mechón de cabello liso detrás de su oreja, pensativo.

— Madre y padre desean que lo haga, así que entraré apenas salga del colegio— comentó balbuceante, no tenía otra respuesta; ellos sabían que anhelaba tomar a Kreacher e irse lejos, tal vez América o Australia y abrir una sencilla herbolaria, pero con la traición de su hermano mayor sus planes de pasar desapercibido se habían ido por la borda, ahora tenía encima todas las expectativas de la familia aunadas a la presión asfixiante de no ser como Sirius, más aún ahora con eso de los mortífagos y el Señor Tenebroso; se encontraba tan estresado que era capaz de lanzarse de la torre más alta a la vista si se le presentaba otro problema. Al menos aun faltaba un año para sus TIMO, Bendita Morgana.

Antes de que el alguno dijese palabra más la señorita Pomfrey entró a la sala. Ella pegó el grito en el cielo al ver la magullada extremidad y al de por sí ya pálido chico aún más blanco, producto de la cuantiosa pérdida de sangre. Ordenó a Malfoy y a Black que se retirasen, ambos obedecieron de mala gana, lanzándole a la mujer una mirada desdeñosa antes de retirarse, pues deseaban quedarse con él.

Pomfrey tomó la mano del muchacho entre las suyas, despegando lentamente el pañuelo ahora empapado, recuento a cambio leves sonidos de dolor.

— Un Diffindo, sin duda alguna— tomó su varita, dando un par de golpecitos al dorso, causando que el muchacho diera un respingo sorprendido— Tranquilo, ya está, no hay más sangre. Ahora levántate por favor, necesitamos lavarla con agua tibia para poder vendarla— habló con el tono más amable que alguien pudo haberle escuchado. El joven Slytherin se sintió cohibido de repente, ya prácticamente todo el alumnado y parte del profesorado estaban enterados de su miserable vida en Hogwarts, era humillante.

... Mientras no se enterase nadie de lo que ocurría en casa...

Se incorporó de la cama pese a sentirse mareado de repente, dejándose hacer por la enfermera, quien le había sujetado firme del brazo para arrastrarlo hasta un lavamanos de piedra cercano. Esperó un par de minutos a que hirviera el agua en un caldero y lavó sus manos, quitando la sangre que a su piel le daba un aspecto horrible.

Pomfrey le llevó de nuevo a la cama, entregándole una poción que por su sabor no reconoció, la cual, citando a la mujer "Sirve para recuperar la sangre perdida, pero tarda un par de horas en actuar". Tras terminar con él se retiró pidiéndole que descansara, que ella le traería la cena apenas ésta estuviese lista, por lo que, aburrido y solo, votó por hacerle caso e intentar dormir.

Vaya día del asco.

Si había algo que Remus Lupin pudiese afirmar en ese momento era que jamás había estado tan emocional en su vida; esta vez la parte lobo dentro suyo no tenía nada que ver, puesto que apenas hacia cuatro días había pasado la luna llena. Hoy por hoy sentía un remolino de sensaciones: ira, decepción, molestia y sobre todo aquello, una enorme tristeza. Lo que había querido evitar a toda cosa, incluso con egoísmo dejando que intimidaran a Snape, estaba pasando: sus amigos lo estaban dejando de lado.

Una lágrima resbaló por su mejilla derecha, se había saltado las siguientes clases para ir a encerrarse a la sala de menesteres, donde había estado intentando calmarse en vano.

Se sobresaltó al escuchar la puerta abrirse, por lo que se escondió detrás de una pila de cosas. La voz de Sirius llamándole hizo eco en el lugar, Remus se sorprendió cuando notó a falta de ruido que el chico venía solo. Se armó de valor, salió de su escondite y se postró con expresión indiferente frente al muchacho, algo no muy convincente si tenemos en cuenta sus pestañas húmedas y ojos enrojecidos.

—¿Cómo me encontraste?— preguntó.

— La sala de menesteres es la única que no está en el mapa y si tú no estabas tampoco en él eso significa que el único lugar donde podrías encontrarte es aquí— el licántropo se ruborizó levemente, su pregunta había sido muy estúpida— Lunático, debemos hablar, pero prométeme que no vas a interrumpirme por nada del mundo. Cualquier duda te la aclararé al final ¿Está bien?

Lupin sopesó poco las cosas, asintió con la cabeza, sentándose en un lugar libre en el suelo. Sirius tomó aire, comenzó a relatarle todo lo sucedido y sus visiones del futuro con el detalle que recordaba; se disculpó con él tras hacerle saber que quería utilizarlo en contra de Snape y le hizo jurar que lo detendría a él o a James si querían hacer algún tipo de broma de ese calibre a quien fuera, que él no se enfadaría y estaba seguro James tampoco. Finalizó contándole sobre su idea de usar la sangre del Slytherin en un pensadero, dejando al joven mareado por el exceso de información recién adquirida.

— Déjame ver si entendí— Remus se incorporó con sus piernas algo agarrotadas por la posición en que estaba— Estás seguro haber visto el futuro y quieres evitar ese trágico final, sospechas de Snape y conseguiste su sangre, que planeas usar en un pensadero— Sirius asintió, haciendo que el otro soltara un suspiro que le supo a resignación— Solo hay un pensadero en todo Hogwarts y está en el despacho de Dumbledore

Black palideció, no quería ni imaginar lo que sucedería si el anciano les encontraba en su despacho viendo recuerdos ajenos— ¿Estás loco? ¡Intentar entrar sería suicidio, debe de haber otra forma!

Ambos se sumergieron en un mutismo pensativo, hasta que Remus gritó emocionado: 

— ¡La sala de menesteres! ¡Salgamos, vamos!— dijo empujándole fuera del sitio. Justo cuando salieron la puerta se cerró y desapareció. Se miraron un momento antes de ir hasta un extremo del angosto pasillo, mentalizándose una y otra vez, recalcando su necesidad. Pasaron delante del tapiz de Bárnabal el Chiflado tres veces; durante la última la puerta volvió a aparecer.

Haciendo uso del mayor sigilo posible entraron a la habitación, esta era enorme, en lo alto de las paredes antorchas se alzaban iluminando el lugar, que para ser honestos era bastante tétrico. Se encontraba casi completamente vacío, sino fuese por un pensadero de piedra que se alzaba maltratado al fondo. Según Remus, si no quería hacer sospechoso el asunto, constaba al menos de quince minutos antes de la cena para hacer lo que debía, por lo que tenía apresurar el paso si su deseo era desvelar las dudas que llevaban ya casi una semana aquejando su cabeza. El licántropo permaneció recargado en la puerta cerrada, no deseaba entrometerse en la vida de Snape, no más de lo que ya había hecho.

El resto era cosa de Sirius.

Black encaminó presuroso hasta el desgastado pensadero; observando el vapor que bailoteaba dentro tomó aire y con él, valor. Destapó el pequeño frasco y vertió la sangre semi coagulada en el centro. Lo pensó bien un par de segundos antes de hundir el rostro con nerviosismo.

Lo primero que vio al enfocar su visión fue a una delgada mujer de largo cabello negro y rasgos medianamente toscos, ella se encontraba sentada en el único diván de una pequeña salita que a leguas se notaba vieja, descuidada; la fémina lucía un rostro demacrado, enormes ojeras bajo sus apagados ojos eran bastante notorias, su cuerpo presentaba un preocupante bajo peso mientras la pálida piel visible se coloreaba con horribles hematomas, algunos apenas tomaban color cuando otros estaban a días de desaparecer.

«Me arrepiento de haberte engendrado, me arrepiento tanto» susurró amarga al bebé que acunaba entre sus brazos, quien, ajeno a las hirientes palabras que la mujer le hubo dicho, soltó una carcajada que hizo las flores casi marchitas del florero en la mesita de centro recobrasen su vida, alzándose vigorosas como si estuviesen recién cortadas.

Ella vio lo hecho con temor, viró su cabeza al pasillo de entrada, antes de posar sus orbes ónix ahora llorosas sobre el pequeño niño y abrazarle con fuerza.

«Por el amor a la madre magia, Severus, no hagas eso» 

Y la quijada del Black casi toca el suelo, ¿Eran Snape y su madre? 

Aunque ahora que la veía bien, recordaba haber tenido la oportunidad de observar a la sombría mujer en un periódico viejo encontrado en la biblioteca menos usada de su casa, periódico que por alguna extraña razón Walburga no había tirado, en él se hablaba sobre el escándalo provocado por la última descendiente de los Prince, quien había huido del mundo mágico con un muggle de baja estirpe, desapareciendo de la faz de la tierra y con ello deshaciendo el linaje de los Prince para que pasasen a la historia. ¿Era ella Eileen Prince? ¿Era Snape un Prince?

«¡Eileen!» 

Un grito provino de la entrada a la casa le sacó un susto tanto a ella como a Sirius, un hombre caminaba tambaleante hasta la sala de estar, demasiado ebrio «Tú... deja al bastardo por ahí, tiene tiempo que... no me atiendes como se debe» habló arrastrando las palabras producto del alcohol mientras la miraba de arriba abajo con lujuria. Ella, en un acto de costumbre, se acurrucó junto al bebé que ahora hacía pucheritos, a punto de soltarse a llorar.

«Tobías, Severus está- »

«¡No me importa como esté ese monstruo!» la interrumpió soltando un golpe a la enmohecida pared de madera, provocando un fuerte crujido «¡Te quiero arriba ahora» ordenó, subiendo las maltrechas escaleras a su derecha de dos en dos.

Ella soltó un suspiró, quitándose la desgastada manta que traía sobre los hombros enredó al niño en ella y colocó su mano en la frente del pequeño, susurró algo que el heredero Black no logró escuchar, provocando el bebé cayese dormido al instante. Le recostó cuidadosa sobre el diván, admiró su rostro taciturno antes de escuchar nuevamente a Tobías gritarle y alejarse hasta donde él le esperaba, desapareciendo así la escena entera.

Cuando todo se volvió nítido estaba en la misma sala, más ahora podía ver a la pareja discutiendo acaloradamente, gritándose reclamos e improperios; al fondo fue capaz de notar a un pequeño Severus, parecía no tener más de cuatro años, él estaba en la esquina detrás del sofá, sollozando silenciosamente al tiempo que, con sus pequeñas manos, se tapaba los oídos.

«No digas esas cosas enfrente del niño, suficiente con lo que me dices a mi» habló Eileen Prince, plantándole cara a su esposo cuando este comenzó a insultar al pequeño también.

Tobías Snape le dio un empujón que la hizo tambalear, más ella no cedió a la gravedad. Sirius notó un brillo determinado en los ojos ónix de la mujer que tanto se parecían a los de su hijo, era la misma mirada que Severus les dedicaba a Los Merodeadores en cada pelea.

«¿¡Crees acaso que ese bastardo me interesa!?» le contradijo el hombre, colérico, subiendo aún más si era posible su tono de voz.

«¡Tobías cierra la boca!» replicó la bruja mirando de reojo a su hijo, el aludido le soltó una bofetada a su esposa, tirándola al suelo

«¡No me hables así, mujer! ¡La causa de todos mis problemas son ustedes dos, porque me casé con un fenómeno y engendré otro!» 

Iba a golpearla de nuevo pero el niño, aún lloroso, había corrido hasta ellos, interponiéndose entre ambos con sus brazos extendidos dando espalda a su madre «Con que te sientes muy valiente, mocoso, veamos si realmente lo eres» se burló Tobías, tomándole de las solapas de la pequeña camisa blanca y lanzándolo con fuerza contra la pared a su costado. Severus chocó bruscamente y cayó al suelo, donde se quedó quieto, inerte como un muñeco. Sirius se asustó cuando pudo ver un hilo de sangre caer lentamente desde la nariz hasta formar un pequeño charco en el suelo.

«¡Ya basta!» Gateó ella hasta quedar cubriendo con su cuerpo el de su hijo, recibiendo golpe tras golpe hasta que la imagen se deshizo.

Una habitación de paredes despintadas se abrió paso frente a él. Los únicos muebles en el sitio se limitaban a ser dos: una cama individual bien tendida junto a una vieja silla mecedora, en ésta última Eileen reposaba con su hijo sentado sobre sus piernas, el niño no parecía muy grande, pero en definitiva lo era más que en la escena anterior. Ella, haciendo uso de sus dedos, cepillaba el largo cabello hasta la cintura del pequeño, que sonreía encantado por el contacto.

«Entonces... ¿Iré a Hogwarts?» preguntó en niño con inocencia y apenas pronunciando bien las palabras, mecía sus pies de adelante hacia atrás, observando entretenido un pequeño pájaro marrón que reposaba en el marco de la ventana, limpiando sus alas con el pico.

«Eso se supone» respondió la bruja, tranquila.

«¿Cómo es Hogwarts? ¿Cómo es el mundo mágico?» Volvió a inquirir, curioso pero sin quitarle los ojos de encima al animal.

La mujer detuvo su mano un momento, pensativa, mas continuó cepillando con la misma calma de antes «Bueno, como ya te había dicho, en Hogwarts aprenderás a controlar tu magia y sabrás sobre un montón de materias increíbles. Ese será tu hogar, Severus, allá serás feliz»

El niño bajó de un salto al suelo, asustando al ave en el proceso y volvió a subir, abrazando a su madre del cuello «¿¡De verdad!?»

Ella asintió utilizando un sonido de garganta, melancólica, casi depresiva «Solo prométeme que no le dirás nada a papá»

Él besó su mejilla tiernamente «Te lo prometo»

Sirius sintió una brisa fresca darle de lleno en la cara, la habitación había desaparecido y ahora estaba en una especie de parque. Rio para sus adentros al ver que, detrás de unos arbustos, Snape espiaba a una pequeña Lily que ajena al acoso, jugaba con una niña rubia, balanceándose ambas en un columpio. Lily, risueña, se lanzó del columpio en pleno aire y bajó con magia, asustando a su hermana, quien le gritó que parara, que no tenía permitido hacer lo que hacía y le diría a su madre. La tal Tuney se enfadó con ella por hacer uso inocente de su don, y tras un momento incómodo donde Severus no salió muy bien parado la imagen cambió.

Ahora Lily conversaba con Snape, ambos sentados uno frente al otro debajo de un árbol. Él le explicaba a ella sobre el mundo mágico; los dos se veían tan emocionados que, por un momento, Sirius llegó a simpatizar con ellos y recordar la ilusión con que él y su hermano Regulus veían su llegada a Hogwarts. Era demasiado nostálgico.

Luego pudo apreciar al niño sentado en el mismo parque, era tarde en la noche, y por la falta de personas en la calle supo que sí, era demasiado tarde, o al menos más de las diez. El muchacho leía bajo la luz de un farol un libro enorme y pesado. Al acercarse pudo alcanzar a leer "Maldición Explosiva. Palabra de invocación: Confringo. Detalles: Es usada para hacer explotar cualesquier objeto que reciba su impacto". La sonrisa en cara de Snape le explicaba por qué razón el maldito ya se sabía tantos hechizos al entrar al colegio.

Los matices se revolvieron para crear un nuevo panorama: Dentro del andén nueve y tres cuartos, justo frente al expreso Hogwarts, Snape y su madre conversaban en voz baja a varios metros de Lily, la extraña niña de antes y dos adultos quienes supuso eran padres de su amiga.

«No vendrá, ¿cierto?» preguntó Severus a su madre, ella negó con la cabeza y ambos soltaron un sonoro suspiro aliviado «¿Estarás bien con él? ¿No puedes venir?» Inquirió casi inocentemente.

Ella acarició su cabeza en son tranquilizante «No te preocupes, hijo, él nos ama y ya no nos hará daño»

El niño rodó los ojos, fastidiado «No voy a discutirte nada ya que es inútil, sólo prométeme que vas a cuidarte; vete con la vecina si él se pone demasiado agresivo» 

Eileen asintió, y el joven Gryffindor supo que solo lo hacía para confortar a su hijo, puesto que en su apagada mirada se notaba su nula intención de abandonar a su violento marido. Cuando el Snape de once años se alejó andando para entrar al tren, Sirius Black volvió a reír al darse cuenta que, visto desde lejos y con la ropa negra que traía, Snape se veía al caminar con todo el estilo nervioso de una araña.

Entre risas no se dio cuenta cuando ya estaba en otro lugar. Con una mezcla oscilante de vergüenza y culpabilidad pudo ver a su yo de once años junto a James, molestando al pequeño Slytherin. 

«¡Quejicus! ¡Agua va!» Le gritó James; Snape volteó justo cuando un aguamenti le daba de lleno en la cara, empapándole a él y a los libros que traía entre sus manos. Sirius recordó que esa escenita en específico la habían armado la segunda semana de su primer año en el colegio, con ese aguamenti habían comenzado las bromas hacia él.

Ahora se encontraban de vuelta en el hogar de los Snape, el chico, quien parecía un tanto más grande, miraba por la ventana rota de la sala de su hogar como caía la nieve en el exterior. Eileen Prince, acurrucada en el diván de antes se cubría del frío con una manta parcheada, tenía un ojo hinchado y un moretón oscuro en la quijada.

«Severus» le llamó la mujer, el joven ni siquiera reaccionó «Lo lamento, pero no puedo hacerlo, no puedo irme; estoy tan enamorada que moriría feliz si él fuera quien me matara»

El muchacho volteó tan rápido que Sirius creyó escuchar sus huesos crujir, mostrando al igual que su madre un rostro amoratado e inflamado «¿Por qué?» preguntó medianamente ido, la veía incrédulo, ofendido.

«Así es el amor, Severus. O te hace muy feliz o muy miserable. A mí me toco la miseria, pero incluso sus migajas me son suficientes» sonrió ella. Un escalofrío recorrió la espalda de Sirius mientras pensaba que esa mujer estaba realmente enferma.

Severus la observó un par de segundos con ira «Tu situación es ridícula» soltó con enfado.

«Sé que estás enamorado del primogénito de los Black, quien te detesta y lastima en cada oportunidad» los ojos de ambos jóvenes se abrieron en su totalidad, adquiriendo los dos una palidez impresionante conforme la mujer hablaba «Estaba preocupada porque regresabas a casa más delgado, ojeroso y con cicatrices nuevas, era normal que partieras así de aquí gracias a... la situación con tu padre, pero esas cosas no podían pasar en Hogwarts; apliqué un poco legeremancia junto a un obliviate hace unos meses y lo supe, pero eso no importa. Sólo quiero decirte que no caigas, Severus, no sucumbas ante ese muchacho, no es saludable»

Severus regresó a su semblante sereno de siempre «Vive tranquila, pues eso jamás pasará, madre. No existe la más mínima posibilidad de que siquiera nos llevemos bien»

La mujer le dirigió una mirada desconfiada «No puedo creerte, hijo, no cuando tienes a una madre como yo»

«Creo que moriría antes de que algo entre ambos pasara» Respondió el adolescente, dando la sonrisa más triste que Sirius había visto jamás, quebrando algo dentro de su corazón, llenándolo de culpa. Se mordió el labio, una pequeña mota de culpabilidad combinada con asco y sorpresa se removía en su interior, ¿Le gustaba a Snape? ¿A Quejicus? ¿Al murciélago obsesionado con las artes oscuras? ¡Madre de Morgana!

Parpadeó confundido al ver la escena cambiar y rehacerse. No tuvo tiempo de pensar en lo anterior, en su lugar se avergonzó a niveles que no conocía al ver a James desarmar a Severus y escucharse felicitándolo por ello, el levicorpus y los pantalones abajo del chico de cabello negro, para escuchar algo que, incluso a él, le había ofendido: «¡Tú no te metas! ¡Asquerosa sangre sucia!» Le había gritado Snape a Lily. Vio como el rostro de ella repentinamente quitaba su sonrisa disimulada para quedarse rígido, enojado. James le había gritado al Slytherin que se disculpase, pero ella les había gritado a los dos que eran iguales. Sin decirles nada más dio media vuelta y salió del gran comedor, ignorando las súplicas de Potter.

Cuando los matices negros retomaron forma estaban nuevamente en la casa Snape; el desastre llenaba cada rincón, Tobías Snape tenía a Severus hecho un ovillo sobre el suelo, le propinaba fuertes patadas golpeando por toda zona a su alcance, mientras el muchacho tosía escandalosamente, escupiendo sangre con cada violenta exhalación de aire. 

«¡Tobías, por favor!» Eileen suplicaba, aterrada, sabiendo bien su esposo podía terminar matado al muchacho.

«¡Monstruos! ¡Bestias! ¡Fenómenos!» por cada insulto era un golpe, una herida. De repente Severus se quedó quieto, flojo. Tobías continuó pateándolo y tras un par de tortuosos minutos más salió de la casa hecho una furia.

«Lo arruinaste todo, Severus, todo» sollozó ella «¡Él me amaba y tú lo arruinaste!»

El aludido se removió a duras penas, susurrando un leve: «Lo lamento». Con el labio roto, medio rostro hinchado y la ropa manchada de sangre y suciedad se arrastró hasta la puerta de atrás, dejando una terrorífica marca rojiza sobre la madera al moverse; dificultoso logró estirarse para jalar el oxidado pestillo, cuando la puerta se abrió ambos sintieron el frío aire invernal darles de lleno como una bofetada, entonces su compañero, haciendo uso de unas últimas fuerzas, se dejó caer en la nieve que se acumulaba en el jardín, casi inconsciente.

Gritos y sollozos llenaron el recinto, estaban otra vez dentro de aquella sala tan energéticamente pesada; el ambiente a su alrededor se remitía a ser un caos de grandes proporciones, pues contra toda creencia de Sirius las cosas se veían mucho peor que en otras ocasiones.

«¡Tobías! ¡No lo hagas, por favor! ¡Te lo suplico!» Gritaba Eileen desesperada desde el suelo. Su vestido negro estaba empapado de sangre que salía de entre las costillas en su costado izquierdo «¡Tobías, es solo un niño! ¡Es tu hijo!»

El hombre, ignorándola y evidentemente borracho, tomó a Severus por el cabello, arrastrándolo lejos de su ruidosa esposa. Se encerró con él en la primera habitación al subir las escaleras, habitación que pertenecía al niño, con Sirius admirándolo todo aterrado. «¡Tobías!» gritaba la bruja intentando levantarse en vano.

Black se petrificó en su sitio, cubriéndose con las manos la boca creyendo estar a nada de vomitar. No era cierto, no podía ser cierto, tenía que tratarse de una mentira asquerosa. Se cubrió los oídos, no quería escuchar los gritos que madre e hijo daban, era demasiado, Tobías Snape había ido demasiado lejos.

Tras un tiempo de tortura que parecieron horas un golpe seco se escuchó y la puerta se abrió de golpe. Severus salió vistiendo únicamente una playera gris sin un pedazo, tropezando ligeramente al bajar con prisa por las escaleras, con marcas rojas en las muñecas, brazos, piernas y cuello, múltiples heridas se abrían camino sobre la dermis desgarrada, sangraba de todos lados y su nariz hinchada goteaba copiosamente, pero aun así corrió cojeando hacia la mujer que yacía en el suelo.

 «Eileen... Eileen despierta» la sacudía frenético «¡Eileen por favor! ¡Mamá te lo suplico!... No me dejes solo, eres lo único que me queda» sollozó «...Por favor... ¡Despierta!».

La puerta de entrada se abrió con un golpe seco; una mujer anciana entró apurada en su caminar lento, poseía un bate de madera corroído, viéndose a la defensiva. Observó la imagen con terror, pero Severus la vio con esperanza, gateando hacia ella «Señora Franks por favor ayúdela, se lo suplico, ayúdela» pidió entre sollozos.

La aludida se acercó temerosa hacia la mujer sobre el charco de sangre, le colocó una mano en diferentes partes del cuerpo como el cuello y las muñecas, tras lo que se giró bruscamente y, soltando el bate de madera, abrazó al mago «Lo siento hijo, está helada y no respira... lleva ya un buen rato muerta»

El joven se aferró inconsolable al cuerpo de Franks, permaneciendo así hasta que se escucharon ruidos arriba. Ella haló al chico hasta la salida, arrastrándole por sobre la nieve como pudo, puesto que él se encontraba en un profundo estado catatónico, lagrimeando sin hacer sonido alguno.

Entraron a una casa no muy lejana e igualmente vieja, donde la anciana le sentó en un sofá de un solo puesto. Ella se quitó el chal que traía encima y lo colocó en los hombros ajenos «Hijo... ¿Qué fue lo que pasó?» preguntó viendo su única prenda rota y machada. El chico no dijo nada, si no fuese por el constante parpadeo junto a su lento respirar Sirius hubiese creído que era una estatua.

Cuando la mujer se fue a la cocina pudo escucharle decir claramente: «Si en algún momento voy a morir... por favor, que sea ahora» rogó en un susurro desesperado mientras lágrimas se abrían camino por sus mejillas. Sirius se sintió como la basura más grande del mundo en ese momento, él sólo había maltratado a alguien desdichado por la vida, acrecentando de forma horrenda su ya de por sí pesado infierno personal, con una economía baja, un padre abusivo y una madre descuidada. 

Tomó asiento en el suelo, justo a un lado de donde el chico descansaba.

— Lo siento, lo siento mucho— le susurró aún a sabiendas de que, al ser un recuerdo, este no podría escucharle.

Shockeado sacó la cabeza del pensadero y se dejó caer de nalgas al suelo. Se sentía culpable, triste y, por sobre todas las cosas, estúpido.

— ¿Terminaste?— le habló la pacífica voz de Remus desde atrás. Sirius dio un salto en respuesta por el susto y le miró como quien ve a un fantasma por primera vez. Los cálidos ojos de su amigo ahora se veían calculadores, le analizaban sin pudor alguno—. ¿Qué fue lo que viste?

— Necesitamos ayudarlo— fue lo primero que dijo tras un largo rato en silencio.

— ¿Qué? ¿A quién?— le preguntó Remus, extrañado.

— A Snape; hemos estado haciendo todo mal, desde el primer día que pisamos este lugar— respondió Sirius rápidamente, se veía deprimido, asqueado consigo mismo.

— ¿Estás bien?— volvió a inquirir su acompañante, entre confundido por lo críptico del mensaje, consternado gracias a la expresión moribunda de Sirius y temeroso al pensar en las posibles imágenes que Black pudo haber visto en esos recuerdos ajenos. 

— Tengo que hablar con James, entonces te lo explicaré todo— le comentó por encima, sin querer ahondar en el tema, encaminando hacia la salida.

Remus asintió, siguiéndole de inmediato; necesitaba saciar su curiosidad pero la salud mental de su amigo no se veía en su más álgido punto, y siendo honesto no deseaba tratar con un Sirius inestable emocionalmente, por experiencia sabía lo terrible que eso podía llegar a ser. Lo mejor en este caso yacería en dejarle pensar por su cuenta, entonces cuando se topara con pared él solo vendría a pedir ayuda.

— Te veo en la habitación— soltó Sirius vagamente una vez fuera de la sala de menesteres, decidiendo tomar el camino contrario a Remus, quien iba en camino al gran comedor. Necesitaba calmarse primero antes de encontrarse con James.

 


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