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Before you go por Little Bully

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Notas del capitulo:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron!

Disfruten el capítulo.

 

El dilema en el que Ron se encontraba era grande.


Las preguntas seguían siendo constantes, pero llegaban a un punto donde era cansado no encontrarles la debida respuesta. Estos cuestionamientos llegaban de una manera en la que se introducían, y al no ser contestadas, se adherían en la consciencia a tal grado de no poder hacerlas irse por más que intentara refundirlas en lo más fondo de su mente. Aunque, sabía que para que se fueran, era necesario encontrar lo que estás preguntas buscaban, pero cuando había obstáculos o no era del todo posible, simplemente se quedaban.


Le había pasado. Desde que tuvo aquellas pláticas con Astoria, había optado por tratar de acallar toda pregunta que le fuera surgiendo al tiempo con el poco conocimiento que contaba sobre temas en específico. Pero había descubierto que era lo peor que se podía hacer, intentar silenciar las dudas o tratar de encontrarles alguna respuesta lógica mediante breve conocimiento era una mala idea; porque con solo intentarlo surgían aún más, llegando a un cuestionario que no tenía fin y eso Ron lo comprendía muy bien. Por eso, procuraba no hacerlo por más que le costara, ya que sabía no había una manera en la que pudiera obtener una respuesta segura, ni buscándola hasta debajo de las piedras.


Porque ese tipo de dudas, preguntas o cuestionamientos no podían ser tratados por nada.


Al principio no entendió del todo el motivo de porque había temas que los Malfoy no tocaban ni por asomo, cosas sobre las que los Malfoy no trataban ni por el más mínimo error. Eran personas muy cautelosas con las cosas que evitaban tocar, los había contemplado, había contemplado como evitaban ciertas cuestiones con un cuidado colosal. Había visto como no solo cuidaban con cautela los temas que eran hablados, sino hasta la más mínima palabra que pudiera hacer esos dichosos temas surgir. Sin embargo, aún por más que eran evitados, cualquiera notaba que estaban ahí, rondando y bailándoles en el rostro, como una maldición que los atacaba para no irse nunca.


Entonces, decidió observar con más atención y observar a cada uno por separado, observarlos por igual, pero solo observar. Observó con curiosidad y cuidado hasta que fue capaz de verlo en cada movimiento, en cada caminar, en cada suspiro, en cada mueca fruncida, en cada pequeño detalle y, entonces, lo entendió. Comprendió el por qué no decían nada, el por qué ciertas palabras estaban prohibidas, la razón de por qué había temas intocables aún por más que estuviesen molestado; había logrado entender el motivo de esa maldición que cargaban sobre los hombros.


En realidad, estaba en todas partes. Estaba en los fantasmas que arrastraban como cadenas de acero tras sus espaldas, fantasmas que todavía recorrían tras las paredes de la mansión haciendo eco en cada uno de los rincones. Estaba en la incomodidad ante la oscuridad, ante esa oscuridad que alguna vez guío su camino. Estaba en el dolor en los ojos de cada uno, un dolor que les sacudía toda el alma. Y se preguntó cómo no fue capaz de darse cuenta antes, el cómo fueron capaces de engañarlo con tanta facilidad con sus actitudes y portes rígidos; se preguntó las razones de por qué se hizo tonto todo ese tiempo también, porque fue algo tan obvio y eso no había sido suficiente para que tomara en cuenta con anterioridad algo que gritaba por todos lados, mortificándolos.  


Más nadie decía nada. Nunca.


Ron respetaba esa decisión, principalmente porque simpatizaba con aquello. Él pasaba por lo mismo, había cosas de las cuales no podía hablar por más que quisiera afrontarlo, más que nada por lo recientes que eran y el dolor aplastante que se sentía aún el hablar de algo relacionado a ese dolor; el dolor hacía que se pusieran barreras en ciertos asuntos para no ser tocados por más que calara hasta en los huesos, Ron conocía muy bien ese sentir, comprendiendo todo a la perfección.


Por eso, ahí era donde radicaba su dilema.


Ron lo había notado después de todo. Hablar del uso de su magia era uno de esos temas prohibidos por parte de la Familia Malfoy, le había costado identificar que ese asunto se repelía con la misma intensidad que los otros y, cuando se dio cuenta de ello, se cuestionó inultamente mil y una veces cual era la razón, pero por más que observó para dar con esa respuesta, no logró dar con ella. Eso lo estaba haciendo desesperarse, ya que necesitaba sacar ese tema a colación cuanto antes y no encontraba la manera correcta de hacerlo.


Contaba con una varita. Solamente esa cuestión era ya, de por sí, estresante y el que no pudiera externarlo le estaba causando un conflicto a tal grado de que estaba más agotado de lo normal, tanto físicamente como psicológicamente. Por más que le daba vueltas a esa cuestión, no podía llegar a una manera en la que pudiera hablar con Lucius sobre eso. Era algo que se había planteado desde que Astoria le había pedido ayuda para proteger a Draco.


Después de que lo meditó mejor, todo le pareció más extraño que lógico con cada segundo que pasaba pensando en eso. Pero aun así, solo llegaba a la misma conclusión, y era la de tener que hablar con el mayor de los Malfoy sobre su magia; fue tanta su tensión ante esa conclusión que ni siquiera le importó el cómo diablos Astoria estaba tan segura de que él pudiera ser capaz de ayudar si se suponía no contaba con una varita -o un arma- que pudiera utilizar en caso de algún incidente; había dejado ese tema a un lado totalmente, porque lo único que le importaba era  en que ocupaba hablar con Lucius y en pedirle que considerara dejarlo usar su magia a libertad.


Antes le hubiese molestado el tener que pedir permiso para utilizar algo que, por derecho, le pertenecía desde que había nacido, sin embargo, esta no era la ocasión. Sabía que, si no usaba los métodos y las palabras correctas, podía echar a perder todo lo que tenía hasta ahora solo por ese secreto; sabía incluso que podía meter a Draco en muchos problemas si abría la boca de más y Lucius se daba cuenta de que ocultaba algo como eso, Draco se lo había dicho -o exigido- el que no dijera nada y entendía que fue por algo.


Pero necesitaba hablarlo con Lucius y seguía sin saber cómo hacerlo, o como pedírselo, de tal manera que todo estuviera en calma con ambos. No podía ni imaginarse un escenario idóneo en donde fuera eficaz y exitosa una conversación de esa magnitud. Más, conforme pasaban los días, Ron sentía con más intensidad que estaba perdiendo el tiempo, tiempo tan valioso en el cual pudiera estar haciendo bien las cosas y no imaginando lo que pudiera pasar si no se tenía la suficiente valentía de afrontar aquello.


Pensaba en lo peor que pudiera pasar si tan solo preguntaba y, realmente, lo peor que podía pasar era que Lucius le dijese que no a secas y sin ninguna explicación de porque no era merecedor de una varita. Ese era su peor escenario. Ya si optaba por decirle alguna razón, hasta había pensado en posibles respuestas a sus declaraciones, pero sinceramente, cualquier posible excusa -por parte de Lucius- que pasaba por su cabeza no era válida, ya que no creía que Lucius no fuera capaz de ver hasta ese punto que él no podría siquiera en hacerles algún tipo de daño aún por más que así lo quisiese o se obligase; lo quisiera ver o no, se notaba y esperaba que Lucius lo notara del mismo modo, por lo cual, era imposible que pensara algo como eso.


¿No?, se preguntó. Para él, eso no tendría sentido después de todo lo que habían pasado juntos, entre ellos.


Debía de haber alguna otra razón, una que no había logrado notar, pero deseaba saberla, ya que era la manera con la que podría llegar a hablar con Lucius sobre el uso de su magia.


— Te ves cansado. —escuchó la voz de Lucius susurrar en su oído, haciéndolo saltar debido al sobresalto y soltando a su paso los cubiertos que tenía en las manos. Ron volteó a verlo, girando sobre sus talones con una prisa, logró hacer que se tambaleara pues Lucius estaba a un par de pasos de distancia de él.


— ¡No hagas eso! —regañó Ron levemente, viéndolo con molestia para después agacharse. Apenas logró hacerlo, por la poca separación entre ambos, comenzó a levantar los cubiertos de mala gana—. Y claro que estoy cansado, todavía no termino de limpiar esto y haces que los ensucie de nuevo.


— No hablo de ese cansancio. —habló Lucius una vez que Ron terminó de levantar todos los cubiertos del suelo y ponerlos detrás de él—. Estás agotado, con ese agotamiento que da cuando no se está durmiendo.


Ron suspiró mientras encaraba a Lucius nuevamente. Desde que Lucius lo había encontrado a nada de llorar aquella vez con Astoria, había sentido la mirada del mayor seguirlo a todas partes, la podía sentir en la nuca con tanta intensidad que tenía que tomar mucha fuerza de voluntad para no voltear; fingía que no lo notaba. Eso desencadeno que tratara de evitar a toda costa que Lucius viese algún cambio en su estado físico, que delatara esa clase cansancio en él, justo al que el mayor se refería y, tal parecía, no había funcionado absolutamente en nada sus esfuerzos por ocultar tal condición.


— Tengo cosas rondándome por la cabeza. —confesó Ron, cruzándose de brazos en una señal que le restaba importancia a lo dicho. Lucius lo miraba con detalle, quemándolo con esos ojos grisáceos que parecían querer atravesar su alma con esa simple mirada.


— ¿Qué clase de cosas? —preguntó con picardía y Ron se estremeció cuando sintió los dedos de Lucius tocar su cintura—. Espero sean las mismas como las que yo tengo en mente.


Ron solo sonrió, asintiendo. Lucius pasó una de sus manos hasta su cabello, enredando sus dedos en sus rojizas hebras e inclinó levemente su cabeza para después presionar sus con labios contra los de él. Estaba seguro que, de continuar así, desviaría cualquier indicio de duda que tuviera Lucius sobre lo que le pudiera pasando a él; preferiría que fuese de ese modo hasta que pudiera sacar el tema, de manera adecuada, entre ambos.


Repentinamente, Ron sintió como Lucius agarraba su cabello con más fuerza y escuchó un gruñido salir de la garganta del mayor después de que un gemido abandonara la suya y luego hundió su lengua dentro de su boca tan pronto sus labios se abrieron debido al gemido. Ron envolvió sus brazos alrededor de los hombros de Lucius y pegó más su cuerpo, con vigor, al del mayor. Tembló entre ligeros espasmos cuando sintió la mano, que Lucius tenía en su cintura, recorrer por su espalda baja hasta que llegó a su trasero, haciéndolo soltar un jadeó de sorpresa cuando Lucius pellizcó donde había puesto su mano.


— También estás distraído. —se quejó Lucius entre respiraciones entrecortadas, posando ambas manos en su cadera para separarlo de él lo suficiente y poder verse mutuamente—. ¿Qué sucede? Te había dicho que podías decirme lo que te pasaba.


Se planteó si era buena idea decirle algo a Lucius en esos momentos, podía ver que el mayor no estaba de mal humor y, buena idea o no, a veces había algo que no le gustaba al estar ocultando eso únicamente porque Draco se lo había pedido así. No sabía que era con exactitud, tal vez una especie de culpa por el secreto, sobre todo porque era cierto que le había dicho que podía decirle lo que le sucedía y eso quería decir que le daba plena confianza para que le contara lo que quisiese.


Sin embargo, una cosa era decirle que extrañaba a su familia, que estaba triste por esa circunstancia y desahogarse con él cada que la pena, la culpa y la decepción lo agobiaran, a otra muy distinta en donde le planteaba la situación por usar una varita y utilizar nuevamente su magia. Por eso dudaba demasiado y no sabía lo que debía hacer. Pero ante la penetrante mirada que Lucius le dirigía, fue como un poder que hizo a su boca abrirse sola antes de que pensara en las consecuencias. 


— ¿No has pensando en que puedan darme una varita? —preguntó sin poder contenerse. Sintiendo como el cuerpo de Lucius poco a poco se tensaba bajo sus dedos y se mordió la lengua por haber tenido tal desliz, buscó apresurado otra manera de suavizar aquella pregunta—. O ¿dejarme utilizar mi magia?


— ¿Cómo utilizarías tu magia sin una varita?


— ¿Crees que no pueda hacerlo?


— Eso no responde mi pregunta. —dijo Lucius con seriedad.


— Ni tampoco la mía. —contestó Ron de la misma manera. Lucius empujó suavemente, con ambas manos, su cuerpo y Ron apartó sus brazos del mayor hasta quedar completamente separados. El patriarca retrocedió unos pasos en lo que ambos se miraban con intensidad, ahora parecían encontrarse en una batalla de miradas, una que hacía a Ron arrepentirse por haber preguntado, mas no era algo que iba a decir abiertamente.


— No. —contestó, finalmente, después de un incómodo silencio que se instaló entre ellos.


— ¿Por qué? —cuestionó Ron rápidamente ante esa respuesta. No era algo que le sorprendiera en realidad, era bastante predecible que Lucius le iba a negar el que tuviera una varita, pero no se iría sin sacarle, aunque sea un motivo; no importaba si era una mentira de su parte o no, lo único que necesitaba era saber el por qué, para buscar que iba a hacer después de eso. Al ver que Lucius no respondía, decidió empujar un poco más para llegar a la respuesta—. No solo respondas porque no o, peor todavía, que soy-


— ¿No estás cómodo viviendo así? —preguntó Lucius, interrumpiéndolo. Ron lo miró con cierta incredulidad.


— ¿Cómodo? ¿Es en-? —cortó al lanzar un bufido—. Necesito usar mi magia, Lucius.


— Has estado todo un año sin usarla. —informó Lucius, firmemente—. No, no la necesitas-


— ¡Claro que la necesito! —interrumpió Ron mientras se plantaba con decisión en donde se encontraba parado—. ¿Qué sentirías tú en mi lugar? Usar magia toda tu vida y que llegue alguien y te la arrebate-


— Estás lleno de objetos mágicos.


— Sabes muy bien que no me refiero a eso. —dijo Ron, derrotado y mostrándose ante Lucius como tal. Aún era posible que, si le enseñaba un lado lastimero, Lucius le gritara alguna razón lógica o, al menos, eso pensaba—. Soy un mago, ¿por qué tengo que vivir así?


— Sé que esa no es la verdadera razón por la que quieres una varita. —declaró—. ¿Estás preocupado por algo?


— Sí, ¿qué pasaría si vienen alguien por mí de nuevo aquí y no tengo con que defenderme? —preguntó Ron, viéndolo angustiado. Esa había sido una de sus posibles respuestas ante los cuestionamientos que Lucius le pusiera. Aunque, en realidad, no estaba fingiendo del todo su angustia. Honestamente, ese era uno de sus principales miedos desde que los mortífagos habían destrozado la habitación del mayor y expuesto, abiertamente, que lo estaba buscando a él.


Temía que pudiera alguien llegar a él y que no tuviera la manera de luchar para defenderse solo porque no podía hacer uso de la varita. O, para lo que él era peor, que no pudiera hacer nada para ayudar y defender a los Malfoy en algún ataque, tal como había prometido. Ron no podía dejar que ninguno de esos dos escenarios fuera posible, no debía fallar más a su palabra y por eso quería prepararse como era debido, no era lo mismo entrenar para levitar objetos a hacer potentes explosiones y analizar su magnitud. Pero si Lucius no se lo permitía, entonces estaría limitado en todo sentido.


— Estoy yo para defenderte, te lo aseguré, no tienes por qué preocuparte por eso. —habló Lucius con su mirada fijamente en él. Por la postura que había adaptado, Ron se dio cuenta que no mentía, parecía darle seguridad en sus palabras y, para Ron, significaba mucho, pero tampoco era como si dudara de él, de todos modos—. Aun así, no es algo que pasará.


— ¿Por qué estás tan seguro? —atacó Ron con otra pregunta, la misma angustia escuchándose en él—. Pasó una vez y me buscaban especialmente a mí, tuve suerte que fueron tan idiotas como para no abrir la puerta de tu closet, pero no tengo suerte más de dos veces-


— No tienes que preocuparte por eso, entiéndelo. —interrumpió Lucius. Ron distinguió la creciente molestia en su tono de voz. Flaqueó por un momento en si seguir con esa conversación, una discusión con él no estaba en sus planes, pero no había manera de echarse atrás y sabía que tenía que continuar por ese camino hasta que uno de los dos diera su brazo a torcer.


— ¿Cómo me voy a enfrentar a ellos si no tengo con qué pelear? ¿Con qué los podría ayudar?


— No ocupamos de ninguna ayuda, sabemos cómo tener una batalla contra ellos.


Ron pensó mejor como podría responder ante aquella declaración. Era cierto después de todo, nadie era mejor que ellos para saber cómo pelear contra personas que conocían perfectamente; sabían la manera en la que atacaban y las maldiciones que usaban, con eso era más que suficiente para llevar la delantera ante algún repentino ataque, incluso para él que peleó con ellos un sinfín de veces. El modo operandi lo conocían de pies a cabeza. Pero se habían desviado totalmente del tema inicial.


Entonces supo lo que tenía que preguntar. Estaba seguro que la respuesta sería un rotundo no, era claro que no pudo haber visto mal las palabras que Lucius le daba o las señales ante sus actos, no había manera de que haya juzgado mal todo aquello. Pero ahora necesitaba escucharlo por parte de Lucius; se sentiría demasiado lastimado si la respuesta no era la que él buscaba, el que el mayor le dijera que no tenía la suficiente confianza en él como para que no les hiciera algo lo iba a sentir como mil maldiciones propinadas a la vez.


— Después de todo lo que hemos pasado hasta el día de hoy, ¿piensas que podría hacerles algo si tengo una varita en mis manos? —preguntó, herido. Por un segundo, Ron pudo ver la confusión en el rostro de Lucius antes de ser cambiado a uno de completa molestia.


— Por supuesto que no, ¿cómo piensas tal estupidez? —cuestionó Lucius, irritado. Pero eso a Ron no le afectó, se había sentido aliviado de haber sido lo que esperaba escuchar y el haberse dado cuenta que no había malinterpretado absolutamente nada.   


— ¿Entonces? —preguntó con algo de desespero.


— Fue una de las órdenes que se te dio al llegar a esta casa. —siseó—. No puedes desobedecer, mucho menos pedir una varita. Yo no lo permito.


Ron lo miró sorprendido, lo hubiese visto boquiabierto de no ser porque logró contener esa reacción. Se había quedado totalmente en blanco, no tenía una debida respuesta a aquella declaración aún, a pesar, que ya se había planteado que Lucius podía responderle de esa manera. Lo tomó totalmente desprevenido el que manifestara algo como eso, dejándolo sin saber que decir, solamente fue consciente del nudo que se instaló en su estómago a tal grado de sentirse asfixiado por el mismo.


— Bien. —contestó, finalmente, una vez que salió de la impresión. No deseaba empeorar las cosas, sabía que si continuaban esa discusión no iban a terminar bien y no era lo que estaba buscando. Había brindado su palabra y necesitaba cumplirla, no debía faltar a ella por no saber manejar este asunto. Así que comenzó a acomodar lo poco que le faltaba con prisa, necesitaba pensar con claridad esa situación, por lo tanto necesitaba salir de ahí cuanto antes y alejarse de Lucius lo más posible.


— ¿A dónde vas? —preguntó Lucius, con suavidad, a sus espaldas. Volteó a verlo una vez que hubo terminado de guardar el último utensilio limpio dentro de sus respectivas gavetas, se cruzó de brazos esperando a que dijera algo más, pero al contemplar que Lucius no había dado ni un paso, negó con la cabeza.


— Me largo. —Ron bufó, descruzando sus brazos y comenzó a caminar hacía la puerta—. Buenas noches, señor Malfoy.


Ron. —le llamó Lucius con prisa. Al escuchar como dijo su nombre, Ron estuvo a nada de detener sus pasos, esperando a continuar con la conversación con posible calma, más seguía sin saber que pensar o que podría decir sobre lo que Lucius le había dicho, entonces supo que no era buena idea quedarse. Una fuerza dentro de él le dijo que lo mejor era dejar eso para otro día, no iba a rendirse con facilidad e iba reanudar donde dejaron eso en algún otro momento, uno más oportuno. Ron decidió no detenerse, al contrario, aumentó sus pasos al verse motivado, aún más, el salir de ahí con más rapidez.


» Yo no ordené que te fueras. —siguió Lucius con la misma prisa. Eso hizo que el nudo en su estómago se hiciera aún más pesado, dándose cuenta que no podía ceder, no está vez, porque iba a hacerlo olvidar el prohibido tema y no era algo que tenía que permitirse dejar pasar.


— Pues ve como este sirviente toma la iniciativa. —Ron azotó la puerta de la cocina al salir, con la misma fuerza que utilizó al abrirla. Caminó a paso apresurado hacía las escaleras que lo llevarían a la habitación que a él le correspondía, una vez que llegó a ellas, comenzó a subirlas a zancadas.


Ron podía asegurar que era mentira lo que Lucius le había dicho, lo sabía, lo podía sentir, pero eso no había evitado que el nudo en su estómago desapareciera para instalarse con fuerza en su garganta, logrando que sus ojos escocieran debido a las repentinas lágrimas que nublaron su vista y que sintiera un dolor en el pecho que no terminó de comprender.


Lo único capaz de entender, ante ese súbito dolor, era que se hacía más y más aplastante conforme se acercaba más a la habitación y se dejaba envolver por la oscuridad que los pasillos ofrecían.

Notas finales:

Avanzamos diez pasos para retroceder veinte, ¡ay, Lucius!, que cosas, que cosas con estos dos. Dejen a Ron hacer berrinches ;)

¡Espero y les haya gustado este capítulo!

¡Díganme que les pareció! Estaría muy agradecida y me motivaría a subir el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortografía, una disculpa de antemano.

¡Nos leemos! ♥


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