El olor fétido que tenía aquella sala fácilmente marearía a cualquiera y su procedencia era difícil de identificar, por un lado, había un mueble repleto de frascos con líquidos de diversos colores, algunos más brillantes que otros, otros con lo que parecían partes humanas dentro, otro estante no muy lejos tenía cientos de libros, hojas de color amarrillo, y pergaminos que se pudieran encontrar. En medio de aquel lugar estaba una mesa de madera de roble, dispuesta con un mantel que parecía ser blanco pero su color estaba oscurecido por la suciedad.
Un hombre de larga capa miraba examinando al bebé en la mesada, no lo tocaba, solo lo observaba. El pequeño envuelto en una manta color celeste dormía, apenas ni se movía, mientras aquel padre desesperado en busca de ayuda miraba esperando una solución.
— No le queda mucho tiempo de vida — dijo aquel hombre anciano —. No resistirá.
— No puede ser posible — grito enfurecido —. Se equivoca, el lloro al nacer.
— ¿Él ha nacido con un gemelo? ¿No es así? — pregunto mirando con severidad —. Su gemelo ha nacido vigoroso por lo que veo.
— Se equivoca, ellos no atraerán la desgracia.
— No he dicho eso — señalo —. No es común más tampoco algo para sorprenderse el nacimiento de dos niños, te lo explicare en sencillas palabras, el alimento escasea, para una mujer alimentar a un niño por nacer no es sencillo, más logra hacerlo, pero al alimentar dos, solo uno recibiera el alimento, el otro las sobras, uno nacerá fuerte, el otro no se terminará de desarrollar al momento de nacer, el morirá.
— Se equivoca — grito saliendo a prisa de aquella cabaña tomando de manera deliberada al niño sobre la mesa, se arrepintió de haber buscado ayuda allí en primer lugar. Salió a prisa sin importarle la tormenta a un nuevo destino, había sido mala idea acudir primero al curandero del pueblo —. Le demostraremos al curandero que se equivoca, eres un luchador.
Con la ventisca azotando con fuerza camino a paso firme, contra el viento que golpeaba fuertemente su frente, cubriendo sobreprotectoramente el bulto entre sus brazos. A paso veloz y sin importar cuantos obstáculos encontrara en su camino, aun si el propio Odín se interponía en su andar, no se detendría
Adentrándose a las profundidades del bosque el vapor del lago terminal lo invadió, aliviado continuo su paso sin detenerse, siendo guiado por el vapor del agua. Apenas vio el pasto verde corrió hacia el lago sin perder tiempo, dejo a un lado la pequeña manta que envolvía al recién nacido.
— El vapor del lago y el baño serán suficientes — se inclinó para sumergir al pequeño recién nacido en las aguas, no paso mucho cuando noto que perdía el equilibrio por los fuertes vapores que en ese momento el lago estaba emanando.
No lo pensó dos veces, se quitó la gruesa capa que lo cubría para introducirse al lago con el pequeño en brazos, aunque esto después lo enfermará, solo tenía una cosa en mente, salvar la vida de su hijo.
Tras varios minutos cubierto por el agua solo se concentró en esperar, esperar a que algo cambiara, a que el recién nacido respirara con normalidad o expulsara aquello que le estaba ocasionando problemas para respirar, pero no hubo cambios, el pequeño silbaba y roncaba.
— Vamos, estas aguas son curativas, Syd se curó aquí, tú también puedes curarte — dijo consternado—. Por favor, no te rindas.
Pasaron los minutos, no hubo ningún cambio, estaba desesperado, si última esperanza no estaba dando resultados y no se sentía con el valor suficiente para replicar las mismas palabras a Syd, decirle que aquel pequeño moriría pronto.
El tiempo seguía pasando, no había ningún cambio decidió resignarse y emprender el camino a su hogar. Miro tristemente, debería decirle a Syd aquellas palabras del cruel destino, aunque no quería repetir la historia, parecía que Odín esperaba que eso pasara. Levanto la mirada cohibido y vio entonces algo que nunca espero ver, un lobo los estaba observando.
Pudo reconocerlo, era uno de los lobos del dios guerrero Phenril de Aliotho, aquel de pelaje azulado y una marca de luna en su frente. Le sorprendía verlo con vida, en sus recuerdos tenía sabido que el lobo había tirado por un acantilado al caballero de Dragón, verlo le daba gran sorpresa y a la vez temor, no podía nadar en el lago para alejarse, se sintió impotente al verlo acercarse.
Aquel lobo de curioso color se comenzó a aproximar con más seguridad en su andar, parecía presentir que Bud no iba a escapar o al menos que no podía hacerlo. La mirada que expresaba no era del típico animal salvaje que vigilaba a su presa, miraba de manera distinta, dócil, como si se acercara a un amigo.
Alcor Z cubrió lo más que pudo al pequeño, por más que aquel pronóstico fuera la muerte próxima del recién nacido, no se lo daría como alimento al lobo, si debería asesinar a aquel lo haría sin duda. Pero contra todo su pensar no ocurrió lo que espero, el lobo se acercó sin mostrar hostilidad alguna hasta ellos, y finalmente llego a donde se encontraban para darle pequeñas lamidas en la cara al bebé.
El pequeño pronto comenzó a moverse inquieto en los brazos de su padre, para finalmente comenzar a toser. Bud lo coloco boca abajo, elevándolo sobre el nivel del agua, fue cuando vio una masa de color rojo salir de lo boca del pequeño que desapareció en el agua, le limpio la boca con un poco de agua para al final volver a mirarlo, el pequeño se había dormido nuevamente, y le producía una gran calma aquella imagen, respiraba con tranquilidad, no había silbidos, ya no había ronquidos.
— Esto es…— exclamo emocionado mirando al lobo—. Gracias…
El lobo se volvió a acercar para volver a repetir el acto, Alcor Z un poco temeroso acerco al pequeño para que le volviera a lamer la cara, esta vez el pequeño no se quejó, no mostro molestia ante aquello, parecía agradarle.
No paso mucho cuando aquel peculiar Lobo se fue sin más, tan solo dejo de lamer la cara del recién nacido y regreso por sus mismos pasos. Alcor Z lo vio desparecer entre el bosque, mientras el pequeño en sus brazos continuaba durmiendo apaciblemente.
— Pequeño Lobo, ese será tu nombre — asintió mirando al pequeño en sus brazos que continuaba durmiendo —. Espero que a Syd le guste.