Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lagrimas de Luna por Seiken

[Reviews - 18]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

En Bluegard solo existían dos clases de habitantes, quienes nacieron en esa tierra congelada o los que no tenían suerte y llegaban a ellas tratando de prosperar, borrar su pasado, reiniciar su vida. 

 

Kardia era uno de esos casos perdidos que buscaban la forma de huir de sus errores, él era un omega enfermo, de unos veintidós años de edad, era su corazón y esperaban que no sobreviviera a su niñez, mucho menos su adolescencia, por esa razón nunca le consiguieron un alfa como se acostumbraba en las casas de alto abolengo. 

 

Razón por la cual decidió escapar de su hogar, cuando pensaban que ya era el momento de conseguirle alguna clase de compañía, para tener uno o dos herederos, aunque un embarazo podría poner en peligro su vida, eso realmente no importaba. 

 

Kardia había corrido durante varios años, en ocasiones encontraba un trabajo en una granja, en una tienda, pero siempre daban con él, su familia lo estaba buscando y él no sabía a dónde huir para tener una vida tranquila el tiempo que la enfermedad se lo permitiera. 

 

Escuchando el nombre de Bluegard una ocasión en un extraño lugar, un bar maloliente de puerto, en donde limpiaba unas mesas en silencio por una mísera paga, nadie sabía de quién se trataba, nadie sabía que lo buscaban, así que hablaban sin preocuparse de lo que esos marineros conocían. 

 

Allí escuchó de las bocas de los marineros que Bluegard era una extraña ciudad habitada por toda clase de personas, los residentes nacidos en esas viejas casas junto al mar, o aquellos que llegaban a trabajar para ellos, muchos provenientes de la desolada tierra de Asgard. 

 

Era un puerto, el más lejano de ellos, cuya razón desconocian en lo absoluto, porque no se podía llegar a nada más que a las montañas de hielo causantes del hundimiento de centenares de barcos, enormes construcciones que carecían de cualquier clase de vida, ni siquiera las gaviotas se atrevían a pisarlas y sin embargo, todos los años Bluegard recibía diferentes cargamentos de oro, piezas de oro con extraños motivos marítimos. 

 

Cada una de las familias residentes desde las viejas épocas cuando fundaron el puerto era dueña de una inmensa fortuna, de una mansión lóbrega, oscura y terrible, con su propio atraque donde una pequeña embarcación aguardaba, así como un par de escaleras que se perdían en el agua negra con una capa de hielo en su superficie. 

 

Y aunque era un lugar antiguo, de viejas familias arraigadas en viejas casas de ventanas cubiertas por gruesas cortinas, Kardia no pudo ver a un solo anciano en las calles, nadie sobrepasaba los cuarenta o cincuenta años, como si no vivieran más de esos años supuso. 

 

Debido a una enfermedad o algo así, probablemente, ya que podía ver que los mayores, aquellos que habían cumplido cuarenta, se veían extraños, con una maldad difícil de describir, algo en su apariencia le era completamente ajeno, tal vez eran sus ojos que casi no pestañeaban, el iris o la piel que podía ver debajo de su costosa ropa, la que se veía reseca, rota, como si se tratasen de escamas. 

 

Había un aroma como de pescado o humedad en todo el ambiente, no era un aroma agradable, sino por el contrario, le hacía pensar en agua estancada en pescados podridos amontonados en algún sitio no muy lejos de allí, algo muy extraño considerando la temperatura de esa ciudad con hielo o nieve cubriendo algunos adornos de las construcciones o el camino alrededor de las casas.

 

Era un aroma que pudo percibir en el viejo transporte que lo llevó a esa ciudad perdida en el hielo, que comenzaba a molestarle demasiado, a su lado había un sujeto rubio, de ojos azules como el hielo, tan pálido como solo aquellos nacidos en esas tierras pueden serlo, era unos diez centímetros más alto que el, cubierto de ropa vieja, que no se veía lo suficiente abrigadora para protegerlo del clima. 

 

-¿Vienes buscando trabajo? 

 

Le pregunto con una expresión amable, metiéndose en sus asuntos, logrando que se molestara por ello, pero no era el momento de iniciar una pelear, por algo tan insignificante como eso. 

 

-Si es asi, espero que hayas realizado algo realmente terrible para aceptar vivir en este lugar, pero, si no es asi, te aconsejaria que tomaras el primer transporte que te lleve lejos de aquí, no comprendes la clase de ciudad en la que estamos, no sabes a donde has llegado. 

 

Después de pronunciar esas palabras, observó una torre bastante alta, demasiado alejada en el puerto, la que estaba construida a la mitad del mar, sin ninguna clase de puente que lo llevara a ese sitio, con labrados que no pudo comprender, como de pesadillescos peces, más humanos que animales, cubierto por percebes, algunos bordes dorados con formas extrañas, como si de arrecife se tratara. 

 

-¿Y tú si? 

 

El rubio le observó por unos momentos, para verificar que nadie los estuviera escuchando, sin embargo, Kardia estaba seguro que más de unos ojos y oídos estaban pendientes de su conversación, pero solo era una sensación, no era nada real que debiera asustarlo. 

 

-Nací en Asgard y mi hermano fue acusado de crímenes que no cometió. 

 

Fue su respuesta, antes de partir, caminando en dirección de un barco, donde un sujeto cuya piel parecía colgar a la altura del cuello, como formando tres hendiduras, les observaba, quien asintió cuando al extraño de cabello largo, rubio platino, le dijo algo, entregandole un collar con los mismos diseños de la torre a la cual se dirigia. 

 

Kardia camino hasta llegar a la taberna local, donde ingresó seguro de que podría encontrar información importante en ese sitio, como quien buscaba trabajadores, o donde podría dormir esa noche, aunque no parecía que estuviera a punto de anochecer muy pronto.

 

Se pidió una bebida caliente con un poco de licor, esperando escuchar algo entretenido, que los marineros comenzaron con sus conversaciones delirantes, notando que en esa taberna había muy pocos jóvenes, como en las calles principales de Bluegard, quienes bebían a esa hora de la noche eran ancianos, hombre y mujeres de más de cincuenta años, cada uno de ellos cansado, agotado, podía verlo por sus arrugas, por las marcas en sus rostros, que demostraban tal vez, que tuvieron mejores vidas. 

 

-¿No eres de por aquí verdad? 

 

Otro maldito entrometido, se dijo en silencio, volteando curioso para observar a quien se atrevía a dirigirle la palabra, esta ocasion era un sujeto de piel blanca, cabello negro, ojos amarillos y uñas rojas, un hombre con una franca pariencia de reptil, como una serpiente o un lagarto. 

 

-Estoy seguro de que estás buscando trabajo, pero todos y cada uno de los puestos están ocupados por la gente que ves aquí, sin embargo, ve con el gobernador, Degel siempre busca nuevos trabajadores en su mansión. 

 

Kardia pudo escuchar algunos cuchicheos que se detuvieron cuando el cantinero los observó fijamente, podía sentir que lo miraban de soslayo, pero no dijo nada, parecía que todos los presentes le tenían miedo al que servía sus bebidas, en la única taberna y cuarto de huéspedes de Bluegard. 

 

-Hace unos días escapó uno de sus peones, se marchó del pueblo, pero estos bastardos de aqui diran que el mar se lo llevo, pero no les creas, no son más que mentirosos y pusilánimes sin futuro. 

 

Nadie se atrevió a pronunciar palabra alguna, como si fuera el miedo aquello que les hacía estar juntos, beber juntos, pero, nunca había sido alguien que se dejara llevar por sus temores, por lo cual, terminó su bebida, dispuesto a subir a la habitación que estaba dispuesto a rentar por la noche, por lo que dejó más dinero de lo necesario. 

 

-No tengo más camas, pero Degel, si tiene demasiadas camas en su vieja casa, es un lugar grande, la más cercana a la torre, por la cual no has querido preguntar, y aunque lo preguntes, solo es un templo de oración de los residentes más antiguos de la zona. 

 

Kasa era el nombre del sujeto pálido que atendía el bar y la posada, quien a pesar de su apariencia, era humano, pero carece de toda clase de consciencia o simpatía por los extraños, él había llegado unos años antes a ese sitio, buscando trabajo, siendo contratado por un sujeto llamado Isaac, quien acababa de cumplir unos setenta años, el verdadero dueño de ese sitio, quien vivía en la construcción de abajo. 

 

-Y a esta hora es cuando regresa de sus deberes en el templo, después de sus reuniones con Sorrento. 

 

Ya había dado demasiada información, pero si ese muchacho no deseaba marcharse, si después de ver algunas señales de la podredumbre de Bluegard, aun quería buscar trabajo entre sus residentes nacidos en esas tierras congeladas, lo mejor era evitar que vagara demasiado entre sus calles, el agua, podía ser traicionera. 

 

-También me dirás que me vaya… 

 

Lo haria, si estuviera tan loco para eso, pero no lo estaba, el no era un demente, el solo era un cantinero, un trabajador más en ese hermoso pueblo de nieve, agua congelada y viento lacerante. 

 

-No, no estoy loco. 

 

Fue su respuesta y Kardia podría jurar que escuchó algo moverse debajo de las mismas tablas que pisaba en ese momento, algo acuoso e inmenso, sin embargo, al ver que Kasa, como los otros no producían ningún solo sonido, que actuaban como si no fuera nada, decidió ignorarlo, saliendo de ese sitio, sintiendo las miradas de los comensales de ese edificio a sus espaldas, su miedo, su desconfianza. 

 

-Maldita sea, ya se despertó… 

 

Pronunció el albino, escuchando poco después el sonido de una campana, alguien llamaba por él y sin más, decidió alejarse, dejando solos a sus comensales, que desde que comenzara a trabajar en ese sitio, no habían pagado ni un solo trago de licor, una sola noche de descanso o un plato de comida. 

 

*****

 

Albafica no regresó a su mansión en varias horas más, tratando de calmar su enojo, de regresar a su hermosa apariencia, a pesar de ser un anciano, que en ese momento tenía cabello gris, muchas menos arrugas, se veía un poco más fuerte. 

 

-Eres un hipócrita. 

 

Ese era Afrodita, que estaba furioso con él, aún no podía perdonar el que hubiera liberado a Shura, salvando su vida de la sed de cualquier vampiro, deteniéndose frente a su alumno, con una expresión de claro arrepentimiento. 

 

-Yo le di las herramientas para marcharse, Shura decidió que eso era lo que deseaba. 

 

Afrodita se hizo a un lado, en ese momento no deseaba pelear con él, aunque tenía una de sus rosas en sus labios, observandole fijamente con demasiado desprecio, escuchando los pasos de su amante a sus espaldas, aquel de cabello azul, que fue su favorito desde un principio. 

 

-Aspros te mando un regalo Albafica, un muchacho joven, de cabello blanco… el mismo de los cuadros que tienes regados por doquier. 

 

Albafica volteo a verle, viendo como Afrodita besaba el dorso de la mano de Deathmask, que se limitaba a guardar silencio, parecía que ambos habían ingresado en sus habitaciones, pero lo que más le importaba, eran aquellas palabras referentes a un joven de cabello blanco. 

 

-Está inconsciente… como una botella de vino dispuesta para que beban de ella. 

 

Albafica aun no sabia si era su amado, si era Minos, así que trato de ignorar las palabras de su alumno, que solo veía como se marchaba, notando el cambio en su actitud, lo tenso que estaba y como trataba de no correr hacia sus habitaciones, buscando a su regalo recien llegado. 

 

-Se que extrañas a Shura, yo tambien lo hago, asi que le haremos regresar, por eso no tienes porque preocuparte. 

 

*****

 

Siegfried no espero demasiado para ser recibido por el Gobernador, un hombre de cabello azul claro, de ojos rojos, más bien delgado, quien le veía sentado detrás de un escritorio de madera, con labrados oscuros, tan extraños como aquellos que adornaban esa torre, así como el collar que recibió de sus manos. 

 

El dia que llego a su pueblo, buscando su mano en matrimonio, porque su belleza era conocida en todo Asgard, así como en Bluegard, el segundo hijo nacido de una muchacha joven, cuyo hermano mayor sería el heredero de la fortuna de los suyos, quien trato de evitar que el baile de compromiso se realizará. 

 

Siegfried era un omega, debían buscarle compañia adecuada, esta llego en la forma de Hilda de Polaris, la sacerdotisa del templo de Odin, sin embargo, él decidió presentarse, realizar un reto por la mano del joven hermoso, que lo rechazó al saber de dónde venía, que corría por su sangre, la apariencia que decían tendría despues de algun tiempo, cuando comenzara a envejecer. 

 

Con lo que uniría su sangre y engendreria hermosos hijos, que serían bendecidos por el mar, por lo que alli vivia, a pesar de que era el Gobernador de Bluegard, de ser el dueño de la empresa pesquera más grande de la zona, de una mina, de una plataforma petrolera, de ser tan rico, tan poderoso como lo era, tan hermoso como sabía que lo era, al menos, los primeros cuarenta o cincuenta años de su vida. 

 

-Mataron a mi esposa, antes de que se consumara nuestra unión, de que pudiera morderme… 

 

Sorrento no estaba dispuesto a fingir sorpresa, ni horror, la verdad no le importaba que su esposa hubiera sido asesinada antes de la boda, en realidad era sin duda, una hermosa coincidencia que jugaba a su favor.

 

-Culpan a mi hermano.

 

Que era inocente, Sorrento lo sabía mejor que nadie, y sabía exactamente quién había sido el asesino que no tuvo que tocarla para lograr su objetivo, haciéndole caminar hasta la ventana más alta, para que se lanzará de ella, un flautista prodigioso, cuya música lograba encantar a cualquiera, como si fuera una de esas sirenas del mito. 

 

-Van a ejecutarlo por eso. 

 

Siegfried en ese momento ya estaba recargado en el escritorio, observando la expresion de indiferencia de Sorrento, que solo le veia enfundado en ese horrible traje de color rosa, a sus espaldas se encontraban varias flautas de diferentes materiales, pero cada una era valiosa. 

 

-Debes evitarlo.

 

Sorrento lo haría, pero con una condición y sabían exactamente cuál era esa, por lo cual, colocó un anillo con la forma de una sirena en la madera, una pieza antigua, tan desagradable como todas las otras decoraciones. 

 

-Ya sabes que es lo que pido por tu ayuda… 

 

Siegfried lo sabía, lo comprendía por completo, pero al mismo tiempo, no podía dejar que su hermano fuera castigado por algo que no hizo, que lo colgaran por ello, así que, tomando el ofensivo anillo ofrecido por Sorrento, lo llevó a su mano. 

 

-Sólo sálvalo… 

 

*****

 

Kanon había caído al agua salada, sintiéndose como un inutil, al no poder ayudarle a ese muchacho, que a pesar de ser un niño, el si pudo salvarlo a él, lo recordaba bien, pequeño, delgado, con cabello rubio y dos cejas aun separadas, pero que terminarían uniéndose después de la pubertad, en ese hermoso omega que ya no sonreía nunca.

 

Sintiendo como algo lo cargaba en el agua, alejandolo de las profundidades, aunque ya era demasiado tarde, su omega había sido secuestrado, regresado al horrible lugar del cual escapó. 

 

-Kanon… Kanon resiste… 

 

*****

 

Hola, como ven he ingresado dos parejas nuevas, una de ellas es el Sorrento/Siegfried, si, en ese orden, y el otro la pareja de signos favorita de todo el mundo, Degel/Kardia, así como una más, que es algo famosa en japón, pero aquí nunca he visto, pero probaremos a ver que tal queda. Ahora, muchas gracias por sus comentarios, estrellas y lecturas, pero un agradecimiento especial a @SailorFighter, @Rei-asaka y Artemisa168, hicieron que el esfuerzo valiera la pena. Muchas, muchas gracias. Ahora, a quien le gusta el rollo de los terrores inimaginables y cósmicos, porque habrá mucho de eso en esta historia. SeikenNJ. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).