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Edge por Lovis_Invictus

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Notas del capitulo:

Aprovecho este espacio para aclarar nuevamente que no pienso seguir en canon en su mayoría, les recuerdo que es un fanfiction, no esperen que las cosas sean al pie de los libros. Muchas gracias por su comprensión.

[Advertencia]


Spoilers generales de la saga de Harry Potter. Añadiré o retiraré cosas canon también dependiendo del cómo guste que vaya la historia.


————— [ • • • ] —————


Cuando Severus despertó eran pasadas las siete de la tarde, las manecillas del reloj sobre entrada marcaban casi las ocho, en realidad. Sentado sobre la cama estiró los brazos hacia arriba, buscando alejar el entumecimiento mientras oía sus huesos crujir; una mirada de soslayo a su mano izquierda le hizo bufar en resignación, colocó su extremidad a la altura suficiente para poder admirarla en detalle, percatando que el Diffindo lanzado por Potter había dejado finas cicatrices largas en toda su mano, desde la punta de los dedos hasta poco más allá de la muñeca; admirar las líneas blanquecinas sobre su piel cetrina le produjo un escalofrío que le recorrió la columna, pues aunque mucho más leve, se veía demasiado similar a las marcas que dejaría un Sectumpsempra en la piel de un humano o animal. Aunque a decir verdad, jamás había utilizado uno en algo vivo.


Un vistazo alrededor sirvió para concluir dos cosas: La primera, estaba tan solo como cuando había caído dormido. La segunda, realmente no valía la pena quedarse ahí, si iba a perder el tiempo bien podría hacerlo en su habitación. En la cama de al lado estaban tanto su túnica como sus libros,  acomodados al borde inferior, junto a su varita que descansaba encima de todo. Se colocó la prenda y tomó, entre unos brazos temblorosos, el resto de sus pertenencias.


Sin más dilación se aproximó a la salida, daba pasos cortos, lentos, aferrando los libros a su pecho con la zurda al tiempo que, buscando soporte, se apoyaba de la pared con su diestra; estaba mareado y sentía las piernas bastante débiles, nada raro teniendo en cuenta lo sucedido en la tarde. Continuó así por un rato hasta que, en un pasillo cercano a las mazmorras, un grito desde atrás le recordó ese horrible sobrenombre que tanto aborrecía.


— ¡Ey Quejicus!— al reconocer de quien se trataba Severus sacó su varita con un veloz movimiento reflejo y apuntó determinante en dirección a la voz. Para su enorme sorpresa el molesto merodeador de gafas se hallaba solo, ni siquiera Sirius Black, su siamés, estaba con él. Maldijo internamente, sintiéndose acorralado al saber las escaleras hacia las mazmorras estaban a solo unos cuantos metros de distancia.


Ante la distracción en el otro James sonrió socarrón y le lanzó un Expelliarmus, despojándole de su única defensa— Vamos a divertirnos un poco, ¿sí?


— ¿Ni siquiera me vas a dejar descansar?— Preguntó Severus, sarcástico. Se levantó como pudo y retrocedió un par de pasos, no dejando a su cuerpo temblar por el agotamiento enfrentó a James con con una pesada mirada de sumo rencor, pese a entender que sin su varita no podía valerse para nada y terminaría severamente lastimado.


La enferma expresión en el rostro de Potter era casi complacida, apuntaba su varita victorioso hacia el ahora indefenso muchacho.


Entonces todo eso que siguió después fue realmente rápido: Justo cuando Severus vio el rayo de luz salir en dirección a él sintió un brusco tirón en su brazo izquierdo, de un segundo a otro había sido estampado con suma fuerza en la pared, quedando protegido entre una pesada estatua de mármol y, por más inaudito que sonase, el primogénito de los Black. Sirius había lanzado un hechizo protector para evitar el ataque de James; ahora traía el brazo estirado apuntando a su boquiabierto amigo con la varita, en pose defensiva. Debido a la sorpresa se quedó de piedra, siendo consciente de que no era un sueño sólo por el constante y agudo dolor en su espalda, causado por el impacto anterior.


— ¿Canuto?— preguntó el joven Potter, impactado.


Al fondo del pasillo, por donde los tres hubiesen llegado, el resto de los merodeadores doblaron esquina, agitados. James notó a Peter sosteniendo un pergamino enrollado debajo del brazo, era el mapa, seguramente.


— James, es suficiente— Sirius susurró al aire, lo suficientemente fuerte como para ser escuchado, pero con ese tono grave y gélido que rara vez utilizaba al hablar.


James frunció el ceño, evidentemente molesto— ¿Suficiente? ¿¡Desde cuándo con éste fenómeno ha sido suficiente!?


—¡Ya basta, Cornamenta! Solo... basta— bajo la estupefacta mirada de los cuatro restantes Sirius caminó sin titubear hasta su mejor amigo, quien presa de una creciente confusión simplemente se dejó hacer, no oponiendo resistencia cuando Black le tomó del brazo arrastrándolo con fuerza hacia él.


— ¿Pero qué demonios te sucede ahora?— le preguntó James, susurrando, con la voz bañada en rabia e incredulidad a partes iguales.


Sirius le ignoró, dio un par de pasos adelante con el muchacho de gafas a rastras y se giró hacia sus amigos— Ustedes dos deberían ir a cenar— comentó por encima, aunque debido a su enojo aquello sonó más como una orden.


Tanto Lupin como Pettigrew se vieron las caras con susto antes de asentir frenéticamente e irse a paso veloz; jamás habían visto a Sirius tan fúrico y siendo que éste pertenecía a los inestables Black lo mejor era no tentar a su suerte. James se quedó en silencio y dejó de forcejear, temía a las reacciones de su mejor amigo aunque lo negase, pues debía admitir nunca haber sido testigo de un comportamiento similar en él.


Una vez ya Peter y Remus lo suficientemente lejos de su rango de visión Sirius se dio la oportunidad de voltear; un atónito Severus le veía como si tuviese tres cabezas, alternando sus ojos de Potter, quien le observaba con resentimiento, a él—. Lo siento, no se volverá a repetir— fue lo único que dijo antes de halar nuevamente a su amigo, alejándose en la misma dirección donde los otros Gryffindor se habían ido.


El sitio se quedó en un completo y aterrador silencio. Severus dio un par de pasos hasta llegar a donde había caído su varita, se agachó para recogerla y apenas la tuvo entre sus delgados dedos echó a correr como alma que lleva el diablo hacia su sala común. Por primera vez, desde que se hubo dado cuenta de lo maldita que podía llegar a ser la vida, Severus Snape no tenía idea de lo que pasaba a su alrededor y eso le aterraba en demasía


Llegó jadeante a la pared simulada que era la entrada a su sala común, con las mejillas rojas, la frente sudada y un calor insoportable maldijo en voz baja su poca resistencia física—. Basilisco — susurró, y el muro se convirtió en una puerta enorme que lucía imponente. La abrió, entrando rápidamente, no quería toparse con alguno de los de séptimo curso que siempre le molestaban –aunque en mucha menor medida que los merodeadores–.


— Severus— le habló la aterciopelada voz de Narcissa Black. El aludido volteó rápidamente, acompañando su cómica expresión asustada con un jadeo demasiado alto para su gusto. La preciosa muchacha venía con su imponente hermana, Bellatrix, colgando del brazo; mientras Narcissa se notaba preocupada por algo la otra se dedicaba a juguetear con un mechón de su rizado y morocho cabello. Si no fuese por el rostro tan parecido al de su madre, se podría jurar no eran hermanas.


De un momento a otro Severus colocó su sbien ensayado semblante neutral, borrando la sorpresa inicial en un parpadeo, para impresión de las jóvenes frente a sí.


— Narcissa, Bellatrix— les saludó haciendo una leve reverencia de cabeza, justo como mamá le habría enseñado años atrás. Ambas respondieron al gesto, derrochando elegancia.


— ¿Sabes en dónde se encuentra Lucius?— preguntó Narcissa unos segundos después, pese al tono de total seriedad que utilizaba el rubor en sus mejillas delataba su sentir, ese huracán de emociones que se llevaba a cabo dentro de ella con el sólo pensar en el joven rubio de mirada plata.


Severus negó usando la cabeza, acompañando el ademán con un sonido de garganta. Bellatrix le observó con suma desconfianza, y más temprano que tarde se vio a sí mismo regresándole a hermana mayor esa mirada que ella le enviaba.


— Tengo entendido que hoy había una junta general para los prefectos, incluso lo avisaron hace un par de días en clases— respondió en su usual tono seco, por poco irónico.


— No te atrevas a faltarle el respeto a mi hermana— siseó Bellatrix, levantando delicadamente su mano con la varita apuntando en su dirección.


— Bella, solo dijo lo obvio— la reprendió la menor de las Black, tomando a su hermana por la muñeca para hacerle bajar el brazo— Entonces he de suponer que es la primera vez que vienes a la sala común después del suceso con Potter


— Supones bien— dio media vuelta— Si llego a verle antes que tú, le informaré que le buscas— dijo, marchándose a paso rápido por el pasillo de la derecha, que daba hacia las habitaciones de los hombres, dejando a las hermanas con la palabra en la boca.


No se sentía en la capacidad de conversar con nadie.


Apenas estuvo en la seguridad de su habitación Severus cerró la puerta con fuerza y se apresuró hacia su cama para tirarse sobre ella; con todo y zapatos se enredó en la cobija de encima, dándole la cara a la pared de piedra. Dejó salir un suspiro apesumbrado de entre sus labios en un intento por calmar el grueso nudo que se formaba en su garganta, queriendo evitar las lágrimas salieran. 


Odiaba el mundo mágico, odiaba el mundo muggle, odiaba Hogwarts, odiaba a las personas, pero sobre todo aquello se odiaba enormemente a sí mismo, por cobarde, inútil e idiota. Sintió sus ojos aguarse, tras su separación con Lily y la fortuita muerte de su madre se había quedado solo por completo, abandonado a su suerte en una vida que no quería ni sabía cómo llevar a cabo. 


Sólo tenía quince años, con suerte podía trabajar durante las vacaciones para poder comprarse sus útiles escolares, y eso si al ebrio de Tobías no se le ocurría encerrarlo en su habitación como todo el pasado mes de agosto, pues desde que Eileen hubo muerto el hombre le trataba de la misma extraña manera que a su difunta madre; a veces lo golpeaba hasta el cansancio, otras ignoraba su existencia, y las más incómodas amanecían ambos en la cama, él despertaba con Tobías abrazándole por detrás, como si en realidad le quisiera y tuviese la intención de consolarle por la temprana pérdida de su figura materna.


Esa situación aunada a la presión de Lucius por aceptar unirse a los mortífagos y la reciente actitud tomada por el rebelde de los Black le estaba volviendo loco de a poco.


—¿Severus?— escuchó a Jhon Mulciber, uno de sus dos compañeros de cuarto, salir del baño privado que tenía su habitación. Se reprendió por no haberlo notado antes, creyendo estaba solo— ¿Cómo demonios puedes estar sobre la cama con los zapatos puestos?— se quejó sin hacerlo realmente.


— Pues tal y como lo estoy haciendo ahora, supongo— respondió sarcástico. Oyó los pies ajenos pasearse por el cuarto y luego sintió algo medianamente duro ser lanzado hacia su espalda; se incorporó un poco para revisar lo que le había golpeado y se encontró con el proyectil: un trozo de tela roja, enredada, parecía cubrir algo dentro. Dirigió una mirada interrogativa al moreno, quien le dio una de sus encantadoras sonrisas.


—Ábrelo— le apremió. Con desconfianza y lentitud fue desdoblando la tela, sabía bien Mulciber era un sádico maldito, pero incluso con ello no era capaz de dañar a sus amigos, sin embargo y de igual modo no podía darse el lujo de tener fe ciega en él. Dentro reposaba un libro pequeño pero grueso, era un poco pesado y se veía nuevo, pero el cuero negro de la tapa no decía ningún nombre o tema. Volvió a verle de soslayo, sin entender—. Es un libro de la magia más oscura, trae hechizos que algunos profesores ni siquiera saben. Lo vi en vacaciones y no pude evitar el pensar en ti, aunque no sé porqué no te lo había dado. Considéralo mi regalo adelantado de navidad— le guiño un ojo, juguetón.


—Yo... bueno—exhaló, sin acostumbrarse al buen trato que le tenían sus amigos— Gracias, Jhon


El joven se acercó y le revolvió el cabello— Todo para mi candidato a mortífago favorito. Harás grandes cosas, Severus, y yo quiero enorgullecerme al decir que formé parte de tu pasado


Los ojitos color medianoche se abrieron sorprendidos, adquiriendo un brillo especial que pocas veces se podía ver en ellos— Espero que no solo de mi pasado— susurró.


Jhon soltó una risita, contento— No me pongas sentimental o me las pagas, recuerda que hay una imagen que mantener— Dijo, enviando su mirada al espejo a cuerpo completo del fondo, acomodándose la corbata; sus manos delgadas detuvieron sus acciones en seco, justo cuando iba a ajustarse el cuello de la camisa. Volteó a ver a Snape con el entrecejo fruncido, pensativo— Espera ¿Qué tu no deberías estar en la enfermería?


El muchacho sobre la cama vaciló su expresión de la diversión al fastidio— Jhon, son las nueve de la noche y solo fue un estúpido Diffindo, estoy perfectamente bien— dijo levantando su mano para hacerle ver que se había curado— Además, estoy cansado y no pensaba pasar la noche allá, es condenadamente frío


Mulciber relajó el semblante, volviendo a sonreír— Ya que me salté la cena por el maldito trabajo de historia de la magia iré a las cocinas a comer algo ¿Vienes?


— No tengo hambre, solo quiero dormir un poco— dijo, levantándose de la cama para guardar con cuidado el libro dentro de su baúl, ya tendría algo nuevo que leer para sus horas libres y eso le hacía feliz.


— ¿Me vas a dejar solo?— preguntó dramático más por afán de molestar que por sentirse abandonado en sí.


— Por hoy, sí— sacó de dentro una muda de ropa para dormir y un par de toallas, encaminó al baño para encerrarse, colocando un par de hechizos de protección aún a sabiendas de que eran innecesarios, efecto de la arisca y desconfiada costumbre que le embargaba desde antes de tener consciencia de lo que era el mundo real.


Apenas oyó la puerta chirriar al abrirse y cerrarse se dio la oportunidad de destapar la llave de la tina, mientras ésta se llenaba de a poco él se colocó debajo de la regadera, que para ese momento ya dejaba caer agua tibia. Colocó algo de shampoo en su cabeza y con parsimonia se dedicó a tallar, perdiéndose entre el sonido del agua chocando contra la fina porcelana y los azulejos de los cuales constituía el baño. 


Si le preguntaban su opinión, ese tipo de ruidos naturales eran de los más hermosos, puesto que existían desde siempre; leña al fuego, viento meciendo hojas, agua contra algo. Sonrió, era una mueca pequeña, pero que para alguien como él significaba demasiado.


Tomó la esponja y un poco del jabón artesanal con tan buen aroma que nunca faltaba en las regaderas de su casa, tras hacer espumar el utensilio comenzó a tallar su delgada figura, intentando no enfrascarse mucho en las viejas heridas que, como secuela, habían dejado horrendas cicatrices para a su mirar, hacerle de aún más desagradable ver; aunque eso no fuese algo que le diera demasiados problemas, no podía evitar pensar en ello constantemente, torturas mentales que con toda seguridad se debían a los cambios adolescentes y las explosiones hormonales.


Una vez ya por completo limpio cerró tanto la regadera como el grifo de la tina y se sumergió en ésta, sintiendo el agua caliente casi insoportable ensordecerle los sentidos. Cerró los ojos, entregándose a la sensación relajante que propiciaba el ambiente solitario de la habitación. Si había algo que agradecerle a los Slytherin era que aunque fuesen unos escandalosos –cabe aclarar que tomaban esa actitud únicamente entre ellos, confianzudos– respetaban los pasillos hacia las habitaciones, manteniéndose jugueteando sólo en la sala común, situación por la que todos los dormitorios eran casi tan silenciosos como un cementerio.


Permaneció un rato ahí hasta que afuera se escuchó el ajetreo de sus compañeros de habitación entrar a ésta misma, por lo que se apresuró a secarse y vestirse. Saliendo saludó a los dos Slytherin quienes conversaban animados entre ellos, entró a su cama sin decir mucho más y se cubrió hasta la cabeza, sintiéndose emocionalmente más pesado que de costumbre.


[ • • • ]


— ¿Podrías soltarme de una maldita vez? — replicó James. Al no obtener respuesta se dedicó a observar el lugar. Estaban en el séptimo piso, eso seguro, el tapiz de Bárnabal el Chiflado no podía mentirle; ¿Pero qué demonios querría el imbécil de Sirius con la sala de menesteres? Esperó, limitándose a dejarse arrastrar de un lado a otro hasta que una puerta de madera vieja y roída que se veía al punto del colapso apareció. El heredero Black la abrió y con violencia le empujó dentro. Ésta era la misma habitación de la última vez, vacía, únicamente con antorchas y un pensadero de piedra al fondo.


—¡Me prometiste el viernes que dejarías a Snape en paz!— gritó, colérico, azotando la puerta detrás de sí.


El joven Potter no se quedó atrás, reponiéndose al instante para reclamarle en el mismo alto tono:


— En primer lugar, no me grites, imbécil, estoy a dos metros de ti y lamentablemente puedo escucharte a la perfección. Segundo, yo nunca prometí nada. Tercero, el imbécil estaba molestando a Lily, se lo merecía


— ¡¿Pero que no el idiota estaba en la enfermería!?— preguntó Sirius, ahora completamente exasperado.


— ¡Lleva ya meses molestándola!— defendió él, cruzando los brazos en expresión altanera.


— Ay, por el amor a madre la magia, James, Snape lleva casi medio año ignorándola, dile a Lily que deje de creerse la gran cosa— respondió, rodando los ojos por la incredulidad.


Un poderoso puñetazo atestó de lleno en su mejilla izquierda, enviándole al suelo por el impacto, la acción le causó el mareo suficiente para no ser capaz de levantarse al instante. James le veía desde arriba, molesto.


— ¡No te atrevas a ofenderla!


El joven de rulos frunció el ceño exageradamente— ¿¡De qué otra manera me explicarías que se alude cosas que a leguas no son para ella!?


— ¡Te digo que no la ofendas!— volvió a amenazarle— ¿¡Y desde cuándo te preocupas por esa sabandija asquerosa de Slytherin!?


Harto, Sirius se incorporó de un salto, lo tomó por la solapa de la camisa y le arrastró con una fuerza casi sobrehumana hasta el pensadero, lanzándole bruscamente hacia él. Mientras el otro se recuperaba sacó su varita y la colocó sobre su sien, sacando un recuerdo reciente de su cabeza. Bajo la sorpresa de su mejor amigo lo metió al pensadero y se cruzó de brazos.


—¿¡Qué se su-


— Míralo— le interrumpió, demasiado firme para el gusto de Potter— Sólo míralo, James


Desconfiado se acercó y hundió la cabeza, siempre siendo custodiado por los ojos gris claro de su compañero. Un par de minutos después sacó la cabeza, apenas tuvo tiempo de parpadear cuando Sirius había metido otro recuerdo y le había empujado nuevamente dentro. Así continuaron por casi media hora, hasta que se terminaron los recuerdos de Snape que estaban en su cabeza, finalizando con un James pálido y aterrado.


— Eso... eso fue...


El más alto suspiró, mentalmente agotado— Se los robé a Snape hace unas horas, yo también acabo de verlos


Potter se limpió el sudor de la frente con la manga de su suéter— Canuto, yo-


—¿Te sientes como la mierda?— volvió a interrumpirle, James asintió en un movimiento de cabeza apenas perceptible— Bienvenido al club— ironizó Black, la pesadez en su voz era casi palpable— ¿Qué fue lo que en realidad pasó, Cornamenta? La verdad


El aludido se rascó la nuca con nerviosismo, de repente lucía avergonzado— Eran muy cercanos, Sirius, yo creí que después del insulto lo habían superado, pero hace unos días me di cuenta que Snape la ignora con el mismo desprecio que a nosotros. Ella se ve triste y eso me molesta. Hoy en la mañana la encontré mirándolo en el desayuno, me dijo que se enteró de algo delicado y no sabía cómo acercarse a alguien con quien se había peleado, ahora supongo que fue la muerte de su madre... y viendo el contexto de las cosas creo que yo también me siento extraño


— James, no es tarde para hacer algo al respecto, no te digo que hay que hacernos mejores amigos porque sé que nos odia, pero al menos podemos hacer las cosas menos pesadas para él— comentó Black.


— ¿Crees que podamos hacer que se reconcilien? Realmente amo a Lily y quiero hacer algo para que ya no esté triste— preguntó James, la esperanza infantil en sus ojos y voz era incluso contagiosa.


Sirius le pasó un brazo por encima de los hombros, cariñoso— Hablemos con ella, estoy seguro que Snape no va a ignorarla si se le acerca primero— le animó, sacudiendo amistosamente el cabello enmarañado de su hermano— Lamento haberte tratado con tanta rudeza, pero con lo cabeza de nuez que eres fue mi única opción disponible


James sonrió a medias, entonces soltó un pesado suspiro, que visto desde fuera dio la impresión de haber dejado ir su alma en él— Canuto... creo que es hora de madurar


— Estoy de acuerdo— susurró conforme.


Eso significaba un problema menos.

Notas finales:

¡Buenas!

Aquí les hago entrega de su regalito navideño a todos mis lectores amantes del Snack, muchas gracias por ser pacientes y seguir mi historia durante estos últimos meses, realmente les amo, son lo mejor del mundo.

También espero las cosas para ustedes vayan bien, o mejoren en todo caso, sabemos que ha sido un año sumamente complicado, pero hay que permanecer positivos.

¡Felices fiestas! ~

 


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