Una carroza avanzaba entre la feroz tormenta rodeados por varios guardias, todos tenían un rumbo fijo, una dirección señalada sin saber que realmente encontrar. En la carroza estaban presentes no solo la mayor mandataria de todo el pueblo de Asgard sino también su querida hermana, dos guerreros divinos y los progenitores de, quienes hasta ese momento creían, dos de sus dioses guerreros fallecidos.
— La dirección que nos dio el jefe del pueblo es esta, al norte, camino al rio — señalo el capitán de los dioses guerreros.
— No puedo creer, aunque este con vida a pesar del tiempo que ha pasado, es deshonroso — exclamo enfadado el otro guardián —. Debería haber muerto junto a mi hermano y los demás.
— Sigmund, por favor.
— Y no contento con eso, se llevó el cuerpo de su hermano lejos para que no tenga los ritos funerarios ¿Hasta dónde pudo llegar su odio?
— Señorita Hilda, no es justificable su accionar, más debernos rendir los ritos funerarios a Syd de Mizard y rogar que llegue al Valhala a cenar junto a Odín — exclamo Frodi asintiendo —. Es nuestro deber.
— Así será — asintió mirando a aquellos padres acongojados delante de ella, aun sin creer todo lo que había pasado.
Todo fue tan rápido que ni ella podía creerlo y comenzó cuando Sigmund había ido a rendirle sus respetos a la tumba de Siegfried, ya que pronto se cumpliría un año desde aquellos sucesos que conllevaron a la muerte de uno de los dioses guerreros más leales a ella. Sigmund solo conto las lapidas, incluyendo las nuevas dedicadas a los caídos en la batalla contra Loki, debía rendirse honor y percibió la falta de lapidas, lo cual fue a comentarle a Hilda.
Hilda tristemente le dijo la verdad, a los hermanos gemelos Syd y Bud jamás se les había realizado los actos funerarios correspondientes, porque nunca sus cuerpos fueron encontrados, los guardias los habían visto salir del castillo, Bud con el cuerpo de Syd en brazos, y alejarse en medio de una ventisca, más nunca se los encontró. Sigmund entonces decidió emprender esa difícil tarea, buscas a los cuerpos desaparecidos para darles los ritos que correspondían, y entre su búsqueda encontró lo menos pensando, a uno de los hermanos vivo, lo cual sorprendió a todos.
Con solo la descripción de ambos hermanos, que eran idénticos comenzó su búsqueda, la cual termino en un pueblo algo olvidado al norte de la región, y no fue otro que el jefe comunal quien hablo sobre aquel hombre a quien Sigmund describió.
“Me estas describiendo al ermitaño, vive al norte, cerca de los límites de la región” le dijo cuándo se lo describió, “¿Dios guerreros me dices? Ese chico nunca llegaría a tal honor, ni siquiera tiene honor, es un malviviente, un vago, no ayuda en nada al pueblo, más que de vez en vez nos trae venados para vender, debería traer venados solo para servir al pueblo”.
Y tan pronto lo supo, fue en búsqueda de Hilda para decirle lo acontecido y contarle sobre aquel dios guerrero del que ella en un principio se enorgullecía. Hilda sin poder creerlo decidió emprender la búsqueda esperando lo mejor que Bud había sobrevivido por mero capricho del destino y no había sido un vil desalmado. Mientras también el dios guerrero de Gram había reunido a los padres de los gemelos, para que hacer saber la clase de hijo que habían tenido.
— Dicen que vive solo — acoto Sigmund. — Debe tener el cuerpo con él.
— No es su culpa — susurro la progenitora de aquel par —. Fuimos nosotros quienes propiciaron ese odio.
Hilda y Fleur se miraron, el hombre de apariencia más noble no fijaba la mirada, ni siquiera desde que se le había dicho lo que pasó o lo que creían que había pasado, mientras su esposa, una mujer rubia y de apariencia grácil, lloraba desconsolada.
— Señorita Hilda, hemos llegado —grito uno de los guardias
Sigmund y Frodi fueron los primeros en bajar, mientras detrás de ellos fue la caravana, los guardias tocaron la puerta, exigiendo entrar, pero no obtuvieron respuesta. Mientras, se podía ver como de la chimenea emanaba humo.
— Abran la puerta en nombre de Hilda de Polaris — grito Sigmund sacando su espada, la espada de Graam.
— Quizás no se encuentre— interrumpió Fleur.
— Tonterías.
— Sigmund, no te apresures — ordeno Frodi, pero tal como lo previo este no lo escucho.
Sigmud con su espada en la mano hizo un movimiento veloz con su espada, solo basto aquel ataque violento contra la puerta para terminar por romperla. La puerta se despedazo como si fuera de papel, quedando solo restos carbonizados que se desasían mientras caían al suelo.
Sin saber con qué encontrarse primero los dos dioses guerreros se adentró a la residencia, ante la posibilidad de un ataque hostil de parte de aquel que no quería ser encontrando. Encontraron solo oscuridad y silencio, comenzaron a encender las velas y un par de antorchas que llevaban, viendo entonces así a cama. Sigmund fue el primero que se acercó al ver el bulto, seguido por un precavido Frodi, esperando no fuera una emboscada. Sigmund no dudo en mover de manera deliberada aquellas sabanas.
Syd se encontraba oculto, abrazado a sus rodillas, cubriendo como podía al pequeño bebé que lo acompañaba, oculto debajo de las sabanas en un intento inútil, debido a que temió lo peor de quienes estaban afuera cuando escucho aquellos violentos golpes. No tenía fuerzas para imponerse, las últimas horas lo habían dejado agotado, pero estaba decidido a proteger al niño en sus brazos.
— Esta vivo — grito Sigmund desde dentro, lo que hizo que rápidamente todos entraron y Syd levanto la mirada al escuchar su voz.
— Madre, Padre…señorita Hilda, Señorita Fleur — exclamo desde la cama Syd de Mizard al ver a todos entrar cuan estampida después de reconocer al hermano de su mejor amigo, lo que lo tranquilizo, mientras intentaba mantener oculto entre las sabanas, y mantener oculto aquello que estaba protegiendo, ante la felicidad que lo abrumara miro a todos, fue cuando dejo ver que sus ojos estaban enrojecidos, como si hubiera llorado.
— ¿Dónde está Bud? — pregunto Sigmund mirando tajante.
— No lo sé — respondió tristemente mientras abría las sabanas, dejando ver al recién nacido que ocultaba —. No me ha abandonado todo este tiempo…y no se fue solo, el nació con un gemelo, Bud me lo prometió, me dijo que ellos estarían juntos, cuando abrí los ojos ya no estaban.
Aquella mujer de figura grácil y elegante corrió a abrazar a su hijo sin demora, podía verlo en los ojos de Syd, este estaba pasando por lo mismo que ella en el pasado. Mientras el hombre de figura esbelta y recta solo miro con severidad, asintiendo a lo que seguramente había pasado o lo que creía, que se respetaba la ley.
— Este lugar no es seguro — interrumpió Frodi —. Hay que irnos.
— Bud no es un peligro para mí, él me ha cuidado todo este tiempo.
— Te ha tenido separado de tu pueblo y de tu familia — interrumpió Sigmund—. Estarás mejor sin él.
— Estoy de acuerdo llamaremos a los médicos en casa.
— Padre — exclamo sorprendido mirando a su progenitor quien mantenía su mirada frívola.
— Todo estará bien Syd, él no te hará más daño.