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Edge por Lovis_Invictus

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[Advertencia]

Spoilers generales de la saga de Harry Potter. Añadiré o retiraré cosas canon también dependiendo del cómo guste que vaya la historia.

————— [ • • • ] —————

Narcissa recorría en círculos a lo largo y ancho de su habitación, arrastraba los pies descalzos en el frío piso de piedra, caminando; bostezaba de vez en cuando, pues ya era más de media noche, sus compañeras dormían apacibles en las camas repartidas por ahí, mientras que a ella no podía permanecer quieta ni un momento. La iluminaba la luz de una sola vela, que apretaba entre sus manos intentando aplacar sus nervios, pues jamás se había sentido tan nerviosa, ni siquiera con Lucius, su amor platónico desde hace años, presente. La razón de su malestar era obvia: Su empalagosa hermana Bella se había marchado hacía un par de horas con la premisa de hacer algo para alejar a Snape de Malfoy y desde ese momento no había conversado con ella para nada, viéndola únicamente en el gran comedor a la hora de la cena, sin hablar, comiendo a una velocidad que no era digna de una dama de los Black antes de salir cuan exhalación y perderse de nuevo entre el laberinto que era el enorme castillo. 

Solo una vez había visto tan obsesionada a su hermana, fue cuando recién salió a la luz el oscuro propósito de aquel quien se hacía llamar Lord Voldemort; Bellatrix estuvo tan ensimismada con él desde un principio que investigó todo lo posible sobre él, era tal su enamoramiento que, en cuestión de semanas, se convirtió en la única persona que a la corta edad de diecisiéte años ya tenía la marca tenebrosa en el brazo. Cuando Bellatrix Black -ya prometida de Lestrange- se proponía algo, lo hacía sin importar qué y eso le aterraba, temía por el bienestar del joven Snape. Narcissa nunca había negado que todo aquel nacido en el seno de los Black era psicológicamente inestable simplemente por llevar esa sangre maldita; ella, por ejemplo, sucumbía fácilmente a la presión y era muy paranoica, Andrómeda siempre había sido exageradamente sensible, su primo Sirius poseía un violento carácter explosivo, Regulus se trataba de un depresivo constante y Bella... bueno, Bella había sacado la vena más ponzoñosa de la familia, ella la amaba profusamente, pero tenía muy en cuenta que era una mujer desequilibrada y peligrosa.

Se miró al espejo, que amablemente su hermana había arreglado antes de marcharse, se veía como una muñeca desgarbada con su camisón arrugado, la palidez del nerviosismo cada vez más grande y sus ojos rojos e hinchados marcados debajo por crecientes ojeras verdosas.

— No puedo hacer esto— susurró a la nada. Colocando la vela en el enorme tocador se apresuró a tomar la capa del uniforme que había lanzado a los pies de su cama cuando llegó a la habitación y volvió a colocársela. Necesitaba ir a buscar a Snape y pedirle que se cuidase, porque si le pasaba algo por culpa suya ella jamás podría perdonárselo. Justo antes de tocar el pomo de la puerta, ésta se abrió casi golpeándole el rostro, se hizo hacia atrás, asustada, cuando las sombras de la poca luz en el pasillo de habitaciones le permitió ver a su hermana mayor, quien le observaba con expresión aburrida.

— ¿Podemos dormir juntas? Llevo noches sin pegar el ojo, necesito compañía— comentó relajada y sin esperar respuesta encaminó a la que era la cama de su hermana, dejándose caer boca abajo sobre el mullido colchón sin avergonzarse porque el camisón de dormir se le hubo subido y mostraba parte de su ropa interior.

— Bella... ¿Qué fue lo que hiciste?— Preguntó, mas recibió como respuesta únicamente silencio, sabía que Bellatrix no dormía, pero conociéndola sabía de igual modo que no le diría nada. Volvió a tomar el pomo de la puerta entre sus finos dedos, no obstante su acción fue nuevamente interrumpida por la voz ahora gélida de su hermana:

— No te atreverías, Cissa. No te atreverías a traicionarme y echar todo mi esfuerzo a la basura ¿Qué acaso no querías alejarlo de Lucius? ¿Quieres que se lo quede? Si es así, cruza esa puerta, hermanita, pierde tu futuro como dama Malfoy

La adolescente apretó los labios, indecisa ¿Y si en realidad Bella tenía razón? Dio un último vistazo a la puerta y pidió mentalmente perdón a Severus; sintiéndose completamente derrotada se dirigió a la cama para recostarse junto a su hermana, sólo esperaba que esta no hubiese hecho nada grave.

[ • • • ]

Snape se talló ambos ojos con los puños cerrados cuando el reloj de pared sonó por toda la habitación, eran las seis de la mañana de un frío jueves de noviembre que estaba destinado a ser únicamente para procrastinar, puesto que parte del profesorado había tenido que atender un asunto urgente fuera de Hogwarts y les habían dado el día libre. Perezoso volteó a ver las tres camas restantes con los doseles aún sueltos, lo que indicaba sus propietarios dormían profundo y sin preocupación alguna. 

Se levantó, no valía la pena quejarse cuando ya tenía programado algo que hacer, aunque, en parte, esto mismo hubiese sido en contra de su voluntad. Abrió su baúl para revisar lo que podría llevarse puesto, más algo dentro le hizo retroceder un par de pasos y apretarse el entrecejo con el índice y el pulgar en ademán frustrado: Un traje negro estilo príncipe con detalles color plata y una túnica verde esmeralda relucían perfectamente acomodados, sobre la ropa unas botas de piel negra hasta debajo de las rodillas, dando un acabado glorioso al look aristocrático que Lucius había elegido para él. Contó hasta diez intentando no soltar alguna mala palabra, de esas que gritaba Tobías cuando se enfadaba. 

Lo había hecho, el idiota de Lucius compró un conjunto de ropa para él.

Delicadamente tomó todo entre sus manos, con un miedo cósmico a rasgarlo o romperlo, lo acomodó como pudo para no arrugarlo antes de encaminar directo al baño y encerrarse para cambiarse. Cuando salió, tras ducharse, ya eran las siete treinta de la mañana, dos de sus compañeros ya se habían levantado, entre ellos John. El hijo único de los Mulciber soltó un largo silbido mientras le miraba de arriba abajo.

—¿Qué?— preguntó desviando la mirada hacia otro lado, fastidiado, gracias a la atención que no estaba acostumbrado a recibir.

John le regaló una de sus típicas sonrisas que jamás presagiaban algo bueno— Nada— canturreó— Simplemente quería decirte que te ves muy bien ¿Vas a salir? ¿Tienes una cita? ¿Con quién? ¿Es bonita?— bombardeó mientras el otro muchacho les ignoraba, colocándose algo de ropa para después marcharse a desayunar.

— Voy con Lucius a una reunión, estuvo molestando ayer todo el día y terminé por aceptar— dijo pasando de largo a sus compañeros, de su baúl sacó el collar de su madre con el escudo de la familia Prince y se lo colocó en el cuello.

— ¡Qué casualidad! Yo también voy a asistir— comentó contento, aplaudiendo en el proceso— Podemos irnos juntos los tres en el carruaje de mi familia que vendrá a recogerme. Si te soy honesto, no me gustaría irme solo

Severus se encogió de hombros— Habla con Malfoy, aunque lo más probable es que se niegue

John volvió a sonreír tenebrosamente— Eso ya lo veremos— soltó antes de salir corriendo. El mestizo negó con la cabeza y le siguió tranquilo, aún con el sueño pesándole en los párpados; ese sería un día largo.

Al final del desayuno el triunfante John había conseguido llevarse a sus dos compañeros en el transporte propio de su familia, un refunfuñante Lucius se vio obligado a enviar una lechuza a su padre evitando que este mandara una carroza para recogerlos a él y a Severus. 

Desde un buen tramo antes de llegar podía discernirse la enorme mansión Malfoy, de aura majestuosa, casi como un pequeño castillo. En el jardín perfectamente cuidado se alzaban árboles viejos, enredaderas y distintos tipos de coloridas flores, el terreno a la entrada estaba lleno de pavoreales blancos que, en toda su gloria, se meneaban elegantes de un sitio a otro. Ese pomposo lugar era todo un sueño, pensó Severus.

El silencioso sujeto que los condujo hasta ahí les abrió la puerta del carruaje, los ayudó a bajar ofreciendo una mano maltratada y se dio el tiempo de dirigirles por la imponente estructura hasta la gran sala donde tomaría lugar su reunión. 

Una vez en el salón principal de la casa Lucius se permitió ir a saludar a sus padres con un apretón de manos, John le imitó marchando con la propia familia, sin embargo mientras Lucius se quedó a conversar un momento el heredero Mulciber prefirió volver al lado de Snape; éste último se quedó congelado cuando, echando una mirada alrededor, pudo percatar que al final de la sala, en la esquina del gran ventanal y casi en el balcón se encontraban, sentados en uno de los largos sofás de piel, el matrimonio Black, conformado por Orión y Walburga, a la derecha del padre su querido amigo Regulus Acturus mantenía la miraba clavada en el suelo, su postura recta pero cabizbaja y con los hombros encogidos hablaba mucho sobre lo que sentía en ese momento, el pobre seguro estaba aterrado por sus padres. Lo más llamativo de toda esa pintura era verla completada por nada más y nada menos que el problemático Sirius Black, quien permanecía lo más alejado de sus familiares que la longitud del mueble le permitía; iba bien trajeado, pero la forma perezosa en que se había desparramado sobre el sofá rompía un poco con la elegancia de su pulcro alrededor. El chico parecía ser consciente de las malas miradas que recibía por todos lados, no obstante daba la ilusión de estar acostumbrado a ello, pues se limitaba a juguetear con su varita, dándole vuelta entre sus dedos, aburrido.

La escandalosa entrada de un grupo de elfos domésticos con bandejas llenas de bebidas atrajo la atención de varios, entre ellos, el primogénito de la noble y ancestral casa de los Black; Sirius observó a las criaturas con indiferencia, sin embargo su mirada cambió del estoicismo a la impresión cuando visualizó a Snape, tímido, detrás de John. Ambos hicieron contacto, gris tormentoso contra negro profundo, sin rencores ni burlas, solo mutua comprensión en una sola cosa: Ninguno de los desearía estar ahí.

Por alguna extraña razón lejana a toda lógica en la cabeza del testarudo Gryffindor, Sirius quiere acercarse, hablarle, no sabe de qué podrían conversar pero realmente quiere intentarlo, tal vez decirle que las dos disculpas que le dio con antelación son genuinas, que aunque no lo parezca tienen más en común de lo que a simple vista puede apreciarse, quizá podría pedirle disculpas nuevamente. Está a punto de levantarse e ir a su encuentro cuando todos los nobles se ponen de pie y callan. Abraxas Malfoy, quien se hubo retirado unos minutos antes, entra abriendo la gran puerta de madera de par en par, él se hace a un costado, casi tembloroso, dando paso a la figura más temida de los últimos años, un hombre aterrador a quien le pisan los talones un séquito de varios sujetos encapuchados, entre ellos  puede apreciarse la esbelta silueta de Bellatrix Black, su prima. El imponente sujeto camina, sonriente, con una enorme serpiente arrastrándose a su costado, como si de su sombra se tratase. Los magos y las brujas más jóvenes tragaron grueso al mismo tiempo, el señor oscuro se sentó en el diván más amplio de la sala, a los pocos segundos un elfo joven le llevó una charola con una copa llena de Whiskey de fuego. El hombre tomó el trasto con elegancia y lo subió a sus delgados y verduscos labios, bebiendo con parsimonia.

— ¿Por qué el silencio? Hace solo unos segundos todo estaba muy animado— comentó sarcástico, y es que en realidad ninguno de los presentes le esperaba ahí, fue una sorpresa preparada por sus mortífagos. Su mirada rubí se paseó por todo el salón, escudriñando a todos y cada uno en desdén, hasta llegar con un jovencito pálido de cabello negro y actitud sumisa que se protegía detrás del primogénito Malfoy— ¿Quién eres tú, muchacho?— preguntó curioso, pues a él nunca lo había visto, aunque si estaba ahí era por algo y él siempre estaría contento de introducir a un nuevo mago a sus filas. 

Lucius se hizo a un costado, revelando la nerviosa y pequeña figura de su amigo, no sin antes tocarle por la mano por lo bajo, en son de apoyo. Severus dio un tambaleante paso al frente, todas las miradas le cayeron encima cuan ojos de depredadores, haciéndole sentir cohibido. — Me llamo Severus Snape, mi señor— alcanzó a responder.

— ¿Snape? Jamás había escuchado ese apellido— comentó aquel escalofriante hombre de cruenta apariencia.

Regulus y Sirius se dieron una preocupadaa mirada de soslayo, el mayor de ellos tragó en seco, quería ponerse a la defensiva, pero la poderosa presencia de Lord Voldemort le había congelado en su sitio, como un simple espectador.

Viendo la oportunidad perfecta para sacar a relucir su más reciente descubrimiento Bellatrix se acercó al hombre sobre el sofá, con toda la confianza que alguien pudiese tener recargó su cuerpo en uno de los brazos del mueble, acercando su rostro al del sujeto para proseguir a tomar aire y hablar:

— Mi señor, usted no conoce el apellido porque éste niño es hijo de una traidora a la sangre que se casó con un muggle— reveló, altanera, el veneno en su voz era tan palpable que logró todo el recinto se quedara en silencio. Mientras ella se incorporaba mostrando un satisfecho rostro de victoria, Narcissa la observaba aterrada. 

Regulus, quien permanecía de pie detrás de sus padres estiró una mano, apretó disimulado el antebrazo de su hermano, sabiendo por su expresión de rabia que estaba a poco de hacer algo estúpido. Lucius parecía querer entrarle a golpes, estaba indignado, iracundo; dirigió una mirada decepcionada al par de hermanas, logrando que Narcissa se avergonzara al punto de sentir como sus ojos se humedecían, y Severus, entendiendo bien el lío en el que lo acababan de meter, quería que la tierra se lo tragase.

El señor oscuro dirigió sus asombrados orbes escarlata hacia el joven mago delante suyo, observándole de arriba hacia abajo sin pudor alguno, analizando— Severus, acompáñame un momento— ordenó haciendo uso de un tono que no demostraba emociones— Abraxas ¿Alguna habitación cerca?— se dirigió al propietario de la casa.

— Justo saliendo de aquí, cualquiera del pasillo a la izquierda está disponible, mi señor— el otro respondió de inmediato.

Sin mediar palabra extra, el hombre más temido de los últimos años comenzó a caminar hacia la salida del enorme salón; Severus tardó unos pocos segundos en reaccionar del todo, sin embargo apenas percató que el sujeto cruzó el lumbral se vio pisándole los talones, cada metro que se alejaba era bajo las asustadas miradas de los hermanos Black, John, Lucius y Narcissa. De resto, los mortífagos observaban la escena con diversión, en especial Bellatrix, quien parecía haber ganado muchos puntos con el Lord. 

Cuando la puerta se cerró nuevamente los cuchicheos comenzaron, subiendo en intensidad, como si un maremoto se acercase imparable a los indefensos oídos de aquellos preocupados por Snape. Sirius estaba tieso en su lugar, no supo cuándo fue que Regulus le había soltado, se concentraba únicamente en la puerta, viéndola con el mismo temor que sintió la primera vez que exteriorizó sus pensamientos sobre la pureza de sangre a su irascible madre. Dio un par de pequeños pasos, su cuerpo se movía por sí solo, estando dispuesto a ir a hacer algo, lo que fuese por auxiliar a su compañero, más la mano de Walburga sobre su hombro le detuvo, las largas uñas bajo los guantes se le enterraban dolosamente en la piel incluso con el traje puesto. 

Ella le dirigió una mirada que Sirius reconoció como asco— No, Sirius. O él, o tú

El joven animago rechinó los dientes. ¡Cómo la odiaba, en verdad que lo hacía! Se deshizo de su toque con un movimiento brusco, alejándola como si le quemase. Decidido a no quedarse de brazos cruzados encaminó hacia la puerta, no obstante, estando a solo unos metros de llegar, pudo sentir el dolor más grande que jamás había experimentado. Lo último que alcanzó a escuchar antes de caer en la inconsciencia fue la molesta voz de su madre gritando Cruciatus.

Mientras tanto, las cosas se desarrollaban de asfixiante manera en aquella vieja pero bien conservada habitación. Severus tragó grueso cuando el sonido lejano de un grito adolorido se dejó escuchar, volteó hacia el mago que le acompañaba, llevaba ya un buen rato compartiendo aire con él, estaba junto a Lord Voldemort, el mismísimo señor oscuro en persona, aquel que había asesinado innumerable cantidad de personas para usarlas como inferi, el excéntrico hombre que ahora mismo se encontraba sentado en un largo diván de cuero negro, acariciando despreocupado la cabeza de una serpiente que ciertamente era casi tan intimidante como su dueño. Ninguno de los dos magos se había dignado a decir nada, Snape por el miedo que le infundía la situación y el adulto por esperar una reacción interesante en el menor.

— Severus Snape, tus compañeros de colegio Malfoy, Avery, Mulciber y el menor de los Black me han hablado mucho de ti, todos alegan demasiado sobre tu capacidad para con las artes oscuras— los ojos negros se abrieron con sorpresa, ¿Regulus? ¿El pequeño Regulus ya había hablado con ese sujeto?

Parpadeó, espabilando de inmediato, recobró su compostura en segundos, recordando que fingir valentía podría dártela en algún momento, o eso había funcionado con Tobías, al menos— Cierto es que entré a Hogwarts sabiendo un poco más de lo que otros se dignan en aprender— dijo, intentando que la voz no se le quebrase debido a los nervios.

— Eso es admirable para alguien que tuvo el infortunio de nacer de un padre muggle— halagó sin hacerlo realmente.

El rostro del adolescente se contrajo en una mueca amarga— Mi madre fue una excelente bruja, mi señor, yo solo quería seguir sus pasos

El mago dejó de lado a la serpiente para prestarle atención, ahora verdaderamente interesado— ¿Fue?

— Mi padre, él... él la mató— atinó a soltar tragándose las lágrimas, agregando para sí con infinito rencor: — Ese malnacido, inclusive después de toda la tortura que le hizo pasar se atrevió a terminar con ella... Pero fue débil, mi humillada madre perdió todo resquicio de dignidad ante un ser tan bajo como lo es un muggle

El rechinido del sofá le hizo volver en sí, dándose cuenta que estuvo hablando solo el joven intentó pensar en cómo disculparse con el imponente hombre, no obstante, antes siquiera de parpadear ya le tenía enfrente, acorralándole en la pared con su cuerpo sin siquiera pretenderlo. La serpiente le acompañaba, a solo unos centímetros de sus pies descalzos.

— Entonces, Severus ¿Has venido aquí para entrar a mis filas?

El muchacho tragó en seco, estaba aterrado a un punto que no sabía existía, pero tampoco deseaba dejarse intimidar, así pues, tomando toda la confianza que el odio interno le permitía, respondió: — Desde que me enteré de su propósito, señor

Voldemort, colocando un dedo bajo la barbilla del chico, le obligó a verle hacia arriba, directo a los ojos, el choque del insano carmesí contra los vacíos orbes color onix  duró más de lo que Severus hubiese deseado— ¿Entonces, cuál es el problema?— preguntó el poderoso hechicero tras unos momentos.

Snape volvió a tragar, nervioso— Ya lo dijo ella, soy mestizo— dijo, sintiendo que las piernas le fallarían en cualquier momento.

— Ese no es impedimento, en tus ojos veo el odio que profesas hacia los muggles, Severus— le acarició la piel de la mejilla con su rasposa mano, intentando generar confianza— Así que te espero a tu salida de Hogwarts, mi regalo de graduación será la marca tenebrosa en tu brazo— Finalizó contento, para soltarle y llamar a su serpiente, saliendo ambos por la puerta de entrada hacia la sala de reuniones, casi tan silenciosamente que parecieron nunca haber estado ahí. 

Cuando estuvo seguro de que se había quedado por completo solo se dio el lujo de dejarse caer de rodillas al frío suelo de baldosas verde seco y dorado. Respiró hondo, tomando aire para intentar tranquilizar su alterado corazón, un susto más e iba a salírsele del pecho, aunque tal vez eso era preferible a volver a esa maldita sala llena de gente pretenciosa dispuesta a juzgarle. Se quedó ahí tirado por un par de minutos que se sintieron horas, hasta que el mismo elfo joven de antes, quien se hizo llamar Dobby al entrar, le dijo que el señor oscuro requería de su presencia en la sala principal. Dobby lo ayudó torpemente a levantarse y lo acompañó de regreso, Severus se sentía al borde del desmayo, no creía ser capaz de soportar más maltrato, más insultos.

— No se preocupe por los seguidores del amo Voldemort, él ya se ha encargado de ellos— le dijo con una tímida y nerviosa sonrisa mientras abría la puerta. Sus ojos se cruzaron de inmediato con la imagen de Bellatrix revolcándose en el suelo a causa de un crucio, Narcissa y Andrómeda lagrimeaban silenciosas a un lado de Lucius, Sirius, recargado en el hombro de Regulus, vagaba entre la inconsciencia y la realidad, colocando mueca adoloridas cada tanto, signos claros de haber sido maldecido.

— Severus, tardaste un poco— le dijo Voldemort, tranquilo. Alejó su varita de la joven malherida, dejándola ahí cual si no importase en absoluto. Andrómeda quiso ir a ayudarla, pero la mano de Lucius dando un suave apretón a su hombro, más la mirada plata diciéndole que era peligroso intentar asistirla la detuvieron, muy a su pesar. Voldemort palmeó el sofá, indicándole al recién llegado que se sentara a su lado. Obediente, Severus hizo caso a la orden y tomo asiento a una distancia que creyó prudente.

— Bien, ahora que estamos todos de regreso me queda hacerles un par de aclaraciones ¿Alguien puede decirme la razón la cual nuestra querida Bellatrix fue castigada?— preguntó, el recinto permaneció en un silencio casi mortuorio, al ver la poca participación de los presentes el mago se levantó de donde estaba, encaminó hacia la adolescente en el suelo y la admiró por un corto momento, desdeñoso— Bellatrix Black me ha demostrado ser una mujer como pocas, pero algo que siempre se me ha hecho insoportable es esa gran boca suya, no sabe controlarla, así que espero de todo corazón haya aprendido a no meterse en conversaciones ajenas. Lo segundo que quiero decirles es que hoy he encontrado a unos cuantos futuros mortífagos, entre los cuales resaltan más Severus Snape, Lucius Malfoy y Regulus Black. Espero no me decepcionen, muchachos

Walburga sonrió amplio, pasó una mano por los hombros de su esposo hasta dar con la cabeza del menor de sus hijos, acarició levemente su mejilla por un pequeño momento, sintiéndose orgullosa.

El resto de la fiesta pasó sin pena ni gloria, el señor tenebroso se marchó tal y como había llegado apenas un par de horas después; de resto siguió una cena incómoda para los más jóvenes, rodeada de comentarios despectivos hacia los muggles y conversaciones que los adolescentes no comprendían del todo. Ni Sirius ni Bellatrix fueron vistos hasta el final del día, justo a las diez, cuando llegaron un par de enormes carrozas para llevar a los alumnos de vuelta a Hogwarts, ambos se veían verdaderamente agotados.

El camino fue silencioso, asfixiante, Severus recibía miradas de odio de sus compañeros de casa y uno que otro Ravenclaw presente. 

Cuando llegaron al castillo, entre MacGonnagal y Albus se encargaron de llevar a cada grupo a sus respectivas casas.

La mañana sucesiva a la reunión Severus tuvo más problemas de los que hubiese deseado soportar. Regulus, Lucius y John –quienes eran los únicos que sabían sobre su ascendencia muggle– intentaron protegerlo, pero él les dijo que al pertenecer a lo sagrados 28 no debían hacer nada, terminando por huirles cada que los veía. El resto de los Slytherin le molestaban con comentarios crueles a excepción de Narcissa, quien pese a ser supremacista de sangre se sentía culpable y le rehuía del mismo modo que él cada que se encontraban, aunque el propio Severus pensase era por ser mestizo. Cada que se lo cruzaba Bellatrix parecía querer matarlo, incluso temió un par de ocasiones en que sí lo hiciera.

— ¡Hey, Quejicus! —Iba de camino al gran comedor cuando escuchó ese horrendo apodo provenir de uno de sus compañeros de casa. Pensó en ignorarlo regresando por donde había venido, aunque tuviese verdadera hambre por no haberse alimentado bien en el desayuno—. Tú, asqueroso mestizo, ¿A dónde demonios crees que vas?— dijo tomándole bruscamente del brazo.

— Avery, suéltame— ordenó mientras forcejeaba, intentando recordar, entre el cansancio y falta de alimento, donde había colocado su varita.

— ¿Te divierte habernos engañado? ¿A quién demonios le enviaste un Imperius para terminar en Slytherin, gusano?

— ¡Tú estuviste en la ceremonia de llegada y lo viste con tus propios ojos, troll de segunda!— un puñetazo atestó con fuerza en su mejilla, Snape sintió el ferroso sabor de la sangre llenarle la boca y bajar por su garganta. Con sus manos intentando defenderse de los puñetazos del grupo de supremacistas le era imposible buscar su varita. Con la rabia en cada poro de su piel se resignó a soportar los golpes, que en realidad ya era una habilidad suya tomada cortesía de Tobias. 

— ¡Hey! ¡Cara de ogro!— Avery volteó enfadado, James, Remus, Petter y Sirius corrían hacia ellos, siendo el último quien le había insultado.

— Ahora no, inútiles, nos estamos divirtiendo con el mestizo, ya podrán molestarlo después— se burló uno de los abusadores, pateando al mencionado.

James le llegó cuan bala, tirándolo al suelo con una embestida, jaló bruscamente a un estupefacto Severus del brazo, levantándolo del frío suelo y lo lanzó hacia el pecho de Black, quien le sostuvo de la muñeca para que los merodeadores, conscientes del disturbio, echaran a correr cada uno en diferentes direcciones. Sirius, sin saber a dónde huir, se encerró en un armario de escobas cercano a la zona del pleito. Apenas le soltó, Severus se recargó de espaldas en una pared y se dejó caer lentamente. El cuerpo le dolía a horrores, pero una costilla más que el resto. Sirius se puso en cuclillas al frente suyo y él intentó inútilmente alejarse, mirándole fijo a los ojos con sumo recelo al verse acorralado. 

El Gryffindor se sintió mal, triste y culpable por la reacción del más pequeño; colocó una de sus manos sobre la cabellera medianoche, empujando levemente hacia abajo justo como lo hizo con su hermano en algún momento— No te muevas, voy a curarte ¿vale? —le habló en el tono más suave que pudo ser capaz de poner. Agradecía infinitamente en ese momento a su madre por haberles inculcado a él y a su hermano hechizos básicos de curación. Se apresuró entonces a susurrar las palabras que tantas veces le habían salvado, a él y sus amigos, de ir con Pomfrey. El Slytherin supo que no le mentía cuando el dolor fue disminuyendo poco a poco hasta desaparecer por completo; dio una mirada desconfiada al mago de rulos y se hizo el silencio.

Severus suspiró, eso sería complicado.

— Ah, gra-... gracias

 

Notas finales:

Al fin los engranajes de esta pequeña historia se están moviendo un poco, lamento que haya tomado tanto tiempo, pero no deseaba apresurar nada, espero ahora comience a ser más atractiva la forma en como se van desarrollando las cosas. 


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