Día 2: Niebla
Miro por la ventana, aquel bello paisaje que cada día veía al despertar no estaba, solo podía ver unos pocos metros delante de la cabaña, después de ello todo se volvía una capa blanca imposible de ver algo detrás de ella, aquella mañana había empezado con una niebla densa.
Aquella nube de color blanquecino era una de las cosas menos comunes en toda la región del norte, debido a los climas fríos extremos que normalmente se presentaban, y así también una de las más peligrosas adversidades con las que cualquier habitante podía encontrarse. No en vano las nieblas en la región eran reconocidas como las nubes asesinas.
El sobrenombre de las nubes asesinas para la niebla tenía una razón de ser, al ser tan poco común producía temor a todo aquel que quisiera salir de su casa, todo habitante se aislaba para no salir por lo que durara la bruma, con una duración de un día cuanto mucho. Había dos formas de fallecer ante la niebla, la primera era no contar con la leña suficiente durante la duración de la neblina, morir de frio era inevitable, y la segunda forma era ser preso de la bruma, convertirse en uno de los tantos imprudentes que intentaban abastecerse de leña o alimento, ingresaban a aquellas nubes de color banco y se perdían para nunca regresar.
Syd tomaba con firmeza el brazo de su hermano en ese instante ante el temor de perderlo con solo ver aquella niebla fuera del hogar, aun estando débil y recuperándose de sus heridas de guerra, sacaba fuerzas de quien sabe dónde para imponerse cuando escucho la palabra niebla tempano en la mañana, se impondría y no daría su brazo a torcer, haría hasta lo imposible para que Bud no saliera a enfrentar a la niebla.
Diariamente el dueño legítimo de la cabaña salía en horas de la mañana temprano a cumplir con aquellas obligaciones, sus responsabilidades en el hogar, abastecerlo. Su rutina era sencilla, Bud se levantaba mucho antes que el sol saliera para preparar dos jarras con el desayuno, una dejaba en la mesa de noche al lado de la cama para que cuando su hermano despertara la tomara, la otra se la tomaba mientras se preparada para salir. Fuera de la cabaña, cuando el sol apenas se asomaba, se adentraba al bosque en busca de lo más esencial que requerían para la subsistencia, alimento, leña y hierbas medicinales. Si el clima acompañaba esa rutina no tardaba, Bud podía terminar de hacer todo y volver a tiempo para hacer el almuerzo.
Syd era consiente no solo de que el más clima creaba grandes dificultades sino también sobre los peligros de la neblina, por lo que aquella mañana en cuanto escucho a su hermano quejarse de ver la bruma se despertó y aferro su mano al brazo de Alcor, en un intento de impedir que su hermano saliera de casa.
— Maldita sea Syd, tengo que irme — grito Bud sentado en una silla al lado de la cama después de dejar el jarro con el líquido espumante en la mesita de noche, su hermano se aferraba a él clavándole las uñas, miro por la ventana fastidiado, las uñas de Syd no le causaba dolor, más bien molestia, no podía ser brusco para quitarlas.
— Hermano, no pasa nada — exclamo tomándole la mano, en un nuevo intento de persuadirlo de salir de casa.
— Tengo cosas que hacer Syd, no puedo quedarme aquí.
— Puedes postergarlas hasta que la niebla se disperse.
— No puedo postergarlas, la niebla puede tardar un día entero — negó soltándole la mano.
— ¿Acaso es tan difícil quedarte un momento más con tu hermano? — le grito desesperado.
— No se trata de eso — bufo molesto sentándose a su lado ante el inminente berrinche que su gemelo estaba a punto de protagonizar, solo porque se negaba a quedarse —. Syd, sabes que prefiero mil veces estar a tu lado que ser tu sombra de nuevo.
— ¿Cuál es el problema de que te quedes a mi lado hasta que se disperse la niebla?
— Necesito las hierbas para cuidarte, necesitamos leña, alimento y agua…
— Eso puede esperar.
— No te salvaras de las curaciones de hoy Syd de Mizard – refuto mirando con severidad —. Aunque te resistas, voy a curarte cada herida.
— Quédate a mi lado, Bud —pidió —. Por favor.
— Syd —exclamo rendido, nuevamente aquella mirada manipuladora que él había formado se hacía presente y siempre lograba su cometido, algún día lograría decirlo que no, pero ese no sería el día —. Tu ganas, esta vez.
Mizar Z se abrazó a su hermano, quien correspondió el gesto, se sentía satisfecho de haber logrado su cometido, proteger a su manera a su hermano. Agradecía a la niebla por permitir que su gemelo permaneciera a su lado durante la mañana, y quizás, solo quizás, el resto del día, cumpliendo así uno de sus mayores deseos.